Capítulo quince
"Kilig" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.
Esta es una adaptación de dicha obra 100% autorizada por la autora.
Cuando despertó, su cabeza dolía tanto que soltó un gemido bajo en señal de queja, sus manos deslizándose por la sábana, buscando el pequeño bultito a su lado para acurrucarlo contra su cuerpo y no soltarlo nunca más.
Sin embargo, no atrapó nada.
Abrió los ojos, enderezándose bruscamente, notando entonces que no estaba en su cuarto. En la pieza matrimonial. En su casa.
Se revolvió, desesperado, y recordó lo ocurrido la noche anterior.
Un latigazo de dolor y pena recorrió su cuerpo, recordándole lo que había hecho.
Recordando el llanto de Katsuki cuando Hitoshi lo sostuvo, moviendo sus manos y pies, queriendo librarse del agarre del alfa mientras Denki sólo caminaba, alejándose, alejándose, las lágrimas cayendo por su rostro, su corazón rompiéndose con cada nuevo grito de Katsuki, pidiéndole –rogándole– que se no fuera, que no lo dejara allí, que lo quería, lo necesitaba.
Los guardaespaldas de Nemuri le habían dicho que lo llevarían a un hotel donde podría alojarse, sin embargo, los ignoró por completo y se marchó caminando, aturdido, perdido, incapaz de saber exactamente a dónde dirigirse. Tuvo el fugaz pensamiento de ir donde Hizashi, sin embargo, no iba a poder soportar estar en la casa al lado de Hitoshi. No, necesitaba alejarse lo más pronto de allí para no enloquecer por completo.
Así que sus pies se habían dirigido al pequeño departamento de Toru que conoció semanas atrás, cuando la chica lo invitó a comer algo luego de clases.
Recordaba haber llorado todo el camino hacia ese lugar, ignorando las miradas que las personas le dirigían, su mente en otro lado, incapaz de procesar correctamente lo que había ocurrido.
Como su mundo se había desmoronado en sólo un par de horas.
Hitoshi y Himiko. Oh, Hitoshi y su hermana…
¿Cómo había sido tan idiota e iluso?
No, no fue un estúpido: en el fondo, sospechaba que Hitoshi hizo algo más que besar a esa omega supuestamente desconocida de la que habló, pero fingió que no era importante. Y como decía el dicho, no hay peor ciego que el que no quiere ver, y eso terminó por empeorar todo.
Si hubiera tenido un poco de orgullo, no habría seguido con esa tonta farsa, con ese estúpido matrimonio, y le habría pedido a Hitoshi que marcara a otra omega para acabar con ese enlace. Pero fue incapaz de hacerlo, porque amaba a Hitoshi, porque creyó que podían solucionarlo, pero por sobre todo, porque Hitoshi fue durante muchos meses seguridad y amor para él.
Y no quería perderlo, no quería quedar solo y triste otra vez, sin nadie que lo amara por lo que era.
Sin embargo, si lo hubiera hecho, si hubiera actuado guiado por su mente y no por su corazón, Katsuki seguiría en sus brazos.
Su pequeño, su bonito y dulce bebé, seguiría a su lado.
Denki se quebró.
Cayó de rodillas, sollozando por el dolor, por la pena, por el sufrimiento, sintiendo un vacío enorme en su corazón que parecía engullirlo con cada segundo que pasaba lejos de esa pequeña criatura que tuvo y cuidó con tanto esmero para que nada malo le pasara.
Su Katsuki.
Era su culpa. Su jodida culpa.
Si no hubiera estado tan ciego de amor por Hitoshi, si no hubiera confiado en un alfa, eso no estaría pasando.
¿Cuándo aprendería su maldita lección?
Los alfas eran crueles. Eran malos. Eran unas personas egocéntricas que se dejaban dominar por su instinto de dominación y posesión, que sólo pensaban en su propio placer y necesidad, importándole poco el omega. Usando al omega sólo para satisfacerse.
Hitoshi lo usó lo necesario para dejarlo como un trapo sucio después y le arrebató lo que más amaba en el mundo.
Cubrió su boca con su mano, tratando de no soltar un sollozo de dolor pero fallando miserablemente, y pronto la puerta de la habitación fue abierta. Una preocupada Toru entró, asustada, temerosa, pero la omega no dudó en abrazarlo con cariño, tratando de sostenerlo.
