Capítulo cinco
"Kilig" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.
Esta es una adaptación de dicha obra 100% autorizada por la autora.
— Los resultados estarán mañana en la mañana.
Denki levantó la vista, quitando sus ojos de Katsuki para fijarlos en el doctor Sero, amigo de Hitoshi y quién iba a llevar a cargo el examen de sangre para corroborar que Hitoshi era el padre de Katsuki. Denki nunca había sido bueno mintiendo, pero esa situación lo ameritaba, y si Hitoshi estaba seguro de lo que hacía… iba a confiar en él.
— ¡Paleta! —chilló Katsuki sentado sobre la mesa del doctor cuando Hanta le tendió el dulce con una sonrisa amable.
Hitoshi le revolvió el cabello a Katsuki.
—Me entregarás los resultados sólo a mí, ¿cierto? —le preguntó Hitoshi a su amigo.
Sero enarcó una ceja, sonriendo con diversión.
—¿Qué clase de amigo crees que soy? —se burló Sero—. Vamos, quiero hablar un momento contigo.
Hitoshi soltó un bufido, mirando a Denki que estaba mirando a Katsuki chupar el dulce que le dieron, para luego inclinarse y darle un beso en la mejilla, murmurándole que volvería enseguida. El omega se limitó a sonreírle dulcemente, asintiendo y poniéndose a cantarle a Katsuki.
Ambos alfas salieron de la oficina, comenzando a caminar por los pasillos.
—Así que… —comenzó a decir Sero con calma—, ¿tu omega?
El de cabello púrpura se encogió de hombros.
—Lo vi y lo quise —contestó en voz baja.
—Vaya —los ojos de su amigo brillaron con burla—. Quién habría dicho que el dulce y adorable Shinso Hitoshi terminaría enamorado.
—Vete a la mierda —dijo Hitoshi.
Sero comenzó a reírse para luego ponerse serio.
—¿Tu madre…?
—Está en contra de esto —Hitoshi hizo una mueca—, pero sabes que nunca me ha importado su opinión —suspiró—. Lo que realmente me preocupa es esto. Denki… no estaba dispuesto a perder a Katsuki para ser mi omega.
Sero lo observó enarcando una ceja.
—Bien pudiste forzarlo —el tono de su amigo era ahora suave—. Sabes que un omega no puede hacer nada ante un alfa. Sabes que, si hubieras querido, podrías haber matado a su bebé para luego declarar al omega como tuyo a pesar de que no quisiera.
Hitoshi pensó si eso hubiera pasado. Si ese día que vio a Denki en el jardín de su casa, arreglándolo mientras le hablaba a Katsuki, se hubiera acercado con dobles intenciones hacia el bebé. Si le hubiera roto el cuello ese día a Katsuki para luego tomar a Denki como suyo.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal.
El sólo pensamiento de esa situación era algo demasiado grotesco para él.
—Denki merece a alguien que lo ame y lo cuide, no a alguien que lo haga sufrir —respondió tranquilamente.
Hitoshi quería borrarle la sonrisa burlona de Sero con un puñetazo.
Pero se limitó a rodar los ojos.
—Así que harás pasar a ese bebé como tuyo para que nadie sospeche —Sero negó con la cabeza—. Es un buen plan, lo sabes, pero… si el Gobierno llega a enterarse…
—Nadie va a enterarse.
Sero lo miró, asintiendo.
—Seré el único que haga y vea los resultados —prometió su amigo antes de abrir la puerta de la oficina.
Denki levantó la vista mientras le seguía cantando a Katsuki una canción sobre las partes del cuerpo a lo que el niño balbuceaba para seguirle el ritmo, y le sonrió para calmarlo, diciéndole que todo estaba bien.
Y cuando el omega le dio a Katsuki un pequeño beso en la nariz, haciéndolo reír, supo que las cosas estarían bien siempre que Denki sonriera.
—¡Puuuuuuuuuuudííííín!
—Katsuki, te estás ensuciando toda la carita.
—Deja que coma solo, ya está grandecito para hacerlo.
—¡Qué dices! —Denki le dio un suave golpe en el brazo—. ¡Katsuki siempre será mi bebito!
Katsuki comenzó a reírse con la boca llena de pudín para luego fijar su mirada en el dibujo que estaba coloreando, mirándolo de manera concentrada para no salirse de las líneas, y Denki se recostó al lado de Hitoshi con una expresión satisfecha en tanto el alfa lo rodeaba con un brazo.
