Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

02 || Kim Taehyung

Kang Jiyeon

Ese mismo domingo, busqué en el armario de mi hermana hasta que encontré su mejor vestido. Yo no solía gastar mucho dinero en ropa, al contrario que Jiah. Ella, siempre que podía, se adueñaba de todo tipo de prendas. Su debilidad eran los vestidos, así que no me costó mucho dar con una pieza negra con destellos rojizos que se ajustara a mi figura. Escogí un bolso casi diminuto que combinaba con el vestido y lo guardé todo en mi bolso con cuidado, fingiendo que nada había pasado.

Le comenté a Hyungseo que iría a la biblioteca a por esos libros que me urgían y la mentira pasó desapercibida. No había motivos para que desconfiara de mí, puesto que el señor Lee ya nos había comunicado que pronto hablaría con un amigo que podría entrar en aquel lugar sin levantar ninguna sospecha. Por lo tanto, ella se quedó tranquila cuando le dije que no me esperara para cenar.

Salí de casa sobre las siete y media de la tarde. Tenía que coger varios autobuses para llegar a la calle indicada, por lo que preferí ir con algo de tiempo.

¿Tenía un plan? No.

¿Era un suicidio ir allí? Probablemente.

Me encontraría con gente de mucho dinero y también con gente que podía hacerme desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Si veían que algo no encajaba, las alarmas de la seguridad saltarían por los aires y yo sería un blanco fácil.

No había casi ninguna posibilidad de que aquella locura saliera bien. Incluso si era capaz de marcharme de ese sitio sin un rasguño, nada me aseguraba que pudiera descubrir algo que me ayudara a localizar a Jiah. Había muchas papeletas de que me fuera de aquel lugar con las manos vacías, pero tenía que hacer algo por mí misma o la jodida impotencia me consumiría por completo.

Si Hyungseo hubiera sabido de mi magnífica idea, me habría encerrado en mi habitación hasta que hubiera entrado en razón. Sabía que darle más vueltas a mi escapada solo lograría echarme atrás y huir antes de poner un pie en aquel casino. No iba a permitirme ser la Kang Jiyeon asustadiza y responsable porque actuar de esa manera no había evitado que Jiah desapareciera.

La culpa fue mía.

Si hubiera salido con ella esa noche, a lo mejor ...

Pulsé el botón del bus y aguanté las ganas de llorar como mejor supe. Las lágrimas y los lamentos no me devolverían a mi hermana. Debía dejar de culparme y actuar antes de que fuera demasiado tarde para ella.

Aquella parada era la última. La casa de apuestas que estaba buscando estaba ubicada tan solo unas calles más a la izquierda.

Me armé de paciencia y valor y entré a la estación de trenes que quedaba justo enfrente. Era una suerte que esa estación estuviera allí. Al entrar, fui a los baños del recinto y me cambié de ropa. No podía entrar a un local como ese con ropa de diario y, aunque aquel vestido no era nada del otro mundo, me ayudaría ir algo más arreglada que de costumbre.

Mientras me cambiaba, recordé que no había echado nada de maquillaje a mi bolso y me maldije por tan impulsiva. Por suerte, después de un minuto revisando, encontré un kit pequeño de colorete y de sombras oscuras. Hacía mucho que no lo usaba, pero me alegré de no haberlo sacado del bolso. También pude rescatar un pintalabios desgastado de uno de los bolsillos interiores y con todo ello logré ocultar el mal color que mi rostro arrastraba.

No podía hacer un milagro, pero aquellas pinturas me sacaron del apuro bastante bien. Tras ese cambio de imagen improvisado, salí de los baños femeninos y dejé mi bolso en una de las taquillas libres de la estación. Eché la llave a la pequeña cabina y tomé el bolso que había tomado prestado del armario de Jiah. Lo observé por unos segundos, recordando lo bien que ella se veía con él puesto.

La echaba mucho de menos.

Jiah siempre fue la más loca de las dos. Yo, por mi parte, nunca tuve tiempo de pensar en divertirme. La muerte de nuestros padres en aquel fatídico accidente me obligó a tomar unas responsabilidades que eran demasiado grandes para una chica que acababa de cumplir dieciocho años. Yo querría haber empezado la universidad tan pronto como hubiera acabado la preparatoria, pero fue imposible. No teníamos la liquidez suficiente y, para que Jiah terminara sus estudios básicos, tuve que empezar a trabajar en varios empleos al día. Fue así cómo conseguimos sobrevivir.

