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DIECINUEVE 1/2

MATTHEW.

—Ya deja de lloriquear, lo verás en dos días —dije con hatío, mientras Frank sacaba la mitad del cuerpo por la ventanilla del autobús despidiéndose de Hunter, lanzándole besos y fingiendo llanto con muecas muy sobreactuadas.

No me puede gustar este retroimbécil.

Aarón reía igual que Chad, Rossy, Sanna y el resto de emúes que tenemos por compañeros... hasta que el profesor Vélez (de salud y calidad de vida) lo jaló del cuello de su campera y de un tirón lo sentó en su asiento.

El adulto estrechó los ojos y Frank sonrió.

—Dejo a mi hermano en manos de un sujeto con apariencia de asesino a sueldo dos días sin supervisión, Danielle no va a perdonarme si la hacen abuela siendo tan jóven y hermosa —se justificaba como si hablara en serio.

Vélez negó con la cabeza.

—Si este es el futuro del país... ya no tiene sentido que siga separando los reciclables —murmuraba el hombre, regresando a su asiento en la parte delantera del autobús, junto a Figueroa la profesora de educación física de mujeres, el gordo flojo de educación física de hombres y como auxiliar (por falta de un suplente) el nuevo profesor de música.

—No tienes puto sentido común —me quejé entre divertido y malhumorado.

—¿Recién lo descubres? Y yo que te hacía el listo del grupo.

—No es que yo sea listo, es que la vara está muy baja contigo cerca —continuaba molestándolo mientras él me empujaba y clavaba sus dedos a mis costados, provocándome cosquillas.

Cuando se comporta como un crío saca el lado más inmaduro en mí.

Disfruto demasiado estar a su lado.

—¡Ya! Quieto, deja, vete a joder a otro asiento.

—Si te fastidio, vete tú al fondo —contestó el muy arrogante y sentí una especie de electricidad, esa sed de competencia que despierta cuando me mira desafiante.

Sonreí amenazante e hice el amargue de levantarme, sintiendo sus dedos cerrarse en mi muñeca.

—¿Por qué te detienes? —inquirió con falsa duda y apretó su agarre—. Vamos, vete... —Humedeció sus labios para luego sonreír con ese bravío característico en él—. Inténtalo.

Oh, sí, ya recordé por qué me gusta Frank.

Me desafió con su putamente hermosa sonrisa juguetona que me quemaba el pecho, pero eso no me detendría, deseando probar hasta dónde llegaría con tal de impedir que me alejara de él.

Por alguna razón me fascinó esa necesidad implícita en su altanera mirada café, como si pudiera ver sin lugar a dudas un lado animal indomable latiendo en su ser, a pesar de ser científicamente imposible.

Y hubiese aceptado el reto si no fuese por la intervención de Susan al saludarnos de repente, ignorando todo a su alrededor, apareciendo su brazo tatuado frente a mis ojos cuando chocó su puño contra el de Frank y luego me extendió la mano hacia mí.

Me deshice del agarre del cachorro y le devolví el gesto a ella, viéndola sonreír al no ser rechazada, cosa que era probable... Pero no lo haría, después de todo no la odiaba particularmente y luego de ayudarme en un pequeño encargo comenzó a juntarse con Rossy y Sanna, añadiéndole a nuestro grupo un aire algo maduro y gótico con su presencia.

—¡Hey, Frank! Ven, mira esto —gritó un sujeto de nuestra clase y levantó su móvil, queriendo que viera un vídeo de vaya a saber qué idiotez, pero Frank fue todo alegre hacia el ruido y las risas.

Mientras tanto el lugar a mi lado se tornó silencioso y vacío. No me gustan los ruidos fuertes e irritantes, me generan dolor de cabeza, pero por alguna razón la voz de mis amigos y Frank no me resultaban molestas y su ausencia era muy notoria, sobre todo la de este último.

Ese pensamiento me hizo sentir estúpido y casi gruñí hacia mi propia pendejez, cerrando los ojos y cruzándome de brazos, listo para dormir el resto del trayecto.

Aprovechar mi preciado tiempo de paz.

Y así fue, hasta que percibí un agradable aroma invadiendo mis sueños. Uno cálido y familiar, tan seguro que pensé que podría dormir toda la vida inundado de semejante calma... Pero como cada vez que dormimos, llega la hora de despertar.

Abrí los ojos para encontrarme con mi sien apoyada en el hombro de este jodidamente hermoso alfa y rogaba que mi expresión cargada de indiferencia y desagrado pudieran ocultar el latido frenético de mi corazón, llevando mi mano a mi pecho disimuladamente, sujetando el centro de mi camiseta con fuerza.

«Calma»

—¿Falta poco? —murmuré con la voz ligeramente ronca y recién ahí se percató de mi regreso a la tierra de los vivos.

Me observó sobre su hombro con un brillo abrasador en sus ojos ¿Cómo no sentirme especial con semejante mirada en mi dirección?

«No seas tan encantador, maldito presumido»

Me erguí en mi asiento, separándome de él y frotando mi ojo con desinterés, procurando que hubiera un mínimo de distancia para no pensar estupideces tan temprano... Pero fruncí mis cejas al verlo apartar la vista.

«Ahora que lo pienso, está demasiado callado, no me respondió ni dijo algo como haría usualmente» pensé al verlo fijamente, la forma en la que los tendones de su cuello se marcaban y sus dedos cubrían sutilmente su boca.

«¿Qué diablos era eso?»

—¿Qué tienes? —cuestioné un poco autoritario, me enderecé hacia él y tomé su brazo, analizando mejor su rostro.

Es que me preocupó su reacción, tal vez algo le pasó mientras yo dormía y si alguien le hizo algo para ponerlo ansioso juro que no respondo de mí.

Pero el sonrojo en sus mejillas me dejó inmóvil.

