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Capítulo cuatro

"Kilig" es una obra original d Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.

Esta es una adaptación de dicha obra 100% autorizada por la autora.

Hitoshi miró el mensaje que Denki le había enviado en la mañana, sonriendo de lado al ver la imagen adjunta de un rechoncho Katsuki lleno de tierra después de ayudar a su mami en el jardín, para luego tratar de volver a concentrarse en la operación que haría en media hora. Sin embargo, el hecho de que Denki le dejara de vez en cuando mensajes tímidos le hacía ver que el omega estaba poniendo de su parte para que las cosas funcionaran, y eso le aliviaba un montón.

Luego de lo que había hecho su mamá temía que Denki lo rechazara sin pensarlo un poco.

Pero el omega seguía a su lado, nervioso, asustadizo, aunque seguía allí.

Se estaba encariñando demasiado rápido, sin embargo, no le importaba mucho.

Tocaron a la puerta de la habitación y soltó un gruñido en señal de que la persona entrara.

Aizawa se asomó con una ceja enarcada. Su amigo era pediatra y solían juntarse para fumar o comer algo de vez en cuando.

–Noto el amor en el aire–dijo Aizawa con sarcasmo.

Hitoshi frunció el ceño, mirándolo con ojos entrecerrados.

–¿Qué quieres?–le dijo bruscamente.

Aizawa arrugó los labios, observándolo mientras resoplaba.

–Hace mucho no tenemos una noche de hombres... –comenzó a decir vacilante.

–Mierda–Hitoshi lo miró con burla–, ¿te peleaste con Mic?

Su amigo negó con la cabeza, sin embargo, sus ojos tristes demostraban que estaba mintiendo con claridad, y Hitoshi se inclinó un poco. Cada vez que Aizawa y Hizashi tenían una pelea, el mayor solía ir a buscarlo para pedirle que fueran a tomar algo, tratando de despejarse.

–¿Qué fue lo que hiciste? –le preguntó calmado.

–¿Por qué todo el mundo cree que fui yo el que hice algo? –se quejó Aizawa sentándose en la silla frente al escritorio-. ¡Mic igual puede cagarla!

–Eh...

–Le dije que había engordado–soltó Aizawa atormentado–. Ni siquiera lo pensé, lo dije porque mientras lo abrazaba.

–Oye, no quiero saber eso– protestó Hitoshi.

–... le apreté su rollito y se lo dije –Aizawa continuó como si nada–. Me echó de la cama y hoy en la mañana no me dijo nada–siguió lamentándose como un niño pequeño–. Por favor, Hitoshi, tengamos una noche de hombres.

–Estoy seguro de que eres cualquier cosa menos un macho en este momento, Shota –se burló Hitoshi recostándose en la silla.

Aizawa lo miró de forma incrédula.

–No puedes decirme cuando estás como un perrito enamorado detrás de Denki –replicó Aizawa.

–¡No estoy como un perrito ena..!

–"Oh, ¿por qué Kiki no me acepta? ¿Por qué Kiki le presta más atención a su bebé? Odio a Suki, lo odio tanto, quiero ser un bebé para que así Kiki me mime" –imitó Aizawa con una voz patética.

Hitoshi lo fulminó con la mirada, convenciéndose a sí mismo de que no había forma alguna de que él actuara de esa forma alrededor del omega. Aizawa estaba exagerando, que dijera esas cosas era imposible.

–Saldré a tomar contigo sólo porque hace mucho no lo hago–contestó de mal humor.

Aizawa sonrió ampliamente, poniéndose de pie.

–Pasaré por ti a las seis–dijo antes de salir.

Hitoshi respondió con un gruñido, conteniendo las ganas de lanzarle su lápiz a su amigo, y se limitó a sacar el móvil viendo la nueva notificación que llegó minutos atrás. Denki le envió una foto de él poniendo una expresión de asco mientras señalaba la tierra llena de lombrices, y su rostro le sacó una sonrisa pequeña en tanto le contestaba.

Bueno, quizás Aizawa tenía razón y si estaba actuando como un perrito enamorado alrededor de Denki, pero no lo iba a admitir nunca en la vida.


Había recibido minutos atrás un mensaje de Hitoshi diciéndole que no iba a alcanzar a llegar y que se fuera a su casa sin dudarlo, que se verían al día siguiente, y luego de terminar de arreglar el patio tomó en brazos a Katsuki, saliendo del hogar del alfa para dirigirse a su casa.

Katsuki estaba lleno de tierra porque quiso ayudarlo en el jardín, así que lo primero que hizo al llegar fue darle un baño que resultó siendo un desastre porque a su bebé no le gustaba bañarse y aprovechando cualquier distracción de Denki salía de la bañera sin importarle si estaba desnudo para escapar corriendo entre risas y gritos.

Así que Denki terminó con la ropa mojada, con un dolor en el estómago debido a las risas y agotado por el largo día. Katsuki parecía igual de agotado que él, porque cuando lo recostó en su cuna, no protestó un poco pidiéndole dormir con él y se quedó dormido en unos minutos.

Denki soltó un bostezó, entrando a su cuarto, cayendo dormido apenas su cabeza tocó la almohada.

Sin embargo, su sueño placentero se vio interrumpido por unos fuertes golpes en la puerta seguidos de timbrazos y gritos.

Maldiciendo por lo bajo -y rogando que Katsuki siguiera durmiendo- observó la hora para luego ponerse las pantuflas con una bata. Eran las tres de la mañana, ¿quién podía venir a esa hora?

