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CAPÍTULO XII

—¿Cómo te sientes? —preguntó la reina Zettare, reflejando una preocupación genuina.

—Mucho mejor, hasta puedo mover la pierna sin quejarme demasiado —respondió el príncipe Yakub, con una leve sonrisa asomando en sus labios.

—Me preocupé mucho por ti —dijo ella, mientras acariciaba suavemente el cabello castaño de su hijo—. No puedes imaginar cuánto.

—Lo sé, madre; tú eres la única que realmente se preocupa por mí —respondió Yakub, con un tono cargado de dramatismo.

—Basta, Yakub. Tu padre y tu hermano también se preocuparon por ti. Debes ser más cuidadoso. Cuando entenderás que eres el príncipe heredero y que debes valorar tu vida. Eres el próximo en la línea de sucesión...

—Madre, no sigas alimentando esas ilusiones. Julius es el favorito de papá. ¿De verdad crees que yo heredaría el trono? —replicó, desalentado—. Además, tengo un espíritu libre; no puedo solo pensar en gobernar y rodearme de hombres todo el tiempo. Soy joven y quiero hacer lo que me plazca.

Zettare, mujer de gran sabiduría y serenidad, era originaria de la nobleza de Ansuya, había sido adoptada por una familia cercana a la realeza.

No pasó mucho tiempo antes de que Ashlam, el entonces príncipe heredero, se fijara en ella para que luego de un par de meses, ambos contrajeran matrimonio. Zettare se adaptó rápidamente a las responsabilidades del reino, cumpliendo con su deber de reina consorte al dar a luz a hijos varones: Yakub y Julius.

Yakub era, en cierto modo, su hijo predilecto. Era el más parecido a ella, el que la acompañó durante sus primeros años de maternidad. Aquellos cinco años habían sido inolvidables para Zettare, hasta que quedó embarazada nuevamente, esta vez de Julius, un embarazo no deseado.

El rey deseaba ampliar la familia, pero Zettare se resistía. Solo quería criar a Yakub; no le interesaba convertirse en la incubadora de más príncipes. Sin embargo, Ashlam no consideraba su opinión y la obligaba a estar con él, sin importar cuán doloroso se volviera para ella.

—La reina está nuevamente embarazada. Felicidades —anunció el médico real.

—Es una excelente noticia; no puedo esperar a que nazca el bebé —dijo el rey.

Después de varios intentos y abortos espontáneos, la reina habia vuelto a quedar en cinta. A medida que avanzaba su embarazo, ella se sintió cada vez más agotada. Enferma y sin apetito, no obstante, era obligada a comer por el bienestar de su hijo.

Debido a su frágil estado, Zettare se vio en la angustiante necesidad de "abandonar" a su hijo Yakub, entregándolo a Mirna, su leal criada. Mirna lo cuidó y alimentó mientras Zettare se ocupaba del recién nacido Julius.

—Mamá, ¿cuándo iremos a jugar en el jardín? Te extraño —preguntó el pequeño Yakub con voz dulce.

—Yo también te extraño, mi niño. Pronto iremos a jugar, te lo prometo —respondió Zettare con ternura.

Pero sus palabras fueron interrumpidas.

—¡Qué hace este niño aquí! —exclamó el rey Ashlam, irrumpiendo en la escena.

—Permiso... Vamos, Yakub —murmuró Mirna, tomando al niño con delicadeza.

—Ese niño es mi hijo también; necesita atención —protestó Zettare, sintiendo que su corazón se desgarraba.

—Él ya tiene a su niñera. Lo único que debes hacer es ocuparte de Julius. ¿Es tan difícil eso para ti? —replicó Ashlam, cerrando de golpe la puerta y provocando que Julius llorara.

La relación entre Zettare y Ashlam había cambiado drásticamente. El amor que una vez sintieron se había deteriorado, y aquella distancia afectaría a sus hijos. Yakub comenzaría a odiar a su padre, mientras que Julius podría desarrollaba un resentimiento hacia su madre

—Oye, ¿dónde está la sirvienta que me salvó la vida? —preguntó el príncipe Yakub a su criada.

—No lo sé, joven. Tal vez esté limpiando o en la lavandería —respondió Mirna mientras ordenaba la ropa de su amo.

—Quiero que la llames; quiero verla —le indicó el príncipe con una mirada ansiosa.

Unos minutos más tarde, Kiara entró en la habitación de Yakub como él había ordenado.

—Su Alteza —dijo ella, haciendo una reverencia.

—Kiara, ¿verdad?

