✧◝ 03
La última vez que Jeongin vio a su hermana, fue cuando tenía seis años y los dos vivían en la triste y deprimente casa con su padre borracho, que todas las noches solía llegar a golpear a alguien.
Normalmente, Jeongin se ponía a defender a Wheein, de entonces quince años, y se llevaba gran parte de los golpes.
Pero al pequeño omega no le importaba para nada, porque Wheein era su linda hermanita que nadie debía tocar. La única en ese mundo que lo protegía y le sonreía todavía con cariño. Ese fue el único cariño que Jeongin conocía, así que lo debía cuidar totalmente, a pesar de que muchas veces Wheein le gritara que por su culpa se quedaron sin mamá, que por él estaban en esa situación.
Jeongin siempre le perdonaba todo lo que le gritaba cuando las cosas iban mal, porque creía que Wheein no lo decía en serio. Le perdonaba todo, pues Wheein a veces le llevaba comida, le daba una caricia en el cabello, y se sentía querido con esos simples gestos.
Sin embargo, Wheein un día llegó saltando, diciendo que le ofrecieron un puesto de trabajo en una fábrica, y que debía irse de ese lugar. Jeongin lloró, gritó e hizo un berrinche diciendo que no quería que se fuera, pero no sirvió de nada.
Wheein hizo sus maletas cuando su padre no estaba, y Jeongin la dejó ir bajo la promesa de que ella volvería por él y tendrían la vida que siempre quisieron.
Por supuesto, Wheein nunca volvió. Pero Jeongin lo entendió siete años después, cuando su padre lo hecho de la casa, y no tuvo a nadie más en el mundo.
Wheein se marchó para siempre y nunca volvería por él.
Porque, ¿quién querría hacerse cargo de un patético omega hombre?
Yongbok gimoteaba en sus brazos, sin comprender un poco el estado de shock en el que estaba su mami luego de volver a casa y echarse sobre el sillón. Sin embargo, Jeongin se limitó a apretarlo más, buscando aferrarse a algo desesperadamente.
Ver a Wheein hizo que algo dentro de él se removiera. Ese pasado que creía enterrado estaba saliendo a flote otra vez, y no quería eso. Cualquier cosa menos eso.
Y haber escuchado a Wheein decir que era prometida de hizo que un dolor sordo se instalara en su pecho, como si algo lo hubiera atravesado, lo hubiera roto por completo.
No sabía por qué se sentía así, considerando que no quería casarse con Chan, considerando que ellos no eran nada. Considerando que apenas lo conocía.
Pero Chan lo trató tan bien, lo miraba con tanto cariño, que Jeongin no podía evitar querer ansiar un poco más de eso. Buscar un poco más de ternura.
—¿Mami? —miró a Yongbok, que hacía un puchero—. No tiste. Favo.
—¡No estoy triste! —mintió, comenzando a darle besos en sus regordetas mejillas—. Es sólo que me entró algo en el ojo.
Yongbok lo miró con expresión de no creerle nada, sin embargo, no dijo algo tampoco, sólo ocultó su rostro en el cuello del omega.
Jeongin sabía que su bebé iba a ser un omega, como él. No era necesario hacerle exámenes para que se le dijeran, se notaba en su forma de comportarse, en la manera en que todo el mundo alrededor de él actuaba. El sólo hecho de que Seungmin y Hyunjin le prestaran más atención de la debida decía ya lo que era.
Unos minutos después, tocaron a la puerta trasera, en la cocina.
Jeongin se hizo bolita, tratando de ignorar los ruidos que volvieron a resonar. Ver a Chan en ese momento no era lo mejor, porque se sentía triste, asustado, y cuando se sentía así, solía buscar cariño en todas partes.
Pero la puerta no dejaba de ser tocada.
E incluso podía oír a Chan hablando, pidiéndole que abriera la puerta y haciéndolo sentir mal.
Nunca un alfa le pidió algo. Siempre eran órdenes, gritos, exigencias.
Yongbok apretó sus manitos.
—¡Papi! —gritó, impaciente.
Jeongin lo miró.
—Chan no es tu papi —le dijo suavemente.
Pero Yongbok negó con la cabeza, terco, molesto, y Jeongin suspiró, poniéndose de pie. Lo sentó en el sillón, diciéndole que se quedara allí, antes de ir a la cocina a abrirle a Chan y así hablar con él.
El alfa lo miró con alivio.
—¿No estás enojado, Innie? —le dijo, preocupado.
—Yo... ¿qué? —Jeongin parpadeó, confundido repentinamente.
Chan dio un paso, acercándose, pero por primera vez desde que se conocían, el omega no retrocedió.
—Por Wheein —Chan lo observó—. No sabía que ella era tu hermana.
La mano del menor tembló un momento mientras pensaba en la chica, en las horribles palabras que le dijo para herirlo, en su mirada llena de desprecio dirigida hacia él y Yongbok. Queriendo fingir que no lo conocía.
Los omegas solían tener vidas difíciles normalmente si no tenían la compañía de algún tutor o amigo alfa. Sin embargo, quienes la pasaban peor eran los hombres omegas, a quienes se les consideraba lo peor de lo peor, lo más bajo, seres despreciables que sólo pensaban en sexo.
Jeongin tuvo un poco de suerte en su vida, aunque aun así el resto lo despreciaba por ello.
—No hay nada que perdonar —respondió Jeongin, sonriendo tensamente—. Es sólo que... me agarró desprevenido que fuera tu prometida.
