Capítulo VII
Advertencias: Omegaverse, BinWoo, otras parejas secundarias, historia cliché y drama.
Moonbin frunció el ceño mientras miraba la carta del restaurante, sin decidir todavía lo que quería comer. Suspiró, exasperado, levantando la vista y encontrándose con la divertida mirada de Myungjun, que le observaba con cierta fascinación.
—¿Y tu esposo? —preguntó de forma burlona Moonbin.
—¿Ese bobo? —Myungjun rodó los ojos — Jinwoo está estacionando el auto, ya sabes lo lento que es para algunas cosas — el omega lo miró, guiñándole un ojo —¡Te ves fantástico, Moonbin!
—Si Jinwoo se entera de que me estás coqueteando...— dijo con advertencia Moonbin, aunque sonreía con leve diversión.
—Bah, no me haría jamás nada — Myungjun observó la carta.— Ugh, todo suena mal y horrible.
—Bebé, no digas eso —Jinwoo apareció de pronto, sonriéndole a Moonbin —¿Cómo estás, Moon?— saludó, tendiéndole la mano.
—Pero quiero una sandía, amor, y acá no tienen sandía —los ojos de Myungjun se pusieron llorosos, y Moonbin dio vuelta los ojos, sabiendo que estaba actuando sólo para que cumplieran sus caprichos — Estoy esperando a tu hijo, y el pequeño tiene hambre.
—Oh, ¿así que decidieron agrandar a la familia?— se burló Moonbin, llamando su atención.— Espero ser el padrino.
—¡Jamás! —Myungjun se cruzó de brazos — No queremos que nuestro bebé sea amargado y aburrido como tú.
Moonbin lo miró ofendido, mientras Jinwoo tapaba su boca para ocultar la risa que quería salir.
A eso se refería Moonbin cuando pensaba en lo extraña que era la pareja para esos tiempos. Normalmente, el omega solía ser más callado, sumiso y complaciente con su pareja alfa, sin querer interponerse, hablando sólo cuando era conveniente. Myungjun era todo lo contrario: grosero, fastidioso y bromista, y a Jinwoo realmente no le importaba su actitud, siempre asintiendo en todo lo que dijera o pidiera.
Pero Moonbin los envidiaba, en especial cuando Myungjun se recostaba contra Jinwoo con total confianza, no por obligación, y el alfa lo rodeaba con un brazo, sonriendo automáticamente, como si fuera feliz con ese simple gesto.
Ordenaron algo para comer, y mientras esperaban, Moonbin decidió sacar el tema que tanto lo había estado estresando los últimos días.
—Encontré a mi omega — comentó casualmente.
Myungjun escupió el agua que estaba bebiendo, en tanto Jinwoo parpadeaba.
—¿Cómo? —Myungjun lo observó de forma incrédula.— ¿Tú, Bin? ¿El mismo Moonbin que decía que no quería un omega porque quitaban mucho tiempo? ¿El mismo Moonbin que rechazaba a las más lindas omegas de la universidad?
—Me haces ver como un desgraciado —se quejó Moonbin.
—Porque lo eres — secundó Jinwoo, limpiando la comisura de la boca de Myungjun.— Bueno, no tan así, pero de todas formas... No estabas demasiado interesado en omegas, Bin.
El alfa soltó un bufido, aunque no pudo evitar darles la razón porque, efectivamente, lo que menos quería en la universidad era relacionarse con omegas o crear un lazo con ellos.
—Bueno, cambié de opinión —rezongó, mientras servían los platos de comida.— Dongmin es un omega demasiado irresistible, si tan sólo lo vieran...— sonrió de forma inconsciente.— Algún día lo conocerán y verán de qué les hablo.
Jinwoo y Myungjun se miraron, ambos enarcando una ceja al ver la expresión soñadora de Moonbin, pero prefirieron no burlarse o con toda probabilidad recibirían algún golpe. En cambio, sólo miraron con curiosidad a Moonbin.
—Supongo que nos invitarás a la boda — dijo Myungjun de forma desinteresada.
—Me van a joder toda la vida si no es así — murmuró Moonbin, frotando su frente —. Será el trece de junio en el estanque Anapji.
—¿Dónde? —Jinwoo lo miro incrédulamente.— ¡Eso debió haberte salido un ojo de la cara!
—¡Yo quería casarme allí! —chilló Myungjun, mirando a su esposo de forma acusadora.— ¡Pero este tacaño dijo que era demasiado caro!
Moonbin se encogió de hombros, despreocupado.