—Podríamos fijar la boda en dos meses —comentó Hitoshi mientras hojeaba un catálogo de trajes—, y hacerla en el patio de mi casa, ¿qué te parece?
Sintió a Denki tensarse levemente bajo su toque, pero luego de unos segundos relajó su cuerpo.
—Para mí está bien todo lo que digas —le dijo de forma dulce.
Hitoshi miró a Denki con una ceja enarcada, encontrándose con el temor levemente marcado en sus ojos.
Luego de salir de la clínica decidieron ir a comer algo, por lo que ahora se encontraban en la terraza de un restaurante, comiendo el postre en tanto Katsuki coloreaba para no aburrirse. A su alrededor, el resto de las mesas estaban llenas también.
—Kiki —le dijo Hitoshi con calma—, me encantaría escuchar tu opinión, ¿lo sabes, bebé? —le acarició la nuca—. Quiero saber siempre lo que piensas, así que no me tengas miedo. No actúes como el omega que esperan que seas. Actúa como el omega que me tiene loco.
Las mejillas de Denki se tiñeron de rojo.
—Te odio, eres demasiado dulce conmigo —regañó de pronto Denki avergonzado.
Hitoshi sonrió con diversión.
—Dos meses está bien —cedió Denki repentinamente—, pero… ¿en el patio de tu casa? ¡Es horrible!
La expresión del alfa cambió ahora a una ofendida.
—¡Eso no es verdad!
—¡Si lo es, Hitoshi! —regañó—. No lo arreglaré en dos meses, ¡ese jardín necesita cuidado y amor!
Hitoshi refunfuñó por lo bajo, pero volvió a sonreír cuando Denki se rió, dándole un pequeño beso en los labios.
Le gustaba que Denki bajara sus defensas con él, que le tomara la mano, que le buscara sin vergüenza. Que le sonriera como si él pudiera hacerlo feliz sólo con unas pequeñas palabras.
—Muy bien —Hitoshi suspiró—. Entonces… ¿el patio de tu casa?
—No —Denki frunció el ceño—. Esa casa… uh… Podríamos venderla luego del matrimonio, ¿no? Es tan fría, tan solitaria…
Le dio un pequeño apretón en la mano, asintiendo.
—O podríamos venderla la próxima semana y te vienes a vivir conmigo —comentó Hitoshi como si nada—. Compraré una cama más grande para que puedas dormir allí todo el tiempo.
—¡Pero si tu cama ya es de dos plazas!
—Compraré una de cinco plazas.
—¡Esas no existen!
—Entonces mandaré a hacer una sólo para ti.
Denki comenzó a reírse sin control, sin importarle si estaba llamando la atención, y Hitoshi le dio otro beso pequeño, sintiendo los suaves labios del omega acoplarse a los suyos.
—Podríamos… —susurró Denki al separarse—. Cuando era pequeño, Himiko noona me llevó al estanque Anapji.
Hitoshi se le quedó mirando en silencio, dejando que el omega hablara, sin presiones.
Era la primera vez que Denki nombraba a su hermana desde que descubrió que era su prometida. Antes, se limitaba a ignorarlo cuando quería hablar de ella, de su pasado.
—Me encantó tanto que… que le dije a noona que me quería casar allí cuando encontrara un alfa que me quisiera, que… que un alfa me amaría tanto que nos casaríamos allí cuando estuviera atardeciendo.
Hitoshi, con calma, lo atrajo contra su cuerpo, sintiendo cómo ambos se complementaban perfectamente, como la comodidad y la calidez los invadía en unos segundos. El alfa había sabido, cuando lo miró por primera vez, que Kaminari Denki era su omega, era la persona que nunca buscó pero era perfecta para él.
—¿Sabes que me dijo ella? —la voz de Denki se volvió triste—. Himiko sólo se rió como si yo estuviera bromeando y me dijo que… que nunca un alfa iba a quererme tanto como para casarse conmigo. Que… que era un omega hombre y debía conformarme siempre con ser una segunda opción. Y que si encontraba un alfa que me quisiera… si lo encontraba, jamás querría casarse en el estanque Anapji porque era demasiado para tan poco —Denki parpadeó, enfocando sus ojos en Hitoshi otra vez, para luego sonreír tímidamente—. Podríamos arrendar una iglesia pequeña para–
—Nos casaremos en el estanque Anapji.
