Capítulo N° 20
Reconocí los bosques cercanos a la tribu. Cuando pasamos por el arroyo todo se volvió conocido para mí, pero de igual forma me quedé junto a Jhëren y me ubiqué un paso delante de él. No quería que recién al llegar ya nos diera problemas el solo caminar uno junto al otro.
Entramos a la aldea y enseguida nos recibieron un par de personas al vernos, lo cual era sorprendente y completamente inesperado. Sara, quien sacudía en sus manos unas telas para Dorotea, enseguida corrió y se lanzó sobre mí, lo que hizo que me golpeara contra el suelo. Era bastante pesada ya que era mucho más alta y grandota que yo. No dudó en besuquearme las mejillas.
—Ya, Sarita, también te extrañé —me reí y busqué alejarla un poco.
—¡¿Sabes lo que fue estar una semana sola?! ¡No tenía con quien conversar! —chilló y refregó sus mejillas con las mías como si fuera alguna clase de cachorrito.
—¡Ey! ¡¿Y yo qué soy?! —se quejó Dorotea.
—Eres aburrida, Dotty, te la pasas refunfuñando y a mí me gusta conversar sin chasqueos de lengua de por medio —se rio Sara y me ayudó a ponerme de pie—. Tal vez si fueras la misma Dotty de antes otra cosa sería, pero aquí eres más arisca que nunca.
—Soy tu maldita mejor amiga, Sara. No me jodas —gruñó Dorotea.
—Bueno, vuelve a ser graciosa como antes en vez de una bola de odio.
—Buenas noches, omana Dorotea, omana Sara —dijo Jhëren con la cabeza gacha—. ¿Nundeh'a Kohnn?
—Nundeh se fue a parrandear por ahí —siseó Dorotea—. Y creo que Kohnn estaba junto a los cocineros, ¿cierto, Sara?
Ella asintió y junto a ellas seguimos caminando para poder llegar a nuestro hogar. Seguro las espías de Jhïle y la líder blanca ya sabrían de nuestra llegada, presentarnos sería algo innecesario.
Vi a Jhëron apoyado contra una pared, conversaba con un niño que se toqueteaba las orejas frente a él. Tuve el deseo de correr hacia mi suegro y abrazarlo, pero sabía que eso estaba prohibido. Solo me acerqué a él con una enorme sonrisa en el rostro, sonrisa que él no dudó en responder. Asintió con respeto y luego tomó de los hombros al niño.
—Mira, Kilua*, un día tendrás una omana, ruega porque sea así —le dijo al niño quien frunció el ceño y habló en jhakae. Jhëron se rio y respondió en el mismo idioma, para luego mirarme—. Parece que no le agrada mucho la idea de tener de omana a una kujú —Volvió a reírse y yo chasqueé la lengua.
—Nada de un «te extrañé, Lena». No. Enseguida las bromas.
—Te extrañé, mimi kujú —se rio de nuevo y giró hacia Jhëren—. A ti también te extrañé, ghenos...
Vi la enorme sonrisa que se formó en el rostro de Jhëren, eso me hizo sonreír a mí, pero me sorprendí en el instante en que abrazó a su padre. Jhëron se veía sorprendido por esa reacción por parte de su hijo, pero apoyó –con un leve temblor– su mano en la espalda de Jhëren, para luego envolverlo con sus brazos y apretarlo con fuerza. Vi que aferró el cabello blanco de su hijo entre los dedos, como si llevara mucho tiempo sin abrazarlo.
Era común que los hombres se mostraran afecto entre sí. En una sociedad que les prohibía el afecto constante, los reconfortaba mostrarse cariño entre ellos. Sin embargo no era tan usual que Jhëron lo hiciera, era bastante frío.
—También extrañé, o'pae —Oí a Jhëren susurrar.
Se alejó de él y le dirigió una sonrisa, luego dirigió su mirada hacia ese niño que estaba encogido de hombros junto a su padre. Era un niño moreno y de cabello castaño corto. Sus rasgos se me hacían muy similares a los de Kalea, delicados y alargados, con pómulos que comenzaban a marcarse en sus mejillas.
—Jhëren, Kilua está ansioso por ser un hombre —se rio Jhëron palmeando de nuevo los hombros de ese niño—. ¿Quieres decirle algo?
Jhëren sonrió y se agachó un poco para picarle la nariz con su dedo índice. Le dijo algo en jhakae que no pude entender pero sí pude notar que a Kilua no le había gustado nada sus palabras. Negó enseguida con su cabeza y Jhëren lo despeinó, repitiéndole algo en su lengua.
—En unos meses sus orejas serán cortadas —dijo Jhëron con un suspiro al verme tan curiosa—. El primer día de la primavera se celebra nuestras primaveras, él cumplirá doce y sus orejas serán cortadas, pero este muchachito está ansioso por ser un hombre.
—Pobre criatura, dile que disfrute su infancia ahora que puede —le dije con consternación.
Jhëron, con una sonrisa torcida, tradujo lo que dije para el pequeño. Kilua me miró apenas un poco a los ojos, pero luego se encogió de hombros al notar la supuesta ofensa. Asintió con respeto y entonces solo salió huyendo.
No entendí si estaba de acuerdo con lo que dije o si fue su forma de enviarme directo al infierno por meterme en su vida. Era demasiado pequeño como para estar ansioso por tener una esposa. Si tan solo supiera lo horrible que era ser un hombre en su cultura no estaría tan ansioso por serlo.
—¿Qué tal va la búsqueda de mi nieta? —se rio Jhëron y yo tragué en seco, él estuvo a punto de palmearme el hombro pero corrió la mano antes de tocarme. Estábamos en público—. Es broma, kujú, pero los otros creerán que buscan un bebé.
—¿Estuvo todo tranquilo por aquí? —pregunté al ver que nos observaban los cocineros.
—Bastante, el único problema fue Nehué que se niega al casamiento y discutió con Nihuo frente a todos. Luego de eso solo una pelea entre Nundeh y Lottan, a veces algún que otro castigo excesivo, pero nada más.
Conversamos un buen rato con él, tenía muchos deseos de contarle sobre nuestro viaje, quizá que mi abuela estuvo enrrollada con un jhakae –quizá Jhëron había conocido a Tonmu–, pero como estábamos en público nos teníamos que conformar con oírlo hablar a él.
Nos contó sobre Clara y sobre Nundeh, lo que habían estado viviendo esos días y cómo mi pequeño pelirrojo estuvo triste porque nos fuimos. Tenía deseos de buscarlo para poder abrazarlo con fuerza, Nundeh producía en mí un instinto de protección que no era capaz de explicar. Tal vez porque por mi culpa le habían arruinado su bonita carita.
Hablamos bastante, hasta que sentí como si alguien estuviera asesinándome con la mirada. Giramos enseguida con Jhëren y ambos agachamos la cabeza frente a Caty, la líder blanca. Estaba de pie tras nosotros con su lanza en la mano, pero me ignoró a mí y dirigió su mirada hacia Jhëron, quien agachó la cabeza como señal de respeto.
—Veo que tienes un buen trato con mi intento de nuera —dijo en un chasquido de lengua.
—Con todo el respeto, mei omana, también es mi nuera —respondió Jhëron.
—Ya no soy tu omana, no me llames así, inmundicia —gruñó y nos miró con frialdad a mí y a Jhëren, fue inevitable no encogerme de hombros e incluso pude sentir los nervios de mi pareja—. ¿Qué tal les fue en la búsqueda de una heredera Jhümi? Porque para eso pidieron el permiso.
—Quizás pronto tengamos noticias favorables —respondí con una sonrisa falsa. Solo podía pensar en acogotarla ahí mismo por la forma en que seguía tratando a Jhëron y cómo conseguía hacer temblar a Jhëren—. Si mi uemane tiene la mitad de la puntería que el sabio de la guerra Jhëron, entonces seguro pronto tendré un bebé.
Jhëron apenas rió pero intentó ocultarlo con un carraspeo fingido. La líder blanca clavó en mí su mirada verde y frunció sus cejas blancas con tanto asco que incluso sentí que me apuñalaría. No me dejé intimidar por ella, tal vez estaba acostumbrada a intimidar hombres, pero no tenía poder sobre mí.
La observé fijo a los ojos verdes. Vestía toda de blanco como la primera vez que la había visto, y junto a su piel pálida y su cabello tan claro como las nubes del cielo al mediodía, parecía un hombre de nieve. Un hombre de nieve cruel y despiadado capaz de ordenar que me arrancaran la espina dorsal.
—Lo único por lo que ese krasto no puede ser considerado inútil —Caty sonrió hacia un costado y miró a Jhëron—. Algo bueno debías tener. Espero que tu hijo haya heredado esa única habilidad útil, o será igual de patético que tú.
Diciendo eso se alejó junto a las guardianas que la escoltaban. Giré hacia Jhëron, quien se mantenía con el ceño fruncido. No pude evitar lanzar un comentario al respecto.
—¿Y usted la amaba?
—Era un imbécil —escupió—. Y pensar que la elegí porque pensé que era la Luna encarnada en un cuerpo, qué imbécil.
Me reí ante ese comentario, pero aunque quería seguir conversando con mi suegro sería sospechoso que tuviéramos tanta confianza. Fuimos entonces a dejar nuestras cosas en casa, y aunque estaba tan cansada que quería arrojarme sobre las pieles de búfalo para dormir, decidimos ir hacia la hoguera central. Era la hora de la cena, y teníamos bastante hambre. Jhëren iría después, porque en la casa se había acumulado el polvo y él quería dejar todo limpio para quedarnos tranquilos.
Como estaba sola decidí acercarme hacia Sara y Dorotea que comían algo alejadas de los demás. Sara me recibió con una dulce sonrisa al palmear el espacio a su lado, sobre una alfombra tejida a colores. Dorotea, frente a nosotras, de vez en cuando lanzaba algún comentario insultante, pero la pelinegra lograba callarla con otro comentario sarcástico.
Cuando Jhëren se acercó, se quedó de pie tras nosotras y se apoyó en una pared. No me gustaba comer de esa forma, por más que Dorotea chillara yo quería estar junto a mi esposo, no delante de él, así que me puse de pie y me coloqué más cerca de Jhëren. Sara me imitó y se acercó, por lo que a Dorotea no le quedó otra opción más que acercarse o quedarse sola en el suelo.
—Me dijeron que Nundeh se peleó con Lottan —le dije a Dorotea, con mi vista fija en ese jhakae que estaba no muy lejos de nosotras.
Era moreno y de larguísimo cabello negro, que llevaba suelto pero con trenzas en un semi recogido detrás. Lottan vestía distinto a los guerreros jhakae, que solían utilizar pantalones de cuero por ser más resistentes. En su lugar, Lottan llevaba pantalones de telas tejidas con patrones de triángulos en el dobladillo, con una blusa sin mangas con bordados de flores.
—Sí, yo tampoco lo entiendo. Creí que eran amigos —agregó Sara.
—No, Nundeh es amigo de Nehué, y Nehué es amigo de Lottan —explicó Dorotea sin darle mucha importancia, como si le respondiera a Sara en vez de a mí—. Y se pelearon, justamente, por Nehué.
Miré hacia Jhëren, sonreía por lo bajo como si estuviera acostumbrado a esas peleas.
—¿Tú sabes algo? —le pregunté en voz baja.
—Nundeh'a Lottan celosos de Nehué, siempre pelean.
—Parecen maricones —bufó Dorotea.
Apreté la mandíbula con molestia. No sabía si acaso Nehué y Lottan también eran gays como Tonke y Kohnn –aunque él era claramente bi–, pero de todas formas no me gustaba que hiciera esa clase de comentarios asquerosos.
Divisé a Nundeh acercándose a nosotros con una gran sonrisa en su rostro y los ojos iluminados. Abrazó con fuerza a Jhëren hasta levantarlo del suelo, quien se quejaba de dolor por el apretujar de su amigo. Luego lo soltó y repitió el procedimiento conmigo, a pesar de estar delante de todos e incluso delante de su omana. Me alzó en sus brazos y me hizo girar en el aire con una risita llena de alegría, para luego abrazarme con fuerza, aunque de forma más delicada que a Jhëren.
—Omana Lena, no sabe cuánto la extrañó Nundeh —susurró en mi oído.
—También te extrañé, mi pelirrojo.
Dorotea se quejó enseguida y Nundeh dijo algo en jhakae al dirigirse hacia Jhëren, para luego tomar a Dorotea del rostro y besarla con pasión así sin más. Sin pedir permiso, sin advertencias. Solo me soltó y tomó del rostro a su esposa, quien intentaba alejarlo de ella, pero Nundeh la besaba con una pasión que me sorprendió demasiado, nunca lo había visto de esa forma. Incluso la levantó en el aire y la obligó a enredar sus piernas en la cintura de él para alejarse de esa forma. Noté que se dirigían hacia su choza y sentí mis mejillas encenderse. Eso había sido extraño, demasiado extraño.
A Nundeh le gustaba mucho Dorotea, eso era obvio, pero sabía que amaba a Kalea y... Aún así era tan extraño verlo comportarse de esa forma con su esposa.
Raro.
Luego de cenar nos recostamos en nuestra casa, que ya estaba impecable gracias al noble trabajo de mi esposo, y con cuidado me apoyé en el pecho de Jhëren. Me hacía caricias y entonces soltó un suspiro preocupado que llamó mi atención. Dirigí la mirada hacia su rostro casi al instante.
—Nundeh feliz —dijo Jhëren en un susurro y yo levanté la vista para verlo—. Y Jhëren feliz por Nundeh, pero Jhëren tiene miedo...
—¿Qué sucede?
—¿Lena puede abrazar a Jhëren con fuerza?
Lo abracé más y lo sentí extraño, nervioso y muy preocupado. Me di cuenta de que en verdad tenía miedo.
—¿Qué sucede, Jhëren? ¿A qué le temes? Ya estamos en casa.
—Nundeh feliz —repitió y dirigió sus ojos hacia mí, abiertos de par en par—. Nundeh dijo que extrañar mucho a Lena y Jhëren... Nundeh triste por ausencia de amigos, y entonces... —Se quedó en silencio y yo me acomodé mejor, apretándolo un poco.
—¿Entonces qué?
—Nundeh dijo en jhakae... —Me miró y cerró los ojos con fuerza—. No quiero Nundeh muera, Lena, Nundeh es mei undele...
—Pero dime qué sucede porque no entiendo nada y ya me estás asustando.
—Nundeh triste y luego feliz... —suspiró y yo abrí mi boca con sorpresa, no pude evitarlo—. Kalea besó Nundeh, por eso Nundeh feliz, por eso Nundeh descargar felicidad con Dorotea. Por eso Nundeh hacer amor a Dorotea... Kalea dio esperanzas a Nundeh de algo que da muerte, Lena. No quiero muerte de Nundeh, no quiero Bájhe busque Nundeh...
—¿Kalea besó a Nundeh? ¡Santo Dios! ¡¿En qué pensaba?!
Me senté enseguida con las manos cubriéndome la boca, consternada. No podía imaginarme a Kalea rompiendo las reglas, ella siempre hacía cumplir todas las reglas, pero estaba tan enamorada de Nundeh que... No, yo también tenía miedo de que alguien se diera cuenta, de que algo les pasara. Dios mío, ¿en qué carajo estaban pensando?
—Secreto, Lena. Secreto de Kalea, Nundeh, Lena y Jhëren. Secreto-secreto, nadie debe saber. Nadie... —susurró él y aferró su mano a la mía—. Si alguien saber... Nundeh morirá.
Dormir fue una cosa imposible luego de saber lo de Nundeh, por más cansada que estaba no pude pegar un ojo en toda la noche. Me imaginaba a Nundeh siendo azotado ante todos y a la líder blanca cortándole el cabello, incluso imaginé que lo decapitaban frente a mí solo por besar a Kalea, solo porque ella lo había besado. Él estaba tan feliz y Jhëren y yo estábamos tan histéricos.
Cuando nos despertamos desempaqué los pequeños objetos que había comprado para mis amigos –con dinero de Lucio, claro–. Separé las semillas para Nundeh, sabía cuánto le gustaba eso de las huertas y las flores, pensé que quizás algunas flores diferentes podrían gustarle. Para Sara había traído un set de costura, pequeño ya que no podía traer cosas grandes debido a que eso traería sospechas, pero estaba segura de que le gustaría, lo mismo Kohnn, Jhëren le había traído una tela de encaje toda dobladita en su bolsito. No sabía qué regalarle a Jhëron, no conocíamos sus gustos así que solo le trajimos unas galletitas de Gina para que probara, y a Clara le traje un libro. Sabía que le gustaba leer pero no había muchos libros en la tribu.
Los jhakae tenían escritura, pero su literatura se basaba en la religión a Khuri. Sus libros enseñaban las formas de honrar a Khuri. Cómo Khuri «La bella» podía otorgarles a los varones la belleza que les ayude a conseguir esposa. Cómo Khuri «La sabia» te guiaba en toda la vida, o cómo Khuri «La Fuerte» ayudaba a los guerreros, a las guardianas y a las madres en trabajo de parto. Las leyendas de dioses, de héroes –a excepción de Khumé, que estaba prohibido–. Y aunque tal vez para mí todo eso de las escrituras sagradas y las leyendas era interesante, para ellos era su religión. Aprendería muchas de esas cosas más adelante.
Jhëren regresó a sus obligaciones de entrenar y trabajar como miembro del clan Jhümi y yo, a pesar de que debía trabajar, me entretuve buscando a Nundeh o Kalea por todas partes. Ella estaba muy entretenida entrenando a las otras guardianas. No podía ver al pelirrojo por ninguna parte y eso me desesperaba. Me crucé con Jhöne quien me dirigió una mirada llena de desdén y un «danka» en susurro cuando pasé a su lado. Me crucé a Kohnn, quien me dirigió una cálida sonrisa pero que al estar frente a todos no pudo abrazarme.
—Arroyo —me dijo Jhëren cuando pasé cerca de él y señaló con la cabeza.
Estaba a punto de salir corriendo hacia el arroyo, aunque eso podría delatar un movimiento extraño y llamaría demasiado la atención, hasta que vi a Tondre hablando con Nehué cerca de la cabaña de los sabios. Me seguía sorprendiendo que la cabaña de los sabios de la guerra estuviera tan lejos de la aldea, como escondida en el bosque.
Tondre parecía estar regañando a Nehué, seguro por lo mismo que los demás, por no querer casarse. Podía entenderlo, solo tenía veinte años, no sentía nada por su omana y eso era mutuo. Nadie quiere casarse a esa edad sin amor y menos por obligación. Me acerqué despacio hacia ellos, a sabiendas de que Tondre era una persona difícil de tratar, pero deseaba hablar con él sobre su hermano y quizá sobre mi abuela, aprovechando que el destino lo puso en mi camino.
Ambos se callaron cuando me acerqué y Nehué, ese bello muchacho moreno de cabello castaño claro y ojos azules, agachó la cabeza como señal de respeto para luego correr hacia la aldea. Tondre apenas si asintió, por lo que me acerqué más a él.
—Jhëron no sé dónde está, debe estar entrenando a los otros —dijo en un gruñido.
—En realidad... quería hablar con usted, sabio Tondre.
Él abrió los ojos con sorpresa y parpadeó un poco con incredulidad, para luego solo menear su cabeza y reírse.
—¿Qué quiere, pequeña omana? No soy Jhëron, de mí no podrá obtener cariñitos.
—¿Usted tuvo un hermano llamado Tonmu?
El poco interés que él me estaba prestando cambió en un segundo. Dirigió sus ojos negros hacia mí y me miró con sorpresa, incluso entreabrió su boca para pronunciar algo que jamás dijo. Solo me miró casi con pánico.
Los pájaros cantaban a nuestro alrededor por ser de mañana, y el sonido de los hombres luchar cerca de esa parte del bosque cubría cualquier conversación posible. Si había espías, se les dificultaría oírnos.
—¿Cómo conoces su nombre?
—Solo lo conozco, ¿podría hablarme de él?
—No. No te conozco, pequeña omana, no conociste a mi hermano. No te hablaré de él sin un motivo.
—¿Conoció a una mujer llamada Amanda? —le pregunté mientras me balanceaba sobre mis pies.
Él frunció el ceño con clara molestia.
—¿Qué mierda sabes, niña? ¿Cómo conoces a mi hermano y Amanda? ¿Te envió Nihuo acaso? —gruñó con odio y yo solo sonreí.
—Amanda se llama mi abuela —dije casi en un susurro mientras me encogía de hombros.
—¿Estamos hablando de la misma Amanda? —preguntó con sorpresa.
—No lo sé, usted dígame.
Me miró en silencio y cerró los ojos para poder refregarse una sien. Luego volvió a cruzarse de brazos y guió sus ojos negros hacia mí. Era tan enorme y musculoso allí frente a mí que fue inevitable tragar saliva. Dios mío, mi abuela era de mi altura o menos, si Tonmu era tan enorme como él debió ser todo muy raro.
Tondre me escrutó entera, con desconfianza. Sus tupidas cejas negras estaban caídas sobre sus ojos de esa forma tan intimidante que lo caracterizaba. Parecía estar analizándome.
—No recuerdo mucho a Amanda —dijo casi en un susurro, lo cual era extraño en él—, solo recuerdo su cabello del sol y sus ojos del océano. Recuerdo que era pequeña y solo eso. Pero si es la misma Amanda entonces...
—Mi abuela usa un bastón porque se hirió la rodilla en el bosque, ¿es la misma Amanda?
—Es la maldita misma Amanda.
Escupió y luego, a pesar de estar prohibido, me tomó de la muñeca y me hizo entrar en la cabaña de los sabios. Me asusté tanto que mi corazón comenzó a latir a gran velocidad, pero quizás él se dio cuenta de que no era un comportamiento adecuado porque aflojó el agarre al instante y dijo:
—Hablaremos en privado —Me miró con atención y agachó la cabeza con respeto—. Lamento haberla agarrado así sin permiso, pequeña omana. Aunque soy un sabio de la guerra y tengo derecho a hablar, opinar y muchas otras cosas, tomarla con esa agresividad no es correcto. Acepte mis disculpas.
No debía golpearlo... ¿o sí?
—Está bien, supongo que cualquiera se pondría nervioso si un desconocido le habla de un ser querido así. Discúlpeme usted, sabio.
Él sonrió de costado, como si sonreír de verdad fuera algo imposible. Era tan parecido a Tonke, aunque con la piel morena en vez de pálida y los ojos oscuros en vez de azules.
—Aún no se acostumbra, ¿verdad? Ninguna mujer pide disculpas a un uemane.
—Pero usted no es cualquier uemane, es un sabio de la guerra y está en mi mismo estatus. ¿Verdad? —dije con una sonrisa.
Era la primera vez que pisaba la cabaña de los sabios de la guerra, así que miré todo con atención. Seguramente estaba prohibido que las omanas ingresaran allí, después de todo era el hogar de cinco hombres considerados «libres» de mujeres.
No era muy diferente a la cabaña de la kumena, todo estaba en perfecto orden. Todo era en verdad tan perfecto allí, incluso las camas. No eran solo pieles en el suelo, eran hechas en madera elevada del suelo, con pieles acolchadas y mantas tejidas. Tenían una mesa en el centro con asientos para los cinco, aunque solo había cuatro en la aldea. La decoración era simplemente preciosa, con tapices tejidos y bordados, con cuadros pintados. Estanterías tan delicadas como increíbles, y los jarrones más bellos de todos.
—Wow...
—Los sabios de la guerra no son solo los mejores guerreros de la tribu —explicó Tondre—. Son los mejores uemanes. No están aquí los guerreros más fuertes, están aquí los mejores esposos que también son guerreros fuertes.
—Carajo, ¿todo lo tienen que hacer tan perfecto? —dije, incapaz de dejar de admirar la belleza de toda la cabaña.
—Por algo somos sabios.
Me pregunté cuál de todas las camas sería de mi suegro, estaban divididas por cortinas que les brindaba algo de privacidad. Algunas eran de piedras que daban una imagen preciosa, otras parecían ser de encaje. ¿Cuál sería, aquella con mantas coloridas bordadas, la que tenía cortinas de encaje negro, la de piedras brillantes, o tal vez aquella que tenía una cabecera con un grabado de montañas y bosques?
No tuve mucho tiempo para hablar sobre eso, o indagar sobre cómo podían hacer todo tan bien, porque Tondre cambió nuevamente las expresiones de su rostro para ser serio e intimidante.
—¿Amanda es tu abuela? —preguntó clavando en mí sus ojos de la noche.
—Sí.
—¿Estás segura?
—¿Usted está seguro de que Tonke es su nieto?
—Es una obviedad.
—Lo mismo para usted, sabio Tondre.
Me miró fijo por unos instantes y luego suspiró al cruzarse de brazos. Comenzó a caminar de un lado a otro, muy pensativo. Luego, en lentos pasos, se acercó a una de las pequeñas ventanitas que otorgaban luz natural a la cabaña, y que hacía brillar las piedras que colgaban como cortinas. Miró por la ventana para vigilar el exterior, como si temiera oídos curiosos.
—Tonmu amaba a Amanda, la amaba más que a su vida, la amaba más que a su esposa. La amaba más que a nada en el mundo —susurró y giró para verme—. ¿Qué quieres de mí, omana Lena?
—Quiero saber de él, solo eso.
—Tonmu era el guerrero más fuerte de esa generación, al menos hasta que fue opacado por Nihuo. Era amable, divertido y cariñoso. Nuestra madre murió en mi nacimiento y nuestro padre murió cuando apenas estaba aprendiendo a caminar, Tonmu fue mi padre, mi madre y mi hermano todo a la vez... —Clavó su mirada en mí y volvió a escrutarme, para luego chasquear la lengua—. Era un buen hombre si eso quieres saber, y amaba con todo su ser a tu abuela, la amó hasta su último suspiro y ella le destrozó el corazón —escupió con odio—. Lo destrozó.
—Ella lo hizo para salvarlo —susurré y él me miró con odio.
—¿Salvarlo? Lo llevó a la perdición. ¿Tú sabes, pequeña omana, cuánto sufrió? ¿Tú sabes las humillaciones que debió pasar por llorar ante el resto? ¿Tú sabes cuánto fue azotado por eso? No lo sabes. Yo era pequeño en ese entonces, no recuerdo mucho, pero sí recuerdo lo que fue ver a mi hermano sufrir por tantos años por amar a alguien que lo había abandonado.
—¿Y crees que mi abuela no sufrió? ¿Eh? ¿Crees que ella no lloró? ¿Crees que para ella era agradable ver a su amado tan herido por su culpa? —Me puse de pie frente a él, aunque necesitaba algún clon para alcanzarlo en altura—. ¡¿Crees que no fue humillada y juzgada por quedar embarazada a su edad y estando soltera?! ¡Pues lo fue! ¡Lo fue, sabio Tondre!
—¿Embarazada...? —Tondre abrió los ojos y la boca con sorpresa.
—Sí, embarazada. Tuvo un varón, un clásico de los Tonge, ¿no?
Se dejó caer en un tronco con bellos tallados que usaban como banco. Lo vi tan pálido que sentí que se desmayaría, así que enseguida acudí a él preguntándole cómo se encontraba. Miraba la nada con sorpresa y a veces gesticulaba de forma extraña, como si estuviera indeciso entre llorar o reír.
—Tonmu... Él no lo sabía...
—Ella lo supo luego... —suspiré—. Tuvo que casarse con otro hombre para que no la juzgaran, para poder llevar una buena vida.
—¿Cómo se llama?
—¿Mi tío? —pregunté y él asintió—. Luis.
—No suena muy Tonge —se rio y se rascó la nuca con cierto nerviosismo, era la primera vez que veía a Tondre reír así—. ¿Cómo es?
—Viejo... Tiene sesenta años.
—Casi como yo —Abrió la boca con sorpresa y luego carraspeó—. Solo soy cinco primaveras mayor...
—Si quieres saber si él es fuerte, lo es. Es el más alto de la familia, es inmenso de cuerpo, es... como usted, y fue un boxeador campeón, lo que para ustedes sería un gran y fuerte guerrero.
—¿Tuvo hijos?
—Siete—asentí y me reí al ver su rostro sorprendido—. Buscaban una niña... No funcionó.
—Los Tonge no tenemos niñas —suspiró—. ¿Sus hijos son fuertes?
—Algunos, otros son débiles y estúpidos.
—¿Su esposa?
—Cariñosa y amable, pero con buen carácter así que no se preocupe, tiene una buena «omana» y no humilla al clan Tonge.
Tondre bajó la mirada y miró el suelo con cierta tristeza. Nos quedamos en silencio un buen rato hasta que levantó la mirada y me sonrió con calidez, lo cual era sumamente extraño.
—Tiene sentido —dijo al verme—. No la recuerdo mucho pero lo poco que recuerdo me dice que te pareces a ella. Eres pequeña, como Amanda, y tienes cabello del sol y ojos del océano, como ella.
—Me parezco un poco —dije y me encogí de hombros—. ¿Tonmu se parecía a Tonke? O sea, ¿se parecía a usted?
—No. Tonmu se parecía a nuestro padre, al menos eso dicen todos, por eso él era mil veces más atractivo que yo. Me parezco a nuestra madre, y Tonke se parece mucho a mí, me hubiera gustado que mis hijos o nietos se parecieran a Tonmu.
—¿Puedo hacerle una pregunta fuera de lugar? —Él me miró con sorpresa y asintió—. ¿Usted me odia como los demás? Porque no soy el ejemplo de fortaleza típico y...
—No.
—¿Porque soy nieta de Amanda?
—No —se rio—. Porque Jhëron te quiere.
Parpadeé sin comprenderlo.
—Creí que usted odiaba a Jhëron.
—Lokkan lo odia, yo no. Jhëron es el hijo de mi mejor amigo, y es también mi hermano sabio. Le tengo mucho respeto, no solo por ser hijo de Jhöne, sino porque no cualquiera soporta sin quejarse todo lo que él soportó. No cualquiera acepta ser exiliado por intentar ser mejor uemane. Le tengo mucho respeto. —Sonrió y luego frunció el ceño—. No se lo digas.
Sonreí al saber que quería a mi suegrito. Tenía curiosidad también por ese sabio Jhöne, el abuelo de Jhëren, pero no podía seguir molestando al pobre viejo.
—Muchas gracias por responder mis dudas, sabio Tondre. Solo quería saber del hombre que mi abuela había amado.
—Era un buen hombre y tu abuela una gran mujer —asintió y luego se puso de pie para abrir la puerta—. Ahora vete o tendrás problemas. Aún soy joven para morir y tengo que seguir guiando a mi nieto. En otro momento te contaré más sobre mi hermano y tú me contarás más sobre mi sobrino, ¿de acuerdo?
Asentí y salí corriendo hacia el arroyo, no estaba segura de si allí estaría Nundeh, si no se habría ido. Después de todo mi desvío ocupó un par de minutos.
Al menos podía estar tranquila, pues Tondre quería a mi abuela a pesar de todo el resentimiento por haber abandonado a su hermano, y había aprendido que consideraba a Jhëron un hermano a pesar de la relación tensa que parecían tener.
Me pregunté qué pensaría mi abuela si pudiera ver a Tondre hecho un adulto, un sabio de la guerra frío y arisco que aún buscaba recordarla...
Suspiré al pensar que mi abuela había conseguido ser feliz, pero que Tonmu nunca había podido olvidarla. Había tenido hijos y había fallecido con el nombre de «Amanda» en sus labios. Era una historia tan triste que me producía angustia de solo pensar demasiado en ello.
Nundeh estaba sentado en el arroyo, a su lado tenía una cubeta con agua y un par de plantas metidas en su interior. Miraba el cielo y suspiraba con alegría, y como no noté a nadie a nuestro alrededor me ubiqué a su lado. Nundeh giró hacia mí y me dirigió una sonrisa alegre. Era tan bonito verlo así, tan feliz, pero era tan triste a la vez. Me daba demasiado miedo...
—Nundeh... —susurré.
—Estoy feliz, omana Lena —dijo con una risa y se dejó caer al suelo rocoso como si no le importara herirse—. ¡Tan feliz! Nundeh se siente libre.
—Escucha, Nundeh, Jhëren me dijo...
—Lo sé, Jhëren no esconde nada a omana Lena. —Me miró fijo y me tomó del rostro, lo que me tomó por sorpresa, para luego darme un beso en la mejilla y reírse—. ¡Años soñando! ¡Años de fantasía! ¡Años imaginando sabor! Y Nundeh lo probó... Por fin.
—Nundeh, ten cuidado, por favor. No quiero que te hagan daño.
—Mientras no hagan daño a Kalea no importa si Nundeh sale herido —respondió como si nada, como si no le importara que lo asesinaran—. Nada me arrebatará la felicidad, omana Lena. Mei Shanny me ama. Ella me ama.
—Nundeh —Lo tomé del rostro para poder verlo a esos ojos verde musgo—. Por favor, en serio, por favor cuídate mucho. No seas imprudente, trata de evitar a Kalea, si te hacen daño Jhëren y yo no podremos soportarlo.
—Tranquila, omana Lena. Nundeh no es estúpido aunque todos lo traten como si lo fuera —susurró con la mirada baja—. Todos tratan a Nundeh como si fuera estúpido, pero Nundeh no lo es. Nundeh sabe todo de todos, Nundeh nota cosas que los otros no. Nundeh sabe, solo sabe las cosas. Nundeh no es estúpido, y a Nundeh no van a matar, omana Lena. Nunca atraparon a Nundeh viendo a Kalea ni a Nundeh espiando guardianas. No van a atraparme ahora.
—No te confíes, por favor. Sé cuidadoso, no digo que no estés en secreto con ella, pero trata de no tener problemas con Dorotea, trata de obedecerle, no levantes sospechas.
—No gusta que Dorotea grite —se quejó con un chasqueo de lengua—. Nundeh quiere a Dorotea pero si ella grita entonces Nundeh no obedece, odio que griten como si fuera estúpido, no soy estúpido.
—No eres para nada estúpido, Nundeh, lo sé —le sonreí y Nundeh apoyó su cabeza en mi hombro aunque eso era una posición incómoda para él. Así que llevé mi mano hacia su cabello y le hice un par de caricias, pasando mis dedos por sus ondas—. Mereces ser feliz, mereces ser libre.
—Algún día Nundeh lo será, omana Lena prometió, ¿cierto?
—Cierto. Y lo serás algún día. Por ahora pórtate bien, ¿sí? Así no te hacen daño, no es bonito para mí verte herido, ni para Jhëren o Kohnn. No es bonito para nadie.
—Omana Lena... —susurró y yo apenas si moví mi cabeza para verlo un poco, seguía mirando el agua con una pequeña sonrisa—. Sonará extraño, no quiero que omana Lena asuste, pero Nundeh la quiere mucho, mucho.
—También te quiero, pelirrojito.
—Omana Lena es mei unale —dijo y luego se alejó para ponerse de pie y extenderme la mano—. ¿Molesta eso, omana Lena?
—También eres mi hermano, Nundeh.
Él sonrió ante mi respuesta y asintió con respeto, luego volvimos a la aldea pero en diferentes puntos. Le dije que más tarde le haría llegar un obsequio, Nundeh no sabía que Jhëren y yo habíamos ido a Irinnoa, pero de igual forma quería darle ese regalo.
No quería pensar en que algún día él podría no estar más. Estaba demasiado enamorado de una mujer a la que no debía amar, y eso me aterraba. Era un buen amigo, una buena persona y un buen hombre, no merecía sufrir tanto.
Aún no era de noche y la luna no estaba en el cielo, pero le pregunté a Khuri en mi mente si algún día yo podría salvar a Nundeh, si podría liberarlo de tanto dolor. Si podría darle esa ansiada libertad que le había prometido.
Temía fallarle.
Referencia: *Kilua, hermano menor de Kalea. El nombre se lo puse en honor a Killua Zolddyk de la serie de animé "HunterxHunter".
Bájhe: Dios de la muerte.
Danka: Sucia, pero el insulto es equivalente a puta.
Ghenos: Halcón.
Khuri: Luna, diosa de la sabiduría, la belleza y la fuerza.
Krasto: Inútil, fracasado.
Kujú: Veloz, pero se le llama así a los conejos.
Kumena: Sabia.
Mimi: Algo pequeño.
O'pae: Papá.
Omana: Mujer, pero como rol social, equivalente a una Ama.
Shanny: El sol, diosa del amor, la fertilidad y la felicidad.
Unale: Hermana.
Uemane: Hombre, pero como rol social, equivalente a esclavo.
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