Espera.

¿Era la voz de Hitoshi?

–Kiiiiiiiiikiiiiiiiiiiiii, ábreme, bebé, por favoooooor–gemía Hitoshi golpeando la puerta.

Bajó las escaleras, atónito.

–¡Te quieeeeeeeeeero, mi amooooooooor, mi lindo solciiiiiiiiiiiiiiito! –insistía Hitoshi de forma risueña.

Tomó aire, frunciendo los labios, y abrió la puerta.

Alcanzó a agarrar a Hitoshi antes de que cayera al suelo.

Pudo sentir olor a cigarro y alcohol en su chaqueta.

Iba a decirle algo, pero entonces Hitoshi levantó la vista.

–¿Por qué me miras como si fueras a electrocutarme?–gimoteó como un niño pequeño–. Quiero besarte, Kiiiiikiiii –y extendió los labios en una trompita.

Denki quería seguir luciendo enfadado por haber visto su sueño interrumpido, pero la actitud de Hitoshi, más ese mote cariñoso le estaba enterneciendo contra su voluntad.

Así que negó con la cabeza, sonriendo de lado.

–Voy a llevarte a tu casa, Hitoshi -le dijo dando unos pasos.

–Nooooooooooooooooo –Hitoshi se aferró con más fuerza a él–. No te he visto en todo el día, bebito.

–Me estás viendo ahora–regañó Denki.

-Pero nunca es suficiente -protestó Hitoshi con pena-. Podría verte todo el día y nunca sería suficiente, Kiki.

El omega sintió sus mejillas ruborizadas, y mordió su labio inferior de forma indecisa. Observó el sofá en el comedor para luego notar el rostro un poco rojo de Hitoshi. Bueno, podía dejarlo durmiendo en el sofá, estaba seguro que en el estado de Hitoshi daba lo mismo.

–¿Dónde estabas, Hitoshi?–le preguntó acariciándole el cabello.

Hitoshi le sonrió, feliz por su atención, y Denki sintió su corazón latir con más fuerza al ver la bonita sonrisa del alfa.

–Shota me invitó a beber porque estaba peleado con Mic–se quejó Hitoshi-, es horrible escuchar sus quejas, pero dijo que debía hacerlo porque él siempre me escucha cuando me quejo de ti.

La sonrisa de Denki se tambaleó y sus inseguridades volvieron.

–¿Tienes alguna queja?–murmuró con la voz temblando.

–Sí–Hitoshi sonrió de forma perezosa–. Me quejo siempre de lo lindo, adorable y tierno que eres, Denki. Eres como... ah... como mi cama.

–¿Eh?–Denki frunció las cejas.

–Sí, porque cuando te veo... –Hitoshi se arrebujó a su lado-, me siento feliz.

Denki estaba seguro que iba a morir pronto por las dulces palabras que Hitoshi le decía debido a su borrachera. Era demasiado para él, nunca nadie antes le había dicho cosas tan dulces en tan poco tiempo.

–Entonces fuimos a beber con Aizawa y me contaba toda su vida sexual con Mic–siguió Hitoshi–. ¿Sabes lo que hacen en la cama? –el rostro del alfa se iluminó–. Mi amor, ¿eres elástico?

Oh, santa virgen.

¿Realmente le estaba preguntando eso?

–¿Dónde está Aizawa? –preguntó para desviar su atención.

–Fue a seducir a Mic–Hitoshi lo abrazó por la cintura–, aunque estoy seguro de que Mic le dará un golpe–el alfa hizo un pequeño puchero–. Quiero dormir contigo, Kiki, abrazadito a ti y decirte lo lindo que eres. Mi omega -soltó un suspiro-. Mi bonito omega.

–Hitoshi, vas a dormir en el sofá–regañó Denki.

–¡Noooooooooo!–lloriqueó Hitoshi como un niño pequeño–. No quiero, no quieeeeero –Hitoshi sacudió a Denki de los hombros–. ¿Por qué a tu bebé gordo lo dejas dormir contigo?

–¿Le acabas de decir gordo a mi bebé? –preguntó Denki incrédulo.

–Quise decir rechoncho.

–¿Se supone que eso es mejor?

–Si no duermo contigo, voy a morirme.

–No vas a morirte.

–¿Si te canto una canción, me dejarás dormir contigo?

Denki iba a negarse, pero ver la mirada insistente de Hitoshi le hizo ver que no podría librarse de ella.

–Sólo si tu canción me conmueve -respondió soltándolo, cruzándose de brazos.

Hitoshi asintió con entusiasmo, comenzando a aclararse la voz.
Entonces, empezó a cantar:

Si estas en tu casa tan triste y tan sola, nada que hacer y estas picándote la ....
Yo te recomiendo para tu calentura, que vayas a la tienda por un bote de pintura, consigas un mango, el mango de un hacha y luego te la ensartes en la .... Baila rica nena, sabrosito, baila rica nena, mas pegadito.
¡¡Me gusta chichi, me gusta chacha, yo quiero que me des, que me des papaya, papapaaayaaaaa!!

Denki lo miró de forma inexpresiva cuando terminó de cantar.

Hitoshi lo miró con una amplia sonrisa.

Unos segundos después, Denki comenzó a reírse sin control alguno, sosteniéndose de su estómago para no caerse en tanto Hitoshi se reía también, encantado al ver al omega riéndose con tanta libertad, bajando su guardia totalmente.

