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DIECINUEVE (2/2)

¿Quién no se enamoraría de esa autoconfianza? Esa determinación a pesar de las adversidades.

Frank no se deja llevar por la vida, él la vive.

Sin importar cuántas veces caiga, nada podrá retenerlo en el suelo mucho tiempo, haciéndote sentir que nada es tan imposible.

Contrariamente, los ojos de Matthew recorrían la cancha con cautela, pero su foco de atención era Frank sin siquiera saberlo, acostumbrado a estar atento a sus movimientos y ahora que lo veía fruncir su ceño sutilmente, leves gestos de dolor y molestia, no podía ignorar su presencia.

Matthew siempre se ha rendido sin siquiera luchar, porque teme perder. Le aterra ese dolor. Y Frank, a pesar del dolor, seguía intentándolo.

Continúa y sonríe a pesar del dolor, no con una sonrisa de placer, sino de determinación y eso abrumaba de sobremanera al rubio que lo observaba.

—¡Tiempo! —habló, autoritario y sin preguntar a nadie, llamando a Frank con el movimiento de su mano.

Éste algo contrariado se acercó y le cuestionó aquello.

—Tu mano esta empeorando.

—Exageras —el castaño minimizó la situación.

—Dile al resto del equipo que venga.

El desconcierto se dibujó en su cara.

—Eso acabará mal, pelearán entre ustedes.

—Confía en mí.

—Confío en lo filosa que es tu lengua.

—¿Confías en mí?

Frank lo observó escasos dos segundos y sin dejar de mirarlo a los ojos, habló muy alto:

—¡Oigan! ¡Reúnanse aquí un momento!

El rubio no pudo evitar sonreír por dentro.

—¿Qué pasa? —cuestionó el armador.

—Frank se esta sobreexigiendo por ustedes, están desorganizados porque contaban con su energía inagotable —su tono y palabras cabrearon a la mitad del equipo—. Necesita su mano intacta para la final de fútbol americano, están jugando porque el equipo de vóley certificado no estaba disponible para un encuentro amistoso, ¿No piensan a futuro o qué les pasa?

—Matt —lo reprendió su amigo y él chasqueó la lengua—. Yo decidí jugar porque quiero. Nadie me obligó a nada.

«Pero habías dejado de hacerlo a voluntad, solo regresaste para que no me odiaran por no participar y arruinarles el día» mordió sus labios con esas palabras atoradas en su garganta.

—Eres el libero, Frank, es decir, quien mantiene la pelota en juego y lo haces a toda costa... —dijo el rubio y miró al resto con suficiencia y algo de desprecio—. Solo por esta ocasión entraré a jugar en tu lugar.

Todos quedaron atónitos, incluso Frank.

—No gracias —soltó el rematador, un alfa que no soportaba los aires de superioridad del supuesto beta.

—¿Crees que tienes opciones? —sonrió de forma aterradora en su dirección— Es patético ver tus intentos de ataques siendo frustrados por sus murallas. En especial tú deberías bajar la cabeza y aceptar la ayuda humildemente, perdedor.

Mientras decía eso, analizaba su entorno rápidamente, la mirada atenta y jocosa del equipo contrario que se deleitaban con el descontrol dentro de Morriseek, el árbitro impaciente, los espectadores de varios colegios mirando.

Su arrogancia crispó la piel del contrario y derrumbó su paciencia, tomándolo bruscamente por el pecho de su camiseta cuello alto.

—¡¿Quién mierda te crees?!

Frank se movió por acto reflejo y mostró los dientes en una mueca de confrontación, como si su instinto hubiera cegado su juicio al reaccionar así.

El armador frunció las cejas, dolido. Si sucedía una pelea acabaría terriblemente mal, a nivel deportivo y físico, aunque no para Frank. Él ganaría. Pero se arrepentiría de perder el control y Matt lo sabía, riendo de tal modo que llamó la atención de ambos.

—Su nuevo libero, un placer —ironizó y fue soltado con rechazo, oyéndolo maldecir, sabiendo que ese chico lo dejó únicamente porque admiraba mucho a Frank y no quería ser reprendiendo por él.

—¿Tú lo reemplazarás? No te creo esa, jamás te vi participando en nada —soltó el rematador medio.

—¿Creen que estaba drogándome allá atrás o enloquecí? Claro que no, no se me dan los deportes, no son lo mío, pero... —Sacudió sin ningún apuro su ropa, como si el toque del alfa lo hubiera ensuciado y éste rodó los ojos— Lo que se me da mejor que nada, es vengarme.

Estaba enfurecido por la menera descarada en la que el equipo contrario atacaba a Frank y lo que duró el partido no hizo más que medirlos atentamente, hasta que ya no soportó seguir presenciándolo.

—Buscar sus debilidades y exprimirlas. Ser hiriente. Dañino. Romper su armonía —ennumeró sus "cualidades" y dejó de verse esa sonrisa sarcástica, para formar una fría línea recta—. Y ellos lastimaron a Frank, más de una vez, puta y jodidamente frente a mis ojos... No voy a dejar que eso se quede así.

