8. El largo camino a casa
Comencé a hablar antes de que el silencio se llenara de suficiente incomodidad como para que no pudiéramos respirar.
—Bien, pasó algo muy divertido—comencé con ánimo—. Acabamos de encontrarnos, y comenzamos a caminar juntos —Peter me miró confundido ante mi obvia omisión de detalles, pero no me corrigió— y, pues—me reí con nerviosismo—, Peter te contará el resto.
El se volteó hacia mí, primero sorprendido y luego ofendido.
—Nos perdimos—dijo, quedo.
Le mandé una sonrisita de disculpas, pero no supe si la comprendió o no.
Samantha me miraba de manera muy particular, como si yo fuera un mapa entre sus manos, pero estuviera en un lenguaje que le enseñaron hace mucho tiempo, un lenguaje que debería saber pero no recuerda. Sacudió su cabeza, como intentando quitarse algo del cabello. No preguntó por qué estábamos cubiertos en pintura.
— ¿A dónde necesitan ir?
—A casa—fue lo primero que se me ocurrió decir. Luego recapacité en cuan tonto sonaba—. Al centro.
Samantha hizo lo que pareció un intento de silbido, pero ningún sonido salió de entre sus labios. El temblor que percibí a mi lado me advirtió que Peter estaba conteniendo la risa.
—Están lejos de casa.
—Lo sabemos—dijo Peter, con esa sonrisa que me causaba querer golpearlo. Esa sonrisa de "soy lindo y popular y lo sé todo".
Tan Han Solo. Lo único que podría hacer para recibir mi perdón en este momento sería besar a la rubia, pero eso no iba a pasar, así que solo decidí callarme y observar.
—Bueno—Samantha atrajo su bicicleta hacia su cuerpo, y tomándola por el manubrio comenzó a caminar—, síganme.
Trastabillaba un poco, y se apoyaba en la bici para disimular su falla al caminar, pero no parecía darle mucho resultado. Ella estaba del lado de la acera, con su vehículo hacia la calle. Luego estaba yo y Peter a mi derecha.
Lo más sigilosamente posible, logré moverme hacia un lado, dejando a Peter entre nosotras dos. Que se arreglen ellos, yo ya hice mi buena acción del día.
Un poco de silencio por aquí, un poco de silencio por allá, y Peter rompió el hielo:
— ¿Por qué siempre vistes de negro?
Samantha ni siquiera lo miró.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro de que siempre visto de negro?—contraatacó.
Touche. Esa es mi pequeña.
—Bueno—el chico se tocó la nuca, algo incómodo—. Vamos a la misma escuela, te veo a veces por los pasillos— si, si. "Te veo a veces por los pasillos". Ya bésense —. Ahora que lo pienso, siempre te recuerdo de negro.
Un rosa, muy suave, tan suave que pudo ser mi imaginación, se posó en las mejillas de Sammy. Llevé a cabo un baile de victoria mental.
—Me hace sentir segura—dijo la chica después de una pausa larga—. El color negro es como un refugio. Ayuda a fundirse con la multitud, en la oscuridad.
—Solo otra sombra más—agregó Peter, con la mirada perdida. Probablemente estaba en su faceta poética.
—Así es—suspiró la rubia.
Los observé mientras caminaban pacíficamente lado a lado. Así que este es el sentimiento de ser el que sobra. Si tuviera que describirlo diría que es como ver una parte muy íntima de una película, como si no te correspondiera estar ahí, pero debes porque no tienes a dónde ir.
Bueno, yo tengo toda una ciudad para perderme y darles espacio, así que en la siguiente esquina me desvié hacia la derecha, agradeciendo ver un cartel familiar. Llevábamos rato caminando, ya era hora de comenzar a divisar cosas conocidas. Ahora sé dónde estoy y hacia donde tengo que ir.
— ¡Espera!— Maldición. Me considero sigilosa, pero parece que no lo suficiente. Peter corría en mi dirección— ¿A dónde vas?
—A casa—respondí en tono cansado. Ya había tenido suficiente encuentros y desencuentros por el día. Cayla me asesinaría el lunes y debía prepararme. Necesito un lindo ataúd.
