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⸻Capítulo ocho - Encuentros.

Rose llegó al bar un poco tarde, indecisa con su vestimenta de esa noche. Pero era un pedido especial que le había hecho T.J para avivar las ventas, y algo que King tampoco había rechazado. Entró por la parte trasera del local sintiendo incomodidad por su piernas expuestas a través de esas mallas que no estaba acostumbrada a usar. Había observado tantas veces ese outfit por televisión, pero jamás pensó que algún día lo utilizaría. 

El saco que se había puesto por encima de su ropa para abrigarse fue puesto en un perchero, se miró en el espejo con ganas de golpearse; el escote pronunciado que tenía que exhibir aquella noche seguro sería algo que le pedirían muy a menudo en el mundillo musical, no podía cohibirse, la inseguridad no es parte de un artista.

Se quitó la franela con lentitud inmersa en sus dudas, sin saber que estaba siendo observada. Detalló por unos minutos el sostén de encaje que había seleccionado para esa noche y realizó varias poses sugestivas que debía intentar hacer en la tarima. Dos toques en su puerta la pusieron alerta y decidió terminar de colocarse el corto suéter rojo de su conjunto navideño.

El Novato, As y Japón se mantenían en silencio con un repentino calor que los había azotado, no esperaban que la estrella fuera una hermosa y voluptuosa cantante. No querían mirarse entre sí, porque eran conscientes del leve rubor que adornaba sus mejillas.

La puerta del camerino de Rose fue abierta y un alto pelirrojo se asomó con una tenebrosa pero divertida sonrisa. El individuo entró y cerró la puerta mientras silbaba viéndola de arriba abajo.

—Si yo fuera King, no daría el permiso para que salgas así —objetó el de mirada turbia sentándose encima del maquillador.

Obtuvo un suspiro como respuesta.

—Monster, ¿qué haces aquí? —preguntó Rose temiendo que King entrara en algún momento.

Él rió detallando el resto del lugar.

—Sabes que soy muy partidario de experimentar la adrenalina al 100% ¿si no para que carajos me metería en estos negocios?

—Sabes que no solo tú tendrás problemas —sentenció Robbins cruzándose de brazos.

Le regresó la atención con burla.

—¿Todavía sigues jugando al papel de sumisa? Quién diría que te encanta el sado, eh... —dio una risilla burlona antes de caminar hacia a ella, dejando su rostro cerca e invadiendo su espacio personal—, estoy aquí para repartir la maldita carga Rose, sabes que no me gusta encargarme de los asuntos de otros y el enfermo de Eco se negó a realizar las entregas de hoy porque es un día festivo.

El entrecejo de Rose se arrugó.

—Sabes que Eco no soporta estar en lugares atestados de gente —musitó un poco intimidada.

—No es mi puto problema, el imbécil de tu novio o lo que sea tuyo me asignó venir en su lugar, estoy aburrido, así que no me digas que hacer ¿vale?

Ella y Monster se entendían muy bien, y habían trabajado juntos en distintas fases del plan, pero él era realmente irrespetuoso, y ella le tenía la absoluta confianza para dejar mostrar su verdadero carácter. Así que cuando él menos lo esperó, ella movió con velocidad su mano derecha y le apretó su zona íntima.

El rostro de Monster comenzó a tomar una tonalidad muy parecida a su cabello, todo por el dolor, la impotencia y la ira.

—¿Qué no te dé órdenes? —dijo Rose tan suave como si no estuviera ejerciendo bastante fuerza—, Monster, yo podría decir que te aprecio, y quizás tienes razón en muchas cosas que dices, pero recuerda bien cuál es tu posición en todo esto ¿vale? —añadió imitando el tono amenazante de él.

Cuando este asintió de acuerdo con sus palabras, lo soltó.

—Ahora lárgate antes de que él aparezca —le dio dos palmadas en la espalda y se movió para abrirle la puerta.

Se sobó las bolas y chistó.

—No sé cómo no te he matado todavía —pronunció viéndola.

—Porque tú también eres masoquista, mi amor, y la única con ovarios para someterte, soy yo —declaró la fémina viéndose las uñas.

—Maldita Umi —le tocó la frente con su largo dedo—, ya actúas como una estrella ¿no? Espero que te rompas una pierna hoy, o el cuello.

A los segundos ambos rieron, eliminando la tensión de sus hombros, y calmando los corazones de aquellos que los espiaban a la distancia. Rose y Monters estrecharon su mano, acostumbrados a encubrir la entrega de la pequeña dosis de una droga distinta que ella consumía cada cierto tiempo. Todo por aligerar sus nervios. Pero fue tan sutil, tan rápido, que ninguno de los que observaba el momento se percató de que aquella despedida venía con segundas intenciones.

