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II. TAKING A SHOWER WITH A MAFIA BOSS!

Las calles del distrito Luronona son ruidosas en plena tarde.

Entre el montón de gente que pasea en el centro, un hombre de sueter verde con capucha y pantalones desgastados se dirigió a un callejón de mala muerte, donde sólo había botes de basura y una pared mugrienta al final del camino.

Al mismo tiempo, un joven de larga bufanda azul lo sigue con las manos en sus bolsillo, viendo a los lados para asegurarse que no lo estén siguiendo. Apenas pone su vista en el hombre de sueter verde, se encuentra con los ojos serios y dominantes de un líder, dignos de un jefe de mafia.

— ¿Lo conseguiste?

Directo al grano como siempre.

— Sí. Pero es raro no ver a tu mensajera habitual, jefe Iwatani.

— Dejé a Raphtalia con otro encargo. – Naofumi extendió su mano. — Ahora dime lo que sabes, señor solitario.

— Tengo un nombre. – El de bufanda se quejó, sacando de su bolsillo una USB y entregándosela a Naofumi.

— Estoy siendo amable contigo, Ren. Todavía no me olvido de tu última visita a mí territorio.

Ren se mordió la lengua.

— ¿Cuando ibas a decirme que la oficial Eclair trabaja para tí? – Ren se cruzó de brazos, ignorando la mirada del jefe de mafia.

— No pensé que debía decirte. Lo último que esperé es que te interesara alguien como ella. Y más siendo que clamas ser tu propio partido neutro.

La frustración de Ren salió en un suspiro derrotado.

Ya no importaba, le debía un favor al jefe de Lurolona por no decirle a Eclair que la andaba siguiendo.

— Terminemos esto de una vez. – Ren clamó alzando la cabeza. — Haciendo un breve recuento, el grupo Melromarc se encuentra en la cuerda floja desde que Mirellia, la jefa de la comisaría, regresó de su retiro.

— ¿Quién diría que sólo necesitaban secuestrar a su hija para que la sacaran del retiro?

— Ciertamente fue un movimiento estúpido por parte de Melromarc. – Ren concordó. — Pero lo hizo peor que trataran de hacerte pasar a tí cómo el responsable.

— ¿Cuando no intentan culparme por sus actos? – Naofumi se quejó en voz baja.

— Lo que importa es que pudiste limpiar tu nombre. Pero esto dejó muy perjudicados a las cabezas altas en Melromarc, sobre todo a Motoyasu... – Ren dió una pausa. — ¿Has leído las noticias de hoy?

— No. Pero para eso te estoy pagando.

Naofumi observó cómo Ren sacaba del bolsillo de su pantalón un celular y buscaba rápidamente algo en el navegador.

— Hace unas horas, un edificio hotelero fue incendiado hasta las cenizas en el territorio Melromarc. Se registraron heridos, pero solo hubo una persona que se marcó como posible muerto por falta de un cuerpo.

Naofumi vió las fotos del hotel en llamas, junto con otras fotos de victimas siendo atendidas por los paramédicos. Pero entre las lineas de texto, observó el nombre de la persona que pereció en el incidente.

— Moto... – Naofumi cerró sus labios sin terminar de decir el nombre. — Esto es...

— Sí... – Ren apretó el celular antes de apagarlo. — Y si nuestra teoría es correcta, entonces el jefe Melromarc es un jodido lunático.

— No puede ser coincidencia. — Naofumi tomó una pausa, apretando sus puños con impotencia. – Según los datos que le diste a Raphtalia, otros subordinados de Melromarc vivían en ese mismo edificio.

— No pensé que te afectaría tanto su muerte. – Ren pensó en voz alta. — Creí incluso que en el fondo la noticia no te caería tan mal.

— Llevaba un mes desaparecido, Ren. Para bien o para mal, seguía siendo mi única ventana hacia el grupo Melromarc.

— Si con ventana te refieres a que le gustaba fanfarronear todo lo que pasaba en ese lugar para molestarte, ciertamente era una ventana muy abierta. – Ren clamó apático. — No me engañas, te preocupaba ese bastardo.