Fruncieron sus cejas entre curiosos y preocupados.

A veces Matthew sonaba atemorizante. Esta era una de esas veces.

Sus compañeros odiaban la letalidad venenosa del rubio, pero al mismo tiempo, era su salvación en ese instante.

Mientras Frank es su nube de idiotez pensó "grrr, que hombre", razón número diecinueve por la que hasta la fecha eran una pareja dispareja, pero equilibrada y funcional.

—No necesito que seamos amigos, ni que nos llevemos bien, solo debemos cooperar por un bien común —señaló a Frank—. El bien común.

Lo oían, pero no querían aceptar... Hasta que pensaron en ese alfa carismático que despertaba buena voluntad en ellos. Por él sí lo harían.

—¿Y qué pretendes?

—Aprovecharme de que no les caigo bien a ustedes y a ellos —dijo sonriente y Frank quería ponerle un bozal, sus palabras siempre parecían hechas para despertar polémica constante.

—¿Cómo?

—Freumer se aferra de nuestras debilidades y ahora yo seré la de ustedes: un tipo antipático que no quiere jugar. —Bostezó y frotó su nuca, tronandose el cuello sin ganas— Sin duda me lanzarán con todo a mí. No responderé los primeros cinco y...

—¡¿Qué!? ¿Perder cinco puntos? Ya van quince y nosotros dieciocho, no podemos perder la ventaja de...

Frank lo calló al abrazarlo por sus hombros.

—Calma, hombre, él sabe lo que hace.

—¿Tanto así confías en su plan?

—No, no es el plan en sí, ya que no tengo idea de qué piensa hacer. Pero... —sonrió salvajemente— confío en él.

Cada  uno tenía una camiseta del equipo con sus números y Matthew les informo de que los llamaría en otro orden. Como el que usaba el número 1, el rubio le diría 4, y así sucesivamente para que no fuese fácil para el resto prever sus movimientos al decirlos en alto.

—Solo recuerden el número que les asigné y ya.

—Si ellos se confunden de número porque los cambias ¿Cómo podrías tú recordarlos? Es algo que se te acaba de ocurrir, olvidarás el número que nos diste y será confuso para todos.

El rubio sonrió, destilando soberbia.

—No lo será.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque hablas de mí y no soy de las personas que pueden olvidar fácilmente.

Lo vio sobre su hombro y elevó la barbilla, hastiado.

Conversar con un grupo de personas que no eran sus amigos agotaba su capacidad de ser amable... una ya muy, muy, muy limitada capacidad.

—Limitate a escuchar y obedecer —siseó asquerosamente hostil.

—"Cooperemos y toleremonos hasta que termine el partido ", eso quiso decir este rubio con alma de comandante nazi reencarnado aquí presente —aseguró Frank, ya acostumbrado a ese tipo de comentarios duros por parte de su amigo.

—El libero del contrario es muy emocional, si lo incito lograré enfadarlo y que no piense bien —continuó Matthew—. Su armador y rematador principal no coordinan en pases de precisión al lado izquierdo, debe ser zurdo o ver mal con ese ojo. Su rematador del fondo es increíble, hay que alejar la pelota de ese pelirrojo y el tal Silv es un puto animal, hace remates fuertes, pero se lleva mal con el moreno del centro, compiten por quién llega primero a la pelota y suelen chocar un poco. Dejenmelo a mí y guiaré las jugadas a partir de su punto número veinte.

Todos dudaron y el grito del árbitro los alertó.

—Sé que es difícil de creer, pero Matt es realista y demasiado pesimista, así que si dice que ganaremos con su plan, lo haremos, ya que no va a darles esperanzas en vano o por compasión. Solo siganlo y nos llevará a la victoria.

—Bien —aceptó sin ganas el armador y fue a su posición en la cancha, seguido del resto.

—Me haces sonar como un calculador desalmado —siseó el rubio divertido por la mala mirada de Frank, hasta que lo vio quitarse la camiseta y exponer su excepcional físico, tragando grueso sin querer.

Ahí el que sonrió fue el alfa.

—¿No estuviste planeando una estrategia mientras nos veías jugar? Te estaba mirando también —admitió al pasar la camiseta por su cabeza y ponérsela sobre su remera cuello alto—. Tendrás algo de calor, pero no creo que hagas tanto esfuerzo físico.

Matthew clavó sus ojos en él y se vio arrogante, pasando sus brazos por el lugar correspondiente y fingió no darle importancia a su nuevo look.

—Bueno, te gustan las sorpresas y cambios repentinos, esto te gustará.

Sin mirar atrás caminó a su lugar y maldijo al mundo entero por el delicioso aroma que lo inundaba.

Frank casi mata a ese chico al rodear su cuerpo con su aroma y ahora no podía siquiera dudar, ya que en el instante que el partido inició un fuerte pelotazo dobló su hombro y lo hizo retroceder.