A Hitoshi le encantaba la risa de Denki, era un sonido demasiado encantador y dulce.

Lo atrajo otra vez.

–¿Podré dormir contigo, Kiki?–le preguntó ansioso.

Denki asintió, sonriendo, permitiendo que los brazos de Hitoshi lo sostuvieran esa noche.

Hitoshi se sentía en el paraíso a pesar del dolor en su cabeza que parecía romperlo en dos.

Pero qué le importaba, porque cuando abrió los ojos y vio a Denki acurrucado a su lado, durmiendo con tranquilidad, todo lo demás desaparecía. Todo lo demás podía irse al diablo si despertaba cada día del resto de su vida con su omega abrazándolo, durmiendo entre sus brazos como si fuera el lugar más seguro del mundo.

Su omega.

Apretó sus ojos brevemente, haciendo una mueca ante el nuevo dolor de cabeza, pero no se movió, sólo atrajo más a Denki en sus brazos. Podía recordar toda la conversación que mantuvo con Aizawa durante las noches, sus quejas, el verlo cantar karaoke, cuando salieron del bar a tropezones, caminando por la calle mientras gritaban, cantaban y se reían de estupideces. Su amigo había caminado a su casa con la intención de seducir a Hizashi para arreglarlo todo, pero Hitoshi estaba seguro de que fracasó porque una de las cosas que más amaba Hizashi era dormir.

Y luego él había caminado hacia la casa de Denki con la desesperada necesidad de verlo, de sentirlo, de acariciarlo, y cuando lo vio a los pies de la puerta, con su pijama junto con el rostro amodorrado por el suelo, supo que quería a Denki como no había querido a ningún omega en su vida.

Supo que Denki era suyo, y él era de Denki, y nadie en el mundo iba a cambiar eso.

Se había comportado como un idiota, lo sabía muy bien, por lo que se estaría atormentado hasta la muerte por ser como un niño pequeño cuando se emborrachaba, pero no le importaba en ese instante porque había hecho reír a Denki e incluso logró meterse a su estrecha cama.

Cuando comenzaran a vivir juntos, Hitoshi le regalaría una cama enorme donde ambos pudieran dormir cómodamente y, por qué no, hacer otras cosas.

Haría todo lo posible para que Denki tuviera siempre esa sonrisa preciosa que pocas veces esbozaba, aquella sonrisa que parecía iluminar su día.

Entre sus brazos, Denki se removió, abriendo sus ojos con lentitud.

Santa madre de todos los dioses, ¿acaso Denki se podía ver más lindo?

–¿Hitoshi?–le murmuró levantando la vista–. ¿Qué haces en mi cama?

Enarcó una ceja, viendo el momento exacto en el que el chico parecía recordar lo que ocurrió horas atrás. Sin embargo, contra todo pronóstico, no comenzó a gritar escandalizado como se lo esperaba, sólo ladeó la cabeza.

Antes de que pudiera decirle algo, Hitoshi hizo un movimiento rápido, dejándolo bajo su cuerpo, impidiendo que se moviera.

–¿Puedo besarte?–le preguntó en voz baja.

Denki lo observó con ojos enormes, su boca entreabierta, y se inclinó para darle un beso.

Al menos, eso pretendía.

–¡Maaaaaaaaaaaaami!

Denki lo echó a un lado sin cuidado alguno cuando la puerta se abrió de un portazo y un rechoncho bebé entró tambaleándose, sonriendo enormemente.

–¿Papi?

Katsuki se detuvo, mirando desde Denki hacia Hitoshi sin comprender un poco para luego inflar sus mejillas.

–¡Mami! ¡Mami! -chilló Katsuki subiendo a la cama con esfuerzo, comenzando a gatear hacia ellos-. ¡Mía, mía, mía! ¡Papi feo!

–¡Suki!–exclamó Denki cuando el bebé lo abrazó por el cuello, abrazándolo como si fuera un mono-. ¡Esa no es forma de saludar a Hitoshi!

Pero Katsuki sólo le sacó la lengua a Hitoshi, que fruncía el ceño debido al dolor de cabeza por los gritos del niño.

–¿Crees que los cerditos vuelen, Kiki? -preguntó Hitoshi de pronto.

–¿Eh?–Denki lo miró atónito, pero antes de poder preguntar a qué se refería con ello, Hitoshi se puso de pie y tomó a Katsuki por la tela del pijama en la espalda, levantándolo en el aire.

El niño chilló por la sorpresa en tanto Denki se sobresaltaba por completo. Hitoshi arrugó los labios, sin soltar a Katsuki, para caminar hacia la ventana.

–¡SHINSO HITOSHI!–gritó Denki horrorizado cuando Hitoshi sacó a Katsuki por la ventana.

–¡AAAAAAH! ¡MAAAAAAAMI!–chilló Katsuki suspendido en el aire.

–Escúchame, mocoso–dijo Hitoshi sin soltarlo un poco–, tu mami es mía.

–¡NUNCA!–gritó Katsuki.

–¡HITOSHI, ¿QUÉ DEMONIOS TE PASA?! ¡DAME A KATSUKI!–gritó Denki poniéndose de pie.

–No hasta que éste mocoso aprenda -gruñó Hitoshi fulminando con la mirada a Katsuki–. ¡Tu madre es mía!

–¡NO! ¡NO, NO Y NO! –exclamó Katsuki pataleando y moviendo sus brazos en el aire.

–¡Te haré volar!–amenazó Hitoshi.