Denki enmudeció, abriendo sus ojos con sorpresa.
Luego, negó con la cabeza.
—Hitoshi, no es necesario…
—Esta misma tarde llamaré para fijar la fecha —replicó Hitoshi volviéndolo a callar—. ¿Y sabes que más, Kiki? Invitaremos a Himiko a la boda. La invitaremos para que vea que un alfa te quiere tanto que se casará contigo. La invitaremos para que vea que tú siempre serás mi primera opción a pesar de ser un omega hombre. La invitaremos para que vea que casarnos allí es poco para una persona tan hermosa como tú. ¿Entendido, Kiki?
El omega asintió con los labios temblando, como si estuviera a punto de llorar, y Hitoshi le dio un beso en la frente haciéndole saber que estaba allí, con él, que nunca lo dejaría y que iba muy en serio con sus intenciones.
—Te quiero, Hitoshi —dijo de pronto Denki mirándolo a los ojos—. Te quiero, Alfa.
Inconscientemente, Hitoshi llevó su boca al cuello de Denki, olisqueándolo y lamiendo para marcarlo con su aroma. Escuchó su gemido suave, sintiendo las feromonas que soltaba, y gruñó en señal de deseo y cariño. Podía ver la marca de su primer alfa, por lo que volvió a gruñir para demostrar su disgusto, pensando en el momento en que tuviera a Denki sólo para él. Cuando lo marcara, lo haría en esa zona para no dejar duda alguna de quién era su alfa.
—¿Y la luna de miel? —preguntó sin alejarse de su cuello.
Denki se sintió de pronto caliente.
—¿Qué ocurre con ella? —preguntó fingiendo no entender la pregunta.
Hitoshi se separó un poco, lo suficiente para tener su rostro frente a él.
—Te haré mío esa noche —respondió sin vergüenza, sin pudor—. Te marcaré y serás mi omega completamente —sus ojos se oscurecieron un poco—. A menos que quieras que lo haga antes, Denki. Con cualquiera de las dos opciones estoy bien —le acarició el labio inferior—. Así que… ¿dónde quieres que vayamos de luna de miel?
Le encantaba ver las mejillas de Denki teñidas de rojo, tan colorado, tan tímido, tan avergonzado. Eso lo hizo pensar cuando estuvieran a solas, cuando las ropas no los molestaran, cuando se unieran de una forma tan íntima que nadie podría separarlos.
—La noche de bodas está bien para que… para que me marques —concedió Denki nerviosamente—. Y… y podríamos… Quizás ir a la costa, a la playa…
—¡Paia, paia! —gritó Katsuki de forma distraída, frunciendo el ceño en señal de concentración mientras seguía coloreando.
—En la playa podría deshacerme de este mocoso más fácilmente —murmuró Hitoshi.
Denki comenzó a reírse, terminando de comer el postre, y Hitoshi recordó algo de pronto.
—Kiki… —el omega lo miró, inquisitivo—. ¿Tú quieres… más hijos?
De forma automática, Denki miró a Katsuki, que se echó más pudín a la boca, y pensó en los meses de embarazo, en el parto.
A pesar de que quisiera mucho a Katsuki, de que fuera casi su vida entera, tenía que admitir que fue muy difícil. Porque Denki tenía sólo dieciséis años cuando quedó preñado, y tanto los meses de embarazo como el parto los vivió prácticamente solo.
Pero si Hitoshi quería…
Recordó los ojos de Shigaraki cuando Denki le decía que no, cuando no le hacía caso, cuando se negaba a ceder, cuando hacía todo mal.
Recordó el primer golpe, tan de improviso que se quedó en el suelo por minutos, sin poder reaccionar ni entender la situación.
Shigaraki se había enojado porque Denki no se estaba cuidando con la comida, y cuando le dijo al omega que tenía que ser delgado, bonito, tierno –como se esperaba de los omegas–, Denki le replicó que le daba lo mismo ser delgado, que prefería comer a pasar hambre. Una estupidez, había pensado Denki mientras miraba su reflejo en el espejo esa noche, acariciando su mejilla hinchada, y fue la primera lección de muchas que aprendió.
—Si quieres un hijo tuyo, entonces está bien —dijo estirando los labios hacia arriba, en una sonrisa mecánica y falsa.
Hitoshi no dijo nada por varios segundos.
—Kiki…
Desvió la vista, incapaz de sostenerle la mirada.
