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Capítulo once

"Kilig" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.

Esta es una adaptación de dicha obra 100% autorizada por la autora.

Hitoshi despertó con su estómago revuelto y su cabeza palpitando.
Parpadeó, dejando que sus ojos se acostumbraran a la luz, y los recuerdos del día anterior parecieron llegar a su cabeza de golpe. Gimiendo en voz baja por el dolor, se giró sobre la cama, su nariz percibiendo entonces un olor dulce que conocía bien.

Himiko.

Gruñó en voz baja, recordando a la chica sobre él, sus labios besando su cuello, su pecho, mientras mecía sus caderas encima de él, jadeando y gimiendo sin control alguno.

Hitoshi lo podía recordar muy bien, así como podía recordar bien las crueles palabras que le había dicho a Denki producto de la rabia, junto con sus ojos asustados y llorosos.

Mierda. Mierda.

Se enderezó, sentándose sobre la cama, para luego buscar su camisa por entre las ropas en el suelo. Al mirarse al espejo, notó su piel con marcas, y sintió a su alfa interno gruñendo en señal de rechazo y asco, sin querer aceptar que se hubiera acostado con un omega que no fuera el suyo.

Hitoshi desvió la vista, caminando al baño, y se dio una ducha rápida, sacándose el olor y restos que pudieran delatarlo, sintiendo su estómago contraído por el asco hacia sí mismo.

Hacía lo que le había hecho a Denki.
Una vez vestido, salió del cuarto, olisqueando el aroma a tocino y café. Al entrar al comedor, se encontró a Himiko sentada en la mesa, con su cabello tomado y vistiendo ropa interior junto con una camisa. La chica le sonrió de modo siniestro, mostrando sus colmillos, aunque no había diversión en sus ojos.

— No le diré nada a mi hermanito —le dijo con burla, ladeando la cabeza, mostrando su cuello—, después de todo, ni siquiera fuiste capaz de marcarme.

Sintió el alivio recorriéndolo al ver que no fue tan insensato como para romper su enlace con Denki.

—Pero no creas que esto te saldrá barato, Shinso Hitoshi —Himiko se recostó en la silla, pensativa—, bien puedo acusarte cuando sea si así me place.

Hitoshi soltó un gruñido de advertencia.

—Fue un jodido polvo de borrachos, nada importante. No te quiero ni me importas —contestó con desdén.
Himiko dejó salir una risa baja.

—Dile eso a Denki, entonces —la chica hizo un gesto con la mano—. Ahora vete, no quiero verte más.

Hitoshi no tuvo que hacerle caso dos veces, saliendo del departamento a paso apresurado.

Fuera del edificio estaba su auto estacionado, así que entró, viendo su celular y notando que había sólo dos llamadas perdidas de Denki, una a las ocho de la noche y otra dos horas más tarde. Por un breve momento, se sintió un tanto ofendido por no ver la bandeja de entrada llena de llamadas, sin embargo, luego pensó que Denki no quería irritarlo con su desesperación, porque un omega no podía comportarse con su alfa de una forma tan controladora.

Tragó saliva, comenzando a conducir.
Media hora después, estacionó fuera de su casa, viendo la fachada del hogar tranquilo aunque con cierto aire deprimente.

Silenciosamente, caminó hacia la casa, entrando apenas metiendo ruido alguno.

Tomó aire al escuchar el sonido de la televisión encendida en el comedor, sin embargo, al entrar se llevó una decepción al ver a Katsuki sentado en su sillita móvil, viendo caricaturas con el ceño levemente fruncido, chupando un peluche entre sus manos.

El bebé lo miró, sin dejar de arrugar el ceño.

—Hola, Suki —saludó acercándose, inclinándose para revolverle el cabello.

Pero Katsuki manoteó su mano, con los labios arrugados.

—Papi feo —murmuró Katsuki—. Mami lola. Mami tiste.

Hitoshi mordió su labio inferior.

