✧◝ 05
—Los resultados estarán mañana en la mañana.
Jeongin levantó la vista, quitando sus ojos de Yongbok para fijarlos en el doctor Lee, amigo de Chan y quien iba a llevar a cargo el examen de sangre para corroborar que Chan era el padre de Yongbok. Jeongin nunca fue bueno mintiendo, pero esa situación lo ameritaba, y si Chan estaba seguro de lo que hacía... iba a confiar en él.
—¡Chupetín! —chilló Yongbok, sentado sobre la mesa del doctor cuando Minho le tendió el dulce con una sonrisa amable.
Chan le revolvió el cabello a Yongbok.
—Me entregarás los resultados sólo a mí, ¿cierto? —le preguntó Chan a su amigo.
Minho enarcó una ceja, sonriendo con diversión.
—¿Qué clase de amigo crees que soy? —se burló Minho—. Vamos, quiero hablar un momento contigo.
Chan soltó un bufido, mirando a Jeongin, que estaba observando a Yongbok chupar el dulce que le dieron. Sin pensarlo mucho, se inclinó y le dio un beso en la mejilla, murmurándole que volvería enseguida. El omega se limitó a sonreírle dulcemente, asintiendo y poniéndose a cantarle a Yongbok.
Ambos alfas salieron de la oficina, comenzando a caminar por los pasillos.
—Así que... —comenzó a decir Minho con calma—, ¿tu omega?
El rubio se encogió de hombros.
—Lo vi y lo quise —contestó en voz baja.
—Vaya —los ojos de su amigo brillaron con burla—. Quién habría dicho que el dulce y adorable Bang Chan terminaría enamorado.
—Vete a la mierda —dijo Chan.
Minho comenzó a reírse antes de ponerse serio.
—¿Tu madre...?
—Está en contra de esto —Chan hizo una mueca—, pero sabes que nunca me ha importado su opinión —suspiró—. Lo que realmente me preocupa es esto. Jeongin... no estaba dispuesto a perder a Yongbok para ser mi omega.
Minho lo observó, enarcando una ceja.
—Bien pudiste forzarlo —el tono de su amigo era ahora suave—. Sabes que un omega no puede hacer nada ante un alfa. Sabes que, si hubieras querido, podrías haber matado a su bebé, para luego declarar al omega como tuyo a pesar de que no quisiera.
Chan pensó si eso hubiera pasado. Si ese día que vio a Jeongin en el jardín de su casa, arreglándolo mientras le hablaba a Yongbok, se hubiera acercado con dobles intenciones hacia el bebé. Si le hubiera roto el cuello ese día a Yongbok y después tomar a Jeongin como suyo.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal.
El sólo pensamiento de esa situación era algo demasiado grotesco para él.
—Jeongin merece a alguien que lo ame y lo cuide, no a alguien que lo haga sufrir —respondió tranquilamente.
Chan quería borrarle la sonrisa burlona de Minho con un puñetazo.
Pero se limitó a rodar los ojos.
—Así que harás pasar a ese bebé como tuyo para que nadie sospeche —Minho negó con la cabeza—. Es un buen plan, lo sabes, pero... si el Gobierno llega a enterarse...
—Nadie va a enterarse.
Minho lo miró, asintiendo.
—Seré el único que haga y vea los resultados —prometió su amigo, antes de abrir la puerta de la oficina.
Jeongin levantó la vista, mientras le seguía cantando Yongbok a una canción sobre las partes del cuerpo a lo que el niño balbuceaba para seguirle el ritmo, y le sonrió para calmarlo, diciéndole que todo estaba bien.
Y cuando el omega le dio a Yongbok un pequeño beso en la nariz, haciéndolo reír, supo que las cosas estarían bien siempre que Jeongin sonriera.
—¡Puuuuuuuuuuudííííín!
—Yongbok, te estás ensuciando toda la carita.
—Deja que coma solo, ya está grandecito para hacerlo.
