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3.

Advertencias: Omegaverse, parejas secundarias, historia cliché, drama y angst.

La última vez que Lisa vio a su hermano, fue cuando tenía seis años y los dos vivían en la triste y deprimente casa con su padre borracho, que todas las noches solía llegar a golpear a alguien.

Normalmente, Lisa se ponía a defender a Ten, de entonces quince años, y se llevaba gran parte de los golpes.

Pero a la pequeña omega no le importaba para nada, porque Ten era su lindo hermano mayor que nadie debía tocar. El único en ese mundo que la protegía y le sonreía todavía con cariño. Ese fue el único cariño que Lisa conocía, así que lo debía cuidar totalmente, a pesar de que muchas veces Ten le gritara que por su culpa se quedaron sin mamá, que por ella estaban en esa situación.

Lisa siempre le perdonaba todo lo que le gritaba cuando las cosas iban mal, porque creía que Ten no lo decía en serio. Le perdonaba todo, pues Ten a veces le llevaba comida, le daba una caricia en el cabello, y se sentía querida con esos simples gestos.

Sin embargo, Ten un día llegó saltando, diciendo que le ofrecieron un puesto de trabajo en una fábrica, y que debía irse de ese lugar. Lisa lloró, gritó e hizo un berrinche diciendo que no quería que se fuera, pero no sirvió de nada.

Ten hizo sus maletas cuando su padre no estaba, y Lisa lo dejó ir bajo la promesa de que él volvería por ella y tendrían la vida que siempre quisieron.

Por supuesto, Ten nunca volvió. Pero Lisa lo entendió siete años después, cuando su padre la hecho de la casa, y no tuvo a nadie más en el mundo.

Ten se marchó para siempre y nunca volvería por ella.

Porque, ¿Quién querría hacerse cargo de una patética omega?

MiYeon gimoteaba en sus brazos, sin comprender un poco el estado de shock en el que estaba su mami luego de volver a casa y echarse sobre el sillón. Sin embargo, Lisa se limitó a apretarla más, buscando aferrarse a algo desesperadamente.

Ver a Ten hizo que algo dentro de ella se removiera. Ese pasado que creía enterrado estaba saliendo a flote otra vez, y no quería eso. Cualquier cosa menos eso.

Y haber escuchado a Ten decir que era prometido de Rosé hizo que un dolor sordo se instalara en su pecho, como si algo la hubiera atravesado, la hubiera roto por completo.

No sabía por qué se sentía así, considerando que no quería casarse con Rosé, considerando que ellas no eran nada. Considerando que apenas la conocía.

Pero Rosé la trató tan bien, la miraba con tanto cariño, que Lisa no podía evitar querer ansiar un poco más de eso. Buscar un poco más de ternura.

—¿Mami? —miró a MiYeon, que hacía un puchero—. No tiste. Favo.

—¡No estoy triste! —mintió, comenzando a darle besos en sus regordetas mejillas—. Es sólo que me entró algo en el ojo.

MiYeon la miró con expresión de no creerle nada, sin embargo, no dijo algo tampoco, sólo ocultó su rostro en el cuello de la omega.

Lisa sabía que su bebé iba a ser una omega, como ella. No era necesario hacerle exámenes para que se le dijeran, se notaba en su forma de comportarse, en la manera en que todo el mundo alrededor de ella actuaba. El sólo hecho de que SoYeon y Yuqi le prestaran más atención de la debida decía ya lo que era.

Unos minutos después, tocaron a la puerta trasera, en la cocina.

Lisa se hizo bolita, tratando de ignorar los ruidos que volvieron a resonar. Ver a Rosé en ese momento no era lo mejor, porque se sentía triste, asustada, y cuando se sentía así, solía buscar cariño en todas partes.

Pero la puerta no dejaba de ser tocada.

E incluso podía oír a Rosé hablando, pidiéndole que abriera la puerta y haciéndola sentir mal.

Nunca un alfa le pidió algo. Siempre eran órdenes, gritos, exigencias.

MiYeon apretó sus manitos.

¡Papi! —gritó, impaciente.

Lisa la miró.

—Rosé no es tu papi. —le dijo suavemente.

Pero MiYeon negó con la cabeza, terca, molesta, y Lisa suspiró, poniéndose de pie. La sentó en el sillón, diciéndole que se quedara allí, antes de ir a la cocina a abrirle a Rosé y así hablar con ella.

La alfa la miró con alivio.

—¿No estás enojada, Lili? —le dijo, preocupada.

—Yo... ¿Qué? —Lisa parpadeó, confundida repentinamente.

Rosé dio un paso, acercándose, pero por primera vez desde que se conocían, la omega no retrocedió.

—Por Ten —Rosé la observó—. No sabía que él era tu hermano.

La mano de la menor tembló un momento mientras pensaba en el chico, en las horribles palabras que le dijo para herirla, en su mirada llena de desprecio dirigida hacia ella y MiYeon. Queriendo fingir que no la conocía.

Los omegas solían tener vidas difíciles normalmente si no tenían la compañía de algún tutor o amigo alfa. Sin embargo, quienes la pasaban peor eran los omegas como ella: extranjeros y honhyeols, a quienes se les consideraba lo peor de lo peor, lo más bajo, seres despreciables que sólo pensaban en sexo.

Lisa tuvo un poco de suerte en su vida, aunque aun así el resto la despreciaba por ello.

—No hay nada que perdonar —respondió Lisa, sonriendo tensamente—. Es sólo que... Me agarró desprevenida que fuera tu prometido.