—Hijos de puta —masculló por el dolor y rieron del otro lado de la red, mientras sus compañeros insultaban su falta de reflejos, haciéndole creer a todo Freumer que Matthew estaba solo ahí.

Otro pelotazo.

Seguido de otro y otro.

A ese punto Frank caminaba de un extremo al otro de la cancha como lobo enjaulado y le gritaba al árbitro que se estaban pasando.

El último pelotazo fue evadido por Matthew moviendo su cabeza únicamente, un poco a la izquierda, la pelota pasó a escasos milímetros de su rostro, la velocidad de la misma casi cortó su mejilla por la fuerza e intensidad del tiro de Silv, maldiciendo el no haberle dado en el medio de la cara.

Cuando estaban serenos y confiados de su victoria, el verdadero juego comenzó. Por eso los dejó ganar confianza y ego, para que la caída y sorpresa de su derrota fuese devastadora.

La pelota apareció y la voz del omega resonó antes de que siquiera pudieran preveerlo:

—¡Cuatro! —el número uno corrió y detuvo el fuerte impacto, elevándola en el aire.

El rematador la recibió e hizo un punto asombroso, dejando a todos sin habla y de repente se oyeron los vitoreos de su equipo.

Matthew en cada cambio de lugar se encargó de soltar comentarios hirientes y despectivos cargados de superioridad y un egocentrismo que hasta a él mismo le darían ganas de golpearse si fuese del equipo contrario, haciendo que Silv tomara la red con verdadero odio.

—Patético —se jactó por su falta de autocontrol y más gruñó aquél, siendo detenido por Rajh.

«No puedo animar a mi equipo como lo hace Frank, su puta existencia es endorfina instantánea para la gente a su alrededor... Pero puedo destruir la armonía del equipo contrario a la perfección»

Las discusiones comenzaron cuando los puntos se hicieron reales en el tablero, cuando creían que un número iba a saltar a defender, éste era un señuelo y el verdadero rematador tomaba su lugar al otro extremo libre. Uno tras otro, los empujones y desacuerdos, los reproches y tensión.

«Destruyes todo lo que tocas»

—Esa bruja tenía razón eh... —pensó Matthew, casi divertido.

No había brillo alguno en sus ojos.

Freumer que antes contaba con una victoria asegurada, ahora estaba a un punto de perder contra Morriseek.

Pero Rajh se apresuró entre sus compañeros y de un salto increíblemente alto remató contra el rubio, portando una sonrisa expectante.

Matthew no encontró forma de que sus compañeros llegasen a tiempo y puso ambas manos frente a su rostro, absorbiendo el estruendoso impacto con las palmas y la pelota rebotó hacia la izquierda.

Quedó en blanco.

Lo había tomado desprevenido semejante ataque decisivo. Su corazón se oprimió y sus labios perdieron toda la humedad que poseían, cerrándose su garganta.

Estaba seguro que si anotaban aunque fuese un solo punto, Freumer recobraría su voluntad y coordinación y ya no habría forma de ganarles.

—¡Lucas, reacciona! —la voz de mando de Frank resonó desde el fondo del lugar, el cuerpo de Matthew se sacudió por su lado omega queriendo encogerse en su sitio, pero no lo haría y apretó los dientes.

Lucas, el rematador central que también era omega, volvió en sí como si le hubieran dado una cachetada y corrió a la pelota, su pecho chocó contra el suelo y sus brazos chillaron contra la superficie de la cancha, pero mantuvo la pelota en juego antes de que saliera fuera y el rematador principal saltó tan alto que parecía no existir gravedad en su cuerpo, logrando el punto final.

Los gritos y festejos llegaron en un estallido, hasta el rubio se sintió eufórico por semejante final y se abrazaron entre todos, atrapándolo en el centro. La peor parte, según él.

—Ah, carajo, ya, apestan, no se me peguen —maldecía y revolvían su cabello, le daban palmadas y reían.

—¡Vamo, Messi! —gritó otro muy emocionado y el rubio negó con la cabeza, sintiendo dos manos en sus hombros que lo jalaban hacia atrás.

—Dejen de tocarlo, ya dijo que no le gusta —Miró a Lucas y su mirada irradió arrepentimiento—. Oh viejo, lo siento, no quise hablar así, enloquecí un poco, ¿Estás bien?

Éste le restó importancia y palmeó su hombro.

—No te preocupes, reaccioné justo a tiempo por eso... Pero no le digas a Verónica que usaste tu voz conmigo, es muy celosa, ya sabes, ustedes los alfa son posesivos con esas cosas —aseguró y Frank con ambas manos juntas se disculpó gestualmente, sonriendo alegre al ser perdonado.

—¿Vamos a ducharnos? —dijo uno.

—Nah, a comer primero, muero de hambre —contestó otro.

A Frank le brillaron los ojos pensando en comida y buscó a Matthew con la mirada... pero lo había perdido de vista.