—Tu voz —contestó al fin, en un susurro casi culpable.

«¿Mi voz?»

Sus ojos conectaron con los míos y los dedos de su mano, la misma que yo sujetaba con anterioridad, me tocaron sutilmente, solo con el índice en mi barbilla y el pulgar delineando mi labio inferior.

—Sonó realmente erótica saliendo así de tu garganta —susurró con sus labios tan cerca de los míos que pude saborear su aliento a menta, nublado mis sentidos por dos décimas de segundo.

Mi cuerpo se paralizó como nunca antes me había sucedido, no conseguí hacer llegar el aire hasta mis pulmones, un cosquilleo se instaló en mi vientre y por puto acto reflejo mis muslos se tensaron, jodida fisiología humana de mierda.

«Quiero besarlo. Morder sus labios» ese pensamiento fugaz invadió mi mente y lo aparté de un empujón.

—Lo siento, no sé qué pasó por mi cabeza. Fue muy desubicado de mi parte pensar algo...

«Cálmate. No te humilles Matthew, esto no es real. Sin importar lo mucho que lo desees, no es más que culpa y feromonas hablando. No es para ti. No es tuyo» recapacité y con mis dedos temblando saqué un jugo con vitaminas del holgado bolsillo de mi campera deportiva.

No quería que me viera vulnerable y patético reaccionando a sus insinuaciones superficiales. Lo deseoso que estaba por corresponderle.

No. Sobre mi fétido y agusanado cadáver.

Miré hacia la ventanilla, de reojo la caja para introducir la pajilla y posteriormente llevarla a mi boca.

Juraría que suspiró.

Seguido de un silencio que poco a poco calmaba mis latidos.

—¿Me das? —dijo con normalidad y elevé una ceja, listo para soltar algo burlista con semejante frase.

Aunque mi respuesta a eso no sería una mentira en absoluto.

Enrojeció con diversión y rio al instante que terminó dicha oración, notando su error.

—Ya, lo entiendo, yo solo me regalé al decirlo así.

—Ni que fueras tan difícil que digamos —contesté irónico y me quitó la caja de las manos, acercando su lengua antes de darle un trago.

Seguí la línea del tendón en su cuello, bajé hasta su clavícula donde todo era más que visible gracias a su ancha musculosa y tragué grueso después de perderme en su jodidamente bien trabajado abdomen.

«Este tipo es putamente sexual, es un castigo visual constante y mis hormonas no ayudan»

—Es verdad, a mi cuerpo lo podía obtener cualquiera que lo quisiera —aseguró y mi mirada titubeó, volviendo a la realidad.

Oírlo fue un balde de agua fría, aunque ya lo sabía.

—El mundo sufrirá una conmoción cuando sepan que ya no estoy disponible, es como perder un tesoro nacional.

Lo miré de repente y su sonrisa delataba cuan seguro de sí mismo estaba, brillante y arrastrando cualquier sombra de duda o contradicción, convencido de sus propias palabras, hasta me arriesgaría a decir que feliz de pronunciarlas, me dejó en silencio, apartando la mirada.

—No se pierden de tanto, remedo de alfa.

Juraría que puedo imaginar su expresión arrogante cuando oi esa ronca risa con sus labios cerrados y se me erizó la piel.

—No puedes asegurar eso sin pruebas... Como dice mamá: "no digas que no te gusta si no lo has probado, cariño" —esa última palabra salió con cierto sabor a ironía y deseo, cosa que agitó mi desprevenido corazón de mierda.

Odio no ser tan frío como quisiera, me enferma reaccionar a él, que mis sentimientos se desborden cuando se trata de Frank y la manera errática que mi pecho se contrae con sus palabras.

Con las ilusiones que me hago al oírlo.

Pero no pensaba admitirlo, haciendo una cara de disgusto por semejante apodo tan cursi.

—No juegues con mi reflejo del vómito, hombre —advertí y le quité mi jugo, acabando con lo que quedaba dentro de un trago.

Frank estrechó sus ojos y suspiró.

Miré mi móvil para huir del reproche de sus ojos ante mi nulo romanticismo y maldije al ver que ya comenzaba a perder la señal.

—Odias estar sin datos.

—¿Tú no? No podrás responderle a tus follamigas —solté como siempre hacía, burlándome y restándole importancia como si el asunto no tuviera nada que ver conmigo, su amigo beta.

Pero se puso serio de repente.

—No hago más ese tipo de cosas.

—¿Desde cuándo? —dije después de un "sí, claro" a la par de una risita incrédula.

—Desde que tengo pareja —sentenció con una autoridad y frialdad que podrían congelar el autobús en cuestión de segundos.

Como si reclamara lo que era suyo.

Mi cuerpo prácticamente se entumeció.

«Lo había olvidado... No, lo estuve negando: ya no soy su amigo beta, soy un omega y no únicamente eso, sino su compañero a causa de esta marca» llevé mi mano a mi nuca por acto reflejo y mi mirada se clavó en la nada, casi en pánico.

Los cambios repentinos me aterran. Saber que estoy marcado por el alfa que siempre amé y que no siente lo mismo por mí me llena de angustia.

Un sujeto que posee mi estabilidad emocional en la palma de su mano y, al mismo tiempo, sé que esa mano sujetará a otra que no será la mía en algún momento, ya que no soy el omega fisiológicamente más compatible con Frank.

Aunque ese deseo haya pasado por mi mente tantas noches, tantas tardes donde al mirarlo pensé "ojalá hubiese nacido para ti, así me verías"... pero eso no sucedió y no se percató de que era omega gracias a los supresores, cosa que no hubiera pasado si fuese el más compatible conmigo.

Y es un hecho que si encuentra a otro más a fin a su cuerpo, por mucho que no quiera admitirlo, me deshechará, porque los alfa y omega no pueden luchar contra el instinto. Su destino es caer.