Chan ladeó la cabeza, sin dejar de observarlo con esa intensa mirada, su labio inferior sobresaliendo un poco en un extraño puchero, y tuvo el loco pensamiento de querer darle una pequeña mordida.
—No estamos comprometidos —contestó, suspirando—. Mis papás quieren que me case con ella, Wheein ha sido la asistente de mamá desde hace cinco años y cree que casándome con ella lograré manejar mejor la empresa que poseen —Chan dio otro paso—. Ella no me interesa. Me gustas tú.
Ahí, otra vez. Diciendo esas cosas con total convicción, como si él se sintiera cómodo con eso, como si no hubiera un bebé entre ellos impidiendo una relación más allá.
—Wheein es linda, yo no soy nada a su lado —trató de convencer Jeongin.
Los ojos de chan se oscurecieron.
—Tú lo eres todo para mí.
Un escalofrío recorrió toda la espina dorsal de Jeongin, y su omega interior soltó un chillido de emoción ante sus palabras. Nunca nadie le dijo algo tan intenso antes, por lo que aquella declaración caló hondo en su interior.
—No digas eso —susurró Jeongin, sintiendo sus mejillas ruborizadas.
—Me gustas tú —repitió Chan, inclinándose un poco—. Todos los otros omegas pueden irse a la mierda si te tengo a ti, Yang Jeongin.
Ahora no sólo sus mejillas estaban coloreadas de rojo, sino todo su rostro, su cuerpo entero, y quiso por un momento acurrucarse al lado de Chan, ocultar su cara en su cuello como hacía Yongbok con él, y quedarse allí por siempre.
—Tengo un bebé —dijo en voz baja.
Chan humedeció sus labios.
—No me importa —respondió como si nada—. Bokkie quiere un padre. Yo lo seré.
Jeongin jadeó, demasiado sorprendido, para luego negar con la cabeza. ¿Qué era lo que estaba diciendo ? Eso era imposible, estaba prohibido.
—No puedes hacerlo —susurró con rapidez—, está establecido que...
—Si así te hago feliz, lo aceptaré —Chan, de pronto, lo tomó de la cintura y lo atrajo a su cuerpo, oyendo su respiración acelerada—. Quiero hacerte feliz. Es lo único que quiero.
Se observaron a centímetros de distancia, sus respiraciones mezclándose, y Chan se inclinó un poco más, mientras los párpados de Jeongin comenzaban a cerrarse.
—¿Mami?
Se alejó bruscamente.
Chan hizo una pequeña mueca, comprendiendo el repentino empuje, sin hacer nada. En tanto, Jeongin se giró hacia la puerta de la cocina donde un tambaleante Yongbok se asomó. El infantil rostro del niño se iluminó al ver a Chan apoyado en la barra de la cocina.
—¡Papi! —chilló, dando otro paso.
Antes de que el niño siguiera avanzando, Jeongin lo tomó en brazos.
—Debes irte, Chan —le dijo.
—¡No! —Yongbok se retorció, repentinamente disgustado—. ¡No quelo! —extendió una manito hacia Chan, desesperado—. ¡Mami!
El alfa miró al niño con lástima.
—Vendré a verte mañana, Bokkie —le dijo Chan.
—¡No! —Yongbok rompió a llorar—. ¡Papi! ¡Papi!
Jeongin miró a Chan con una muda súplica, y sin decir nada más, el alfa se marchó pronto de allí, mientras el niño lloraba sin control ahora.
—Bokkie, por favor, tranquilo —murmuró Jeongin, levantando una mano para acariciar la mejilla del bebé, pero Yongbok la manoteó con los ojos llenos de lágrimas.
—¡No, no! —gimió el niño pataleando—. ¡Quelo a papi!
—¡Chan no es tu padre, Lee Yongbok!
—¡Shi! —Yongbok lloriqueó, mirándolo ahora—. ¡Te odo! ¡Te odo!
El corazón de Jeongin se quebró.
—¿Qué pasó, entonces?
Chan soltó un suspiro mientras soltaba el humo del cigarrillo de sus pulmones, negando con la cabeza. enarcó una ceja.
—Al parecer, la omega con la que mi madre quiere casarme es hermana de Jeongin —gruñó en voz baja antes de dar una nueva calada—. Pero eso no es lo peor. Yongbok ha decidido que soy su padre, Jeongin está vuelto loco, y no contesta mis llamadas ni mensajes.
Changbin se apoyó en el barandal a su lado, bufando por las palabras que le dijo su amigo.
—¿Y?
Chan apretó sus labios un momento.
—Tal vez Jisung tiene razón —dijo amargamente—. Tal vez debería dejar a Jeongin en paz, olvidarlo, y buscar otro omega menos complicado. Mierda, no somos algo todavía, pero mira todos los problemas que ya tengo —en ese momento, su móvil comenzó a sonar, y miró el número con una mueca—. Mamá no ha dejado de llamarme desde que Wheein se marchó.
Changbin cortó la llamada, dejando el móvil a un lado, antes de prender el cigarrillo que el alfa le ofreció momentos antes. No dijo nada por varios segundos, pareciendo meditar bastante su respuesta. Lo que menos deseaba en ese momento era decir algo fuera de lugar.
—A Jeongin le gustas —declaró de pronto, tranquilo.
Chan dejó salir una carcajada burlona.
—Por favor, lo único que ha hecho es rechazarme cada vez que me acercó —respondió, sin mostrar un poco lo dolido que se sentía por eso.
—Aceptó trabajar para ti —recordó Changbin.