¿Dónde estaba? ¿Aprovechó el ajetreo y que todos rodearon a los ganadores de repente para irse? ¿Por qué?

Su bolso con su ropa estaba ahí sobre la banca, junto al suyo. Los de Freumer habían dejado la pista, al parecer su orgullo fue muy herido y no esperaron ni saludarse al finalizar.

Frank revisó su móvil y se encontró con un mensaje que lo alertó más de lo que debería: "trae supresores" junto a una ubicación en tiempo actual.

¿Venganza por lo que les hizo? ¿Las provocaciones?¿Alguno le habrá hecho algo? ¿Golpeado? O peor...

No, no podía ser algo tan extremo ¿Verdad? Por un tonto partido, lo normal eran bromas o represalias normales. Estaba sobrepensando las cosas porque su lado protector no dejaba de girar engranajes y mandar señales de alerta a todo su sistema nervioso.

No se calmaría hasta verlo sano y salvo.

ΩΩΩ

Quien tampoco estaba calmado era Matthew.

Un calor sofocante se apoderó de su cuerpo y ese cosquilleo, que últimamente se volvía una tortura recurrente, se arremolinó en su vientre.

La dureza en su entrepierna junto a ese líquido que amenazaba con escurrir de su sexo no se hicieron esperar y el omega no halló otro refugio más que hacía la zona frondosa que continuaban siendo parte del complejo deportivo, pero estaba bastante alejada; escondiéndose detrás de un árbol, entre la vegetación y los arbustos altos que cubrían la vista a lo lejos.

—Jodida mierda —maldijo y tomó su móvil, con su vista ya nublada por el calor.

Gracias al cielo cuando terminó el partido lo vio brillar dentro de su bolso, lo tomó y se alejó de sus compañeros ruidosos.

Aunque haya sido debido a un mensaje sin sentido de su padre, una imagen que según él haría reír a su hijo... no, claramente no compartían el mismo humor, pero lo intentaba. Y por esa razón Matthew tenía el móvil en su poder una vez que su celo comenzó a atormentarlo y se alejó todavía más de la gente.

«Trae supresores» consiguió escribirlo y enviarlo correctamente, acto seguido, adjuntó su ubicación a tiempo real.

Un alfa muy desalineado y casi sin aliento apareció, apartando con su mano derecha los mechones de cabello que se pegaron a su frente gracias a la desesperación con la que corrió hasta allí.

—Aquí están —soltó rápido y le entregó el inyectable.

Se quitó la sudadera que traía y la puso sobre los hombros a Matthew, aunque este se la quitó bruscamente, irritado.

—Idiota, lo empeorarás —aseguró a regañadientes.

—Oh, lo siento, mi aroma no ayudará, cierto —recapacitó y vio cómo el rubio tiraba su sudadera al suelo y se sentaba sobre ella, a punto de inyectarse en el brazo— ¡Oye! Estaba limpia.

—No puede ser... —maldijo Matt, prácticamente riéndose de sus desgracias—. Este es supresor de alfas... hasta yo, que no veo bien por... el calor, puedo leer... la puta etiqueta.

Le arrojó el inyectable y el castaño lo sujetó hábilmente, viendo la "A" clara y visible.

Por eso Frank llevó ambas manos a su cabeza y las ganas de golpearse a sí mismo eran evidentes por los exagerados ademanes que hacía.

—¡Carajo! Espera aquí unos minutos y... —calló de repente por la oleada de feromonas que liberó el cuerpo de Matthew, tal cantidad estremeció al mismo omega y dilató las pupilas del alfa.

«No te vayas» palabras que nunca saldrían de los labios de ese orgulloso rubio.

Pero Frank no pensaba alejarse, mucho menos cuando apareció un grupo de chicas caminando de regreso desde una zona verde a varios metros.

Se agachó y buscó refugio donde estaba su amigo, agradeciendo que el viento estuviera a su favor, alejando el dulce aroma de Matt en la dirección contraria a los demás.

Cuando el grupo pasó de largo entre risas y charlas, Frank se percató de que se había sentado detrás del omega e instintivamente lo había rodeado con sus brazos de un modo demasiado posesivo y, a su vez, como si deseara cubrirlo con su cuerpo.

Pero eso solo desequilibró la cordura del menor, inundando sus fosas nasales con esas potentes feromonas alfa.

Frank en un segundo de agilidad mental destapó el supresor que cargaba anteriormente y se lo enterró sin dudar en su pierna izquierda, haciendo una mueca de dolor.

Sus músculos se tensaron y Matthew percibió cada ínfima contracción realizada. Estaban tan cerca, que el cuerpo de Frank parecía arder, arrasando consigo cualquier rastro de frialdad en su contrario.

—M-Matt, lo siento, no sé en qué momento... —fue callado a media oración por esos los finos labios impactando contra los suyos.

