Capítulo N° 3
Me desperté sobresaltada por la voz de dos guardianas bastante ariscas y gritonas y eso, más el hecho de que esas pieles en el suelo donde me tocó dormir eran realmente incómodas, daba como resultado una Lena malhumorada por falta de sueño. Pero, después de todo, ¿quién podría dormir con comodidad en la situación que estaba viviendo?
Las dos guardianas –igual de morenas e igual de ceñudas– hablaban entre sí con susurros mientras me miraban con curiosidad y un deje de soberbia. Era incómodo sentir sus miradas sobre mí al vestirme con esas ropas que me dieron al llegar. Luego me guiaron de mala gana hacia la cabaña de Yamila, pero al ver a más personas en la puerta y, al entrar, al ver a muchos allí reunidos con Drach junto a cinco mujeres de apariencia imponente, temí por mi vida.
Una de esas mujeres me miraba con un profundo odio, era una mujer de belleza hipnotizante, era esa que con un solo golpe de su lanza había logrado atemorizarnos a todas. Y por la forma en que ella y Drach se miraban, me percaté de que era su esposa y, por lo tanto, una de las cinco líderes. Era de piel aceitunada y labios carnosos con unas muy buenas curvas, al menos eso se podía apreciar bajo sus ropas tejidas con piedras que no dejaban casi nada a la imaginación. Su cabello era familiarmente blanco y sus ojos extrañamente verdes. Junto a ella, habían cuatro mujeres más que aparentaban ser más grandes en edad y más sabias también, pero los tonos morenos no variaban en ellas, salvo por una que era pálida como la nieve con su cabello de igual color.
A los costados se repartían dos grupos de hombres guerreros, fuertes al parecer por su físico trabajado a pesar de su edad, eran hombres grandes, pasando los cuarenta y que llegaban, probablemente, a los sesenta o setenta años.
Las guardianas me empujaron hacia el centro, donde Yamila se mantenía sentada sobre las pieles donde la vi esa mañana. Enseguida comenzaron a hablar en ese idioma desconocido para mí, por lo que fruncí el ceño quejándome al respecto, Yamila hizo el honor de traducir para mí.
—Esto es un juicio, pequeña —dijo con seriedad—. Jhëren, del clan Jhümi, ha herido a Drach, del clan Jhümi, esposo de Jhïle, una de las cinco líderes. Comprendes la gravedad del asunto, ¿cierto?
Busqué con la mirada a Jhëren, estaba junto a los sabios guerreros, quienes parecían ser los encargados de mantenerlo vigilado. Uno de ellos, el que esa mañana me había hablado en mi lengua, giró hacia mí y me dedicó una mirada fría.
—Jhëren nos ha informado que Drach quiso aprovecharse de su omana y que por ese motivo lo hirió —dijo, sin dejar de mirarme de esa forma intimidante—. Ambos pertenecen al clan Jhümi así que la voz de ambos puede ser cierta como falsa, necesitamos oír tu voz ahora.
Yamila me miró, al igual que las líderes, con Jhïle dirigiéndome esa mirada de odio que, si no fuera porque me rodeaban las guardianas, estoy segura de que se lanzaría sobre mí para apuñalarme.
—¿Qué dijo Drach? —pregunté al dirigir mi mirada hacia él.
—Lo que dijo no importa, pequeña, nos interesa tu voz —respondió Yamila con tranquilidad.
—Fuimos amigos prácticamente toda la vida, allá en Irinnoa, solo quería hablar con él —fruncí el ceño al mirarlo, viendo la sonrisa de lado que él me dedicaba—, pero él se abalanzó sobre mí y comenzó a toquetearme, si no hubiese aparecido Jhëren yo no habría podido contra él.
—Eso es una grave acusación, niña —dijo una de las líderes, la que parecía un lobo blanco, mirándome con frialdad—. ¿Por qué motivo mi yerno dejaría de lado a su esposa para irse con una pequeña niña como tú?