Hacía ya casi un año desde que mi hermana pequeña se graduó. Solo a partir de ese momento, pude emplear algunos de los escasos ahorros que había guardado para mis estudios universitarios. Pude matricularme al inicio del curso gracias a que Jiah aceptó trabajo en unos grandes almacenes y me aseguró que, si decidía estudiar algo, lo pagaría con su propio dinero. Por fin, después de tanto tiempo, pude seguir con mi formación como traductora profesional. Las cosas parecían estar mejorando y nuestro nivel de vida comenzaba a ser estable, pero todo esa calma y tranquilidad se esfumaron aquella maldita madrugada.

Batí las pestañas varias veces, reprimiendo las gotas que se habían formado en mis ojos.

—Basta de tonterías, Jiyeon —me reñí a mí misma y guardé la llave en el bolso—. No es momento para esto.

Así que me recompuse y miré la dirección que debía tomar en mi teléfono.

Apenas eran las nueve de la noche cuando llegué a la calle en la que se encontraba el susodicho local. Mentiría si dijera que las piernas no me temblaban de puro miedo. Al principio, pensé en volver a casa y hacer como si nada, pero tampoco podía permitirme ser tan egoísta.

Finalmente, opté por esperar a que la noche cayera del todo en la ciudad. Estuve durante más de media hora en el extremo contrario de la calle, incapaz de acercarme al lugar. Desde mi posición, podía ver las fuertes luces iluminando la carretera, pero mi vista no alcanzó a diferenciar más que eso y algún que otro coche de varios millones cruzando la calzada.

Después de asegurarme de que podía caminar a pesar del medio, me puse en marcha. Mis tacones bajos resonaban por toda la calle y me pregunté si resultaría raro que una chica como yo llegara a ese sitio caminando. Casi todas las personas se bajaban de sus caros automóviles y dejaban que su chófer retirara el vehículo.

—Solo será un rato, Jiyeon —murmuré en voz baja en un intento por tranquilizarme—. Un vistazo y de vuelta a casa.

Confirmé las palabras del señor Lee, pues la entrada estaba vigilada por cuatro guardias de seguridad vestidos de etiqueta, pero ninguno pedía identificación a la gente que cruzaba las enormes puertas doradas del casino.

Nerviosa, bajé ligeramente la falda del vestido. Rogué por no parecer fuera de lugar y llamar la atención de aquellos tipos y al parecer funcionó. Tres de ellos ni siquiera repararon en mí y solo uno cruzó su mirada con la mía. Sin embargo, aquel gesto no supuso nada y al instante examinó al siguiente invitado.

El recibidor era gigante y varias personas esperaban allí charlando. Yo seguí caminando para evitar que se fijaran en mí.

Por lo que había visto en Internet, aquel ostentoso local tenía tres pisos y una zona subterránea. Era gigantesco y, mirara donde mirara, solo veía decoración y objetos que nadie de mi estatus social soñaría con comprar. Todo gritaba por ser demasiado costoso. ¿Cuánto podía haber costado construir un lugar como ese?

La planta baja era una especie de recepción llena de hombres trajeados y mujeres de sus brazos, luciendo sus mejores galas. Era un ambiente tan distinto al que estaba acostumbrada que no sabía muy bien hacia dónde mirar. Me sentía como una extraña entre tanto lujo.

Si lo pensaba un poco, nunca había oído hablar de ese casino. Las casas de apuestas eran bastante populares en algunos barrios de la capital, pero aquel edificio era un misterio para mí. No lo había visto en ningún anuncio ni en la televisión a pesar de la clase de lugar que era. Probablemente su dueño no tuviera que promocionarse para conseguir que toda esa gente rica fuera allí a gastar su dinero.

Aquella planta estaba más concurrida de lo que esperaba, así que busqué alguna forma de ir a otro piso. Los ascensores estaban a la derecha, algo más apartados, por lo que caminé hacia ellos y pulsé el botón de llamada. Me sentiría mejor en cuanto hubiera algo más de silencio.