—¡Qué dices! —Jeongin le dio un suave golpe en el brazo—. ¡Yongbok siempre será mi bebito!
Yongbok comenzó a reírse con la boca llena de pudín y fijó su mirada en el dibujo que estaba coloreando, mirándolo de manera concentrada para no salirse de las líneas. Jeongin se recostó al lado de Chan con una expresión satisfecha, en tanto el alfa lo rodeaba con un brazo.
—Podríamos fijar la boda en dos meses —comentó Chan, mientras hojeaba un catálogo de trajes—, y hacerla en el patio de mi casa, ¿qué te parece?
Sintió a Jeongin tensarse levemente bajo su toque, pero luego de unos segundos, relajó su cuerpo.
—Para mí está bien todo lo que digas —le dijo de forma dulce.
Chan miró a Jeongin con una ceja enarcada, encontrándose con el temor levemente marcado en sus ojos.
Después de salir de la clínica, decidieron ir a comer algo, por lo que ahora se encontraban en la terraza de un restaurante, comiendo el postre, en tanto Yongbok coloreaba para no aburrirse. A su alrededor, el resto de las mesas estaban llenas también.
—Innie —le dijo Chan con calma—, me encantaría escuchar tu opinión, ¿lo sabes, bebé? —le acarició la nuca—. Quiero saber siempre lo que piensas, así que no me tengas miedo. No actúes como el omega que esperan que seas. Actúa como el omega que me tiene loco.
Las mejillas de Jeongin se tiñeron de rojo.
—Te odio, eres demasiado dulce conmigo —regañó de pronto Jeongin, avergonzado.
Chan sonrió con diversión.
—Dos meses está bien —cedió Jeongin, repentinamente—, pero... ¿en el patio de tu casa? ¡Es horrible!
La expresión del alfa cambió ahora a una ofendida.
—¡Eso no es verdad!
—¡Si lo es, Chan! —regañó—. No lo arreglaré en dos meses, ¡ese jardín necesita cuidado y amor!
Chan refunfuñó por lo bajo, pero volvió a sonreír cuando Jeongin se rio, dándole un pequeño beso en los labios.
Le gustaba que Jeongin bajara sus defensas con él, que le tomara la mano, que le buscara sin vergüenza. Que le sonriera como si él pudiera hacerlo feliz sólo con unas pequeñas palabras.
—Muy bien —Chan suspiró—. Entonces... ¿el patio de tu casa?
—No —Jeongin frunció el ceño—. Esa casa... uh... Podríamos venderla luego del matrimonio, ¿no? Es tan fría, tan solitaria...
Le dio un pequeño apretón en la mano, asintiendo.
—O podríamos venderla la próxima semana y te vienes a vivir conmigo —comentó Chan como si nada—. Compraré una cama más grande para que puedas dormir allí todo el tiempo.
—¡Pero si tu cama ya es de dos plazas!
—Compraré una de cinco plazas.
—¡Esas no existen!
—Entonces mandaré a hacer una sólo para ti.
Jeongin comenzó a reírse sin control, sin importarle si estaba llamando la atención, y Chan le dio otro beso pequeño, sintiendo los suaves labios del omega acoplarse a los suyos.
—Podríamos... —susurró Jeongin al separarse—. Cuando era pequeño, Wheein noona me llevó al estanque Anapji.
Chan se le quedó mirando en silencio, dejando que el omega hablara, sin presiones.
Era la primera vez que Jeongin nombraba a su hermana desde que descubrió que era su prometida. Antes, se limitaba a ignorarlo cuando quería hablar de ella, de su pasado. Jeongin parecía tener una especie de habilidad cuando se trataba de reprimir sus emociones, sin querer demostrar lo que estaba sintiendo realmente.
—Me encantó tanto que... que le dije a noona que me quería casar allí cuando encontrara un alfa que me quisiera, que... que un alfa me amaría tanto, que nos casaríamos allí cuando estuviera atardeciendo.
