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Tal vez fue por el frío, o tal vez por la alarma de emergencia que le envío su cuerpo, pero despertó de una manera asustada.
Miró a su alrededor y frunció el ceño al darse cuenta que no conocía el lugar donde estaba. Su cuerpo se tensó y pasó saliva, estaba sudando demasiado, como si le hubiesen tirado un bote de agua encima, su flequillo se le pegaba a la frente y su ropa al cuerpo.
Estaba en un cuarto con las paredes desgastadas, sin ningún color en especial, podía ver incluso graffitis y muebles de madera desgastados. Intentó pararse del lugar donde estaba acostado, que supuso que era una cama con un colchón demasiado viejo porque podía sentir los resortes clavarse en su espalda. Pero su intento por dejar aquella cama se vio imposible cuando se dio cuenta de que sus manos estaban esposadas a los barrotes del respaldo, sus pies de igual manera.
Abrió los ojos asustado.
¿Dónde demonios estaba?
Suspiró y cerró los ojos, tratando de mantener la calma. Intentó recordar lo último que había hecho, a su mente vinieron las sonrisas y bromas de NamJoon y SeokJin en el bar que solían visitar cuando tenían tiempo libre. Recuerda, incluso, que habían salido a festejar porque, después de tanto tiempo de un arduo trabajo en la comisaría, habían encontrado el paradero del más famoso secuestrador de Seúl.
Con pesadez y con sus recuerdos bastante flojos y borrosos, logró recordar que se había separado de sus amigos para ir al baño, había mucha gente que él ignoró. Incluso ignoró con facilidad los gemidos que salían de los cubículos donde se encontraban los baños, había hombres vomitando en los lavados mientras otros se lavaban las manos, mirando con asco a quienes vomitaban.
Cuando él hizo sus necesidades, salió satisfecho del cubículo y, cuando abrió la puerta, se encontró con un chico bastante alto y con el cabello rubio, casi blanco.
Jadea con fuerza porque no puede recordar nada más, pero su corazón empieza a salir como loco cuando reconoce aquel último rostro que vio en el pub. Maldijo en voz baja y alzó la mirada para ver qué le impedía mover sus manos, sabía que eran esposas por el contacto, pero se dio cuenta de que esas esposas eran suyas. Río de mala gana. A diferencia de sus pies, que solo estaban atados con un trozo de tela cada uno.
¿Qué debería hacer?
Obviamente no podía liberar sus manos sin las llaves de las esposas o, en todo caso, un pasador o algo delgado y fuerte para forzar el seguro de estás. Al analizar la situación como el gran policía que era, se fijó en los amarres en sus pies, la tela se veía desgastada, por lo tanto, si ponía un poco de fuerza podría liberar sus pies y... Bueno, ya después pensaría que hacer con los pies sueltos.
Flexionó sus piernas, intentando que la tela se deslizara de su tobillo, pataleó y gimió al sentir dolor. A pesar de que la tela era vieja y estaba desgastada, lo había hecho con un nudo ciego y demasiado apretado.
Estaba empezando a desesperarse hasta que sintió como la tela de su pie derecho se deslizó un poco hasta quedar en su telón. La presión que hacía entre su talón y su tobillo lo hizo cerrar los ojos con fuerza al igual que la boca, le dolía demasiado y no sabía si era por lo apretado que estaba el amarre o porque se había lastimado su pie de alguna manera.
Sin embargo, ignorando el dolor, jaló una vez más su pierna y logró deshacer el agarre de su pie derecho. Quiso festejar por aquello pero sólo resopló y se fijó en su pie, viendo que había quedado totalmente rojo, tanto su talón como su tobillo. Suspiró, su piel era demasiado morena por lo que, igualmente, demasiado delicada. Ignoró el dolor y fijó sus ojos en su otra pierna, esta vez se negó a pensar que el hecho de que la tela estuviera rota iba a servir.
Maldito sea él que inventó el alcohol, los clubs y al maldito secuestrador.
Jaló con fuerza su pierna sin siquiera pensarlo, y enseguida sintió un tirón cerca del tobillo, sabía que se había lastimado algún músculo. Echó la cabeza hacia atrás, mirando el único foco que colgaba en el techo, se estaba desesperando y sabía que eso no era bueno cuando intentaban escapar. Negó con la cabeza y tomó aire varias veces antes de volver su mirada a su pie.
Flexionó su pierna todo lo que el agarre le permitía, dispuesto a jalar con toda su fuerza para liberar su pie. Pero se detuvo y miró la puerta que antes no había visto, abrió los ojos con sorpresa y sintió que empezó a sudar de nuevo como un loco.
Escuchó pasos tranquilos caminar hasta aquel cuarto donde se encontraba él, no hizo ningún movimiento, tampoco volvió a intentar zafarse del único pie que seguía amarrado a los barrotes de la cama. Su corazón empezó a latir de manera frenética, no lo iba a negar: estaba asustado. Si aquella persona, era quien se encontraba en sus últimos recuerdos, sabía que nada de lo que pasaría pronto sería bueno.
O eso creía.
La puerta se abrió con lentitud, haciendo un escalofriante sonido en el proceso, sintió como su ropa empezaba a llenarse de sudor, volviéndose a pegar en su cuerpo. Y, de manera extraña, su cuerpo se relajó y su corazón poco a poco dejó de latir tan rápido, ¿que reacción era esa cuando tu secuestrador entra al cuarto donde te encuentras totalmente inmóvil? Se regañó internamente por aquel gesto tan raro. Su secuestrador era aquella última persona que recordaba y lo miró fijamente sin expresión alguna.
El secuestrador cerró la puerta tras él con seguro. Se paró enfrente de la maca y se cruzó de brazos, ladeando la cabeza, miró con burla y lujuria al chico que se encontraba en la cama mientras pasaba su lengua por su labio superior. Aquella acción hizo que ambos se tensaran, pero por diferentes motivos.
—Vaya... —el hombre susurró, su voz era un poco ronca—. Así que... ¿TaeHyung? ¿Ese es tu nombre?
El secuestrador habló mientras caminó hacia él para estar más cerca e intimidarlo. No respondió y gimió de dolor cuando el otro hombre tomó su barbilla con fuerza, enterrando sus dedos en su mentón, intentó alejarse pero desde su posición todos sus movimientos eran torpes.
—Cuando se te hace una pregunta se debe responder, estas son cosas básicas, ¿no te lo han enseñado, comandante? —el secuestrador río con burla y se sentó en la cama—. Si pones esto difícil lo lamentarás tú, no yo.
Dudó un poco antes de asentir bajo la mirada amenazante del secuestrador, quien le soltó el mentón para que esté pudiera hablar.
—Si... —susurró—. Mi nombre es TaeHyung.
Una sonrisa escalofriante apareció en el rostro del secuestrador. Y TaeHyung se permitió mirarlo detenidamente por unos segundos. Y, bueno, bastaba decir que para ser secuestrador; uno de los más buscados en Corea, era demasiado atractivo. Su cabello platinado hacía un extraño contraste con su pálida piel, su labio inferior era ligeramente grueso, mientras que el superior era un poco más delgado, sus ojos eran de color café y TaeHyung pensó que se verían realmente claros a la luz del sol.
Carraspeó y se golpeó internamente por pensar que su secuestrador era atractivo.
—Yo... —TaeHyung empezó a hablar, logrando que toda la atención del platinado estuviera en él—. Yo sé q-quien eres.
No supo si la risa que salió del secuestrador fue por su tartamudeo o porque lo que dijo fue algo irónico.
—Claro que sabes quién soy, trabajas en la policía ¿no? Y eres de los rangos altos, serías estúpido si no supieras quien soy —el secuestrador se levantó de la cama y abrió un cajón de uno de los tantos muebles desgastados que había ahí, rebuscó algo con tranquilidad.
—Jeon JungKook —respondió TaeHyung, mirando con precaución al secuestrador—. Quien secuestra a mujeres entre quince a diecinueve años, ninguna chica ha sido encontrada después de que las secuestras, se cree que están muertas. Los detectives quienes te investigan a fondo, han dicho que las secuestras para violarlas y después asesinarlas.
TaeHyung pasa saliva al pensar en cuál sería su destino si no escapa de ese lugar.
—El mismo. Yo soy Jeon JungKook—sonrió con orgullo y resopló cuando encontró lo que buscaba, sacando unos llaves, TaeHyung las reconoció al instante: eran las llaves de las esposas que lo mantenían postrado sobre la cama.
JungKook ladeó la cabeza y jugó con las llaves, girándolas sobre su dedo, su mirada examinaba a TaeHyung, naturalmente JungKook hacía eso para intimidar a sus víctimas, sin embargo, TaeHyung era algo así especial porque era el primer hombre que JungKook «secuestraba». Su cabello negro le hacía verse adorable, al igual que su nariz respingona y sus ojos de gato asustado, lo miró con maldad.
—Sin embargo, me parece increíble todas las historias que se inventan ustedes los policías. De todo lo que dijiste puede que solo un cinco por ciento sea real.
La habitación se quedó en silencio por varios minutos, JungKook se sentó en la única silla que había en el cuarto y cruzó sus piernas. Sus ojos jamás se habían separado de los de TaeHyung, eran como imanes para los cuales necesitaría una fuerza mayor para despegarse.
—¿Por qué... por qué me tienes aquí? —TaeHyung preguntó, maldiciendo su tartamudeo.
—Buena pregunta —el secuestrador contesta, ladeando la cabeza una vez más, a TaeHyung le parece curioso el gesto. Pasa saliva y se percata de que al parecer no se ha dado cuenta que uno de sus pies está libre.
Las personas cometen muchos errores, sin embargo.
—En realidad... —JungKook comienza, dejando las llaves en su regazo para recargar su codo en el descansa-brazos de la silla, coloca su barbilla en la palma de su mano y golpea suavemente su labio inferior con la yema de su dedo índice—. No tenía planeado hacerlo pero eres... hmm, ¿cómo decirlo? ¿llamativo? No podía quitar mis ojos de ti cuando entraste a aquel pub con dos anormales más.
TaeHyung frunce el ceño al saber que con «anormales» se refiere a NamJoon y SeokJin. Se abstiene de ofenderlo y espera a que prosiga.
—Más que nada porque parecías una mujer de diecisiete años con el cabello corto y muy plana, de hecho —el aludido se sonroja furiosamente y desvía la mirada—. Pero solo por delante, cuando me diste la espalda, bueno, vaya, me has dejado fascinado.
El secuestrador ríe ante la mirada de sorpresa del pelinegro, sonríe y, tomando las llaves de su regazo, se levanta. Le da una rápida mirada a la pierna derecha de TaeHyung y deja las llaves en el mueble que está al lado de este. Nota que lo ha estado viendo y sonríe para si mismo, se da vuelta para mirarlo, se inclina hasta que sus rostros están casi pegados, sus narices se rozan y comparten el aire.
—Si me disculpas... —JungKook susurró al estar demasiado cerca de su víctima—. ...tengo varias chicas a las cuales violar para después matarlas.
TaeHyung se queda sin habla cuando siente los labios de su secuestrador sobre los suyos, haciendo una leve y rápida presión, tan rápida que no le dio tiempo de darle un cabezazo como le hubiese gustado.
—¡Jódete, púdrete, te irás al infierno! —TaeHyung grita cuando el platinado se empieza a alejar de él, caminando hasta la puerta.
—Ya estoy en el infierno, más que podrido —JungKook suelta con burla, abriendo la puerta y antes de volver a cerrar, mira a TaeHyung—. Joderme a mi mismo no suena bien, gracias. Suena mejor que yo te joda a ti, ¿no?
La puerta se cierra.
TaeHyung quiere llorar de impotencia, se siente sucio y además estúpido. ¿Cómo es que un policía, un comandante, un puto oficial jefe, fue secuestrado tan fácilmente? Se permite llorar con rabia antes de patalear y darse cuenta de que una de sus piernas sigue libre y la otra está a punto de estar igual. Sorbe los mocos y parpadea varias veces para aclarar su vista.
Está demasiado ocupado concentrándose en liberar su pierna, que se olvida que el amarre estaba más fuerte antes de que JungKook llegara. Al segundo jalón que da, su pie es liberado y se queda quieto por unos segundos, normalizando su respiración. Él mismo lo sabía, era un oficial jefe, tenía que hacer su trabajo como le habían enseñado, por nada estaba en un rango tan alto.
Se percató de que el secuestrador había dejado las llaves de las esposas en el mueble que estaba justo al lado de él, incluso si sus piernas estaban liberadas, el mueble estaba demasiado arriba para poder intentar agarrar las llaves con los dedos de sus pies. Cierra sus ojos y empieza a pensar de manera rápida, como comandante y amante de las leyes, tenía que liberarse para poder salvar a aquellas chicas que, estaba casi seguro, se encontraban en el mismo lugar que él.
Pero por más que intentaba pensar en algo, nada venía a su cabeza, así que en un movimiento ridículo y desesperado giró un poco su cadena para ir empezando a subir sus piernas, él no era muy alto y, por lo consiguiente, sus piernas no eran muy largas. Cuando su pie tocó el mueble, casi grita victoria pero sabe que sería muy tonto hacerlo tan rápido. Empuja un poco el mueble hacia atrás y después lo hace regresar hacia sí mismo con toda la fuerza que sus piernas tienen. Las llaves se resbalan hacía él un poco ante el movimiento brusco.
Pero se detiene, no tiene ni idea de cómo agarrar después las llaves con las manos y poder abrir las esposas. Se ríe porque no quiere volver a llorar, ¿cómo es que un policía no sabía qué hacer en esas situaciones? Quiere gritar, golpear todo lo que tenga enfrente. Y se ofende a sí mismo mentalmente cuando empieza a llorar.
Cierra sus ojos y queda totalmente dormido después de unos minutos.
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No sabe cuánto tiempo durmió y tampoco le importa mucho. Se queda inmóvil en la cama, mirando el techo una vez más. Si lograba salir de aquel lugar vivo, lo primero que haría sería ir a renunciar. Él no era digno de ser policía, lo mejor sería ser abogado o algo así, sabía todo sobre leyes, así que le iría bien.
Se pregunta por qué demonios estaba pensando en el trabajo en esas situaciones.
Lleva sus manos a su cara y talla los ojos, se da la vuelta en la cama, colocando sus manos debajo de su cabeza, mirando la gris pared.
Es entonces que se da cuenta: sus manos no están esposadas. Las coloca frente a él para verlas, sus muñecas estaban rojas por la presión que él mismo había hecho al jalar sus brazos.
Sonríe y se sienta en la cama, mira a su alrededor y frunce el ceño cuando ve que el mueble que había empujado seguía en la misma posición al igual que las llaves, que están en el mismo lugar. Mira el respaldo de la cama y se da cuenta que las esposas solo se aferran a los barrotes.
¿Está soñando?
Se pellizca y al sentir dolor, se da cuenta de que no es un sueño. No lo piensa más y se levanta con cuidado de la cama. Su espalda duele y la sensación de los resortes del colchón perforando su espalda sigue ahí. No lleva calcetas, ni hay zapatos cerca, así que empieza a caminar con precaución por si hay algún vidrio o algún bicho por ahí.