Un matrimonio subió conmigo al ascensor. Cuando las puertas de metal se abrieron, un botones hizo una pequeña reverencia y se apartó para dejarnos pasar. Las escaleras habrían sido la mejor vía de escape, pero una vez delante de esas personas, no podía huir.

Dentro del cubículo metálico, el chico nos preguntó amablemente el piso al que nos dirigíamos, a lo que yo dejé que la pareja respondiera primero. Él pulsó el segundo piso, esperando mi contestación. Me limité a dar un paso hacia atrás y a decir el mismo número.

No sabía qué narices estaba haciendo.

El ascensor se detuvo muy rápido, a lo que yo comprobé que estábamos en la segunda planta. Mis acompañantes salieron de aquella caja primero y yo los seguí, no sin antes darle las gracias al empleado. Él me sonrió de vuelta y las puertas se cerraron tras mi paso. Inquieta, volví a tirar de mi vestido, pero cuando levanté la mirada el miedo a no ir suficientemente arreglada se disipó.

Nadie en ese lugar iba a detenerse a mirar a una chica como yo. Había cosas más interesantes que hacer.

Las mesas de juego se extendían por el gran salón mientras que los invitados y clientes se agrupaban alrededor de estas para dar por comenzadas sus respectivas partidas.

Al cabo de unos segundos analizando el panorama, empecé a avanzar, atravesando los pasillos menos transitados. En todas las mesas había un repartidor o repartidora que supervisaba y controlaba los diferentes juegos. En algunos de aquellos tableros se estaban apostando tantas fichas que mis ojos no hacían otra cosa que agrandarse más y más. Las cantidades de dinero que se debían de mover en unos minutos hicieron que me tambaleara sobre los tacones y tuviera que recuperar la compostura.

Me aclaré la garganta y mis pupilas se clavaron en una mesa en la que estaban jugando al Blackjack. Casi todos los jugadores habían quedado eliminados y prestaban atención a las manos restantes. Aquello era todo un espectáculo y, de pronto, me hallé recordando las partidas que teníamos en casa cuando mi padre llegaba del trabajo. Antes de cenar, muchas veces él sacaba su baraja de cartas favorita y nos enseñaba distintos juegos. Yo conocía muchos trucos gracias a eso, pero el recuerdo de mi progenitor estaba inevitablemente ligado al sufrimiento.

Su ludopatía nos hizo pasar malos ratos. El dinero escaseaba en nuestra casa por culpa de sus malditos vicios y deudas. Eran recuerdos demasiado amargos.

Después de pasear por toda la planta y pillar in fraganti a más de un tramposo con un rápido vistazo, decidí buscar las escaleras más cercanas e ir a la primera planta. Allí todo eran mesas de juego y ruletas aunque había una extensa barra custodiada por varios camareros. No obstante, el bar principal no era ese, así que me propuse ir a las otras plantas para encontrarlo.

Pasados unos minutos, un camarero pasó por mi lado y me vi obligada a aceptar una de las copas que estaba ofreciendo. Di un trago al licor a pesar de no beber muy a menudo solo para que aquel tipo se alejara satisfecho. Sola de nuevo, fui retirándome de la zona más ajetreada en busca de las ansiadas escaleras.

Escruté el amplio salón, de lado a lado, y al fin distinguí unas puertas. Las malditas estaban bastante escondidas, pero me sentí algo más relajada. Necesitaba estar sola y avisar a Hyungseo de que regresaría a casa más tarde de lo planeado. Si el resto de pisos eran tan grandes como ese, podía tirarme allí más de una hora. Y eso con suerte.

No quería que mi amiga se asustara si no daba señales de vida, por lo que saqué el móvil del bolso y revisé los mensajes antes de mandarle uno a mi compañera de piso.

Con el teléfono en la mano, empujé la puerta. Esta resultó ser más pesada de lo que había pensado y me costó abrirla por completo, pero lo conseguí junto a un largo suspiro. La sorpresa llegó cuando eché una ojeada en busca de esas añoradas escaleras y no las encontré por ninguna parte. Frente a mí había un largo pasillo presidido por una alfombra de terciopelo rojo.

—Mierda ...

¿Dónde estaban las escaleras entonces?