Lloró en el hombro de su amiga, sin dejar de ver el rostro triunfal de Himiko, la sonrisa burlona de Nemuri y la mirada avergonzada de Hitoshi sobre él.
Habían ganado. Himiko había ganado, de eso no tenía duda alguna.
Ahora sólo quedaba rogar para que le devolvieran a su pequeño bebé, pero en el fondo, Denki sabía que eso sería imposible.
No, porque la expresión de Himiko delataba todos los sentimientos enfermizos y tóxicos que sentía hacia él, y el odio, el desprecio, eso no era fácil de eliminar.
Himiko lo odiaba tanto que estaba dispuesta a convertirlo en lo más miserable del mundo para sentirse satisfecha, y si tenía que quitarle a su Katsuki, lo haría sin dudarlo.
Se aferró al abrazo de Toru, tratando de controlarse un poco, aunque sabía que esa herida jamás podría ser curada.
Katsuki no había dejado de llorar en toda la noche.
Aun cuando estaba durmiendo, no dejaba de gimotear, lagrimear y retorcerse en su cuna, sin dejar de apegarse contra la almohada de Denki, frotándose contra ella con desesperación, como si fuera el cuello de su mami.
—¿Puedes callar a ese pequeño bastardo? — gruñó Himiko con ojeras bajo su rostro.
Hitoshi la miró sin inmutarse, aunque su mano temblaba con las ganas de estampar su cabeza contra la pared.
— No dejará de llorar —contestó oyendo el nuevo sollozo de Katsuki—. Es un bebé que necesita de su madre, y lo quieras o no, ese papel le pertenece únicamente a Denki.
El nombre del omega quemó en su lengua, recordando su expresión rota, sus mejillas llenas de lágrimas, sus labios temblando, las sacudidas incontrolables en su cuerpo mientras se alejaba tratando de no mirar hacia atrás.
El alfa en su interior se estaba comportando, en ese preciso instante, como Katsuki también: sollozaba, gemía y se estremecía al recordar al omega mirándole sin amor en su expresión, sólo la rabia, la pena, la traición allí.
Había costado todo el esfuerzo del mundo no quitarle la almohada a Katsuki para acurrucarse contra ella, queriendo percibir el olor omega de Denki, buscando tranquilizarse un poco, pero cuando Katsuki comenzó a golpear su cabecita contra los barrotes de la cuna, sin dejar de llorar a gritos, no tuvo más remedio que entregarle la almohada.
El bebé la había abrazado con total angustia, sin dejar de murmurar por su mami.
Hitoshi no sabía cómo arreglarlo, cómo solucionarlo, sus manos estaban atadas en su espalda y esa felicidad efímera que creó junto a Denki había desaparecido.
Tenía claro que Denki no le iba a perdonar eso jamás, y si lo hacía, era porque Denki era sólo un ángel que él no merecía. Pero por mucho que quisiera ser positivo, era también realista, y ese engaño, meterse con Himiko y dejarla embarazada, no se lo perdonaría nunca en la vida. Y haber provocado que le quitaran a Katsuki…
Hitoshi no quería su perdón en ese instante porque no era algo que podría obtener enseguida. No, lo que necesitaba era darle otra vez a su bebé, porque podía notar por el débil vínculo que todavía lo unía a Denki, que el omega estaba colapsando, estaba en un estado de desesperación y pena total que tarde o temprano lo consumiría.
—Himiko —la chica frente a él, sentada cómodamente en el sofá, le miró con expresión de aburrimiento—, ¿qué tengo que hacer para que Katsuki vuelva con Denki? Haré lo que quieras. Lo prometo.
Himiko ladeó la cabeza, humedeciendo su labio inferior, para luego acariciar su hombro.
—Márcame —exigió con la voz baja como un ronroneo—. Fóllame, márcame, y Katsuki podrá volver con su asquerosa madre.
La bilis subió por su garganta, su alfa gruñendo en señal de queja.
—Si rompo el vínculo, Denki podría morir —dijo con la voz temblando.
Himiko sonrió cruelmente.
