I. KIDNAPING A MAFIA BOSS!
Naofumi abrió los ojos.
Los parpados le pesaban bastante. Era como si tuvieran pequeñas rocas encima que le dificultaban pestañear.
El mareo no lo hizo mejor. Estaba desorientado. La idea de voltear a cualquier lado le daba una fuerte migraña.
Su cuerpo no estaba en mejor condición. Se sentía entumecido, sin verse, sabía que muy probablemente tenía golpes marcados en su piel, y quizas una herida abierta en el brazo izquierdo.
Los pasos de alguien resonaron dentro de la habitación en donde estaba. Naofumi se forzó a entrecerrar los ojos con la silueta negra con amarillo que se acercaba a él. Detestaba bastante como la única fuente de luz artificial, siendo una lámpara desgastada y a punto de caerse, estuviera debajo de él, dejando a sus pobres ojos todavía más adoloridos.
— ¿Ya despertaste? – La voz clamó en una genuina curiosidad.
Cuando Naofumi procesó la voz que salía del hombre, su cuerpo se tensó.
Ahora lo recordaba.
Estaba en su oficina.
Era de noche y todos sus subordinados ya se habían retirado a hacer sus patrullas o a cumplir sus deberes.
Él estaba haciendo revisiones a la bitácora del día que Raphtalia, su mano derecha, había realizado.
Luego escuchó golpes en la madera de su puerta. Su primer pensamiento fue que no era Raphtalia, ya que ella entraba sin tocar la puerta.
Y según él, era el único que quedaba en el cuartel.
Con obvia desconfianza abrió la puerta para encontrarse al hombre que lo arruinó y lo arrastró al mundo de la mafia.
Era Motoyasu. Y en sus manos tenía un arma para noquearlo.
(☯)
— ¿No puedes hablar?
Naofumi regresó a su presente. Cierto. El bastardo de Motoyasu se metió a su oficina y lo secuestró.
Debía darle crédito por tomarlo por sorpresa. En todo el tiempo que llevaban siendo rivales, no sólo por ser de clanes distintos, jamás imaginó que llegaría el día en donde Motoyasu se volvería loco y rompería las reglas básicas de los Yakuza al meterse de lleno en su territorio y secuestrarlo.
— Si no tuviera los brazos atados te estaría aplaudiendo, Motoyasu.
Naofumi sonó seco. Casi apático en su respuesta. En el fondo se estaba ahogando de la ira por tremenda osadía a su persona y hacia su clan entero.
— ¿En verdad? ¿Me secuestraste? Pensé que todavía tendrías algo de neuronas y secuestrarias a alguien más para llamar mi atención.
— ¿Te hubiera gustado eso? – Motoyasu se cruzó de brazos, desinteresado.
— No. Pero me sorprende que seas tan estúpido como para directamente secuestrarme aún sabiendo las consecuencias.
— Se muy bien las consecuencias. Pero el propósito de tenerte aquí dió resultado. – Motoyasu agachó parte de su cuerpo para estar a la altura del rostro lastimado de Naofumi.
— ¿Qué ganas teniendome aquí?
Motoyasu sonrió levemente sin moverse de su lugar.
— Tu total atención.
Un escupitajo salió de la boca de Naofumi y cayó directo en la mejilla de Motoyasu.
Motoyasu no dijo nada. Con su pulgar se quitó la saliva del jefe de mafia y sacudió su mano, sin dejar de mirar los ojos verdes que lo querían muerto.
— Tomaste mi total atención cuando desapareciste por dos meses. Esto es lo único que recibirás de mí. – Naofumi alzó su cabeza, dejando en claro que no escucharía.
— ¿Estuviste pendiente del tiempo en el que me fuí? – Motoyasu preguntó, sonando halagado.
— Pensé que habías muerto. – La respuesta fue directa. — Pero al parecer eso sería pedir mucho al mundo.
Motoyasu se volteó de espaldas, llevando sus manos detras de él, y apretando levemente sus nudillos. Tomándose su tiempo para hablar.
— Yo también creí que había muerto.
Naofumi ladeó su cabeza, sin entender la voz baja con la que Motoyasu había respondido.
— Debes estar cansado. Créeme. No estaba en mis planes dejarte así, pero eres alguien muy terco y las palabras no hubieran servido.
Naofumi chasqueo la punta de su lengua.
— Una disculpa. Quizás mi reacción fue porque eres un bruto sin cerebro y las palabras no son tu fuerte.
Motoyasu caminó fuera del area con poca luz, haciendo que la curiosidad de Naofumi creciera. Los pasos dentro del cuarto eran la única pista de que todavía no lo dejaba solo.
— Hoy tu lengua se siente más afilada, ¿En serio no me extrañaste aunque sea un poco? – Motoyasu habló en algún lado de la oscuridad, haciendo que los ojos de Naofumi miraran con rapidez de izquierda a derecha.
— No niego que extrañaba insultar tu horrenda cara. Se siente terapéutico.
Los pasos se detuvieron un segundo y el único sonido que destacaba era la interminable estática de la lámpara desgastada, que hacía lo posible para no apagarse.
— ¿Así que ese fue el único motivo que tuviste para buscarme apenas desaparecí? – Naofumi apretó sus labios molesto. Motoyasu siguió exponiéndolo. — Vi la carpeta de investigación en tu mesa de trabajo. Ni siquiera te molestaste en ocultarla. Aunque admito que me parecieron lindos los garabatos que haces cuando estás estresado.
Naofumi sintió la urgencia de darle un puñetazo al charlatán con el que estaba encerrado. Se removió de la silla, buscando con la mirada en dónde estaba Motoyasu.
— Tampoco podía ignorar la mano derecha del grupo Melromarc. Todos ustedes siempre encuentran formas creativas de meterme en problemas.
Hubo silencio por parte de Motoyasu.
Los pasos volvieron a acercarse al centro de luz, dejando ver al mafioso de corbata roja sujetando una jeringa en su mano.
— Será mejor que nos movamos. Tus sabuesos son buenos rastreadores y no tardarán en encontrar este lugar.
— ¡¿Por cuanto tiempo planeas tenerme secuestrado?! – Naofumi se removió violento en su silla.
Motoyasu se apresuró y sujetó con su palma el cuello de Naofumi, haciendo que alzara su quijada y dejara expuesto su cuello.
— Hasta que me dejes explicarte que hago esto por tu bien. – La mano diestra que sujetaba la jeringa trató de ser rápida y le inyectó parte del sedante a Naofumi.
El mafioso secuestrado apretó sus dientes y uñas forzando a mantenerse despierto, con ojos que poco a poco empezaban a dilatarse mientras veían a Motoyasu, quien todavía lo sujetaba con fuerza.
— Quemaré tu jodido clan... Melromarc caerá...
Los parpados de Naofumi empezaron a cerrarse en contra de su voluntad. Sabía que era inútil pelear, pero se negaba a caer tan fácil.
Motoyasu sacó la jeringa y agachó la mirada, vacilando unos segundos en si hablar o no.
— Yo ya no pertenezco a ningún clan.
Naofumi sucumbió por el sedante antes de que pudiera reaccionar a la reveladora verdad.
(☯)
Volví luego de literal AÑOS, con un fic que venía queriendo hacer desde hace rato wooo
Pd. Recordé cómo volver a agarrar un lapiz
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