Había olvidado sus palabras, había olvidado aquel cuento, lo había dejado ir entre las miles de historias que su abuelo le había contado antes y las que leía. Por su trabajo y afición leía a diario, aunque ahora debería sin gusto alguno dedicarse a la política y dejar su puesto de editora, pero bastó ver una vez a ese hombre para recordarlo. Para recordarlo que creía era una fantasía de su amado abuelito.
Más de 1.90 de altura, ojos oscuros, negros como la obsidiana, mirada de roca volcánica que producía llamaradas internas en quien pasará, cabello largo y lacio, negro lustroso, cuerpo digno de un modelo de Abercrombie, pero vestido totalmente de negro, sonrisa seductora y piel que incitaba al tacto. Reminiscencia de fantasía femenina. Camino hacia ella a paso lento, su andar le recordó el de un felino sensual y dueño del espacio que pisaba, una pantera que haciendo suyo el suelo a cada contoneo. Su aura lo invadió todo y de pronto le faltó el aire.
Calor, calor tenía mucho calor, una sed intensa y poderosa que se instaló en su garganta dejándola seca en contraste cruel e irónico, con otra parte suya que se humedeció de solo mirarlo y él lo sabía. Podía notarlo. Un furioso sonrojo invadió su rostro. El habla se le había ido y el movimiento también y cuando le escucho hablar, sintió las vibraciones de sonido calentando su cuerpo.
─ ¿Dónde está él?
Tardo en comprender a quien se refería, pensó en su abuelo y balbuceo la respuesta, pero no, aquel ser buscaba a su nuevo guardián, quería hacer el ritual.
─ ¿En qué consiste?
Se escuchó preguntar y se estremeció nuevamente ante ese curvar de labios y el brillo de diversión y malicia que registró en sus oscuros orbes.
─Sexo.
Dijo él casi saboreando la palabra y enviando corrientes eléctricas a cada terminación nerviosa del cuerpo de la chica.
─ ¡No voy a acostarme contigo!
Protesto, tratando de mostrarse indignada y centrarse en el raciocinio de su mente, aunque cada molécula o partícula de su cuerpo gritara por hacer precisamente eso y sentirse saciada, se sentía como una hebra en celo deseando apareare con aquel macho alfa que tenía enfrente, por qué tenerlo enfrente y que no estuvieran ya, en los dominios de Eros, la hacía sentir hambrienta, golosa y lujuriosa. Realmente quería ser devorada o comérselo ella misma.
─Claro que no. ─Replicó él con un ademán de la mano que indicaba rechazo. Su sonrisa burlona la excitaba a la par que la sacaba de quicio.
─Con tu varón, el varón de la familia, pero eres tan joven, debe ser un niño aun tu hijo, me tocara esperar a crezca, porque, tú eres la nieta de Nikos Kalodris ¿cierto? ¿Te hablo de mí?
─Lo soy, y no tengo un hijo.
─Aun.
─No soy madre, no estoy casada y ni siquiera tengo un hombre, no tengo pareja.
─ ¡Joder! ¿Por Qué Nikos tuvo que tener puras hembras? Por lo visto, tú aun estas en belén con lo del heredero y nada me garantiza que tengas un chico. ¿Acaso él fue el último Kalodris?
─Quizá sea tiempo de romper el pacto.
sugirió aun sin mucha esperanza, pero de alguna amanera estaba decidida a hacer todo por lograrlo. Él la miro con un atisbo de furia, hablo con odio y resentimiento.
─Velkian Kalodris, me traicionó, él vendió su sangre en pago, sus cuerpos, todos ustedes míos. Yo gobierno sobre toda Olimpia, sobre toda Grecia de hecho, desde hace 800 años es mía, ni siquiera su brikolacas pudo ante mí, él también cayó presa de mis encantos y lo consumí, yo tomé su tierra, su decendencia fruto de su traición. Volveré por tu varón, hijo, nieto, que importa, mi tiempo es eterno.
Ella le miraba confusa, no conocía toda la historia, pero en ese momento no importaba nada, sólo seguir su juego.