—Lo siento, Suki —susurró poniéndose de pie.

Katsuki lo miró con desaprobación, volviendo sus ojos hacia la televisión, y Hitoshi caminó por el pasillo, subiendo las escaleras, siguiendo el rastro de feromonas de dolor y abandono.

Se detuvo frente a su cuarto, pero se tensó cuando volvió a caminar hasta llegar al cuarto de invitados.

Abrió la puerta, viendo el bulto sobre la fría cama de aquel cuarto, y se sintió más desdichado de ser posible al percatarse que Denki no durmió en la habitación matrimonial.

—Kiki… —murmuró entrando.

El bulto se movió, y segundos después, un demacrado y ojeroso Denki apareció, envuelto en la manta, apenas moviéndose. Sus ojos estaban rojos e hinchados por el llanto mientras su labio temblaba sin control, mejillas encharcadas por las lágrimas.

—Lo siento… —dijo Denki con la voz quebrada—, lo siento, alfa, lo siento. Prometo ser un buen omega, alfa, lo prometo.

No. Eso no estaba bien.

Dio unos pasos, arrodillándose ante la cama, y sus dedos quisieron agarrar las manos de Denki, pero Hitoshi podía oler que Denki estaba asustado, temeroso, vulnerable a cualquier brusco movimiento que alterara su lado omega.

—No, cariño, perdóname tú a mí —le dijo en tono bajo—, perdona a este idiota por… por haber reaccionado como una bestia contigo ayer, por todo lo que te dije, por hacerte daño, por… por dejarte solo. Lo siento, bebé, lo siento mucho.

Denki desvió la vista, sus ojos carentes de emociones.

—Prometo ser un buen omega, alfa —repitió tratando de sonreír pero fallando miserablemente.

Tomó aire, forzándose a liberar hormonas de cariño, de amor.

—Kiki… —dijo en voz baja—, soy Toshi, ¿bien? No alfa. Hitoshi.

Denki comenzó a llorar.

—Hice todo mal —sollozó el omega—, soy horrible, lo siento tanto, no quise hacerlo, sólo tenía tanto miedo de arruinarlo, lo siento, lo siento, lo siento mucho, Hitoshi…

—Está bien, mi vida —Hitoshi, cuidadosamente, se puso de pie y abrazó a Denki, envolviéndolo en un cálido abrazo—, ya pasó, no te preocupes más de eso, yo también lo lamento mucho, te dije cosas horribles, reaccioné como un animal celoso y te abandoné por completo. Lo lamento, Denki, lo lamento con todo mi corazón.

Podía sentir su hombro húmedo por las lágrimas de Denki, y se sintió enfermo al imaginarse al omega llorando toda la noche, sin compañía alguna, sumido en la soledad del cuarto, sólo el abandono consolándolo. Su alfa gimió en señal de lástima por aquello, sin querer pensar en su omega sufriendo.

—Te demostraré que seré un buen omega —sollozó Denki sorbiendo por su nariz—. Prometo no pedirte nada más y te daré todos los bebés que quieras.

Su estómago se apretó ante las palabras del menor, que lucía perdido y destrozado todavía, y no pudo evitar sentirse culpable porque aquello era su culpa. Porque haberle gritado a Denki, haberlo tratado de forma tan denigrante, hizo que su lado omega saliera para protegerse lo mejor que pudiera.

Tomó las mejillas de Denki, levantando su rostro, chocando con esos tristes y llorosos ojos que lo habían enamorado desde el principio.

—No —le dijo con dulzura—, no tienes que demostrarme nada. Ya eres el omega perfecto para mí así como eres —le dio un pequeño beso en los labios—. Y podrás seguir estudiando y haciendo lo que quieras porque no eres un objeto, Kiki, eres una persona libre y que puede decidir por sí misma —otro beso, sintiendo los labios temblar del omega—. ¿Quieres seguir estudiando, bebé?

Denki hizo un sonido extraño, algo que no supo identificar bien, como si fuera un jadeo de sorpresa mezclado con un gemido lastimero. Al menos, pensó, ya no estaba derramando lágrimas.

—Lo que yo quiero no es importante —gimoteó Denki con el tono tembloroso—, ahora sólo voy a… voy a complacerte…

Tantos avances, tanto esfuerzo, pensó Hitoshi con amargura, para que lo destrozara en unas horas.

Pero si tenía que comenzar a reconstruirlo todo de nuevo lo haría, no importaba cuánto tardara en ello.
Atrajo al omega a su regazo, sin dejar de acariciarle el cabello.

—No, no lo hagas —le susurró dulcemente—, sólo dime la verdad. ¿Quieres seguir en el colegio nocturno? —Denki no respondió enseguida, y Hitoshi  tragó saliva—. Bebé, prometo no gritarte ni levantarte la voz sea cuál sea tu respuesta. Lo juro.

Denki hipó, aferrándose a la camisa de Hitoshi. Lucía como un chiquillo pequeño y perdido en los brazos de su mamá.

—A mí… yo quiero… —farfulló sin dejar de temblar—, seguir estudiando… pero sólo si… si Alfa es feliz con eso…

Le dio un beso en la mejilla.

—Soy muy, muy feliz, con el hecho de que estés cumpliendo tus sueños, Kiki —le ronroneó, soltando hormonas de cariño, sintiéndolo ya más tranquilo—. ¿Y tú quieres seguir hablando y conversando con Dabi?

Decir eso significó tragarse su orgullo y admitir a regañadientes que haber reaccionado de esa forma estuvo mal. Denki no había hecho nada malo; bueno, sí, ocultarle esa información fue su error, pero podía comprender un poco el motivo por el que había actuado así.

Ahora deberían construir su relación otra vez en base a la confianza y el cariño, lo tenía claro.

Entonces cuéntale lo de Himiko.

Cuéntale que te follaste a su hermana.

Tragó saliva.

No, eso jamás.

—Dabi es mi amigo —murmuró Denki con timidez, sin levantar la vista, jugando torpemente con el dobladillo de la camisa de Hitoshi—, pero si a Alfa no le gusta, entonces… entonces no lo veré más. No quiero poner a Alfa triste —el omega se arrebujó más a su lado—. No quiero verte triste, Toshi.

Hitoshi lo miró, sintiendo su estómago apretado al ver los ojos todavía un poco temerosos de Denki, pero ahora con un pequeño brillo de tranquilidad, y se sintió una basura por haberse dejado llevar por el alcohol y la soledad.

Por haber hecho algo tan horrible y despreciable como haber engañado a Denki.

—¿Lograste hablar con Hitoshi?

Aizawa levantó la vista de la taza de café que estaba bebiendo, observando brevemente a Hizashi frente a él para luego dirigir su vista a sus pequeños hijos que miraban la televisión con expresiones concentradas, demasiados pendientes del programa infantil que daban a esa hora como para escuchar otra cosa.

—No —respondió Aizawa suspirando—, tampoco fue a trabajar hoy.

Hizashi desvió la vista, mordiendo su labio inferior.

—Estoy preocupado —admitió con un suspiro—, tengo un mal presentimiento y ver ayer a Denki cuando vino a buscar a Katsuki me dejó asustado. Si lo hubieras visto, Shota… No dejaba de sollozar y temblaba sin control. Hasta Katsuki notó que no estaba bien, porque apenas Denki lo tomó en brazos, comenzó a frotar su cabecita contra el cuello de su mamá mientras le dejaba pequeños besitos.

Aizawa dejó la taza sobre el plato, acomodando los lentes que llevaba sobre sus ojos, para luego apoyar su mejilla en su mano.

—¿Seguro que no te dijo algo? —preguntó por décima vez el beta.
Hizashi frunció el ceño levemente.
—Creo que si me hubiera dicho algo lo recordaría —espetó un poco molesto.

Su esposo levantó una mano en señal de paz, causando que Hizashi soltara un bufido, para luego señalar a los dos niños, que los observaban con los ojos abiertos por la sorpresa.

—¿Están peleando? —preguntó Shouto dando un paso, tímido.

Hizashi trató de relajar su expresión en tanto Aizawa se ponía de pie, tomando en brazos a Shouto mientras Izuku corría y abrazaba la pierna de Hizashi, llamando su atención. Por supuesto, Hizashi tomó al pequeño también en sus brazos, sentándolo sobre sus piernas.

—Claro que no estamos peleando —dijo Aizawa revolviéndole el cabello a Shouto—, sólo que papá Mic me quiere pegar.

Hizashi se atragantó con su saliva.

—¿Disculpa? —balbuceó ofendido.

—Te disculpo —replicó Aizawa.

Hizashi parecía dispuesto a replicar, pero entonces escuchó un gemido viniendo de Izuku, y al verlo notó que el menor estaba llorando. Preocupado, lo abrazó con más fuerza, acurrucándolo contra su pecho.

—¿Qué pasa, Izu? —preguntó Hizashi tocando su mejilla—. ¿Por qué lloras?

—No me gusta que peleen —sollozó Izuku—. ¿Y si luego dejan de quererse?

Aizawa y Hizashi se miraron, preocupados.

—Izuku, tu padre no dejará de quererme —dijo Hizashi llamando su atención—. Mírame, soy demasiado maravilloso como para que me deje.
Aizawa tosió, tratando de no regañar a Hizashi.

—Pueden separarse —dijo Shouto de pronto—. Y luego no veré más a Izuku y Suki. ¿Qué haré sin Izuku ni Suki?
Hizashi observó otra vez a Aizawa, diciéndole con la mirada que dijera algo para consolar a los menores.

—No nos vamos a separar —dijo Aizawa pellizcándole la nariz a Shouto— y no vamos a dejar de querernos, Shouto e Izuku, así que no se preocupen —le besó la frente, sonriendo—. ¿Qué otra persona puede soportar tanto a papá Mic excepto yo?

—¡Oye!

—Nadie —contestó Shouto con ese rostro serio que lo caracterizaba y sonriendo—. Sólo papá Shota puede soportarlo.

—¡Shouto!

—¿Está bien? —los dos niños asintieron, más tranquilos—. Ahora vayan a jugar, ¿bueno?

Tanto Izuku como Shouto asintieron, poniéndose de pie para volver frente a la televisión donde habían estado jugando con sus figuritas de acción, pero antes de marcharse, Shouto se volteó hacia sus papás.

—Papás —preguntó tímido—, si tío Hitoshi y tío Denki se dejan de querer, ¿Suki puede quedarse con nosotros?

Hizashi parpadeó en tanto la expresión suave de Aizawa desaparecía de su rostro, cambiada a una de preocupación.

—¿Dejar de quererse? ¿Por qué dices eso? Ellos no van a dejar de quererse —dijo Aizawa con tono grave.

Shouto abrió la boca, pero fue Izuku el que contestó:

—¡Hoy una señora se nos acercó mientras jugábamos en la calle! —dijo Izuku como si nada—. Nos ofreció un dulce y nos preguntó si Kacchan era un bebé lindo. ¡Le dijimos que estamos enamorados de Kacchan desde que lo vimos, ¿cierto, Sho-chan?!

Aizawa miró a Hizashi, que lucía pálido y enfermo, como si estuviera a punto de vomitar.

—¡Sí! —contestó Shouto con emoción—. Y luego nos preguntó si tío Hitoshi y tío Denki se querían porque Suki no es hijo de tío Hitoshi.

Ambos adultos sintieron como la enorme mentira parecía estarse desmoronando de a poco, pero aun así, trataron de no ceder al pánico, al miedo.

—¿Qué dijeron ustedes? —preguntó Hizashi con la voz temblando.
—Dijimos que Kacchan une a tío Hitoshi y tío Denki y los tres son muy felices juntos —respondió Izuku sonriendo.

Suspiraron un poco por el alivio, pero siguieron alertas.

—¿Qué mas dijo? —insistió Aizawa.
—Se tuvo que ir, pero antes de irse dijo que deberíamos cuidar mucho a Suki si tío Hitoshi y tío Denki dejaban de quererse —Shouto puso una expresión compungida—. No queremos que ellos se dejen de querer, se ven muy lindos juntos.

Hizashi mordió su labio inferior, pero trato de lucir relajado aunque por dentro estaba asustado.

—No dejarán de quererse —contestó Aizawa—, así que tranquilos, no tienen por qué asustarse. Y…

—Si alguien desconocido se vuelve a acercar —le interrumpió Hizashi con dureza—, ustedes no van a hablarle, aunque les ofrezca un dulce. Entrarán enseguida a casa, ¿entendido?

Los dos se miraron, asustados ante el tono de su papá, para luego asentir y salir corriendo hacia el comedor, huyendo lo más rápido de allí.

Pero Hizashi no los regañó, sólo miró a Aizawa, pensando en el triste panorama que se avecinaba por todo el desastre que sus amigos crearon.

La puerta le indicó que Hitoshi ya estaba en casa, y se arrodilló sobre la alfombra, acomodando a Katsuki en su sillita de juego, para luego sentir las manos de Hitoshi en su cintura, su aliento contra su cuello, y se estremeció.

Si fue por el miedo o por el placer, no lo tenía demasiado claro.

Miró hacia atrás, encontrándose con el rostro preocupado de Hitoshi, sintiendo como sus labios se curvaban en una sonrisa nerviosa.

Habían pasado tres días desde que tuvieron esa horrible, desastrosa pelea, y las cosas se habían tornado incómodas y extrañas entre ellos.

—¿Ocurre algo, Kiki? —preguntó Hitoshi suavemente.

Se removió, incómodo, para luego mirar a Katsuki, que lo observaba en silencio.

—No, sólo estaba jugando con Katsuki  —respondió Denki como si nada—. ¿Cómo te fue en el trabajo?
Hitoshi no lo soltó, por el contrario, se aferró un poco más a él, sus labios besando su marca.

—Agotador —contestó cansado—. He tenido que reacomodar varias citas y operaciones por haber faltado…

Su frase quedó incompleta, apagándose a medida que seguía hablando, y un silencio tenso se instaló entre ellos.

Denki jugueteó con uno de los juguetes de Katsuki, sin voltearse, en tanto Hitoshi seguía sin soltarlo.

—Quizás… —habló el menor—, tal vez… deberíamos retrasar un poco la boda…

Fue como un golpe duro para el alfa, que sintió como su instinto parecía lloriquear en protestar, como un animal herido.

Denki seguía sin mirarlo.

—¿No me amas? —preguntó Hitoshi con amargura.

El omega pareció querer hacerse pequeño en sus brazos.

—No es eso, Hitoshi —respondió Denki con la voz apenada—, pero… estoy asustado, mi amor… Tú… —su tono se quebró ahora por completo.
Denki no sabía cómo decírselo sin lucir patético.

No sabía cómo decirle que había visto los chupetones en su cuello, las marcas violáceas en su pecho.

Cómo decirle que había encontrado pintalabios en su camisa y un olor de omega femenino en sus ropas.

Porque no quería oír su respuesta.

No era tonto. No era un idiota.

Podía quedarse callado, ser tímido y estar gran parte del tiempo nervioso, pero si había algo que no era, era ser un tonto, aunque mucha gente lo mirara en menos y creyera que no podía pensar por sí mismo.

Así que era bastante obvio que Hitoshi había tenido un encuentro con una omega esa noche. Si habían sido sólo unos besos o un revolcón, todavía no lo sabía.