No dudan en dejar todo atrás cuando esa persona "especial" aparece. Y sé que estadísticamente es improbable que pase... Pero tampoco es imposible y la única razón por la que Frank se hace llamar mi pareja es porque se siente culpable.

Porque cometió un error. Un error por mi culpa. Por mis mentiras y cobardías.

—¿Matt?

Tragar saliva parecía imposible, como si intentara pasar por mi tráquea una pelota de golf y cuando lo conseguí sacudí mi cabeza.

—No es nada.

βββ

Narrador omnisciente.

Frank sintió que algo había hecho mal.

Sabía que no debía ser tan directo con ese asunto y de nuevo su pecho se encogió al creer que estaba creciendo un cariño unilateral en su interior, atemorizándolo la posibilidad de que era el único que experimentaba buenos sentimientos sobre esa marca.

«¿Qué esperabas? Lo mordiste contra su voluntad. Lo hiciste. Lo heriste. No debes estar feliz por esto. Deja de soñar despierto, él no te corresponde» le decía su conciencia con severidad.

Pero no iba a rendirse sin intentarlo, el daño estaba hecho y quizá de lo malo podrían sacar algo bueno. Sobre todo si era con ese rubio, ya que una valentía y confianza inundaba a Frank cada vez que pensaba que enfrentarían los problemas juntos.

Se sentía seguro a su lado.

Quería hacerlo sentir seguro también.

Aunque era difícil llegar a Matthew ahora que su intención era conquistarlo de a poco, nada parecía suficiente o adecuado, hasta creía ser rechazado la mayor parte del tiempo.

No lo juzgaba, sabía que su conducta anterior dejó mucho que desear y quizá el rubio nunca quiso salir con un promiscuo y despreocupado alfa que principalmente era su amigo.

Pero rogaba no ser rechazado por alguien a quien apreciaba tanto como Matthew, todavía sin saber con exactitud el tipo de sentimientos que despertaba en él. Anhelaba ser correspondido en algún momento por ese chico que despertó en su pecho algo que creía no poseer y todavía no le daba crédito, pero no planeaba rendirse mientras Matthew no lo odiara.

Sus avances no eran a causa de la marca, ni por interés pasajero o un capricho egoísta, sino porque lo que sentía por su amigo superaba todo lo que conocía hasta el momento y si le daba la chance creía ser capaz de hacerlo feliz.

Solo si lo aceptaba, en el caso contrario... se rendiría.

Frank jamás obligaría a alguien a aceptar sus sentimientos o corresponder a sus insinuaciones, por lo que sabía que una vez fuese rechazado definitivamente por Matthew: todo acabaría.

Por otro lado, Matthew era muy obstinado. Su desconfianza y traumas le impedían ver los sentimientos e intenciones de Frank como algo verídico, convencido de que pronto todo se desvanecería.

—¿Trajiste tus supresores? —preguntó al recordar lo imprudente que fue al olvidarse de comprar supresores de omega, aunque todavía tenía un supresor alfa en su maleta.

El cuerpo del jóven se tensó y suspiró sin ganas.

—Pregunta estúpida.

—Hey —lo reprendió y los celestes orbes de Matt se clavaron en él con superioridad.

—Puedo olvidarme incluso de comer, pero jamás de eso —aseguró con una sonrisa arrogante y Frank apoyó su mano en su mejilla, tocando con su pulgar el contorno debajo de sus ojos, sobre esas líneas oscuras.

—No digas eso con orgullo, idiota, debes alimentarte bien —lo regañó nuevamente.

Deslizó su dígito con calma, viendo con detenimiento cada lunar en su rostro, el largo de sus pestañas doradas, su nariz recta y fina, la palidez de su tez, cada pequeño detalle que hasta entonces no se tomó el tiempo de admirar como merecía.

—Cuida de ti o me encargaré personalmente de hacerlo ¿Me oyes? —hablaba y su tibio aliento chocó contra el de Matthew, notando que su boca estaba semiabierta, peligrosamente cerca de la suya...

Tentadoramente cerca de la suya.

Cuando reaccionó de que estaba haciendo un movimiento imprudente, pestañeó y se alejó unos milímetros de él, listo a disculparse por incomodarlo con el contacto físico que tanto odiaba ese rubio.

Pero al ver su rostro por completo, descubrió una mirada que jamás vio en su amigo y su rostro enrojeció igual que el suyo, como si lo que hizo fuese un acto completamente íntimo y nuevo para ambos, algo prohibido y especial en partes iguales, llenándolos de emociones contradictorias, apartando la mirada uno para cada lado.

«¡¿Qué diablos me sucede!? No hice nada extraordinario, solo miré sus labios, solo pensé en... besarlo. Se me va a salir el corazón» pensó el castaño con una mano sobre su boca «Cielos, jodido sentimiento hermoso y raro tengo, pensé que iba a morir... Esto es genial» divagaba cubriendo esa sonrisa indisimulable de su rostro.

Matt por su parte optó por desconectar su mente de su corazón, porque si no se controlaba, acabaría sobre ese estúpido alfa que tanto atormentaba sus sentimientos.

Después de media hora de viaje, llegaron a su destino y todos estaban ansiosos por el encuentro, bajando uno a uno, empujándose amistosamente y hablando alto entre risas.

Entraron al inmenso predio por la zona verde, un grupo animado y dominante en partes iguales, con su gigantesco profesor como líder y encabezando a los alumnos iba Frank, Matthew a su derecha, Chad a su izquierda, Aaron, Sanna, Rossy y Susan detrás y así el gran grupo de alumnos pertenecientes al instituto Morriseek.

—El rival más peligroso este año es ese de ahí, dada la historia de conflictos entre su instituto de mierda y el nuestro —advirtió sin gracia alguna Silv, un alfa de Freumer, en dirección a los alumnos de la escuela Morriseek.