—Dongmin quería casarse allí y no le voy a negar eso — respondió como si nada.— En realidad, quería hablar sobre un asunto que incluye a Dongmin...
La pareja lo miró, diciéndole de esa forma que siguiera hablando.
Moonbin se removió, incómodo.
—Dongminie me comentó unos días atrás que... bueno, su celo sería en dos semanas — dijo, un poco avergonzado.— Entonces él me pidió que... que lo marcara esos días, que era el motivo perfecto para que lo hiciera mío — bajó la vista, ruborizado—. El punto es que...
—No tienes idea del celo omega, ¿no es así?— se burló Myungjun sin piedad.
Moonbin negó con la cabeza, abochornado.
—Bueno, es sólo meter y sacar, ¿no? — siguió riéndose Myungjun ante el comentario.
Jinwoo rodó los ojos, tratando de no reírse al ver la expresión compungida de Moonbin.
—Lo que quiero decir — prosiguió Moonbin entre dientes—, es que Dongmin no es... no es un omega que sólo piense en follar y hacerme feliz. Digo, sé que si se lo pido, esos serían sus únicos pensamientos, pero también quiero hacerlo feliz, no quiero que... no quiero que sea como todos los omegas que hemos conocido.
Myungjun dejó de reír, repentinamente interesado por el rumbo que estaba tomando la conversación. Jinwoo asentía en señal de comprensión.
—Sí, entiendo lo que quieres decir — dijo Jinwoo — Siempre me pareciste un alfa distinto a los otros, Moonbin. No piensas con el pene.
El omega comenzó a reírse, mientras Moonbin bufaba con expresión de fastidio.
—Mira, lo que debes comprender primero es que el celo no es como nos lo han enseñado todos estos años, ¿no? — Moonbin asintió, prestando atención a lo que decía Jinwoo—. Sí, los omegas suelen dejarse dominar por su instinto natural, por lo que van a sentir durante esos días un irreprochable deseo sexual, así que tendrás que atender a sus necesidades — Myungjun le tomó la mano a Jinwoo, sonriendo de lado.— Pero lo que muchos alfas parecen olvidar es que los celos no se tratan de ellos, sino del omega. Se dejan llevar por el olor y follan como loco al omega, pero no se detienen a pensar un poco que quizás... el omega debe tomar el control entonces.
Moonbin frunció el ceño, levemente confundido, pero Myungjun rodó los ojos.
—Lo que trata de decirte, cabeza de chorlito — regañó el omega—, es que puedes follar a tu omega como loco, pero pregúntale si le gusta. Haz que su parte racional conecte con su parte omega, así de simple. Puede que lo estés follando, pero no se siente a gusto con la posición, quizás quería que le hicieras una mamada antes, tal vez quiere que haya un juego previo, en una de esas desea que–
—Está bien, está bien, estoy entendiendo —farfulló Moonbin, rogando que nadie estuviera escuchando esa conversación.
—Eso espero — Myungjun lo miró solemnemente.— Si haces eso, Dongmin se dará cuenta de que realmente lo tomas en cuenta como persona y no lo ves sólo como un objeto que cuidar y follar.
Moonbin asintió, comprendiendo bien el mensaje que le quería dar la pareja.
—Otra cosa — Jinwoo miró con diversión a Moonbin —, como ves, el lado omega lo estará dominando, así que no te sientas presionado si de pronto Dongmin se pone demasiado cariñoso. Tú deber como alfa es mimarlo y hacerlo feliz, así que si quiere abrazos después del sexo, aunque estén pegajosos, dale muchos abrazos. Si quiere sólo besitos, dale besos. No vayas con segunda intención, porque él puede sentir que no quieres darle mimos, y dejará de buscarte en ese sentido, y, entre nosotros, Moonbin — bajó la voz, a pesar de que Myungjun pudiera escucharlo claramente —, es demasiado lindo cuando tu omega quiere que lo mimes. Tal vez deberías grabar eso.
Myungjun le dio un golpe a Jinwoo, que soltó un quejido en voz baja.
—El lado omega es como un bebé — añadió Myungjun como si nada—, así que es muy probable que Dongmin no diga frases muy coherentes, sólo palabras sueltas y sonidos extraños. Si está disgustado, con toda probabilidad va a gruñirte. Hasta puede querer jugar como un niño pequeño, quién sabe.
El rostro de Moonbin era un poema en ese momento.
—¿Cómo?