—Por favor, mi amor, si no quieres más hijos, lo puedo entender… —
Hitoshi le tomó el mentón, levantándoselo—. Te prometo que está bien. Además… —hizo una mueca—, suficiente tengo con compartir tu atención con Katsuki.
Soltó una risa suave, asintiendo.
—Quiero más —dijo ahora con decisión—. Quiero… quiero hijos tuyos, quiero que… que anudes en mi interior —sus mejillas se sintieron rojas otras vez—. Katsuki tendrá muchos hermanitos para jugar.
—¡Emanitos, emanitos! —aprobó Katsuki con las mejillas manchadas de pudín.
—Pero… —Denki mordió su labio inferior—, Hitoshi, tú… ¿tú me dejarías… —tragó saliva, nervioso. Si Hitoshi le decía que no, se sentiría muy triste aunque sabía que no debía sentirse así— permitirías que yo… terminara mis estudios? —ahora se sentía humillado, idiota, inútil—. Shigaraki decía que no era necesario, pero yo… de verdad yo quiero…
—Por supuesto que sí, Kiki —Hitoshi le sonrió, ladeando la comisura de sus labios de manera sexi, y Denki quería besarlo todo el tiempo, nunca separarse de su lado—. Buscaremos un colegio, podría ser con enseñanza nocturna, para que termines tus estudios —le pellizcó la nariz—. Incluso si quieres, Kiki, podrías seguir estudiando después. Yo te voy a apoyar en cualquier decisión.
Denki sonrió ampliamente, dándole otro beso, antes de que Katsuki decidiera que quería la atención de su mamá de vuelta y se pusiera a berrear.
Pero Hitoshi se limitó a sonreír, revolviéndole el cabello al bebé mientras Denki lo regañaba por comer de forma tan desastrosa, y le dio un beso en la mejilla al omega.
—Señora Shinso.
Shinso Nemuri levantó la vista del informe de acciones del último mes que estaba leyendo, encontrándose con los ojos amielados de su asistente.
—¿Qué ocurre, Himiko? —le preguntó la alfa quitándose los lentes de lectura.
La chica levantó una carpeta que traía el nombre del hermano de la chica, Kaminari Denki, en una esquina, y con calma Nemuri tomó los papeles que le tendió Himiko. Sin apresurarse demasiado, aunque notando la ansiedad de la omega, comenzó a leer lo que el detective privado que contrató para espiar a ese asqueroso chico con el que su hijo se quería casar le decía sobre lo que había descubierto.
Primero que todo, información sobre su alfa muerto, Tomura Shigaraki. Familiares, trabajo, amigos. Poca información que no le servía.
Segundo, donde vivía luego de ser echado de su casa.
Tercero, información de la última semana.
Frunció el ceño.
Los escuché hablar sobre planes de boda. Pensaban fijar una fecha de aquí a dos meses.
Dos meses. Muy poco tiempo.
—¿Lo leíste, Himiko? —volvió a preguntar la alfa, observando nuevamente a su ayudante.
—Sí, señora Shinso —pudo notar el tono rencoroso que utilizó, su voz teñida de odio. Una sonrisa juguetona bailó en sus labios—. Una boda.
Nemuri se puso de pie, quitándose la chaqueta oscura y aflojando la blusa que llevaba ese día, sin dejar de mirar a Himiko. La chica se enderezó, cerrando la puerta con llave.
—Una boda entre mi hijo y tu hermano, quién lo diría —la alfa hizo una pequeña mueca, recostándose sobre el escritorio—. Quiero a su bebé muerto, y a ese omega… —puso una expresión pensativa—. Estoy segura de que la prostitución sería suficiente castigo para él.
Himiko pensó en su hermanito de seis años, tan inocente, tan sonriente, tan tierno.
Un omega hombre que había matado a su mamá en el parto.
Ella lo había odiado tanto, tanto…
Por culpa de Denki se quedaron sin mamá. Por culpa de Denki su padre se había vuelto un borracho. Por culpa de Denki su padre los había golpeado. Por culpa de Denki ahora estaba perdiendo a su prometido.
Eso no se lo iba a permitir. Himiko no permitiría que su estúpido hermano menor le quitara algo por lo que había luchado toda su vida.
Himiko quería verlo destruido, quería verlo como la maldita puta que era, siendo usado sólo para entretención de alfas, sin nadie que lo quisiera. Sin que Hitoshi lo quisiera.
Nemuri hizo un gesto con su mano, indicándole que se acercara, y Himiko obedeció, chocando sus labios con los de la alfa.
La omega tenía claro, desde que fue contratada como una simple oficinista en las empresas Shinso, lo que debía hacer para poder triunfar en la vida.
Y cuando Shinso Nemuri la vio trabajando arduamente, y le ofreció un puesto como su asistente, no dudó en aceptarlo, sabiendo también las consecuencias que traería para su vida.
Pero acostarse con Nemuri no era nada comparado con todo lo que podría obtener.
En primer lugar, el matrimonio con su primogénito, Shinso Hitoshi, a quien había estado observando desde lejos.
Hitoshi era un alfa hecho y derecho, un alfa que tenía el mundo el mundo entre sus manos si se lo proponía, el heredero del imperio Shinso. Un alfa que podría llevarla a la cima del mundo si se convertía en su omega.
Himiko estaba dispuesta someterse por completo a él siempre y cuando fuera su única esposa omega.
Nunca había planeado encontrarse con Denki de esa forma. Con su estúpido hermanito menor que siempre había acaparado la atención por su comportamiento tan dulce y amable.
Mientras Nemuri la desnudaba sobre el escritorio, Himiko recordó el momento en que se lo encontró en el comedor de Hitoshi sosteniendo a su horrible bebé en brazos. Recordó la forma en la que Hitoshi miraba a Denki, como si fuera algo valioso, algo que debía cuidar por completo.
¿Acaso Hitoshi no podía ver que Denki no era más que una basura?
Himiko no iba a permitir que Denki le quitara a Hitoshi por nada del mundo, y si tenía que destruirlo por completo, lo haría.
Denki levantó la vista de la caja donde estaba guardando los discos que tenía en el comedor, viendo a Izuku y Shouto escondidos en el mueble que sostenía la televisión, tratando de no reírse cuando Katsuki dejó de contar y empezó a buscarlos con expresión enfurruñada.
—¿Ontááááááááán? —preguntó haciendo un puchero, mirando a Denki—. Mami, ¿ontán?
—No lo sé, Suki —Denki le revolvió el cabello—. Anda, no seas tramposo.
Katsuki farfulló unas palabras incoherentes, comenzando a buscarlos por debajo de la mesa.
Denki sonrió, divertido, siguiendo con su misión.
Miró la fotografía que estaba sobre el mesón, donde Shigaraki y él salían en su boda. Todo fue tan apresurado, tan rápido, que lo único que le compró Shigaraki para la boda fue un traje blanco con un horrible ramillete de rosas blancas.
Denki decidió que botaría esa fotografía y la reemplazaría por una de su matrimonio con Hitoshi.
El alfa, días atrás, le preguntó si no quería mudarse definitivamente a su casa, y Denki no pudo decirle que no. No cuando el olor alfa de Hitoshi lo envolvía por completo, lo hacía sentir feliz y contento, cuando lo único que quería era acurrucarse todo el día contra él. Denki no sabía si estaba enamorado, porque enamorado era una palabra demasiado grande, pero sí se sentía tranquilo, amado, alegre, de que Hitoshi fuera su alfa. Se sentía correcto. Se sentía bien.
—¡Los encontle! —gritó Katsuki de pronto, y comenzaron a escucharse risas en todo el salón mientras los hermanos peleaban por salir de su escondite en tanto el menor se reía.
Hizashi y Aizawa le pidieron que cuidara a sus niños en tanto ellos iban a comer algo debido a su aniversario, y Denki aceptó porque Katsuki extrañaba a sus amiguitos. Además, Hitoshi estaba trabajando, no tenía algo que hacer, y cuidar a Izuku y Shouto lo iba a entretener por el resto de la tarde.
Cerró la caja con cinta adhesiva, tarareando, escuchando la pelea que había comenzado entre los niños.
—¡Eso es abuido! —reclamaba Katsuki—. ¡Quelo juga a las peleas, Deku y Sho!
—¡No, no y no! —respondió Shouto—. Izuku y yo podemos jugar a eso mientras tú nos observas, Suki.
—¡No! ¡Ustes no me entenen! —Katsuki se cruzó de brazos, sentado en el suelo.
—¡Te podemos hacer daño, Kacchan!
Denki suspiró, negando con la cabeza, pensando en los dos pequeños alfas que miraban con adoración a Katsuki.