—Tiene un hijo, aceptaría trabajar en todo —replicó el alfa.
—No —Changbin sacudió la cabeza—. Si no le gustaras, no habría aceptado meterse en la casa de un alfa que podría aprovecharse de él en cualquier momento.
—No me aprovecharía de él —Chan apretó sus manos en puños.
—Claro que no —el beta hizo un gesto despreocupado—. Por eso es por lo que Jeongin no ha renunciado. Si realmente te odiara, no hablaría un poco contigo.
El alfa soltó un bufido, ignorando el nuevo llamado de su madre, y apagó el cigarrillo contra la baranda, pensativo.
—En ese caso, ¿qué debería hacer? —Chan hizo una mueca—. Sabes bien que no soy de perseguir las cosas. Me gusta Jeongin, sí, pero también sé cuándo rendirme.
—Oh, relájate un poco —Changbin lo miró con una pequeña sonrisa—. Te ves demasiado tenso y tienes un aspecto horrible. Así no lograrás enamorar a nadie.
Chan lo miró de forma grosera, mostrándole su dedo medio sin disimular un poco su molestia por el comentario del beta.
—Ojalá Jisung no te dé la pasada en mucho tiempo —gruñó, tomando su móvil.
—¡No te pases, viejo!
Miró el número, poniendo ahora una expresión sorprendida, pero antes de que Changbin pudiera hacer alguna pregunta, respondió a la llamada.
—¿Innie? ¿Qué ocurre?
Changbin fue lo bastante inteligente para no decir algo, fumando de su cigarrillo en silencio.
Al otro lado de la línea hubo un pequeño silencio que duró unos segundos. Iba a volver a hablar cuando la temblorosa voz del omega sonó:
—Chan... —era un susurro quedo, bajito. Podía notar su tono quebrado—. ¿Po-podrías... venir, por favor...? —el omega sollozó—. Yo-Yongbok está...
No lo dejó terminar.
—Estoy en dos minutos allá.
Cortó la llamada.
—Sabes dónde está la salida —le dijo a Changbin, girándose.
—¡Qué encantador, Chan! —bufó el beta, apagando también su cigarrillo.
Pero Chan ignoró por completo sus palabras, preocupado más del pequeño llanto que escuchó al otro lado de la línea que de otra cosa. Se apresuró en salir de su casa por la cocina, cruzando el patio y entrando al de Jeongin, que llevaba un tiempo abandonado. Aun así, seguía teniendo mejor aspecto que el suyo propio.
Tocó la puerta de la cocina, impaciente.
Segundos después, un deplorable Jeongin abrió la puerta.
Sus ojos estaban hinchados y rojos por el llanto, y sorbía por su nariz, conteniendo las ganas de quebrarse.
A pesar de eso, para Chan seguía luciendo hermoso.
—¿Qué ocurre, Innie? —preguntó con suavidad, sin atreverse a entrar al lugar.
Para su total sorpresa, Jeongin se lanzó a sus brazos, arrebujándose a su lado mientras sollozaba en silencio.
—Es... es Yongbok —gimió contra su cuello—. M-me o-odia...
—Pero, ¿qué estás diciendo? —Chan se alejó un poco, tomándolo por sus bonitas mejillas, y lo observó a los ojos—. Yongbok no te odia, eres su mami.
Jeongin sacudió su cabeza, sin querer que Chan lo viera en ese estado, pero el alfa lo tenía fuertemente agarrado, y tragó saliva para tratar de calmarse, aunque fuera un poco.
—Él... me lo di-dijo... —tartamudeó, sin soltarlo un poco—. No... no me habla, no quiere nada de mí, me odia —Chan le quitó las lágrimas de su rostro, asintiendo—. Por... por favor, Chan... ¿pu-puedes... hablar con él?
La expresión del alfa se suavizó ante sus palabras, dichas con total timidez y nerviosismo, para luego asentir, pues quería tranquilizarlo. Jeongin pareció percatarse que lo estuvo abrazando con desespero, por lo que murmuró unas disculpas antes alejar sus manos, pero Chan lo único que hizo fue revolverle el cabello y darle un beso suave en la mejilla.
En silencio, Jeongin lo guio al interior de la casa, subiendo al segundo piso con Chan detrás. El alfa notó los pasillos vacíos, lo frío que se sentía el ambiente en el hogar, sin embargo, no dijo nada para no hacer sentir avergonzado al chico. Jeongin se detuvo ante una puerta blanca, y la abrió con cuidado.
—Bokkie —la voz de Jeongin sonaba más animada, tratando de disimular su estado—, ¿sigues enojado? No seas así con mami —como respuesta, hubo silencio, y Chan enarcó una ceja. El omega suspiró derrotado—. Te traje una sorpresa. Te traje a... papi.
—¿Eeeeeeeeeeeeeeeeeeh?
Chan entró al cuarto detrás de Jeongin, sorprendiéndose al encontrar la habitación llena de juguetes, peluches y una cuna, siendo con toda probabilidad el cuarto más decorado de la casa. Y Yongbok estaba sentado en una silla pequeña, detrás de una mesa donde dibujaba, con el rostro amurrado, que se iluminó cuando sus ojos se fijaron en Chan.
El alfa nunca fue muy bueno con los niños: es más, estaba bastante seguro que los detestaba un poco, con todo su llanto, sus gritos histéricos, sus exigencias para ser felices, sus risas escandalosas. Siempre concibió la idea de que, si llegaba a casarse alguna vez y a tener hijos, él no se haría cargo de ellos en momento alguno. Después de todo, eso era tarea del omega.