—Ah, sí, en los primeros celos, Myung tendía a morderme el brazo o el hombro — comentó Jinwoo como si nada —. No de forma dolorosa, sólo para jugar, ya sabes, como un niño que está jugueteando contigo. Si puedes, juega con él también, quizás así no se sienta tan avergonzado cuando el celo acabe —Jinwoo lo miró con gravedad—. Ten eso en cuenta, Moonbin. Cuando el celo acabe, Dongmin recordará muy bien todo lo que hicieron, y si llegas a gritarle o golpearle, quedará marcado de por vida. Es muy probable que si haces eso, Dongmin no será capaz de tenerte nunca más confianza y comience a querer vivir sus celos sin tu ayuda, aunque eso se le haga doloroso.
Moonbin puso una expresión de seriedad, comprendiendo claramente lo que le querían decir con ello. El celo era una etapa demasiado emocional, donde sólo el instinto gobernaba, y si el lado omega de Dongmin no lograba confiar plenamente en él durante esos días, jamás podría hacerlo, a pesar de que lo marcara.
Quizás a ello se debía el rencor con el que hablaba Dongmin de su antiguo alfa. Moonbin no quería imaginar lo que Dongmin había vivido en esos celos con Sangyeon, en especial ahora que recordaba lo que le comentó de sus antiguos celos.
No me voy a dar cuenta de... de si es bueno o malo porque... Mira, Sanggie sólo llegaba y me follaba, ¿lo entiendes?
Se imaginó a Dongmin echado en la cama, dejando que su alfa hiciera lo que quisiera con su cuerpo, sin disfrutarlo realmente a pesar de que supuestamente estaba en celo.
—Alimenta y baña a tu omega, y háblale para que vea que lo estás acompañando —dijo Myungjun, calmado—. Y pasen esos días solos, sin nadie que reviente su pequeña burbuja, Moonbin — el omega bajó la voz—. En nuestros celos, a veces, nos sentimos demasiado vulnerables, y una presencia desconocida o que consideramos amenazantes nos altera un montón, quizás hasta el punto de hacernos llorar.
Él no preguntó, pero no era necesario hacerlo para saber a qué se refería Myungjun con ello: con toda seguridad, una persona desconocida o amenazante los interrumpió en su celo, y eso lo asustó como el infierno.
—Más que nada, Moonbin —prosiguió Jinwoo—, disfruta esos días con tu omega. No lo veas como una obligación, sino como unas mini-vacaciones, así que no vayas a trabajar y concéntrate en las necesidades de tu pareja. Lo puedes pasar realmente bien, y no lo digo sólo por el sexo — Myungjun le dio un golpe en la espalda, haciéndolo reír—, sino también porque si conectas con tu omega... bueno, es increíble, ¿no lo crees?
Moonbin miró a Jinwoo y Myungjun, analizando cuidadosamente lo bien que se veían uno al lado del otro, como se complementaban, como parecían hablarse con la mirada, y sonrió de lado.
— Claro que lo creo — contestó, más tranquilo que nunca.
Dongmin estaba jadeando cuando se apoyó en la pared en medio de la noche, cansado, agotado, sintiendo todo su ser caliente, y al dar un paso, pudo sentir el lubricante saliendo de su entrada deslizarse por su entrepierna.
Su ano palpitó, ansioso de tener algo en su interior, y cubrió su boca, metiéndose a un callejón cercano, yendo al fondo, ocultándose tras unos basureros para tratar de soportar el inicio del celo. Si podía sobrevivir esa noche, mantenerse entero para luego ir a esconderse en el puente, entonces todo estaría bien.
Abrazó sus piernas, controlando sus manos para no llevarlas a su miembro ya medio erecto. Si comenzaba a masturbarse, no podría detenerse después tan fácilmente.
—¿Omega?
Se quedó quieto al escuchar la voz de un alfa cerca de él.
No. No. Cualquier cosa menos eso.
Tenía sólo dieciséis años, por el amor de Dios. No podía... no quería...
—Sal de allí, omega —ronroneó el alfa dando otro paso.
El aroma alfa lo invadió, su cuerpo estremeciéndose en anticipación al notar la cercanía de alguien que podría satisfacerlo.
Pero la parte racional de Dongmin gritaba que no quería, que huyera, que escapara lo más rápido de allí.
¿Hacia dónde, sin embargo? Estaba en un callejón sin salida.
Jadeó en voz baja, pero no tuvo que hacerlo. Los sentidos de los alfas eran desarrollados, podían oír cosas que los betas no, y más aún cuando un omega estaba en celo.
—Te encontré, omega —dijo el alfa, asomando su cabeza por el borde del basurero.
