Capítulo siete
"Kilig" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.
Esta es una adaptación de dicha obra 100% autorizada por la autora.
Hitoshi frunció el ceño mientras miraba la carta del restaurante, sin decidir todavía lo que quería comer. Suspiró, exasperado, levantando la vista y encontrándose con la divertida mirada de Neito, que le observaba con cierta fascinación.
—¿Y tu esposo? —preguntó de forma burlona Hitoshi.
—¿Ese bobo? —Neito rodó los ojos—. Tetsu está estacionando el auto, ya sabes lo lento que es para algunas cosas —el omega lo miró, guiñándole un ojo—. ¡Te ves fantástico, Hitoshi!
—Si Tetsu se entera de que me estás coqueteando… —dijo con advertencia Hitoshi, aunque sonreía con leve diversión.
—Bah, no me haría jamás nada —Neito observó la carta—. Ugh, todo suena mal y horrible.
—Bebé, no digas eso —Tetsu apareció de pronto, sonriéndole a Hitoshi—. ¿Cómo estás, Shinso? —saludó tendiéndole la mano.
—Pero quiero una sandía, amor, y acá no tienen sandía —los ojos de Neito se pusieron llorosos, y Hitoshi dio vuelta los ojos, sabiendo que estaba actuando sólo para que cumplieran sus caprichos—. Estoy esperando a tu hijo, y el pequeño tiene hambre.
—Oh, ¿así que decidieron agrandar a la familia? —se burló Hitoshi llamando su atención—. Espero ser el padrino.
—¡Jamás! —Neito se cruzó de brazos—. No queremos que nuestro bebé sea amargado, sombrío y aburrido como tú.
Hitoshi lo miró ofendido mientras Tetsu tapaba su boca para ocultar la risa que quería salir.
A eso se refería Hitoshi cuando pensaba en lo extraña que era la pareja para esos tiempos. Normalmente, el omega solía ser más callado, sumiso y complaciente con su pareja alfa, sin querer interponerse, hablando sólo cuando era conveniente. Neito era todo lo contrario: grosero, fastidioso y bromista, y a Tetsu realmente no le importaba su actitud, siempre asintiendo en todo lo que dijera o pidiera.
Pero Hitoshi los envidiaba, en especial cuando Neito se recostaba contra Tetsu con total confianza, no por obligación, y el alfa lo rodeaba con un brazo, sonriendo automáticamente, como si fuera feliz con ese simple gesto.
Ordenaron algo para comer, y mientras esperaban, Hitoshi decidió sacar el tema que tanto lo había estado estresando los últimos días.
—Encontré a mi omega —comentó casualmente.
Neito escupió el agua que estaba bebiendo en tanto Tetsu parpadeaba.
—¿Cómo? —Neito lo observó de forma incrédula—. ¿Tú, Hitoshi? ¿El mismo Hitoshi que decía que no quería un omega porque quitaban mucho tiempo? ¿El mismo Hitoshi que rechazaba a las más lindas omegas de la universidad?
—Me haces ver como un desgraciado —se quejó Hitoshi.
—Porque lo eres —secundó Tetsu limpiando la comisura de la boca de Neito—. Bueno, no tan así, pero de todas formas… No estabas demasiado interesado en omegas, Hitoshi.
El alfa soltó un bufido, aunque no pudo evitar darles la razón porque efectivamente, en la universidad, lo que menos quería era relacionarse con omegas o crear un lazo con ellos.
—Bueno, cambié de opinión —rezongó mientras servían los platos de comida—. Denki es un omega demasiado irresistible, si tan sólo lo vieran… —sonrió de forma inconsciente—. Algún día lo conocerán y verán de qué les hablo.
Tetsu y Neito se miraron, ambos enarcando una ceja al ver la expresión soñadora de Hitoshi, pero prefirieron no burlarse o con toda probabilidad recibirían algún golpe. En cambio, sólo miraron con curiosidad a Hitoshi.
—Supongo que nos invitarás a la boda —dijo Neito de forma desinteresada.
—Me van a joder toda la vida si no es así —murmuró Hitoshi frotando su frente—. Será el trece de junio en el estanque Anapji.
—¿Dónde? —Tetsu lo miró incrédulamente—. ¡Eso debió haberte salido un ojo de la cara!
—¡Yo quería casarme allí! —chilló Neito mirando a su esposo de forma acusadora—. ¡Pero este tacaño dijo que era demasiado caro!
Hitoshi se encogió de hombros, despreocupado.