—Si no me creen solo mírenle el rostro —escupí con odio—. Miren todos los arañazos que le dejé para que se apartara de mí, miren los moretones que me dejó en el muslo al sujetarme con tanta fuerza.
Las líderes conversaron en voz baja y en su idioma, al igual que los sabios de la guerra, luego de unos minutos donde no parecían estar de acuerdo la mujer blanca levantó su mano.
—¿Serías tan amable de desvestirte ante nosotros para comprobar tu palabra?
Lo que dijo me tomó desprevenida, parpadeé rápidamente, no pensaba desnudarme ante tantas personas, menos aún ante desconocidos. Llevé mis manos hacia mi pecho y negué con la cabeza, no pensaba hacerlo, no le daría a Drach el placer de que todos me vieran desnuda, pero con la seña de otra líder las guardianas se acercaron a mí y me sujetaron de los brazos para que otra pudiera rasgar mi ropa y así dejarme desnuda frente a todos ellos. Sentí las lágrimas inundar mis ojos y caer por mi rostro cuando todos dirigieron sus miradas hacia mí, hacia mi pequeño cuerpo desnudo frente a todos ellos.
Una de las guardianas, la misma que me había rasgado la túnica, me sujetó de la pierna para ver mi muslo, los largos moretones que Drach me dejó al sujetarme con fuerza se notaban allí, a simple vista. Demostraban que alguien me había sostenido a la fuerza de los muslos. La guardiana, aquella delgada que me había ofrecido agua en el bosque, giró hacia las líderes y dijo algo en su idioma, lo que hizo que los susurros volvieran al lugar, no solo por las guardianas, sino también entre los demás presentes, entre ellos las mujeres con las que había sido llevada.
Drach dijo algo en voz baja a las líderes en su idioma, esto hizo que su esposa frunciera el ceño aún más, luego la mujer blanca como la nieve se puso de pie y apoyó en el suelo su lanza de liderazgo.
—Drach dice que tú y él tuvieron sexo una noche atrás, antes de que él te sacrificara, ¿podrían esas marcas ser de esa situación?
—¡No! —chillé, sacudiéndome del agarre de las guardianas—. ¡¿Piensa que me gustan las cosas a la fuerza?! ¡No fue por eso! Él dijo que mi esposo nunca me podría complacer y que solo él podría hacerlo, y luego me empezó a manosear, ¿piensa que miento? ¿Qué gano con mentir? ¿No morir? ¡¿Qué me importa morir si me están reteniendo en este lugar a la fuerza y encima me humillan ante desconocidos manteniéndome desnuda?!
Ante la seña de la mujer blanca, las guardianas me soltaron y yo me dejé caer de rodillas al suelo, donde me cubrí el cuerpo con las manos, intentaba cubrir mis pechos y mi entrepierna, tratando de que no puedieran seguir viéndome de esa forma. Sentía mucho dolor, pero no físico, sino en el alma. Las lágrimas no dejaban de caer y solo quería que me mataran de una vez para dejar de sentirme así.
—De acuerdo —dijo Yamila con un suspiro—. Lo lamento por Jhïle y por Drach, pero me parece que la verdad está a la vista —Giró hacia las líderes y hacia los sabios de la guerra—. Puede que sea solo un malentendido, pero aun así Drach merece un castigo por haber tocado a una omana que no es la suya sin su consentimiento.
Los sabios y las líderes hablaron entre sí por unos minutos más, mientras que yo seguía en la misma posición cubriendo mi cuerpo sin poder dejar de llorar. Oía los murmullos a mi alrededor y yo solo pude intentar esconderme más hasta desaparecer, algo que no iba a pasar jamás. Me sentía tan sola que mi garganta comenzó a doler por la angustia y el llanto, hasta había comenzado a dolerme la cabeza.