Dongmin quiso chillar, escapar, pero de pronto las manos del alfa estaban en sus hombros, empujándolo contra el suelo, impidiendo que pudiera huir.
Era guapo, con piel blanca como la nieve, cabello castaño, ojos cafés y expresivos, alto, más que él. Sus labios eran color rojos y tenía unos pómulos un poco marcados.
—Oh, un omega hombre —dijo con sorpresa el alfa desconocido, y su voz envió unas vibraciones por el cuerpo de Dongmin. Su entrada se humedeció más al escucharlo hablar.— Vaya, esto no me lo esperaba.
"Suéltame", quiso decir Dongmin, pero sólo escapó de su boca unos balbuceos sin sentido. Tenía la leve esperanza de que el hecho de ser hombre lo espantara, hiciera que lo rechazara, sin embargo, no fue así.
No lo fue, se dio cuenta de eso cuando lo volteo con facilidad, dejándolo boca abajo, y levantó su trasero, bajando sus pantalones y ropa interior. Chilló, retorciéndose por el miedo, pero un gruñido del alfa le ordenó quedarse quieto.
—No...— gimoteó apenas al sentir la mano del alfa acariciando su trasero.
—¿No?— el hombre lo soltó, aunque no se relajó, escuchando el sonido de sus pantalones al ser abiertos — ¿No quieres que te marque, omega? ¿A pesar de que estés todo mojado y húmedo para mí? ¿A pesar de que tu entrada esté latiendo por mi pene? ¿No quieres, pequeña puta?
Sollozó, negando con la cabeza, balbuceando torpes "no". Sin embargo, no sirvió de nada cuando de una estocada el alfa entró en su interior, reclamándolo como suyo.
Dolió, no porque no estuviera listo –contra su pesar, su entrada ya estaba preparada para recibirlo, lubricada y dilatada–, sino porque no quería eso. Porque estaba siendo forzado, violado, y no podía hacer nada para evitarlo, sólo gimotear y sollozar, tratando de luchar débilmente contra el alfa que lo estaba penetrando sin compasión alguna. Su cuerpo se estremecía de placer, su pene estaba erecto, reaccionando contra las embestidas, pero su mente, su lógica, todo gritaba dentro de él que eso estaba mal, que no quería, que lo estaban abusando una y otra y otra vez.
Dongmin quería morirse en ese momento, más cuando el alfa tiró de él, enterrando sus dientes en su cuello, marcándolo mientras anudaba en su interior.
Se derrumbó en los brazos del alfa, con su voz murmurando a su oído.
"Mío, mío, mío", decía, y Dongmin no pudo negarlo.
Soltó un jadeo cuando abrió los ojos.
Parpadeó, confundido, pensando por un breve momento que Sanggie estaba acostado a su lado, durmiendo como si nada, que estaba en esa fría casa en la que vivió por dos años y que Taeyong todavía no nacía.
Cuando se volteó, se encontró con la preocupada mirada de Moonbin, y algo pareció relajarse al verlo allí, a su lado.
—¿Tenías una pesadilla?— le preguntó, enderezándose un poco.
Era domingo, el día libre de Moonbin, así que ninguno de los dos estaba preocupado por levantarse temprano. Según el reloj de mesa, eran recién las nueve de la mañana, así que podían quedarse unas horas más en cama.
Se arrebujó al lado de Moonbin, dejando que sus brazos lo rodearan.
—Sí, pero todo está bien —le murmuró contra su pecho.— Tú estás aquí, así que estoy bien.
—¿Seguro?— le insistió Moonbin, todavía un poco preocupado.
Dongmin levantó su cabeza, mirándolo dulcemente.
—Claro que sí — le sonrió, besándole la nariz.— Cuando estás conmigo, todo parece ir bien.
Los ojos de Moonbin brillaron ante sus palabras, y le revolvió el cabello de forma distraída.
—Mañana iremos al juzgado para empezar a tramitar el cambio de apellido de Taeyong — le dijo Moonbin, llamando su atención.
Dongmin lo observó unos segundos, para luego acurrucarse a su lado, con expresión un tanto avergonzada.
—Todavía no sé... cómo agradecerte por esto...— le dijo en voz baja, sin mirarlo a los ojos.— Tú no tenías por qué hacerlo.
Moonbin le acarició la nuca, mirando el techo de la habitación con una cara pensativa.
—No tenía que hacerlo — concedió Moonbin dulcemente —, pero quise hacerlo. Dongmin, quiero que tú y yo tengamos... una relación bonita, ¿entiendes? Quiero hacerte feliz y verte sonreír siempre, así que si debo aceptar a tu bebé, lo voy a hacer y lucharé por él.
¿Por qué eres así conmigo?, quiso preguntar cuando los labios de Moonbin acariciaron su boca. ¿Por qué me quieres? No soy bonito. No soy obediente. No soy inteligente. No soy ni siquiera virgen para ti. ¿Por qué quieres estar conmigo, cuando ya estoy usado?
Pero esas palabras no salieron de su boca, no cuando de pronto Moonbin estaba sobre él, sin dejar de besarlo, sus manos acariciando su costado, sus piernas, enviando escalofríos por todo su cuerpo.
—Omega —murmuró Moonbin contra su piel, sus labios bajando por su mentón — Tan lindo, tan bonito... tan dulce. Mi omega.
Dongmin jadeó, sus piernas abriéndose automáticamente, dejando que Moonbin se acomodara entre ellas. Podía sentir el bulto del alfa contra su entrepierna, y gimió en voz baja, casi en anticipación, en señal de excitación.
—Tuyo —susurró Dongmin, antes de que Moonbin volviera a devorarle la boca — Tuyo, alfa.
Moonbin gimió contra sus labios, embistiéndolo por sobre su ropa, y Dongmin arqueó su espalda, demasiado perdido en el placer, en las corrientes eléctricas que estaba sintiendo en su cuerpo.
Su alfa había muerto hacía más de un año, y nadie en todo ese tiempo lo estaba tocando de la forma en la que Moonbin lo hacía.
El alfa deslizó una mano por debajo del pantalón de su pijama, acariciándole el miembro de forma superficial, y gimió más fuerte.
—¿Mami?
Chillando, Dongmin echó a un lado a Moonbin, botándolo de la cama.
Moonbin soltó un quejido, pero Dongmin no lo miraba, estaba contemplando la puerta abierta donde un somnoliento Taeyong se asomaba, frotando uno de sus ojitos en señal de sueño.
—¿Qué ocurre, bebé? —preguntó Dongmin con el rostro ruborizado, sin mirar a Moonbin, mientras se ponía de pie e iba a tomar a Taeyong en brazos, que se acurrucó en ellos.
—Pea-ila —murmuró el bebé cerrando sus ojos, calmado en los brazos de su mamá.
Murmurando maldiciones, Moonbin se puso de pie con expresión malhumorada, acostándose al ver que Dongmin se echaba en la cama, y le acariciaba el cabello a Taeyong. El niño volvió a dormir segundos después.
—Podrías dejarlo en su pieza otra vez y nosotros seguir con lo nuestro — comentó Moonbin, sin ganas.
Dongmin besó la frente de Taeyong.
—No me gusta dejarlo solo cuando tiene pesadillas —dijo Dongmin con un tono de disculpa.— Desde lo de tu mamá que tiene sueños feos una vez a la semana.
Moonbin puso una expresión culpable, observando a Taeyong durmiendo en los brazos de Dongmin, y acurrucó a los dos contra él.
—No es tu culpa —agregó Dongmin al ver su rostro.
—Si hubiera llegado un poco antes...
—Llegaste, y eso es lo importante — contestó Dongmin, besándole la mejilla—. Ahora, ¿no quieres dormir? —Dongmin le pellizcó la nariz, sonriendo.— Siempre te quejas de que te gustaría dormir todo el día, así que podemos hacer eso.
Moonbin sonrió, divertido, antes de besar una vez más al omega y dejar que el sueño lo alejara de la realidad.
Dongmin siempre solía mirar un punto lejano cuando Sanggie tenía ganas de sexo. Se acostaba boca arriba o ponía en cuatro según el alfa quisiera, se abría de piernas y dejaba que Sanggie se descargara sobre él como deseaba, yendo después al baño y tomar una pastilla que no lo dejara embarazado, no luego del parto de Taeyong.
Además, se bañaba para quitarse el sudor y la esencia del alfa, volviendo después a la cama donde Sanggie ya dormía.
Así que esa noche, cuando salió de la ducha y se encontró a Sangyeon todavía despierto, no pudo evitar poner una expresión de sorpresa.
—¿Sanggie?— preguntó amablemente, encontrándose con su mirada —¿Ocurre algo, mi amor?
Sanggie parpadeó.
—¿Eres feliz, Dongminie?— preguntó con calma.
Dongmin se sentó a su lado, envuelto en su bata, ladeando la cabeza.
—Claro que sí — contestó como si nada, sonriendo dulcemente, como se esperaba de él.