Rosé ladeó la cabeza, sin dejar de observarla con esa intensa mirada, su labio inferior sobresaliendo un poco en un extraño puchero, y tuvo el loco pensamiento de querer darle una pequeña mordida.

—No estamos comprometidos —contestó, suspirando—. Mis papás quieren que me case con él, Ten ha sido el asistente de mamá desde hace cinco años y cree que casándome con él lograré manejar mejor la empresa que poseen —Rosé dio otro paso—. Él no me interesa. Me gustas tú.

Ahí, otra vez. Diciendo esas cosas con total convicción, como si ella se sintiera cómoda con eso, como si no hubiera una bebé entre ellas impidiendo una relación más allá.

—Ten es guapo, yo no soy nada a su lado. —trató de convencer Lisa.

Los ojos de Rosé se oscurecieron.

—Tú lo eres todo para mí.

Un escalofrío recorrió toda la espina dorsal de Lisa, y su omega interior soltó un chillido de emoción ante sus palabras. Nunca nadie le dijo algo tan intenso antes, por lo que aquella declaración caló hondo en su interior.

—No digas eso. —susurró Lisa, sintiendo sus mejillas ruborizadas.

—Me gustas tú —repitió Rosé, inclinándose un poco—. Todos los otros omegas pueden irse a la mierda si te tengo a ti, Lalisa Manoban.

Ahora no sólo sus mejillas estaban coloreadas de rojo, sino todo su rostro, su cuerpo entero, y quiso por un momento acurrucarse al lado de Rosé, ocultar su cara en su cuello como hacía MiYeon con ella, y quedarse allí por siempre.

—Tengo una bebé. —dijo en voz baja.

Rosé humedeció sus labios.

—No me importa —respondió como si nada—. Yeonnie quiere un padre. Yo lo seré.

Lisa jadeó, demasiado sorprendida, para luego negar con la cabeza. ¿Qué era lo que estaba diciendo Rosé? Eso era imposible, estaba prohibido.

—No puedes hacerlo —susurró con rapidez—, está establecido que...

—Si así te hago feliz, lo aceptaré —Rosé, de pronto, la tomó de la cintura y la atrajo a su cuerpo, oyendo su respiración acelerada—. Quiero hacerte feliz. Es lo único que quiero.

Se observaron a centímetros de distancia, sus respiraciones mezclándose, y Rosé se inclinó un poco más, mientras los párpados de Lisa comenzaban a cerrarse.

—¿Mami?

Se alejó bruscamente.

Rosé hizo una pequeña mueca, comprendiendo el repentino empuje, sin hacer nada. En tanto, Lisa se se giró hacia la puerta de la cocina donde una tambaleante MiYeon se asomó. El infantil rostro de la niña se iluminó al ver a Rosé apoyada en la barra de la cocina.

—¡Papi! —chilló, dando otro paso.

Antes de que la niña siguiera avanzando, Lisa la tomó en brazos.

—Debes irte, Rosé. —le dijo.

—¡No! —MiYeon se retorció, repentinamente disgustada—. ¡No quelo! —extendió una manito hacia Rosé, desesperada—. ¡Mami!

La alfa miró a la niña con lástima.

—Vendré a verte mañana, Yeonnie. —le dijo Rosé.

—¡No! —MiYeon rompió a llorar—. ¡Papi! ¡Papi!

Lisa miró a Rosé con una muda súplica, y sin decir nada más, la alfa se marchó pronto de allí, mientras la niña lloraba sin control ahora.

—Yeonnie, por favor, tranquila. —murmuró Lisa, levantando una mano para acariciar la mejilla de la bebé, pero MiYeon la manoteó con los ojos llenos de lágrimas.

—¡No, no! —gimió la niña pataleando—. ¡Quelo a papi!

—¡Rosé no es tu padre, Cho MiYeon!

¡Shi! —MiYeon lloriqueó, mirándola ahora—. ¡Te odo! ¡Te odo!

El corazón de Lisa se quebró.

***

—¿Qué pasó, entonces?

Rosé soltó un suspiro mientras soltaba el humo del cigarrillo de sus pulmones, negando con la cabeza. JiSoo enarcó una ceja.

—Al parecer, el omega con el que mi madre quiere casarme es hermano de Lisa —gruñó en voz baja antes de dar una nueva calada—. Pero eso no es lo peor. MiYeon ha decidido que soy su padre, Lisa está vuelto loca, y no contesta mis llamadas ni mensajes.

JiSoo se apoyó en el barandal a su lado, bufando por las palabras que le dijo su amiga.

—¿Y?

Rosé apretó sus labios un momento.

—Tal vez Jennie tiene razón —dijo amargamente—. Tal vez debería dejar a Lisa en paz, olvidarla, y buscar otra omega menos complicada. Mierda, no somos algo todavía, pero mira todos los problemas que ya tengo —en ese momento, su móvil comenzó a sonar, y miró el número con una mueca—. Mamá no ha dejado de llamarme desde que Ten se marchó.

JiSoo cortó la llamada, dejando el móvil a un lado, antes de prender el cigarrillo que la alfa le ofreció momentos antes. No dijo nada por varios segundos, pareciendo meditar bastante su respuesta. Lo que menos deseaba en ese momento era decir algo fuera de lugar.

—A Lisa le gustas. —declaró de pronto, tranquila.

Rosé dejó salir una carcajada burlona.

—Por favor, lo único que ha hecho es rechazarme cada vez que me acercó. —respondió, sin mostrar un poco lo dolida que se sentía por eso.