—Denki quería casarse allí y no le voy a negar eso —respondió como si nada—. En realidad, quería hablar sobre un asunto que incluye a Denki…
La pareja lo miró, diciéndole de esa forma que siguiera hablando.
Hitoshi se removió, incómodo.
—Kiki me comentó unos días atrás que… bueno, su celo sería en dos semanas —dijo un poco avergonzado—. Entonces él me pidió que… que lo marcara esos días, que era el motivo perfecto para que lo hiciera mío —bajó la vista, ruborizado—. El punto es que…
—No tienes idea del celo omega, ¿no es así? —se burló Neito sin piedad.
Hitoshi negó con la cabeza, abochornado.
—Bueno, es sólo meter y sacar, ¿no? —siguió riéndose Neito.
Tetsu rodó los ojos, tratando de no reírse al ver la expresión compungida de Hitoshi.
—Lo que quiero decir —prosiguió Hitoshi entre dientes—, es que Denki no es… no es un omega que sólo piense en follar y hacerme feliz. Digo, sé que si se lo pido, esos serían sus únicos pensamientos, pero también quiero hacerlo feliz, no quiero que… no quiero que sea como todos los omegas que hemos conocido.
Neito dejó de reír, repentinamente interesado por el rumbo que estaba tomando la conversación, en tanto Tetsu asentía en señal de comprensión.
—Sí, entiendo lo que quieres decir —dijo Tetsu—. Siempre me pareciste un alfa distinto a los otros, Hitoshi. No piensas con el pene.
El omega comenzó a reírse en tanto Hitoshi bufaba con expresión de fastidio.
—Mira, lo que debes comprender primero es que el celo no es como nos lo han enseñado todos estos años, ¿no? —Hitoshi asintió, prestando atención a lo que decía Tetsu—. Sí, los omegas suelen dejarse dominar por su instinto natural, por lo que van a sentir durante esos días un irreprochable deseo sexual, así que tendrás que atender a sus necesidades —Neito le tomó la mano a Tetsu, sonriendo de lado—. Pero lo que muchos alfas parecen olvidar es que los celos no se tratan de ti, sino del omega. Se dejan llevar por el olor y follan como loco al omega, pero no se detienen a pensar un poco que quizás… el omega debe tomar el control entonces.
Hitoshi frunció el ceño, levemente confundido, pero Jihoon rodó los ojos.
—Lo que trata de decirte, cabeza de chorlito —regañó el omega—, es que puedes follar a tu omega como loco, pero pregúntale si le gusta. Haz que su parte racional conecte con su parte omega, así de simple. Puede que lo estés follando, pero no se siente a gusto con la posición, quizás quería que le hicieras una mamada antes, tal vez quiere que haya un juego previo, en una de esas desea que–
—Está bien, está bien, estoy entendiendo —farfulló Hitoshi rogando que nadie estuviera escuchando esa conversación.
—Eso espero —Neito lo miró solemnemente—. Si haces eso, Denki se dará cuenta de que realmente lo tomas en cuenta como persona y no lo ves sólo como un objeto que cuidar y follar.
Hitoshi asintió, comprendiendo bien el mensaje que le quería dar la pareja.
—Otra cosa —Tetsu miró con diversión a Hitoshi—, como ves, el lado omega lo estará dominando, así que no te sientas presionado si de pronto Denki se pone demasiado cariñoso. Tú deber como alfa es mimarlo y hacerlo feliz, así que si quiere abrazos después del sexo, aunque estén pegajosos, dale muchos abrazos. Si quiere sólo besitos, dale besos. No vayas con segunda intención porque él puede sentir que no quieres darle mimos, y dejará de buscarte en ese sentido, y, entre nosotros, Hitoshi —bajó la voz a pesar de que Neito pudiera escucharlo claramente—, es demasiado lindo cuando tu omega quiere que lo mimes. Tal vez deberías grabar eso.
Neito le dio un golpe a Tetsu, que soltó un quejido en voz baja.
—El lado omega es como un bebé —añadió Neito como si nada—, así que es muy probable que Denki no diga frases muy coherentes, sólo palabras sueltas y sonidos extraños. Si está disgustado, con toda probabilidad va a gruñirte. Hasta puede querer jugar como un niño pequeño, quien sabe.
El rostro de Hitoshi era un poema en ese momento.
—¿Cómo?