— Una cosa es preocupación, y otra es que no quiera bajar la guardia con él.

— ¿Con Motoyasu? ¿El hombre que siempre has tachado de idiota y sin cerebro?

Naofumi dió un azote a la pared, acorralando a Ren bajo su cuerpo. Con su otra mano libre, lo jaló de la bufanda para obligarlo a mirarlo.

— Déjame dejar algo en claro, Ren. Justamente es por tipos cómo Motoyasu por los que debes estar siempre en guardia. Porque a diferencia de los mafiosos comunes, uno no puede predecir las acciones de los idiotas impulsivos.

— ¡¿De qué te sirve ponerte a la defensiva ahora...?! – Ren trató de safarse llevando sus manos al agarre que lo estaba sujetando. — ¡Ya está muerto!

Ren fue arrojado al final de callejón, con la espalda chocando contra la pared. Naofumi, en cambio, se acercó de cuclillas al de bufanda con una mirada sin expresión.

— Es lo que tu piensas. – Naofumi jaló del cabello de Ren para obligarlo a verlo. — Mientras no me traigas su cadaver quemado, o un reporte forense, seguiré pidiendo que cooperes e investigues lo que sea que esté tramando Melromarc con todo este espectáculo.

Sin esperar respuesta, Naofumi soltó el cabello de Ren y se sacudió su sueter para caminar a la salida del callejón.

Al estar entre el bullicio de la multitud ignorante, su mano inquietamente se dirigió a su bolsillo y apretó con insistencia la USB.

Lo que no se dió cuenta el jefe de Lurolona, es que apenas salió del callejón, un nuevo tercero entró para dirigirse a Ren, silbando desinteresado.

— Puedo ver que Naofumi causó un número contigo.

A Ren se le congeló la sangre. Cuando trató de ponerse de pie, alzó la mirada y se encontró con una arma apuntando a su cabeza.

Debía estar alucinando. Estaba viendo muertos.

— ¿Te molestaría darme un resumen de lo que hablaron?

No había forma de que Motoyasu estuviese vivo.


(☯)


Lo primero que siente Naofumi al despertar, es el escozor en su nariz por las velas aromáticas de la habitación.

Siente como su cuerpo es cargado con delicadeza. Puede sentir el latir del pecho ajeno y parte de la piel desnuda y caliente que roza con la suya.

Con la vista borrosa, aprecia su brazo izquierdo vendado, al igual que ciertos moretones en su cuerpo menos hinchados. Alguien había tratado sus heridas.

— ¿Oh? Creí que estarías dormido un par de horas más. Eres aterrador.

Naofumi reconoce la voz de Motoyasu y se pone tenso. Tratando de recuperar algo de consciencia, se lleva la mano a la cara para tratar de darse un golpe, pero solo logra una leve palmada en su mejilla cubierta con un parche de tela.

Eso no había funcionado, pero parte de su cerebro despertó gracias a la brisa que caía en sus piernas.

Estaba desnudo. Parcialmente. Lo único que lo cubría eran sus boxers.

— Bájame, idiota... – Naofumi murmuró pegando su cabeza al pecho de Motoyasu.

— Bien, bien. – Motoyasu comentó en un tono de voz suave, ignorando el insulto del mafioso.

Naofumi tembló cuando su cuerpo fue dejado en una bañera con agua tibia. Por instinto, sus brazos se aferraron a la camisa de botones de Motoyasu, rogando que lo bajara más despacio.

Motoyasu captó la indirecta y se agachó más para dejar primero las piernas de Naofumi en el agua para luego seguir con el resto de su cuerpo.

— ¿El agua no está muy fría?

— ¿Qué crees que haces...? – Naofumi volteó cómo pudo hacia Motoyasu.

— Dándote un baño. Me di cuenta de que teníamos algo de tiempo. Además, apestas a sangre y pólvora.

Naofumi se avergonzó por ese dato, pero no tuvo tiempo de replicar ya que Motoyasu agarró un pequeño balde y mojó su cabello con agua de la bañera.

— ¡Oye, avisa...! – Los brazos debiles de Naofumi se alzaron a medio camino hacia su cabeza, tratando de evitar que agua le cayera en los ojos.