–¡HITOSHI!

Katsuki, sin estar un poco asustado, le sacó la lengua groseramente.

Hubo un momento de silencio, donde nadie respiró.

Hitoshi entró otra vez a Katsuki y el niño lo abrazó por el cuello mientras Hitoshi suspiraba, recostándose en la pared, sentándose en el suelo.

–¡Mami, iba a volar!–chilló con entusiasmo Katsuki.

Hitoshi levantó la vista sólo para recibir una bofetada de Denki, que le quitó a Katsuki de los brazos sin decir nada.

–¡Eres un idiota!–sollozó Denki ante la sorprendida mirada del alfa–. ¡Creí que... yo pensé que...! –Denki no pudo seguir hablando por el llanto, pero no era necesario que lo hiciera para saber lo que quería decir.

Hitoshi acarició su mejilla adolorida en tanto Denki se sentaba en la cama, apretando a Katsuki en sus brazos que los contemplaba con expresión asustada.

–¿Tan poco confías en mí como para creer que pensaba matar a Katsuki? –le preguntó Hitoshi fríamente.

El llanto de Denki se detuvo.

Se miraron en silencio, los ojos de Hitoshi eran hostiles mientras los de Denki se hallaban colorados por el llanto.

–Estaba jugando –espetó Hitoshi duramente-, pero si cada vez que me acerque a Katsuki vas a reaccionar así, entonces no sé por qué estoy aquí -–Hitoshi se giró hacia la puerta–. Hemos terminado.

–¿Papi?–gimoteó Katsuki.

Pero Hitoshi no se giró cuando salió de la habitación, furioso, tratando de contener toda la molestia y el dolor que lo ahogaba en ese momento debido a lo que significó para él que Denki todavía no le tuviera la confianza suficiente como para estar a solas con Katsuki. Que todavía dudara de sus intenciones a pesar de que ya le había demostrado varias veces que no pensaba hacerle algo malo a su bebé.

Si Denki no confiaba en él, entonces ellos dos no tenían futuro alguno.

–¡Hitoshi!

Se giró mientras bajaba las escaleras, viendo a un deplorable Denki lanzarse a sus brazos sin dudarlo un poco. El alfa tuvo que agarrarse al pasamano para no caerse provocando así un accidente en tanto Denki enterraba el rostro en su cuello, temblando.

–Lo siento –murmuró Denki a su oído-, lo siento, yo no... Sí confío en ti, lo prometo, es sólo que... cedí al pánico y... y Katsuki es todo lo que me queda...

–No –Hitoshi lo abrazó-. Me tienes a mí también.

Denki asintió sin mirarlo, aspirando el aroma que el alfa exhalaba, tranquilizándose con su toque dulce y amable.

–Kiki... –susurró Hitoshi–, sigo molesto.

El omega parecía querer hacerse pequeño en sus brazos.

–Te lo recompensaré –le respondió-, ¿cómo puedo hacerlo?

Hitoshi le levantó el rostro, mirándolo a los ojos.

–Vamos a tener una cita mañana en la tarde –le dio un beso en la frente–, y comenzarás a utilizar el anillo de compromiso que pienso comprarte, mi amor.

Mi amor. Sonaba perfecto.

Asintió, dándole un beso a Hitoshi en la mejilla, volviendo a aferrarse a él sin soltarlo un poco.

Denki temía que Hitoshi desapareciera un día y tuviera que volver a la triste oscuridad a la que ya estaba acostumbrado.

Hitoshi sabía que estaba en problemas cuando abrió la puerta y vio a su padre bajo el umbral de ésta con una expresión helada.

Al parecer no bastaba con la terrible resaca que tenía en ese momento, sino también tendría que lidiar con sus inacabables problemas familiares.

–Si es por lo de Himiko y mamá, ya puedes irte –le gruñó haciéndose a un lado para darle la pasada.

Por supuesto que tendría que darle la pasada, después de todo, su padre era también un alfa, lo que significaba que Hitoshi era un alfa puro al ser hijo de dos alfas, algo poco común en ese mundo. Le otorgaba un puesto de más categoría, se le consideraba superior por ese simple hecho, y ponía más responsabilidades sobre su espalda.

Además, sus padres solían ser más duros con él por eso, esperando siempre lo mejor de Hitoshi. Olvidaban, a veces, que su hijo era un alfa y por lo tanto no podían obligarlo a algo que no quería.

–Tu madre está histérica porque comentó que su hijo quiere... casarse con un omega que luce más como un prostituto que como una persona decente–dijo su padre a modo de saludo.

Hitoshi apretó sus manos mientras fruncía los labios, disgustado totalmente.

–¿Quieres que me haga cargo de ella? –gruñó–. Vienes a perder el tiempo, no pienso casarme con Himiko ni hacer lo que mamá diga.

Su papá miró el comedor en silencio, examinándolo con cuidado.

–Himiko es una chica linda –dijo con tranquilidad.

–Himiko lo único que quiere es una buena posición –replicó Hitoshi apoyándose en la pared.

–Es una chica linda, Shinso Hitoshi–la voz de su papá se endureció–, y es una omega. ¿Qué más quieres? Es inteligente, agradable y tiene buen cuerpo. Follar con ella no te costará nada, y si lo deseas... –hizo una pequeña pausa para luego sonreír burlonamente-, puedes llevarte a ese omega que quieres y tenerlo como un amante. Estoy seguro de que a los dos no les molestará follar contigo al mismo tiempo.