─Es tiempo que termine el castigo, no más varón, jamás tendré hijos, soy estéril. ─Mintió, nunca se había hecho pruebas de fertilidad y poco le importaba la maternidad, sólo quería liberarse de aquel compromiso. ─No es justo que inocentes paguen por la falsedad de un hombre que vivió hace y murió hace siglos, ya superalo. No permitiré más cuotas, la naturaleza se encargó de considerar la deuda saldada, mi abuelo fue el último guardián, o más bien tu último esclavo sexual.
Puntualizo irguiéndose tanto como podía tratando de no mostrar lo que realmente estaba sintiendo. Él la miró con fiereza, por un momento eso la hizo temblar, pero después su mirada se suavizo y brillo en ella la diversión antes que le respondiese.
─Y tu deseas terminar esto, pero en parte sustituirlo, las feromonas que emites, me lo dicen, te atraigo, me deseas, me necesitas, quieres tenerme, tu aroma me llama, puedo oler tu excitación, quieres ser la guardiana, ¿sabes lo que conlleva ser mi guardián pequeña? En realidad, no es que seas mi amante, el sexo es sólo una vez, en la noche del ritual de sucesión.
Debía sentirse ofendida o insultada, quizá avergonzada por sus palabras, pero extrañamente no era así, estaba consciente de que flotaba en una nube de seducción y de sólo querer lograr sus objetivos, probar ese placer, atacar y detener la maldición.
─Con mi abuelo no fue sólo una vez.
─No, pero no lo obligue, Nikos creía que el amor rompería el pacto, era un buen chico, le di en parte lo que quería, su desempeño como guardián, enlace y amante fue excelente, pero no pude corresponder al grado que deseaba.
─No habrá más varones.
─Eso dices ahora, ya el tiempo dirá Pandora Kalodris, la mujer de la caja, buena elección de nombre. Ahora dime Nikos, ¿qué te dijo? ¿Pensó que te tocaría o no?
─Dijo que estaría a salvo de ti.
Él asintió, su mirada se tornó nostálgica y ella supo que estaba pensando en su abuelo, pudo notar que hubo algo muy fuerte entre ellos y se sentía como una mala mujer por desear a ese hombre de tal forma.
─Volveré en un tiempo a ver si hay o no heredero, si lo hay lo tomaré, si no bueno, entenderé que el destino ha decidido darle justicia a Nikos y que su deseo se cumplió, ser el último guardián Kalodris.
─Pero no tu último amante.
Dijo de forma juzgadora, él se encogió de hombros y replico:
─Son mi alimento, mi naturaleza me exige el placer, el orgasmo, el éxtasis, así me alimento, soy un incubo y un vampiro sexual, después de todo podría hacer el ritual contigo, sí podría, la pregunta es ¿qué tanto lo deseas? ¿Quién ganará, tu cuerpo o tu mente?
Se acercó a ella y le tomó del mentón para levantar su rostro y hacer chocar sus miradas, los ojos de la joven mostraban sólo fuego, deseo sexual, ella lo deseaba, quería sexo, no había amor como lo hubo por años en los ojos de Nikos, hasta que se resignó, hasta que conoció a Kalia, con quien se casó, pero en Pandora, había ese fuerte deseo, ella sería una muy suculenta comida.
─Serás una guardián, si así lo quieres, tú decide.
Un beso se dio, una probada de la sensualidad, que irradiaba y ella quedó cautiva en el adictivo sabor de su boca, en la droga de éxtasis que se encontraba en sus labios, en ese momento no le importaba que su amado abuelito, en el pasado hubiera amado a ese ente, no le importaba tener que asumir un falso cargo en la política para cumplir los deseos de aquel ser que le remitiría sus órdenes, ni mucho menos el tener que suministrarle placer para el deleite y la prolongación de su existencia.
No le importaba que 800 años atrás, su ancestro Velkian Kalodris, el primer amante de ese incubo le hubiera traicionado, al casarse con una mujer por conveniencia y que desde entonces, herido por la traición de su único amor, les hubiese maldecido con una mordida y su poder hipnótico, tomando al hijo de su amado y luego al primer descendiente varón de cada generación, obligándolos a darle su cuerpo, energía y vida, haciendo que gobernasen por él e incluso que cometiesen crímenes.
