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Entonces déjame y no vuelvas a hablarme.

-Zarkon no puede estar aquí.-dijo Shiro negando con la cabeza repetidamente.

-No es una posibilidad, seguramente sea la verdad, Zarkon está cerca y planea atacarnos.-advirtió Darks.

-Pero... ¿Qué haremos sin nuestros leones?-dijo Keith- No podemos vencer sin ellos, además... Sin Voltron no podremos hacer nada contra él.

-Tendremos que unirnos todos.-dijo Darks más serio que nunca.

-Eso me preocupa.-dijo Shiro en voz baja- ¿Y si no podemos vencerle entre todos?

-Lo haremos.-le tranquilicé poniendo mi mano en su brazo (porque no llegaba a su hombro)- Pero primero tenemos...

-Que encontrar a Lance, Hunk y Pidge.

-Pero... Pidge es... Chica.-dije lentamente.

-Sí, ¿Y?-alzó una ceja el oji-azul.

-Que las chicas no suelen...-sacudí la cabeza - Da igual, confiemos en el destino.

Keith y Shiro salieron en busca de sus compañeros paladines mientras Darks y yo esperábamos su regreso.

Nos sentamos ante el instituto, mirando el edificio. Observé la estructura melancólica, recordando todo lo que había pasado allí dentro.

Buenos y malos momentos.

Peleas y perdones.

Amigos y enemigos.

Suspiré pesarosa, creo que Darks advirtió mis pensamientos, porque puso una mano sobre la mía.

-Eh, algún día volveremos ahí dentro como dos estudiantes, ¿Sí?

-¿Por qué no me dijiste que pensabas que uno de los últimos enemigos saldría junto con los chicos?-le eché en cara algo malhumorada.

-¿A qué viene eso ahora?

-A que no confías en mí lo suficiente.

-Confío en ti, pero no te lo conté porque quiero protegerte.

-La ignorancia no me protege, me hace vulnerable.

-No si te protejo.

-Sí, si lo que haces es ignorar el hecho de que puedo defenderme sola.

-No es lo mismo un monstruo que un Galra armado hasta los dientes que puede matarte con la facilidad con la que se aplasta una hormiga.

-No tiene gracia.-bufé apartando mi mano.

-No bromeaba.

-Eso parecía.-aparté la mirada.

-A mí me parece que te estás comportando como una niña.

-Solo estoy diciéndote que me duele que creas que no puedo defenderme como tú.

-Eres insoportable cuando estás así, ¿Lo sabías?

-No, ¿sabes por qué?-esperé unos segundos, mirándole fijamente- Porque nunca me dices nada.

-Intento...

-Mantenerme al margen.-terminé su frase- Soy una semidiosa, tan poderosa o más que tú, Sombritas. Así que espero que la próxima vez, pienses dos veces antes de elaborar teorías sin saber nada, porque sin mí, ahora estarías buscando a los paladines sin saber siquiera quienes son.

-¿Crees que eres necesaria para esto?-dijo en un tono amenazante- Puedo hacer esto sin ti. Si te he traído ha sido porque has querido.

-¿Puedes hacerlo solo? Lo dudo mucho. ¿Quién ha sido la que ha adivinado quienes eran los nuevos?

-¿Quién crees que se ha dado cuenta de que un alien púrpura nos va a atacar?

-Ni siquiera sabes quién es, pedazo de idiota.

-No, no lo sé. Pero no te necesito a ti para averiguarlo.

-Está bien.-me puse en pie- Si no me necesitas, me iré. Pero no vuelvas a pedirme ayuda.

-Descuida-escupió las palabras- No lo haré, princesa.-añadió lo último en un tono de burla.

-Y ni se te ocurra volver a casa, no eres bienvenido.-le di la espalda, evitando mirarle y arrepentirme de mis palabras.

-Mejor, buscaré un lugar donde vivir con los chicos. Será mejor que convivir con una ególatra como tú.

-Te odio.-solté de improviso con voz grave.

-No sé por qué te pedí salir conmigo, estaba mejor sin ti. Ser novio tuyo tan solo me ata a ti, no me permite ser libre.

-¿Quieres ser libre?-dije intentando no parecer dolida por la sinceridad de sus palabras- Entonces déjame y no vuelvas a hablarme.

-Está bien, pero esto te lo has buscado tú sola.

-No quiero volver a verte, Nico. Nunca más.

-Ni yo a ti, así que lárgate de aquí antes de que decida donde clavar mi espada.

Apreté los puños viajando por la luz hasta el jardín tras mi casa, donde comencé a golpear con los puños el tronco del roble.

Grité de rabia, pero acabé sollozando.

¿Que acababa de hacer?

¿En serio acababa de dejar al amor de mi vida por una discusión?

Le odié a él, pero, sobre todo, me odié a mi misma.

¿Cómo podía ser tan idiota?

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