¿Qué está pasando?
Decidí llevarle a clase al día siguiente, pero había un problema, ¿dónde dormiría? Lo pensé durante un rato. En mi habitación... Quizá.
Bajé a por un saco de dormir y lo subí a mi habitación. Me daba miedo dejarle solo en mi habitación sabiendo lo que podría hacer. Miró el saco y arrugó la nariz. Admito que era un gesto adorable.
-¿Algún problema?-le dije.
-¿No hay camas?
-Sí, pero no quiero que mis padres te vean.
-Ya. Y... ¿Por qué?
-Me preguntarían quien eres y no podría explicarles que eres un chico que...-me detuve, sacudí la cabeza.
-¿No puedo...?
-¿Qué?
-No, no voy a dormir contigo.
-No sé como tomarme eso.
-Tómatelo como: Necesito espacio personal.
-Oh, sí. Es verdad. A Di Angelo no le gusta el contacto físico.-me burlé.
-Muy graciosa.
-No, en serio. Te tengo que llevar a clase mañana. Espero que no te importe.
-Bueno... Será raro pero... Vale.
-¿En serio?
-¿Ir a clase? No, no quiero ir. Odio matemáticas.
-¿Crees que yo no?
-Me da igual, no iré.
-Deja de comportarte como un crío.
-¿Y si lo hago?
-Yo... ¡Te vendrás conmigo quieras o no!
-¡No quiero!
-Te secuestraré si hace falta.
-Ya, claro.
-¿Y si te digo que en el descanso podrás ir a las Sombras y te dejaré en paz?
Me miró un poco y le reté con la mirada. Relajé la expresión e hize un puchero.
-Porfaaaaaaa.
-Está bien.
Grité de alegría y me lanzé a abrazarle. Me apartó rápidamente y reí nerviosa. Tenía muchas ganas de que mis amigas le conocieran.
Durante la noche no pude evitar mirarle de vez en cuando. Era tan adorable dormido...
Me dormí poco a poco.
Desperté gracias al ruido del despertador. Me estiré y bajé la mirada. Miré al chico tirado en medio del suelo. No había sido un sueño.
Me vestí rápidamente e intenté despertarle. Le zarandeé un poco, pero como temía era inútil. Le zarandeé más fuerte.
-¡Despierta pedazo de vago! ¡Hay que ir a clase!-grité en su oído.
Abrió un ojo poco a poco y sonreí. Se frotó el ojo con el dorso de la mano y tiré de él para levantarle. Se puso en pie con mi ayuda.
-Vamos.
Nos preparamos para ir. Por suerte, ni mis padres ni mi hermano le habían visto. Salimos de casa y tomamos otro camino hacia el instituto.
-Cuando lleguemos te presentaré a alguien.
-Ah, ¿sí?
-Ajá.-asentí.
-Espero que no estén tan locas como tú.
-Que simpático eres.-dije irónica.
-A que sí.
Le saqué la lengua burlonamente y sonrió.
Me detuve antes de entrar en el instituto. ¿Cómo iba a entrar si él no estaba matriculado en el instituto?
-¿Qué pasa?
-No estás matriculado en el instituto.
-Déjamelo a mí.
Echó a andar delante de mí y la portera le detuvo.
-No puedes entrar.
-Sí que puedo.
Ví como una niebla salía de sus manos y como la mujer cambiaba de expresión.
-Pasa.
Entré tras él corriendo y le miré. Sabía perfectamente lo que había hecho.
-Has usado la Niebla, ¿verdad?
-Sí. ¿Cómo lo sabes?
-Intuición.-me encojí de hombros.
Subimos a la clase y me sorprendí en cuanto ví a mis amigas.
Fuí hacia ellas corriendo, dejando atrás a "el problema".
-Chicas, no vaís a creer lo que me ha pasado.
-Ni vosotras.-dijeron a la vez.
-¿Quién lo cuenta primero?
-Claire.-dijeron las tres.
-Vale, pero creedme, lo que os voy a contar es verdad.
-¡Cuenta!
-¿Habeís visto el chico que ha entrado conmigo?-asintieron- ¿A quien se parece?
-A...-empezó Lauren
-¿Es...?-dijo Sophie.
-Podría ser....-dijo Paula.
-Sí, es Nico.
-Oh.
Ninguna de las tres parecía sorprendida, ni mucho menos.
-¿No os sorprende?
-La verdad es que no.-dijo Sophie.
-¿Y eso?
-Tan solo mirad al chico rubio.
Las tres miramos hacia el chico rubio. Cuando se giró, pude ver sus ojos azules y sus numerosas pecas.
-Soy yo... ¿O se parece a Will?-dije sin apartar la vista del chico.
-Es que es Will.
-Vale... El moreno y el rubio a su lado, tan solo mirad.-dijo Lauren.
Me giré hacia allí de nuevo. Uno de ellos tenía el pelo moreno rizado y unas orejas terminadas en punta. El otro era rubio y también tenía ojos azules, llevaba unos pendientes de color verde esmeralda.
-Chicas... ¿Qué está pasando?
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