Cuando está cerca de la puerta, se detiene y busca con la mirada algo con lo que defenderse, no hay absolutamente nada, ni siquiera en los cajones de los muebles, así que opta por llevarse las llaves. Las podría enterrar en los ojos del secuestrador o en alguna otra zona sensible.
Abre la puerta con precaución, se sorprende al ver un largo pasillo y varias puertas cerradas, piensa que seguro las demás víctimas están en esos cuartos. Sale del cuarto donde se encontraba y cierra la puerta. Estira su cuello para asegurarse de que no haya nadie cerca y camina hasta una de las cuantas puertas para abrirla, nota que está con seguro por lo que acerca su oído, pero no logra escuchar absolutamente nada. Camina hasta otra puerta pero lo mismo sucede, y así con las demás: todas están cerradas con seguro. Y se pregunta por qué su puerta era la única que estaba abierta.
Mira a su alrededor y aprieta las llaves que lleva en sus manos, empieza a caminar con mayor precaución, cuidando de no encontrarse con nadie. Es un lugar grande y extraño, en algunas ocasiones piensa que es una casa, pero en otras solo parece un escondite típico de un secuestrador. Hay muchas puertas y demasiados pasillos, y TaeHyung piensa demasiado hacía donde caminar.
Suspira con cierto alivio al encontrar la única puerta que deja entrar rayos de luz por sus esquinas, se acerca a ella y casi grita de felicidad al darse cuenta de que estaba abierta, gira la perilla y sonríe cuando nota la calle, no es un lugar que él conozca pero, una vez afuera, TaeHyung se las arreglará para llegar a la comisaría y alertar sobre esto.
Después de renunciar, claro.
Pero antes de que uno de sus pies toque el suelo de la calle, alguien lo jala de su playera y cierra la puerta con fuerza. TaeHyung siente como su pecho choca con la misma puerta que segundos antes pudo darle su libertad y solo alcanza a poner sus manos enfrente de él para no romperse la nariz con semejante azote, las llaves resbalan de su mano y caen con un sonido sordo al piso. Su cuerpo está totalmente pegado a la puerta, su cara queda de lado y puede ver quien acaba de impedir su escape.
—¿A dónde ibas, princesa? —JungKook susurra en su oído y TaeHyung se estremece, cerrando los ojos con fuerza.
—A tomar aire, ¿no te jode? —TaeHyung es capaz de responder y no se arrepiente cuando JungKook vuelve a estampar su cuerpo contra la superficie plana.
—Oh, no, parece que estás un poco desinformado —el más alto pega su cuerpo al del pelinegro, haciendo que su flácido pene roce con el trasero ajeno—. Jamás vas a poder escapar, princesa, una vez que estás en mis manos, no vuelves a ver la luz del sol.
JungKook lame su lóbulo y después deposita un suave beso en la nuca de TaeHyung, pega más sus cuerpos y sus manos se meten debajo de la playera negra que lleva, acaricia su suave piel y siente como se estremece.
—No, no, no, no —TaeHyung pide, intentando alejar las manos de JungKook de su abdomen—. No me violes, maldición, por favor, te lo suplico.
El platinado se detiene y poco a poco se aleja de TaeHyung. No hay expresión alguna en su rostro y eso lo asusta, su rostro inexpresivo no parece que sea una buena señal y se revuelve incómodo, logrando quedar frente a frente con el secuestrador, quien lo toma fuertemente de la muñeca y empieza a caminar de regreso al cuarto donde TaeHyung antes se encontraba. Sin embargo, se sorprende cuando JungKook saca un llavero repleto de llaves y empieza a abrir las puertas, una por una y se sorprende de no ver a ninguna chica atada a la cama o tirada en el suelo, totalmente muerte.
De hecho, están solo el y JungKook.
Porque cuando JungKook termina de abrir todas las puertas con toda la atención de TaeHyung en él, se da cuenta de que no hay absolutamente nadie. Se detiene una vez más en la puerta del cuarto donde antes estaba TaeHyung y brinca de sorpresa cuando su secuestrador abre la puerta de una patada, lo avienta a la cama y él se da la vuelta para cerrar la puerta con seguro, deja las llaves encima de un mueble y se acerca a TaeHyung.
—Tu y todas esas personas que se hacen llamar policías son una mierda, ¿para que trabajan? ¿para hacer el bien? —chasquea la lengua y camina de un lado a otro, intentando calmarse, TaeHyung lo ve desde la cama, asustado, sin siquiera moverse—. Están tan "preocupados" por hacer el bien, que entran en pánico tan rápido cuando se enteran que una nueva llamada les ha llegado reportando un asesinato, un secuestro, un robo. Ustedes los policías son escoria, egoístas, hipócritas. No piensan en la necesidad que tiene la gente en robar ¿verdad? Y lo sé, esas personas bien podrían intentar recuperar su vida pero, en su lugar deciden robar, deciden lo que ustedes llaman «vía facil», pero, ¿qué tan fácil creen que es robar, matar, secuestrar?
—Tu manera de pensar... —TaeHyung se atreve a hablar, pero sabe que su voz ha sido demasiado baja, por lo que levanta la mirada sin reflejar miedo—. ¡Tu manera de pensar da asco! Ustedes dan asco, no tienen corazón y lastiman a la gente por sus delitos. ¡Tú das asco, me repugnas!
JungKook se lleva una mano al pecho, fingiendo dolor.
—Joder, ¿te repugno? Disculpa, de verdad no sabes cuánto me importa —contesta sarcásticamente.
—Vete a la mierda.
Y TaeHyung sabe que hubiera sido mejor haberse callado cuando ve a JungKook acercarse a él de manera amenazante, su secuestrador se coloca encima de él en la cama, sus cuerpos se rozan, sus rostros están cerca pero no demasiado. Las manos de JungKook se tensan en fuertes puños que se colocan a cada lado de la cabeza de TaeHyung, mientras gruñe con rabia.
—No te molestes, haré que ese sentimiento se vuelva real, haré que tengas un verdadero motivo para que yo te repugne.
Toma las manos del pelinegro para que este no intente golpearlo o separarlo, junta sus labios en un beso desesperado que TaeHyung intenta rechazar con todas sus fuerzas, pero cuando intenta gritar, JungKook aprovecha para meter su lengua y lamer la contraria, enredándolas y mordiendo sus labios de vez en cuando. Su rodilla acaricia con rudeza su entrepierna, intentando ponerlo duro pero no cede, en cambio, decide sentarse un poco más debajo de la pelvis de TaeHyung para evitar que deje de mover sus piernas con la intención de separarlo.
Se alejan cuando TaeHyung muerde con fuerza su labio inferior, haciéndolo sangrar. El platinado frunce el ceño y pasa su lengua por su labio y, al sentir el sabor de la sangre, se ríe y mira amenazante a su víctima.
—El asco es mutuo, TaeHyung —suelta con enojo, separándose del pelinegro para salir del cuarto, tomando las llaves consigo y cerrando con un fuerte portazo.
Mientras tanto, TaeHyung se queda en shock, abrazándose las piernas y temblando por el miedo. Estuvo a punto de tener sexo con su secuestrador y lágrimas amargas se derraman de sus ojos cuando mira su entrepierna que se había puesto tiesa con esos roces y besos tan rudos. Se muerde el labio inferior, aún puede sentir el sabor de la sangre de JungKook en su boca y se siente tan enfermo cuando encuentra que le gusta aquel metálico sabor.
Intenta consolarse, diciéndose a sí mismo que sus compañeros de trabajo y sus amigos irán a buscarlo, ellos ya saben donde es el escondite de JungKook, del secuestrador más buscado, así que, haciéndose falsas esperanzas, logra dormir.
— H O B I.
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