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La reina del cielo

Claire's POV

Cuando la noche tocó a su fin, dando paso a su antagonista el día, bajé al jardín para poder pensar de claridad.

Eran las seis de la mañana, el sol estaba asomando tímidamente en el horizonte, mostrando su luz levemente, aunque con esa potencia que lo caracteriza de ser el astro rey.

Me senté en la hierba, mojada por el rocío de la mañana. Pero el frío leve de las pequeñas gotas de agua me sentó bien para volver un poco a la realidad.

Sonreí al sentir la suave brisa acariciarme dulcemente, salir al jardín había sido buena idea.

Cerré los ojos tumbándome intentando que fuera de una forma despreocupada, pero no lo conseguí.
Pensé en la batalla, estaba muy, muy cerca. Demasiado. Temía perder a alguien, puesto que todos eran como una familia para mí.

Sabía el poder con el que nuestro enemigo contaba, y tenía miedo.

Miedo de perder a quienes quería, miedo a luchar en vano, miedo a la impotencia, miedo a la derrota, pero sobre todo...

Miedo a la muerte.

Mentiría si dijera que en aquel momento estaba tranquila, es más, tenía mucho miedo a morir.

Al fin y al cabo, es el miedo de todo ser humano.

Pero se suponía que me había enfrentado a la muerte más veces, ¿No es así?

Se suponía que yo era Claire Evergreen y era una semidiosa que lucharía hasta la muerte, sin temerla, solo enfrentándola en un duelo.

Pero en ese momento me sentía muy humana, sin poderes, sin armas... Sin valor, sin valentía.

"Tienes que luchar, Claire" me dije a mí misma mentalmente "Si no lo haces, ellos morirán. Y sabes que no podemos rendirnos."

Por supuesto, no me rendiría, no me daría por vencida, en ningún momento. Seguiría adelantado, aún con el miedo atormentándome con sus siniestros susurros en mis oídos.

Si la muerte estaba cerca, daría la cara, por ellos y por mi propia cordura.

-¿Qué haces aquí tan pronto?-alguien se sentó a mi lado, abrí los ojos al escucharle, de nuevo, era Keith.

-Necesitaba pensar-dije a modo de respuesta, aunque en realidad lo había hecho para que nadie dentro de la casa me viera llorar.

Alzó la mirada hacia el cielo, aún recorrido por alguna que otra estrella.

-Tú has estado cerca de ellas, ¿cierto?-me incorporé mencionando las estrellas.

-Sí, supongo. El espacio es muy grande.

-Demasiado, es infinito.

-Pero es mejor ver las estrellas desde aquí.

Le miré en busca de respuestas, ¿Por que se verían mejor desde la tierra? Debía ser al revés, ¿No? En otros planetas debía ser más hermoso.

-Aquí puedes tumbarte despreocupadamente en la hierba y observarlas sin temer quedarte dormido. En cambio, en otros planes, debes estar alerta, el imperio ha conseguido que el simple hecho de observar las estrellas fuera peligroso.

-Bueno, además, tenemos nuestra Vía Láctea. Eso no se ve desde planetas a millones de años luz.

-O la Luna... No hay una igual en ninguna otra parte del universo.

-La reina del cielo.-susurré mirando el gran astro.

-Sí, como la nuestra no hay una.

Ambos observamos la Luna en silencio, a solas con nuestros propios pensamientos.

Me pregunté que estaría él pensando, pero cambié de idea cuando la imagen de su león rojo me vino a la imaginación, sacudí la cabeza y volví a mis pensamientos.

Quizá no éramos tan diferentes unos de otros, al fin y al cabo todos habíamos sufrido.

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