Los demás tardaron un rato en volver a hablar y la mujer de blanco dio su veredicto, sin dejar de mirarme fijo. Por alguna razón su mirada parecía una amenaza, y no sabía muy bien por qué.
—Drach será castigado de la forma en que tú desees, puesto que eres la omana a la que ha ofendido —dijo con seriedad—. ¿Cuál será su castigo?
—¿Yo? No, yo no quiero elegir nada... —respondí y apenas alcé la vista de entre mis rodillas
—Esta es la ley de los jhakae, la víctima elige el castigo del culpable.
—Entonces solo quiero que se aleje de mí, solo eso, y que deje de molestar a Jhëren...
La líder levantó una ceja y comenzó a reírse, entonces extendió una vara hacia Jhïle y Drach no dudó en ponerse de rodillas frente a ella, extendió las manos como símbolo de sumisión y ella lo golpeó dos veces en las palmas, pude ver el gesto de dolor de Drach y no pude evitar torcer mis labios en un gesto de dolor, a pesar de todo.
—Negarse a un castigo equivale a dar el castigo de desobediencia y error, que consiste de dos golpes en las manos. Ahora damos por terminado el juicio, debemos prepararnos para la ceremonia de seducción, no tenemos tiempo para pequeñeces.
Las personas de a poco comenzaron a salir de la cabaña, y yo me quedé en mi lugar en la misma posición en la que estaba, no quería que volvieran a verme desnuda, así que solo me levantaría cuando todos se fueran de allí, o al menos cuando hubiera menos personas acumuladas.
Sentí algo que me rozaba los hombros y levanté la mirada enseguida, con cierto miedo. Jhëren estaba ahí y me dedicaba una sonrisa tímida mientras apoyaba sobre mis hombros una capa blanca que permitía cubrirme. Agradecí en voz baja y me cubrí bien para poder ponerme de pie y acercarme a Yamila junto las cinco líderes, ni siquiera giré para ver a Jhïle, sabía que me estaba mirando con odio por haberme metido con su hombre, pero no me importaba. Yamila asintió con la cabeza, indicándome que podía hablar.
—Supongo que ir a casa no es una opción... —le dije con un suspiro y ellas se rieron como si hubiese dicho una estupidez, pero yo continué con mi voz algo quebrada—. ¿Puedo saber qué es eso de «ceremonia de seducción»? Y además, ¿puedo pedir otro vestido? No quiero andar desnuda por la vida...
—Extraño, creí que te gustaba seducir a los hombres ajenos —gruñó Jhïle en mi lengua con una muy buena pronunciación, pero con un claro acento jhakae.
—Diría que a los hombres ajenos les gusta seducir mujeres ajenas —le respondí con el ceño fruncido, sin importarme las miradas de reproche que me dedicaron las presentes.
—Me preguntaba qué había visto Jhëren en ti —dijo entonces la mujer de blanco con una risa extraña—. Eres débil, no pudiste liberarte del agarre de un uemane y no pudiste darle un castigo acorde, por lo tanto no sirves como omana, pero tienes una boca enorme al igual que tu prometido. Dos inútiles que hablan demasiado, dos almas gemelas.
Giré para ver a Jhëren a mi lado, estaba serio y presionaba con fuerza su puño sin dejar de mirar el suelo, pero no dijo nada. Debía estar acostumbrado a oír cómo hablaban de él, me dio algo de pena.
—Dos líderes contra una omana recién llegada, qué mal nos hacen ver, jovencitas. Esta noche pídanle a sus uemane que las complazcan a ver si así dejan de pelearle a una niña y sonríen más —gruñó Yamila y luego me dedicó una sonrisa amistosa—. La ceremonia de seducción es... Se podría decir que una fiesta donde los hombres buscan impresionar a sus futuras esposas para que estas conozcan sus dotes. Es una competencia masculina por quién es más atractivo y viril, es una cosa bastante divertida de ver, te aseguro que te gustará.