Chan, con calma, lo atrajo contra su cuerpo, sintiendo cómo ambos se complementaban perfectamente, como la comodidad y la calidez los invadía en unos segundos. El alfa supo, cuando lo miró por primera vez, que Yang Jeongin era su omega, era la persona que nunca buscó, pero era perfecta para él.
—¿Sabes que me dijo ella? —la voz de Jeongin se volvió triste—. Wheein sólo se rio como si yo estuviera bromeando y me dijo que... que nunca un alfa iba a quererme tanto como para casarse conmigo. Que... que era un omega hombre y debía conformarme siempre con ser una segunda opción. Y que si encontraba un alfa que me quisiera... sí lo encontraba, jamás querría casarse en el estanque Anapji porque era demasiado para tan poco —Jeongin parpadeó, enfocando sus ojos en Chan otra vez, y terminó por sonreír tímidamente—. Podríamos arrendar una iglesia pequeña para-
—Nos casaremos en el estanque Anapji.
Jeongin enmudeció, abriendo sus ojos con sorpresa ante las palabras que le acababa de decir Chan con total calma. El alfa lo miraba como si estuviera actuando con lógica, como si fuera absolutamente serio.
Luego, negó con la cabeza.
—Chan, no es necesario...
—Esta misma tarde llamaré para fijar la fecha —replicó Chan, volviéndolo a callar—. ¿Y sabes que más, Innie? Invitaremos a Wheein a la boda. La invitaremos para que vea que un alfa te quiere tanto que se casará contigo. La invitaremos para que vea que tú siempre serás mi primera opción, a pesar de ser un omega hombre. La invitaremos para que vea que casarnos allí es poco para una persona tan hermosa como tú. ¿Entendido, Innie?
El omega asintió con los labios temblando, como si estuviera a punto de llorar, y Chan le dio un beso en la frente haciéndole saber que estaba allí, con él, que nunca lo dejaría y que iba muy en serio con sus intenciones.
—Te quiero, Chan —dijo de pronto Jeongin, mirándolo a los ojos—. Te quiero, Alfa.
Inconscientemente, Chan llevó su boca al cuello de Jeongin, olisqueándolo y lamiendo para marcarlo con su aroma. Escuchó su gemido suave, sintiendo las feromonas que soltaba, y gruñó en señal de deseo y cariño. Podía ver la marca de su primer alfa, por lo que volvió a gruñir para demostrar su disgusto, pensando en el momento en que tuviera a Jeongin sólo para él. Cuando lo marcara, lo haría en esa zona para no dejar duda alguna de quién era su alfa.
—¿Y la luna de miel? —preguntó, sin alejarse de su cuello.
Jeongin se sintió de pronto caliente.
—¿Qué ocurre con ella? —preguntó, fingiendo no entender la pregunta.
Chan se separó un poco, lo suficiente para tener su rostro frente a él.
—Te haré mío esa noche si tú quieres —respondió sin vergüenza, sin pudor—. Te marcaré y serás mi omega completamente —sus ojos se oscurecieron un poco—. A menos que quieras que lo haga antes, Innie. Con cualquiera de las dos opciones, estoy bien —le acarició el labio inferior—. Así que... ¿dónde quieres que vayamos de luna de miel?
Le encantaba ver las mejillas de Jeongin teñidas de rojo, tan colorado, tan tímido, tan avergonzado. Eso lo hizo pensar cuando estuvieran a solas, cuando las ropas no los molestaran, cuando se unieran de una forma tan íntima que nadie podría separarlos.
—La noche de bodas está bien para que... para que me marques —concedió Jeongin nerviosamente—. Y... y podríamos... Quizás ir a la costa, a la playa...
—¡Paia, paia! —gritó Yongbok de forma distraída, frunciendo el ceño en señal de concentración mientras seguía coloreando.
—En la playa podría deshacerme de este mocoso más fácilmente —murmuró Chan.
