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Capítulo doce

"Kilig" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.

Esta es una adaptación de dicha obra 100% autorizada por la autora.

—Yo no habría perdonado a mi alfa por una infidelidad. ¡Eso es humillante! Yo le habría roto el pene y obligado a que se lo comiera.

— Es por eso que no tienes pareja, Toru.

— No tengo pareja porque nadie es lo   digno para mí —replicó Toru mirando sus uñas con interés.

Hatsume suspiró, rodando los ojos mientras observaba a Denki, que ese día había llevado a Katsuki a las clases porque su alfa tuvo una operación de emergencia y no tenía a nadie que pudiera cuidarlo. El bebé, en brazos de Denki, estaba mirando concentradamente un cubo rubik, tratando de girarlo con sus rechonchas manitos, ajeno a todo el mundo en tanto Denki masticaba una manzana.

—No lo he perdonado — contestó Denki distraído.

Toru resopló, levantando la vista.

—Deberías averiguar con quién te engañó —siguió picando Toru—, así le das una paliza.

Hatsume golpeó a Toru en la cabeza, sacándole un quejido.

—De verdad, ¿no te cansas de ser mala? —regañó Hatsume—. Lo que menos necesita ahora Denki es que no lo apoyemos.

La beta suspiró, negando con la cabeza.

—Es sólo que no puedo entenderlo —respondió Toru—. Una infidelidad... ¿cómo puedes soportarlo?

No, en realidad no lo soportaba.

Varias noches se había sorprendido a sí mismo, mientras Hitoshi le hacía el amor con total dedicación y ojos llenos de ternura y cariño, si esa omega de rostro desconocido que Hitoshi había besado no sería mejor que él. Si no tenía mejores cualidades más acordes a las necesidades de Hitoshi. Si no podía darle ese bebé que Hitoshi tanto parecía querer.

Esa mañana había botado al basurero la tercera prueba de embarazo que se hacía desde que Hitoshi lo marcó con el mismo triste resultado: negativo.

Denki era fértil, lo sabía, pero sabía también que sus hormonas no estaban en sintonía con las necesidades de su alfa porque estaban más preocupadas de envolver a Katsuki para que estuviera bien y feliz. Sólo cuando Katsuki fuera más independiente recién podría quedar preñado otra vez, pero para eso todavía faltaba, y no sabía cómo sentirse respecto a aquello.

—¿Estás seguro de que un día no aparecerá esa omega a decir que quedó en cinta? —preguntó sin maldad Toru.

Denki sacudió la cabeza.

—Hitoshi dijo que sólo se besaron —murmuró débilmente.

—Y el infierno es sólo un sauna —replicó Toru antes de ganarse otro golpe—. Deberías sacarle celos con Dabi. Nuestro pobre profesor te mira como un cachorrito —agregó Toru como si nada.

Denki la miró con reproche, pero antes de poder hacerlo, Katsuki se adelantó:

—No guta. Él —miró a Toru con grandes ojos inocentes y la beta no pudo resistirse: a pesar de lucir como una chica despectiva con el mundo, tenía un corazón de oro, y no dudó en tomar a Katsuki en brazos.

—No me acercaré a Dabi —le dijo a Hatsume mientras su amiga se dedicaba a balancear a Katsuki, sacándole carcajadas—. Hitoshi me está dando mi espacio, y yo también respetaré su pedido.

—¿Él te pidió no acercarte a Dabi? —preguntó Toru con regaño en su mirada.

—No —Denki se encogió de hombros, viendo como los estudiantes entraban al salón para el inicio de la siguiente clase—, pero sé que no quiere que lo haga. No más mentiras. No más celos. No más problemas.

Ambos amigas se miraron, tratando de no soltar un comentario que pudiera herir más a Denki de lo que ya estaba, y se limitaron a suspirar, acomodándose en sus asientos cuando el pequeño receso terminó, el resto de los estudiantes entrando al salón.

—¿Toru? —la beta se giró, quedando encandilada ante la dulce mirada de la omega frente a ella—. ¿Puedo sostenerte un ratito a Katsuki?

—¡Claro que sí! —respondió Toru enérgicamente.

Itzuka soltó una risita baja, inclinándose para tomar en brazos a un feliz Katsuki en tanto Denki se giraba a mirar a Hatsume con una ceja enarcada.