Soplé, cansada de andar sin rumbo fijo, y le mandé un mensaje a Hyungseo para que no se preocupara por mí. Guardé mi móvil y me giré con la intención de salir de aquel callejón sin salida. Sin embargo, el lejano sonido de unas voces me frenó.

Afiné el oído todo lo que pude, confundida. ¿Quién podía estar en un lugar tan vacío como ese? No tenía sentido que hubiera alguien cerca, pero un suave murmullo volvió a perturbarme y supe que ese estrecho pasillo no estaba tan desierto como creía.

Dudé sobre lo que hacer. No quería ponerme en riesgo por ser una fisgona, pero, al fin y al cabo, fui a ese lugar con el objetivo de encontrar algo, por simple que fuera.

Temerosa de lo que mi curiosidad pudiera provocar, comencé a caminar por el pasillo. El ruido fue aclarándose poco a poco hasta que me paré. A mi derecha había una puerta cerrada y, si mis sentidos no fallaban, las voces venían de su interior.

Me acerqué más a la superficie, intentando escuchar lo que esas personas estaban diciendo.

—¿Sabes si sospecha de algo? —preguntó alguien.

—No, señor. Además, tengo entendido que está bastante ocupado estas semanas porque va a cerrar un trato con ... —le respondieron.

—Me da igual con quién haga tratos. Lo importante es que no tenga tiempo para andar fisgoneando por aquí —su tono era autoritario y fuerte—. Hay demasiadas cosas que Tae no debe saber, ¿me oyes? Así que procura que se vaya de aquí pensando que todo está igual de bien que siempre.

—Claro, señor —hubo un silencio que me alteró el pulso, pero no me moví ni un ápice y esperé a que dijeran algo más—. Por cierto, su padre dijo que ...

Y la cagué.

Me había pegado tanto a la puerta de aquella habitación que terminé empujándola. No estaba bien cerrada y la poca presión que ejercí sobre ella hizo que se abriera de la mano de un fuerte chirrido.

Di un salto hacia atrás, asustada. Podría haber intentado correr de vuelta a la salida, pero estaba demasiado lejos y solo habría empeorado la maldita situación.

Ni siquiera pude tomar aire y prepararme para dar una excusa convincente, puesto que uno de esos hombres salió del cuarto a la velocidad del rayo. El corazón se me paró en aquel instante porque entendí que había molestado a la persona equivocada.

—¿Quién narices eres tú? —gruñó, con los ojos inyectados en sangre.

Yo di un traspiés, chocando contra la pared contraria.

Un segundo hombre salió de la habitación y se quedó tras el primero. Estaba muy claro quién era el señor y quién el servidor.

—Yo no quería ... —traté de defenderme.

La voz me temblaba tanto que aquel desconocido se dio cuenta. Una arrogante sonrisa se dibujó en su rostro al comprender que no tenía forma de escapar de ese aprieto. Podía matarme si así lo decidía y nadie se enteraría.

El tipo, mucho más alto que yo, dio un paso al frente y yo me encogí contra la pared.

El pecho me dolía. Quería decir algo, lo que fuera. Necesitaba soltar algo que bastara para escaparme de aquella encrucijada.

—¿Qué has escuchado? Esta es una zona privada, bonita —avanzó más, robándome el aire y dejándome ver sus horrendos rasgos—. No deberías haberte parado a escuchar porque odio a los mosquitos que van revoloteando cerca de mí, ¿sabes?

Me agarró del brazo izquierdo, impidiendo que me moviera.

Yo lo miré a la cara y tragué saliva. Había tocado fondo. Entré al lugar más peligroso del edificio y, mirándole a esos orbes oscuros, veía con toda claridad que no había manera de huir. La rabia que destilaba aquel hombre hablaba por sí sola.

¿Qué mierda me iba a hacer ese tipo? Yo solo ... Solo ...

—Suéltala, Sangwook.

En el momento en que ese maldito nombre llegó a mí, la copa que traía en la mano se deslizó por mi palma y cayó estrepitosamente sobre la cara alfombra, rompiéndose en miles de pedazos.

Comprendí varias cosas y la principal fue que ese tipo era el mismo hombre que estuvo con mi hermana aquella noche. El mismo hombre que miró a la cara a Jiah antes de que ella desapareciera de la faz de la tierra estaba degollándome con la mirada. Una mirada de auténtico asesino en serie.

El shock fue tan grande que, aunque él se alejó de mí, yo no supe cómo reaccionar.

Ese tipo podía ser el culpable de que mi hermana no hubiera vuelto a casa. Puede que fuera él quien se la llevó. Puede que ...

—No me hagas repetírtelo —de nuevo, esa voz grave—. Suelta a la señorita ahora mismo y deja de hacer el ridículo, por favor.

Parpadeé repetidas veces, volviendo a la complicada realidad que me esperaba en ese pasillo.

Mareada por la mezcla de emociones, giré la cabeza hacia mi izquierda y acabé encontrándome con la única persona que habría podido reconocer en la inmensidad de ese casino.

Kim Taehyung.

Era el mismo rostro que llevaba días observando en numerosas fotos.

Después de leer los informes del señor Lee, busqué información sobre ese joven empresario y repasé de cabo a rabo las escasas noticias en las que él era el protagonista. No había mucho en las redes, pero las fotografías que encontré bastaron para que mi mente reaccionara y lo identificara al segundo.

A su lado había otro hombre de cabello oscuro, con un peinado hacia atrás. También lucía joven a pesar de la seriedad con la que me miraba, pero no tuve tiempo de analizar su duro semblante, ya que la mano con la que Sangwook me sostenía desapareció y fue sustituida por otra.

—¿Se encuentra bien?

La amabilidad en la voz de Kim Taehyung me despertó ligeramente. Sus cejas estaban enarcadas y parecía preocupado por mi estado. El color de mi tez debía haber desaparecido, así que era lógico que me observara de aquella forma. Sus dedos, delgados y cálidos, envolvieron mi antebrazo, justo en el punto que más me dolía.

Quería rechazar su roce, pero entonces me topé con sus ojos marrones, pintados con suaves motas verdosas, y mis músculos se negaron a reaccionar. Me congelé, de pies a cabeza.

Esa fue la primera vez que sus ojos me dejaron muda.

—Tae —habló Sangwook—, la encontré escuchando nuestra conversación. No sé quién diablos es, pero ...

—Señor Kim —Taehyung rompió la unión de nuestros ojos y se enfocó en Sangwook visiblemente enfadado—. No responderé a ningún otro nombre, no lo olvides —su mirada me había parecido hermosa unos segundos antes, pero de repente se tornó en algo frío y tenebroso que no supe discernir—. Y no me hagas recordarte cómo debemos tratar a nuestros clientes. Pensé que habías dejado de ser tan impulsivo —le regañó—. Discúlpate con la señorita y lárgate.

Se calló, dándole la victoria a Kim Taehyung.

No era un secreto que esos dos se llevaban mal. Yo pude darme cuenta de ello gracias al cortante tono que el magnate empleaba, rabiando por las horribles formas con las que me había saludado su subordinado.

—Lamento haber actuado así. Le ruego me disculpe —dijo, conteniendo la rabia que le roía por dentro.

Como si de un milagro se tratase, pude ladear la cabeza y volver a mirar a ese individuo. En medio de aquel desastre, procuré quedarme con su cara y no olvidarla. Ese tipo era, posiblemente, una de las pocas personas que estuvieron con Jiah antes de que se esfumara sin dejar rastro.

No abrí la boca para aceptar sus disculpas. Me limité a apartar la mirada de su tosco rostro y dar por finalizada aquel desafortunado encuentro.

—Bien —dijo el señor Kim—. Jeon, acompaña a la señorita a mi despacho. Enseguida voy con vosotros.

¿Qué? ¿Cómo que su despacho?

—Claro, señor —el chico que lo acompañaba respondió al apellido Jeon, tendiéndome la mano para que le siguiera—. Venga conmigo, por favor —me pidió, sonriendo.

No sabía qué estaba pasando, pero si quería salir de aquel sitio cuanto antes debía comportarme y fingir estar perdida. Resistirme no me salvaría, por lo que di un paso hacia él en silencio. Actuar como una estúpida podría ser mi comodín esa vez.

Kim Taehyung apartó su mano de mi piel, dejándome ir con aquel chico.

Estaba tan confundida por el giro de los acontecimientos que simplemente me puse tras ese chico y me dejé guiar. ¿Qué significaba todo eso? Las palabras que había escuchado ... ¿Acaso tenían alguna relación con mi hermana? ¿Por qué era un secreto que ni el mismísimo Kim Taehyung podía saber?

Al fondo del pasillo, justo por donde ellos habían llegado, había un desvío hacia la derecha. Aquel chico siguió el camino y yo le imité, ensimismada en mis pensamientos. Él se detuvo pasados unos segundos, indicándome que entrara a un cuarto medio abierto.

¿Para qué quería Kim Taehyung que fuera a su despacho? No nos conocíamos de nada y Sangwook ya se había disculpado conmigo. ¿Qué motivo podía tener para querer hablar? No le encontraba el sentido a aquello, pero ese tal Jeon me observaba fijamente, por lo tanto, pasé al despacho sin decir nada.

Analizando lo que acababa de ocurrir, ni siquiera me había comportado como lo haría en una situación normal. Si un tío de esa calaña se acercaba a mí con ganas de callarme no me habría quedado ahí parada. Me habría defendido, como siempre, pero mi cabeza trataba de procesar tanto que no pude moverme ni un centímetro. Me molestaba admitirlo; si Kim Taehyung no hubiera aparecido en el momento oportuno, no estaba segura de lo que me habría hecho ese matón.

—Puede sentarse —dijo el muchacho de pronto—. El señor Kim no tardará.

Me humedecí los labios, decidiendo mi respuesta.

—No ... No hace falta. Me están esperando, así que preferiría ...

—Entiendo —asintió, amable—. De igual manera, si necesita algo, puede pedírmelo.

"Si pudieras decirme para qué quiere verme tu jefe, te lo agradecería."

—Gracias —murmuré, observando cómo salía del lugar.

No cerró la puerta. Solo me dejó sola a propósito. No supe cómo tomármelo, pero quise pensar que se trataba de un acto de cortesía.

Avancé un par de metros hasta quedar en mitad del cuarto.

Todo en aquel despacho era de tonalidades lúgubres y neutras. Apenas había un par de estanterías y una pequeña mesa con distintos licores además del buró principal. El escritorio estaba bastante recogido a excepción de unas cuantas carpetas amontonadas las unas sobre las otras.

Pensé en sentarme, sin embargo, los livianos pasos de alguien a mis espaldas levantaron mis defensas nuevamente. Al girarme, descubrí que el individuo en cuestión era Kim Taehyung. Él me regaló una rápida sonrisa al tiempo que avanzaba hacia su mesa de trabajo.

Caminaba y se desenvolvía con la clase que habría esperado de alguien como él. Su traje de vestir, caro y elegante, ayudaba a que la escena se viera más surrealista.

¿Qué estaba haciendo allí con un tipo como él?

Tomó asiento en su sillón de cuero negro, pero se volvió a levantar al instante. Me miró, extrañado.

—¿No se sienta? —me preguntó.

—Tengo algo de prisa.

Su gesto pasó a ser un poco más serio.

—De acuerdo —hizo una mueca y se acomodó en su butaca con naturalidad—. Entonces seré breve —pasó la lengua sobre sus labios, escudriñándome—. Le ruego que me disculpe por haber permitido que la trataran de esa forma tan descortés. Sus modales no son los mejores —admitió, refiriéndose a Sangwook.

—No se preocupe —me toqué la muñeca, inquieta por la seriedad que le estaba dando al percance.

Apoyó su espalda en el respaldo del sillón y me miró como si quisiera ver a través de mí. Fue una extraña sensación porque sus ojos ... Había algo en sus ojos que no podía identificar. Era como si un velo transparente cubriera sus orbes, impidiendo así que los demás desentrañaran sus verdaderas intenciones.

Movió su cabeza hacia la derecha, sin dejar de observarme.

—¿Qué hacía por aquí? No recuerdo haberla visto nunca antes.

Genial.

La pregunta del millón.

—Estaba fuera, en la zona de apuestas, y creí que ese pasillo daba a las escaleras, pero ... Me equivoqué —le fui sincera, temiendo que pudiera pillarme en una mentira si le decía algo diferente.

—Ya veo —carraspeó y cogió un vaso que todavía traía algo de bebida—. Eso quiere decir que acabó escuchando la conversación de mis empleados por error, ¿no?

Se llevó el cristal a la boca y dio un solo trago. Yo admiré cómo el líquido bajaba por su garganta.

