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Capítulo 6

Los pasillos de Kensington Hall cada vez se me iban siendo más conocidos y ya no me perdía tanto como en un inicio, aunque tampoco era que hubiese pasado más de una semana de mi llegada a aquella escuela; pero, me había acostumbrado a adaptarme con rapidez a los lugares, era uno de mis pocos dones. El timbre sonó dejando en claro que el horario de clases había terminado y comenzaba el almuerzo. Cerré mi libreta para echarla en mi mochila y me dirigí junto a Ariana hacia el comedor.

Mientras caminábamos, medía cada uno de mis pasos intentando parecer sofisticada y segura en aquellos zapatos que solo se tambaleaban con cada paso. Eran hermosos aquellos stiletos, pero insoportables a la vez, no eran mi par de zapatos ideal para caminar todos los días por la escuela.

—Las clases del señor Robert son súper aburridas —comentó Ariana durante el almuerzo.

—Para nada, a mí me parecen súper interesantes, es el mejor —respondí negando con la cabeza.

Ariana me miró no muy convencida, pero no lo rebatió, simplemente se encogió de hombros. Claro que ella veía al profesor de aquella forma, después de todo ella no soportaba la carrera, pues si la viera con mis ojos se daría cuenta de lo maravillosa que era. Además, Ariana no se daba cuenta de lo afortunada que era al poder acceder a Kensington Hall, cuando miles de personas que lo deseaban no podían entrar, debería de verlo por un lado positivo y aprovechar aquella circunstancia. Por más que ya le había planteado aquello, pero Ariana era demasiado tozuda para admitir la realidad, y solo sabía quejarse de lo mala que era su familia por obligarla a estudiar aquella carrera.

—Oh, pero si están juntas la rebelde y la oportunista —dijo Derek al pasar por nuestro lado hacia su mesa.

Ambas le dedicamos una mirada de odio hasta que desapareció de nuestro campo visual.

Él era insoportable, que Dios me perdonara, pero debía decir que era el ser más odioso que había conocido hasta ese día. No sabía cómo Ariana lo soportaba todos los días en la misma casa, comprendía que le haría un desaire a su madrina si se becaba en Kensington Hall, pero vivir con ese hombre frío y grosero era peor. Aunque en algo sí tenía razón, el carácter de Ariana era totalmente rebelde.

Mi teléfono comenzó a vibrar y en la pantalla apareció el nombre de Paty, ella llamaba casi todos los días para saber más de la escuela, sus ansias de saber algo nuevo todos los días me estaba volviendo loca, pero era incapaz de colgar o negarme a hablar con ella, aunque no tuviese nada que contar. Acordé ver más tarde a Ariana y me marché del comedor para atender la llamada.

—Dime, Paty —contesté la llamada mientras caminaba por los corredores de la primera planta.

¿Cómo va todo? —preguntó mi amiga.

—Como todos los días, últimamente.

En realidad los días se habían comportado tranquilos, con la excepción de estar estudiando con las personas más influyentes del país, que me miraban como un bicho raro cuando pasaba por su lado.

¿Cómo puedes decir eso? —preguntó Paty con un tono de insulto—. Estudias en Kensington Hall, desayunas como reina, convives constantemente con el príncipe, utilizas un uniforme y unas tacones hermosos, y aun así me dices que no pasa nada.

—Hablando de zapatos, estos tacones son bastante incómodos —dije cambiando de tema para no entrar en una discusión innecesaria.

¿Por qué no utilizas unas zapatillas? —sugirió mi amiga—. Aunque sería un desperdicio no usar esos zapatos tan bellos.

—No quiero quitarme los zapatos para no llamar la atención, ya soy lo suficientemente llamativa, es mejor que me mezcle entre ellos.

Quitarme aquellos tacones que estaban acabando con mis pies significaba llamar la atención entre aquella gente, que ya me observaba mal. Deseaba evitar más burlas y miradas indiscretas en los pasillos.

Luego de las clases me fui caminando hasta el lugar que había descubierto gracias al príncipe. A pie demoraba un poco en llegar, pero me parecía el mejor lugar para poder estar solo, para poder deshacerme de aquellos tacones.