La beta le sonreía a Itzuka, totalmente feliz.

—Katsuki es un bebé tan lindo, Denki —comentó Itzuka encantada, frotando su mejilla contra el desordenado cabello del pequeño—. Me gustaría tener uno.

Hatsume soltó una risita baja.

—¿No hay ningún alfa que te corteje, Itzuka? —preguntó Denki, mirando a Hatsume.

La omega hizo una mueca.

—No, creo que no soy lo suficientemente bonita para uno —contestó Itzuka con pena en su voz.

—¡Pero qué dices, si eres preciosa! —chilló Hatsume.

Denki se estaba riendo cuando su móvil sonó, y contestó la llamada, observando a sus amigas bromear.

—Hitoshi —saludó tranquilo.

—Hola bebé —contestó el alfa al otro lado de la línea—. ¿Cuánto te queda en el colegio?

—Sólo una clase —respondió arrugando los labios—. ¿Por qué?

Hubo un pequeño silencio.

—Mi operación acaba de terminar y estaba pensando en ir a buscarte —respondió Hitoshi con cuidado, tomándose su tiempo—. Ya sabes, para qué...

—Hitoshi —le interrumpió Denki, su voz un poco dura—. ¿No hablamos esto? Acordamos que no vendrías a dejarme ni a buscarme. Puedo pagar un taxi.

Otro pequeño silencio.

—Pero mi amor… —gimoteó Hitoshi, y Denki casi podía imaginar el rostro del alfa, como si lo estuviera frotando contra su pecho.

Suspiró.

—No, Hitoshi.

—Sólo iré a buscarte, me quedaré dentro del auto y no le gruñiré a nadie. No golpearé a Dabi.

Frotó su frente con irritación.

—No quiero verte afuera —le advirtió Denki—. Nos vemos en casa, Hitoshi.

—Pero...

Cortó la llamada.

—Uh, problemas en el paraíso —se burló Toru, pero antes de poder darle un golpe, Dabi ingresó al salón.

El alfa le dirigió una mirada de pena, sin embargo, Denki le ignoró por completo, cargando a Katsuki para que estuviera tranquilo en las horas que quedaban.

Pudo oír el suspiro bajo que el alfa dejaba salir, pero no le miró, fingiendo observar a Katsuki atentamente, que en ese momento agarró un lápiz rojo y se puso a colorear en el cuadernito que tenía.

—Los trabajos ya están revisados —dijo Dabi callando a todo el mundo—. Me alegra ver resultados positivos. Son poemas muy buenos.

Comenzó a entregar los trabajos uno por uno, dando unas pequeñas palabras de aliento, y cuando Denki recibió el suyo, no hubo frase alguna.

Aunque bajo el enorme diez que Dabi había escrito, se leía una nota pequeña.

Lamento haberte causado problemas, Denki. Por favor, volvamos a hablar.

Negó con la cabeza, dejando el trabajo a un lado, y sostuvo con más fuerza a Katsuki, que lo miró y sonrió mostrando sus dientecitos aunque todavía faltara para tenerlos todos.

Le devolvió la sonrisa y Katsuki se rió para luego seguir pintando.

La clase pasó sin contratiempo alguno a pesar de las constantes miradas que Dabi le dirigía, pero las ignoró por completo. Por mucho que quisiera hablar con él, recordar el rostro rabioso, los ojos llenos de ira de Hitoshi, lo seguía estremeciendo por dentro.

Debería haber estado acostumbrado a la furia y la saña: su padre estaba enojado casi todo el tiempo, y Shigaraki también se había enojado con él en diversos momentos de su matrimonio, pero un omega nunca estaba listo para lo que era ser receptor de rabia y cólera.

Si podía evitarlo, Denki lo evitaría. Además, no quería tener otra pelea con Hitoshi, no quería que su amor se transformara en miedo.

Cuando la clase terminó, se apuró en acomodar a un ya somnoliento Katsuki en sus brazos, que no dudó en recostar su cabeza en el hombro del omega, cerrando sus ojos en tanto Denki lo cubría con una manta. A pesar de ser primavera, por las noches seguía haciendo frío y lo que menos quería era que el bebito se resfriara.

—Deberíamos fijar ya tu fecha para tu despedida de soltero —dijo Hatsume saliendo a su lado—. ¿En cuánto te casas? ¿Tres semanas?