Hitoshi sintió su piel ponerse de gallina mientras una insana y horrible rabia lo llenaba ante lo que su padre había dicho con tanta calma.

–Retira lo dicho ahora mismo–ordenó sin un ápice de amabilidad.

Su padre frunció las cejas.

–No dije nada malo –contestó el hombre bufando.

–Denki será mi único omega y lo respetaré como tal –dio un paso, sonriendo burlonamente–. Que tú y mamá tengan miles de amantes no significa que yo seré como ustedes, ¿lo tienen claro?

El alfa frente a él se quedó un momento en silencio, sus fríos ojos examinando el rostro de su hijo de forma analítica.

–No voy a permitir que te cases con un omega hombre, ShinsoHitoshi, y menos con un omega que ya tiene un hijo–advirtió su padre.

Hitoshi mantenía esa sonrisa burlona, pero el resto de su rostro seguía siendo helado y despectivo.

–Ese bebé es mi hijo también, ¿o acaso mamá no te lo dijo? –dio otro paso.

–Somos tu familia, Hitoshi –espetó su padre.

–No –el menor humedeció sus labios–. Mi familia desde ahora es Denki y Katsuki, nadie más, así que, o me dejan en paz, o nunca más me verán en sus vidas.

Su padre lo miró con desprecio sin agregar algo más para luego salir de la casa despotricando en voz baja. Apenas se quedó solo, la sonrisa desapareció de los labios de Hitoshi, convertidos ahora en una fina línea apretada en señal de molestia.

Si bien no era la primera vez que desafiaba a sus padres, si era la primera vez que los había visto a ambos de acuerdo con el hecho de que tuviera a una pareja que ellos no aprobaran. Lo que significaba una cosa peligrosa: los dos se pondrían de acuerdo para impedir que estuvieran juntos.

Tendría que apurar sus planes, a conciencia de que las cosas con Denki todavía no eran serias, y cualquier paso en falso podría arruinarlo todo.

Y podía ocurrir que si Denki se enteraba de que el estar comprometido con Hitoshi haría que la integridad de su hijo corriera peligro, acabara con todo lo antes posible.

Hitoshi no quería pensar en esa alta probabilidad, porque quería desesperadamente a Denki como su omega, como su esposo, como su pareja por toda la vida.

Se dejó caer en el sillón, frotando su frente con irritación, y se dedicó a mirar la pared en blanco, pensando en alguna solución a todo lo que estaba pasando.

–¿Hoooooola? ¿Mic?

–Ah... Ho-hola...

–¿Estás bien, Mic? –Denki arrugó los labios, sosteniendo el móvil contra su oreja–. Suenas agitado.

Hubo un pequeño momento de silencio entre ellos dos y luego se escuchó un gemido de dolor al otro lado de la línea.

–Sí... Estoy bi-bien... –Hizashi tomó aire-. ¿Qué... pasa...?

Denki miró a Katsuki, que estaba jugando con las piezas de un juego, concentrado en ello.

–Te quería pedir un pequeño favor, si podías cuidar a Katsuki por el resto de la tarde -preguntó con súplica.

–Ah... –Hizashi soltó una risa nerviosa–. No... no creo poder, Denki...

Soltando un suspiro, Denki revolvió su cabello.

–¿Seguro? –insistió con suavidad.
Hizashi tosió.

–Verás, Shota y yo...

–Vale, no quiero saber, adiós, pasen una linda noche –y antes de que Hizashi pudiera decirle algo más, Denki cortó la llamada suspirando, pensando en lo que podía hacer.

Dentro de unos minutos Hitoshi vendría para ir a buscarlo y tener su cita, ¿y con quién iba a dejar a Katsuki? Hizashi era la única persona en la que confiaba lo suficiente para hacerlo, la única persona que no lo juzgaría, y estaba ocupado con su esposo. Podría contratar una niñera, sin embargo, conocía muy bien a Katsuki para saber que su pequeño bebé podía lucir tierno y amoroso pero era un pequeño demonio cuando no estaba cómodo.

¿Y si lo llevaba a la cita? No quería pensar en eso, no quería que Hitoshi cambiara sus planes o las exigencias de Katsuki estuvieran de por medio. No quería que Hitoshi se sintiera presionado a aceptar más a su hijo.

Tocaron al timbre de la casa y soltó un quejido en voz baja.

Abrió la puerta, encontrándose con un ramo de flores y a Hitoshi relajado frente a él.

Parpadeó, sonrojándose.

–Hitoshi, podías entrar por la puerta...

–Vamos, Kiki, no me arruines nuestra primera cita –se quejó Hitoshi entregándole el ramo–. ¿Estás listo o deberé esperarte para que te arregles como hacen las chicas?

Denki soltó una risa baja, haciéndole pasar mientras negaba con la cabeza.

–No, es sólo que... –bufó–, llamaré a una niñera para que cuide a Katsuki, ¿podrías esperarla?

–Claro –Hitoshi se encogió de hombros, entrando al comedor–, pero, ¿no quieres llevarlo con nosotros?

Denki volvió a parpadear, observando a Hitoshi tomando en brazos a Katsuki como si nada, haciéndolo reír.

–Qué dices–rascó su nuca–, no quiero que Katsuki te moleste.

–Por favor, Katsuki no me molesta –Hitoshi lo observó, sonriendo de lado-. Kiki, somos una familia, ¿no es así?