Ahora no quería preocuparse demasiado, pero cuando crecieran, cuando empezaran a ser alfas territoriales y el olor omega de Katsuki comenzara a ser más fuerte…
Denki sabía que lo seguirían protegiendo, sin embargo, comenzarían a verlo también como una posible pareja, y eso lo asustaba por completo.
—¡Quelo pelea, quelo pelea! —Katsuki infló sus mejillas, buscando con los ojos a su mamá para que lo apoyara, pero en ese instante tocaron el timbre de la casa, y Denki se puso de pie.
—Vuelvo enseguida —le dijo a los niños, revolviéndole el cabello a Shouto.
Podía seguir escuchando los reclamos de los menores, pero sólo rodó los ojos, abriendo la puerta con una sonrisa amable.
La sonrisa quedó congelada en su rostro cuando se encontró con la cara de la persona al otro lado de la puerta.
—Sanji.
—¿Oh? ¿Ya no es “padre”?
El aliento borracho de Sanji llegó a su nariz, y arrugó los labios en un gesto de desagrado, nervioso repentinamente. Miró hacia atrás, esperando que los niños se asomaran.
—¿Qué quiere? —preguntó tratando de mantenerse educado.
Notó la botella de cerveza a medio beber en la mano de su padre, su parada tambaleante, y tomó aire.
Si estaba allí, era sólo por un motivo.
—Le dije el mes pasado que no me seguiría haciendo cargo de sus deudas —dijo tratando de lucir enfadado—. No tengo el suficiente dinero–
Recibió una bofetada que volteó su rostro, pero reprimió el impulso de correr lejos.
—A mí no me hablas así, puto —gruñó Sanji furioso—. Además, ¿creíste que nunca iba a enterarme que ahora conseguiste un nuevo marido? Dos alfas en tu vida, perra, quién lo habría dicho. Quizás tuve que haberte vendido a un prostíbulo, habrían pagado bien por ti.
Denki luchó contra las ganas de cerrar la puerta y esconderse, o de llamar a Hitoshi para que viniera a ayudarlo. Ese asunto era entre él y su padre, y nadie iba a meterse en eso.
—¿Qué quiere? —repitió entre dientes.
—Mi dinero —Sanji dio otro paso, sonriendo horriblemente—. Necesito pagar muchas cuentas, Denki.
Denki se odiaba por ser tan débil, por permitir que su padre siguiera manejándolo de esa forma a pesar de todo lo que le había hecho.
No sabía cómo, pero luego de su matrimonio con Shigaraki, un día su padre llegó a su casa, borracho como una cuba, a pedirle dinero para poder cubrir el montón de deudas que tenía, diciendo que se lo debía porque él era su hijo y lo había cuidado durante trece años. Que era lo mínimo que podía hacer por él. Y Denki no pudo negarse, porque ver a su padre en tan miserable estado, de alguna forma lo conmovió.
Además, aunque jamás lo dijera en voz alta, Denki tenía la leve esperanza de que algún día Sanji lo mirara sin odio, que le comentara que estaba orgulloso de que fuera su hijo.
Sin embargo, Denki comprendió de forma tardía que eso nunca ocurriría, y ahora no podía quitarse de encima esa maldita carga.
—No tengo dinero, mi alfa no es de buena posición —mintió entre dientes.
—No me mientas, putito —gruñó Sanji sin ocultar su molestia—. Sé de buena fuente que ahora tienes un alfa mejor que el anterior. De la familia Shinso, ¿no es así? Quiero más dinero, o se va a enterar que de santo no tienes nada.
Denki se puso pálido al recordarse a los diez años, encerrado en su habitación con los amigos de su padre, de rodillas frente a ellos. Recordando lo que se veía obligado a hacer para que su padre pudiera conseguir su preciado alcohol. Recordando el terror, el asco, el odio que sentía.
Y Denki no quería que Hitoshi se enterara de eso, de lo que hacía, de cómo su boca estaba sucia.
No quería que lo mirara con repulsión, que se alejara, que incluso cancelara su compromiso porque… porque eso lo destruiría por completo.
Asintió, derrotado, murmurando que se quedara esperando en la puerta mientras iba a buscar el dinero suficiente como para pagar las deudas de su padre.
Sanji se retiró diez minutos después, diciéndole que volvería el mes siguiente por lo que correspondía.