Denki asintió, sonriendo con suavidad.

—No es necesario hacer nada —contestó calmadamente.

—Te haremos una fiesta enorme —ignoró Toru bostezando—. Con alfas que te hagan un striptease. Quizás alguno quiera tener una noche loca contigo, Denki.

Rodó los ojos, moviendo su cadera para darle un golpe a la beta.

—Eres una sucia —regañó Denki.

—¿Oyes eso, Hatsume? —Toru se llevó una mano a su pecho—. Denki es el menor de la clase, pero es toda una madre.

—Si no tuviera a Katsuki en brazos, te daría un buen golpe —dijo ofendido Denki.

—Pium, pium —balbuceó Katsuki amodorrado.

Los tres se rieron, saliendo del edificio, y Denki llamó a un taxi, despidiéndose de sus amigas. Mientras esperaba, sin embargo, sintió una presencia a su lado, y se giró encontrándose con el triste rostro de Dabi.

—¿Ocurre algo, profesor? —preguntó educadamente.

Dabi suspiró.

—Denki, por favor... Lo del otro día...

—Dabi, lamento mucho lo que hizo Hitoshi —se disculpó Denki desviando la vista—, no tengo excusa para su reacción, así que espero que sepas perdonarlo —tomó aire—, pero también te pido que me des mi espacio por ahora. Hitoshi y yo... necesitamos arreglar nuestras diferencias, porque lo amo y él me ama, y nos casaremos pronto. No necesito más problemas por ahora.

Dabi le observó unos segundos en silencio, sin decir cosa alguna, para luego morder su labio inferior.

—¿Acaso es un problema que te juntes con un amigo? —preguntó arrugando el ceño.

Denki le miró en silencio, aferrándose a Katsuki, que dormitaba tranquilamente, tratando de no pensar en los irracionales celos de Hitoshi, en su violenta reacción, en sus palabras crueles y duras.

Admitía haber cometido un error al ocultarle información tan importante a Hitoshi, algo que no tuvo que haber hecho, sin embargo…

Sin embargo, Hitoshi había estado a punto de descontrolarse sólo por eso, y no quería imaginar cómo se comportaría si seguía juntándose con Dabi, con o sin su aprobación.

Los alfas eran salvajes, posesivos y celosos por naturaleza. Si ellos sentían que algo o alguien amenazaban a su pareja, no iban a controlarse un poco para marcar lo que creían que era suyo, y Denki, muy a su pesar, ahora le pertenecía de una forma cruel al instinto alfa de Hitoshi. Y Hitoshi sabía que Dabi sentía algo más por Denki, su omega, y no iba a ser racional para dejar en claro que Denki era ahora suyo.

Hitoshi podría aceptar que siguiera viendo a Dabi por un tiempo, pero ¿qué ocurriría después?

No, Denki no iba a jugar con fuego.

—Cuando tengas a tu omega, podremos seguir siendo amigos, Dabi —dijo Denki con suavidad, observando como el taxi que había pedido se acercaba.

Dio un paso, pero antes de poder alejarse, el alfa lo agarró del hombro.

—Tú eres mi omega —declaró en voz baja, a su oído, y se estremeció por ello.

Pero Dabi ya estaba alejándose.

El instinto de Denki demandó que corriera lejos de allí, así que no dudó en subir al taxi, dando la dirección de la casa en tanto Katsuki se quejaba por el repentino movimiento.

Dabi nunca había dicho algo tan declarativo con respecto a sus sentimientos. Siempre dio pequeños indicios, suaves coqueteos, pero decirle directamente que lo veía como su pareja y omega, era algo que siempre se reservó.

Sin embargo, ahora que lo había dicho, el estómago de Denki sólo se contrajo en ansiedad y susto.

Tal vez sí iba a decirle a Hitoshi que lo fuera a buscar por las noches.

Minutos más tarde entró al hogar, pero antes de poder dar dos pasos, unos cálidos brazos seguidos de un gruñido de placer lo envolvieron por completo, a él y Katsuki. El bebé soltó un ruido de aprobación, a gusto por el ambiente familiar que lo rodeó, y se acomodó una vez más, dispuesto a dormir por el resto de la noche.

Denki soltó un jadeo de satisfacción cuando unos suaves labios le besaron el cuello.