Un beso duro y húmedo, donde ni siquiera cerró sus claras pestañas, continuaba viéndole sin apartarse, sin alejar sus peligrosas pupilas del alfa que ni un potente supresor lograba calmar del todo.

Matt estaba atento al peligro, si su modo usual era desconfiado, su lado omega era incluso agresivo si se hallaba en peligro y la mirada consumida del alfa era una clara señal de peligro para él.

No por temor a ser atacado, sino a dejarse llevar, por lo mucho que deseaba ser atacado por Frank y, paralelamente, odiaría arrastrar a su amado amigo a esa situación, sabiendo que Frank no se perdonaría a sí mismo.

Así estaba, midiendo hasta dónde dejaría que se moviera ese sujeto que lo enloquecía hasta ese extremo casi primitivo.

Luchando por no ceder y caer... aunque era irónico pensar eso, siendo que cayó por él hace años, a estas alturas hasta se encontraba cómodo en ese eterno espiral descendente hacia el fondo de un oscuro abismo, sabiendo que en algún momento chocaría contra el fondo.

Y lamentablemente ese "fondo" estaba más cerca de lo que esperaba, aunque no fuese esa tarde, pronto llegaría al final de su caída.

Pero hoy estaban a salvo uno en brazos del otro, ya que ambos conservaban mínimamente su racionalidad.

Frank, a pesar del inyectable, no podía luchar contra sus deseos, lo mucho que comenzaba a sentir por su amigo sin siquiera estar consciente de ello.

Así fue dejando pequeños besos en sus finos labios. Uno tras otro, sin profundizarlos al instante, por simple gusto a jugar con aquello delicioso que quería comer.

Al besarlo por primera vez, despertó una necesidad que él mismo desconocía y quería más de ese elixir.

Ahora sí su lengua se adentró en ese cálido lugar, sujetando el pecho de Matt desde atrás con sus manos, adentrando sus dedos ansiosos por contacto por debajo de su camiseta.

Presionando su vientre, recorriendo de arriba abajo con una lentitud cautelar, digna de un carnívoro frente a otro, atento a no ir demasiado rápido... pero sus deseos le ganaron y pellizcó con demasiada fuerza su pezón derecho.

Matthew ante este cambio brusco de actitud, adelantó su rostro y con fuerza lo devolvió hacia atrás, acertándole un cabezazo en medio de la boca al alfa, oyéndolo gimotear adolorido y maldecir al viento.

—¡Carajo! Matthew, te pasas —se quejó con voz profunda.

Luego sonrió, reluciendo su labio amoratado por el impacto.

—Aunque estoy en cierta medida orgulloso, te defiendes con fuerza, pero... —Sus manos se afirmaron en su cadera, sin dejarlo apartarse— No es necesario conmigo. No huyas de mí. No me rechaces.

El rubio quedó inmovil, como si se hubiera congelado en su sitio, esa tenue voz suplicante lo trajo a la realidad unos instantes.

—No usaré la fuerza. No necesitas estar alerta... Nunca haría algo que te lastimara o causara temor —le sonrió con su respiración irregular a causa de la agitación que no lograba ocultar y los ojos de Matthew brillaron por las lágrimas acumulándose, presa de su estado de celo irracional—. Te lo prometo, confía en mí.

Silencio y dejó de apretar sus muñecas. Lo soltó con cierta brusquedad.

—Siempre lo hice —susurró tomando distancia y abrazándose a sí mismo, encogiéndose en su lugar—. Solo... No quiero... —«dañarte» pensó eso último.

—¿Tanto odias mi contacto? Si es así, me detendré.

—No.

«Es lo contrario, lo deseo»

—Pero tú... no quieres —Matthew finalizó su frase con un esfuerzo sobrehumano para concentrarse.

—Eso no es cierto.

«Estas obligado a estar conmigo por la marca y tu sentido de la moral, tu cuerpo reacciona por instinto. Deja de decir palabras vacías que me ilusionen»

—No se puede luchar contra... la naturaleza —contestó jadeante, llevando una mano a su propio pecho, presionando su ropa—. La fuerza de la genética que cargamos los alfas y omegas es una maldición —pensó en alto.

Frank ladeó su rostro sin comprender qué quiso decir.

—No. No creo que lo sea.

—Porque eres... un puto alfa.

Frank tomó su rostro con una de sus manos y lo obligó a verlo sobre su hombro.

—No, es porque si tú eres omega, estoy agradecido por haber nacido alfa —sentenció y los ojos de Matthew vacilaron, rogando por creer en esas palabras.

—¿Confías tanto en tus instintos como para decir esa mierda? —soltó sin aliento— Somos amigos desde hace mucho, jamás sentiste un mínimo de atracción hacia esto —contraatacó señalando su cuerpo de arriba abajo con su dedo índice.

—Me excitas con o sin feromonas.

—Mentiroso idiota —masculló a una frecuencia sumamente baja, sin ser entendido por el alfa.

«Cuando era beta nunca fui una opción» se repetía mentalmente.