—Aceptó trabajar para ti. —recordó JiSoo.

—Tiene una hija, aceptaría trabajar en todo. —replicó la alfa.

—No —JiSoo sacudió la cabeza—. Si no le gustaras, no habría aceptado meterse en la casa de una alfa que podría aprovecharse de ella en cualquier momento.

—No me aprovecharía de ella. —Rosé apretó sus manos en puños.

—Claro que no —la beta hizo un gesto despreocupado—. Por eso es por lo que Lisa no ha renunciado. Si realmente te odiara, no hablaría un poco contigo.

La alfa soltó un bufido, ignorando el nuevo llamado de su madre, y apagó el cigarrillo contra la baranda, pensativo.

—En ese caso, ¿Qué debería hacer? —Rosé hizo una mueca—. Sabes bien que no soy de perseguir las cosas. Me gusta Lisa, sí, pero también sé cuándo rendirme.

Oh, relájate un poco —JiSoo la miró con una pequeña sonrisa—. Te ves demasiado tensa y tienes un aspecto horrible. Así no lograrás enamorar a nadie.

Rosé la miró de forma grosera, mostrándole su dedo medio sin disimular un poco su molestia por el comentario de la beta.

—Ojalá Jennie no te dé la pasada en mucho tiempo. —gruñó, tomando su móvil.

—¡No te pases, oxigenada!

Miró el número, poniendo ahora una expresión sorprendida, pero antes de que JiSoo pudiera hacer alguna pregunta, respondió a la llamada.

—¿Lili? ¿Qué ocurre?

JiSoo fue lo bastante inteligente para no decir algo, fumando de su cigarrillo en silencio.

Al otro lado de la línea hubo un pequeño silencio que duró unos segundos. Iba a volver a hablar cuando la temblorosa voz de la omega sonó:

Rosé... —era un susurro quedo, bajito. Podía notar su tono quebrado—. ¿Po-Podrías... venir, por favor...? —la omega sollozó—. Mi-MiYeon está...

No la dejó terminar.

—Estoy en dos minutos allá.

Cortó la llamada.

—Sabes dónde está la salida. —le dijo a JiSoo, girándose.

—¡Qué encantadora, Roseanne! —bufó la beta, apagando también su cigarrillo.

Pero Rosé ignoró por completo sus palabras, preocupada más del pequeño llanto que escuchó al otro lado de la línea que de otra cosa. Se apresuró en salir de su casa por la cocina, cruzando el patio y entrando al de Lisa, que llevaba un tiempo abandonado. Aun así, seguía teniendo mejor aspecto que el suyo propio.

Tocó la puerta de la cocina, impaciente.

Segundos después, una deplorable Lisa abrió la puerta.

Sus ojos estaban hinchados y rojos por el llanto, y sorbía por su nariz, conteniendo las ganas de quebrarse.

A pesar de eso, para Rosé seguía luciendo hermosa.

—¿Qué ocurre, Lili? —preguntó con suavidad, sin atreverse a entrar al lugar.

Para su total sorpresa, Lisa se lanzó a sus brazos, arrebujándose a su lado mientras sollozaba en silencio.

—Es... Es MiYeon —gimió contra su cuello—. M-Me o-odia...

—Pero, ¿Qué estás diciendo? —Rosé se alejó un poco, tomándola por sus bonitas mejillas, y la observó a los ojos—. MiYeon no te odia, eres su mami.

Lisa sacudió su cabeza, sin querer que Rosé la viera en ese estado, pero la alfa la tenía fuertemente agarrada, y tragó saliva para tratar de calmarse, aunque fuera un poco.

—Ella... Me lo di-dijo... —tartamudeó, sin soltarla un poco—. No... No me habla, no quiere nada de mí, me odia —Rosé le quitó las lágrimas de su rostro, asintiendo—. Por... Por favor, Rosé... ¿Pu-Puedes... Hablar con ella?

La expresión de la alfa se suavizó ante sus palabras, dichas con total timidez y nerviosismo, para luego asentir, pues quería tranquilizarla. Lisa pareció percatarse que la estuvo abrazando con desespero, por lo que murmuró unas disculpas antes alejar sus manos, pero Rosé lo único que hizo fue revolverle el cabello y darle un beso suave en la mejilla.

En silencio, Lisa la guio al interior de la casa, subiendo al segundo piso con Rosé detrás. La alfa notó los pasillos vacíos, lo frío que se sentía el ambiente en el hogar, sin embargo, no dijo nada para no hacer sentir avergonzada a la chica. Lisa se detuvo ante una puerta blanca, y la abrió con cuidado.

—Yeonnie —la voz de Lisa sonaba más animada, tratando de disimular su estado—, ¿Sigues enojada? No seas así con mami —como respuesta, hubo silencio, y Rosé enarcó una ceja. La omega suspiró derrotada—. Te traje una sorpresa. Te traje a... Papi.

¿Eeeeeeeeeeeeeeeeeeh?

Rosé entró al cuarto detrás de Lisa, sorprendiéndose al encontrar la habitación llena de juguetes, peluches y una cuna, siendo con toda probabilidad el cuarto más decorado de la casa. Y MiYeon estaba sentada en una silla pequeña, detrás de una mesa donde dibujaba, con el rostro amurrado, que se iluminó cuando sus ojos se fijaron en Rosé.

La alfa nunca fue muy buena con los niños: es más, estaba bastante segura que los detestaba un poco, con todo su llanto, sus gritos histéricos, sus exigencias para ser felices, sus risas escandalosas. Siempre concibió la idea de que, si llegaba a casarse alguna vez y a tener hijos, ella no se haría cargo de ellos en momento alguno. Después de todo, eso era tarea del omega.