Jeongin comenzó a reírse, terminando de comer el postre, y Chan recordó algo de pronto.
—Innie... —el omega lo miró, inquisitivo—. ¿Tú quieres... más hijos?
De forma automática, Jeongin miró a Yongbok, que se echó más pudín a la boca, y pensó en los meses de embarazo, en el parto.
A pesar de que quisiera mucho a Yongbok, de que fuera casi su vida entera, tenía que admitir que fue muy difícil. Porque Jeongin tenía sólo dieciséis años cuando quedó preñado, y tanto los meses de embarazo como el parto los vivió prácticamente solo.
Pero si Chan quería...
Recordó los ojos de Hyub cuando Jeongin le decía que no, cuando no le hacía caso, cuando se negaba a ceder, cuando hacía todo mal. Recordó el primer golpe, tan de improviso que se quedó en el suelo por minutos, sin poder reaccionar ni entender la situación.
Hyub se enojó porque Jeongin no se estaba cuidando con la comida, y cuando le dijo al omega que tenía que ser delgado, bonito, tierno –como se esperaba de los omegas–, Jeongin le replicó que le daba lo mismo ser delgado, que prefería comer a pasar hambre. Una estupidez, pensó Jeongin mientras miraba su reflejo en el espejo esa noche, acariciando su mejilla hinchada, y fue la primera lección de muchas que aprendió.
—Si quieres un hijo tuyo, entonces está bien —dijo, estirando los labios hacia arriba, en una sonrisa mecánica y falsa.
Chan no dijo nada por varios segundos.
—Innie...
Desvió la vista, incapaz de sostenerle la mirada.
—Por favor, mi amor, si no quieres más hijos, lo puedo entender... —Chan le tomó el mentón, levantándoselo—. Te prometo que está bien. Además... —hizo una mueca—, suficiente tengo con compartir tu atención con Yongbok.
Soltó una risa suave, asintiendo.
—Quiero más —dijo ahora con decisión—. Quiero... quiero hijos tuyos, quiero que... que anudes en mi interior —sus mejillas se sintieron rojas otra vez—. Yongbok tendrá muchos hermanitos para jugar.
—¡Emanitos, emanitos! —aprobó Yongbok con las mejillas manchadas de pudín.
—Pero... —Jeongin mordió su labio inferior—, Chan, tú... ¿tú me dejarías...? —tragó saliva, nervioso. Si Chan le decía que no, se sentiría muy triste, aunque sabía que no debía sentirse así— ¿permitirías que yo... terminara mis estudios? —ahora se sentía humillado, idiota, inútil—. Hyub decía que no era necesario, pero yo... de verdad yo quiero...
—Por supuesto que sí, Innie — Chan le sonrió, mostrando sus encías, y Jeongin quería besarlo todo el tiempo, nunca separarse de su lado—. Buscaremos un colegio, podría ser con enseñanza nocturna, para que termines tus estudios —le pellizcó la nariz—. Incluso si quieres, Innie, podrías seguir estudiando después. Yo te voy a apoyar en cualquier decisión.
Jeongin sonrió ampliamente, dándole otro beso, antes de que Yongbok decidiera que quería la atención de su mamá de vuelta y se pusiera a berrear.
Pero Chan se limitó a sonreír, revolviéndole el cabello al bebé mientras Jeongin lo regañaba por comer de forma tan desastrosa, y le dio un beso en la mejilla al omega.
—Señora Bang.
Bang Hyejin levantó la vista del informe de acciones del último mes que estaba leyendo, encontrándose con los ojos castaños de su asistente.
—¿Qué ocurre, Wheein? —le preguntó la alfa, quitándose los lentes de lectura.