—Te extrañé —murmuró Hitoshi sin soltarlo un poco, arrebujándose a su lado—. Te extrañé tanto, mi pequeño príncipe.

Denki soltó una suave risa, negando con la cabeza.

—¿Me perdonas? —preguntó Hitoshi levantando el rostro con expresión compungida—. No quería ser tan insistente, pero realmente te eché de menos.

Denki suspiró.

—No pasa nada —le dijo Denki—. Perdóname a mí por haber sido tan cortante —le pellizcó la nariz, haciendo que la arrugara—. Voy a pensar si puedes ir a buscarme, ¿está bien?

Los ojos de Hitoshi brillaron por el gusto.

—No te merezco —Hitoshi lo olisqueó, haciendo una mueca—. ¿Cómo está Dabi?

El omega frunció las cejas levemente para luego alejarse.

—Deja que acueste a Katsuki —le dijo señalando al pobre bebé que cayó dormido por completo—, luego, podemos hacer el amor si quieres —Hitoshi sonrió, y Denki le dio un beso suave—. Vamos a hacerle ese hermanito a Katsuki que tanto quiere.

Hitoshi no dijo nada, pero Denki estaba seguro que podía escuchar su grito de emoción.

Nemuri sonrió mientras ladeaba la cabeza, complacida mientras leía unos papeles frente a ella con total gusto en tanto Himiko, calmada, le servía un vaso de vino.

—¿No tomarás algo? —le preguntó la alfa a la omega.

Himiko negó con la cabeza.

—El alcohol no me hará bien en mi estado —contestó como si nada.

Indiferente, Nemuri asintió, y en ese instante tocaron a la puerta de la oficina. La alfa se tomó su tiempo, Himiko yendo a sentarse al sofá con tranquilidad, y sólo cuando Nemuri se puso a acomodar los papeles dejó que la persona que tocó la puerta pasara.

Era uno de sus guardias privados, haciéndose a un lado para mostrar al alfa que quería ver desde hace mucho tiempo.

Su sonrisa se transformó en una de completo gusto cuando Sero Hanta le devolvió la mirada con frialdad.

—¿Cómo están tus padres, querido? —preguntó Nemuri como si nada—. Anda, siéntate, tenemos mucho de qué hablar.

Sero no se movió, estrechando sus ojos.

—¿De qué quería hablar conmigo, señora Shinso? —preguntó Sero con la mandíbula apretada.

La alfa soltó una risa baja.

—Directo al grano, ¿no, Sero? —suspiró exageradamente, negando con la cabeza—. Verás, cariño, ¿cuánto te pagó Hitoshi por alterar los exámenes de ADN? ¿O lo hiciste gratis?

Sero parpadeó.

Nemuri no cambió la expresión de su rostro.

Luego de unos segundos en silencio, Sero sonrió con burla.

—No sé de qué habla, señora Shinso —respondió con calma.

Nemuri bufó, mirando a su guardia, y le hizo un gesto con los dedos. Unos segundos después, Sero estaba siendo golpeado en el rostro con brutal fuerza, cayendo al suelo con un jadeo de dolor.

El alfa levantó la vista, su nariz rota, y contempló de forma incrédula a Nemuri. La mujer estaba calmada y con expresión aburrida.

—Verás, Hanta, no tengo tiempo para jugar al escondite contigo, así que tienes dos opciones: me dices la información de buena gana o tendré que sacártela a la fuerza.

Sero escupió al suelo la sangre en su boca, sus ojos fríos ante la alfa frente a él.

Nemuri amplió su sonrisa.

—Vas a decirme todo quieras o no —prosiguió Nemuri con falsa dulzura—, pero los únicos que saldrán afectados si decides resistirte es tu familia. Uno de mis hombres está listo para degollar a tu pequeño hijo de dos años y a la dulce Mina si no colaboras, cariño.

Los ojos de Sero se abrieron por el horror mientras se enderezaba, pero antes de lograr ponerse de pie, el guardaespaldas de Nemuri lo empujó otra vez, poniendo su pie sobre la espalda del hombre para impedir que se levantara.

—¡Por favor! —pidió aterrado, pálido por el miedo y la desesperación—. ¡Ellos no te han hecho nada!

—Claro que no —dijo Nemuri  amablemente—, por eso no quiero mandar a matarlos. Así que si me ayudas, haremos como que esto no ocurrió y te dejaré en paz, ¿está bien?—

Sero mordió su labio inferior, temblando, luciendo enfermo y afectado.

—¿Por qué…? —farfulló en tono débil—. El omega no te ha hecho nada, ¿por qué…?

—Quiero lo mejor para mi hijo —contestó Nemuri apoyando su mejilla en su mano—, y ese asqueroso omega no es nada.
Sólo una pequeña basura que no merece llevar el apellido Shinso  relacionarse con mi familia, con un alfa puro como lo es Hitoshi —la alfa suspiró—. Me estoy cansando de esperar tu respuesta, Hanta, ¿sabes? No tengo demasiada paciencia.
Sero pensó en la promesa que le había hecho a su amigo, en su rostro suplicante, en su mirada hacia el omega que lo había conquistado, y sintió como su estómago se contraía por el dolor y la pena.

—Yo no…

—Himiko, cariño —la omega, que hasta el momento había permanecido sentada con una mirada de indiferencia, se puso de pie, observando a su jefa—. ¿Por qué no llamas a Cho para que remate a la familia de nuestro querido Hanta?

—Será un placer, señora Shinso —contestó Himiko sonriendo.

—¡Está bien! —gritó Sero rompiendo a llorar—. Te lo diré todo, maldita sea.

Pidiéndole perdón a Hitoshi por no poder cumplir con lo prometido, Sero Hanta comenzó a hablar.

Denki soltó un gemido mientras enterraba sus uñas en la espalda de Hitoshi, sintiendo como el semen del alfa lo llenaba para luego anudar con un gruñido contra su garganta, sus dientes enterrándose en su marca.

—Mhn, Hitoshi… —balbuceó el omega sin alejarse.

—Mi omega —masculló Hitoshi repartiendo besos mariposa por el cuello de Denki—. Mío, mío, mío… Mi Kiki…

Se estremeció, cerrando sus ojos, y de pronto la imagen de esa omega desconocida llegó a su mente, besando a Hitoshi y tocándolo sin pudor alguno.

Sin embargo, por primera vez desde la pelea, el rostro de esa omega se transformó en la cruel cara de Himiko, y sin poder soportarlo, rompió a llorar.

Dios, ¿qué le estaba pasando?

Hitoshi, alarmado, separó su rostro del cuello del omega, mirando a Denki con preocupación mientras éste sólo sollozaba en voz baja.

No lo soportaba, no podía hacerlo: amaba a Hitoshi demasiado, pero lo que había hecho, haberlo engañado de esa forma… Todavía dolía, todavía lo estremecía por completo y lo hacía sentir sucio y pequeño y una basura que no era suficiente para su alfa.

Lo hería en lo más profundo de su orgullo, pero por sobre todo, le hacía pensar que era desechable para Hitoshi.

—¿Te hice daño? —susurró Hitoshi saliendo de su interior, sus manos tomándolo de la cintura para atraerlo a su pecho, pero Denki soltó un chillido de disgusto, empujándolo—. ¿Bebé?

—No me toques —murmuró Denki girándose, sin importarle si estaba sudado, manchado con su esencia en el estómago, con el semen de Hitoshi en su interior—. No me toques, Hitoshi.

Podía sentir la vacilación del alfa, pero para su fortuna, le dio su espacio y se quedó en silencio, sin acercarse.

¿Cuánto había pasado desde esa pelea y ese engaño? Dos semanas. Sin embargo, seguía doliendo. Probablemente dolería para siempre.

¿Cómo podía ignorar lo que había ocurrido y fingir superarlo? Un engaño era… era…

Era algo que lo enloquecía por completo.

—Si yo… —susurró con tono quebrado—, si yo me hubiera ido, y hubiera permitido que un alfa me hubiera besado, me hubiera tocado, ¿qué habrías hecho, Hitoshi?

No hubo una respuesta enseguida.

—Lo habría buscado para matarlo —contestó Hitoshi con tono oscuro.

Asintió, mordiendo su labio inferior.

—¿Ella era más linda que yo? —preguntó Denki en voz baja.

El estómago del alfa dolió ante la pregunta, su respiración cortándose cuando Denki se giró, mirándolo con ojos brillantes, y su boca se sintió seca, su garganta apretándose.

Quería llorar, abrazar a Denki, decirle la verdad que lo estaba carcomiendo por dentro, pedirle que jamás lo dejara, que lo necesitaba desesperadamente a su lado por toda la vida. Que volviera a confiar en él aunque no lo mereciera.

Pero por sobre todo, que le mirara otra vez como si Hitoshi fuera capaz de salvarlo de todo lo malo en el mundo, aunque fuera todo lo contrario: para Hitoshi, Denki era la persona que lo había salvado y hecho vivir.

—No —dijo Hitoshi con seriedad, sin una pizca de mentira en su voz—. Ella jamás se podrá comparar contigo, Denki. Jamás podrá llegarte si quiera a los talones. Tú… tú eres un ángel.

Las mejillas pálidas de Denki se tornaron de rojo, pero aun así siguió impasible.

—Cuando te besaba, ¿sentías algo? —siguió preguntando Denki, sus dedos acariciando la sábana.

Hitoshi trató de rememorar esa noche, los besos de Himiko en su cuello, su pecho, sus caderas meciéndose en su cintura y el gemido que soltó la chica al llegar al clímax. Lo demás estaba borroso, un recuerdo lejano que no quería desentrañar.

—Era como si estuviera lejos —contestó Hitoshi tomando la mano de Denki—, como si no hubiera sido yo. La alejé antes de que pasara a mayores.

Mentiroso. Maldito mentiroso. ¿Por qué no puedes decirle la verdad?

Porque eso destrozaría a Denki.

Porque eso haría que lo perdiera, y Hitoshi no quería perderlo.

Abrió la boca para decir algo más, pero entonces Denki se enderezó, con el ceño un poco fruncido, para luego ponerse de pie, vistiéndose con su bata. Hitoshi le miró, confundido.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

—Es Katsuki —murmuró Denki sin mirarle—. Creo que no está durmiendo bien.

Sin decir otra cosa, el omega salió del cuarto. Hitoshi no tardó en seguirlo.

Lo primero que hizo Denki al entrar al cuarto de Katsuki fue ir directo a la cama del bebé, donde el pequeño soltaba quejidos bajos y lloraba en silencio. El omega no tardó en tomarlo en brazos, preocupado totalmente, comenzando a mecerlo y hablarle para tratar de calmarlo.

Hitoshi también se acercó, sabiendo que si el bebé estaba asustado, un ambiente familiar sería lo mejor para relajarlo.

Segundos después, Katsuki se despertó, lloriqueando.

—Mami… —farfulló colgándose del cuello de Denki—, mami, mami, mami…

—Tranquilo, Suki —susurró Denki dejando que Hitoshi lo abrazara por la cintura—, mami está aquí, contigo. No pasará nada, bebé, lo prometo.

—Mami —siguió repitiendo Katsuki por varios segundos.

En silencio, los dos adultos salieron del cuarto, volviendo a la habitación matrimonial. Una vez allí, Denki se acostó con Katsuki en sus brazos, que no parecía querer alejarse de él, en tanto Hitoshi abría la ventana para que el olor a sudor y sexo desapareciera del cuarto.

Al volver a la cama, se encontró con el bebé más calmado, chupando su dedo mientras Denki lo arrullaba, cantándole en voz baja.

—¿Qué ocurrió, bolita de arroz? —preguntó Denki tiernamente, acariciándole el rubio cabello.

Katsuki se acurrucó más en sus brazos de ser posible.

—Mami no taba —murmuró el bebé—. Taba feo y oculo y mami no taba. Mami, ¿no te ilás?

Denki parpadeó para luego sonreír, besándole la frente a Katsuki.

—Qué dices, Suki —le dijo con cariño—. Jamás me iré, ¿está bien? Siempre estaré a tu lado, mi pequeño bebé. Jamás voy a abandonarte, estaremos juntos por toda la vida.

Denki siguió murmurándole cosas dulces al bebé para que volviera a dormir, y mientras lo hacía, Hitoshi pensó en lo que había dicho Denki. Era normal que lo dijera, por supuesto, porque su bebé acababa de tener una pesadilla, pero…

Pero por algún motivo que quería espantar, aquellas palabras habían sonado a mentira y a una promesa que pronto sería rota.

Voten y comenten queridos cachorros,  los leo.

😘😘😘😘😗

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