Pero MiYeon era... Era una bebé demasiado encantadora para su propio gusto. Con sus ojitos oscuros que desaparecían al momento de sonreír, sus mejillas rechonchas que le daban un aspecto encantador, y su risa dulce y emocionada, no podía evitar sentir cariño por la bebé apenas jugó con ella. Y el hecho de que Lisa fuera su madre, fuera quien la cuidara, quien la protegiera, la hizo sentir más enternecida.

Cualquier otro omega no habría dudado en darle su bebé al nuevo alfa para que lo matara, convencido de que era lo mejor. Lisa, en cambio, protegía a MiYeon de todo lo que le pudiera hacer daño, aunque eso significara condenarse a sí misma.

—¡Paaaaaaapi! ¡Papi! ¡Papi!

Y que MiYeon la llamara de esa forma, con total convicción, aprobándola indirectamente para que estuviera con Lisa, la hacía sentir más cálida y emocionada. Nunca creyó que llegaría a sentirse de esa forma por una omega y su bebé.

—¿Cómo estás, Yeonnie? —le preguntó, caminando hacia la mesa mientras la niña se ponía de pie, estirando sus bracitos. Rosé no dudó en tomarla en brazos, causando que se riera y se aferrara a ella.

Ben. —infló sus mejillas, recostándose en su pecho.

No hacía falta que dijera más: después de todo, MiYeon sólo sabía pronunciar bien algunas palabras, el resto todavía se le hacía difícil de decir.

Rosé le acarició el cabello negro, volteándose hacia Lisa en ese momento.

La omega las miraba con un extraño brillo en los ojos.

—Iré a preparar la cena, puedes jugar con Yeonnie si quieres, Rosé. —dijo, desviando la vista.

¡Shi, shi! —la niña aplaudió—. ¡Papi y ñam!

A pesar de haber utilizado sólo tres palabras, estaba claro lo que MiYeon quería: que Rosé se quedara a cenar.

Lisa pareció querer decir que no por un momento, pero luego suspiró y miró a la alfa.

—No te importaría, ¿Cierto? —le preguntó con aspecto cansado.

—No —MiYeon se rió cuando Rosé le apretó la mejilla—. Por mí está bien.

La omega se limitó a asentir, marchándose del cuarto con un dolor en el pecho debido a la escena que presenció entre Rosé y MiYeon.

Su antiguo alfa no se comportó, en los breves meses que estuvo con MiYeon de esa forma, como un padre orgulloso y contento de pasar tiempo con su hija. Tenía claro, por supuesto que de haber estado todavía presente, tampoco habría tomado en cuenta mucho a MiYeon. Lisa siempre deseo, en lo profundo de su corazón, que MiYeon tuviera una figura paterna a quien admirar, a quien tener como ejemplo. Que tuviera lo que ella jamás tuvo.

Mierda, estaba agotada de eso. No de Yeonnie, pero sí de todos los problemas que tuvo en menos de una semana.

Mientras Lisa se ponía a cocinar la cena, en la habitación de MiYeon la niña le estaba mostrando todos sus juguetes a Rosé, sin pasárselos porque la alfa notó que la pequeña mocosa era una egoísta de primera cuando se trataba de sus cosas.

—Oye, MiYeon —llamó su atención, y la niña levantó la cabeza, sin dejar de sonreír—. Necesito pedirte un pequeño favor.

La mocosa la miró inquisitiva, preguntándole que era lo que necesitaba, y Rosé le pellizcó la mejilla.

—Tienes que ayudarme con tu mami —le dijo—, quiero casarme con ella.

MiYeon puso una expresión de sorpresa, dejando el juguete de lado, para luego fruncir los labios.

—¡No! —chilló—. ¡Mami mía!

Rosé parpadeó.

—¡No seas egoísta! —reclamó, antes de pensarlo un poco.

Ay, carajo, ¿Realmente le dijo eso? ¿Realmente acababa de actuar como una niña de cinco años? ¡Pero no era justo! MiYeon estaba actuando de forma infantil.

—¡Mami mía! —insistió la mocosa, cruzándose de brazos.

La alfa soltó un resoplido.

—¡Soy tu papi, puedo hacer lo que quiera! —respondió, y quiso volver a golpearse por lo que dijo.

¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué estaba discutiendo eso con MiYeon? ¿Es qué acaso perdió la cabeza?

MiYeon se puso de pie.

—¡Papi feo! ¡Feeeeeeeeeeeeeeo! —MiYeon hizo amago de pegarle en la pierna, pero Rosé puso una mano en su cabello y la detuvo—. ¡Mami mía, míaaaaaaa!

—¡Me voy a casar con tu mami y no necesito tu aprobación! —se burló.

MiYeon detuvo sus intentos de darle un golpe a Rosé, y cuando se miraron, la alfa notó que la niña se estaba poniendo rojo por la rabia. Sin embargo, segundos después, el labio de la niña tembló.

Oh no, oh no...

Antes de poder decir algo, MiYeon rompió a llorar.

Ay, Santa Virgen...

—¡No llores!

Por supuesto, eso sólo hizo que MiYeon llorara con más fuerza.

Rosé estaba segura de que ahora la niña no la iba a querer más como papá, y todos sus planes de conquistar a Lisa se habrían ido por el tacho.