Monster se fue y Rose terminó de alistarse, cuando ella iba saliendo al pasillo, en el edificio frente al bar, el capitán y Blackat entraban al cuarto de operaciones. Esa noche ellos cubrirían a Bo, así que habían ido a la estación por una ducha y ropa para la ocasión. Cuando entraron a la habitación, ninguno de los que estaban presentes les dirigió la mirada, algunos teniendo un leve problema en sus pantalones y otros sumergidos en pensamientos personales.

—¿Qué ocurre? —cuestionó Blackat.

El silencio perduró.

—¡Oye! —gritó el capitán un poco molesto por la actitud de todos.

—Nada —sentenció el As con rapidez.

Ninguno podía afirmar que aquella mujer que habían observado con anterioridad tenía algo que ver con el caso, por más raro que haya sido su encuentro con el pelirrojo, solo se había filtrado una cámara sin micrófono en el camerino, así que no pudieron escuchar ninguna de las palabras proferidas.

El capitán y Blackat se vieron entre sí, sintiendo que se habían perdido de algo importante, pero decidieron dejar pasar el tema. Comenzaron a alistarse con lentitud, se colocaron el chaleco antibalas debajo de sus camisas impecables y cargaron sus armas con anticipación, escondieron sus placas y tomaron las entradas VIP que habían obtenido de su conejillo. El Novato les entregó los intercomunicadores que utilizarían para ser informados y luego de una leve repasada por un tentativo plan, salieron como una pareja de amigos con aires de rumberos en busca de aventura por una noche.

Paralelamente, dentro del bar, luego de una breve presentación por parte del gerente, Búho había sido asignado para atender a Rose con las bebidas o cualquier otra ayuda. 

Ella había comenzado su show de esa velada con algunas canciones típicas de la estación invernal, los gritos, aplausos y demás adornaban el sitio.

Como algo programado: decidieron hacer una pausa antes de su última canción, ya que Rose tocaría un acústico del popular Merry Chrismast.

Las presentaciones de ese fin de semana solo durarían una hora, para que las personas quisieran venir lo días posteriores por más. Además, eso incrementaría las ventas tanto del club como de cierta droga que necesitaban distribuir. Monster se encontraba detrás de la barra haciéndose pasar por un bartender, pero estaba cumpliendo el papel más importante de la noche. Por esa razón Búho había sido asignado en otra área, todo en base a los instintos de King.

Rose reconoció de manera interna que Bo era atractivo y simpático, y entendió todas las risillas y sonrojos que había visto esa noche por parte de otras empleadas que cuchucheaban entre sí. A sus ojos, él era bastante alto y atlético, su cabello gris llamaba la atención desde la distancia, pero ella no era quién para hablar de cabellos llamativos. Se comportaba atento y gracioso, y en ningún momento se quiso pasar de listo con sus comentarios o acciones, algo que hizo que Rose lo tachara como un chico bueno.

Quizás, una excelente víctima.

Ni Rose, ni Monster, ni T.J, ni siquiera King, ni nadie de su grupo sabía con exactitud quienes trabajaban en el departamento de armas y drogas en Chiyoda. Todo se mantenía bajo un velo de anonimato total, solo estaban enterados de quién era su líder gracias a que en algunas, muy pocas veces, el capitán se había dejado ver en ruedas de prensa de casos anteriores, siendo obligado por algunos de sus superiores: siempre con su tapabocas y gorra. Por eso, en ningún momento Rose se imaginó que detrás de aquellos ojos brillosos que la atendían con calidez, se escondía un sargento capacitado para desmantelar todos sus planes en un chasquido.

Búho le entregó su guitarra con delicadeza y le dio de beber un té de manzanilla, pues la había visto temblar un poco antes de salir a escena, sin saber que eran efectos de aquella pastilla ingerida. Rose agradeció con una reverencia, tomó su té y 15 minutos después subió de nuevo a la tarima para su última canción.

Aquel tema era el cierre de su performance y el comienzo de su travesía. Porque Rose luego de tocar los primeros acordes y levantar el rostro para comenzar a cantar, dio con un par de ojos café que la escudriñaban a la distancia. Entre ellos había algo increíble, una conexión instantánea, podían encontrarse entre el mar de gente: como si fuera el destino.

Aquella mirada invadió cada uno de sus pensamientos y gritaba interrogantes solo para ella. 

Sus dedos se detuvieron y la música paró, el ambiente se sintió cargado de dudas y tensión.

Un piso por arriba, donde estaban las zonas más VIP del bar, King observaba con atención lo que ocurría, aún sin identificar al capitán entre la multitud gracias a que iba con su gorra de la suerte. Blackat, sentado en la barra, quiso golpearse el rostro con fuerza al ver aquel show que estaban dando los tortolos sin ser conscientes, y se acercó a su estupefacto jefe que sostenía un cigarro entre sus dedos.

Era el comienzo del fin de semana y el fin de la armonía en las oscuras calles de Tokyo.




¡Hoy es día de actividades ilegales y encuentros reveladores!

senpai

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