Familia. Que bien sonaba la palabra en su mente, en los labios de Hitoshi. Significaba algo totalmente importante para él, algo que le calentaba el corazón de formas inimaginables y le hacían pensar que quizás las cosas podían mejorar a pesar de todo.

–Si no te incomoda, está bien–le respondió Denki sonriendo tímidamente.

–No digas eso–Hitoshi se acercó, cargando a Katsuki–. No pienses en mí, Denki, piensa en ti. ¿Quieres que Katsuki nos acompañe?

Denki lo miró a los ojos, mordiendo su labio inferior, para luego sonreír ampliamente, tomando la mano de Hitoshi.

–Eso me encantaría, Hitoshi–dijo al fin, dándole un apretón suave.

–Vamos, entonces.

Denki se había esperado la típica cena en un restaurante caro, por lo que no pudo esconder su expresión de sorpresa y entusiasmo cuando Hitoshi se estacionó fuera del parque de diversiones.

Katsuki se quedó mirando los juegos con expresión embobada en tanto Denki comenzaba a caminar al lado de Hitoshi.

–¡Ese! –chilló apuntando a una montaña rusa.

Hitoshi, mientras pagaba, miró a Katsuki enarcando una ceja.

–Te caerás de allí y quedarás hecho masita en el suelo–le dijo como si nada, tratando de asustarlo.

Pero Katsuki extendió sus bracitos en el aire.

–¡Masita de cedito! –dijo antes de reírse.

Denki comenzó a reírse, llenando de besos las mejillas de Katsuki, y Hitoshi le tomó la mano sin dejar de sonreír, sintiéndose satisfecho por haber pensado en que ir a ese lugar sería una buena idea.

–¡Ese mejol!–Katsuki apuntó a un barco pirata, moviendo sus piernas.

–¿A cuál quieres subirte, Kiki?–le preguntó Hitoshi ignorando a Katsuki deliberadamente, que berreó en señal de protesta.

–¿Oh? –Denki puso una expresión de horror–. Oh no, ni loco pienso subirme a una montaña rusa.

–¿Qué? ¿Les tienes miedo acaso?–la voz de Hitoshi sonó incrédula.

–¡Podría salirse un tornillo como en esa película y moriríamos!

–Es una película, Kiki.

–¡MORIRÍAMOS!

–Vale, vale, lo entendí -Hitoshi rodó los ojos–. ¿Y al barco pirata?

–¿Y si se suelta el barco y salimos volando?

–Denki...

–¡Volveríamos a morir!

–¡Está bien!–Hitoshi apuntó al carrusel, rodando los ojos–. ¿Y ese?

–Es muy aburrido.

-...

–La estoy jodiendo, ¿cierto? -Denki pareció retraerse con su propio comentario–. Bueno, si quieres subirte a algo...

–No–Hitoshi hizo una mueca de diversión–. Es sólo que... me gusta verte así, tan relajado. Tan tú. Me gusta que seas así, Kiki.

Denki sintió sus mejillas ruborizadas y quiso decir algo, pero los nervios se lo impedían en ese momento.

Hitoshi lo ayudó a relajarse más, apuntando entonces al edificio donde estaba la pista de hielo, y le dijo que Katsuki podía jugar allí sin terminar hecho papilla. El omega asintió, tomando aire para relajarse, y siguió a Hitoshi por entremedio de la multitud de personas.

Una vez en el interior del lugar, Denki le puso un casco a Katsuki que estaba entusiasmado por entrar a la pista en tanto Hitoshi iba a buscar algo que le ayudara a sostenerse y no caer al suelo, regresando con un caballito rubio con un mechón negro en el centro de su cabellera artificial que se impulsaba si se rebotaba en su lomo.

Katsuki dijo que el caballito lucía como su mami, haciendo que Denki se enfurruñara y Hitoshi llevara al niño al borde de la pista hasta que el berrinche se le pasara a Denki, que se acercó segundos después para sentar a Katsuki sobre el pequeño caballito con cuidado, mirándolo con una expresión de temor a que algo le pasara.

El niño, en cambio, lo único que quería era que lo dejaran para poder avanzar solo por la pista de hielo.

–No le pasará nada, Kiki –le dijo Hitoshi apoyándose en la barrera que separaba la pista de hielo del resto.

–Mhn...

El omega suspiró, negando con la cabeza, y empujó a Katsuki suavemente por la pista, que chilló de la emoción mientras rebotaba en el asiento, haciendo que el caballito avanzara sin ninguna dificultad. Katsuki se rió sin control alguno, demasiado feliz de estar allí metido, y Denki sonrió, ubicándose al lado de Hitoshi.

–No era necesario que viniéramos aquí, Hitoshi–le dijo de pronto Denki sin dejar de mirar a Katsuki, que seguía patinando con el caballito en la pista, ajeno al resto-. Sé que querías una cita sólo los dos, tuvimos que.

–No te preocupes, Kiki –Hitoshi le tomó la mano, dándole un apretón–. Me gusta pasar tiempo contigo y Suki. Podemos tener una cita los dos solos en otro momento, no importa.

Denki mordió su labio, observándolo ahora a la cara mientras Hitoshi le devolvía la mirada con calma.

–¿No te sientes celoso?–preguntó en voz baja.

–¿De qué?–Hitoshi enarcó una ceja–. ¿De qué estés más pendiente de Katsuki? ¿Debería estarlo? –el alfa se acercó unos centímetros–. Eres su mamá, Kiki, es normal que le prestes más atención a tu bebé que a tu pretendiente.