Minutos después, Lisa se apareció y Rosé podía sentir como algo dentro de ella se derretía al verla con un mandil de flores. La omega contempló la escena, atónita, pero su rostro se iluminó al ver a MiYeon caminando hacia ella extendiendo sus bracitos en clara señal para que la tomara en brazos.

—¿Qué pasó, Yeonnie? —preguntó Lisa, atrayendo a la niña a su pecho.

—Mami mía. —sollozó MiYeon, y Rosé contempló de primera mano la maldad de la niña cuando MiYeon la miró con una sonrisa burlona, sin despegarse del pecho de Lisa.

—Por supuesto que sí, mi amor. —concedió Lisa.

Rosé iba a explotar de celos en ese momento.

Iba a agarrar a esa mocosa y la tiraría por la ventana.

Pero se limitó a fruncir los labios, entrecerrando los ojos y enviando mil amenazas mentales hacia la niña.

—La cena ya está lista, por si acaso. —dijo de pronto Lisa, mirándola.

Rosé gruñó en respuesta, todavía medio enfadada por haber caído en la trampa de esa mocosa rechoncha, haciendo sobresalir su labio inferior en un puchero inconsciente.

La omega la observó unos segundos para luego estirar su mano, acariciando su labio inferior.

—No pongas esa expresión —le pidió Lisa—. Hace que quiera...

Pero Lisa no completó la frase, notando que iba a decir algo que no correspondía en ese momento. Continuaron observándose en silencio, Rosé todavía notando la suave caricia sobre su labio, y deseo que no hubieran sido los dedos de la omega los que la acariciaron.

—Si tu cena no me gusta, tendrás que completar esa frase. —jugueteó de pronto Rosé, saliendo detrás de Lisa. MiYeon la seguía mirando de forma ganadora, y la alfa le hizo una expresión grosera.

—¿Y si te gusta? —Lisa, para su sorpresa, le siguió el juego mientras bajaban la escalera.

—Le daré mi apellido a MiYeon.

Lisa se detuvo.

La bebé ocultó su rostro en el cuello de su mami, confundida por el repentino silencio, pero sin decir nada.

Rosé notó los hombros de Lisa crispándose.

—Park MiYeon —Rosé hizo una mueca—. Suena horrible, ¿No crees? Pero Yeonnie estaría a salvo y tú también.

—¡Park Yeonnie! —gritó de pronto la bebé.

Lisa siguió caminando, ignorando las palabras de la alfa mientras sentaba a MiYeon en su sillita para comer.

—Traeré los platos, puedes sentarte si quieres. —dijo Lisa sin mirarla todavía.

Rosé soltó un suspiro, observando a MiYeon, que tomaba una cuchara entre sus manitos y miraba hacia la puerta, expectante.

—Insisto en que me ayudes con tu mami. —le dijo, llamando su atención.

MiYeon la miró de mala forma y Rosé le sacó la lengua, sintiéndose un poco ridícula por su actuar.

—¿No quieres un hermanito, Yeonnie? —dijo de pronto, con toda intención de persuadirla.

Y lo logro, por supuesto. El rostro de la niña se iluminó ante la palabra hermanito, sus ojos brillando con emoción, y sonrió ampliamente.

—Si me caso con tu mamá, te daré todos los hermanitos que quieras. —prosiguió sin pensarlo

MiYeon soltó la cuchara, que cayó al suelo, y abrió sus manitos. Extendió todos sus dedos, formando puños y volviendo a abrirlas en señal de la cantidad que quería.

Rosé enarcó una ceja, viendo a la niña prácticamente rebotar en su asiento.

Pero antes de poder decir algo, Lisa apareció cargando los platos, dejándolos en la mesa.

—Espero que te guste la pasta. —dijo la omega, tímida.

Iba a responderle, sin embargo, MiYeon se le adelantó.

—¡Mami y papi! ¡Papi y mami!

Lisa miró a la bebé, confundida, en tanto Rosé sentía que podía matar a la bebé por no ser clara con su mensaje.

Aunque, por supuesto, MiYeon sólo tenía un año y medio.

—¿Qué pasa, Yeonnie? —preguntó Lisa preocupada.

La bebé golpeó la mesita de su silla con sus pequeños puños, fastidiada por no ser comprendida, y señaló a Lisa y luego a Rosé.

—¡Papi y mami! —chilló.

—Yeonnie, no te entiendo. —dijo Lisa suavemente.

El rostro de la niña volvió a ponerse rojo.

Rosé ya sabía lo que venía: una rabieta.

Esa mocosa era el diablo en persona, sin embargo, seguía agradándole. Debía estar loca como para creer eso, pero si era honesta, necesitaba llevarse bien con la niña para lograr su objetivo.

Lisa la tomó en brazos mientras la niña comenzaba a llorar.

—Yo creo que deberías dejarla llorar. —sugirió Rosé de pronto.

El llanto de MiYeon se detuvo.

Lisa miró a Rosé sorprendida.

Nadie se esperaba que MiYeon agarrara el tenedor de Lisa y lo lanzara hacia Rosé, aunque claro, como era una bebé, el lanzamiento fue débil y ni siquiera cruzó la mesa.

—¡Papi feeeeeeeeeeeo! —chilló MiYeon.

—¡Voy a tirarte por la ventana! —reclamó Rosé.

—¡Ustedes son terribles! —gritó Lisa.

Sin embargo, seguido de sus palabras, le acompañó una risa escandalosa que Rosé jamás oyó en su vida. Una risa divertida, alegre.

Los ojos de Lisa se arrugaron mientras MiYeon la veía con una expresión de sorpresa, para luego comenzar a reír también, siguiéndole el juego a su mami.