Impuso el castigo por el pacto de sangre, era un híbrido entre incubo y vampiro Moroi, y de allí su tipo de vampirismo su preferencia sexual masculina. Él amó a Velkian y Nikos le amo a él, el principio y el fin de la rueda, y ella ¿que era ella?
─Las ruedas son circulares, no tienen principio, ni final.
Dijo leyendo su mente. Ella no sabía que tenía esa habilidad y se sintió cohibida. Quizá había leído sus mentiras. Él probó la sangre de sus labios, de su cuello, de sus hombros y seguidamente probó el éxtasis de su cuerpo. No era amor, jamás lo sería, sólo el encanto de la hipnosis por su atracción sexual, sólo la necesidad del hambre. Fue un choque de pieles en exótico frenesí, una posesión sin sentido, sólo un hambre siendo saciada, no había emociones, no sentimientos, ni siquiera pensamientos coherentes en la mente, sólo un ritual a medias, sólo unas brasas que se erguían frente a dos cuerpos entrelazados dejándose ir. Solo deseo y necesidad. Nada más.
─A Nikos, sí lo ame, pero Kalia apareció, le di su libertad, pude decirle mi sentir, pero eso lo habría atado a mí, a este mundo corrupto por siempre, él ya tenía su humanidad, nunca me arrepentí tanto de haberles quitado su vampirismo natural con mi venganza, pero yo quería su felicidad, que tuviese una familia, una buena vida, él fue feliz y yo por él, la deuda está saldada.
Fue lo primero que le dijo al salir de ella y Pandora sintió que la conciencia volvía, conforme los espasmos placenteros se iban alejando.
─Volveré a Rumania, no más guardián, haz lo que quieras con Olimpia y con Grecia, gobiérnalas o déjalas a los humanos, eres libre, la política no me interesa ya.
─Puedo al menos saber tu nombre, yo... No soy estéril, te mentí, quizá ahora yo...
─Keiros Varacolacci y tú no, tú nada. No puedo tener hijos, los híbridos de mis especie no pueden, a menos que ocurra con el verdadero amor, sabes lo difícil que es eso cuando naturalmente preferimos a los machos, estos no se embarazan y en cuestión de las mujeres, rara vez probamos una, pero no surte efecto. Disfruta tu libertad Pandora Kalodris, por cierto, feliz San Valentin.
A ella eso le pareció que era un gesto cruel en el castigo, sí, su abuelo le dijo que durante generaciones él siempre reclamó el ritual, y al varón en cuestión para esa fecha como una burla al día del amor, una burla en la que tomaría sexualmente a los descendientes de aquel a quien había amado y luego odiado. Fue así su primera vez con él, un 14 de febrero, pero él no se había sentido ultrajado, lo había disfrutado y ahora ella podía comprenderlo, sabía que su abuelito amo a su esposa, pero se dio cuenta de que jamás dejó de amar a aquel hombre, así como quizá ella nunca le dejase de desear. Ojalá su abuelito la perdonará por eso.
─Quiero seguir contigo.
─Esto no es amor.
─ ¿Acaso importa?
─A Nikos, le habría importado.
Dijo haciéndola sentir una traidora, era cierto, le estaba tratando de robar, pero...Aun así quería intentarlo sabia que su abuelito la entendería y la perdonaría. ¿cierto? No, quizá no quien aceptaría que quisieras meterte con tu amado familiar o no. Dejaría que él eligiese.
─Era un idealista.
Ambos sonrieron con nostalgia.
─Lo era.
─ ¿Entonces?
─No.
Se disolvió como bruma dejándole únicamente como recuerdo la mejor noche de su vida y un amargo sabor de libertad, tuviera o no hijos, no habría nunca más un reclamo, al final Nikos, fue el último guardián y jamás supo a qué se refería exactamente con eso.
Guardian ¿de que?
Maldito habría sido una palabra apropiada. Su abuelo había sido el ultimo maldito, precisamente por que para él no fue una maldición.
La elimino con amor.
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