—Sobre todo esos dos que jugarán contra nosotros en Voley —murmuró Rajh, un alfa pelirrojo y alto, con ese aire despreocupado y jovial, sin dejar de verse una astucia peligrosa.

Señaló con la cabeza a Frank, mismo que portaba esa sonrisa salvajemente arrasadora adornanda por grandes colmillos, con sus manos detrás de su cabeza y los brazos flexionados con una postura juguetona; mientras a su lado podía verse un Matt ligeramente encorvado con ambas manos en sus bolsillos, piel extremadamente pálida, altura similar a la del castaño y sonrisa maliciosa mientras hablaba de algo que le resultaba gracioso.

—El castaño lo entiendo, el tal Wolff, pero ¿Ese rubio alfa? No se ve muy deportista que digamos... Aunque sí, me genera desconfianza su mirada —aseguró en un gruñido Silv, planeando desde el inicio no hacerles la vida sencilla, aunque su compañero sentía cierta diversión en toda la situación.

—He oído que siempre andan juntos... son menos de los que se esperaba que vinieran, pero siguen siendo de cuidado —aseveró el de cabello rojizo y humedeció sus labios—. Me gustan.

—Tus gustos son un asco, Rajh.

Los integrantes de la escuela de mujeres alfa se hicieron presentes, con un grupo realmente atlético y de presencia fuerte. Por último el segundo instituto mixto apareció, denotando la variedad de alumnos tanto en sexos como géneros, donde varias chicas se acercaron a Frank para abrazarlo y saludarlo.

El mundo era muy pequeño para los adolescentes con redes sociales repletas de gente y vida social muy activa, como lo era Frank.

—¡Precioso! —chilló una morena al abrazarlo y él la hizo girar al elevarla unos centímetros del suelo.

—Bombón —contestó igual de amistoso— ¿Qué haces aquí? Pensé que no te gustaba la naturaleza y esas cosas.

—Pero soy muy competitiva así que vine —dijo encogiéndose de hombros al separarse del abrazo.

—¿Y tu novio no? —inquirió, buscándolo con la mirada.

—No, aunque no lo creas debe ser uno de los pocos alfa asmáticos del mundo. Así que si viene, lo pierdo —aseguró con diversión y preocupación.

—Oh, ya veo, mándale saludos... ¿Y cómo se comporta mi hermanito en esa escuela de nerds a la que van ustedes? ¿Lo has visto en los recreos?

Ella sonrió con obviedad.

—Gastón es menor que yo por varios años, además es lo opuesto a ti: sabe pasar desapercibido y no le gusta la atención. —pensó en un acontecimiento en particular y lo miró con un brillo repleto de emoción, como cuando recuerdas un chisme interesante— Peeero, para tu sorpresa y la de todos ¿Sabes qué ocurrió? Ingresó un alfa indomable a su salón y el encargado de ser quien lo ayude a adaptarse es Gastón Wolff.

Frank elevó una ceja y se cruzó de brazos, inclinándose un poco hacia ella con curiosidad.

—¿Y eso, Melisa? ¿A qué te refieres o qué?

—Lo que dije, ese chico vivió en la selva o algo por el estilo; la cuestión es que no tiene idea de costumbres tan básicas como el espacio personal... Escuché que aprendió lo suficiente como para ingresar a un instituto y tiene una inteligencia superior a la media, pero sigue siendo todo un caso, es muy gracioso verlos porque Gastón es tan... Gastón.

Frank no pudo evitar preocuparse por la vida de ese pobre chico nuevo y seguido reír.

—Es que no lo puedo creer —carcajeó—. Bueno, a fuerza tendrá que aprender porque Gastón no tiene tanta paciencia.

—Con ustedes no porque lo cansan, pero con él parece bastante... confortable.

Mientras ese par hablaba como grandes amigos, Matthew se encontraba con el grupo de su curso, sin prestarle atención a lo que Chad le decía.

—¿Qué ocurre? —inquirió el moreno pasando su mano frente a los ojos de Matt, trayéndolo a la realidad.

—Sí, no es nada.

Chad pestañeó lento y su mirada recorrió el entorno, deteniéndose en un punto fijo, sonriendo sutilmente.

«No puede ser lo que estoy pensando» se dijo a sí mismo.

βββ

Los profesores los agruparon y le indicaron a los alumnos por grupos dónde dejar sus pertenencias, entrando por un largo pasillo repleto de puertas hacia habitaciones con dos camas/cuchetas cada uno, en total serían cuatro alumnos por habitación.

El problema surgió cuando un profesor bastante arraigado a valores convencionales (de la escuela Freumer) se encontró con Rossy entrando a la habitación donde estaba Sanna y Susan, como si fuese un pecado ver a una alfa allí.

La quiso guiar a una habitación con un trío de alfas de la escuela de mujeres, como era la costumbre, alfas con alfas y omegas con omegas; pero Rossy no era ni convencional y mucho menos sumisa a que le impongan ideas contra su voluntad, zafándose de mala manera del agarre del profesor beta.

—Quiero ir con mis compañeras.

—Oye... es mejor que vayas a este sector, aquí la puerta quedará abierta durante la noche por si quieren orinar o beber agua.

—¿Y piensa encerrar a las omegas?

—No, no, no es encerrarlas ni mucho menos. Es precaución, las estamos cuidando de cualquier tipo de inconveniente.

«Inconvenientes van a tener mis nudillos contra tus dientes» pensó empuñando la mano derecha.

—¡Dije que no quiero! —su voz resonó por el lugar y varias cabezas se asomaron.

—Es un riesgo ¿Comprendes?

—¡Por supuesto que no!

La jóven se sintió intimidada por la presencia de otro adulto, la profesora líder de la escuela de señoritas alfa, viéndola severamente por levantar la voz así.

—¿Qué sucede, jovencita?

—Es... Es que... —apretó sus puños y levantó su rostro a ella, que era exageradamente alta—. Él cree que por ser alfa tengo la predisposición de atacar a mis amigas o represento una amenaza.

La mujer calló y observó a sus niñas asomarse por el marco de sus puertas, otras una postura curiosa sacaban solo su cabeza, mientras algunas altivas y orgullosas con una mano en su cadera exponían su presencia sin temor, queriendo saber qué pasaba.

—No creo que ser alfa sea sinónimo de ser bestias, si a eso se refiere —aseguró con un acento marcado viendo al hombre en cuestión, mismo que se horrorizó por su comentario.

Él claramente veía a los omega como el problema, no a los alfa.

—Claro que no, pero no es su culpa si por casualidad, Dios no quiera, alguien entra en celo en su misma habitación y...

—¿Y por eso planea encerrar a las chicas omega hasta la mañana siguiente? ¿Es joda o qué mierda? —alegó Rossy que primero muerta que dócil.

—Esa decisión no te compete, maleducada —soltó cuál víbora.

—Me corresponde a mí —interrumpió el tatuado profesor de música, con una brillo intimidante en su mirada y el señor Vélez junto a Figueroa los observaron desde el otro extremo del pasillo, donde estaban las habitaciones de sus alumnos.

Rossy rodó los ojos y se cruzó de brazos, con una postura inamovible.

—¿Un... profesor alfa? —inquirió el contrario y Dante Greco negó.

—Se equivoca. Pero si lo fuera, no viene al caso —soltó sin humor alguno—. Hablo en nombre de mi institución al decir que el orden o agrupación como decidamos acomodar las habitaciones de nuestros alumnos no es de su incumbencia.

—Pero las reglas...

—No se aplican a otras escuelas. Sus reglas son solo suyas, las nuestras son nuestras y esas chicas —señaló a Sanna, Susan y una beta de su clase—. Son nuestras. No tienen poder sobre ellas.

—Sigue siendo un tema universal las pautas sobre el sistema de salud y bienestar —aseveró la mujer, creyendo erróneamente que eran muy relajados en el asunto de cuidar la integridad de sus alumnos.

Sobre todo juzgando mal al profesor de Música por ese aspecto moderno con el cabello recogido en una coleta desprolija y sus brazos repletos de tinta.

—Por eso de acuerdo al estatuto tenemos el doble de la cantidad requerida de supresores en caso de ser necesarios. Capacitación docente y simulacros en caso de una situación tal. Cada alumno sabe qué hacer si un omega entra en celo, sobre todo los alfa. Y en el caso de no poder controlarse, los beta u otros omega tienen absoluta libertad de impedir por cualquier medio que ataquen a su compañero incapacitado. Si un omega entra en celo, los alfas deben alejarse o sufrir las consecuencias de ser sometidos por sus colegas, es así de sencillo y hasta ahora, "gracias a Dios" como dicen, no ha habido incidentes irremediables de ningún tipo en Morriseek.

—Bueno... —tartamudeó y juraría que ese hombre liberaba algún tipo de feromona o voz de mando, cosa que no era verdad siendo un simple beta, pero su autoridad era arrasadora—. Pero eso aplica solo a sus alumnos ¿Qué sucedería si un alfa de otra escuela se mete en sus habitaciones por la noche o algo así?

El ambiente más que volverse tenso, se congeló. Una frialdad que se extendía por las paredes, los azulejos, puertas y ventanales, donde el profesor de Freumer que hizo la pregunta en cuestión y la profesora presente miraron detrás del señor Greco.

Todo su instituto, incluyendo maestros, endurecieron sus facciones. La oscuridad parecía carcomer su alrededor y un amenazante silencio cortó el aire cual bisturí la carne.

Cada alumno con feromonas liberó una fuerte declaración de guerra, similar a esas narraciones de feroces y sanguinarias batallas entre manadas que solían aprender en clase de mitología antigua en historia.

—No les recomiendo averiguarlo —proclamó el profesor Vélez, con sus fornidos brazos cruzados sobre su pecho— Pero... tranquilos, fui médico militar antes de ser profesor, los mantendré vivos hasta que lleguen las ambulancias —dio a entender su punto perfectamente.

No dudarían en atacar a quien sea que intentara abusar a conciencia de uno de sus compañeros o alumnos solo por ser omega.

—¡En fin! —articuló con una falsa alegría Greco, palmeando el hombro del sujeto y cortando la pesadez del lugar—. Si tiene en tan poco estima la racionalidad humana básica de sus alumnos por ser alfa, le recomiendo ponerles bozales a ellos —ironizó con un tono altanero y falsamente cordial.

La mujer sonrió sin poder evitarlo y sus alumnas también, ya que en su instituto lejos de enseñarles la supremacía alfa, les enseñaban a controlar sus instintos y que antes de ser alfas eran personas.

Antes de que el sujeto contestara, colérico, Dante prosiguió:

—Por mi parte los veo muy capaces de entender la situación. Es decir, con tener la capacidad de razonamiento por encima de la de un chimpancé basta para comprender que violar a una persona es algo inaceptable sea del segundo género que sea. Pero si usted los ve deficientes mentales o con trastornos severos que les impidan usar sus capacidades... pues encierrelos a su gusto. Son sus alumnos, después de todo.

Su rostro enrojeció de ira y casi podía por el melodioso chirrido de sus dientes rechinar.

—Por supuesto que pueden razonar, sus calificaciones están dentro de las cuatro mejores del país, no se atreva a insultar a mis alum...

—¡Los felicito! Muy lindo, sí —lo cortó de tajo—. Ahora que todo esta solucionado y nos entendimos, les recomiendo guardar sus pertenencias rápido —elevó la voz y sus alumnos asintieron—. Pronto comienzan las competencias y encuentros, debemos apresurarnos.

—Vamos, señoritas, ustedes también —le siguió la profesora hacia sus alumnas.

El hombre de Freumer carraspeó y con un movimiento de manos y palabras cortas les indicó a sus alfa que se movieran y apresuraran.

—Me agrada el sujeto —comentó Aaron refiriéndose a Dante y sus amigos asintieron.

En la puerta del frente Sanna y las demás también le dieron la razón.

—Hace que mi mente vuele al carajo con fanfics de profesor x alumna —comentó por accidente una beta castaña y menudita, acomodando sus gafas.

—¡Lu! —rio la rubia avergonzada y el rostro de Lucy enrojeció de golpe.

—¡Ay perdón! —se disculpó por soltar lo primero que cruzó su mente y Susan sonrió divertida.

Una vez todo estuvo guardado en sus habitaciones, salieron al sector verde. Allí los adultos los organizaron y comunicaron dónde estaba cada competición correspondiente, obligándolos a dejar de conversar y hacer una ronda, prestando suma atención.

—¿No deberías ir a fútbol americano? ¿Por qué vóley? —inquirió Sanna elevando una ceja con respecto a Frank.

—No hay encuentro de fútbol este año. El campeonato final esta muy cerca y nuestros oponentes aquí. Revelar nuestras jugadas, puntos fuertes y debilidades con la fecha tan próxima sería contraproducente. —El castaño sonrió desafiante— Guardaré toda mi energía para la gran final.

Ella sonrió y después de abrazarlo se acercó a Matthew e hizo lo mismo, sintiendo sus largos dedos en su larga cabellera.

—Ata tu cabello, descuidada —le advirtió con falsa severidad y Sanna asintió sonriente, sabiendo que esa era la forma de preocuparse de Matthew.

—Cuídate ¿Sí? Sé que solo estarás en la banca, pero igual... —le restó importancia con la mano y prácticamente la empujó a su grupo de amigas.

—Ya, vete, me robas el oxígeno —bromeó con su sonrisa perspicaz usual, sintiéndose él mismo otra vez, como si el celo no existiera y no tuviera que afrontar nunca que es un omega en realidad.

La conformidad del cómodo velo de mentiras que lo cubría desde que descubrió su segundo género.

—Estará bien —la voz del alfa caló hasta la médula dentro de los huesos del omega, como si encontrara las palabras que dentro de sí nunca hallaba, esas frases de aliento y positivismo que carecía.

Hizo un sonido con su garganta a modo de pregunta, no sabía a qué venía eso o si Frank notó la inquietud en sus facciones que tanto intentaba no exteriorizar.

—Sin importar lo dulce que se vea, Sanna sabe cuidarse, lo sabes —aseguró sonriente y Matthew respiró hondo.

—Sí.

—Además —continuó, mirando al frente—, sentí que necesitabas oírlo.

—¿Que se sabe cuidar?

—Que todo estará bien.

«¿Cómo pretende que no me siga enamorando de él? No puede ser tan desconsiderado lanzándome un ataque así a quemarropa» pensó el rubio con su corazón ardiendo.

—Pensé que este tipo de cosas ya no pasaban. Parecen putos dictadores queriendo encerrar a seres humanos como animales.

Matthew sonrió sin diversión.

—Cuando estás rodeado de... privilegios —dijo con pesar—, personas tolerantes y no tienes nada que te vuelva diferente de modo negativo para la sociedad, como... ser omega, parece que la discriminación fuese irreal. Hasta absurda. Todos hablando del progreso y de que eso ya pasó... —rió irónicamente— Pero cuando eres parte de la minoría en cuestión, ves que no es color de rosas como dicen; no solo percibes la hostilidad, sino que la vives. Le temes. Lo evitas como puedes, pero no puedes escapar del estigma de "ser omega".

—¿Alguna vez alguien te...? —soltó con tono severo sin darse cuenta, pero fue interrumpido:

—Como beta, eso solo lo veo desde afuera, pero presto específica atención a estos temas, porque sé que eso me esperaría si yo... si saliera de este escudo de seguridad, si admitiera lo que soy... —suspiró largo— no se puede negar que todavía la gran mayoría ve a los omegas como inferiores, aberraciones, errores o máquinas de gestar bebés...

—Lo sé... No es que no vea este tipo de cosas, pero en nuestra región es mucho menor.

—No estamos tan mal como el resto de países, es verdad...

—Pero sé que falta mucho por recorrer. En muchos aspectos...

El rubio lo miró sobre su hombro y suspiró.

—Me enfermaría que me vieran como "Matthew el omega", por eso, ser beta es mi ideal, donde nadie me jode porque a nadie le interesan los beta, socialmente no están ni mal, ni bien. Desapercibidos. Solo Matthew. Odio que me jodan, la vida ya es lo suficientemente jodida viviéndola como beta, no quiero más complicaciones.

Frank respiró hondo e intentó comprender su sentir, cosa que siendo alfa sabía que jamás entendería al cien por ciento, pero se esforzaba por hacerlo. Por ponerse en su lugar y empatizar con sus miedos.

El menor notó ese expresivo y masculino rostro contorsionado en una linda y compungida expresión, ¿Cómo alguien haciendo una mueca de costado con sus labios, sus cejas fruncidas y mirada preocupada, podía verse tan atractivo? Pues lo hacía.

—Ya, el papel de víctima no es lo mío, ni siquiera viví una situación tal, solo decía que no puedo ser hipócrita y negar la realidad sobre esa discriminación solo porque no me ha pasado nada malo con respecto a ser... omega —murmuró eso con cierto recelo y rechazo.

Diciéndoselo a otra persona en voz alta por primera vez.

—Sí te pasó —lo contradijo y sus pupilas se fijaron en su cuello, cubierto por un cuello de tortuga.

Pero Matthew supo al instante el significado tras esa frase y su corazón se encogió dolorosamente.

—Vamos, tienes que ir a presumir tu única cualidad —soltó el rubio, casi tartamudeando y sin dejar ese tono burlista de lado, aparentando serenidad.

Frank notó cómo desvió la conversación y aceptó que no quería hablar más del tema.

—¿Coger? —enunció con una voz sutilmente apagada aunque quisiera sonar divertido.

—Tu segunda cualidad.

—Ah, deportes. Yendo —canturreó—. A sus órdenes.

—Mi perra.

Esa osadía le dio algo de honesta alegría al rostro del alfa y estuvo por objetivar, pero un tercero se unió a la conversación:

—Para eso tendría que ser fiel —alegó Aaron y Matthew asintió.

—Muy obediente y aprender a cerrar el hocico —continuó Chad ya a su lado y el rubio lo rebajó con la mirada, dándole la razón a sus amigos y los tres lo miraron cual jueces en época medieval a bruja del pueblo.

—¡Oigan! —reprochó el castaño cómico y empujó al moreno.

Seguido abrazó a Matthew por los hombros algo brusco y revolvió su suave y dorado cabello, lacio con ciertas ondas naturales que le daban un aspecto atractivo y armonioso a su corte, con el cabello de nuca más corto, mismo que planeaba dejarse crecer para ocultar la dichosa marca.

—Ya se puso meloso, mejor vámonos o acabaremos como Matt —se despidieron sus amigos y lo abandonaron cual papá tercermundista promedio.

Chad se dirigió campante a las canchas de basket, seguido por un alfa con un andar casi aristocrata y el resto de jugadores. Aaron a la sección de natación donde estaban las piscinas. Sanna y Susan a softbol, Rossy a handball y por último nuestro disparejo par de chicos a Voley.

—Amo tu shampoo —aseguró el mayor de los dos.

—Te lo regalo, solo aleja tu puto culo de mi espacio personal.

Frank intentaba controlarse y no coquetear o ser muy obvio con sus avances, pero a veces su carácter lo superaba:

—Como recién casados lo tuyo es mío y lo mío es tuyo, así que tu espacio personal es mío.

Matthew en un intento por acallar sus emociones sonrió sin piedad alguna y Frank casi chilló, lamentando su poco juicio.

—¿Entonces tu culo es mío? —ironizó el rubio, por el simple hecho de estar acostumbrado a discutir así hasta la fecha sin ningún trasfondo real para dispersar la atención de sus verdaderos sentimientos.

Pero esta vez, fue más allá y llevó una mano a su cadera descaradamente. Su instinto jugó un papel fundamental a la hora de tocar a Frank, ya que nunca había sido él quien iniciara el contacto y se encargaba de alejar a su amigo de sí lo más que podía.

Ahora fue lo opuesto, su cuerpo le rogaba acortar todo tipo de separación preestablecida y al reaccionar quiso cortarse la jodida mano, alejándola de él sin hacer un movimiento exagerado.

—Si así aceptas ser mi pareja, podría hacer ese sacrificio —bromeó Frank, imitando la voz de Bart Simpson.

«Este tipo no se toma nada en serio. Debo parar esto. No dejarme llevar por su idiotez»

—Se nota que estás seguro que jamás aceptaré tal cosa.

La mirada del alfa decayó y sus preciosas cejas castañas se fruncieron. Matthew no quiso herirlo, pero al final así había sido.

De nuevo sonrió, aunque con cierta resignación.

—Hey... Sé que estás jugando, no pongas esa cara, no pasa nada —aseguró Matthew con voz neutral y lejana.

Frank le miró directamente al rostro.

—Hago chistes y juego, pero la verdad es que no sé qué podría ofrecerte para que me aceptes. No es tan simple ¿Verdad?... Porque es tarde para eso ¿No crees? No tengo derecho a preguntar o pretender que me correspondas, cuando no hice la pregunta más importante.

Matthew entendió a qué se refería, sabiendo que la marca no fue algo planeado y de mutuo acuerdo como debería ser, en cambio todo ocurrió por un suceso de eventos desafortunados y no tuvieron la oportunidad de preguntarse antes "¿Quieres ser mi pareja?".

Es más, ni siquiera habían pensado en salir como una posibilidad hasta que todo ocurrió. Matthew por miedo. Frank por ignorancia.

—¿La pregunta más importante? —repitió pensativo—: "¿Estás en contra o a favor del avance de las IA?" —ironizó en un intento por alivianar el ambiente, por ver a ese alfa de dientes hermosos sonreír.

Y milagrosamente lo consiguió, viéndolo reír confundido.

—¿Qué diablos?

Estaba tan desconcertado por la pregunta repentina que no tenía nada que ver con el asunto inicial, que no podía borrar la sonrisa de su cara de confusión.

—¿Qué? —continuó Matt, fingiendo ignorancia y sus labios se curvaron ligeramente— Esperaba un poco más de imaginación del mujeriego número uno del país, después de todo está es tu área, ya sabes, decir mierdas interesantes o atrayentes y pretenciosas.

Frank miró al frente y respiró hondo.

—Estoy muy lejos de mi zona de confort —habló con una madurez atípica y de costado inclinó un poco su rostro, regalándole una arrasadora mirada directo a sus pupilas—: todo es nuevo para mí, pero a diferencia de ti, a mí me gusta lo nuevo. Lo disfruto... Lo amo.

El planeta pareció perder su capacidad de girar, todo era en cámara lenta para el omega y percibió su presión bajar drásticamente.

Ni siquiera el mismísimo Matthew Freeman encontró una respuesta sarcástica o ingeniosa ante esas palabras, tan ambiguas y, a su vez, profundas.