—No lo hará, su vínculo con su pequeño monstruito es más fuerte —contestó con burla para luego hacer una mueca ante el llanto renovado de Katsuki—. Le romperé el cuello a ese jodido–
Antes de que pudiera continuar, Hitoshi dio dos pasos, la agarró por el cabello, y tiró de ella levantándola bruscamente, sin importarle el grito de dolor que soltó.
Le gruñó, mostrándole los colmillos.
—Le haces algo a Katsuki —dijo con tono frío, helado, pero lleno de furia—, y voy a sacarte el corazón con mi propia mano, Himiko, lo juro. ¿Está claro? —Himiko soltó un gemido de miedo al escuchar al alfa de Hitoshi hablar, y Hitoshi tiró con más fuerza de su cabello—. ¿Está claro?
—S-sí —balbuceó Himiko con un hilillo de voz.
Hitoshi la soltó, asqueado, para luego salir del cuarto directo a la habitación de Katsuki, que lloraba ahora con más fuerza, recién despierto, notando que su mamá no estaba a su lado.
—Mami, mami, mami… —jadeaba Katsuki abrazando la almohada, las lágrimas cayendo por su rostro cuando Hitoshi entró al cuarto. Sus ojos parecieron iluminarse, buscando la figura de Denki detrás—. ¿Mami?
Hitoshi se inclinó con intención de tomarlo en brazos, sin embargo, la expresión de Katsuki cambió.
—¡No! ¡No! ¡NO! —le gritó manoteando sus manos, volviendo a llorar, pero ahora por la rabia—. ¡Mami! ¡Mami! ¡MAMI!
Mordió su labio inferior brevemente.
—Katsuki, mami no está aquí ahora —dijo con suavidad—. Ven, deja que te cambie, debes comer algo.
Hizo amago de volver a tomarlo en brazos, sin embargo, Katsuki hizo algo que hasta el momento no había hecho nunca antes: Katsuki soltó un gruñido bajo en señal de advertencia, como si quisiera atacarlo.
Se detuvo, mirando al bebé, que le observaba con odio, sin dejar de gruñir como si…
Como si…
Alejó el pensamiento de la naturaleza de Katsuki. Eso no era lo importante en ese instante.
—Mami —ordenó Katsuki abrazando la almohada, sus ojos llenándose con lágrimas al captar el olor de Denki—. Mami, mami…
Hitoshi necesitaba que Katsuki se duchara y comiera algo. Necesitaba cuidarlo porque sabía que si algo le pasaba, Denki no podría recuperarse jamás en la vida. Él ya lo había destrozado con su actuar, sin embargo, iba a hacer lo posible para que no siguiera sufriendo tanto.
Así que Hitoshi hizo algo horrible: le mintió a Katsuki.
—Katsuki —dijo con la voz suave, callándolo unos segundos—, mamá dijo que vendría a verte luego de que te bañes y comas, ¿está bien? —el bebé lo miró con desconfianza, sin soltar la almohada—. Sólo cuando estés listo, mamá vendrá a mimarte.
Los labios de Katsuki temblaron.
—¿Pomesa? —le preguntó hipando.
Su estómago se apretó, y bajó la vista, incapaz de sostenerle la mirada al pequeño niño rubio, que lucía frágil y perdido en ese instante.
—Promesa —mintió acercándose.
Katsuki no peleó ni lloró cuando lo tomó en brazos con cuidado, atrayéndolo a su pecho, y saliendo del cuarto, Hitoshi le dio un pequeño beso en la frente, consciente de que se vendrían unos duros días donde tendría que hacer lo posible para mantener a salvo a Denki y Katsuki.
Shinso Kohei miró a su esposa con una ceja enarcada, riéndose entre dientes cuando la alfa terminó de contarle todo lo ocurrido el día anterior con una mirada de satisfacción.
—Así que nuestro retoño decidió aceptar su lugar en la familia —se burló con tono satisfecho, bebiendo de su copa de vino.
—Aceptó heredar la empresa y mantener el imperio Shinso siempre y cuando no tocáramos a ese tonto omega —dijo con voz despectiva Nemuri—, así que no podré hacer lo que pensaba con ese patético chico —suspiró, decepcionada.
Kohei rodó los ojos, fastidiado.
—¿Y Himiko? —siguió preguntando.
Nemuri humedeció sus labios.