No obstante, a Frank honestamente le comenzó a atraer físicamente ese testarudo rubio. La forma en la que su pálida piel repleta de lunares brillaba por el sudor, su errática respiración agitada y cómo la tela de la camiseta resaltaba su espalda.

Por ahora tenía muy claro ese hecho, comenzando a buscar también respuestas a las interrogantes con respecto a la parte sentimental que surgía en su inexperto corazón.

Jamás se enamoró, no sabía cómo llamar a la inagotable felicidad que estallaba en su pecho cuando veía a Matthew sonreír, tocaba su cabello, olía su aroma o simplemente pensaba en él.

Pero Frank Wolff no le teme a ningún tipo de cambio, por muy drástico o inusual que fuese, en el momento que hallara el nombre exacto a lo que sentía avanzaría e iría a por ello con todas sus fuerzas.

Desgraciadamente Matthew era el extremo opuesto de esa denominación, aterrado de perderlo todo, incluyéndose a sí mismo en esa ecuación.

—Carajo, rubio... deja de torturarnos a ambos y acéptame —susurró en su oído y Matthew abandonó en absoluto su lado humano en cuestión.

Lo deseaba y amaba tanto que dolía.

Su cabeza se fue hacia atrás, recargádose en Frank a sus espaldas, sujetó esas grandes manos que estaban fijas en su cadera y llevó una a su entrepierna, haciéndole ver al alfa lo que había provocado.

—Diablos... —maldijo con la mandíbula trabada y las falanges de su otra mano recorrieron ese delgado cuerpo.

Delineó su costado hasta su pecho, descendió a sus piernas y con algo de fuerza presionó, besando su cuello y nuca con deseo.

Que Matthew no llevara collar fue el doble de excitante, percibir su aroma directamente, la piel tersa y caliente que esa remera cuello alto no lograba cubrir del todo.

Aunque se prometió arrancarse los dientes antes de morder nuevamente su nuca contra su voluntad

Su lengua trazó un insinuante recorrido hasta el costado de su barbilla y plantó un beso allí. Quería más, su piel no era suficiente, nada parecía suficiente. Matthew comprendió y giró su rostro para fundirse en un necesitado beso errático, repleto de jadeos y mordidas.

Sus corazones latían de manera irregular y fuerte, cada vez más sumidos en el placer.

Con la izquierda tiró del elástico de su short deportivo y lo mismo hizo con el de su amigo, ya que lo que harían... sin duda humedecería sus ropas.

Afianzó sus dedos en la rodilla de Matthew y separó sus piernas,  para recién ahí mover la derecha sobre esa húmeda erección que rogaba atención, de arriba abajo, deleitándose con el grosor, lo caliente y firme que estaba el omega.

—Carajo, ahí —siseó por instinto el rubio y sus muslos se contrajeron.

Con el pulgar dibujó leves círculos en la punta y volvió a masturbarlo, más y más rápido.

Con cada movimiento que realizaba, al estar Matthew sentado delante de él y dándole la espalda, el trasero Matthew se rozaba y frotaba contra su punzante erección.

—Mierda —masculló el alfa, apoyando su frente en medio de la espalda de Matt, respirando hondo el delicioso aroma que el rubio le obsequiaba, empeorando su situación.

El menor había perdido por completo su racionalidad, llevando sus propios dedos sobre sus testículos, complementandose con el toque del alfa en su extensión. A su vez, llevó su mano libre a la erección del alfa, contrayéndose de gusto por el presemen que la bañaba y la tensión generada por estar en su máxima capacidad.

—Me deseas —ronroneó esas palabras con superioridad, viéndolo sobre su hombro, casi jactándose de su hazaña.

En otras circunstancias jamás se animaría a decir aquello, pero su celo no solo lo volvía inestable, sino ligeramente más honesto con respecto a lo que anhelaba.

Frank creyó derretirse por lo mucho que le fascinó esa expresión nueva, su tono de voz y mirada.

Mordió sus propios labios, deteniendo el impulso de clavar sus dientes sobre su piel y perder la noción de la realidad.

—Lo hago, malditamente te deseo —contestó inamovible y Matt enrojeció sin dejar de verlo a los ojos, presa del instinto.

Lo quería. Quería a ese alfa, no le importaba robárselo a su verdadero "omega destinado", o como le llamaba "biológicamente más compatible".

Lo quería para él, que pensara solo en él, que lo amara tanto como él lo hacía. A su vez, se negaba a que Frank lo amara del mismo modo, porque estaba tan negado y acostumbrado a no ser correspondido, que creía que no desear algo recíproco evitaba que el dolor del rechazo fuese mayor.

«Si nunca tuvo esperanzas, dolerá menos cuando el mundo se le vanga abajo", porque así era para Matthew.
El amor jamás le trajo nada bueno. Se le negó la estabilidad o contención que esa palabra prometía y le entregó dolor y abandono a cambio.

Por suerte su cuerpo era menos temeroso que su corazón, derritiéndose en el experto toque de ese alfa.

Cuando esos largos dedos descendieron a su zona rebosante de líquido, Matthew empuñó sus párpados y soltó un leve sonido, erizando a Frank de buena manera. Quería más. Ambos lo querían.

Pero el rubio sorpresivamente se alejó y giró por completo su cuerpo, ahora viendo cara a cara a Frank, mismo que pestañeó varias veces, atónito por el movimiento brusco.

«Me va a golpear» aseguró el alfa, detallando las cejas fruncidas del omega y la fiereza en su mirada.

—M-Matthew, solo...

Sin decir palabra se incorporó sobre sus rodillas encima de la sudadera de Frank donde continuaba sentado el alfa. Colocó lenta y cautelosamente sus piernas a cada lado de las suyas y lo observó desde arriba, erguido.

—¿Qué haces? —cuestionó Frank.

—Verte —fue lo único que salió de sus labios y el rostro de Frank enrojeció, tragando con dificultad por el nudo en su garganta.

Una sensación agradable y asfixiante al mismo tiempo que lo tomó por sorpresa.

—Oh, me gusta verte también... —contestó sin saber bien qué hacer, por primera vez, el experimentado Frank Wolff no sabía qué hacer a la hora del sexo.

Sus manos se acercaron algo dudosas a esa pálida pierna izquierda, apoyándola allí unos segundos, los suficientes para saber si continuar o no.

Tomó como una señal afirmativa verlo respirar profundo y no ser atacado por él. Sabía que si Matthew quería detenerlo, lo haría.

Contrariamente a parar, se acercó más, casi pegando su pecho al suyo, acercando tanto sus labios que sus respiraciones se acompasaron, adoptando un ritmo similar y cargado de deseo.

Subió ahora ambas manos de sus muslos a su delgado trasero que goteaba lubricante.

—Realmente pareces exótico ¿Lo eres? —inquirió y el omega negó—. Entonces, ¿será que eres mi destino? —Volvió a negar—. Cierto, no crees en esas cosas. Mmh, veamos si aquí eres más honesto... —siseó cada vez más dominante, amasando sus mejillas, separándolas con la fuerza necesaria para demostrar lo ansioso que estaba por enterrarse allí, pero sin ser brusco o hiriente.

—No soy tu omega destinado —sentenció fríamente, incluso su lado omega asumía esa dolorosa verdad.

Frank aborreció tal afirmación.

—Pero eres mi omega —lo contradijo con sus pupilas muy finas y besó su cuello, delatando su posesividad hacia la marca que portaba su pareja.

El menor apretó la mandíbula en un gesto que enseñó sus dientes, molesto. Odiaba hacerse esperanzas. Nada de eso era real. Solo hormonas.

Además, el ser presionado y sentir sus dedos marcarse sobre su piel lo ponían en alerta, como si fuese a ser devorado, pero cuando su erección rozó contra la de Frank se estremeció.

Jadeó y se encogió sobre él, llevando ambos brazos sobre sus hombros le jaló el cabello de su nuca, arrancando un deseoso gruñido por parte del castaño, robándole un par de besos húmedos a la par que los dedos del mayor se acercaba peligrosamente a su intimidad.

—Matt... —habló tan grave que sonó como un eco en la mente del omega— No me excederé, lo prometo. Si me dejas aliviarte aquí —sugirió acariciando con su dígito su entrada caliente y rebosante de lubricante natural—, no meteré más que mis dedos en ti.

El rubio se vio reacio a la idea y mordió su cuello, seguido deslizó su lengua y succionó allí, enloqueciéndolo.

—No quiero —sollozó consternado sobre su piel y Frank se paralizó.

Pero su asombro fue peor cuando escuchó la continuación de esa frase:

—No quiero solo tus dedos —dijo altanero y demandante.

Indudablemente fue dominado por sus más profundos instintos.

—Cielos... Realmente quise controlarme —aseveró el alfa, introduciendo su índice hasta el fondo, robándole un gemido de sorpresa—. Vaya... con que así es un omega... increíble. Lo húmedo que estás... tan dilatado y mojado, como si tu cuerpo me rogara esto, ¿Quieres que te tome? ¿Puedo? Ahh, quiero entrar aquí —demandaba palabras incoherentes a medida que su dígito penetraba una y otra vez al omega que temblaba de gusto.

Sus labios se unían y separaban entre cada frase cargada de lujuria, estremeciéndose al sentir que llegarían al clímax.

—Tan bueno —susurraba el alfa, dándole caricias, besos y embestidas con su falange a ese rubio dueño de sus más profundos deseos.

La cadera del menor subía y bajaba al compás de la mano del alfa, generando un chapoteo indecente y adictivo para ambos. Los dedos del rubio bajaron hasta la erección de Frank que parecía a punto de estallar y unió ambas, subiendo y bajando duro sus manos.

Sin poder evitarlo se corrieron, primero Matthew y segundos después Frank, cada vez más abrumados por el calor.