La chica levantó una carpeta que traía el nombre del hermano de la chica, Yang Jeongin, en una esquina, y con calma Hyejin tomó los papeles que le tendió Wheein. Sin apresurarse demasiado, aunque notando la ansiedad de la omega, comenzó a leer lo que el detective privado –que contrató para espiar a ese asqueroso chico con el que su hijo se quería casar– le decía sobre lo que descubrió.
Primero que todo, información sobre su alfa muerto, Lee Seunghyub. Familiares, trabajo, amigos. Poca información que no le servía.
Segundo, donde vivía luego de ser echado de su casa.
Tercero, información de la última semana.
Frunció el ceño.
Los escuché hablar sobre planes de boda. Pensaban fijar una fecha de aquí a dos meses.
Dos meses. Muy poco tiempo.
—¿Lo leíste, Wheein? —volvió a preguntar la alfa, observando nuevamente a su ayudante.
—Sí, señora Bang —pudo notar el tono rencoroso que utilizó, su voz teñida de odio. Una sonrisa juguetona bailó en sus labios—. Una boda.
Hyejin se puso de pie, quitándose la chaqueta oscura y aflojando la blusa que llevaba ese día, sin dejar de mirar a Wheein. La chica se enderezó, cerrando la puerta con llave.
—Una boda entre mi hijo y tu hermano, quién lo diría —la alfa hizo una pequeña mueca, recostándose sobre el escritorio—. Quiero a su bebé muerto, y a ese omega... —puso una expresión pensativa—. Estoy segura de que la prostitución sería suficiente castigo para él.
Wheein pensó en su hermanito de seis años, tan inocente, tan sonriente, tan tierno. Un omega hombre que mató a su mamá en el parto.
Ella lo odió tanto, tanto...
Por culpa de Jeongin se quedaron sin mamá. Por culpa de Jeongin su padre se volvió un borracho. Por culpa de Jeongin su padre los golpeó. Por culpa de Jeongin ahora estaba perdiendo a su prometido.
Eso no se lo iba a permitir. Wheein no permitiría que su estúpido hermano menor le quitara algo por lo que luchó toda su vida.
Wheein quería verlo destruido, quería verlo como la maldita puta que era, siendo usado sólo para entretención de alfas, sin nadie que lo quisiera. Sin que Chan lo quisiera.
Hyejin hizo un gesto con su mano, indicándole que se acercara, y Wheein obedeció, chocando sus labios con los de la alfa.
La omega tenía claro, desde que fue contratada como una simple oficinista en las empresas Bang, lo que debía hacer para poder triunfar en la vida. Y cuando Bang Hyejin la vio trabajando arduamente, y le ofreció un puesto como su asistente, no dudó en aceptarlo, sabiendo también las consecuencias que traería para su vida.
Pero acostarse con Hyejin no era nada comparado con todo lo que podría obtener.
En primer lugar, el matrimonio con su primogénito, Bang Chan, a quien estuvo observando desde lejos todos esos años, siempre a la espera de ganarse una mirada, por pequeña que fuera.
Chan era un alfa hecho y derecho, un alfa que tenía el mundo el mundo entre sus manos si se lo proponía, el heredero del imperio Bang. Un alfa que podría llevarla a la cima del mundo si se convertía en su omega. Wheein estaba dispuesta someterse por completo a él, siempre y cuando fuera su única esposa omega.
Nunca planeó encontrarse con Jeongin de esa forma. No, jamás habría esperado encontrarse con su estúpido hermanito menor, que siempre acaparó la atención por su comportamiento tan dulce y amable.
Mientras Hyejin la desnudaba sobre el escritorio, Wheein recordó el momento en que se lo encontró en el comedor de Chan, sosteniendo a su horrible bebé en brazos. Recordó la forma en la que Chan miraba a Jeongin, como si fuera algo valioso, algo que debía cuidar por completo.
¿Acaso Chan no podía ver que Jeongin no era más que una basura?
Wheein no iba a permitir que Jeongin le quitara a Chan por nada del mundo, y si tenía que destruirlo por completo, lo haría.