Miré a Jhëren, quien estaba encogido de hombros y tenía sus mejillas ardiendo, supuse que le daba vergüenza el tema. Pero antes de que yo pudiera preguntar algo, Yamila continuó hablando:
—Ah, desearía ser joven otra vez para tener a un uemane loco por conquistarme y complacerme, meneando su pelvis de esa forma tan sensual —se rio con fuerza.
—Kumena... —la regañó otra de las líderes.
—Ya cuando lleguen a mi edad van a ver lo lujuriosas que pueden ser y van a extrañar su juventud, no molesten los pensamientos de una vieja, jovencitas.
No dije nada, solo me quedé con el rostro serio y me cubrí bien con la capa para poder irme. No pensaba despedirme, no estaba de buen humor y la verdad es que, de todas esas mujeres, solo Yamila me agradaba un poco. Salí sin decir palabra alguna, la gente me miraba de forma extraña, no habían muchas mujeres irinnitas por allí, pero me crucé a muchos niños jhakae que me miraban con curiosidad.
Jhëren me escoltó de regreso a la que era mi choza, se mantenía a un paso por detrás de mí y cuando yo bajaba la velocidad para que me alcanzara, se detenía. No llegaba a comprender su actitud pero lo dejé pasar, le permití acompañarme hasta la entrada de la choza, donde él abrió la cortina de piedritas para mí y me señaló un par de telas sobre las pieles, supuse que mi nueva ropa.
Dudé un instante si hacer lo que pensaba hacer o no, pero terminé por suspirar y le pedí a Jhëren que entrara. Sus ojos se abrieron con sorpresa y negó rápidamente, lo que hizo danzar su largo cabello blanco.
—Vamos, quiero preguntarte una cosa ―insistí.
Él pareció dudar un instante, giró sobre sus talones y miró a su alrededor, como si vigilara que nadie lo viera entrar, luego fue que me siguió hacia el interior de la choza con un sigilo que me sorprendió. Me senté sobre las pieles y él se detuvo a más o menos un metro de distancia, me corría la mirada mientras se refregaba la nuca con nerviosismo. Sin embargo no entendí por qué, puesto que ya habíamos hablado esa mañana en el mismo lugar, me pregunté si acaso estaría enojado por lo del juicio, quizá ya no me quería como esposa y eso habría sido genial, quizá podría ser libre.
—¿Por qué me esquivas la mirada? ¿Estás enojado? —me animé a preguntarle, pero él giró hacia mí y luego bajó la mirada otra vez, negando con la cabeza—. ¿No quieres hablar conmigo?
Jhëren se encogió de hombros y carraspeó un poco, sin mirarme. Luego me señaló a mí, seguido al vestido en las pieles.
—Oh, lo siento, pero... —Parpadeé rápidamente, estaba tapada por la capa, no podía avergonzarse por eso—, no se me ve nada...
Él giró hacia mí y se quedó un instante mirando la nada, algo pensativo. Quizá buscaba las palabras adecuadas para comunicarse conmigo.
—Juicio —dijo luego de un rato—. Lena... —Se quedó en silencio de nuevo mientras se refregaba el mentón—. Cuerpo, Lena.
Sentí mis mejillas arder, él estaba incómodo por haberme visto desnuda en el juicio, o al menos eso fue lo que llegué a entender. No era para menos, yo también me sentía incómoda de saber que hasta él me había visto de esa forma, así que me cubrí mejor y le corrí la mirada para poder cambiar de tema.
Solo pensar en el jucio me producía angustia...
—Hablaron de una competencia entre hombres para seducir a sus futuras esposas... —susurré al encogerme de hombros—. ¿Tú lo harás también?
—Sí —respondió él con una sonrisa algo tímida—. Tradición jhakae.
—¿Por qué lo harás?
Él se quedó en silencio unos minutos, se refregaba el mentón como si estuviese pensando las palabras adecuadas en mi lengua, no sabía bien hasta qué punto conocía el idioma, pero supuse que sería difícil para él intentar hacerse entender.
Jhëren suspiró y se abrazó a sí mismo, me miraba fijo. Tardé en comprender qué estaba queriendo decir.
—¿Para abrazarte...? —Él negó con la cabeza y suspiró con cierto fastidio, sin dudas no era la única a la que le molestaba no poder comunicarnos—. Ay, Jhëren, no te entiendo, lo siento.
Él murmuró algo en jhakae, supuse que debió ser alguna clase de insulto por el gesto ofuscado en su rostro. Luego se agachó en el suelo y comenzó a dibujar en la tierra, miré cómo lo hacía, luego él levantó la mirada y me señaló a dos dibujos hombres en la tierra, para después acomodarse en una posición que mostraba sus músculos en los brazos con una sonrisa de galán que me hizo reír.
—Eso lo entendí, compiten entre hombres para ver quién es más fuerte. Continúa, haré mi mejor esfuerzo por entender.
Señaló luego al grupo de lo que parecía ser mujeres en el dibujo, volvió a hacer el mismo gesto anterior, la misma pose, y tardé un rato en intentar descifrar lo que significaba.
—Ustedes compiten por... ¿la atención de las mujeres? —dije y sonreí cuando él asintió—. Creí que lo hacían para seducir a sus esposas...
—Lena... —Se quedó en silencio y se refregó el mentón otra vez—, ¿uemane... otro?
—¿Porque podríamos preferir a otro? ¿Es eso? —Él asintió con la cabeza y suspiré otra vez—. O sea, compiten entre ustedes para demostrar ser más fuertes y mejores, para llamar la atención de sus esposas y evitar que estas miren a otros. ¿Es así?
—Sí —respondió y agachó la cabeza con cierta sumisión.
―¿Entonces podemos escoger casarnos con otro?
Él frunció el ceño, claramente no era una pregunta respetuosa ni adecuada al momento, pero me causaba curiosidad. Jhëren terminó por suspirar, señaló un pañuelo que tomó de un bolsito en su cadera y agregó:
―Uemane otro... No uemane esposo, uemane... ¿noche?
―¿Amante dices?
Él pareció dudoso por unos instantes, rascó su nuca y se encogió de hombros, luego volvió a mostrarme ese pañuelo pero como no entendí qué intentaba decirme, terminó por suspirar y guardarlo, solo luego de unos instantes en silencio fue que dijo:
—Amante...
Lo miré en silencio, se veía temeroso y avergonzado, y el hecho de ser más delgado y desgarbado que otros hombres seguro le producía desconfianza. Entendía que se quisiera esforzar por conquistarme, seguro temía que tomara a otro hombre como amante pero, la verdad, es que no estaba interesada ni en amantes ni en esposos ni nada, y lo único que en verdad deseaba era volver a casa. Como eso era imposible solo me quedaba adaptarme e intentar llevar una mejor vida en ese lugar, eso incluía mantener una relación cordial o amistosa con Jhëren...
—Pues...Tranquilo, Jhëren, eres el único que se ha preocupado por mí desde que me capturaron, no confiaría en otro.
De repente Jhëren frunció el ceño, algo enojado. No comprendía por qué, creí que lo que acababa de decir era un halago.
—¿Drach? —dijo con asco.
—¿Drach también va a hacerlo, no está ya casado?
—Todo uemane —dijo mientras abría sus brazos para indicar una cantidad grande de personas—. ¿Lena Drach?
Solo lo observé a los ojos, eran algo rasgados y muy transparentes, parecían enojados al mirarme, luego encorvó la cabeza y se puso de pie para poder alejarse de ahí. No giró para verme, solo se fue de una forma apresurada que demostraba nervios y quizás algo de decisión. Suspiré luego de que él se fuera y me quité la capa para poder vestirme, mi ropa interior aún no se había secado, no pensaba colgarla fuera de esta choza por miedo a que otra mujer de Irinnoa se encariñase con mi lencería de encaje.
Me sorprendí al notar que la ropa que me habían dejado podía suplir mis necesidades por un buen tiempo, y había una de ellas que era más similar a un vestido café y entallado en la parte de arriba que tenía la falda amplia y, allí en los bordes, pequeños y delicados bordados de flores. Me coloqué el vestido café, me quedaba bastante holgado pero no del todo mal, supuse que sería difícil conseguir algo que me ajustara bien, sería mi turno de achicar todo.
Junto a la ropa había una faja de hilo tejido a colores que tenía un pequeño bolsillo para guardar cosas, el cual me até a la cintura para poder ajustar mejor el vestido. También había algunas piedritas de joyería, supuse que la ceremonia sería algo «elegante», por lo que me coloqué las pulseras y collares que me dejaron.
Si iba a fingir estar adaptada o pensaba adaptarme de verdad, debía poner todo mi esfuerzo en ello.
Me acerqué a la entrada y miré el cielo estrellado, sentí angustia al observarlo, me pregunté cómo estarían mis padres, mi hermano y Gina, si estarían preocupados porque desaparecí o si pensarían que estuve divirtiéndome por ahí.
Ellos nunca sabrían qué sucedió conmigo...
Nos hicieron sentarnos en el suelo sobre unas bellas alfombras tejidas que rodeaban la gran fogata que se encontraba en el centro, donde un festín parecía estar preparándose. Por suerte la noche era bastante cálida y el cielo estrellado se veía hermoso, no pude evitar ver esa maldita luna en el cielo que me había llevado hasta allí.
Miré a mi alrededor en busca de Jhëren, pero no lo divisé por ningún lado, solo llegué a ver a Drach que hablaba con su esposa Jhïle, también pude ver al resto de las líderes acomodadas del otro lado de la fogata, una al lado de la otra. Noté también que el hombre con la rosa en el hombro que pertenecía a los sabios de la guerra se encontraba de rodillas frente a la líder principal, esa mujer de cabello y piel como la nieve. Me pregunté si estaba sentado frente a ella ‒pero mucho más abajo‒ por algo en especial o solo era casualidad.
Oí a una chica hablarme, estaba sentada a mi lado así que dirigí mi mirada hacia ella. Me dedicaba una sonrisa y lucía una ropa similar a la mía, aunque a ella le quedaba claramente mucho más entallada que a mí debido a que era algo más regordeta. Me parecía familiar, quizá de haberla visto en Irinnoa o incluso en el bosque durante el descanso.
—Perdón, ¿qué? —le dije, tratando de no sonar agresiva.
—Que a pesar de todo esto podría ser divertido... —susurró al acercarse un poco más a mí—. No sé tú, pero sufrí mucho porque no me permitían cumplir mis sueños por ser mujer, estar acá y que me permitan hacer lo que deseo es genial, podría ser divertido.
—Sí, tienes razón...
Ella continuó hablando sobre lo emocionada que estaba por todo ello, para ella era grandioso que nos hubiesen raptado, pero para mí no lo era, así que me dediqué a ignorarla de forma respetuosa y traté de disfrutar de la comida que nos daban: papas, carne y algunas verduras asadas que nos daban en baritas. Debía admitir que al menos tenían un buen gusto con la comida, estaba realmente delicioso y traté de buscar más de esas papas asadas, ya que no me animaba a probar su carne. ¿Y si era de humanos? Después de todo ellos eran caníbales... ¿o no?
Un rato después, mientras que con las otras chicas de Irinnoa hablábamos de lo sucedido, el sabio con la rosa en su hombro habló en nuestra lengua para nosotras, no pude evitar notar que era mucho más joven que los demás sabios. Nos pedía que observáramos los dotes de nuestros hombres para poder apreciarlos mejor y saber si eran capaces de complacernos en todo lo posible. Me pregunté qué harían para «conquistarnos», y entonces llegaron los futuros esposos acompañados de los que ya estaban casados, Drach estaba entre ellos.
En un rincón colocaron cinco blancos para flechas, recordé entonces que Jhëren le había disparado una a Drach y lo busqué con la mirada, lucía igual que los demás hombres. Todos ellos llevaban el torso desnudo, mostrando sus cuerpos tonificados y un pantalón negro. La mitad de su cabello estaba trenzado de raíz a un costado, entonces pude notar algo extraño en sus orejas, en las de todos en realidad: eran extrañamente puntiagudas y estaban llenas de aretes.
Sus rostros estaban pintados al igual que partes de su torso, con líneas y círculos rojos que resaltaban sus formas y, aunque de forma extraña, les sentaba bastante bien.
El sabio de la rosa nos repitió que observáramos a nuestros hombres, entonces cada uno tomó un arco y uno por uno fueron lanzando sus flechas hacia los cinco puntos. Tenían muy buena puntería, incluso Drach, quien casi le dio al blanco y le guiñó un ojo a su esposa, pero cuando fue el turno de Jhëren comencé a oír murmullos y la palabra «krasto» bastante seguido. Sonreí con admiración cuando lo vi lanzar prácticamente en segundos cada flecha, y cada una de ellas dio en el blanco. Había eclipsado a los demás y me sorprendió mucho notar su habilidad, pero más me sorprendieron todos esos murmullos llenos de desdén. ¿Es que no vieron que los superó a todos?
No entendía por qué llamaban «inútil» a Jhëren, siendo que él era el mejor arquero de la tribu, el resto aunque eran buenos no le llegaban en habilidad.
Los observé físicamente a todos ellos para ver esas diferencias que me había dicho Yamila y los motivos por el que lo consideraban pequeño. Todos eran mucho más grandes físicamente, masas de músculos enormes que harían babear a muchas mujeres, y aunque él era alto y tenía el cuerpo ejercitado, se veía más pequeño que ellos.
Continuaron compitiendo en otras ramas que la verdad no me interesaban, como lucha en cuerpo a cuerpo donde, lamentablemente, vencieron a Jhëren; él era rápido y ágil, pero no tan fuerte como su contrincante, quien era inmenso en cuerpo y en pocos movimientos logró derrotarlo. Me sorprendió notar que su piel y su cabello no eran como la de los demás, era bronceado pero su piel no era aceitunada, y su cabello pelirrojo resaltaba entre todos los otros.
Luego se colocaron frente a nosotras en el espacio entre la fogata y nuestras posiciones. Nos habían traído una especie de vino que ellos hacían en el lugar, aunque no era muy amargo como me gustaban las bebidas su sabor era fuerte y agradable. Nos entretuvimos mirándolos ahí frente a nosotras, hasta el momento todo era bastante aburrido y no encontré la «seducción» en ello, hasta que unas percusiones comenzaron a sonar. Miramos enseguida al lugar de donde provenía la música, pude ver a algunos niños y algunos hombres mayores tocando, entre ellos a los sabios de la guerra.
Los guerreros comenzaron a danzar frente a nosotras siguiendo el sonido de las percusiones, eso sí que era interesante. Zapateaban en el suelo y giraban en su lugar, pisando delante y atrás de su pie estático. Giraban de nuevo como si estuvieran lanzando una patada armoniosa al aire y luego se dejaban caer al suelo de rodillas, donde comenzaron a mover su torso en ondas. Sus vientres serpenteaban de una forma hipnotizante y, aunque era extraño, se veía atrayente. Sentí mi boca secarse y mi corazón latir muy rápido al ver a Jhëren danzar ahí frente a mí, acarició su cabello y bajó por su cuello hasta su vientre, meneando su pelvis de una forma realmente sexy.
Esa danza sí que cumplía su objetivo, porque no podía dejar de mirarlo y a pesar de todo, no podía evitar pensar en lo sexy que eso resultaba.