—Preñada y lista para casarse, esperando que nuestro hijo tenga las pelotas para marcarla y acabar con ese enlace de mierda —puso una expresión pensativa—. Aunque me sorprendió que decidiera mantener con vida al crío. Estoy segura de que ese mocoso le traerá nada más que problemas, pero bueno, si ella desea eso, ¿quién soy yo para negárselo? Después de todo, a Himiko se le ocurrió la idea perfecta para arruinar ese estúpido compromiso.
Sí, porque Nemuri sólo había planificado deshacerse del omega y su tonto bebé para que Hitoshi decidiera ceder a sus peticiones, pero Himiko fue quién le dijo que era mejor destruir emocionalmente a los dos para que así Hitoshi fuera manipulable para ellos.
Como estaba la situación, su hijo no iba a rebelarse. No cuando tenían en sus manos la vida de ese tonto bebé. No cuando podían hacer que Denki desapareciera con un chasquido de dedos.
Hitoshi se había convertido en un alfa blando, tonto y enamoradizo, un alfa que ellos no habían criado por culpa de su capricho por ese omega, y era momento de que las cosas volvieran a su lugar.
—Ese mocoso nos podría servir también, Nemuri —le dijo de pronto Kohei llamando su atención—. Considera que ahora ese bebé es de la familia Shinso y Himiko lo va a criar como su hijo. ¿No tienes ahí a un nuevo heredero? Hitoshi ha demostrado no ser de confianza, así que puedes centrar tus nuevos esfuerzos en hacer de ese bebé un Shinso ejemplar.
Nemuri observó la copa de vino, meditando.
—No tiene sangre Shinso —comentó como si nada.
Su esposo se encogió de hombros.
—Sabes que la sangre vale una mierda —dijo moviendo la mano de manera desdeñosa—, lo importante es si alfa, beta u omega. Si llegara a ser alfa…
—Olvidas al bebé de Himiko —añadió Nemuri.
Kohei soltó una risa baja.
—Su bebé. Claro. Pero, ¿cuáles son las probabilidades de que ese bebé sea alfa? En caso de que no lo sea, y el otro mocoso sí… —Kohei se inclinó—. Tienes que pensarlo de esta forma, Nemuri: Hitoshi no volverá a acostarse con Himiko. Si bien lo tienes en la palma de tu mano, Hitoshi no va a marcarla o dejarla preñada otra vez porque simplemente la odia, y bueno, un alfa que odia a un omega traería consecuencias desastrosas para nuestra empresa, más considerando que piensas en los dos como futuros herederos de nuestro negocio —Nemuri asintió en silencio—. Tienes que tomar todas las cartas posibles y jugarlas maestramente.
—Nos estamos adelantando a los hechos —dijo con suavidad Nemuri, poniéndose de pie cuando la puerta del cuarto fue tocada—. Veamos cómo avanzan las cosas.
Asintiendo, el alfa se acomodó en el sofá, sirviéndose una nueva copa de vino cuando Himiko entró con una mueca de molestia, sentándose en una silla con aspecto de enojo.
Los dos alfas la miraron con una ceja enarcada, haciendo una pregunta silenciosa que la chica contestó segundos más tarde:
—No me marcará —dijo con el descontento marcando su voz—. Ese maldito bastardo no va a marcarme porque teme que su tonto omega muera —su rostro se deformó por la ira—. Lo quiero muerto. Ahora.
Nemuri ladeó la cabeza.
—¿Muerto? Bastaría con que otro alfa lo marque, quiera o no —contestó Kohei.
Los ojos de Himiko se iluminaron.
—Que sea la puta que es —dijo con una sonrisa sádica—. Que cientos de alfas lo follen y marquen a la fuerza.
Nemuri comenzó a reírse sin control, causando que Himiko le mirara con incredulidad.
—Me encantaría eso, Himiko —contestó Nemuri sin dejar de reírse—, pero lamento decirte que Hitoshi me obligó a jurar que no le tocaríamos un pelo al omega, que lo dejaríamos en paz —la alfa la miró calculadoramente—. Y si bien lo quiero muerto, también, tengo bastante claro que hacer eso sería provocar a mi hijo, y estaría jugando con fuego entonces —Nemuri señaló a Himiko—. Después de todo… ¿no es mi hijo un alfa puro? Podría destrozarte con un movimiento de manos, Himiko, lo sabes bien. Si no lo ha hecho es porque a Hitoshi la violencia nunca le ha agradado mucho.