Jeongin levantó la vista de la caja donde estaba guardando los discos que tenía en el comedor, viendo a Seungmin y Hyunjin escondidos en el mueble que sostenía la televisión, tratando de no reírse cuando Yongbok dejó de contar y empezó a buscarlos con expresión enfurruñada.
—¿Ontááááááááán? —preguntó, haciendo un puchero y mirando a Jeongin—. Mami, ¿ontán?
—No lo sé, Bokkie —Jeongin le revolvió el cabello—. Anda, no seas tramposo.
Yongbok farfulló unas palabras incoherentes, comenzando a buscarlos por debajo de la mesa
Jeongin sonrió, divertido, siguiendo con su misión.
Miró la fotografía que estaba sobre el mesón, donde Hyub y él salían en su boda. Todo fue tan apresurado, tan rápido, que lo único que le compró Hyub para la boda fue un traje blanco con un horrible ramillete de rosas blancas.
Jeongin decidió que botaría esa fotografía y la reemplazaría por una de su matrimonio con Chan.
El alfa, días atrás, le preguntó si no quería mudarse definitivamente a su casa, y Jeongin no pudo decirle que no. No cuando el olor alfa de Chan lo envolvía por completo, lo hacía sentir feliz y contento, cuando lo único que quería era acurrucarse todo el día contra él. Jeongin no sabía si estaba enamorado, porque enamorado era una palabra demasiado grande, pero sí se sentía tranquilo, amado, alegre, de que Chan fuera su alfa. Se sentía correcto. Se sentía bien.
—¡Los pilé! —gritó Yongbok a de pronto, y comenzaron a escucharse risas en todo el salón, mientras los hermanos peleaban por salir de su escondite con el menor riéndose escandalosamente.
Jisung y Changbin le pidieron que cuidara a sus niños, en tanto ellos iban a comer algo debido a su aniversario, y Jeongin aceptó porque Yongbok extrañaba a sus amiguitos. Además, Chan estaba trabajando, no tenía algo que hacer, y cuidar a Seungmin y Hyunjin lo iba a entretener por el resto de la tarde.
Cerró la caja con cinta adhesiva, tarareando y escuchando la pelea que comenzó entre los niños.
—¡Buu, no más! —reclamaba Yongbok—. ¡Juyar a pium, Seu y Hyu!
—¡No, no y no! —respondió Hyunjin—. Seungmin y yo podemos juyar a eso mientras tú nos observas, Bokkie.
—¡No! ¡Ustes son maos! —Yongbok se cruzó de brazos, sentado en el suelo.
—¡Te podemos hacer daño, Bokkie!
Jeongin suspiró, negando con la cabeza y pensando en los dos pequeños alfas que miraban con adoración a Yongbok. Ahora no quería preocuparse demasiado, pero cuando crecieran, cuando empezaran a ser alfas territoriales y el olor omega de Yongbok comenzara a ser más fuerte...
Jeongin sabía que lo seguirían protegiendo, sin embargo, comenzarían a verlo también como una posible pareja, y eso lo asustaba por completo.
—¡Quelo pium, quelo pim! —Yongbok infló sus mejillas, buscando con los ojos a su mamá para que lo apoyara, pero en ese instante tocaron el timbre de la casa, y Jeongin se puso de pie.
—Vuelvo enseguida —les dijo a los niños, revolviéndole el cabello a Hyunjin.
Podía seguir escuchando los reclamos de los menores, pero sólo rodó los ojos, abriendo la puerta con una sonrisa amable.
La sonrisa quedó congelada en su rostro cuando se encontró con la cara de la persona al otro lado de la puerta.
—Hyunsuk.
—¿Oh? ¿Ya no es "padre"?
El aliento borracho de Hyunsuk llegó a su nariz, y arrugó los labios en un gesto de desagrado, nervioso repentinamente. Miró hacia atrás, esperando que los niños se asomaran.
—¿Qué quiere? —preguntó, tratando de mantenerse educado.