— Perdón. – Motoyasu se arremango las mangas de su camisa y puso una mano en la frente de Naofumi para quitarle el cabello que se metía en sus ojos. — Con esto debe bastar.

— Lo hiciste a propósito... – Una de las manos de Naofumi logró alcanzar la muñeca de Motoyasu para sujetarla. — Déjalo así, puedo bañarme solo.

— No. Con lo sedado que estás, prefiero seguir. – Motoyasu dejó la cubeta a su lado para tomar la mano que lo trataba de detener. — Prometo avisar esta vez.

Naofumi notó cómo Motoyasu le daba un pequeño masaje con el pulgar a su mano, tratando de darle algo de calma. Eso era humillante. Desvergonzado.

Pero al final prefirió separar su mano de la de Motoyasu para seguir con el baño. Si peleaba menos, más rápido terminarían.

— Si me cae jabón en los ojos, te jalare a la bañera.

Motoyasu sonrió cariñoso antes de agarrar nuevamente la cubeta con agua.

Pasaron un par de minutos sin decir nada. En la habitación externa al baño había una radio que estaba tocando jazz, el sonido del piano y saxofón daban un ambiente tranquilo para los hombres que se entretenían más por el sonido del agua que hacía eco en las paredes.

El rubio agarró algo de shampoo y comenzó a dejar una amable porción en su mano para luego frotarlo con suavidad en el cuero cabelludo de Naofumi.

Naofumi gruñó por un segundo, pero sus hombros se relajaron al sentir el agradable masaje en su cabeza. Lo último que esperaba, era que las manos grandes de Motoyasu fueran tan habilidosas.

— Con el cabello mojado, se te ve más largo. – Motoyasu no pudo evitar comentar, distraido con su labor.

— Lo dice el que tiene que usar coleta. – Naofumi se burló a medias.

— Me da curiosidad cómo te verías con el cabello más largo.

— Sería una molestia de lavar.

— No niego que lo sea. – Motoyasu rió levemente. — Aunque pensándolo bien, tu cabello es muy suave para ser lacio.

— Y eso que utilizo lo que sea para bañarme. – Naofumi pensó en voz baja, recordando las veces que se le olvidaba pedirle a Raphtalia que comprara shampoo y luego recurría al jabón para lavarse el cabello.

— Eso no está bien. – Motoyasu mostró la cubeta con agua, haciendo que Naofumi cerrara los ojos por inercia. — Sería una pena que un cabello tan suave se echara a perder.

Naofumi no contestó, esperó a que Motoyasu terminara de enguajar su cabello con agua para seguir hablando.

— Listo. – Motoyasu habló orgulloso. — Ahora necesitaré algo de espacio.

Naofumi agarró algo de agua de la bañera para enguajarse la cara, pero al terminar y voltear hacia Motoyasu, se dió cuenta de que se estaba desnunando frente a él.

— ... ¿Eh?

— ¿Qué? No quiero mojarme la ropa.

Naofumi se cubrió la cara con las manos, rezando porque fuera una pesadilla.

Pero Motoyasu lo sorprendió alzando levemente su cuerpo para que los dos pudieran caber en la bañera.

Al menos Motoyasu se había dejado los boxers.

Por inercia, la cabeza de Naofumi se apoyó en el pecho de Motoyasu, quedando acostado encima de él. Podia sentir la respiración del rubio tan cerca de su nuca que le daba escalofríos.

— Si no estuviera tan drogado, te partiría la cara.

— ¿Entonces dices que estás así de rojo por el sedante? – Motoyasu se burló, alcanzando el jabón en la esquina de la bañera.

— No metas palabras en mi boca. – Naofumi se estremeció cuando las manos de Motoyasu comenzaron a pasar el jabón por sus brazos.

— No lo hice. – Motoyasu se hizo el inocente, empeñado en lavar con cuidado las partes con moretones que todavía tenía el cuerpo de Naofumi. — Si te duele, no dudes en decirme.

— No soy un niño que lloriquea por todo. – Naofumi se defendió, mordiendo sus labios cuando el jabón le rozó un hematoma en su torso.