Y Rosé lo único que podía hacer era observarla en silencio, sintiendo como su corazón se derretía ante la expresión feliz de Lisa, como algo dentro de ella parecía enloquecer por la risa de la omega frente a ella.

Sintió ganas de hacerla reír mil veces más.

Lisa pareció darse cuenta de su mirada y cubrió su boca, tratando de controlarse un poco, pero fallando miserablemente. Sólo luego de unos minutos logró quedarse en silencio antes de ruborizarse, poniendo una expresión de disculpa.

—Lo siento, eso no estuvo...

—Tu risa es hermosa.

¿Por qué Rosé decía esas cosas de la nada, tan improvisadamente, como si fuera lo más normal del mundo? ¿No sabía lo que le provocaba a su pobre estómago?

—No seas tonta —Lisa la miró—, sé que debo lucir como un caballo, todos me lo decían.

—Bueno —Rosé sonrió de forma perezosa—, me gustaría domarte.

Y Lisa volvió a reír de forma descontrolada ante sus palabras.

MiYeon parecía un poco fastidiada de haber perdido la atención de su mami, pero se limitó a fruncir los labios, mientras Lisa seguía riéndose.

Rosé quería hacerle un gesto ganador a MiYeon, sin embargo, llegó a la conclusión de que era demasiado infantil para alguien como ella. Ella era una adulta madura, grande y que no debía perder su tiempo con esas tonterías.

Aun así, le sacó la lengua aprovechando que Lisa no la miraba, quien todavía trataba de controlarse para callarse.

—Eres lo peor, Rosé. —dijo Lisa, sonriendo.

La podía notar más relajada, más tranquila, y eso la alivió un montón. Conseguir que la omega no estuviera tensa a su lado era el primera paso para empezar a ganarse su confianza.

—Eres horrible con los piropos —prosiguió Lisa, comenzando a cortar la pasta para alimentar a MiYeon, que se veía impaciente por comer algo—. Yeonnie, no te pongas pesada, que luego andas llorando porque te duelen los dientes.

MiYeon infló sus mejillas en actitud enfurruñada, pero se calmó y esperó que su mami le diera de comer.

—Lisa —la aludida levantó la mirada, chocando con la intensa mirada de Rosé—, realmente eres hermosa para mí. Como un rayo de sol.

Lisa iba a morirse en ese mismo momento, sin embargo, no le importaba mucho.

¿Por qué Rosé tenía que ser tan directa? ¿Acaso no veía lo avergonzada que la hacía sentir?

—Lo dices sólo para seducirme —acusó con debilidad—, es lo único que te interesa de mí.

Supo que no fue la frase correcta para decir en ese momento. Lo adivinó cuando Rosé se alejó con una expresión ofendida, apretando sus labios y mirándola con los ojos entrecerrados.

Se encogió en su lugar.

—Si no tengo alguna oportunidad contigo, Lalisa Manoban —dijo Rosé de pronto, luciendo molesta—, entonces dímelo ahora para no volver a hablarte nunca más. Mi intención va más allá de seducirte, pero si no estás realmente interesada, necesito saberlo para no perder el tiempo.

La repentina declaración hizo que el aire escapara de sus pulmones.

La contempló con incredulidad, pero Rosé estaba hablando en serio. Se notaba en su mirada, en su postura. Aquello la tomó totalmente desprevenida, incapaz de hablar o poder moverse para responder.

¿Qué se suponía que debía decir?

El silencio respondió durante ese instante.

Rosé no esperó mucho: pasado unos minutos, suspiró y se puso de pie. Dio unos pasos, alejándose de la mesa y dispuesta a irse del lugar.

MiYeon se removió en los brazos de Lisa, incómoda, sin embargo, no dijo nada, pareciendo notar que no era el momento para intervenir.

Lisa sentía su corazón latiendo a mil, su estómago encogido, su boca seca. Por un breve milisegundo, se imaginó la mirada cálida de Rosé sobre ella, su voz suave hablándose sin exigirle nada, y algo pareció doler en su interior.

Rosé la hizo sentir amada con esos simples gestos, algo que nadie más hizo en su vida. Amada, apreciada y querida.

¿Cómo se sentiría volver a la oscuridad luego de ver por unos segundos la luz?

—Espera.

Rosé se detuvo.

Lisa jadeó, sintiendo sus mejillas húmedas, y sólo supo que estaba llorando cuando MiYeon le tocó un cachete con expresión de pena.

La alfa se giró, pero no se movió.

La lógica le estaba diciendo a Lisa que se callara, que dejara de hablar, que se estaba arriesgando demasiado en ese instante.

A la mierda la lógica.

—Por fa-favor... Rosé... —Lisa tomó aire—. Quédate. Por favor. Por mí. Por MiYeon.

Rosé seguía sin decir algo, con el rostro inescrutable.

Lisa no sabía que más decir.

—Yo no... —la omega bajó la vista—. Quiero sentirme amada. Hazme sentir amada.

Aquellas palabras sólo escaparon de su boca sin pensarlas un poco y sus labios volvieron a temblar, esperando que Rosé se marchara. No se sentía capaz de mirarla, aterrada de lo que pudiera hacer.

Escuchó los pasos acercarse, sin embargo, tampoco levantó la vista.

Cuidadosamente, Rosé levantó su rostro, haciendo que se miraran a los ojos.

—Eres mi omega, Lalisa Manoban. —declaró Rosé tranquila.

Lisa asintió y abrió la boca para decir algo más.