—Ah, sí, en los primeros celos, Neito tendía a morderme el brazo o el hombro —comentó Tetsu como si nada—. No de forma dolorosa, sólo para jugar, ya sabes, como un niño que está jugueteando contigo. Si puedes, juega con él también, quizás así no se sienta tan avergonzado cuando el celo acabe —Tetsu lo miró con gravedad—. Ten eso en cuenta, Hitoshi. Cuando el celo acabe, Denki recordará muy bien todo lo que hicieron, y si llegas a gritarle o golpearle, quedará marcado de por vida. Es muy probable que si haces eso, Denki no será capaz de tenerte nunca más confianza y comience a querer vivir sus celos sin tu ayuda aunque eso se le haga doloroso.
Hitoshi puso una expresión de seriedad, comprendiendo claramente lo que le querían decir con ello. El celo era una etapa demasiado emocional, donde sólo el instinto gobernaba, y si el lado omega de Denki no lograba confiar plenamente en él durante esos días, jamás podría hacerlo a pesar de que lo marcara.
Quizás a ello se debía el rencor con el que hablaba Denki de su antiguo alfa. Hitoshi no quería imaginar lo que Denki había vivido en esos celos con Shigaraki, en especial ahora que recordaba lo que le había comentado de sus antiguos celos.
No me voy a dar cuenta de… de si es bueno o malo porque… Mira, Shigaraki sólo llegaba y me follaba, ¿lo entiendes?
Se imaginó a Denki echado en la cama, dejando que su alfa hiciera lo que quisiera con su cuerpo, sin disfrutarlo realmente a pesar de que supuestamente estaba en celo.
—Alimenta y baña a tu omega, y háblale para que vea que lo estás acompañando —dijo Neito calmado—. Y pasen esos días solos, sin nadie que reviente su pequeña burbuja, Hitoshi —el omega bajó la voz—. En nuestros celos, a veces, nos sentimos demasiado vulnerables, y una presencia desconocida o que consideramos amenazantes nos altera un montón, quizás hasta el punto de hacernos llorar.
El de pelo índigo no preguntó, pero no era necesario hacerlo para saber a qué se refería Jihoon con ello: con toda seguridad, una persona desconocida o amenazante los interrumpió en su celo, y eso lo asustó como el infierno.
—Más que nada, Hitoshi —prosiguió Tetsu—, disfruta esos días con tu omega. No lo veas como una obligación, sino como unas mini-vacaciones, así que no vayas a trabajar y concéntrate en las necesidades de tu pareja. Lo puedes pasar realmente bien, y no lo digo sólo por el sexo —Neito le dio un golpe en la espalda, haciéndolo reír—, sino también porque si conectas con tu omega… bueno, es increíble, ¿no lo crees?
Hitoshi miró a Neito y Tetsu, analizando cuidadosamente lo bien que se veían uno al lado del otro, como se complementaban, como parecían hablarse con la mirada, y sonrió de lado.
—Claro que lo creo —contestó más tranquilo que nunca.
Denki estaba jadeando cuando se apoyó en la pared en medio de la noche, cansado, agotado, sintiendo todo su ser caliente, y al dar un paso, pudo sentir el lubricante saliendo de su entrada deslizarse por su entrepierna.
Su ano palpitó, ansioso de tener algo en su interior, y cubrió su boca, metiéndose a un callejón cercano, yendo al fondo, ocultándose tras unos basureros para tratar de soportar el inicio del celo. Si podía sobrevivir esa noche, mantenerse entero para luego ir a esconderse al bosque, entonces todo estaría bien.
Abrazó sus piernas, controlando sus manos para no llevarlas a su miembro ya medio erecto. Si comenzaba a masturbarse, no podría detenerse después tan fácilmente.
—¿Omega?
Se quedó quieto al escuchar la voz de un alfa cerca de él.
No. No. Cualquier cosa menos eso.
Tenía sólo dieciséis años, por el amor de Dios. No podía… no quería…
—Sal de allí, omega —ronroneó el alfa dando otro paso.
El aroma alfa lo invadió, su cuerpo estremeciéndose en anticipación al notar la cercanía de alguien que podría satisfacerlo.
Pero la parte racional de Denki gritaba que no quería, que huyera, que escapara lo más rápido de allí.
¿Hacia dónde, sin embargo? Estaba en un callejón sin salida.
Jadeó en voz baja, pero no tuvo que hacerlo. Los sentidos de los alfas eran desarrollados, podían oír cosas que los betas no, y más aún cuando un omega estaba en celo.
—Te encontré, omega —dijo el alfa asomando su cabeza por el borde del basurero.
Denki quiso chillar, escapar, pero de pronto las manos del alfa estaban en sus hombros, empujándolo contra el suelo, impidiendo que pudiera huir.