Denki trató de no lucir afectado cuando volvió al comedor, viendo a Izuku y Shouto pelear por un beso de Katsuki, y continuó guardando las cosas en las otras cajas que tenía, pensando en que estaba metido en un montón de problemas que podían arruinar esa pequeña burbuja de felicidad que tenía.
Horas más tarde, cuando Izuku y Shouto se marcharon, y Katsuki estaba durmiendo luego de haber jugado tanto, pensó en cómo solucionar todo eso.
Lo más sensato era decirle la verdad a Hitoshi para luego pedirle perdón por estar sucio, y acto seguido, rogarle que lo follara. Que lo marcara, lo follara, lo hiciera suyo para así demostrar que Hitoshi era su dueño, su único alfa, que le pertenecía por completo.
Pero Denki todavía se sentía nervioso de dar ese paso. Además, pedírselo así, estando obligado… estaba seguro que se sentiría como una violación. Como cuando Shigaraki llegaba estresado y lo ponía en cuatro, teniendo que callar los reclamos para no ser golpeado.
Y él no quería que su primera vez con Hitoshi fuera así, sin consenso, obligado por las presiones de la sociedad.
Se sobresaltó cuando las manos de Hitoshi lo acariciaron de pronto en la cintura. Tan perdido estaba en sus pensamientos que no lo sintió llegar.
—¿Pasó algo? —preguntó Hitoshi contra su cuello.
Y Denki no tuvo que darse vuelta, no sin pensar en una mentira para decir, pero necesitaba a Hitoshi desesperadamente en ese instante que no estaba pensando bien.
Quiso besarlo, sin embargo, las manos de Hitoshi lo detuvieron.
—¿Quién te pegó? —preguntó con la voz grave.
Hitoshi acarició el moretón en su mejilla con suavidad, aunque sus ojos estaban oscurecidos por la rabia.
Denki mordió su labio inferior, tratando de sonreír.
—Oh, ¿eso? —soltó una risita falsa—. Me di un golpe con el mueble mientras lo ordenaba, sabes que soy demasiado torpe.
Hitoshi volvió a acariciar el moretón, su mejilla levemente hinchada.
—¿Quién te pegó? —repitió con más calma.
Los labios de Denki temblaron.
—Ya te dije que pasó —siguió mintiendo forzándose a lucir calmado.
Hitoshi levantó la vista, apretando su mandíbula, pero tratando de relajarse a pesar de todo.
—Sabes que puedes contarme todo, Kiki, ¿no es así? —razonó Hitoshi mirándolo a los ojos—. Soy tu alfa, y mi deber es protegerte de todo si alguien quiere hacerte daño.
El omega asintió en silencio, sintiéndose miserable por ocultarle cosas a Hitoshi, quien, a pesar de todo, le estaba dando total libertad para dejarle elegir si contarle o no. Cualquier otro alfa se habría impuesto con su voz, obligándolo a decir la verdad sin importar si quería o no.
Abrazó a Hitoshi por la cintura, ocultando su rostro en su pecho, respirando de su aroma.
—Quédate conmigo esta noche, Hitoshi —pidió con la voz débil.
—Todo el tiempo que quieras, bebé —contestó Hitoshi tranquilo.
Hitoshi se sentó en el sillón más cercano, atrayendo a Denki contra él, sentándolo en sus piernas. Denki se arrimó sobre él, dejando que los brazos del alfa lo envolvieran con cariño, sintiéndose más tranquilo ahora que lo tenía a su lado.
—Te quiero, Hitoshi —murmuró Denki dándole un pequeño beso en el cuello.
—¿Sí? —Hitoshi le dio un beso en la frente, sonriendo de lado—. Yo igual te quiero, Kiki.
El toque de Hitoshi era perfecto, lo tranquilizaba de una forma que nunca habría creído posible.
—¿Puedes… uh… —Denki lo miró, tratando de poner una expresión inocente— ayudarme con las cajas mañana?
Hitoshi hizo una mueca.
—Mañana tengo una operación en la mañana, pero vendré a comer contigo, ¿te parece? —Denki asintió, contento—. Voy a tratar de evitar que te des otro golpe.
Voy a seguir averiguando quién te golpeó, Kiki, parecía decir su verdadero mensaje, pero a Denki no le importaba.
Lo único que quería Denki en ese momento era que Hitoshi lo mimara por todo el resto del día, haciéndole olvidar todas las cosas horribles de su infancia.
Haciéndole olvidar que, quizás, no merecía ser el omega de Hitoshi luego de todo lo que había vivido.
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