Motoyasu sonrió, lavando ahora la espalda de Naofumi, que estaba adornada con pequeñas cicatrices del pasado.

Pero en silencio, no podía evitar ver la herida en el brazo izquierdo que todavía faltaba por cicatrizar.

— ¿Cuanto crees que tarde en recuperarse? – Motoyasu no pudo evitar preguntar.

— ¿Qué...? – Naofumi preguntó confundido, viendo como los ojos de Moto se dirigían a su brazo. — No me preocuparía mucho. No fue un corte muy profundo.

— ¿No dejará marca?

— Si lo hace o no, me da igual. Mientras no me lo amputen, es lo de menos.

— Es un alivio. – Motoyasu murmuró. — Después de esto, no creo que vuelva a querer dejar otra marca así en tu cuerpo.

A Naofumi le supo semi amarga esa declaración. Y más cuando una de las manos de Motoyasu se dirigeron a las cicatrices de su espalda baja.

— Ahora que lo pienso, jamás llegaron a lastimarte las piernas. – Motoyasu rozó sus dedos cerca de los muslos de Naofumi. — A comparación del resto de tu cuerpo, es curioso que esten tan limpias y sin cicatrices.

Naofumi se removió por la sensación del tacto.

El sedante en su cuerpo. La voz de Motoyasu que se sentía muy suave en su oido. Era perfecto para dejarlo indefenso.

— ¿Naofumi?

— Cuida tus manos... – Naofumi se avergonzó de tener que hablar con la cara roja.

— ¿Toqué algo que te duele todavía? – Motoyasu volvió a palpar con suavidad el muslo de Naofumi, ganándose un gemido entrecortado.

Al bajar la mirada hacia la entrepierna de Naofumi, se quedó sin palabras.

— Eres sensible.

— Sal de la bañera. – Naofumi, con la poca fuerza que tenía, trató de voltearse para empujar a Motoyasu, pero sólo logro que el rubio lo atrapara y lo volviera a dejar en su lugar.

— No. Todavía no termino. – Motoyasu no tardó en posar su mano en el boxer de Naofumi. — Además, si me encargo de esto, me deberás una en el futuro.

— ¡¿Quién dijo que quería que te encargaras?! – Naofumi se retorció, sintiendo cómo la mano de Motoyasu se iba bajo su boxer, palpando su erección.

— Estás muy inquieto. – Motoyasu trató de ensulzarle el oido al mafioso, comenzando a mover su mano de arriba a abajo, masturbando el miembro ansioso de Naofumi que empezaba a ponerse más duro. — Debes calmarte.

— Pero... – Naofumi jadeó, llevando sus manos al borde de la bañera para apretarla mientras su cuerpo respondía solo a los toques de su rival. — Motoyasu...

La cabeza de Naofumi se rindió y se empujó al pecho ajeno, dándole espacio al rubio para besar tras el oido al mafioso gruñón.

El rostro de Naofumi estaba pintado en un rojo que lo alcanzaba hasta la nuca, sus caderas se movían hacia la mano de Motoyasu, sintiendo que estaba a nada de correrse.

— Naofumi... – Motoyasu murmuró nuevamente. — Eres tan lindo.

— ¡No digas...! – Naofumi gimió, alzando la cabeza al sentir que su miembro se corría y ensuciaba la mano de Motoyasu y sus propios boxers.

La cabeza nublada de Naofumi estaba en llamas.

Sólo podía pensar en lo que había hecho. En lo bien que se sentía Motoyasu a lado suyo, en lo bien que le gustaría quedarse dormido ahí mismo, acurrucado con el calor del rubio.

Pero apenas comenzó a recuperar aire, Motoyasu alejó su mano de los boxers y quitó el tampón de la bañera para que el agua sucia se fuera por el desagüe.

— Creo que debimos hacerlo en otro lado. – Motoyasu comentó cómo si nada. — Aunque no me molesta tomar un baño contigo otra vez.

Con esa oración, Naofumi volvió a sus sentidos.

En serio había dejado que su rival lo manoseara y masturbara a su gusto.

Y lo disfrutó.

— Eres lo peor.

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