—¿Por qué? — insistió Sangyeon.
Dongmin frunció el ceño levemente, confundido, sin embargo, al ver la mirada grave de su esposo, trató de suavizar su expresión. Un omega no podía mirar a su alfa de esa forma, lo sabía.
—Porque tengo una casa —respondió, volviendo a sonreír —Porque tengo una cama. Porque tengo comida. Porque tengo un bebé. Porque puedo servirte a ti, mi alfa.
Sabía que su voz sonaba a un robot, sonaba falsa, pero esa era la respuesta que se esperaba de él, y debía decirla a pesar de todo.
Al menos, eso creía hasta que de pronto su mejilla ardió y su rostro fue volteado con la palma de la mano de Sangyeon.
Tragó saliva, volviendo a mirar al alfa, tratando de evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. Sanggie lo observaba con gravedad, todavía con la mano levantada.
—Si te estoy preguntando, Dongmin — dijo Sangyeon duramente —, es para que me contestes con la verdad — lo tomó de la barbilla, apretando sus mejillas, y contuvo el grito de dolor —¿Eres feliz?
Quería retorcerse, llorar, pero no podía hacerlo. A Sanggie no le gustaba cuando lloraba, porque decía que se ponía feo.
Más feo de lo normal.
Tembló.
—No lo sé —admitió, esperando que Sanggie lo soltara.
Recibió otra bofetada, pero se quedó quieto, sintiendo el sabor a sangre en su boca.
—¿Por qué no eres feliz?— gruñó Sangyeon.
Dongmin quería volver a mentirle para tranquilizarlo, sin embargo, sabía que Sanggie notaría su mentira enseguida.
—Porque no te amo — balbuceó, antes de que el alfa lo tomara de las mejillas otra vez.
—¿No me amas a pesar de todo lo que te he dado?— interrogó Sangyeon, sin dulzura en su voz.
A Dongmin le dolía el rostro por el fuerte agarre.
—Perdón —murmuró a medias, sollozando.
—Omega inútil —gruñó Sanggie soltándolo, tirándolo a la cama.— Te he dicho mil veces que no me gusta que llores.
Asintió, limpiándose las lágrimas lo más rápido que pudo, pero no pudo volver a detenerlas cuando el alfa lo puso boca abajo, levantando su trasero y quitando la bata de su cuerpo.
Lo único que pudo hacer fue cubrir su boca para que no escuchara su llanto cuando lo embistió.
Hizo una pequeña mueca cuando los brazos de Moonbin lo rodearon por la cintura, atrayéndolo a su cálido cuerpo. Medio dormido, medio despierto, contempló a Taeyongie jugando en el suelo con sus peluches, ajeno a ellos.
—¿Otra pesadilla?— murmuró Moonbin contra su oído.
Dongmin se arrebujó a su lado, asintiendo en silencio, y pudo escuchar su suspiro.
—¿Quieres contarme? —preguntó Moonbin con tranquilidad.
Negó con la cabeza, ocultando su rostro contra el pecho de Moonbin.
Para su sorpresa, el alfa no insistió, aunque podía adivinar que quería seguir preguntando, quería saber qué ocurría.
—¿Mami?— preguntó Taeyong, curioso.
Pero Dongmin no se volteó. No quería ver a Taeyong, ver sus ojos, que se parecían tanto a los de Sangyeon.
—Mami no se siente bien, Taeyongie — dijo Moonbin con ternura.— Anda, sigue jugando.
El niño hizo un sonido extraño, pero obedeció, llevando su atención al peluche de conejito que había apodado como Dodo y al osito al que llamó Younghonie.
Dongmin no quería separarse de la calidez de Moonbin, de sus brazos que lo apretaban con cariño y amor, sin embargo, algo en el fondo de él temía que todo eso fuera una ilusión, que se iba a romper apenas llegara su celo.
Le mintió descaradamente a Moonbin: quiso quitarle importancia al celo, decirle que iba a estar bien, pero no pudo evitarlo porque así se lo enseñaron.
Dongmin temía que el día de su celo Moonbin lo tomara sin miramientos, de forma salvaje, tal y como hizo Sanggie esa noche fatídica de años atrás. Que se aprovechara de su estado e hiciera lo que quisiera con su cuerpo, le ordenara hacer cosas que no quería hacer.
No quería que su relación fuera sólo sexual, lo que quería era que entre ellos hubiera amor.
Confianza. Cariño.
Pero, ¿cómo iba a existir algo así entre ellos si Dongmin le ocultaba cosas a Moonbin?
Un breve y horrible pensamiento cruzó por su cabeza. ¿Y si Moonbin se enteraba de la verdad luego de estar casados? Moonbin lo odiaría para siempre.
Moonbin podría vengarse diciendo que Taeyong no era hijo suyo. Y ahora que los trámites comenzaron, ahora que en menos de un mes Taeyong sería declarado hijo de Moonbin, ¿cómo podría...?
Tragó saliva.
—Dongminie, me estás enloqueciendo — murmuró Moonbin en voz baja, contra su oído.
Dongmin levantó la vista, encontrándose con los torturados ojos de Moonbin.
El omega sabía que estaba soltando de forma inevitable feromonas de miedo, lo que hacía que el alfa en Moonbin enloqueciera, quisiera consolarlo de alguna forma.
Tomó aire.
—Bin...— dijo tímidamente. El alfa lo miró con calma.— Tú... tú me quieres, ¿cierto?
Moonbin frunció el ceño levemente ante la pregunta, un poco confundido, pero asintió con lentitud.
—Claro que sí —Moonbin besó su nariz, causándole cosquillas.— Creo que... eres la persona que más quiero en el mundo.
Dongmin se ruborizó, bajando la vista.
—Si yo te contara algo... ¿tú no me odiarías? —su voz tembló —¿No terminarías con nuestro... compromiso?
Moonbin se enderezó, pero no lo alejó de su regazo, prestándole atención totalmente.
—¿De qué estamos hablando, Dongmin?— le preguntó, y el omega quiso llorar porque lo llamó con su nombre, no con un apodo de cariño.
Se removió, aunque el fuerte agarre del mayor impidió que pudiera alejarse.
—Yo... mhn... —mordió su labio inferior — Yo estoy... estoy sucio, Moonbin.
—Si es porque ese otro alfa te marcó antes...
—No, no — no lo estaba mirando a los ojos, se sentía incapaz de hacerlo. No quería ver el odio allí, el asco, la decepción.— Cuando... cuando era niño y vivía con papá, él... él tenía muchas deudas — podía sentir su garganta apretada, sus ojos llorosos ante los recuerdos —, así que... que para pagarlas... él me... él dejaba que sus amigos me tocaran...
Moonbin permanecía en silencio, sin embargo, podía sentir como su agarre se tensaba, como la rabia exhalaba de su cuerpo.
Dongmin tomó aire.
—A ellos... a ellos les gustaba que usara mi boca para... para satisfacerlos — estaba llorando, pero no podía parar, no podía evitarlo —, y me... me obligaban a tragarlo, entonces... entonces estoy sucio, Moonbin. Lo siento. Lo siento mucho. Perdóname.
Hubo un pequeño silencio en el que sólo sus hombros se sacudían por el llanto. Sin embargo, mordía su labio para no llorar como desquiciado. Eso de seguro asustaría a Taeyong, que seguía jugando en el suelo, sin tomarlos en cuenta.
La mano de Moonbin tomó su barbilla, obligándolo a mirarlo, pero no en un toque brusco, duro, sino de forma suave y cariñosa.
—¿Por qué pides perdón?— le preguntó con voz grave—. ¿Acaso eso era tu culpa?
Negó con la cabeza, tímido, asustado.
—Porque...
—No era tu culpa —Moonbin le dio un pequeño beso en los labios—. No me importa, Dongminie, realmente no lo hace — el alfa frunció levemente el ceño.— Bueno... si me importa, pero no de la forma en la que tú crees — suspiró, atrayéndolo a su regazo, revolviéndole el cabello.— Lo que quiero decir es que... Odio que te hayas visto expuesto a eso cuando no lo merecías y necesito hacer pagar a todo aquel que te tocó. Pero no podría odiarte a ti — besó su frente —. Jamás podría odiarte a ti, mi amor.
—¿Aunque sea tonto y no sea bonito y sea muy chillón a veces? — le preguntó suspirando.
—Primero que todo —Moonbin le pellizcó la nariz, haciendo que se quejara—. No eres tonto, eres el chico más inteligente que haya conocido alguna vez. Segundo, eres el omega más hermoso del mundo, sólo verte hace que mi día sea mejor. Y tercero — Moonbin volvió a levantar su rostro —, quiero hacerte chillar todo el tiempo.
Dongmin se ruborizó por completo, pero en respuesta, sólo abrazó a Moonbin con una sonrisa suave.
—Te quiero, Moonbin — le dijo sin soltarlo, dejando que sus brazos lo sostuvieran esa tarde.
—¡Io tamen te queio, mami!— gritó de pronto Taeyong, abrazando a sus dos peluches.
Moonbin miró al bebé con mala cara, en tanto Dongmin se reía, contento de tener ese pequeño y feliz momento junto a las dos personas que más quería en ese mundo.
Dongmin recordaba muy bien que Sanggie no lo había ido a ver los tres días que pasó en el hospital, luego de que Taeyong naciera.
Pero no podía importarle menos, si era honesto. No cuando tenía en sus brazos a ese bebé llorón y rechoncho, que con sólo un balbuceo era capaz de hacerle sonreír por horas. No, realmente no le importaba un poco que su alfa casi lo hubiera dejado abandonado en el hospital.
Sólo lo vio otra vez cuando lo fue a buscar para regresar a casa, preguntando por el nombre de su cría, asintiendo con aprobación al escuchar que lo llamaría Taeyong. Apenas miró al bebé, ignorándolo a los dos, sin embargo, a Dongmin seguía sin importarle. Sólo tenía ojos para mirar dormir a Taeyong, para mirar sus mejillas regordetas, sus pequeñas manitos.
A Sangyeon, por el contrario, su actitud terminó por cabrearlo pronto. En especial cuando llegaron a casa y Dongmin seguía pendiente de Taeyongie, pasando de él, preocupado más de que Taeyong comiera y durmiera abrigado y bien.
Así que cuando salió del cuarto de Taeyong, dispuesto a ir a dormir, Sangyeon lo agarró sorpresivamente del cabello y tiró de él. Su lado omega le dijo que se dejara hacer, y a pesar de estar asustado, nervioso y aterrado, se dejó arrastrar. Sabía que si comenzaba a resistirse, sería peor, porque físicamente era más débil que un alfa.
Esa fue la primera vez que su alfa lo golpeó hasta el punto de dejarlo casi inconsciente. La primera y única vez, porque fue suficiente como para que Dongmin comprendiera que tenía que poner a su alfa primero siempre, en lugar de su bebé.
Lo comprendió, por supuesto, pero una cosa era comprenderlo y otra era hacerlo.
Dongmin jamás pondría primero a otra persona que no fuera a Taeyong.
Jadeó al abrir los ojos, pero no por el recuerdo fugaz que cruzó su mente, sino porque su cuerpo estaba ardiendo.
Miró la hora, gimiendo al ver que eran las diez de la mañana. Como si hubiera sido un sueño, recordaba a Moonbin levantándose para ir a trabajar, besándole al despedirse, murmurando algo de que olía muy dulce ese día, y no lo relacionó al principio.
¿Por qué no lo hizo?
Su estómago se revolvió mientras un calambre en su vientre lo hacía encogerse. De forma desesperada, abrazó la almohada de Moonbin, inhalando su olor, y balbuceó unas débiles palabras, incapaz de pensar coherentemente.
Pudo sentir el pantalón de su pijama húmedo, y cuando se movió, un líquido caliente se deslizó por su ano, empapando más sus ropas.
Sollozó al notar la leve erección en su entrepierna.
—A... alfa...— susurró, abrazando otra vez la almohada como si fuera Moonbin.
Jadeante, sin soltar un poco el objeto, estiró su mano y marcó el primer número disponible, que siempre tenía en caso de emergencia.
Gimió por un nuevo calambre, pensando en Moonbin sobre él, haciéndolo suyo, besándolo por todas partes, sus manos acariciándolo, su miembro anudando en su interior.
Sus dientes mordiendo en su cuello.
El sólo pensamiento de ello lo estremeció por completo.
—¿Dongmin?— contestó Sanha al otro lado de la línea, extrañado.
Se volteó, respirando aceleradamente.
—Ce...— jadeó, incapaz de formar palabras coherentes.
—¿Dongmin? ¿Qué ocurre?— Sanha inmediatamente sonó preocupado — ¿Necesitas ayuda en algo? ¿Quieres que llame a Moonbin?
Asintió como un niño pequeño, y se dio cuenta de que Sanha no podía verlo.
Lloriqueó, necesitado.
—Celo —gimoteó, llevando la almohada contra su entrepierna, comenzando a frotarse contra ella.
—¿Qué?— la voz de Sanha era ahora tensa.
—Celo. Estoy en celo —fue capaz de decir apenas.— Sanha, necesito... necesito a M-Moonbin...— sollozó descontrolado—. Lo necesito. Estoy en celo.
¡Muchas gracias por leer! Nos vemos en el siguiente capítulo.
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