Pero Yongbok era... era un bebé demasiado encantador para su propio gusto. Con sus ojitos oscuros que desaparecían al momento de sonreír, sus mejillas rechonchas que le daban un aspecto encantador, y su risa dulce y emocionada, no podía evitar sentir cariño por el bebé apenas jugó con él. Y el hecho de que Jeongin fuera su madre, fuera quien lo cuidara, quien lo protegiera, lo hizo sentir más enternecido.
Cualquier otro omega no habría dudado en darle su bebé al nuevo alfa para que lo matara, convencido de que era lo mejor. Jeongin, en cambio, protegía a Yongbok de todo lo que le pudiera hacer daño, aunque eso significara condenarse a sí mismo.
—¡Paaaaaaapi! ¡Papi! ¡Papi!
Y que Yongbok lo llamara de esa forma, con total convicción, aprobándolo indirectamente para que estuviera con Jeongin, lo hacía sentir más cálido y emocionado. Nunca creyó que llegaría a sentirse de esa forma por un omega y su bebé.
—¿Cómo estás, Bokkie? —le preguntó, caminando hacia la mesa mientras el niño se ponía de pie, estirando sus bracitos. Chan no dudó en tomarlo en brazos, causando que se riera y se aferrara a él.
—Ben —infló sus mejillas, recostándose en su pecho.
No hacía falta que dijera más: después de todo, Yongbok sólo sabía pronunciar bien algunas palabras, el resto todavía se le hacía difícil de decir.
Chan le acarició el cabello negro, volteándose hacia Jeongin en ese momento.
El omega los miraba con un extraño brillo en los ojos.
—Iré a preparar la cena, puedes jugar con Bokkie si quieres, Chan —dijo, desviando la vista.
—¡Shi, shi! —el niño aplaudió—. ¡Papi y ñam!
A pesar de haber utilizado sólo tres palabras, estaba claro lo que Yongbok quería: que Chan se quedara a cenar.
Jeongin pareció querer decir que no por un momento, pero luego suspiró y miró al alfa.
—No te importaría, ¿cierto? —le preguntó con aspecto cansado.
—No —Yongbok se rio cuando Chan le apretó la mejilla—. Por mí está bien.
El omega se limitó a asentir, marchándose del cuarto con un dolor en el pecho debido a la escena que presenció entre Chan y Yongbok.
Su antiguo alfa no se comportó, en los breves meses que estuvo con Yongbok de esa forma, como un padre orgulloso y contento de pasar tiempo con su hijo. Tenía claro, por supuesto que, de haber estado todavía presente, tampoco habría tomado en cuenta mucho a Yongbok. Jeongin siempre deseo, en lo profundo de su corazón, que Yongbok tuviera una figura paterna a quien admirar, a quien tener como ejemplo. Que tuviera lo que él jamás tuvo.
Mierda, estaba agotado de eso. No de Bokkie, pero sí de todos los problemas que tuvo en menos de una semana.
Mientras Jeongin se ponía a cocinar la cena, en la habitación de Yongbok el niño le estaba mostrando todos sus juguetes a Chan, sin pasárselos porque el alfa notó que el pequeño mocoso era un egoísta de primera cuando se trataba de sus cosas.
—Oye, Yongbok —llamó su atención, y el niño levantó la cabeza, sin dejar de sonreír—. Necesito pedirte un pequeño favor.
El mocoso lo miró inquisitivo, preguntándole que era lo que necesitaba, y Chan le pellizcó la mejilla.
—Tienes que ayudarme con tu mami —le dijo—, quiero casarme con él.
Yongbok puso una expresión de sorpresa, dejando el juguete de lado, para luego fruncir los labios.
—¡No! —chilló—. ¡Mami mía!
Chan parpadeó.
—¡No seas egoísta! —reclamó, antes de pensarlo un poco.
Ay, carajo, ¿realmente le dijo eso? ¿Realmente acababa de actuar como un niño de cinco años? ¡Pero no era justo! Yongbok estaba actuando de forma infantil.
—¡Mami mía! —insistió el mocoso, cruzándose de brazos.
El alfa soltó un resoplido.
—¡Soy tu papi, puedo hacer lo que quiera! —respondió, y quiso volver a golpearse por lo que dijo.
¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué estaba discutiendo eso con Yongbok? ¿Es que acaso perdió la cabeza?
Yongbok se puso de pie.
—¡Papi feo! ¡Feeeeeeeeeeeeeeo! —Yongbok hizo amago de pegarle en la pierna, pero Chan puso una mano en su cabello y lo detuvo—. ¡Mami mía, míaaaaaaa!
—¡Me voy a casar con tu mami y no necesito tu aprobación! —se burló.
Yongbok detuvo sus intentos de darle un golpe a Chan, y cuando se miraron, el alfa notó que el niño se estaba poniendo rojo por la rabia. Sin embargo, segundos después, el labio del niño tembló.
Oh no, oh no...
Antes de poder decir algo, Yongbok rompió a llorar.
Ay, santa Virgen...
—¡No llores!
Por supuesto, eso sólo hizo que Yongbok llorara con más fuerza.
Chan estaba seguro de que ahora el niño no lo iba a querer más como papá, y todos sus planes de conquistar a Jeongin se habrían ido por el tacho.
Minutos después, Jeongin se apareció y Chan podía sentir como algo dentro de él se derretía al verlo con un mandil de flores. El omega contempló la escena, atónito, pero su rostro se iluminó al ver a Yongbok caminando hacia él extendiendo sus bracitos en clara señal para que lo tomara en brazos.