Notó la botella de cerveza a medio beber en la mano de su padre, su parada tambaleante, y tomó aire. Si estaba allí, era sólo por un motivo.
—Le dije el mes pasado que no me seguiría haciendo cargo de sus deudas —dijo, tratando de lucir enfadado—. No tengo el suficiente dinero–
Recibió una bofetada que volteó su rostro, pero reprimió el impulso de correr lejos.
—A mí no me hablas así, puto —gruñó Hyunsuk, furioso—. Además, ¿creíste que nunca iba a enterarme que ahora conseguiste un nuevo marido? Dos alfas en tu vida, perra, quién lo habría dicho. Quizás tuve que haberte vendido a un prostíbulo, habrían pagado bien por ti.
Jeongin luchó contra las ganas de cerrar la puerta y esconderse, o de llamar a Chan para que viniera a ayudarlo. Ese asunto era entre él y su padre, y nadie iba a meterse en eso.
—¿Qué quiere? —repitió entre dientes.
—Mi dinero —Hyunsuk dio otro paso, sonriendo horriblemente—. Necesito pagar muchas cuentas, Jeongin.
Jeongin se odiaba por ser tan débil, por permitir que su padre siguiera manejándolo de esa forma a pesar de todo lo que le hizo en su vida. Por dios, tuvo que cortar los lazos cuando lo botó a la calle, pero era sentimental de una estúpida forma que no podía entender.
No sabía cómo, pero luego de su matrimonio con Seunghyub, un día su padre llegó a su casa, borracho como una cuba, a pedirle dinero para poder cubrir el montón de deudas que tenía, diciendo que se lo debía porque él era su hijo y lo cuidó durante trece años, que era lo mínimo que podía hacer por él. Y Jeongin no pudo negarse, porque ver a su padre en tan miserable estado, de alguna forma lo conmovió.
Además, aunque jamás lo dijera en voz alta, Jeongin tenía la leve esperanza de que algún día Hyunsuk lo mirara sin odio, que le comentara que estaba orgulloso de que fuera su hijo.
Sin embargo, Jeongin comprendió de forma tardía que eso nunca ocurriría, y ahora no podía quitarse de encima esa maldita carga.
—No tengo dinero, mi alfa no es de buena posición —mintió entre dientes.
—No me mientas, putito —gruñó Hyunsuk, sin ocultar su molestia—. Sé de buena fuente que ahora tienes un alfa mejor que el anterior. De la familia Bang, ¿no es así? Quiero más dinero, o se va a enterar que de santo no tienes nada.
Jeongin se puso pálido al recordarse a los diez años, encerrado en su habitación con los amigos de su padre, de rodillas frente a ellos. Recordando lo que se veía obligado a hacer para que su padre pudiera conseguir su preciado alcohol. Recordando el terror, el asco, el odio que sentía.
Y Jeongin no quería que Chan se enterara de eso, de lo que hacía, de cómo su boca estaba sucia.
No quería que lo mirara con repulsión, que se alejara, que incluso cancelara su compromiso porque... porque eso lo destruiría por completo.
Asintió, derrotado, murmurando que se quedara esperando en la puerta mientras iba a buscar el dinero suficiente como para pagar las deudas de su padre. Hyunsuk se retiró diez minutos después, diciéndole que volvería el mes siguiente por lo que le correspondía.
Jeongin trató de no lucir afectado cuando volvió al comedor, viendo a Seungmin y Hyunjin pelear por un beso de Yongbok, y continuó guardando las cosas en las otras cajas que tenía, pensando en que estaba metido en un montón de problemas que podían arruinar esa pequeña burbuja de felicidad que tenía.
Horas más tarde, cuando Seungmin y Hyunjin se marcharon, y Yongbok estaba durmiendo luego de haber jugado tanto, pensó en cómo solucionar todo eso.