La sonrisa de Himiko desapareció de su rostro, molesta otra vez mientras se cruzaba de brazos con irritación. Permanecieron en silencio varios segundos, cada uno sumido en sus propios pensamientos, y de pronto, el rostro de Himiko se iluminó, sacando su móvil, marcando un número.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Kohei arrugando el ceño.
—Tengo a la persona perfecta que me ayudará sin pedir nada a cambio —dijo sonriendo astutamente para luego comenzar a hablar con el alfa al otro lado de la línea.
Toru miró con preocupación a Denki frente a ella, silencioso, pequeñito, mirando la taza de café humeante con una mirada vacía que la asustó por completo. Lavando los platos a un lado estaba Mia sin decir cosa alguna, aunque se notaba en su mirada que lucía inquieta también.
Las dos chicas no sabían qué decir para que Denki pudiera animarse un poco, para distraerlo de alguna forma.
—Podríamos salir más tarde a comprar algo fuera —dijo Toru con voz nerviosa.
Denki levantó la vista, sin expresión alguna, para luego negar en silencio.
Toru quería tomarlo en sus brazos, apretarlo contra su pecho y decirle que todo iba a estar bien, pero sabía que no debía hacerlo porque sería mentir.
—Tenían razón —dijo entonces Denki de pronto—. Tú y Hatsume. No tuve que haberlo perdonado. Tuve que haberme ido sin mirar atrás —el tono de Denki se quebró—. Katsuki está llorando, está llorando tanto, y no puedo tomarlo en mis brazos para calmarlo…
—No digas eso, Denki —balbuceó Toru con voz temblorosa—. No es tu culpa. Tú no hiciste nada para que tu hermana te odiara tanto, para que la madre de Hitoshi…
—Me lo advirtieron —le interrumpió Denki—. Me lo dijeron. Me ordenaron alejarme de Hitoshi y desaparecer de su vida. ¿Y qué hice yo? —bebió de la taza con café, el sabor amargo inundando su cuerpo—. Me limité a enamorarme y confiar en él como un idiota. Es mi culpa. Es mi maldita culpa.
Toru le tomó la mano, sacudiendo la cabeza aunque sus ojos estaban llenos de pena. Mia se sentó a su lado, sirviéndole a Denki un vaso con agua.
—Hallarás una forma de recuperarlo —dijo Mia con firmeza—. Katsuki volverá a tus brazos, Denki, es tu bebé y no de tu hermana. No de Hitoshi. Es tuyo, sólo tuyo.
Denki miró a la beta con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Y cómo? —preguntó entrecortadamente—. No tengo poder legal sobre él ahora que lleva el apellido Shinso, ahora está a cargo de Hitoshi, no mío. Y Himiko… ella… ella no cambiará de opinión. Ella quiere verme siendo miserable, quiere…
—Tienes que convencerla de que deje ir a Katsuki —insistió Mia—. ¿Qué quiere ella además de Katsuki? Quiere a Hitoshi, pero él sigue siendo tuyo. Tú sigues siendo su omega hasta que… hasta que la marca en tu cuello…
—Hasta que la marca desaparezca —completó Denki en voz baja—. Si me dejo marcar por otro alfa… —el omega hizo una mueca de rabia—. Pero no quiero a otro alfa. No quiero más alfas en mi vida. Quiero sólo a Katsuki —Denki cerró sus ojos un momento—, y aunque me dejara marcar… eso… eso no asegura nada. Me libraría de Himiko. Pero… pero tendría un nuevo alfa, y ese alfa quizás no querría a Katsuki y al final…
Al final, Katsuki acabaría muerto igual.
Las palabras no fueron dichas, pero el mensaje estaba implícito en su triste silencio.
—Pero si fuera Hitoshi el que rompiera el enlace… —aventuró entonces Toru.
Los ojos de Denki brillaron un poco más, aunque una parte de él, ese pequeño omega en su interior, se retorció ante la idea de perder a Hitoshi también, aunque ya lo había perdido.
Su marca ardió.
Si bien había renegado de Hitoshi como alfa, si bien una parte suya lo odiaba y no quería saber nada más de él luego de lo que hizo, otra mínima parte de él quería volver a los brazos de Hitoshi, acurrucarse contra su pecho y pedirle que se fueran lejos de allí, sólo los tres, sin nadie a su alrededor que quisiera hacerles daño.
Una parte suya estaba dispuesta a perdonar a Hitoshi a pesar de todo el daño, y se odiaba por eso.
Se puso de pie, vacilante.
—Iré a hablar con él —murmuró distraído—. Voy a… voy a decirle que marque a Himiko y veré a Katsuki y…
—Espera, Denki, deja que te acompañe —dijo Toru poniéndose de pie.
Denki la miró, respirando aceleradamente.
—Yo… lamento molestarte, no es mi intención…
—No molestas —le interrumpió la omega—. Somos amigos. Los amigos hacen eso.
Asintiendo, Denki fue a ponerse las zapatillas, volviendo segundos después listo para salir. Toru le tendió el brazo y lo agarró, sabiendo que iba a necesitar algo con lo que estabilizarse en el camino hacia la casa de Hitoshi.
Minutos más tarde estaban caminando por la ciudad: Toru trataba de que Denki no fuera corriendo hacia la casa de Hitoshi, pudiendo notar su ansiedad y desesperación por llegar pronto allí.
—Mic podría sacar a Katsuki, Denki —le estaba diciendo Toru tratando de calmarlo.
—Él ya tiene mucho con sus dos hijos —murmuró Denki—. Además, Shota y él podrían meterse en problemas si se ponen contra la familia de Hitoshi. Ellos nos han apoyado y se negaron a cooperar con Himiko. No puedo pedirles que me ayuden sin arriesgar sus vidas.
—Pues Mic no dudaría en quitarle las pestañas a esa estúpida perra —masculló Toru. Denki la observó en silencio para luego soltar una risa nerviosa—. No sé cómo una víbora como ella puede ser tu hermana, Denki.
—Oh… —Denki la miró de reojo, sonriendo tristemente—. Me gustaría decir que Himiko en el fondo no es así, pero… pero siempre ha sido así conmigo. Cuando… cuando éramos más pequeños, solía pegarme, ¿sabes? Si yo hacía algo mal, si hacía demasiado ruido, si ensuciaba algo, ella se enojaba y me golpeaba, no con fuerza, pero si para hacerme llorar. Aun así, yo la quería tanto, porque… porque no conocí a otra especie de hermana y madre que pudiera suplir la falta de figura materna en mí —hizo una mueca, distraído.
—Pues espero que le pase algo horrible —dijo Toru con rabia en la voz—. Que se caiga de las escaleras y pierda a ese bebé.
Denki suspiró, mordiendo su labio inferior un momento.
—Ese bebé no tiene la culpa de lo ocurrido —contestó en voz baja—. Ese pobre niño no tiene la culpa de todo lo que está pasando.
—Pero aun así, Denki–
—Estas no son horas para andar en la calle, Denki.
Los dos omegas se quedaron quietos cuando una tambaleante figura se asomó por un callejón.
Denki parpadeó al reconocer el burlón rostro de su padre.
Arrugó los labios, repentinamente nervioso, sintiendo su estómago doler cuando los ojos de Sanji se posaron en él.
Se aferró más al brazo de su amiga.
—Vámonos —le murmuró con tono urgido.
Sin embargo, no dio dos pasos cuando su padre se puso frente a él, y al tratar de retroceder, se dio cuenta de que otras dos personas estaban detrás suyo, impidiendo que pudiera alejarse.
Toru le miró, asustada.
—¿Para dónde vas tan rápido, Denki? ¿No quieres pasar tiempo con tu padre? —se burló el alfa con aliento borracho—. Ah, y estás con una amiga, ¡mejor para mí! Dos omegas bonitos y dispuestos, ¿qué mejor?
Denki apretó sus dientes, alterado y asustado pero sin tratar de demostrarlo.
—Me están esperando en casa, papá —dijo con voz suave—, para otro día–
Sanji soltó un gruñido en señal de advertencia.
—Cierra la boca, bastardo —le espetó—. Tuve que haberte vendido a un prostíbulo en lugar de echarte, me habrías dado un buen dinero, así que ahora no te me escaparás.
Denki estaba listo para chillar por el miedo, sin embargo, antes de poder hacerlo, otra persona habló:
—¿Denki? ¿Toru?
—¡Dabi!
El alfa estaba bajando de un auto recién estacionado a un lado con el ceño fruncido, viendo las figuras de los omegas encogidas en medio de esas otras personas que lucían agresivas.
Toru parecía a punto de llorar por el alivio mientras Denki seguía mirando a su padre, que lucía molesto y a punto de estallar.
Decidió moverse antes de que eso ocurriera.
—¿Puedes llevarnos, Dabi? —preguntó mirando al alfa con esperanza.
Dabi parpadeó para luego asentir.
—Vengan, los llevo donde quieran —espetó observando al padre de Denki de forma desafiante.
El hombre ni sus amigos parecieron moverse cuando los dos omegas se alejaron lo más rápido de allí, moviéndose hacia el auto de Dabi que no dudó en arrancar una vez las puertas se cerraron.
Sólo una vez que estuvieron a bastantes cuadras lejos pudieron respirar con calma.
—¿Quiénes eran ellos? —preguntó Dabi en medio del silencio.
—Unos hijos de puta —contestó Denki desviando la vista.
El alfa no contestó.
Media hora después, Dabi se detuvo fuera de la casa de Hitoshi, pero Denki no se bajó enseguida, se quedó mirando las ventanas con expresión ausente.
—¿Denki? —preguntó Toru, insegura.
El omega los observó.
—Dabi, ¿podrías… podrías esperarme? —preguntó vacilante—. Yo… sólo vengo a hacer algo y me iré.
Dabi le observó con sorpresa, sin comprender, para después asentir.
Denki le dijo a Toru que le esperara también, bajando del auto después, caminando hacia el hogar de Hitoshi, y sintió su corazón latiendo a mil. Tocó la puerta, temblando.
Entonces, lo escuchó.
El destrozado llanto de Katsuki.
Su omega se removió, desesperado, y volvió a tocar la puerta.
No le importaba nada más, sólo quería llegar hacia su bebé, tomarlo en brazos y decirle que todo estaría bien, que nada malo iba a pasar; por eso, cuando Hitoshi abrió, diciendo su nombre con total sorpresa, lo ignoró por completo, haciéndolo a un lado para luego correr hacia el cuarto de Katsuki, su corazón latiendo de forma desbocada.
Lo encontró sentado en su cuna, abrazando una almohada, llorando a lágrima viva.
—Suki.
El llanto del bebé se apagó.
Katsuki levantó su cabecita bruscamente, mirándolo entre lágrimas.
—¿Mami? —balbuceó hipando—. ¡Mami! ¡Mami!
Denki no dudó para tomarlo en brazos, el bebé aferrándose inmediatamente a su cuello, balbuceando palabras incoherentes mientras comenzaba a frotar su cabecita de forma desesperada.
Sólo cuando Denki lo tuvo así, seguro, pudo respirar con calma, su herido corazón tranquilizándose ante el toque de su bebé, ante el hecho de tenerlo allí, entre sus brazos.
—Te extrañé, bolita de arroz —le murmuró con la voz temblando, llorando también.
—Mami, te amo, te amo… —mascullaba el bebé sonriendo, dándole pequeños besos en la mejilla.
—¿Sí? Yo también te amo, Suki —le dijo llenándole de besos también, causando que soltara risas entrecortadas.
Entonces, lo sintió.
A Hitoshi detrás, mirándolo en silencio.
Se volteó, observando su expresión cansada, las ojeras bajo su rostro, su mueca en el rostro.
El alfa parecía dispuesto a hablar, pero antes de poder hacerlo, Denki lo interrumpió con voz fría y una mirada helada.
Lo había decidido. Ya no había vuelta atrás.
—Vas a marcar a Himiko y me entregarás a Suki hoy mismo —le dijo.
Hitoshi parpadeó.
La respuesta, dada segundos después, no se la esperaba:
—No.
A Hitoshi no le importaba que Denki lo odiara: si Denki quería, podía romper el enlace dejándose marcar por otro alfa, pero en cuanto a Hitoshi, él no iba a marcar a otro omega que no fuera Denki.
Hitoshi no le pertenecía a otra persona que no fuera Denki, y no iba a romper con ese enlace aunque las cosas ya estuvieran arruinadas entre ellos.
Voten y comenten puppies, los leo.
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