—Me fastidia ese asqueroso olor a omega —ambos oyeron a alguien vociferar en dirección a Sanna, divisando su collar color rosa pastel a juego con su coleta que recogía su cabello en un peinado alto.

«Yo le dije que lo atara para que no la molestara a la hora de jugar, pero olvidé que delataría su segundo genero al instante su cuello descubierto con semejante collar» pensó Matthew al verlas a varios metros, apretando su puño y elevando su barbilla, listo a hacerle pagar a aquel subnormal de alguna manera, memorizado su rostro.

Pero Frank observó desde atrás de él e inclinó sutilmente su cuerpo al suyo, sin tocarlo.

—Calma —siseó en su oído.

—Entonces deja de respirar y asuntos resuelto —aseguró la rubia con una calidez que contrariaba la condescendiencia de sus palabras mordaces, obligando al alfa a retroceder sin querer, analizando la osada contestación de esa chica y el nulo temor en su mirada.

—Te voy a fastidiar los pulmones con las dieciséis ruedas de un camión, pedazo de mierda seca —agregó Rossy casi asentandole un puñetazo en el rostro, cosa que la profesora de educación física impidió magistralmente, evitando un altercado mayor.

—Vamos, cada quien a su especialidad —sentenció la adulta, mirando de modo asesino al alfa que soltó ese comentario prejuicioso—. Que no se repita.

—El ying y el yang —pensó en alto Matthew, sonriendo divertido en dirección a las chicas y Frank asintió—. Ya, vamos.

—Yep —contestó juguetón y emprendió su camino hasta las canchas de voleibol.

ΩΩΩ

—¡Es injusto! ¡Profe! —se quejó el compañero más bajito del grupo de vóley.! ¡Profe! —se quejó el compañero más bajito del grupo de vóley.

En el último set Frank no podría participar, ya que un jugador del equipo contrario lo empujó en el aire a través de la red y se desplomó de mala manera contra el suelo, doblando su muñeca.

No era algo realmente grave, pero debía reposar la mano, utilizar hielo y no realizar deportes por lo que restaba de la jornada.

—Ya fue sancionado, no jugará el resto del día tampoco y será reemplazado en el último set.

—¡Pero nosotros no tenemos reemplazo! El grupo clave de educación física no pudo venir porque estaban suspendido por mala conducta, nos falta más de la mitad del equipo original y ahora solo tenemos a...

Como si fuese coordinado, las cabezas de todos giraron hacia Matthew, quien miraba su móvil sin el más mínimo interés en la situación.

—Puta madre —maldijo uno y el profesor le reprendió.

—¿Mmh? —interrogó el rubio al darse cuenta que era el foco de atención.

—Tienes que jugar.

—No —contestó con una arrogancia que hizo al resto hervir la sangre.

—Ese imbécil solo piensa en sí mismo, déjenlo, juguemos con uno menos.

—No se puede. Si no juega, se dará la orden de retiro voluntario del equipo y damos por terminado el encuentro. Vamos, decidan rápido —apresuró el profesor de educación física.

—Yo lo haré —anunció Frank con su tono despreocupado usual.

—Te lastimaste la mano, no puedes...

—No necesito ambas, puedo hacer cosas increíbles con solo dos dedos, así que una mano es más que suficiente —ironizó, haciendo reír a sus compañeros, oyendo los típicos comentarios que recibía al hacer ese tipo de bromas.

«Ya me parecía raro que no salieras con alguna de tus idioteces promiscuas» pensó Matt, sujetando el puente de su nariz.

—Hagámoslo, al carajo, nadie puede decirme hasta dónde puedo llegar o que no puedo lograr algo. Lo haremos, les romperé el jodido culo a la escuela privada de ricachones estirados.

—Nosotros también somos una escuela privada, idiota.

—Pero somos más sexys —bromeó y rieron con él— Confíen en mí. Ganaremos.

Tenía confianza en sí mismo, tanta, que era imposible no creerle.

Aún así, el equipo contrario sabía bien de su lesión y se aprovecharían de ello al máximo... Desatando la ira de un rubio que parecía la personificación más realista y certera del anticristo en la tierra.

No, definitivamente esto no se quedaría así y si tuviera que jugar con tal de vengarse, lo haría.

Aunque eso representara un desgaste físico anormal para él.

Aunque eso desestabilizara su organismo.

Aunque eso pudiera traer consecuencias todavía peores que una herida en la mano de Frank y perder un partido con la escuela rival.

En ese momento no estaba pensando claramente, solo veía cómo se aprovechaban y lanzaban ataques directos a la herida del alfa. Mismo que no se daba por vencido y seguía dándolo todo de sí, porque así era Frank.

Así lo amaba Matthew.

Y lo defendería hasta el último instante, igual que Frank hizo al ofrecerse como jugador a pesar del dolor, para que dejaran de destilar odio hacia Matthew quien se negó a participar.

No iba a permitir que esos subnormales ególatras sin un gramo de dignidad, según Matthew, derrumbaran las esperanzas de Frank de ganar el encuentro.

Si Frank quería ganar, por su puta madre que Matthew haría que eso sucediera.

Continuará...

¡Feliz mes del orgullo!🏳️‍🌈 Amo este mes, sé que es un mes de lucha, pero también siento que es el mes más libre del año donde el inicio de todas mis redes se tiñen de colores y banderas. Soy muy feliz♥️

Si este mes no pueden levantar la voz, ya sea porque todavía no están listos o situaciones difíciles, tienen la libertad de festejar acá🏳️‍🌈💗

Y va a llegar el día en el que puedan salir a disfrutar y expresarse en voz alta, no se apresuren o estresen si hoy no es posible💗

Los amo, espero que estén seguros, sanos y felices♥️

Y una ilustración preciosa que olvidé mostrarles de la bella mano de @the_words_of_tuki (quien hizo la portada actual que le tengo mucho cariño)

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