Descansar mis talones en el piso fue lo mejor que le pudo suceder a mis pies. Cada vez que caminaba me dolía cada parte del pie. ¿Cómo se aprendía a vivir con un par de zapatos como aquellos?

Un rato más tarde oí el sonido de un caballo, y supuse que se trataba del príncipe William, hasta el momento no había visto a nadie más allí aparte de nosotros. Intenté ponerme los tacones, pero no tuve el tiempo suficiente para hacerlo.

—Su Alteza —saludé haciendo una reverencia al verlo.

—Pasé por tu habitación y al no encontrarte allí, supuse que estarías aquí —explicó el príncipe cuando me reincorporé. Este llevaba en sus manos una caja que captaba toda mi atención.

—Disculpe que esté en su lugar, Su Alteza, pero este lugar es tan tranquilo que no pude resistirme —respondí a modo de disculpa, después de todo estaba invadiendo su lugar privado, que con tanta amabilidad me había mostrado.

—No te preocupes, Deborah, puedes venir cuando tú quieras —respondió el príncipe William con su característica amabilidad—. Hoy no pude evitar escuchar tu conversación telefónica y por eso te traje esto —añadió entregándome la caja que traía.

Abrí la caja llena de curiosidad y en su interior encontré unas sandalias muy hermosas con un estilo semejante a los tacones de la escuela y llevaba un lazo en el cierre.

—Estos zapatos también son parte del uniforme, pero nadie los usa porque todos prefieren seguir a las mayorías —explicó el príncipe cuando fijé mi mirada en él en busca de una explicación—. En este mundo debemos mantener las apariencias, porque la lucha por el poder nos exige que seamos perfectos, y confiar en alguien es muy difícil, pero tú eres libre de eso Deborah, no hay título que te puedan arrebatar, así que, no sacrifiques tu comodidad por encajar.

Era triste lo que me contaba, vivir de apariencias para lograr conservar el título, de ellos, seres humanos, se les exigía la perfección. Quizás por ello el príncipe era así, tan amable y distante a la vez, como si tuviera miedo a acercarse demasiado.

—Gracias —respondí con una pequeña sonrisa—, por el regalo y por las palabras.

Sentía que sus palabras aprobaban quien era realmente, y después de tantas miradas, y de las molestas palabras de Derek, las palabras del príncipe eran un bálsamo.

—De nada —respondió con un asentimiento de la cabeza—. Ya tengo que irme —añadió dando un paso atrás, como si ya hubiese tenido la suficiente intimidad conmigo.

El príncipe William se dio la vuelta para marcharse, pero lo detuve.

—Sé que es muy difícil confiar en una persona, siendo quien es, pero quería que supiese que si en algún momento necesita hablar con alguien, puede hacerlo conmigo —dije cuando se giró hacia mí nuevamente—. Siempre podrá encontrarme aquí, si me necesita —añadí ofreciendo una sincera sonrisa.

Este me miró algo sorprendido, pero finalmente asintió con la cabeza antes de marcharse.

Paseé mi mirada entre los zapatos que se encontraban en la caja y los tacones que descansaban en el suelo junto a mis pies descalzos. Parecía una decisión fácil de tomar, pero no era así, estaba en una encrucijada entre ser la persona que siempre me había considerado o mantener una fachada para encajar en la nobleza. Creía que lo tenía claro, que mu mayor deseo era encajar, pero resultó desmoronarse con las palabras del príncipe William. Finalmente tomé la decisión de ser quien había sido hasta ahora, como había dicho el príncipe, yo no pertenecía a su mundo de apariencias y tampoco tenía que esforzarme para pertenecer a la sociedad que instaba a la falsedad y a la hipocresía. Saqué los zapatos de la caja y me los puse, eran realmente hermosos y cómodos, me quedaban muy bien.
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Hola lucesitas, espero que les haya gustado este capítulo, que fue un poco corto. Espero poder actualizar dentro de poco aprovechando que estoy de vacaciones. Si les está gustando la historia dejen su estrella y síganme para más. Puede también seguirme en redes sociales para conocer de nuevos proyectos, adelantos y recomendaciones de libros. Besos 💋.

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