—Sí, mi señor —respondió ella.

—No te agradecí adecuadamente cuando casi estaba muriendo. Así que toma esto —dijo el joven príncipe, colocando en sus manos una gargantilla de diamante rosado, originario de Leyal.

—No puedo aceptarla. Es una pieza que solo la realeza puede portar —se apresuró a decir Kiara, sintiendo su pulso acelerarse.

—Soy tu amo; no puedes rechazarme —replicó Yakub con firmeza.

Kiara en tiempos atrás estaba rodeada de piedras preciosas y oro puro que extraían de la mina del lago, pero el regalo que le ofrecía el príncipe era distinto. Que un príncipe le ofreciera una pieza tan valiosa, un símbolo de estatus, era peligroso, pues podría ser interpretada como hurto.

—Mi señor, esto podría traerme problemas —afirmó mientras intentaba devolverlo.

—No te causará problemas si eres parte de mi séquito —expuso el príncipe, cerrando sus manos alrededor de las de Kiara.

Yakub sentía una atracción hacia la hermosa zuyé. No era cinta de amor, sino una lujuria que lo consumía. Sin embargo, lo que él ignoraba era que la joven tenía un plan ulterior: acercarse más a la realeza para cumplir con su sed de venganza.

—Madre, quiero a la zuyé como mi esclava —exclamó el príncipe Yakub, entrando en el salón donde su madre tejía con esmero.

—¿De qué esclava hablas? —preguntó ella, mirándolo con curiosidad.

—De Kiara... Quiero que me la otorgues como mi esclava personal —insistió el joven, sentándose frente a ella.

—¿Para qué la quieres? Tienes a muchas que te atienden —preguntó Zettare, escudriñando las verdaderas intenciones de su hijo.

—Vamos, madre, solo la tomaré y ya —respondió Yakub, levantándose con desdén para marcharse.

—¡Detente! —gritó Zettare al levantarse de su asiento —No la tomarás, es suficiente.

—No atenderé tus órdenes. Quería ser bueno, pero veo que eso ya no funciona... —terminó con rudeza y abandonó la habitación de la reina.

—¡Yakub! —gritó Zettare, aunque sus palabras se perdieron en el aire.

Mientras la puerta se cerraba frente a ella, el peso de la frustración y la impotencia se cernía sobre su ser. En el gran salón del palacio, donde la luz resplandecía sobre el mármol pulido del suelo, el rey Ashlam se preparaba para compartir con su hijo menor, Julius, ajeno a la tensión que había estallado minutos antes.

—Julius, tengo algo para ti —dijo el rey.

—Padre, ¡es maravilloso! —exclamó Julius al ver el hermoso traje vinotinto que su padre había mandado confeccionar.

—Esto lo llevarás cuando te corone como el próximo rey de Ansuya —expuso Ashlam con orgullo. —Hijo mío, no puedes defraudarme... Eres el único en quien confío.

Los rumores habían comenzado a circular entre los sirvientes: Julius sería el próximo regente. Yakub, al observar detrás de la puerta a su padre irradiando tanto orgullo hacia su hermano, no podía evitar sentirse desplazado. Esa sensación de vacío se iba apoderando de él, llenándolo de una furia contenida y un dolor que no sabía cómo expresar. A cada sonrisa de su padre hacia Julius, Yakub sentía que su propio valor se evaporaba, como si estuviera condenado a vivir a la sombra del éxito de su hermano.

La habitación de Yakub se llenó de estruendos y sollozos, el joven príncipe arrasó con todo lo que había a su paso.

—¡Esto no puede estar sucediendo! —gritó, pateando y lanzando objetos por el aire en su rabia.

—Señor, ¿qué le sucede? —musitó Kiara.

La joven sirvienta había acudido a su habitación al escuchar el estruendo que provenía de dentro, encontrando a Yakub sumido en un torbellino de emociones.

— Ven aquí —le pidió a Kiara, dejándose caer sobre su cama.

Ella se acercó suavemente, sentándose en la esquina de la cama.

— No puedo dejar que el bastardo de Julius me quite el reino. Tengo que destruirlo con mis propias manos —concluyó, desbordando en sollozos.

Kiara sentía que todo lo que le estaba pasando era gracias a sus ancestros, quienes ahora le abrían el camino para llevar a cabo su venganza. Era el momento de hacer pagar a aquellos que la habían herido.

—Nadie le quitará lo que es suyo, yo me encargaré de ayudarlo —susurró ella, acariciando suavemente el brazo del príncipe mientras él sollozaba en su regazo.

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