–Novio –Denki hizo un gesto nervioso-. Si me voy a casar contigo, eres mi novio.

Los ojos de Hitoshi brillaron.

–¿Lo somos?–humedeció sus labios, llevando una mano a su bolsillo, sacando una cajita pequeña–. Pensaba proponértelo esta noche, Kiki -la abrió, revelando un anillo de oro puro-. Quiero que seas mi prometido. No pretendiente ni novio. Prometido -ladeó la cabeza-. Quiero que fijemos una fecha a la boda, cuando quieras, me da lo mismo.

Denki enrojeció por completo, sin saber qué decir ante las repentinas palabras de Hitoshi, dichas sin vergüenza alguna. Miró del anillo al rostro del alfa, sintiendo sus piernas como gelatina, sin saber cómo sentirse con respecto a ello.

–Yo...

–Si crees que es muy apresurado, está bien–Hitoshi hablaba con seriedad–, podemos hablarlo más adelante, no quiero que te sientas presionado.

–Está bien.

Hitoshi se quedó en silencio antes las palabras dichas por el omega con rapidez, que sentía sus mejillas rojas todavía, sin levantar su vista del suelo.

A Denki le gustaba mucho Hitoshi, le gustaba la forma en la que lo trataba, como si fuera un diamante aunque no llegara ni a los pies de uno. Le gustaba la forma en la que lo miraba, la forma en la que le hablaba, la forma en la que se comportaba alrededor de Katsuki. Todavía tenía sus pequeños resquemores, pero estaba aprendiendo a confiar de a poco en el alfa y a sentir que las cosas podían ir bien por primera vez en su vida.

Que Hitoshi podía enseñarle a confiar en una persona sin problema alguno.

–¿Estás seguro, Kiki? –la voz de Hitoshi se suavizó y puso un dedo en su barbilla, levantándole el rostro.

–Shinso Denki suena bien, ¿no crees? –se atrevió a decir el omega sonriendo débilmente.

Hitoshi pareció pensarlo un momento para luego asentir con aprobación.

–Shinso Denki suena perfecto –respondió deslizando una mano por la nuca de Denki, empujándolo para darle un beso en los labios.

Denki cerró sus ojos, sintiendo la respiración de Hitoshi contra sus labios, y cuando abrió la boca se escuchó un grito:

–¡MAMI!

Se alejó al ver a Katsuki echado en el suelo, acostado boca arriba, moviendo sus brazos y pies como una tortuga, el caballito tirado a su lado.

El niño gritaba porque no podía ponerse de pie y rompió a llorar, fastidiado.

Hitoshi quería reírse al ver a Katsuki luchando por ponerse de pie, pero sabía que no era lo correcto cuando Denki chilló con horror, entrando a la pista de hielo a pesar de que no llevaba patines.

¿Y para rematar la situación? Por supuesto, Denki resbaló y golpeó el suelo estrepitosamente con su trasero.

Hitoshi no lo aguantó más: comenzó a reírse sin control.

–¡Shinso Hitoshi!–chilló Denki.

Pero Hitoshi no podía dejar de reírse, mostrando una amplia sonrisa, con sus hermosos y perfectamente derechos dientes blanquecinos, arrugando sus ojos, sosteniéndose de la pared para tratar de calmarse un poco en tanto Denki se arrastraba hacia Katsuki que había dejado de lloriquear para quedarse echado con una expresión enfurruñada.

Todavía se podían oír las risas del pelimorado cuando Denki salió con esfuerzo de la pista, arrastrando a un malhumorado Katsuki entre sus brazos.

Por supuesto, la risa se le acabó cuando Katsuki le hizo un gesto grosero que decía claramente "me caí a propósito para quitarte la atención de mamá, estúpido".

Ese engendro...

Soltó un gruñido de celos, ayudando a Denki a ponerse de pie, que tenía otra vez esa expresión enfurruñada en su rostro, ese gesto raro que hacía con sus labios que indicaba que estaba disgustado.

Trató de controlar la pequeña risa que quería salir de su boca, pero resultó imposible.

Denki lo miró, fastidiado, para luego sonreír minúsculamente.

–Me has mentido todo este tiempo –dijo de pronto, haciéndolo callar. Hitoshi lo miró con una ceja enarcada–. Tú tienes la sonrisa más hermosa del mundo, Hitoshi.

No pudo evitarlo: ahora fue el turno del alfa de ruborizarse. Sus mejillas se sentían repentinamente calientes y desvió la vista, avergonzado por las palabras de Denki dichas con cariño, con ternura.

Quería comérselo a besos de pronto, pero sabía que si se acercaba Katsuki comenzaría a protestar porque ese bebé era del diablo.

Se limitó a tomarle la mano y pasar un brazo por su cintura, dándole un pequeño beso en la mejilla.

–Vamos, aún nos quedan muchos juegos a los que ir.

Aunque, por supuesto, apenas se subieron a algunos primero porque Katsuki era demasiado pequeño y debido al miedo de Denki por los juegos de alta velocidad. Hitoshi lo aprendió de la peor forma luego de dejar al bebé con un guardia en tanto la pareja se subía a una montaña rusa y el alfa terminó sordo de un oído al escuchar los gritos del pobre de Denki.

–Creo que salimos muy bien en esta fotografía –dijo el omega cuando iban de regreso a casa.

Hitoshi se detuvo en un semáforo, observando la fotografía que Denki mostraba, y sonrió de lado. Por supuesto que salían bien, con la rueda de la fortuna de fondo, Denki riéndose mientras sostenía entre sus dedos un algodón de azúcar en tanto Katsuki aplaudía, sentado en los hombros de Hitoshi, que miraba a Denki con una minúscula sonrisa, agarrando su mano fuertemente. El omega llevaba unas orejas de panda en tanto Hitoshi portaba unas de gato.

–La pondré en mi oficina–dijo Hitoshi cariñosamente.

–La familia Shinso–comentó Denki abrazando el oso de peluche que Hitoshi le había conseguido en uno de los juegos.

–Shinso... Suukii... –balbuceó Katsuki en el asiento trasero, medio dormido.

La pareja se miró sin dejar de sonreír, y minutos después Hitoshi se estacionó fuera de la casa de Denki.

–Gracias por la cita, Hitoshi–murmuró Denki con timidez.

El mayor le tomó la mano, dándole un pequeño beso.

–Te llevaré a más citas–dijo calmado.

Denki abrazó al oso con más fuerza, mirándolo a los ojos.

–No es necesario, estoy acostumbrado...–hizo una pequeña pausa- a que todo vaya rápido, Hitoshi.

El alfa no desvió la vista, observando la triste expresión de Denki.

–¿Cómo fue él?

Y no era necesario que Denki preguntara a quién se refería con él.

–Se llamaba Shigaraki Tomura –dijo el omega apoyándose en el respaldo de la silla con una mueca en los labios-. Yo vivía en las calles desde los trece años, por lo tanto, cuando tenía mis celos, solía meterme en el bosque para... para que nadie me oliera –Hitoshi le dio un suave apretón–. Pero a los dieciséis no alcancé a llegar y... y Shigaraki me encontró escondido en un callejón.

–Abusó de ti.

–Sí –Denki mordió su labio –. Me marcó ahí mismo y dos semanas después nos casamos. Así que ya ves... nunca tuve una cita con mi alfa -el mayor comenzó a hacer círculos con su dedo pulgar en la palma de la mano de Denki, haciéndole saber con eso que estaba allí–Shigaraki trabajaba como asistente del director de una compañía de autos, así que ganaba mucho, lo suficiente como para... para mantenerme contento, como él solía decir. Era guapo, muy guapo, no tanto como tú, claro. Era de... de estos alfas conservadores, por lo que no me dejó trabajar y tampoco quiso que terminara mis estudios ya que no los iba a necesitar, según él.

Con las últimas palabras, Hitoshi sentía que se crispaba levemente. La gran mayoría de los alfas eran conservadores en muchos sentidos, en especial en cuanto al lugar que le correspondía al omega dentro de la sociedad: creían que debían quedarse en casa todo el día, limpiando y teniendo la cena lista, cuidando a los niños y siempre sonriendo.

Pura mierda, pensaba Hitoshi.

–Por lo que... me quedaba en casa la gran mayoría del tiempo y tuve que aprender a cocinar. Las primeras veces todo me quedaba horrible–soltó una risa amarga-, y cuando eso sucedía, Shigaraki se encargaba de hacerme saber con un buen golpe a no cometer el mismo error. Le tenía un miedo horrible, a pesar de que sabía que era mi alfa, pero no podía evitarlo. En especial cuando la noche llegaba y él quería follarme, porque sólo buscaba su propio placer.

Hitoshi lo atrajo, sintiendo ganas de vomitar, de matar a ese alfa que había osado hacer sufrir a Denki.

–Pero de todas formas... fue un matrimonio normal. Siempre que yo asintiera en todo, las cosas iban a estar bien porque Shigaraki así lo quería. ¿Te confieso algo? -Denki lo miró–. Me... me alegro de que hubiera muerto.

–Yo igual–concedió Hitoshi–. Era un hijo de puta...

–No –le interrumpió Denki–. Estoy alegre de que muriera porque... porque si siguiera vivo, yo no podría estar contigo, Hitoshi. No habría podido ser tu omega –el menor ocultó su rostro en su pecho–. Quiero ser tu omega.

Las palabras de Denki hicieron que su estómago diera vueltas, su corazón se acelerara en unos segundos, y una increíble sensación de felicidad y calidez se extendiera por todo su cuerpo. Estrechó a Denki en sus brazos, levantando su cabeza, chocando con sus ojos, y le acarició la mejilla.

Luego, se inclinó y le dio un pequeño y suave beso en sus labios.

Los labios de Denki eran suaves, tiernos y dulces. Se acoplaban perfectamente a los suyos sin ningún problema, y deseo poder quedarse allí todo el tiempo del mundo.

Pero, por supuesto, necesitaban respirar, así que se alejó luego de unos segundos.

–Y yo quiero ser tu alfa, Kiki –le susurró antes de volver a darle otro beso.

Cachorritos quiero pedir disculpas por que la canción "romántica" de Hitoshi, pero en mi defensa el original era reggaetón y yo soy muy tolerante pero hay cosas que de plano no me puedo tragar y el reggaetón es una de esas.

Si el chiste era denigrar pues Molotov tiene una canciones que lo hacen de maravilla 😋😋😋😋😋

Aclaró que no tengo nada con quien disfruta este género, los respeto mucho ya que no es general que por el gusto musical sean malas o buenas personas, cada quien sus preferencias musicales. Espero no se ofendan.

Voten y comenten 😘😘😘😘😘

Los leo 😉😉😉😉

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