—Te acompaño—ofreció, metiendo sus manos en los bolsillos. Estaba cubierto en pintura, despeinado y obviamente cansado. Comenzaba a oscurecer.
—Mejor deja que Sammy te enseñe por dónde ir, ya se tomó el trabajo de guiarnos hasta aquí...
—Sé por donde tengo que ir.
Miré por encima de su hombro. Samantha lucía incómoda. Apenas notó que la observaba, me hizo un gesto con la mano y se subió a la bicicleta. Asentí en su dirección, dándome cuenta que ella deseaba irse con urgencia. La rubia desapareció en el siguiente cruce de calles.
Volvimos a dónde empezamos. ¿Por qué es tan difícil emparejar a alguien?
—Está bien, vamos.
Mi remera blanca representaba una obra abstracta moderna y no quisiera mirar mi pantalón.
Peter lucía recién salido de una sesión fotográfica con una temática bien planeada. Aún en su desastre lucía como un supermodelo. Y yo como una niña de cuatro años que se escapó de su espacio artístico.
Ya. Hace tiempo decidí que las apariencias no importan. No romperé mi propio lema.
— ¿Por dónde tienes que ir para llegar a tu casa?—pregunté, harta de debatir conmigo misma.
—Tenía que doblar a la izquierda en la calle anterior—respondió.
Me detuve.
—Entonces, ¿a dónde estás yendo?
Peter me miró como si la respuesta fuera clara.
—Dije que te iba a acompañar a casa.
—Sí, pero no te referías hasta mi casa específicamente, ¿no?
Él miró alrededor, no entendiendo cual era el gran problema.
—Exactamente a eso me refería, sino no lo hubiera dicho—la obviedad en su voz me hizo sentir tonta, algo a lo que no estoy acostumbrada.
—No es necesario. Puedes ir a casa si quieres—le dije. Hay algo en mi estómago que me incomoda. Como cuando una película da un giro no agradable en su trama. No se sentía correcto.
—Está oscureciendo, es peligroso que camines sola a estas horas—respondió simplemente.
No dije nada y continué avanzando. Estaba contrariada. Él tenía que acompañar a Samantha no a mí. Yo soy el hada madrina, el narrador testigo. No debería recibir tanta atención por parte del protagonista.
Divisé mi hogar a la distancia, ansiosa por escapar de esta situación errónea. Al llegar, la desesperación ya era parte de mi persona.
—Gracias por acompañarme, no te hubieras preocupado—solté, realmente queriendo que se fuera.
—Fue un honor pasar la tarde de este sábado a tu lado—dijo, engrosando su voz. Reí ante su actuación.
—El honor fue mío—hice una pequeña inclinación, siguiéndole el juego.
El sonrió y se quedó allí, como pensando que decir a continuación. No le di oportunidad.
—Bueno, adiós.
Y entré a la casa.
—Adi...—pero yo ya había cerrado la puerta.
Solté el suspiro más largo que pude haber imaginado.
Que tipo pesado.
Caminé hacia el baño, dispuesta a tomar la ducha más larga de la semana.
— ¿Cómo te fue?—preguntó mi madre desde su habitación.
—Bien—exclamé en respuesta.
Me fue bien.
O algo así.
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So we're taking the long way home ♥
A que no se lo esperaban, no tan temprano (*guiño, guiño*). Pues, ¡SORPRESA!
Esto es lo que sucede cuando alguien (ajem, yo) sabe que no podrá subir en lo que resta del día. Pero eso no significa que no lo haga. Cumplir siempre que se puede, ese debería ser mi nuevo lema.
Bien, capítulo nuevo. ¿Qué decir? Este Peter... Esta Jean... ¿Alguna sospecha? ¿Alguna teoría? (Si, soy de esas locas que a medida que leen empiezan con versiones acerca de cómo terminan las historias. *Auto-spoilers*). Si no tienen ninguna no hay problema, no deberían romperse la cabeza pensando en algo que probablemente no sucederá (o sí) (muajajajjaja). (No, mejor no lo hagan). (Solo vivan).
Pues, lo de siempre. Les gustó, voten. Quiren comentar algo, je, comenten (*ba-dum-tss*), o manden mensaje privado a su fiel servidora (yo).
Una vez más, muchas gracias por leer,
T.
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