Me sentía intimidada.

No tenía nada que ver con el miedo que me paralizó cuando Sangwook me encontró espiándole y me estrelló contra la pared. La sensación que me generaba Kim Taehyung al mirarme de aquella manera se asemejaba más a la tensión. El ambiente que había entre esas cuatro paredes era asfixiante y opresor para mis pobres nervios. No sabía qué decirle ni cómo defenderme porque temía que no me creyera. Si mis declaraciones no le convencían, estaría en un aprieto mucho mayor.

—Sí —le respondí, viendo cómo mareaba el licor de aquel vaso—. Lamento haberme entrometido.

Dejó el recipiente sobre la mesa y se puso en pie.

Él había optado por tratar conmigo por la vía más humana y diplomática, pero no sabía si sus suaves palabras eran mejores que los fuertes insultos de Sangwook. Su simpatía escondía algo y no me inspiraba la confianza necesaria como para querer prolongar aquella incómoda charla.

Dio un rodeo al mueble y fue aproximándose a mi posición. No dejó de caminar hasta que la insustancial distancia de unos treinta centímetros fue lo único que se interponía entre los dos.

Me presioné y logré mantener la mirada, haciendo que una sonrisa ladeada apareciera en sus gruesos labios.

Ese hombre de tan solo veinticinco años, además de ser la persona más imponente y recta que había conocido nunca, era mucho más atractivo de lo que pude ver en meras fotografías. Su porte no tiene igual y él comprendió que aquello me dejó pensativa. Algo que me llamó la atención fue un pequeño lunar que descansaba en su mejilla, dándole un aire más infantil.

Era unos diez centímetros más alto que yo. Me miraba con superioridad y sus ojos hablaban por sí solos. Él tenía el poder allí. Era el rey de ese edificio y, si por alguna razón llegaba a considerarme una potencial amenaza, no volvería a poner un pie fuera de ese lugar. Perdida en el confuso color de su iris, entendí aquello.

—Voy a dar por sentado que usted es una clienta más, sin intereses ocultos —dijo, en un tono amable e indiferente—. No hay nada que me lleve a pensar que está mintiendo en lo que acaba de contarme —me explicó, llevando las manos tras su espalda con un sutil rastro de inocencia—, así que me fiaré de sus palabras. Además, odio que me mientan y dudo que usted desee crear un conflicto, después de todo —la dureza de su voz me dejó petrificada—. Lo único que quiero saber es su nombre, si no le importa.

Esbocé una débil sonrisa, terriblemente asustada.

—Kang Jiyeon.

Sonrió y alargó su brazo para estrechar mi mano. Yo la tomé, aceptando sus educadas formas.

—Kim Taehyung —se presentó—. Es un placer, señorita Kang.

El chirrido de la puerta me salvó, o eso creí. No me giré porque sabía que se trataba del silencioso chico que había respondido al apellido Jeon. Ese joven se movía entre las sombras, logrando que sintiera escalofríos por todo el cuerpo.

—Disculpen —Kim Taehyung apartó los ojos de mí, centrándose en su empleado—, pero creo que este es su bolso.

Alejé mi mano de la suya y me giré, confirmando lo que acababa de decir.

—Sí, es mi bolso.

Él se acercó y me lo ofreció con toda la educación del mundo. Yo lo cogí, intentando recordar en qué momento lo había perdido.

—Se le cayó antes, en el pasillo —comentó, leyéndome la mente.

—Ya veo —dije, agarrando el accesorio con fuerza.

—Jeon, acompáñala a los ascensores. Creo que la señorita Kang no conoce muy bien la distribución de esta planta —comentó su jefe.

—No ... No se preocupe. Creo que puedo ir sola —aseguré, mirándole una última vez.

Kim Taehyung, todavía sonriendo, pareció relajar su gesto.

—Me quedaría más tranquilo si Jungkook va con usted —insistió—. No me gustaría que se perdiera de nuevo.

Su perspicacia era increíble. En realidad, buscaba tenerme vigilada y saber hacia dónde iría después de abandonar su despacho.

No me resistí más y dejé que ganara aquel pulso.

—De acuerdo —me resigné—. Muchas gracias.

Me coloqué el bolso correctamente y observé cómo mi guía salía de la habitación a la espera de que fuera con él.

Dudé un par de segundos antes de seguirle. Dudé porque estaba dejando atrás al supuesto líder de una de las organizaciones criminales más problemáticas de nuestro país. Su impoluta imagen no casaba con la idea de un mafioso.

—Que pase buena noche —dijo, deteniéndome bajo el marco de la puerta.

Eché un vistazo, por encima de mi hombro, y asentí. Sus ojos estaban puestos en mí, alimentando esa maldita ansiedad.

—Igualmente, señor Kim.

Esa fue mi despedida.

Dije aquello y me fui, dispuesta a salir de aquel sitio antes de que las cosas volvieran a ponerse en mi contra.

Mi yo más estúpido creyó que ese altercado quedaría en nada y que nunca más tendría que encontrarme con Kim Taehyung, pero, por desgracia, esos no eran los planes que la vida tenía para mí.







Kim Taehyung

Después de que esa chica se fuera, esperé en mi despacho a que Jungkook regresara.

Sangwook podía actuar como un loco en ocasiones y ser un paranoico de primera, sin embargo, su obsesión por el control ya me había servido más de una vez. Que él estuviera al mando de Kazino era peligroso y podía generar muchos problemas a largo plazo. Había muchos contras, pero, a pesar de sus vulgaridades, él no dañaría la organización sin ton ni son.

Éramos familia y, aunque no nos llevásemos tan bien como hubiésemos deseado, no destrozaría el negocio que su padre había tardado tantos años en construir y mantener. Esa era la idea que tenía de mi primo en aquel entonces, fuera equivocada o acertada.

Si había actuado como un maldito psicópata delante de una extraña, debía haber un motivo. Él no se dejaba ver así en el casino. Por lo tanto, todo apuntaba a que esa desconocida había escuchado algo que le comprometía demasiado.

Llené una nueva copa de whisky maltés y me entretuve, admirando la fuerte bebida, hasta que Jungkook cerró la puerta, asegurándose de que nadie se entrometería en nuestra improvisada reunión.

Me giré, a la espera de que me contara si esa chica se había ido del edificio.

—Fue directamente hacia la salida —dijo él—. Seguía temblando.

Bien.

—Sangwook es un troglodita cuando quiere. Es mucho más fácil hablar y él siempre se decanta por la violencia —me quejé, yendo hacia el escritorio—. Es igual ... Busca su nombre y apellido en el registro de las apuestas. Sé que no ha jugado, pero prefiero comprobarlo —deposité el vaso en la superficie de madera y alcé la barbilla, chocando con los brillantes ojos negros de mi amigo—. ¿Le pusiste el chip de rastreo?

—Sí, en su bolso —me lo confirmó, tal y como había imaginado que haría—. ¿De verdad piensas que oculta algo? Esa chica estaba pálida cuando la encontramos en el pasillo.

Me apoyé en el filo de la mesa y crucé los brazos sobre mi pecho.

—Esa mujer vino a esta casa de apuestas por alguna razón. Puede que sea algo sin importancia, pero quiero saberlo —aclaré.

Mi instinto no solía fallar y algo me decía que ella comenzó a temblar en el momento en que me vio. No fue Sangwook, sino mi presencia. Su perturbación se detonó cuando mis ojos se cruzaron con los suyos.

Kang Jiyeon ... ¿Qué hacías aquí realmente?







♣️♥️♣️

Sé que ayer dije que este capítulo estaría en "unas horas" y ha pasado un día entero. Sorry 😬😓

Solo espero que os haya gustado lo suficiente como para compensar la espera 💜

Jiyeon y Tae ya se han conocido y él no se fía de ella, juuummmm 🌚

Quiero avanzar con esta historia, así que puede que suba el siguiente capítulo pronto. Y, lógicamente, estas malditas ganas de escribir sobre Tae han sido provocadas por el propio Kim Taehyung 🤡 PORQUE NO ME PUEDE VENIR CON ESAS ACTITUDES EN EL MV DEL SIGLO Y CREER QUE VOY A QUEDARME MIRANDO COMO SI NADA 👁👄👁

Dicho lo cual y después de haber gritado un poco por culpa de este señor, me despido xD

Os quiere, GotMe 💜

27/08/2020

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro