IV. KISSING A MAFIA BOSS!
El sonido de las campanas en la prefectura resonaban con fuerza, marcando así el medio día.
A los pies de un edificio abandonado, cercano a la iglesia perteneciente de las campanas, se hallaban dos jóvenes tomando la peor decisión de su vida al juntarse con la mafia Melromarc.
El cielo se nublaba debajo de ellos, amenazando con llover, pero eso no les importaba. Ya no tenían vuelta atrás.
No tenían familiares que les importaran sus vidas. Amigos que los hicieran entrar en razón.
Para ellos, solo estaban los dos contra el mundo.
— Naofumi. – El chico rubio habló tomando las manos de su único amigo. — Sé que las cosas se pondrán peor ahora que fuimos aceptados cómo novatos. Pero prometo que estaremos juntos pase lo que pase.
— ¿Cómo puedes prometer eso? – El chico más joven contestó, no queriendo sonar asustado. Pero sus manos temblorosas lo delataban. — Si cometemos un error, puede que terminemos enterrados en un terreno baldío como éste.
— No cometeremos errores. – Las manos de Motoyasu se reforzaron más en las de Naofumi. — Y si uno de los dos comete un fallo, el otro estará ahí para apoyarlo. Juro que si te pasa algo, iré corriendo hacia tí.
— Eso es más fácil decir que de hacer. – El de pelo negro suspiró cerrando sus ojos. — ¿Cómo nos metimos en este lío?
— Fue por algo fuera de nuestro control. Nos dejaron a la suerte sólo porque nos ven como débiles.
Motoyasu dejó las manos de Naofumi para llevar su palma a la mejilla de su compañero.
— Pero ahí es donde se equivocan. Nos alzaremos entre este mar de Yakuzas y ganaremos la vida que merecemos.
— Moto... – Naofumi trató de refutar, pero el rubio se adelantó hablando primero.
— Te lo prometo. – El rostro de Motoyasu se acercó más al rostro de su amigo, viéndolo severo.
Las mejillas de Naofumi se prendieron en rojo por lo cerca que estaban.
Quizás si se acercara un poco más podría rozar sus labios.
Los pensamientos intrusivos fueron veloces en la cabeza del pelinegro.
No le costaba acercar su cabeza un poco más.
Pero antes de que pudiera hacer algo. La mano suave de Motoyasu se alejó de golpe, al igual que su cercanía.
— ¡Señorita Malty! – Motoyasu gritó, poniendo todo su cuerpo tenso.
Naofumi volteó detrás de él y, efectivamente, la hija del jefe Melromarc se hallaba caminando hacia su dirección.
— Su descanso terminó. Pónganse a hacer algo productivo y vayan con Itsuki para que les dé el horario de sus turnos. – La mujer de pelo rojo fue cortante y directa, viendo sus uñas con desinterés.
— ¡Vamos enseguida! – Naofumi fue el primero en correr dentro del edificio abandonado.
Motoyasu estaba por seguirlo, pero la mano de Malty lo detuvo por el hombro.
— Espera. Cuando termines de recoger tu horario, quiero que vuelvas conmigo. Necesito un guardaespaldas para salir hoy.
— Pero creí que sólo gente de mayor rango podía volverse su guarda...
El dedo de Malty cayó en los labios de Motoyasu, pidiendo que se callara.
— Esta es tu oportunidad para escalar siendo un novato. – La mujer sonrió con sorna. — Veo potencial en esos musculosos brazos.
Motoyasu no sabía que decir. Miró de reojo la puerta por la cual Naofumi se había ido, preguntándose si estaría bien ir sin él.
Malty observó a donde se iban los ojos de Motoyasu y chasqueó la lengua.
— Ese chico no durará nada. – Malty chistó con algo de burla. — Este será un consejo que más te vale grabes en tu cabeza.
Motoyasu miró molesto a Malty, pero su enojo se esfumó apenas la chica lo abrazó, colgándose con los brazos a sus hombros y dejando sus labios pintados muy cerca de su oído.
— Si quieres cuidar a alguien en esta organización, será mejor que me elijas. Prometo que a la larga, te esperará una buena recompensa.
El corazón de Motoyasu palpitó con fuerza.
Malty se separó como si nada de él, regalando una sonrisa inocente sólo para sus ojos.
— Te estaré esperando. Pero sé que serás rapido.
Motoyasu sólo asintió antes de darse media vuelta para irse a tropezones.
Se trataba de convencer diciendo que esa sería la única vez que cumpliría con el capricho de la hija del jefe.
Sí. Sólo sería por esa vez.
Y Naofumi no tendría qué enterarse nunca.
(☯)
La lluvia comenzó a caer en la prefectura Zeltoble.
El sonido de las sirenas policíacas hacían eco entre las calles llenas de carteles de neón y edificios enormes. Personas armadas caminaban entre las calles buscando a su lider secuestrado.
Pero ninguno de ellos estaba cerca del hotel donde los rivales se encontraban besandose furiosamente. Desahogando con sus cuerpos la culpa, el resentimiento, la ira, la lujuria, y la soledad.
Motoyasu tenía abrazado al mafioso, devorando sus labios mientras se empujaba dentro de él, tratando de marcarlo como suyo en el poco tiempo que les quedaba juntos.
Naofumi gemía entre los besos, estimulado por los embistes que lo hacían temblar de placer. Llevaba sus piernas alrededor de las caderas del rubio para que siguiera aplastando su próstata en el acto. Se sentía tan bien y fuera de preocupaciones. Deseaba muy en el fondo que la noche no terminara nunca.
— Nao... – Motoyasu jadeó entre los besos, tomando la mano de Naofumi para apretarla con cariño. — Estoy cerca...
— Si- Sigue... – Naofumi gimió aturdido, dando el mismo apretón suplicante a la mano de Motoyasu. — También estoy...
Motoyasu cortó las palabras de Naofumi con un beso, juntando sus lenguas y empujándo con más fuerza su miembro en el interior del mafioso.
Naofumi lloriqueó al sentir que su propio miembro se corría entre su estómago y el abdomen de Motoyasu, dejando un desastre entre ambos cuerpos.
El rubio sólo jadeo al sentir que el agujero de Naofumi se apretaba más por esa corrida. Su polla no lo aguantó más. Se corrió sin reparos dentro del yakuza, quedando con su pelvis pegada y temblante por la adrenalina.
Naofumi se quejó en un gemido ahogado al sentir cómo la semilla de Motoyasu se esparcía pesadamente dentro de su cavidad, buscando adentrarse hasta donde pudiera, dejándolo con la cabeza hecha un desastre.
Los dos hombres se quedaron quietos, separando sus labios lentamente para recuperar algo de aire y verse fijamente entre sus vistas nubladas.
En el trance, Motoyasu decidió alejar los mechones que cubrían los ojos del mafioso para encontrarse con unas lágrimas en el borde de los parpados.
— ¿Fue mucho? – Motoyasu sonó preocupado, llevando una de sus manos al rostro de Naofumi para secar las lágrimas.
— No... – Naofumi sonó cansado. — Sólo sigo sin creer que la poca dignidad que tenía se fuera por el caño.
Motoyasu negó con la cabeza, sabiendo que Naofumi sólo estaba bromeando. Agachó su rostro para besarse nuevamente con el mafioso, contestando con un jadeo suave al sentir los brazos de Naofumi alrededor suyo y jugando con su cabello suelto.
— Yo sigo sin creer que a mi rival le gustara el rol de sumiso. – El rubio contraatacó.
— Lo dice el masoquista que quería que le siguiera jalando el cabello.
— Fue por el momento... – Motoyasu murmuró defensivo, dejándose tumbar en la cama al lado de Naofumi.
El yakuza se acercó por instinto para sentir el calor corporal de Motoyasu, dejándose arropar con la sabana que había sido tirada al comienzo de su acto.
— Habrá que despertar en media hora para tener todo listo... No quiero. – Motoyasu se quejó, abrazando con un brazo el cuerpo desnudo del pelinegro.
Naofumi no contestó nada y fingió quedarse dormido.
El rubio decidió dejar de hablar y darle un último beso en la cabeza al jefe mafioso para acurrucarse con él.
La calma reinó por unos dulces díez minutos después de eso, compartiendo respiraciones tranquilas al compás de la radio que, en todo el tiempo, jamás dejó de emitir su música tranquila.
Motoyasu sentía que no podía pedirle más al mundo. Finalmente su consciencia estaba en calma al saber que en un par de horas, su antiguo rival estaría de vuelta con sus subordinados, libre del estorbo que era Melromarc y con un futuro más tranquilo al estar fuera de su vida.
Estaba feliz de cumplir la promesa que le falló años atrás.
Pero con lo que Motoyasu no contó, fue que Naofumi abriera sus ojos y se escabullera de su abrazo protector para salir de la cama y recoger su celular.
Dando pasos despacios por el dolor de caderas, Naofumi buscó entre sus contactos una "N" con terminación en un punto y una "Z". Al encontrarlo, abrió la ventana del hotel y marcó al número.
Mientras esperaba que contestaran en la otra linea, Naofumi dejó el celular a un lado para robar uno de los cigarrillos de Motoyasu y prenderlo para fumar con calma.
Al tener el cigarrillo entre sus labios, Naofumi volvió a tomar el celular para llevárselo al oído. Una voz juguetona y borracha contestó a su llamado.
— ¿Hola? – La voz cantarina sonó entre un montón de ruido de fondo.
— Nadia, soy yo.
— ¡Señor jefe! – La chica contestó alegre soltando un hipo. — ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado?
— He estado peor. – Naofumi exhaló el humo del cigarro. — Necesito cobrar el favor que me debes. Pero voy a pedirte que seas lo más discreta posible.
— Hah... – La chica suspiró fingiendo molestia. — Eres tan cruel al pedirle una pobre retirada este tipo de cosas.
Naofumi se frotó la punta de la nariz rogando por tenerle paciencia a su borracha confidente.
— Seré breve. Melromarc me quiso tender una trampa, pero Motoyasu me ayudó fingiendo mi secuestro.
Al otro lado de la llamada, Naofumi escuchó cómo Nadia escupía algo. Probablemente alcohol.
— ¡¿Sigue vivo?! ¿Y cómo que se...?
— Déjame terminar y ponte sobria por un segundo. – Naofumi comentó seco, inhalando nuevamente del cigarro. — Nadie, ni siquiera Raphtalia sabe esto. Pero sé que ella no escuchará razones y de todas formas tratará de matar a Motoyasu por lo que me hizo. Y no la puedo culpar... Por eso te daré mi dirección para que te lo lleves y lo cubras por el resto de la noche.
— Pero estoy en Zeltoble, me tomará algo de tiempo llegar hasta Lurolona y...
— No te preocupes, el idiota me trajo hasta tu prefectura.
Un silencio se formó por unos segundos, preocupando a Naofumi ya que creyó que la llamada se había cortado.
Pero unas carcajadas se escucharon en la otra linea.
— ¡En serio me tienes que poner al tanto de esto! – Nadia suspiró tratando de calmar sus risas. — Me retiro después de tantas noches escuchando lo mucho que odiabas a ese tipo por jugar con tu corazón y ahora resulta que vuelve de la muerte sólo para...
— Nadia. – Naofumi llamó la atención de la chica. — Agradeceré si dejás de parlotear y vienes de una vez.
La mujer tosió falsamente sabiendo que estaba abusando de la calma del amargado yakuza.
— Te mandaré mis coordenadas por este mismo contacto. No tardes por favor.
— Entiendo. Sé que tampoco debo jugar con tu tiempo. – La mujer se quejó en broma. — Te veo pronto, señor jefe.
— Ya te he dicho que no me llames... – Naofumi quedó con las palabras en la boca ya que Nadia cortó la llamada. — Así.
De verdad se preguntaba cómo es que Nadia, siendo una alcohólica de manual, lograba ser tan eficiente y al mismo tiempo sacarle canas verdes.
Naofumi exhaló lo último de vida que le quedaba a su cigarro antes de tirarlo por la ventana y voltear hacia Motoyasu.
Se había quedado completamente dormido. Pero no se mantendría así mucho tiempo.
Tambaleando, Naofumi caminó hasta su camisa de botones que estaba tirada para ponérsela encima. Luego, con la mirada, buscó entre las ropas de Motoyasu su chaleco y lo alzó para tentar entre los bolsillos si encontraba algo.
No tardó mucho en meter su mano y encontrar un celular con la pantalla rota.
Buscando con rapidez, Naofumi prendió la ubicación del dispositivo y encontró la dirección del hotel donde estaba.
Tecleando con prisa, el mafioso escribió en su celular el nombre del hotel y las calles del lugar para mandarlo como mensaje a Nadia.
Apenas lo envío, recibió una rápida confirmación de la mujer en forma de un "voy en camino".
Naofumi resopló con más calma. Conociendo a su antigua trabajadora, sería veloz.
Dejando el celular roto en su lugar, el yakuza buscó con su mayor sigilo entre los cajones de la mesita nocturna una caja larga y rectangular. Al encontrarla, la abrió para observar una jeringa, todavía con la mitad del sedante dentro del tubo.
El jefe mafioso dió un vistazo al hombre que todavía se hallaba dormido entre las sabanas. Por alguna razón, sus manos comenzaron a sudar cuando tomó la jeringa.
Pero eso no lo detuvo al colocar la punta del sedante en el cuello de Motoyasu e inyectarlo con una dosis leve.
Los ojos de Motoyasu se abrieron por el pinchazo inicial, viendo sin creer que Naofumi lo estuviera drogando para dormirlo.
En vez de rehuir de la mirada incrédula del rubio, el yakuza quitó la jeringa del cuello ajeno y con su mano libre, tomó el rostro de Motoyasu para apretar su mandíbula.
— No pienses que esto es una traición. Pero tampoco me quedaré quieto mientras veo que te entregas cómo un cobarde a una muerte segura. – Las palabras duras de Naofumi resonaron en los ojos en negación de Motoyasu. — Tu nos metiste en este mundo. Así que si intentas matarte con la excusa de que lo haces por mí, te arrastrare de vuelta desde el mismo infierno si es necesario.
Los parpados de Motoyasu peleaban por mantenerse despiertos, pero el sedante era bastante fuerte y lo obligaba a caer con rapidez.
— Nao... Fumi...
— Descuida. – La mano que apretaba el rostro de Motoyasu se suavizó y pasó a tocar los labios del rubio. — Te doy el permiso de hacer lo mismo conmigo si se me ocurre hacer algo igual de estúpido.
La mano de Motoyasu estuvo a punto de alcanzar la palma que tocaba sus labios, pero el sedante ganó y lo durmió antes de que pudiera rozarlo.
Naofumi exhaló el aire que no pensó que estaba conteniendo por tanta tensión.
Se tomó unos segundos para darle un beso rapido a los labios de Motoyasu y apreciarlo mientras dormía.
Ahora tenía que prepararlo para que Nadia se lo llevara.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro