Capítulo N° 13
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Nos despertamos al amanecer, necesitábamos prepararnos para la gran cacería. Muchos de los hombres se irían a cazar, por lo que en estos dos días las mujeres nos encargaríamos de la cocina, de la limpieza y toda preparación que en otras ocasiones podría estar en las manos de los hombres. Por dos días el sexo masculino sería el agasajado. Lo merecían luego de tanto dolor, de tanto martirio.
En el centro, los hombres afilaban sus armas, cada uno ocupándose de estar preparado para salir a cazar. La kumena, con ayuda de Clara —que se veía poco gustosa de estar ante tanta gente—, se encargaba de bendecir a los guerreros para que su cacería fuera fructífera. Les pintaban una mano roja en el corazón con sangre como todo lo jhakae. Eso les brindaría, según sus creencias, la bendición de Bájhe, el dios de la muerte. Con su perdón, los guerreros podrían caminar junto a la muerte en su cacería y volver ilesos, si es que no ofendían al dios.
Jhëren apenas giró para verme cuando se dirigió al bosque con los otros guerreros, que soltaban gritos y cantos de guerra típicos en su cultura. Antes de perderse con ellos entre los árboles me hizo una señal extraña, pero una que ya había aprendido a comprender. Colocó un puño en su corazón y luego abrió la mano en el aire, como si estuviera liberando algo hacia el cielo.
—También te amo, idiota —susurré al verlo correr entre los otros inmensos hombres.
Esas eran cosas que había aprendido junto a Yamila y Clara. Como futura kumena debía conocer sus tradiciones, sus leyendas e incluso sus leyes. Había aprendido un par de leyes interesantes.
La ley que más me había llamado la atención era una donde decía que una kumena podía exigir un uemane cuando asumía su puesto, en el caso de no tener uno o de haberlo perdido en la guerra, ya que el deber de kumena era demasiado exigente para una sola persona. Al conocer esa ley me pregunté qué sucedió con el uemane de Yamila, si habría elegido a otros o si acaso todos habían muerto.
Otra ley muy interesante era una donde decía que si un uemane era castigado y considerado indigno de tener esposa, su cabello debía ser cortado como la máxima humillación y muestra de deshonor. Si la omana lo echaba de la casa, por ley el uemane debía llevar el cabello corto y este sería exiliado del pueblo —o asesinado, según las leyes que haya roto—. Sentí curiosidad por esa ley debido a Jhëron, así que investigué más al respecto junto a Yamila. Un uemane rechazado por su omana y considerado indigno debía ser, sí o sí, exiliado del pueblo. La única forma en que pudiera seguir habitando con los demás jhakae era que los sabios de la guerra lo consideraran digno de ellos, pero para pertenecer a los sabios de la guerra se debía tener al menos treinta o treinta y cinco años, y debía ser considerado también un fuerte y honorable guerrero. Supuse que los sabios habían hecho una gran excepción con Jhëron por cuestión de piedad, ya que no daba con la edad adecuada para entrar en los sabios.
Otra forma de que un jhakae pudiera seguir viviendo en la tribu, sin ser exiliado o asesinado, era que una omana lo adoptara a su clan, tomándolo como segundo esposo. Yamila me explicó que la segunda opción era poco usual y bastante desconocida entre los hombres. Los jhakae estaban demasiado acostumbrados al dolor y el exilio como para optar por seguir llevando una vida con otra mujer; lo consideraban un fuerte deshonor y un engaño a su omana original. Sin embargo, con la segunda opción todo era mucho más complicado. Según las historias que me había contado Yamila, para que esa unión fuera aceptada la Luna debía estar de acuerdo, sin ceremonias grandes y solo con la sangre de cada uno. Si una marca se formaba debido a su lazo, la relación era aceptada, en cambio, si ninguna marca se formaba en ambos entonces la relación no sería aceptada, el uemane sería exiliado y la omana castigada.
Suspiré y me acerqué a las otras mujeres para ayudar con las preparaciones adecuadas, sabía que el lugar se llenaría de carne de todo tipo, probablemente sobraría demasiada, pero al menos esa era la idea que ellos tenían para el invierno. Guardar provisiones y juntar pieles para crear nuevos abrigos. Me daba un escalofrío de solo pensar en los pobres animalitos siendo asesinados solo por sus pieles, pero para ellos era parte de su cultura, no lo hacían por deporte, lo hacían por necesidad.
Me acerqué a Jhëron, hablaba junto a los otros sabios de la guerra que se encontraban sentados en un tronco colocado como banco. Todos me saludaron con un movimiento de cabeza respetuoso y tuve que hacer un gran esfuerzo para no devolver el saludo, nunca me acostumbraría a ese trato preferencial.
Los observé a todos, Jhëron era el más joven y el más atractivo de ellos. Seguía un hombre con la nariz partida al que, supuse, era el padre de Lottan, el gran Lokkan. Nihuo era muy sencillo de reconocer, era un viejito de sonrisa adorable que se la pasaba encorvado por los dolores de su espalda, pero que sorprendentemente llevaba aún sus brazos y cuerpo bastante tonificados para lo que era su edad. Era imposible no reconocer al abuelo de Tonke, Tondre tenía la misma mirada intimidante, sus cejas negras y pobladas cayendo sobre sus ojos oscuros que empeoraban esa mirada de terror. Faltaba otro sabio, sabía que eran cinco y me pregunté dónde estaría el faltante.
—¿Desea algo, pequeña omana? —preguntó Jhëron con una sonrisa.
Era extraño que no me llamara kujú, incluso me pregunté si acaso eso también estaba prohibido. Me gustaba que me llamara de esa forma. Tenían reglas y leyes tan estúpidas.
—Lamento molestarlos, sabios —No me resistí a agachar la cabeza con respeto, eso los hizo reír un poco—. Quería saber cómo se elegía a los ganadores, ¿hay algún proceso? Digo, porque es probable que la mayoría cace a los mismos animales...
—Lo que se mide no es el tamaño del animal, pequeña omana —dijo Nihuo con una voz temblorosa, con su cabello gris que caía sobre sus ojos blanquecinos, supuse que tendría cataratas—. Se mide la habilidad del cazador, el punto por el cual el animal fue vencido. La zona en que fue atrapado nos dirá también su nivel de dificultad.
—No es lo mismo cazar un venado en este bosque que cazar un venado en la gran cascada —dijo Tondre—. Hay algunos guerreros más osados que recorren territorios peligrosos para una buena cacería, eso también se calcula para elegir un campeón. No cualquiera tiene el valor necesario para enfrentarse a todo por una buena cacería.
—Ha sucedido en el pasado —acotó Lokkan con un chasquido de lengua y un fuerte gesto de dolor producto de su nariz partida—, siempre hay un idiota que se cree mejor y va a bosques peligrosos a buscar una presa mejor, arriesgando su vida y la de los demás.
—No pensaste que era un idiota cuando traje ese jabalí del territorio uobe —añadió Jhëron levantando una ceja de forma bromista—. Es más, estoy casi seguro de que me felicitaste y dijiste «he aquí un gran campeón» y esa noche saboreaste una buena porción de mi jabalí.
—Niños, no comiencen a discutir frente a una pequeña omana —dijo Nihuo golpeando en el suelo con la base de su lanza—. ¿Eso responde sus dudas, señorita?
—Tú lo sobreproteges demasiado, Nihuo —gruñó Lokkan con odio—. Me destrozó la nariz y ahí estás, sentado y en paz.
—Y tú le quemaste el brazo —añadió Nihuo con tranquilidad—. Ambos han perdido parte de su cuerpo y ambos deberían ahora estar en paz. Mira a Tondre, no tiene rencor por las discusiones.
Giré la cabeza para ver a ese inmenso anciano que imponía respeto solo con su presencia, me pregunté cómo habría sido su pelea con Jhëron, sin dudas Tondre lo superaba por mucho en lo que era físico.
—En el rencor no hay honor —murmuró sin darle mucha importancia—. Dejen sus problemas en el pasado y sigan adelante, si viven en el rencor no podrán ser sabios.
—Yo no guardo rencor a nadie, es él quien me persigue, ¿te gusto acaso, Lokkan? —Jhëron sonrió con picardía y el otro le dedicó una mirada furiosa.
—¡¿Quién te crees que eres solo por ser el uemane de la líder Caty?!
—¡Ya basta! —Nihuo volvió a golpear el suelo con su lanza, esta vez furioso—. No sé cuál es su problema, ¿se debe acaso a que Jhëron fue el uemane de la líder blanca? ¡Pues yo fui el uemane de la kumena y aquí sigo!
—Pero... —Quiso añadir Lokkan, sin embargo Nihuo le dio una bofetada.
—¡Tú te callas! —gruñó él—. Muestra algo de respeto delante de una omana.
—¿Usted es... el esposo de Yamila? —susurré con sorpresa. Él solo suspiró con una leve sonrisa y asintió con la cabeza.
—Ahora ve con las demás mujeres, tienen deberes por cumplir, nosotros nos encargamos de recibir a los guerreros —dijo con una sonrisa.
Asentí con la cabeza de forma respetuosa y me alejé para ayudar a las otras mujeres en los deberes de preparación. Estaba sorprendida de conocer al uemane de Yamila, así que me detuve para mirarlo por sobre el hombro. Era un viejo fuerte, pese a estar encorvado, y su piel era morena y con arrugas en el rostro. Me pregunté cómo habría sido su relación. Indagaría en eso luego, tenía mucha curiosidad.
Cuando la tarde llegó y todos esperaban con ansias a que los cazadores comenzaran a aparecer, nos permitieron descansar, así que con Sara fuimos a mi choza y ella me ayudó a decorarla mejor, a que todo se viera bonito. Ella tenía un muy buen gusto para ese tipo de cosas, sabía dónde y cómo colocar los objetos para que el lugar se viera más grande o bonito.
Oímos los cuernos de los guerreros que no fueron a cazar, ellos se encargarían de dar aviso cuando los primeros cazadores llegaran. Apenas si nos asomamos por la entrada para ver a algunos llegar con aves, venados o incluso con buena pesca. Los sabios de la guerra debían analizar la caza e interrogar a los cazadores sobre cómo y dónde consiguieron su presa.
Sara miró el cielo, comenzaba a atardecer, así que suspiró.
—El límite de tiempo es hasta que la oscuridad lo abarque todo —dijo en un susurro—. Cuando anochezca y ya no se vea color en el cielo es cuando se da fin a la cacería y se elige un ganador. Nuestros hombres tienen poco tiempo para llegar.
Salimos de mi hogar para poder ubicarnos junto a las demás mujeres, especialmente junto a Clara y Yamila, ambas con sus ropas de kumena y aprendiz. Yamila tenía una túnica rojo sangre con bordados y piedras incrustadas en mangas y salsa. Sin embargo Clara solo llevaba una túnica blanca cortada en la cintura por una faja roja, que caía a los costados de su cuerpo. Supuse que esos colores se debían a que aún no era una kumena, y el rojo era el color de las kumenas y aprendices, como el negro lo era en los sabios de la guerra.
—Ahí viene Kohnn —dijo Sara con emoción, casi temblando por este, pude ver su sonrisa alegre al ver a ese gran y atractivo hombre moreno cubierto de rojo por la sangre. Traía un lobo tras su cuello.
—¿Un lobo? —El tono de voz de sorpresa en Clara llamó mi atención—. Extraño en Kohnn...
—Él no quería ganar —aclaró Sara—. Solo quería divertirse, y lo hizo. Ahora tenemos una nueva piel.
Más cazadores comenzaron a llegar con diferentes cazas, algunos volvieron con las manos vacías y grandes heridas en su cuerpo, producto del peligro al cazar en situaciones complicadas. La música comenzó a sonar cuando casi todos los cazadores regresaron, pero no fue hasta que apareció Nundeh trayendo un gran jabalí que todos se acumularon en el centro. Las mujeres se pintaban las manos de rojo y se dedicaban a pintar las partes de piel que se podían ver en él, las que no estaban cubiertas por sangre.
—Un jabalí de territorio uobe... —susurró Clara.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y enseguida corrió hacia Nundeh, empujando a los demás. Lo tomó del rostro y apoyó su frente en la de él, con cariño, para luego darle un cariñoso beso en ambas mejillas. No llegué a oír la pequeña conversación que tuvieron, pero estaba segura de que ella le decía lo orgullosa que estaba de él.
Todos parecían sorprendidos por su caza, el ganador ya estaba asegurado, incluso Jhëron había tomado voz para empezar a nombrar a los ganadores al haberse oscurecido el cielo. Pero Jhëren aún no regresaba y la preocupación comenzaba a llenarme.
Jhëron hablaba en jhakae, por lo que Clara actuaba como traductora a mi lado. Nombraba a Nundeh como el campeón, era considerado por los sabios de la guerra como el mejor cazador de esa generación. Como segundo ganador estaba, por obviedad, Tonke, quien había regresado con un venado de cola blanca del territorio yaddak. El tercer ganador había sido Lottan, el hijo de Lokkan, quien había pescado una buena cantidad de salmones que tampoco pertenecían a estos territorios.
El vino fue servido, las danzas comenzaron, las guardianas se encargaban de entretener a los campeones, pero Jhëren no llegaba y sentía los nervios a punto de enloquecerme. Ya había destrozado mis uñas, Jhëren había perdido, si llegaba ya sería demasiado tarde como para contar, el premio mayor era de Nundeh. Por un lado me alegraba por él, por fin podría cumplir su sueño aunque fuera por dos días, pero por el otro estaba desesperada por el regreso de Jhëren.
El silencio comenzó a avanzar entre la gente, desde el bosque hasta el centro, eso produjo nervios en todos los demás y enseguida dirigí mi mirada para ver cómo dejaban pasar a un joven entre ellos. Su cabello blanco era sencillo de reconocer, Jhëren estaba pintado de gris y verde y en sus hombros llevaba una gran rama fuerte, donde colgaban varias aves que no podía reconocer.
—Ay, por la Luna... —Clara casi se cayó a mi lado y tuve que agarrarla enseguida. Temía que se desmayara, puesto que estaba demasiado pálida.
—¿Qué sucede? —le pregunté con preocupación, luego dirigí mi mirada a Jhëren, dedicándole una sonrisa.
—Necesito un poco de flor de nü, este chico me va a matar... —susurró Clara mientras abanicaba su rostro con las manos, estaba jadeante y comenzó a sudar demasiado.
La dejé al cuidado de Sara mientras corría hacia Jhëren, quien dejaba frente a los sabios de la guerra su cacería. Los ojos de los sabios estaban abiertos de par en par e incluso Jhëron parecía jadear de nervios, para luego estirar su mano hacia Jhëren y acercarlo a él. Se fundieron en un fuerte abrazo que no duró mucho, no gracias a Nundeh, que se acercó enseguida lanzando un puñetazo al rostro de Jhëren, le gritó algo en jhakae, pero Jhëren solo se rio y Nundeh siguió esa risa. Ambos se abrazaron con fuerza.
No podía acercarme a él, lo rodeaban los cazadores e incluso algunas guardianas, que le dedicaban esa señal de respeto que Nundeh siempre me dedicaba. Era un tumulto de gente, casi imposible de pasar, no pude ver mejor sino hasta que Jhïle comenzó a empujarlos con su lanza de liderazgo y se abrió paso entre ellos. Ella se acercó con el ceño fruncido a Jhëren, clavando sus pies en el suelo al pararse firme ante él. Jhëren no dudó en agachar la cabeza como símbolo de respeto a una líder, pero Jhïle le lanzó una fuerte bofetada al rostro que le dio vuelta la cara. Dijo algo en jhakae y Jhëren respondió en voz baja, por lo que ella volvió a darle otra bofetada.
—¿Qué sucede? —pregunté cuando por fin pude acercarme, mientras me colocaba junto a Jhëron y Nundeh.
—Jhëren llegó tarde... —aclaró Jhëron con un suspiro—, las sombras cubren el cielo, si hubiera llegado cuando los colores aún nos rodeaban, Jhëren sería el campeón.
—¿Solo por cazar esas aves? —pregunté, viendo la caza de Jhëren en el suelo.
—No es por los faisanes, mimi kujú... —susurró Jhëron. Colocó su mano en mi hombro y lo apretó un poco, pude percatarme de que estaba asustado—. Ha pintado su cuerpo para pasar desapercibido, eso es algo que hace un buen cazador. Y el faisán no pertenece a nuestro territorio, ni al uobe, ni al yaddak, el faisán pertenece a territorio dhakae...
Giré para ver a Jhëren, seguía con la cabeza gacha ante Jhïle, quien se mantenía firme y con el ceño fruncido, abofeteándolo. Él no se movía ni decía nada, y nadie hacía algo al respecto, no hasta que un inmenso hombre de cabello corto y blanco, al que reconocí como Jhöne, frenó la mano de Jhïle cuando estaba por golpear otra vez a Jhëren. Le dijo algo en jhakae pero Jhïle le gritó, liberando su mano de aquel agarre. Pude ver sus ojos verdes llenarse de lágrimas cuando regresó a ver a Jhëren, volvió a golpearlo una vez más y luego lo tomó del rostro para apoyar su frente en la de él.
—Mimi undele, mimi krasto —dijo en voz baja.
—Ya déjalo —gruñó Jhöne haciéndola a un lado, clavó su mirada en Jhëren y apoyó su mano en el hombro de él, con el ceño fruncido, para luego regresar a hablar en español—. Has traído honor al clan Jhümi, bien hecho, undele.
Jhëron me dio un pequeño empujón para que pudiera quedar frente a Jhëren. Me encogí de hombros cuando Jhïle giró hacia mí, ella apenas si me miró, pero antes de retirarse apoyó con suavidad su mano temblorosa en mi hombro sin decir nada, luego solo se alejó.
Cuando Jhëren giró hacia mí lo abracé sin pensar en nada más. No me importaban las reglas, tampoco los castigos, mucho menos la sangre que lo cubría, solo quería abrazarlo. Él estaba ahí, con vida luego de pisar tierra dhakae, luego de ir hacia los caníbales. Y entendí a Jhïle, porque yo tampoco podía dejar de temblar.
—Lo siento, Lena, Jhëren no llegó a tiempo —susurró al abrazarme—. Lo siento...
—¿De qué estás hablando? ¡Estás loco! —Me aferré más a él—. Tú barriste a todos estos inútiles, tú fuiste a territorio dhakae, ¿estás loco?
—Lena pidió que Jhëren gane, Jhëren fue en busca de lo mejor. Buena carne, buena cacería, territorio peligroso.
—Ahora ve a ver a Clara que casi le da un infarto al verte llegar con los faisanes.
Él se rio sin darle importancia al peligro al que se arrojó, y se alejó un poco para poder correr hacia Clara, quien se encontraba en el suelo ubicada junto a la kumena, aunque la palidez seguía en ella. Luego giré hacia Jhëron, quien me dedicaba una sonrisa.
—Jhëren no podrá ser considerado el campeón de forma oficial, ese puesto es de Nundeh —dijo al asentir con la cabeza de forma respetuosa—, pero se ha ganado el respeto de los jhakae. Lena, golpéalo de mi parte, fue una buena idea ir tras los faisanes, pero pudo haber sido encontrado por los dhakae y en este momento nos mandarían las sobras de su cuerpo. Golpéalo de mi parte, ¿sí?
—¿No está orgulloso de él?
—Lo estoy, yo también he cometido locuras para ganar e impresionar a la mujer que amaba, pero que yo cometiera locuras no quiere decir que desee que mis hijos también lo hagan. Al menos esto sirvió para demostrarle a Jhöne que podía traer honor a nuestro clan. —Giró hacia Nundeh y junto con los otros sabios le preguntaron algo en jhakae, su respuesta los hizo reír.
No sabía qué habían preguntado o qué había respondido Nundeh. Me alejé de ellos para regresar junto a Jhëren, Clara y Yamila, mientras que Jhëron hablaba en jhakae para las guardianas, todas ubicadas en fila frente a él.
—Interesante elección... —susurró Yamila con una risa—. ¿Tú sabías algo de esto? —le preguntó a Clara.
—No. Sabía que Nundeh quería ganar, pero nunca me dijo cuál era su deseo.
—Su único deseo es que esta noche y la siguiente una guardiana se siente a su lado y le sirva vino, solo eso. Ha desperdiciado su única oportunidad de cumplir un deseo —se rio Yamila al menear la cabeza con indignación—. Estos niños de hoy en día son bastante extraños.
Sonreí ante esos comentarios, sin dudas ninguna estaba enterada sobre el amor de Nundeh por Kalea, eso significaba que eran capaces de esconderlo bien.
Vi a las guardianas paradas una al lado de la otra con Jhëron frente a ellas, él hablaba en jhakae para dar el comunicado sobre el deseo de Nundeh. Por un rato las guardianas no dijeron nada, supuse que les sería una ofensa aquella propuesta irracional, pero Kalea dio un paso adelante y agachó la cabeza como señal de respeto mientras respondía también en jhakae. Jhëron sonrió y con su brazo señaló la dirección de Nundeh, ubicado cerca de la hoguera frente a los sabios de la guerra, un puesto de honor. Kalea no dudó en acercarse hasta allí para sentarse junto a él y servirle el vino durante esa y la siguiente noche.
—¿Qué sucede si una omana abraza a un uemane esta noche? —le pregunté a Yamila.
—Nada, hoy es un día de libertad, sin reglas. Mientras el uemane no le haga daño a una omana y no le falte el respeto, todo está permitido.
—De acuerdo...
No dije nada más y corrí hacia Nundeh, él enseguida levantó la vista para verme y me dedicó una sonrisa rebosante de alegría. Entonces me arrojé sobre él para abrazarlo con fuerza del cuello, y él respondió el abrazo con cariño, aferrándome como si me hubiera extrañado de la misma forma que yo a él. Me alejé un poco solo para tomarlo del rostro y mirarlo a los ojos verde musgo. El lado derecho de su rostro tenía las cicatrices que Dorotea le había dejado por mi culpa, y un molesto nudo comenzó a formarse en mi garganta. Su bonito rostro estaba marcado por mi culpa, por nuestra amistad.
Con tristeza deposité un cariñoso beso en su frente que lo hizo sonreír.
—Felicidades, mi pelirrojo —le susurré.
—Gracias, omana Lena —dijo con una sonrisa al apoyar su mano en mi mejilla y acariciar mi pómulo con su pulgar—. Nundeh la extrañó demasiado.
—También te extrañé, Nundeh. Me alejo de ti por tu bien, no quiero que Dorotea te haga daño.
—Dorotea hará daño igual —dijo Kalea con un chasquido de lengua—, Dorotea mala.
—Cuídese, omana Lena, haga feliz a Jhëren, merece mucho amor.
Asentí con la cabeza y me alejé de ellos para seguir a Jhëren. Y antes de alejarme pude ver la sonrisa en el rostro de Nundeh al extender su mano hacia Kalea para recibir el vaso de vino. Eran apenas unos pequeños roces que podían hacerse cuando ella servía y extendía el vaso, solo sus dedos se encontraban sobre la madera, pero estaba segura de que ambos lo disfrutaban al máximo.
Al estar cerca de los sabios y de las líderes debían intentar disimular su entusiasmo, pero esas sonrisas y esas miradas llenas de amor eran imposibles de ocultar.
Festejamos junto a Nundeh y los demás cazadores, era el día de los hombres y el olor a vino e incluso flor de nü fumada en pipa se olía en el aire. Luego de divertirnos junto a ellos Jhëren tomó una bota de vino y se alejó del centro, se dirigía a nuestra choza, así que lo seguí. Él fue muy felicitado por los demás, tanto hombres como mujeres. Demasiadas mujeres.
Cuando entré, él se encontraba de pie, limpiando la sangre y la pintura de su cuerpo con un trapo húmedo. Me ofrecí a ayudarlo y él no se negó, me permitió quitar poco a poco esa pintura.
—Tu padre me pidió que te golpeara... —le dije al limpiarle el pecho para librarlo de todos esos colores.
—¿Jhëron no orgulloso de Jhëren?
—Todos están orgullosos de ti, pero es tu padre y tenía miedo de que algo malo te sucediera... —Le pedí que se sentara para poder verlo a los ojos cuando le secaba el cuerpo con la toalla—. ¿Estás loco? ¿Qué hubiera hecho si te mataban?
—Lena sería libre —se rio él, como si todo solo fuera una broma.
—No es gracioso.
Vi un par de telas a un costado, sobre la cama. Las tomé con curiosidad y descubrí que eran dos fajas de mujer.
—¡¿Qué carajo es esto?!
—Dos omanas le dieron prenda a Jhëren.
—¡Para acostarse contigo, quieren que seas su amante! —chillé.
No tenía derecho a enfadarme pero me molestaba demasiado. Malditas perras. ¡Claro, lo ignoraron toda su vida y ahora que la arriesgó les parece sexy! Malditas infelices.
—No importa. Jhëren no piensa aceptar. Las quemaré.
Diciendo eso arrojó las fajas cerca de la pequeña fogata. Tal vez para quemarlos luego y no hacer una humareda.
—Puedes aceptar, si quieres —dije entre dientes, con un pinchazo en mi pecho—. Eres el mejor cazador y aún no estamos casados.
—Jhëren ganó para Lena. Fui a tierra dhakae por ti —dijo con una sonrisa.
—Jhëren, quería que ganaras pero tampoco para que arriesgaras tu vida de esa forma —Apoyé mi mano en su mejilla para luego darle un tierno beso en los labios.
—Pero no gané, Jhëren no cuenta como cazador fuerte.
—Para mí y para todos los demás sí, así que tú eres el ganador, tú eres el campeón. Tú eres el mejor cazador, y tú y yo teníamos un trato, ¿cierto? —Sonreí y volví a besarlo con cariño. Sentía los dedos de él en mi espalda, acariciándome—. ¿Quieres tu premio?
Él me miró en silencio, sin decir nada, solo se me vio fijo a los ojos. La habitación apenas estaba iluminada por un pequeño fuego bien cuidado en el lugar. Podía ver sus ojos verdes llenos de curiosidad, así que sonreí y desanudé la faja de mi vestido, eso pareció sorprenderlo. Dejé caer el vestido al suelo para luego dejar caer mi sostén de encaje, Jhëren enseguida me miró entera, su respiración se aceleró y quiso llevar una mano hacia mí, pero la dejó a mitad de camino.
—Hiciste juramento con líder blanca, Lena... —susurró, sin dejar de mirarme—, recuérdalo.
—Lo hice. Juré que no tendríamos sexo antes de nuestro lazo, jamás juré que no te tocaría o que tú nunca me tocarías —sonreí con picardía y él me miró con sorpresa—. Jamás dije que renunciaba a complacerte hasta el lazo, y aquí estoy, cumpliendo mi palabra y cumpliendo mi trato contigo.
Él miró la faja en mi mano y se la extendí para ver si la aceptaba, así como esas fajas horrendas de esas malditas a las que iba a golpear, cuando pudiera. La tomó con suavidad y llevó la faja café hasta sus labios, para darle un beso con los ojos cerrados.
Lo tomé de la mano, haciendo que recorriera con sus dedos temblorosos mi piel. Luego me senté sobre su regazo, lo besé con suavidad al acariciar su espalda para después recorrer con mis labios su cuello. Él parecía temblar ante cada toque, sabía que estaba tan ansioso por eso como yo, pero aun así se mostraba temeroso.