—¿Qué pasó, Bokkie? —preguntó Jeongin, atrayendo al niño a su pecho.
—Mami mía —sollozó Yongbok, y Chan contempló de primera mano la maldad del niño cuando Yongbok lo miró con una sonrisa burlona, sin despegarse del pecho de Jeongin.
—Por supuesto que sí, mi amor —concedió Jeongin.
Chan iba a explotar de celos en ese momento.
Iba a agarrar a ese mocoso y lo tiraría por la ventana.
Pero se limitó a fruncir los labios, entrecerrando los ojos y enviando mil amenazas mentales hacia el niño.
—La cena ya está lista, por si acaso —dijo de pronto Jeongin, mirándolo.
Chan gruñó en respuesta, todavía medio enfadado por haber caído en la trampa de ese mocoso rechoncho, haciendo sobresalir su labio inferior en un puchero inconsciente.
El omega lo observó unos segundos para luego estirar su mano, acariciando su labio inferior.
—No pongas esa expresión —le pidió Jeongin —. Hace que quiera...
Pero Jeongin no completó la frase, notando que iba a decir algo que no correspondía en ese momento. Continuaron observándose en silencio, Chan todavía notando la suave caricia sobre su labio, y deseó que no hubieran sido los dedos del omega los que lo acariciaron.
—Si tu cena no me gusta, tendrás que completar esa frase —jugueteó de pronto Chan, saliendo detrás de Jeongin. Yongbok lo seguía mirando de forma ganadora, y el alfa le hizo una expresión grosera.
—¿Y si te gusta? —Jeongin, para su sorpresa, le siguió el juego mientras bajaban la escalera.
—Le daré mi apellido a Yongbok.
Jeongin se detuvo.
El bebé ocultó su rostro en el cuello de su mami, confundido por el repentino silencio, pero sin decir nada.
Chan notó los hombros de Jeongin crispándose.
—Bang Yongbok —Chan hizo una mueca—. Suena horrible, ¿no crees? Pero Bokkie estaría a salvo y tú también.
—¡Bang Bokkie! —gritó de pronto el bebé.
Jeongin siguió caminando, ignorando las palabras del alfa mientras sentaba a Yongbok en su sillita para comer.
—Traeré los platos, puedes sentarte si quieres —dijo Jeongin sin mirarlo todavía.
Chan soltó un suspiro, observando a Yongbok, que tomaba una cuchara entre sus manitos y miraba hacia la puerta, expectante.
—Insisto en que me ayudes con tu mami —le dijo, llamando su atención.
Yongbok lo miró de mala forma y Chan le sacó la lengua, sintiéndose un poco ridículo por su actuar.
—¿No quieres un hermanito, Bokkie? —dijo de pronto, con toda intención de persuadirlo.
Y lo logró, por supuesto. El rostro del niño se iluminó ante la palabra hermanito, sus ojos brillando con emoción, y sonrió ampliamente.
—Si me caso con tu mamá, te daré todos los hermanitos que quieras —prosiguió sin pensarlo
Yongbok soltó la cuchara, que cayó al suelo, y abrió sus manitos. Extendió todos sus dedos, formando puños y volviendo a abrirlas en señal de la cantidad que quería.
Chan enarcó una ceja, viendo al niño prácticamente rebotar en su asiento.
Pero antes de poder decir algo, apareció cargando los platos, dejándolos en la mesa.
—Espero que te guste la pasta —dijo el omega, tímido.
Iba a responderle, sin embargo, Yongbok se le adelantó.
—¡Mami y papi! ¡Papi y mami!
Jeongin miró al bebé, confundido, en tanto Chan sentía que podía matar al bebé por no ser claro con su mensaje.
Aunque, por supuesto, Yongbok sólo tenía un año y medio.
—¿Qué pasa, Bokkie? —preguntó Jeongin preocupado.
El bebé golpeó la mesita de su silla con sus pequeños puños, fastidiado por no ser comprendido, y señaló a Jeongin y luego a Chan.
—¡Papi y mami! —chilló.
—Bokkie, no te entiendo —dijo Jeongin suavemente.
El rostro del niño volvió a ponerse rojo.
Chan ya sabía lo que venía: una rabieta.
Ese mocoso era el diablo en persona, sin embargo, seguía agradándole. Debía estar loco como para creer eso, pero si era honesto, necesitaba llevarse bien con el niño para lograr su objetivo.
Jeongin lo tomó en brazos mientras el niño comenzaba a llorar.
—Yo creo que deberías dejarlo llorar —sugirió Chan de pronto.
El llanto de Yongbok se detuvo.
Jeongin miró a Chan sorprendido.
Nadie se esperaba que Yongbok agarrara el tenedor de Jeongin y lo lanzara hacia Chan, aunque claro, como era un bebé, el lanzamiento fue débil y ni siquiera cruzó la mesa.
—¡Papi feeeeeeeeeeeo! —chilló Yongbok.
—¡Voy a tirarte por la ventana! —reclamó Chan.
—¡Ustedes son terribles! —gritó Jeongin.
Sin embargo, seguido de sus palabras, le acompañó una risa escandalosa que Chan jamás oyó en su vida. Una risa divertida, alegre.
Los ojos de Jeongin se arrugaron mientras Yongbok lo veía con una expresión de sorpresa, para luego comenzar a reír también, siguiéndole el juego a su mami.
Y Chan lo único que podía hacer era observarlo en silencio, sintiendo como su corazón se derretía ante la expresión feliz de Jeongin, como algo dentro de él parecía enloquecer por la risa del omega frente a él.
Sintió ganas de hacerlo reír mil veces más.
Jeongin pareció darse cuenta de su mirada y cubrió su boca, tratando de controlarse un poco, pero fallando miserablemente. Sólo luego de unos minutos logró quedarse en silencio antes de ruborizarse, poniendo una expresión de disculpa.
—Lo siento, eso no estuvo...
—Tu risa es hermosa.
¿Por qué Chan decía esas cosas de la nada, tan improvisadamente, como si fuera lo más normal del mundo? ¿No sabía lo que le provocaba a su pobre estómago?
—No seas tonto —Jeongin lo miró—, sé que debo lucir como un zorro, todos me lo decían.
—Bueno —Chan sonrió de forma perezosa—, me gustaría domarte.
Y Jeongin volvió a reír de forma descontrolada ante sus palabras.
Yongbok parecía un poco fastidiado de haber perdido la atención de su mami, pero se limitó a fruncir los labios, mientras Jeongin seguía riéndose.
Chan quería hacerle un gesto ganador a Yongbok, sin embargo, llegó a la conclusión de que era demasiado infantil para alguien como él. Él era un adulto maduro, grande y que no debía perder su tiempo con esas tonterías.
Aun así, le sacó la lengua aprovechando que Jeongin no lo miraba, quien todavía trataba de controlarse para callarse.
—Eres lo peor, Chan —dijo Jeongin, sonriendo.
Lo podía notar más relajado, más tranquilo, y eso lo alivió un montón. Conseguir que el omega no estuviera tenso a su lado era el primer paso para empezar a ganarse su confianza.
—Eres horrible con los piropos —prosiguió Jeongin, comenzando a cortar la pasta para alimentar a Yongbok, que se veía impaciente por comer algo—. Bokkie, no te pongas pesado, que luego andas llorando porque te duelen los dientes.
Yongbok infló sus mejillas en actitud enfurruñada, pero se calmó y esperó que su mami le diera de comer.
—Jeongin —el aludido levantó la mirada, chocando con la intensa mirada de Chan —, realmente eres hermoso para mí. Como un rayo de sol.
Jeongin iba a morirse en ese mismo momento, sin embargo, no le importaba mucho.
¿Por qué Chan tenía que ser tan directo? ¿Acaso no veía lo avergonzado que lo hacía sentir?
—Lo dices sólo para seducirme —acusó con debilidad—, es lo único que te interesa de mí.
Supo que no fue la frase correcta para decir en ese momento. Lo adivinó cuando Chan se alejó con una expresión ofendida, apretando sus labios y mirándolo con los ojos entrecerrados.
Se encogió en su lugar.
—Si no tengo alguna oportunidad contigo, Yang Jeongin —dijo Chan de pronto, luciendo molesto—, entonces dímelo ahora para no volver a hablarte nunca más. Mi intención va más allá de seducirte, pero si no estás realmente interesado, necesito saberlo para no perder el tiempo.
La repentina declaración hizo que el aire escapara de sus pulmones.
Lo contempló con incredulidad, pero Chan estaba hablando en serio. Se notaba en su mirada, en su postura. Aquello lo tomó totalmente desprevenido, incapaz de hablar o poder moverse para responder.
¿Qué se suponía que debía decir?
El silencio respondió durante ese instante.
Chan no esperó mucho: pasado unos minutos, suspiró y se puso de pie. Dio unos pasos, alejándose de la mesa y dispuesto a irse del lugar.
Yongbok se removió en los brazos de Jeongin, incómodo, sin embargo, no dijo nada, pareciendo notar que no era el momento para intervenir.
Jeongin sentía su corazón latiendo a mil, su estómago encogido, su boca seca. Por un breve milisegundo, se imaginó la mirada cálida de Chan sobre él, su voz suave hablándose sin exigirle nada, y algo pareció doler en su interior.
Chan lo hizo sentir amado con esos simples gestos, algo que nadie más hizo en su vida. Amado, apreciado y querido.
¿Cómo se sentiría volver a la oscuridad luego de ver por unos segundos la luz?
—Espera.
Chan se detuvo.
Jeongin jadeó, sintiendo sus mejillas húmedas, y sólo supo que estaba llorando cuando Yongbok le tocó un cachete con expresión de pena.
El alfa se giró, pero no se movió.
La lógica le estaba diciendo a Jeongin que se callara, que dejara de hablar, que se estaba arriesgando demasiado en ese instante.
A la mierda la lógica.
—Por fa-favor... Chan... —Jeongin tomó aire—. Quédate. Por favor. Por mí. Por Yongbok.
Chan seguía sin decir algo, con el rostro inescrutable.
Jeongin no sabía qué más decir.
—Yo no... —el omega bajó la vista—. Quiero sentirme amado. Hazme sentir amado.
Aquellas palabras sólo escaparon de su boca sin pensarlas un poco y sus labios volvieron a temblar, esperando que Chan se marchara. No se sentía capaz de mirarlo, aterrado de lo que pudiera hacer.
Escuchó los pasos acercarse, sin embargo, tampoco levantó la vista.
Cuidadosamente, Chan levantó su rostro, haciendo que se miraran a los ojos.
—Eres mi omega, Yang Jeongin —declaró Chan tranquilo.
Jeongin asintió y abrió la boca para decir algo más.
—¡Bang Bokkie! —chilló de pronto Yongbok, buscando llamar la atención.
Jeongin soltó una risa baja mientras Chan fulminaba con la mirada al bebé, que lo miró con inocencia.
Con total calma, Chan se sentó a su lado y le tomó la mano.
—Bang Bokkie, suena bien —dijo Jeongin, observándolo.
—Suena perfecto —concedió Chan.
Jeongin dijo que sí, pero primero le pidió ir lento para conocerse mejor.
El alfa, por supuesto, pareció reticente al principio para luego suspirar y ceder, diciéndole que aceptaría sólo si Jeongin accedía salir a todos los lugares donde lo invitara.
Enfurruñado, contestó que estaba bien a cambio de que continuara limpiando la casa de Chan. El mayor protestó, estuvo a punto de hacer una pataleta como un niño pequeño, pero Jeongin no cedió y de mal humor Chan aceptó.
Así que, en ese momento, se encontraba arreglando el jardín del alfa con sumo cuidado, observando por el ventanal a Yongbok, que estaba mirando la televisión mientras masticaba un juguete de plástico, y le sonrió con cariño.
Yongbok parecía el más feliz con toda esa situación, y bueno, Jeongin se encontraba calmado también. Pasó una semana desde que cenaron juntos, y todos esos días Chan no lo tocó nunca más de la cuenta, hablándole con cariño, con cuidado, jugando también con Yongbok, que no cesaba de decirle "papi".
Jeongin observó su celular que sonó en señal de un mensaje, y leyó lo que le escribió Chan, diciéndole que llegaría más temprano. Minutos después, el timbre de la casa resonó.
Frunció el ceño, quitándose los guantes llenos de tierra y sacudiendo su jardinera para no lucir tan sucio, entrando a la casa. Yongbok lo observó sin dejar de chupar su juguete, así que le revolvió el cabello, y el niño le sonrió ampliamente antes de volver su atención a la pantalla.
Tratando de no ensuciar mucho la alfombra, Jeongin abrió la puerta de entrada encontrándose con una mujer.
Una alfa de cabello negro, piel pálida, ojos castaños. Delgada, con una expresión de disgusto al verlo, vistiendo ropas que se veían carísimas.
—¿Así que tú eres el hermano de Wheein? —preguntó la mujer, quitándose los lentes de sol con la nariz fruncida—. No te pareces en nada a ella. Pero, ¿qué más puedo esperar de un asqueroso omega aprovechador?
Jeongin se tensó cuando nombró a su hermana, ante su tono irritado y lleno de desprecio. Quería cerrar la puerta en el rostro de esa mujer, pero los ojos furiosos de la alfa le decían con claridad que se quedara quieto.
—Jeongin, ¿no? —la mujer dio un paso—. Si no te alejas ahora de mi hijo, voy a romperte el cuello.
Por supuesto, la madre de Chan, la pudo reconocer enseguida por su aspecto y porte.
Mordió su labio inferior, temblando ante la frase de la mujer, y tragó saliva.
—Él y yo no tenemos nada —mintió con la voz suave.
La madre de Chan estrechó sus ojos.
—Adentro.
Su cuerpo se movió contra su voluntad al oír la voz alfa de la mujer dándole una orden clara. Jeongin estaba desesperado por librarse de esos hilos tirando de él, pero no podía hacerlo, porque todo su instinto estaba demandando obedecer.
Así que caminó hacia el interior, sintiendo a la mujer detrás de él, y se quedó quieto al llegar al comedor.
Yongbok se giró hacia él con una sonrisa enorme, que desapareció con rapidez al ver a la alfa.
Jeongin quería esconder a su bebé, sacarlo de allí, adivinando lo que podría pasar a continuación.
—Oh —la mujer miró al bebé—. ¿Éste es tu cachorro? Es horrible.
Se giró quedando cara a cara frente a ella, sacando de su vista a Yongbok, quien lucía temeroso, y trató de verse amable y suave.
—Si está buscando a su hijo...
—No lo estoy buscando —la alfa lo miró con desprecio—. Vine a deshacerme de una pequeña basura que está interfiriendo en mis planes.
Jeongin tembló.
—Señora, por favor-
—Dame a tu cachorro.
Las manos del omega se movieron contra su voluntad, y quiso romper a llorar por la horrible situación en la que estaba, de la que no podía escapar. Dio unos pasos, mirando con desespero a Yongbok, que lo observaba con ojos asustados.
—¿Mami? —preguntó el bebé con la voz tiritando.
Cuidadosamente, Jeongin lo tomó de las axilas, levantándolo. Yongbok soltó su juguete, que cayó al suelo con un estrepitoso sonido, y estiró sus bracitos buscando abrazar a Jeongin por el cuello, pero no pudo hacerlo.
No cuando de pronto la mujer lo tomó, arrancándolo de los brazos de su mami.
Su instinto gritó en desespero, pero su cuerpo seguía sin obedecer.
La alfa miró a Yongbok con odio y asco, en tanto el bebé se quedaba quieto, apenas pestañeando, pareciendo adivinar que algo no estaba yendo bien.
—Qué asco —la señora Bang arrugó la nariz—. Un cachorro omega. De seguro será igual de puta que su madre.
Jeongin quería defenderse, decir algo, quitarle a Yongbok y protegerlo como fuera, pero los ojos de la mujer le decían que no se moviera, y no podía hacerlo. No cuando algo dentro de él lo estaba haciendo quedar quieto.
—Podría romperle el cuello tan fácilmente —meditó la mujer sin acercar a Yongbok, sólo sosteniéndolo de las axilas—, quizás así aprendes cuál es el lugar de una basura como tú —el rostro de la mujer se iluminó—. O podría llevármelo y venderlo, ¿sabes lo bien que pagan por los niños omegas? —se rio entre dientes—. Hay algunos alfas a los que los niños les van muy bien, si supieras–
—¿Qué mierda está pasando aquí?
La mujer se volteó hacia la entrada.
Chan estaba de pie con una mirada gélida, aunque sus ojos refulgían debido a la rabia y al odio.
Jeongin quería romper a llorar al verlo frente a él.
El alfa observó a su madre primero, gruñendo en advertencia, para luego mirar al bebé que sostenía. Yongbok lo miró con desespero, moviendo sus piecitos. Entonces, Chan desvió la vista hacia Jeongin.
Su rostro se deformó por la cólera.
—Dame a Bokkie ahora mismo —ordenó, sin un poco de amabilidad en su voz ni en su expresión.
La mujer endureció su rostro.
—¿Te estás oyendo? ¡Te estoy aliviando la carga! —la señora Bang miró al bebé con desagrado—. Si lo mato, tú podrás–
—Le pones un dedo encima a mi hijo y te romperé el cuello con mis dientes.
Y no fue Jeongin el que habló, sino Chan.
La alfa se quedó quieta por la sorpresa ante la repentina declaración de palabras de su hijo, en tanto Jeongin ponía una expresión atónita. Los ojos de Chan se suavizaron y parecieron decir que confiara en él.
—Ven aquí, Innie —dijo con la voz dulce.
No había voz alfa pidiéndoselo, pero, aun así, obedeció. Casi parecía correr a los brazos de Chan, que lo sostuvo por la cintura mientras ocultaba su rostro en su cuello.
La mujer rompió a reír.
—¿Tu hijo? —escupió—. ¡Tú no tienes ningún hijo, Bang Chan!
—Papi... —gimió Yongbok —, mami...
—Por favor —susurró Jeongin contra Chan—. Por favor, mi Bokkie...
Chan lo soltó y sin mirarlo, se acercó a su madre. La mujer lo miró con burla, esperando algo, pero con cuidado, el alfa tomó al bebé en brazos y lo atrajo a su pecho.
Yongbok rompió a llorar silenciosamente.
—¿Recuerdas que hace más de dos años —dijo Chan calmado, entregándole el bebé a Jeongin que se apresuró a sostenerlo para consolarlo— me acosté con un omega en una fiesta? Tú enloqueciste.
Toda expresión desapareció del rostro de la mujer ante las palabras de su hijo.
—Te mandé a deshacerte de ese error —gruñó sin gracia en su voz.
—Sí —Chan humedeció sus labios—, te dije que le pagué el aborto. Mentí —señaló a Jeongin con la cabeza—. Le entregué dinero a Innie y le dije que desapareciera, que hiciera lo que quisiera.
—No puedes estar hablando en serio, Bang Chan.
—¿Bromearía con eso? —la voz de Chan era inexpresiva—. Innie se casó con un alfa que creía que ese bebé era suyo, su alfa murió, y ahora nos volvemos a encontrar —puso ahora una expresión amenazante—. Ese bebé es mío y nadie me lo va a quitar. Nadie me quitará a Jeongin ni a Yongbok, ¿lo tienes claro?
Su madre se quedó quieta un momento, todavía demasiado atónita por lo que su hijo dijo, y terminó por bufar, agarrando con más fuerza su bolso.
—Quiero un examen de sangre —gruñó, mientras comenzaba a caminar hacia la puerta.
Chan hizo un gesto despectivo.
—Como quieras.
La mujer no les dirigió otra mirada al salir de la casa, cerrando la puerta de entrada con un portazo.
Apenas estuvieron a solas, Chan se acercó hacia Jeongin que lucía demasiado aterrado y aturdido como para hacer algo, abrazando a Yongbok con desespero.
—Innie —Chan lo llamó con suavidad—, está bien, mi amor, todo está bien.
Jeongin hipó, mirándolo con las pupilas dilatadas, y Chan lo tomó de los hombros cuidadosamente, sin querer asustarlo un poco. Podía sentir su miedo, su terror por lo que le acababan de hacer, así que el alfa no quería que también le tomara algo de miedo. No podía vivir con Jeongin mirándolo aterrorizado.
—Ella... Ella... —comenzó a balbucear Jeongin con la voz temblando.
—Ella no te hará daño —Chan lo sentó, tomándolo de la barbilla—. Eres mi omega y te protegeré como tal.
Los ojos de Jeongin se movieron, fijándose en la pequeña bola que era Yongbok en sus brazos, tratando de lucir pequeñito para que no lo alejaran de su mami.
—Chan, tú... Yongbok ...
—Tienes que ayudarme a sostener esta mentira —dijo Chan en voz baja—, sólo así puedo protegerlos a ambos. Alteraré las pruebas de ADN, tengo contactos en la clínica, eso no es problema alguno —Chan se inclinó, quedando a su altura—. Voy a protegerte a ti y a Yongbok, , te lo prometí. ¿Puedes confiar en mí?
Jeongin lo observó a los ojos, todavía un poco alterado, sintiéndose enfermo por la horrible situación que tuvo que enfrentar.
Yongbok puso una manito en su mejilla, llamando su atención.
—Sí —respondió asintiendo—. Sí puedo, Chan.
La mirada del alfa se suavizó mientras se inclinaba a darle un beso en la frente.
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