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V. SAVING A MAFIA BOSS!

Media hora había pasado desde que Motoyasu quedó sedado hasta la inconsciencia.

Naofumi hizo lo posible para vestirlo y dejarlo medianamente decente. De la misma forma, él solo se había puesto de vuelta los pantalones y había dejado con los botones sueltos su camisa blanca.

Un toque a la puerta se escuchó, llamando la atención del mafioso. Con pocas ganas de levantarse, se paró de la cama que compartía con Motoyasu y abrió por unos centímetros la puerta.

La mirada tranquila de Nadia se fijó en la apertura de la puerta, sonriendo al que antes era su jefe.

— Buenas noches, vengo a recoger un paquete. – Nadia comentó, viendo cómo se abria la puerta para dejarla pasar.

— Está en la cama, logré que durmiera luego de sedarlo. – Naofumi fue directo al grano, sintiendo algo de incomodidad por cómo su vieja confidente se le quedaba viendo. — ¿Alguna pregunta?

— ¿Seguro que solo lo sedaste para que durmiera? – La mujer de pelo largo preguntó en burla. — ¿Qué te hizo?

— Peleamos. – Naofumi se cruzó de brazos, dándole espacio a la chica para que levantara a Motoyasu y se lo llevara del hombro. — ¿Estarás bien cargándolo así?

— Tengo un auto en el estacionamiento y la gente que conozco dentro del hotel puede cubrirme. – Con algo de esfuerzo, la chica arrastró al hombre inconsciente hasta la puerta. — ¿Tú que haras, jefe Naofumi?

— Me quedo aquí. Tengo entendido que ya mandaron un grupo a rescatarme, así que sólo debo esperar.

— Sigo sin creerlo. – Nadia comentó. — No entiendo como puedes estar tan loco para seguirle el juego a tu propio rival.

— Ya no somos rivales. – Naofumi corrigió.

Nadia quedó sin palabras. Pero sólo sonrió con entendimiento antes de caminar fuera del cuarto de hotel.

Al irse, Naofumi cerró con pestillo y se quitó los pantalones, quedando solo en boxers, antes de tumbarse en la cama. La verdad tampoco entendía porqué estaba haciendo todo ese esfuerzo para salvar a Motoyasu.

— Viene la parte difícil. – Naofumi se quejó a solas, yendo a la orilla de la cama para buscar debajo del mueble las cuerdas que Motoyasu utilizó para atarlo al secuestrarlo.

Con esfuerzo, Naofumi juntó sus propios tobillos para atarlos con la cuerda, tratando que el amarre quedara lo más ajustado posible.

Al terminar, se quitó la camisa para tirarla lejos de la cama y mostrar los moretones y marcas que le había dejado Motoyasu mientras tenían sexo.

Con la prenda fuera, el mafioso tomó dos fundas de las almohadas y una la dobló para cubrir su boca y usarla como mordaza y otra la usó como venda para sus ojos.

Estando completamente a ciegas, Naofumi tentó la cama buscando la jeringa con sedante.

Apenas sus dedos rozaron el frío tubo, lo tomó con una mano y lo acercó a su cuello.

Dudó por un segundo.

En serio estaba cometiendo una locura.

Pero recordar los ojos de Motoyasu antes de dejarlo sedado le dieron el coraje para inyectar el resto del líquido que había en la jeringa a su cuerpo.

Naofumi mordió la mordaza y se retorció antes de jalar de vuelta la jeringa y arrojarla con lo que quedaba de su fuerza hacia la ventana abierta.

A diferencia de la primera vez, no se resistió y dejó caerse dormido.

(☯⁠)

Lo único que puede escuchar Naofumi son el sonido ensordecedor de las sirenas y las personas hablando.

Tratando de abrir los ojos como puede, lo primero que nota es la rejilla que divide los asientos en un coche de policía. Y el estaba sentado en la parte trasera, apoyando su hombro en alguien.

Volteando como puede, se sorprende al ver a Raphtalia con un uniforme policíaco.

Su subordinada parece notar que despertó, y lo mira con unos ojos llenos de preocupación y culpa.

— Jefe... – La chica murmura más para si misma, acomodando la manta que tenía encima. Probablemente ella se la puso cuando lo sacaron del cuarto de hotel. — Todo va estar bien, llegaremos pronto a casa.

— Raph... – Naofumi trata de hablar, pero su lengua todavía se sentía muy pesada. — ¿Qué pasó...?

— La señorita Eclair nos informó que Melromarc lo tenía secuestrado. Rastreamos el origen de la llamada y ella se ofreció a ayudarnos haciéndonos pasar como cuerpos oficiales. – Raphtalia dió una pausa para voltear a la ventana. — Por desgracia, parece que los del grupo Melromarc se adelantaron y huyeron cuando nos vieron llegar. No logramos encontrar a nadie de la organización en la zona.

Naofumi suspiró con alivio. Nadia había hecho un buen trabajo como siempre.

— ¿Y el atentado?

— Logramos evitarlo. – Una nueva voz sonó por parte del asiento de conductor.

— Eclair. – Naofumi alzó la mirada para encontrarse una cabellera rosada detras de la rejilla.

— Agradezco mucho su esfuerzo por encarar los planes de la organización Melromarc, señor Iwatani. Mientras hablamos, están procesando al jefe Aultcray y a su hija, quienes se encontraban cerca de la zona.

— Se está haciendo una caza intensiva hacia los restos del grupo Melromarc, jefe. Eso quiere decir que la prefectura pronto estará en disputa por los demás yakuzas. – Raphtalia comentó.

Naofumi se recostó nuevamente en el asiento del conductor. En una noche, había logrado desaparecer una organización tan grande como Melromarc.

Era aterrador lo satisfactorio que se sentía.

— Sé que es mucho que procesar, jefe. Cuando regresemos y tome reposo, le entregaré un reporte completo.

— Gracias, Raphtalia. – Naofumi habló en voz baja, tratando de ganarle a sus parpados queriendo cerrarse.

— Jefe. – Raphtalia jugó con sus pulgares antes de confrontar a su lider. — Lamento haber sido tan incompetente. Fallé como guardaespaldas.

— Culpa a los que tuvieron el descaro de secuestrarme. – Naofumi confrontó a su subordinada. — Si esperas un castigo por esto, te diré que no lo mereces.

La mano de Naofumi se dirigió a la de Raphtalia, asegurando que todo iba a estar bien.

Raphtalia apretó sus labios, tratando de no llorar por la misericordia que le mostraba su jefe.

La realidad es que Naofumi no soportaba la idea de castigar a la que veía como su propia hija. Menos por una farsa de la que ella no tenía idea.

El resto del camino, Naofumi se quedó dormido, pero jamás quito su palma de la mano de Raphtalia.

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