Era guapo, con piel blanca como la nieve, cabello celeste claro, ondeado y desordenado, tenía una cicatriz en la comisura izquierda de sus labios y sus ojos son eran rojo brillante con una pequeña cicatriz en su ojo derecho más un solo lunar debajo del lado derecho de sus labios.
—Oh, un omega hombre —dijo con sorpresa el alfa desconocido, y su voz envió unas vibraciones por el cuerpo de Denki. Su entrada se humedeció más al escucharlo hablar—. Vaya, esto no me lo esperaba.
“Suéltame”, quiso decir Denki, pero sólo escapó de su boca unos balbuceos sin sentido. Tenía la leve esperanza de que el hecho de ser hombre lo espantara, hiciera que lo rechazara, pero no fue así.
No lo fue, se dio cuenta de eso cuando lo volteó con facilidad, dejándolo boca abajo, y levantó su trasero, bajando sus pantalones y ropa interior. Chilló, retorciéndose por el miedo, pero un gruñido del alfa le ordenó quedarse quieto.
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—No… —gimoteó apenas al sentir la mano del alfa acariciando su culo.
—¿No? —el hombre lo soltó, pero no se relajó, escuchando el sonido de sus pantalones al ser abiertos—. ¿No quieres que te marque, omega? ¿A pesar de que estés todo mojado y húmedo para mí? ¿A pesar de que tu entrada esté latiendo por mí pene? ¿No quieres, pequeña puta?
Sollozó, negando con la cabeza, balbuceando torpes “no”, sin embargo, no sirvió de nada cuando de una estocada el alfa entró en su interior, reclamándolo como suyo.
Dolió, no porque no estuviera listo –contra su pesar, su entrada ya estaba preparada para recibirlo, lubricada y dilatada–, sino porque no quería eso. Porque estaba siendo forzado, violado, y no podía hacer nada para evitarlo, sólo gimotear y sollozar, tratando de luchar débilmente contra el alfa que lo estaba penetrando sin compasión alguna. Su cuerpo se estremecía de placer, su pene estaba erecto, reaccionando contra las embestidas, pero su mente, su lógica, todo gritaba dentro de él que eso estaba mal, que no quería, que lo estaban abusando una y otra y otra vez.
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Denki quería morirse en ese momento, más cuando el alfa tiró de él, enterrando sus dientes en su cuello, marcándolo mientras anudaba en su interior.
Se derrumbó en los brazos del alfa, con su voz murmurando a su oído.
“Mío, mío, mío”, decía, y Denki no pudo negarlo.
Soltó un jadeo cuando abrió los ojos.
Parpadeó, confundido, pensando por un breve momento que Shigaraki estaba acostado a su lado, durmiendo como si nada, que estaba en esa fría casa en la que vivió por dos años y que Katsuki todavía no nacía.
Cuando se volteó, se encontró con la preocupada mirada de Hitoshi, y algo pareció relajarse al verlo allí, a su lado.
—¿Tenías una pesadilla? —le preguntó enderezándose un poco.
Era domingo, el día libre de Hitoshi, así que ninguno de los dos estaba preocupado por levantarse temprano. Según el reloj de mesa, eran recién las nueve de la mañana, así que podían quedarse unas horas más en cama.
Se arrebujó al lado de Hitoshi, dejando que sus brazos lo rodearan.
—Sí, pero todo está bien —le murmuró contra su pecho—. Tú estás aquí, así que estoy bien.
—¿Seguro? —le insistió Hitoshi todavía un poco preocupado.
Denki levantó su cabeza, mirándolo dulcemente.
—Claro que sí —le sonrió, besándole la nariz—. Cuando estás conmigo, todo parece ir bien.
Los ojos de Hitoshi brillaron ante sus palabras, y le revolvió el cabello de forma distraída.
—Mañana iremos al juzgado para empezar a tramitar el cambio de apellido de Katsuki —le dijo Hitoshi llamando su atención.
Denki lo observa unos segundos para luego acurrucarse a su lado, con expresión un tanto avergonzada.
—Todavía no sé… cómo agradecerte por esto… —le dijo en voz baja, sin mirarlo a los ojos—. Tú no tenías por qué hacerlo.
Hitoshi le acarició la nuca, mirando el techo de la habitación con una cara pensativa.
—No tenía qué hacerlo —concedió Hitoshi dulcemente—, pero quise hacerlo. Denki, quiero que tú y yo tengamos… una relación bonita, ¿entiendes? Quiero hacerte feliz y verte sonreír siempre, así que si debo aceptar a tu bebé, lo voy a hacer y lucharé por él.
¿Por qué eres así conmigo?, quiso preguntar cuando los labios de Hitoshi acariciaron su boca. ¿Por qué me quieres? No soy bonito. No soy obediente. No soy inteligente. No soy ni siquiera virgen para ti. ¿Por qué quieres estar conmigo, cuando ya estoy usado?
Pero esas palabras no salieron de su boca, no cuando de pronto Hitoshi estaba sobre él, sin dejar de besarlo, sus manos acariciando su costado, sus piernas, enviando escalofríos por todo su cuerpo.
—Omega —murmuró Hitoshi contra su piel, sus labios bajando por su mentón—. Tan lindo, tan bonito… tan dulce. Mi omega.
Denki jadeó, sus piernas abriéndose automáticamente, dejando que Hitoshi se acomodara entre ellas. Podía sentir el bulto del alfa contra su entrepierna, y gimió en voz baja, casi en anticipación, en señal de excitación.
—Tuyo —susurró Denki antes de que Hitoshi volviera a devorarle la boca—. Tuyo, alfa.
Hitoshi gimió contra sus labios, embistiéndolo por sobre su ropa, y Denki arqueó su espalda, demasiado perdido en el placer, en las corrientes eléctricas que estaba sintiendo en su cuerpo.
Su alfa había muerto hacía más de un año, y nadie en todo ese tiempo lo estaba tocando de la forma en la que Hitoshi lo hacía.
El alfa deslizó una mano por debajo del pantalón de su pijama, acariciándole el miembro de forma superficial, y gimió más fuerte.
—¿Mami?
Chillando, Denki echó a un lado a Hitoshi, botándolo de la cama, otra vez.
Hitoshi soltó un quejido, pero Denki no lo miraba, estaba contemplando la puerta abierta donde un somnoliento Katsuki se asomaba, frotando uno de sus ojitos en señal de sueño.
—¿Qué ocurre, bebé? —preguntó Denki con el rostro ruborizado, sin mirar a Hitoshi mientras se ponía de pie e iba a tomar a Katsuki, que se acurrucó en sus brazos.
—Pesaila —murmuró el bebé cerrando sus ojos, calmado en los brazos de su mamá.
Murmurando maldiciones, Hitoshi se puso de pie con expresión malhumorada, acostándose al ver que Denki se echaba en la cama, acariciándole el cabello a Katsuki. El niño volvió a dormir segundos después.
—Podrías dejarlo en su pieza otra vez y nosotros seguir con lo nuestro —comentó Hitoshi sin ganas.
Denki besó la frente de Katsuki.
—No me gusta dejarlo solo cuando tiene pesadillas —dijo Denki con un tono de disculpa—. Desde lo de tu mamá que tiene sueños feos una vez a la semana.
Hitoshi puso una expresión culpable, observando a Katsuki durmiendo en los brazos de Denki, y acurrucó a los dos contra él.
—No es tu culpa —agregó Denki al ver su rostro.
—Si hubiera llegado un poco antes…
—Llegaste, y eso es lo importante —contestó Denki besándole la mejilla—. Ahora, ¿no quieres dormir? —Denki le pellizcó la nariz, sonriendo—. Siempre te quejas de que te gustaría dormir todo el día, así que podemos hacer eso.
Hitoshi sonrió, divertido, para luego besar una vez más al omega y dejar que el sueño lo alejara de la realidad.
Denki siempre solía mirar un punto lejano cuando Shigaraki tenía ganas de sexo. Se acostaba boca arriba o ponía en cuatro según el alfa quisiera, se abría de piernas y dejaba que Shigaraki se descargara sobre él como deseaba, para luego ir al baño y tomar una pastilla que no lo dejara embarazado, no luego del parto de Katsuki.
Además, se bañaba para quitarse el sudor y la esencia del alfa, volviendo después a la cama donde Shigaraki ya dormía.
Así que esa noche, cuando salió de la ducha y se encontró a Shigaraki todavía despierto, no pudo evitar poner una expresión de sorpresa.
—¿Shigaraki? —preguntó amablemente, encontrándose con su mirada—. ¿Ocurre algo, mi amor?
Shigaraki parpadeó.
—¿Eres feliz, Denki? —preguntó con calma.
Denki se sentó a su lado, envuelto en su bata, ladeando la cabeza.
—Claro que sí —contestó como si nada, sonriendo dulcemente, como se esperaba de él.
—¿Por qué? —insistió Shigaraki.
Denki frunció el ceño levemente, confundido, sin embargo, al ver la mirada grave de su esposo, trató de suavizar su expresión. Un omega no podía mirar a su alfa de esa forma, lo sabía.
—Porque tengo una casa —respondió volviendo a sonreír—. Porque tengo una cama. Porque tengo comida. Porque tengo un bebé. Porque puedo servirte a ti, mi alfa.
Sabía que su voz sonaba a un robot, sonaba falsa, pero esa era la respuesta que se esperaba de él, y debía decirla a pesar de todo.
Al menos, eso creía hasta que de pronto su mejilla ardió y su rostro fue volteado con la palma de la mano de Shigaraki.
Tragó saliva, volviendo a mirar al alfa, tratando de evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. Shigaraki lo observaba con gravedad, todavía con la mano levantada.
—Si te estoy preguntando, Denki —dijo Shigaraki duramente—, es para que me contestes con la verdad —lo tomó de la barbilla, apretando sus mejillas, y contuvo el grito de dolor—. ¿Eres feliz?
Quería retorcerse, llorar, pero no podía hacerlo. A Shigaraki no le gustaba cuando lloraba, porque decía que se ponía feo.
Más feo de lo normal.
Tembló.
—No lo sé —admitió esperando que Shigaraki lo soltara.
Recibió otra bofetada, pero se quedó quieto, sintiendo el sabor a sangre en su boca.
—¿Por qué no eres feliz? —gruñó Shigaraki.
Denki quería volver a mentirle para tranquilizarlo, sin embargo, sabía que Shigaraki notaría su mentira enseguida.
—Porque no te amo —balbuceó antes de que el alfa lo tomara de las mejillas otra vez.
—¿No me amas a pesar de todo lo que te he dado? —interrogó Shigaraki sin dulzura en su voz.
A Denki le dolía el rostro por el fuerte agarre.
—Perdón —murmuró a medias, sollozando.
—Omega inútil —gruñó Shigaraki soltándolo, tirándolo a la cama—. Te he dicho mil veces que no me gusta que llores.
Asintió, limpiándose las lágrimas lo más rápido que pudo, pero no pudo volver a detenerlas cuando el alfa lo puso boca abajo, levantando su trasero y quitando la bata de su culo.
Lo único que pudo hacer fue cubrir su boca para que no escuchara su llanto cuando lo embistió.
Hizo una pequeña mueca cuando los brazos de Hitoshi lo rodearon por la cintura, atrayéndolo a su cálido cuerpo. Medio dormido, medio despierto, contempló a Katsuki jugando en el suelo con sus peluches, ajeno a ellos.
—¿Otra pesadilla? —murmuró Hitoshi contra su oído.
Denki se arrebujó a su lado, asintiendo en silencio, y pudo escuchar su suspiro.
—¿Quieres contarme? —preguntó Hitoshi con tranquilidad.
Negó con la cabeza, ocultando su rostro contra el pecho de Hitoshi.
Para su sorpresa, el alfa no insistió aunque podía adivinar que quería seguir preguntando, quería saber qué ocurría.
—¿Mami? —preguntó Katsuki curioso.
Pero Denki no se volteó. No quería ver a Katsuki, ver sus ojos, que se parecían tanto a los de Shigaraki.
—Mami no se siente bien, Suki —dijo Hitoshi con ternura—. Anda, sigue jugando.
El niño hizo un sonido extraño, pero obedeció, llevando su atención al peluche de conejo que había apodado como Deku y al de un koala al que llamó Nucita.
Denki no quería separarse de la calidez de Hitoshi, de sus brazos que lo apretaban con cariño y amor, sin embargo, algo en el fondo de él temía que todo eso fuera una ilusión que se iba a romper apenas llegara su celo.
Le había mentido descaradamente a Hitoshi: quiso quitarle importancia al celo, decirle que iba a estar bien, pero no pudo evitarlo porque así se lo habían enseñado.
Denki temía que el día de su celo Hitoshi lo tomara sin miramientos, de forma salvaje, tal y como había hecho Shigaraki esa noche fatídica de años atrás. Que se aprovechara de su estado e hiciera lo que quisiera con su cuerpo, le ordenara hacer cosas que no quería hacer.
No quería que su relación fuera sólo sexual, lo que quería era que entre ellos hubiera amor.
Confianza. Cariño.
Pero, ¿cómo iba a existir algo así entre ellos si Denki le ocultaba cosas a Hitoshi?
Un breve y horrible pensamiento cruzó por su cabeza.
¿Y si Hitoshi se enteraba de la verdad luego de estar casados? Hitoshi lo odiaría para siempre.
Hitoshi podría vengarse diciendo que Katsuki no era hijo suyo. Y ahora que los trámites habían comenzado, ahora que en menos de un mes Katsuki sería declarado hijo de Hitoshi, ¿cómo podría…?
Tragó saliva.
—Kiki, me estás enloqueciendo —murmuró Hitoshi en voz baja contra su oído.
Denki levantó la vista, encontrándose con los torturados ojos de Hitoshi.
El omega sabía que estaba soltando de forma inevitable feromonas de miedo, lo que hacía que el alfa en Hitoshi enloqueciera, quisiera consolarlo de alguna forma.
Tomó aire.
—Hitoshi… —dijo tímidamente. Él lo miró con calma—. Tú… tú me quieres, ¿cierto?
Hitoshi frunció el ceño levemente ante la pregunta, un poco confundido, pero asintió con lentitud.
—Claro que sí —Hitoshi besó su nariz, causándole cosquillas—. Creo que… eres la persona que más quiero en el mundo.
Denki se ruborizó, bajando la vista.
—Si yo te contara algo… ¿tú no me odiarías? —su voz tembló—. ¿No terminarías con nuestro… compromiso?
Hitoshi se enderezó, pero no lo alejó de su regazo, prestándole atención totalmente.
—¿De qué estamos hablando, Denki? —le preguntó, y el omega quiso llorar porque lo llamó con su nombre, no con un apodo de cariño.
Se removió, pero el fuerte agarre del mayor impidió que pudiera alejarse.
—Yo… mhn… —mordió su labio inferior—. Yo estoy… estoy sucio, Hitoshi.
—Si es porque ese otro alfa te marcó antes…
—No, no —no lo estaba mirando a los ojos, se sentía incapaz de hacerlo. No quería ver el odio allí, el asco, la decepción—. Cuando… cuando era niño y vivía con papá, él… él tenía muchas deudas —podía sentir su garganta apretada, sus ojos llorosos ante los recuerdos—, así que… que para pagarlas… él me… él dejaba que sus amigos me tocaran…
Hitoshi permanecía en silencio, sin embargo, podía sentir como su agarre se tensaba, como la rabia exhalaba de su cuerpo.
Denki tomó aire.
—A ellos… a ellos les gustaba que usara mi boca para… para satisfacerlos —estaba llorando, pero no podía parar, no podía evitarlo—, y me… me obligaban a tragarlo, entonces… entonces estoy sucio, Hitoshi. Lo siento. Lo siento mucho. Perdóname.
Hubo un pequeño silencio en el que sólo sus hombros se sacudían por el llanto, pero mordía su labio para no llorar como desquiciado. Eso de seguro asustaría a Katsuki, que seguía jugando en el suelo, sin tomarlos en cuenta.
La mano de Hitoshi tomó su barbilla, obligándolo a mirarlo, pero no en un toque brusco, duro, sino de forma suave y cariñosa.
—¿Por qué pides perdón? —le preguntó con voz grave—. ¿Acaso eso era tu culpa?
Negó con la cabeza, tímido, asustado.
—Porque…
—No era tu culpa —Hitoshi le dio un pequeño beso en los labios—. No me importa, Kiki, realmente no lo hace —el alfa frunció levemente el ceño—. Bueno… si me importa, pero no de la forma en la que tú crees —suspiró, atrayéndolo a su regazo, revolviéndole el cabello—. Lo que quiero decir es que… Odio que te hayas visto expuesto a eso cuando no lo merecías y necesito hacer pagar a todo aquel que te tocó. Pero no podría odiarte a ti —besó su frente—. Jamás podría odiarte a ti, mi amor.
—¿Aunque sea tonto y no sea bonito y sea muy chillón a veces? —le preguntó suspirando.
—Primero que todo —Hitoshi le pellizcó la nariz, haciendo que se quejara—. No eres tonto, eres el chico más inteligente que haya conocido alguna vez. Segundo, eres el omega más hermoso del mundo, sólo verte hace que mi día sea mejor. Y tercero —Hitoshi volvió a levantar su rostro—, quiero hacerte chillar todo el tiempo.
Denki se ruborizó por completo, pero en respuesta, sólo abrazó a Hitoshi con una sonrisa suave.
—Te quiero, Hitoshi —le dijo sin soltarlo, dejando que sus brazos lo sostuvieran esa tarde.
—¡Io iual te queio, mami! —gritó de pronto Katsuki abrazando a sus dos peluches.
Hitoshi miró al bebé con mala cara en tanto Denki se reía, contento de tener ese pequeño y feliz momento junto a las dos personas que más quería en ese mundo.
Denki recordaba muy bien que Shigaraki no lo había ido a ver los tres días que pasó en el hospital luego de que Katsuki naciera.
Pero no podía importarle menos, si era honesto. No cuando tenía en sus brazos a ese bebé llorón y rechoncho, que con sólo un balbuceo era capaz de hacerle sonreír por horas. No, realmente no le importaba un poco que su alfa casi lo hubiera dejado abandonado en el hospital.
Sólo lo vio otra vez cuando lo fue a buscar para regresar a casa, preguntando por el nombre de su cría, asintiendo con aprobación al escuchar que lo llamaría Katsuki. Apenas miró al bebé, ignorándolo a los dos, sin embargo, a Denki seguía sin importarle. Sólo tenía ojos para mirar dormir a Katsuki, para mirar sus mejillas regordetas, sus pequeñas manitos.
A Shigaraki, por el contrario, su actitud terminó por cabrearlo pronto. En especial cuando llegaron a casa y Denki seguía pendiente de Katsuki, pasando de él, preocupado más de que Katsuki comiera y durmiera abrigado y bien.
Así que cuando salió del cuarto de Katsuki, dispuesto a ir a dormir, Shigaraki lo agarró sorpresivamente del cabello y tiró de él. Su lado omega le dijo que se dejara hacer, y a pesar de estar asustado, nervioso y aterrado, se dejó arrastrar. Sabía que si comenzaba a resistirse, sería peor porque físicamente era más débil que un alfa.
Esa fue la primera vez que su alfa lo golpeó hasta el punto de dejarlo casi inconsciente. La primera y única vez, porque fue suficiente como para que Denki comprendiera que tenía que poner a su alfa primero siempre en lugar de su bebé.
Lo comprendió, por supuesto, pero una cosa era comprenderlo y otra era hacerlo.
Denki jamás pondría primero a otra persona que no fuera a Katsuki.
Jadeó al abrir los ojos, pero no por el recuerdo fugaz que cruzó su mente, sino porque su cuerpo estaba ardiendo.
Miró la hora, gimiendo al ver que eran las diez de la mañana. Como si hubiera sido un sueño, recordaba a Hitoshi levantándose para ir a trabajar, besándole al despedirse, murmurando algo de que olía muy dulce ese día, y no lo había relacionado al principio.
¿Por qué no lo hizo?
Su estómago se revolvió mientras un calambre en su vientre lo hacía encogerse. De forma desesperada, abrazó la almohada de Hitoshi, inhalando su olor, y balbuceó unas débiles palabras, incapaz de pensar coherentemente.
Pudo sentir el pantalón de su pijama húmedo, y cuando se movió, un líquido caliente se deslizó por su ano, empapando más sus ropas.
Sollozó al notar la leve erección en su entrepierna.
—A… alfa… —susurró abrazando otra vez la almohada, como si fuera Hitoshi.
Jadeante, sin soltar un poco el objeto, estiró su mano y marcó el primer número disponible, que siempre tenía en caso de emergencia.
Gimió por un nuevo calambre, pensando en Hitoshi sobre él, haciéndolo suyo, besándolo por todas partes, sus manos acariciándolo, su miembro anudando en su interior.
Sus dientes mordiendo en su cuello.
El sólo pensamiento de ello lo estremeció por completo.
—¿Denki? —contestó Hizashi al otro lado de la línea, extrañado.
Se volteó, respirando aceleradamente.
—Ce… —jadeó incapaz de formar palabras coherentes.
—¿Denki? ¿Qué ocurre? —Hizashi inmediatamente sonó preocupado—. ¿Necesitas ayuda en algo? ¿Quieres que llame a Hitoshi?
Asintió como un niño pequeño, y se dio cuenta de que Hizashi no podía verlo.
Lloriqueó, necesitado.
—Celo —gimoteó llevando la almohada contra su entrepierna, comenzando a frotarse contra ella.
—¿Qué? —la voz de Hizashi era ahora tensa.
—Celo. Estoy en celo —fue capaz de decir apenas—. Mic, necesito… necesito a Hi-Hitoshi… —sollozó descontrolado—. Lo necesito. Estoy en celo
Voten y comenten puppies, los leo.
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