—Hazlo de una maldita vez —exigió y el segundo dedo de Frank entró, mordiendo sus labios para no gemir alto.

El sonido de un silbato a lo lejos alertó al alfa, aunque el omega ignoraba todo a su alrededor, estaba cada vez menos racional a un extremo peligroso.

—No podemos. No en este lugar.

El enojo en el rubio cuando oyó eso se reflejó en su rostro y Frank lo besó duramente, impidiendo que replicara.

—No te enfades... ya estás volviendo a la realidad después de venirte, ¿Verdad?

No, claro que no.

Y sabía que sin ayuda del supresor que se inyectó él también estaría igual o peor, el cuento sería otro. Sabiendo también que si Matthew hubiera tomado los suyos, no estaría de acuerdo con hacerlo en un lugar público... tal vez ni siquiera estaría de acuerdo en hacerlo con él.

Frank no sabía qué quería o sentía realmente Matthew, siendo un experto en fingir y ocultar sus emociones hasta el momento.

Lo que sí tenía claro, era que debían parar.

Suspiró y buscó con la mirada alguna solución: nada. Árboles, vegetación, un camino que de un extremo llevaba hacia las canchas llenas de alumnos y del otro extremo a los edificios con más alumnos y profesores.

De repente se irguió un poco, todavía con Matthew sobre él, pero lo suficiente para ver sobre los arbustos y encontrar una mínima esperanza.

—Hay un edificio sin uso ahí ¿Quieres ir? —inquirió con voz grave, convenciendo al omega desconfiado de colocarse la ropa y seguirlo.

Una vez frente al lugar Frank en vez de entrar para tener sexo sin límites, como le hizo creer a Matthew, se acercó a los grifos junto a la edificacon y sujetó la manguera conectada a uno de ellos.

—Créeme que yo me odio más de lo que tú me odiarás por esto y preferiría dejarme llevar y hacerlo... pero nos descubrirán, sabrán que eres omega y arruinaré todavía más tu vida —«más de lo que ya he hecho»—. Así que, por favor... no me mates —dicho esto giró la perilla y el agua helada recorrió de pies a cabeza al omega.

—¡Hijo de puta! —maldijo y Frank no se detuvo.

—Eh, lenguaje —soltó casi seguro de que no sería perdonado por esto mínimo durante una década.

—¡Ya! ¡ya estoy bien! Maldita sea, puto imbécil, esto pasó porque confundiste los supresores, carajo. Jodido de mierda —seguía insultando y el agua se detuvo.

Se formó un leve silencio, se miraron fijamente y de un segundo a otro el omega le arrebató el extremo de la manguera, abriendo el agua frente a su cara, haciendo que se atragantara un poco y lo sujetó para que no huyera a medida que lo empapaba, cayendo ambos al suelo, ensuciandose con el barro.

—¡Maldito vengativo! ¡Me ahogo! ¡Aah! —forcejeaban entre risas y maldiciones, cuando de repente un grupo de alumnos apareció, viendo el desastre y a Matthew sobre Frank mientras intentaba cometer un homicidio.

—Hombre, existen leyes contra lo que planeas —le recordó el moreno que regresaba de basquetbol.

—Procura para la próxima llevarlo al lugar más recóndito y deshabitado del campamento —lo secundó Aaron haciendo una señal de "okay" con su dedo pulgar e índice.

—¡Oigan! —se quejó el alfa.

—Los estábamos buscando... —habló el rematador de voley frente a él—. Aquí están sus bolsos.

—Parecen niños de primaria —rió su armador—, no podemos sacarles los ojos de encima que ya están tonteando.

—Todos tenemos hora libre para el almuerzo y ducharnos, más tarde seguiremos entrenando, si no se apresuran no tendrán tiempo de quitarse el barro.

Matthew se levantó sin cuidado y de un tirón levantó a Frank del suelo. Un gesto casi amable... a su modo.

—Carajo, necesito un baño —dijo tomando sus cosas y les informaron dónde estaban las duchas.

«Por poco no ser descubiertos, tampoco poder tomar su segunda dosis de supresores y el caluroso encuentro conmigo deben haberlo desestabilizado, porque un Matthew cien por ciento consciente jamás pensaría en ir a un lugar donde deberá quitarse la ropa frente a otros... revelando su nuca» se horrorizó el alfa y caminó rápido detrás de él, encontrándose ya frente a las puertas del baño.

¿Acaso la situación podía ponerse peor?

Claro que sí y los estudiantes de Freumer se encargarían de ello.

Continuará...

En el próximo capítulo regresan nuestros consentidos (Kilian y Hunter🤍) ya los extraño horrores🩷

¿Algún comentario a destacar o que quieran compartir conmigo?

Dato curioso: amo Vóley, solía jugarlo, acá presente su libero🤍 nunca pude hacer buenos saques, eran mi némesis 🫥

Parte de una ilustración de Matthew OV directo de Patreon:

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