Corrí mi mirada enseguida, traté de entretenerme al ver mis uñas. No quería sentirme atraída por él, por ninguno de ellos.
Volteé la cabeza para ver a las chicas a mi alrededor y todas estaban boquiabiertas o cubriéndose la boca, incluso se abanicaban el rostro. Miré de nuevo hacia Jhëren, se movía de forma sensual, ondeante y me era imposible dejar de mirarlo, porque incluso la mirada que me dirigía era fuego puro.
—Oh, por Dios... —dijo la chica que estaba a mi lado, esa que no dejaba de hablarme, incluso me repitió cientos de veces su nombre: Marla—. Estoy en un estado en el que no sé si llevarlo a mi cama ya mismo o pensar que es algo muy gay que bailen así, no lo sé, estoy confundida, ¿el término ardientegaysexymente existe?
—¿Por qué sería gay? —respondí, mirándolos bailar de esa forma—. Es sexy.
Jhëren se encorvó hacia atrás al igual que los demás, y ahí comprendí a lo que se refería Yamila con los movimientos pélvicos, eran ondeantes como su danza, atrayentes e hipnotizantes. Luego se apoyó sobre sus brazos y se puso de pie de un salto, saltando y girando con esas patadas en el aire al igual que los demás, quienes giraban alrededor de la fogata mientras zapateaban como lo habían hecho al principio. Debía admitir que eso sí me había gustado.
Jhëren era como un Magic Mike de los jhakae.
Cuando dieron la vuelta completa alrededor de la fogata, todos se pusieron de rodillas frente a su futura esposa, así que Jhëren estaba frente a mí, extendía su mano mientras me dirigía una mirada intensa. Estaba jadeante por todo, por los enfrentamientos, por la danza, y yo estaba algo jadeante por los nervios del momento. Me miraba fijo pero no me dirigió ninguna sonrisa, nada, entonces estiré mi mano hacia la de él y la tomé, él la apretó suavemente y se puso de pie para levantarme de un salto que me sorprendió.
Miré a los costados y vi que con las demás sucedía lo mismo, Marla estaba aferrada al pecho de su futuro esposo, ni un día le duró la molestia por ser capturada, aunque con lo complacida que se oyó siempre dudé que estuviera molesta en algún momento.
Jhëren me aferró a él y se agachó un poco para luego acercar sus labios a mi oreja, entonces susurró:
—¿No Drach?
—No Drach...
Se alejó de mí un poco para mirarme a los ojos de una forma intensa que me volvía la piel de gallina, sujetó mi mano luego de pensarlo un rato y la colocó en su pecho, sobre los dibujos en rojo que le habían hecho para la ceremonia.
—¿Lena quiere ser esposa de Jhëren?
Me sorprendí al oírlo, porque a pesar de lo mal que lo dijo, se había esforzado en intentar aprender esas palabras para mí.
Había pasado solo un día desde que llegué con ellos y, la verdad, es que aún no deseaba casarme con nadie, menos con alguien que me había raptado de mi hogar. No conocía bien a Jhëren y no deseaba estar lejos de mi familia, pero él me miró de esa forma tan adorable que no pude decirle lo que sentía, no pude romperle el corazón, así que solo repetí la pregunta:
—¿Jhëren quiere ser esposo de Lena?
Él se rio y me alejó de los demás, para poder sentarnos juntos a disfrutar del resto de la fiesta. La música sonaba con alegría, los hombres cantaban con entusiasmo para seguir conquistando a sus esposas, mientras que yo miré el cielo y me volví a preguntar cómo estaría mi familia y, principalmente, qué pensarían de saber que me casaría con uno de esos supuestos caníbales de las leyendas...
Danka: Sucia, pero el insulto es equivalente a puta.
Krasto: Inútil, fracasado.
Kumena: Sabia.
Omana: Mujer, pero como rol social, equivalente a una Ama.
Uemane: Hombre, pero como rol social,equivalente a esclavo.
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