Pero un engaño…

—¿Yo qué? —preguntó Hitoshi con seriedad—. ¿Dudas que te amo? Porque lo hago —su voz se convirtió en un susurro temeroso—. Eres mi omega, Kiki, y te amo.

Sintió su rostro húmedo, sin embargo, siguió sin levantar la vista.

—¿Me amas? —sollozó—. Si me amas, entonces, ¿por qué…?

No quería decirlo en voz alta. No quería hacerlo realidad.

—No llores, mi amor —murmuró Hitoshi con sus ojos llenos de dolor—. Por favor, me rompe el corazón verte así.

Tomó aire.

Y lo soltó:

—¿Con qué omega fue?

El cuerpo del alfa se tensó.

Dejó salir un jadeo bajo de pena.

—¿Te acostaste con ella o sólo se besaron?

Denki levantó la vista cuando sintió una suave caricia en su mejilla, y se encontró con los afectuosos y dulces ojos rojos de Katsuki, frente a él, con ese simple toque calmándolo, relajándolo un poco, lo suficiente para que no colapsara entre lágrimas.

Cuidadosamente sacó al pequeño de su silla, sentándolo en su regazo, y el bebé no dudó en acurrucarse contra el pecho de Denki, sin decir nada.

—Estaba borracho —contestó Hitoshi entonces, con la voz apagada—, pero sé que no es una justificación para lo que ocurrió —tragó saliva—. Ella… ella me besó. Sólo fue eso, unos besos sin sentidos, pero… pero la alejé antes de que pasara a mayores. No la conocía. Ni siquiera recuerdo su nombre.

—¿Lo prometes? —susurró Denki, sin girarse todavía—. ¿Lo juras, Hitoshi?
El alfa tragó saliva.

—Lo juro —respondió con el estómago apretado.

Distraído, Denki se volteó, sin soltar a Katsuki.

—Te amo —dijo Denki, quieto y tranquilo—, pero esto… Un engaño no es aceptable para mí, Hitoshi.

Hitoshi asintió, avergonzado, bajando la vista.

Denki suspiró.

—Sigo siendo tu omega —prosiguió Denki, tranquilo—, a menos que marques a otro omega o yo me deje marcar por otro alfa —las manos de Hitoshi picaron y su alfa sollozó por las palabras del menor, gimiendo en señal de perdón—. ¿Quieres que nos separemos de forma definitiva, Hitoshi?

—No —su respuesta fue rápida y definitiva, sin duda alguna—. No, no quiero eso.

El omega asintió en silencio.

—Yo tampoco lo quiero —contestó Denki—. Yo… he aprendido a quererte y amarte. Mi omega te ama. Pero también está herido —tomó la mano de Hitoshi, apoyándola en su pecho—. Aquí, duele mucho.

—Haré lo que sea —habló entonces Hitoshi de forma lastimosa, como un cachorro siendo abandonado—, lo que quieras.

Denki tembló, entonces, asustado por primera vez en su vida.

Porque esperaba que Hitoshi se impusiera, que le dijera que debía perdonarlo, que sacara su lado alfa y lo sometiera. No que prácticamente estuviera arrodillado frente a él, pidiéndole, rogándole, su amor. Su cariño. Su perdón.

Denki nunca tuvo esa clase de poder sobre otra persona, y le asustaba por lo que significaba.

El verdadero amor que Hitoshi sentía por él.

—Ámame —pidió Denki.

Hitoshi lo miró.

Y Denki pensó que le levantaría la voz, que se reiría en su cara por sus palabras, que lo ignoraría y se iría.
Denki temía que llegara el día en que Hitoshi se diera cuenta de que no valía la pena estar con él y se fuera.
Pero Hitoshi sólo extendió sus brazos, suavizando su expresión, mirándolo con completa ternura y cariño.

—Ven, Kiki —susurró.

Y lo amó.


Estamos a nada de necesitar mucho, pero mucho clorox.

Voten y comenten puppies, los leo.

😉😉😉😉

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