Lo más sensato era decirle la verdad a Chan para luego pedirle perdón por estar sucio, y acto seguido, rogarle que lo follara. Que lo marcara, lo follara, lo hiciera suyo para así demostrar que Chan era su dueño, su único alfa, que le pertenecía por completo.
Pero Jeongin todavía se sentía nervioso de dar ese paso. Además, pedírselo así, estando obligado... estaba seguro de que se sentiría como una violación. Como cuando Hyub llegaba estresado y lo ponía en cuatro, teniendo que callar los reclamos para no ser golpeado.
Y él no quería que su primera vez con Chan fuera así, sin consenso, obligado por las presiones de la sociedad.
Se sobresaltó cuando las manos de Chan lo acariciaron de pronto en la cintura. Tan perdido estaba en sus pensamientos que no lo sintió llegar.
—¿Pasó algo? —preguntó Chan contra su cuello.
Y Jeongin no tuvo que darse vuelta, no sin pensar en una mentira para decir, pero necesitaba a Chan tan desesperadamente en ese instante que no estaba pensando bien.
Quiso besarlo, sin embargo, las manos de Chan lo detuvieron.
—¿Quién te pegó? —preguntó con la voz grave.
Chan acarició el moretón en su mejilla con suavidad, aunque sus ojos estaban oscurecidos por la rabia.
Jeongin mordió su labio inferior, tratando de sonreír.
—Oh, ¿eso? —soltó una risita falsa—. Me di un golpe con el mueble mientras lo ordenaba, sabes que soy demasiado torpe.
Chan volvió a acariciar el moretón, su mejilla levemente hinchada.
—¿Quién te pegó? —repitió con más calma.
Los labios de Jeongin temblaron.
—Ya te dije que pasó —siguió mintiendo, forzándose a lucir calmado.
Chan levantó la vista y apretó su mandíbula, pero tratando de relajarse a pesar de todo.
—Sabes que puedes contarme todo, Innie, ¿no es así? —razonó Chan, mirándolo a los ojos—. Soy tu alfa, y mi deber es protegerte de todo si alguien quiere hacerte daño.
El omega asintió en silencio, sintiéndose miserable por ocultarle cosas a Chan, quien, a pesar de todo, le estaba dando total libertad para dejarle elegir si contarle o no. Cualquier otro alfa se habría impuesto con su voz, obligándolo a decir la verdad sin importar si quería o no.
Abrazó a Chan por la cintura, ocultando su rostro en su pecho, respirando de su aroma.
—Quédate conmigo esta noche, Chan —pidió con la voz débil.
—Todo el tiempo que quieras, bebé —contestó Chan, tranquilo.
Chan se sentó en el sillón más cercano, atrayendo a Jeongin contra él y sentándolo en sus piernas. Jeongin se arrimó sobre él, dejando que los brazos del alfa lo envolvieran con cariño, sintiéndose más tranquilo ahora que lo tenía a su lado.
—Te quiero, Chan —murmuró Jeongin, dándole un pequeño beso en el cuello.
—¿Sí? —Chan le dio un beso en la frente, sonriendo de lado—. Yo igual te quiero, Innie.
El toque de Chan era perfecto, lo tranquilizaba de una forma que nunca habría creído posible.
—¿Puedes... uh... —Jeongin lo miró, tratando de poner una expresión inocente— ayudarme con las cajas mañana?
Chan hizo una mueca.
—Mañana tengo una operación en la mañana, pero vendré a comer contigo, ¿te parece? —Jeongin asintió, contento—. Voy a tratar de evitar que te des otro golpe.
Voy a seguir averiguando quién te golpeó, Innie, parecía decir su verdadero mensaje, pero a Jeongin no le importaba.
Lo único que quería Jeongin en ese momento era que Chan lo mimara por todo el resto del día, haciéndole olvidar todas las cosas horribles de su infancia.
Haciéndole olvidar que, quizás, no merecía ser el omega de Chan luego de todo lo que había vivido.
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