Lo incité a recostarse en la cama mientras acariciaba su pecho y su vientre marcado, dejando un beso en cada tramo de piel que me crucé, pero cuando quise bajar más, cuando comencé a besar su tatuaje tribal de seducción, él me hizo a un lado.
—No, Lena... —susurró, jadeante y con la dureza muy notoria en sus pantalones.
—Tenemos un trato, cumpliste tu parte ahora toca la mía.
Sin decir nada Jhëren giró y se ubicó sobre mí, para besar mi cuello y acariciar mi cuerpo. Comenzó a rozar sus labios por mi pecho, dibujando círculos en mis pezones hasta erizarme la piel. Luego descendió por mi vientre, de una forma tan suave que me estremeció, hasta llegar a mi ropa interior.
—¡Teníamos un trato! —le dije cuando traté de correrlo.
—No trato.
Acto seguido se deshizo de mi ropa interior y se dedicó a sumergirme en un mar de alegría y goce. Era increíble cómo alguien sin algún tipo de experiencia podía actuar como si lo supiera todo, sabía qué tocar y cómo hacerlo, lo que terminaba por volverme loca por completo. Mordí mi mano para no efectuar sonido alguno, lo que menos deseaba era que entrara alguna guardiana a ver qué estábamos haciendo, aunque con todo el sonido que había en el exterior era difícil que pudieran percatarse.
Con sus labios y lengua húmeda se encargaba de llevarme al cielo, mientras que con sus manos acariciaba con suavidad mi vientre hasta llegar a mis pechos. Me estaba volviendo loca, se sentía tan bien. Lamía y chupaba mi clítoris con una habilidad, mientras me estimulaba con sus dedos como un experto. Pero en el mismo instante en que sentí que la magia de Jhëren me haría llegar a la cima, cuando mis músculos estuvieron apunto de contraerse por la cercanía del orgasmo, él se alejó y aferró mis piernas con fuerza. Tal vez demasiada fuerza.
—Promete que nunca más lo harás —dijo con una mirada decidida.
—¿Qué? ¿De qué...?
—¡Promételo! —Frunció el ceño, presionando más—. No dejaré que Lena llegue al máximo a menos que jure que nunca más le hará eso a Jhëren. Yo soy todo lo que necesitas, no necesitas nada más. Tú eres mía, tienes prohibido hablar con otros uemanes.
—¿Tuya? —Lo pateé en el rostro al alejarme de él, una buena forma de arruinar todo el momento—. ¿Qué diablos te pasa? ¿Tú en serio eres de la clase de novio maniático, celoso y posesivo? ¡Porque yo no quiero eso en mi vida, no otra vez!
—¡Júralo!
—¡No pienso jurarte nada! —chillé mientras abrazaba mis propias piernas. Sentía mucha angustia y mis ojos llenarse de lágrimas—. ¡Yo te trato como a un igual, no vengas tú ahora a tratarme como si fuera un objeto! ¡Como si fuera inferior!
—¡No te trato como si fueras inferior!
Me encontré temblando. Mis brazos y piernas temblaban con miedo, con los recuerdos en mi mente. Los recuerdos de Francis.
—¿No me harás acabar hasta que te jure que seré fiel, soy tuya, tengo prohibido hablar con otros hombres? ¡No, gracias!
—No es... Lena... —Quiso tocarme pero lo corrí enseguida.
—¡No me toques!
Cubrí mi cuerpo con la manta tejida que me hizo Sara, no quería que él siguiera viendo mi cuerpo. No si pensaba tratarme de esa forma, como si tuviera poder sobre mí, como si solo fuera un objeto, una cosa a la que podía dominar con el sexo o con poder. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas y no tardaron mucho en resbalar por mi rostro una a una, sentía demasiado dolor.
Estaba temblando, por eso cuando Jhëren se acercó a mí retrocedí, como si en vez de ser él fuera mi ex.
—Lena... —Jhëren se sentó a mi lado, tomó en sus manos la bota de vino y bebió un trago largo, para luego extenderme un poco—. Bebe...
—Déjame...
—Dime qué pasa.
—¡Yo también tengo problemas de autoestima! —chillé—. ¡Yo también me veo al espejo y pienso en lo horrible que es mi cuerpo! Yo también crecí rodeada de burlas, ¡y aun así jamás te traté como si fueras menos que yo! ¡Jamás! —Abracé mis piernas otra vez, escondiendo mi rostro entre las rodillas—. No me trates como a una cosa...
—No te trato como a una cosa, Lena, solo era un juego.
—¡Un juego es si ambos están de acuerdo, no si uno de los dos está de acuerdo! Eso es abuso y no me gusta. Si ambos hubiéramos estado de acuerdo no habría problema, pero no... No fue un juego, Jhëren, en verdad estabas tratándome como una posesión.
—Lena, te amo —Sentí su mano en mi cabeza, me daba pequeñas caricias que luego bajaban a mi espalda—. En verdad te amo, no quiero perderte, lo siento... Solo quería demostrar... Jhëren quería demostrar que no necesitas nada más, que yo puedo complacer a Lena como desee...
Lo miré a los ojos verdes tan llenos de dolor como de culpa. Él no conocía mis miedos, nunca se lo había dicho. No sabía por qué estaba así de asustada.
—Hace unos años... —susurré, sin salir de mi escondite de piernas—, cuando tenía dieciséis tuve mi primer novio, fue el primero en verme como a una mujer y no como una niña. A los diecisiete le di lo que creí que era lo más importante en mí, que era mi virginidad. Al principio era todo lindo, pero... pero luego él se convirtió en esto. «No te dejaré acabar si no prometes que serás mía por siempre», «tú eres mía, solo mía», «tienes prohibido llamar a tus amigos», «no te dejaré acabar si no me dices dónde estuviste el viernes»... Y tú no sabes lo horrible que es, lo horrible que se siente que tu pareja te trate tan mal, como si no valieras nada. Tú no sabes lo horrible que es tener miedo de decir o hacer algo equivocado, porque temes que tu novio te haga daño. No lo sabes porque yo jamás lo he hecho contigo, ni lo sabrás porque nunca te lo haría a ti.
Jhëren me abrazó, a pesar de que intenté correrlo él no dejó de aferrarse a mí, terminé por deshacer el nudo de piernas que había utilizado como escondite y me aferré a su pecho. Lloré en él porque me recordó tanto a aquellos días oscuros.
—Lo siento... —susurró Jhëren, su respiración se aceleraba más—. Lo siento, Lena, no me siento bien... Jhëren... tiene miedo, tengo miedo, no quiero perder a Lena, no quiero que Lena deje. Tengo tanto miedo...
Me aferré más a él y seguí llorando, al igual que él. Sus cálidas lágrimas acariciaban mis hombros, para luego recorrer mi espalda desnuda.
—Nunca quise hacerte daño, Jhëren, nunca... —le susurré y él me acarició la espalda.
—Lo sé, tampoco quise lastimar a Lena... Lo siento. —Tomó mi mentón con sus dedos para que pudiera verlo a los ojos verdes ahora tristes—. No sé qué me pasó, tenía miedo y... Lo siento, no veo a Lena como menos, Lena es mei omana, mei kujú, mei Khuri. Lena es mi vida.
—Y tú eres mei Khumé, mei estúpido Khumé...
—¿Me perdonas? —preguntó al acariciarme el rostro con cariño.
—¿Tú me perdonas?
—Claro que sí, mei Khuri... —Apoyó su frente en la mía, aún derramaba un par de lágrimas así que apoyé mi mano en su rostro, secando algunas de ellas—. Tenía miedo... No quiero perderte.
—No me perderás, no si eres el mismo Jhëren de siempre —susurré al acariciar su rostro.
—Jhëren no quería arruinar el día, solo... Tuve miedo —Me miró con sus ojos aún húmedos—. Pero Lena, sí sé qué es tener miedo. No de ti, nunca de Lena, sí de mei oddamae.
Asentí con comprensión. Era un jhakae, claro que conocía la violencia. Tal vez no en la pareja porque jamás le haría pasar eso, pero sabía lo que era en otros ámbitos.
Me recosté, aún muy triste y el se recostó a mi lado para poder mirarme a los ojos mientras me acariciaba el rostro. Sabía que él se sentía culpable por haber actuado de esa forma violenta, además de sus celos también había bebido bastante vino, y yo me sentía mal por los recuerdos.
Me acerqué a él hasta abrazarlo, olía a vino y un poco a sangre por su cacería, pero necesitaba sentirlo cerca. Aún me sentía triste y continuaba con un gran nudo en mi garganta. Luego de un rato Jhëren me alejó un poco solo para capturar mis labios y besarme con suavidad, sabía a vino al igual que yo. Comenzó a acariciar mi espalda con delicadeza. Sus labios se sentían cálidos al igual que su lengua, moviéndose de forma armoniosa, conseguía distraerme con facilidad, conseguía todo de mí. Y poco a poco nuestra tristeza fue desapareciendo, porque solo queríamos estar pegado al otro.
—Jhëren... —susurré al separarme un poco de él, quien me miraba con intensidad—. Baila para mí.
—¿Qué? —preguntó con sorpresa.
—Quiero que bailes para mí...
Él sonrió con alegría, como si hubiera encontrado por fin las palabras adecuadas para hacerlo sentir mejor. No dudó en ponerse de pie, aprovecharíamos la música que se oía en el exterior. Parecía algo más nervioso que la primera vez que bailó para mí, quizás por el hecho de que ahora estaba solo y mis ojos estaban fijos en él.
Esperó un poco a que la música se pusiera en buen ritmo y entonces empezó a bailar, primero hizo esos pasos pisando delante y atrás de su pie fijo, dando algunas patadas al aire al girar, de forma armoniosa. Y cuando llegó al suelo me acerqué más, quería verlo de cerca así que me senté frente a él cuando comenzó a hacer esos movimientos con su cadera, en ondas sensuales.
La primera vez que lo había visto me había parecido sexy, pero ahora, en ese momento, me parecía lo más ardiente del mundo.
Estiró sus manos hacia mí y las llevó hasta su abdomen. Él seguía moviéndose de esa forma ondeante y me hacía acariciarlo con los dedos por toda la extensión de sus abdominales hasta rozar su tatuaje. Eso ya era demasiado para mí. Ya no había tristeza, lo quería a él. Quería a ese hombre.
Jhëren se acercó un poco más y me rodeó con los brazos para luego besarme, primero con suavidad y luego fue aumentando la intensidad, la pasión. Lo alejé un poco para ponerme de pie lentamente. Él no dudó en escrutarme entera, se detenía a admirar cada parte de mi cuerpo.
—Juguemos a la omana y el uemane, ¿sí? —dije con una sonrisa que lo hizo reír—. Tú te recostarás en la cama y dejarás el resto a mí.
Jhëren no respondió, pero enseguida se recostó en la cama esperando que hiciera algo. Me acerqué a él sin decir nada, para luego ubicarme sobre él y besarlo en los labios. Quería que me deseara de la misma forma en que yo lo deseaba a él, así que rápidamente comencé a besarlo en el cuello y con suavidad en la nuez de Adán, eso pareció enloquecerlo porque enseguida me aferró la espalda con fuerza, apretaba sus dedos a mi piel, por lo que seguí besando todo en él.
—Lena... Juramento —dijo con un jadeo.
—Nos casaremos en dos días, dime cuál es la diferencia —susurré al liberarlo de mis labios—. ¿Acaso no me deseas como yo a ti?
—Te deseo tanto, pero no es correcto...
Volví a besarlo mientras llevaba mi mano por su vientre hasta su tatuaje, liberando esa deliciosa erección de sus pantalones prisioneros, y allí él gimió por lo bajo cuando lo aferré y moví mi mano con suavidad para complacerlo.
—Te amo —susurró.
—También te amo, quiero demostrarte todo lo que consigues en mí —susurré contra su piel y eso pareció enloquecerlo más.
—Ah, Lena —jadeó al arquear su espalda, tembloroso—. Juramento.
—Me cago en ese juramento de mierda.
No puso objeciones, se dejó llevar por las nuevas sensaciones que le provocaba, y así fue como terminé ubicándome sobre él. Jhëren arqueó su espalda ante el primer contacto, ante su primera vez. Entonces comencé a moverme con suavidad, admirando sus hermosos gestos de placer. Él recorría mis caderas con sus manos, acariciaba mi cintura y mis pequeños pechos, para luego sentarse y atrapar mis labios en un beso.
Quería más, lo quería a él. Disfruté de sus labios y de la deliciosa fricción que me llegaba a la gloria. Muy pronto él terminó por explotar y reprimir un gemido para que nadie pudiera oírnos. Sin embargo Jhëren no se quedó conforme con eso y enseguida nos giró, se ubicó sobre mí y comenzó a moverse, danzando como antes pero esta vez en la cama.
Jhëren conseguía hacerme sentir cosas maravillosas, tuve que morderle el hombro para evitar que en el exterior nos escucharan ante cada una de sus embestidas, y más aún cuando llevó su mano hacia mi clítoris. Mordí su hombro porque no quería que interrumpieran nuestro momento, nuestro primer momento.
Cuando sentí que llegaba al éxtasis y mis músculos se contrajeron, para luego relajarse, Jhëren se apartó de mí. Se recostó a mi lado, jadeante y con una enorme sonrisa en su rostro. Enseguida volvió a besarme, acariciaba mi cuerpo y me hacía erizar la piel con cada toque.
—¿Drach? —susurró, sin dejar de acariciar mi piel y besar mi cuello.
—¿Quién diablos es Drach? —jadeé.
Necesitaba saber con urgencia qué enseñanzas le daban los sabios de la guerra, porque por Dios, jamás había tenido un orgasmo tan intenso.
—¿Qué te enseñaba tu padre? —susurré al abrazarlo y apoyar mi cabeza en su pecho, la cual él acariciaba con cariño.
—Jhëron y Nihuo enseñar a tener paciencia, a observar gestos y saber qué gusta y qué no. Ellos enseñar que debemos ser pacientes porque complacer a una omana no ser trabajo fácil... —jadeó y luego comenzó a reír—. Lo siento, no soy bueno... Lena tendrá que enseñar más.
—Estuviste más que bien, estuviste perfecto —susurré y lo besé con cariño en los labios—. Aunque me gustaría que hubiera condones por acá...
—¿Qué es eso?
—Es para evitar embarazos...
—Ah, pero hay infusiones, Clara tiene plantaciones —dijo al besar mi frente—, suelen usarlo omanas que no desean más hijos... Puedes pedirle a Clara y poder practicar siempre, quiero hacer esto contigo por siempre —susurró.
—Oye, tranquilo, vaquero. Recién empezamos —me reí—, hay que dar tiempo a que el cuerpo se recomponga.
—Te amo... —volvió a susurrar, besando mi cuello. Este muchacho era incansable, parecía que seguía queriendo más—, mei Khuri.
—También te amo, mei Khumé.
Nos cubrí con la manta y me aferré a él, enredando mis piernas con las suyas, tan suaves. Sabía que los hombres se depilaban casi por completo por varios motivos, coquetería y salud, para evitar infecciones al cortarse. Su piel era mucho más suave que la mía.
Volví a besarlo y me recosté apoyada en su pecho, durante un buen rato él acarició mi cabello y mi espalda, susurrándome cosas bonitas al oído, pero luego se quedó en silencio y comprendí que se había quedado dormido. Había recorrido grandes tramos de distancia para poder tener una buena cacería, había arriesgado su propia vida al acercarse al territorio dhakae, más el vino en su cuerpo y una dosis de placer, no era para menos que se quedara dormido. Su sonrisa en el rostro me llenaba el alma, así que lo besé con cariño y cerré los ojos para dormir con él.
Era cierto que en esos dos días de cacería los hombres jhakae podían cumplir sus sueños, sin miedo a reglas. Nadie vino por nosotros, y pudimos disfrutar de la compañía del otro.
Khumé: Nombre del héroe guerrero que tocó la luna.
Khuri: Luna, diosa de la sabiduría, la belleza y la fuerza.
Krasto: Inútil, fracasado.
Kujú: Veloz, pero se le llama así a los conejos.
Kumena: Sabia.
Mimi: Algo pequeño.
Omana: Mujer, pero como rol social, equivalente a una Ama.
Undele: Hermano. (Mimi undele: "Hermanito").
Uemane: Hombre, pero como rol social, equivalente a esclavo.
Por acá dejo un dibujito que hice en Paint hace años, a base de un comentario de Mely Mely xD
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