—¡Park Yeonnie! —chilló de pronto MiYeon, buscando llamar la atención.

Lisa soltó una risa baja mientras Rosé fulminaba con la mirada a la bebé, que la miró con inocencia.

Con total calma, Rosé se sentó a su lado y le tomó la mano.

—Park MiYeon suena bien. —dijo Lisa, observándola.

—Suena perfecto. —concedió Rosé.

***

Lisa dijo que sí, pero primero le pidió ir lento para conocerse mejor.

La alfa, por supuesto, pareció reticente al principio para luego suspirar y ceder, diciéndole que aceptaría sólo si Lisa accedía salir a todos los lugares donde la invitara.

Enfurruñada, contestó que estaba bien a cambio de que continuara limpiando la casa de Rosé. La mayor protestó, estuvo a punto de hacer una pataleta como una niña pequeña, pero Lisa no cedió y de mal humor Rosé aceptó.

Así que, en ese momento, se encontraba arreglando el jardín de la alfa con sumo cuidado, observando por el ventanal a MiYeon, que estaba mirando la televisión mientras masticaba un juguete de plástico, y le sonrió con cariño.

MiYeon parecía la más feliz con toda esa situación, y bueno, Lisa se encontraba calmada también. Pasó una semana desde que cenaron juntas, y todos esos días Rosé no la tocó nunca más de la cuenta, hablándole con cariño, con cuidado, jugando también con MiYeon, que no cesaba de decirle "papi".

Lisa observó su celular que sonó en señal de un mensaje, y leyó lo que le escribió Rosé, diciéndole que llegaría más temprano. Minutos después, el timbre de la casa resonó.

Frunció el ceño, quitándose los guantes llenos de tierra y sacudiendo su jardinera para no lucir tan sucia, entrando a la casa. MiYeon la observó sin dejar de chupar su juguete, así que le revolvió el cabello, y la niña le sonrió ampliamente antes de volver su atención a la pantalla.

Tratando de no ensuciar mucho la alfombra, Lisa abrió la puerta de entrada encontrándose con una mujer.

Una alfa de cabello negro, piel pálida, ojos castaños. Delgada, con una expresión de disgusto al verla, vistiendo ropas que se veían carísimas.

—¿Así que tú eres la hermana de Ten? —preguntó la mujer, quitándose los lentes de sol con la nariz fruncida—. No te pareces en nada a él. Pero, ¿Qué más puedo esperar de una asquerosa omega aprovechadora?

Lisa se tensó cuando nombró a su hermano, ante su tono irritado y lleno de desprecio. Quería cerrar la puerta en el rostro de esa mujer, pero los ojos furiosos de la alfa le decían con claridad que se quedara quieta.

—Lisa, ¿No? —la mujer dio un paso—. Si no te alejas ahora de mi hija, voy a romperte el cuello.

Por supuesto, la madre de Rosé, la pudo reconocer enseguida por su aspecto y porte.

Mordió su labio inferior, temblando ante la frase de la mujer, y tragó saliva.

—Ella y yo no tenemos nada. —mintió con la voz suave.

La madre de Rosé estrechó sus ojos.

Adentro.

Su cuerpo se movió contra su voluntad al oír la voz alfa de la mujer dándole una orden clara. Lisa estaba desesperada por librarse de esos hilos tirando de ella, pero no podía hacerlo, porque todo su instinto estaba demandando obedecer.

Así que caminó hacia el interior, sintiendo a la mujer detrás de ella, y se quedó quieta al llegar al comedor.

MiYeon se giró hacia ella con una sonrisa enorme, que desapareció con rapidez al ver a la alfa.

Lisa quería esconder a su bebé, sacarla de allí, adivinando lo que podría pasar a continuación.

Oh —la mujer miró al bebé—. ¿Ésta es tu cachorra? Es horrible.

Se giró quedando cara a cara frente a ella, sacando de su vista a MiYeon, quien lucía temerosa, y trató de verse amable y suave.

—Si está buscando a su hija...

—No la estoy buscando —la alfa la miró con desprecio—. Vine a deshacerme de una pequeña basura que está interfiriendo en mis planes.

Lisa tembló.

—Señora, por favor-...

Dame a tu cachorra.

Las manos de la omega se movieron contra su voluntad, y quiso romper a llorar por la horrible situación en la que estaba, de la que no podía escapar. Dio unos pasos, mirando con desespero a MiYeon, que la observaba con ojos asustados.

—¿Mami? —preguntó la bebé con la voz tiritando.

Cuidadosamente, Lisa la tomó de las axilas, levantándola. MiYeon soltó su juguete, que cayó al suelo con un estrepitoso sonido, y estiró sus bracitos buscando abrazar a Lisa por el cuello, pero no pudo hacerlo.

No cuando de pronto la mujer la tomó, arrancándola de los brazos de su mami.

Su instinto gritó en desespero, pero su cuerpo seguía sin obedecer.

La alfa miró a MiYeon con odio y asco, en tanto la bebé se quedaba quieta, apenas pestañeando, pareciendo adivinar que algo no estaba yendo bien.

—Qué asco —la señora Park arrugó la nariz—. Una cachorra honhyeols. De seguro será igual de puta que su madre.

Lisa quería defenderse, decir algo, quitarle a MiYeon y protegerla como fuera, pero los ojos de la mujer le decían que no se moviera, y no podía hacerlo. No cuando algo dentro de ella la estaba haciendo quedar quieta.

—Podría romperle el cuello tan fácilmente —meditó la mujer sin acercar a MiYeon, sólo sosteniéndola de las axilas—, quizás así aprendes cuál es el lugar de una basura como tú —el rostro de la mujer se iluminó—. O podría llevármela y venderla, ¿Sabes lo bien que pagan por las niñas omegas? —se rió entre dientes—. Hay algunos alfas a los que las niñas exóticas les van muy bien, si supieras-...

—¿Qué mierda está pasando aquí?

La mujer se volteó hacia la entrada.

Rosé estaba de pie con una mirada gélida, aunque sus ojos refulgían debido a la rabia y al odio.

Lisa quería romper a llorar al verla frente a ella.

La alfa observó a su madre primero, gruñendo en advertencia, para luego mirar a la bebé que sostenía. MiYeon la miró con desespero, moviendo sus piecitos. Entonces, Rosé desvió la vista hacia Lisa.

Su rostro se deformó por la cólera.

—Dame a Yeonnie ahora mismo. —ordenó, sin un poco de amabilidad en su voz ni en su expresión.

La mujer endureció su rostro.

—¿Te estás oyendo? ¡Te estoy aliviando la carga! —la señora Park miró a la bebé con desagrado—. Si la mato, tú podrás-...

—Le pones un dedo encima a mi hija y te romperé el cuello con mis dientes.

Y no fue Lisa la que habló, sino Rosé.

La alfa mayor se quedó quieta por la sorpresa ante la repentina declaración de palabras de su hija, en tanto Lisa ponía una expresión atónita. Los ojos de Rosé se suavizaron y parecieron decir que confiara en ella.

—Ven aquí, Lili. —dijo con la voz dulce.

No había voz alfa pidiéndoselo, pero aun así, obedeció. Casi parecía correr a los brazos de Rosé, que la sostuvo por la cintura mientras ocultaba su rostro en su cuello.

La mujer rompió a reír.

—¿Tu hija? —escupió—. ¡Tú no tienes ninguna hija, Roseanne Park!

—Papi... —gimió MiYeon—, mami...

Por favor, susurró Lisa contra Rosé, por favor, mi Yeonnie...

Rosé la soltó y sin mirarla, se acercó a su madre. La mujer la miró con burla, esperando algo, pero con cuidado, la alfa tomó a la bebé en brazos y la atrajo a su pecho.

MiYeon rompió a llorar silenciosamente.

—¿Recuerdas que hace más de dos años —dijo Rosé calmada, entregándole la bebé a Lisa que se apresuró a sostenerla para consolarla—, me acosté con una omega en una fiesta? Tú enloqueciste.

Toda expresión desapareció del rostro de la mujer ante las palabras de su hija.

—Te mandé a deshacerte de ese error. —gruñó sin gracia en su voz.

—Sí —Rosé humedeció sus labios—, te dije que le pagué el aborto. Mentí —señaló a Lisa con la cabeza—. Le entregué dinero a Lili y le dije que desapareciera, que hiciera lo que quisiera.

—No puedes estar hablando en serio, Roseanne Park.

—¿Bromearía con eso? —la voz de Rosé era inexpresiva—. Lili se casó con un alfa que creía que ese bebé era suyo, su alfa murió, y ahora nos volvemos a encontrar —puso ahora una expresión amenazante—. Esa bebé es mía y nadie me la va a quitar. Nadie me quitara a Lisa ni a MiYeon, ¿Lo tienes claro?

Su madre se quedó quieta un momento, todavía demasiado atónita por lo que su hija dijo, y terminó por bufar, agarrando con más fuerza su bolso.

—Quiero un examen de sangre. —gruñó, mientras comenzaba a caminar hacia la puerta.

Rosé hizo un gesto despectivo.

—Como quieras.

La mujer no les dirigió otra mirada al salir de la casa, cerrando la puerta de entrada con un portazo.

Apenas estuvieron a solas, Rosé se acercó hacia Lisa que lucía demasiado aterrada y aturdida como para hacer algo, abrazando a MiYeon con desespero.

—Lili —Rosé la llamó con suavidad—, está bien, mi amor, todo está bien.

Lisa hipó, mirándola con las pupilas dilatadas, y Rosé la tomó de los hombros cuidadosamente, sin querer asustarla un poco. Podía sentir su miedo, su terror por lo que le acababan de hacer, así que la alfa no quería que también le tomara algo de miedo. No podía vivir con Lisa mirándola aterrorizada.

—Ella... Ella... —comenzó a balbucear Lisa con la voz temblando.

—Ella no te hará daño —Rosé la sentó, tomándola de la barbilla—. Eres mi omega y te protegeré como tal.

Los ojos de Lisa se movieron, fijándose en la pequeña bola que era MiYeon en sus brazos, tratando de lucir pequeñita para que no la alejaran de su mami.

—Rosé, tú... MiYeon...

—Tienes que ayudarme a sostener esta mentira —dijo Rosé en voz baja—, sólo así puedo protegerlas a ambas. Alteraré las pruebas de ADN, tengo contactos en la clínica, eso no es problema alguno —Rosé se inclinó, quedando a su altura—. Voy a protegerte a ti y a MiYeon, Lisa, te lo prometí. ¿Puedes confiar en mí?

Lisa la observó a los ojos, todavía un poco alterada, sintiéndose enferma por la horrible situación que tuvo que enfrentar.

MiYeon puso una manito en su mejilla, llamando su atención.

—Sí —respondió asintiendo—. Sí puedo, Rosé.

La mirada de la alfa se suavizó mientras se inclinaba a darle un beso en la frente.

¡Gracias por leer!

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