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Noche 5; Todo ha ido bien

—¡Empecemos con el juego! —sonreía Naomi tétricamente, a la vez que yo observaba mi entorno.

Como era de esperar, se trata de mi ya querida habitación, con esa típica luz roja que se asoma por la ventana y un dibujo en la mesa, aunque en esta ocasión, no logro verlo, ya que cada vez que quiero mirarlo, una fuerza me tira hacia atrás.

Estoy segura de que el escondite no será en mi cuarto, por lo que tendremos que salir a ese oscuro mundo. Está bien, lo que sea con terminar con esto de una vez por todas.

Al fin y al cabo, Alvis, Shai y Reese confían en mí. O eso quiero creer. E incluso si no lo hacen, necesito un motivo para seguir adelante.

Llevo encerrada en mi mente mucho tiempo, quizás, más del que me gustaría admitir. Encerrada en mundos que yo misma he creado para sentirme bien, para sentir que mis amigos estaban allí, para sentir que alguien todavía me quería.

Porque mis amigos me fallaron en el momento que más los necesitaba, y por eso pensaba que ya no me querían, pero con el tiempo me di cuenta de que, en realidad, yo también les estaba fallando a ellos.

Todos tratamos de superarlo a nuestra manera. Eso lo sé. Pero, ¿el qué?

Venga, Kay, haz memoria...

Shai trató de superarlo por medio de los videojuegos. Desde que 'eso' ocurrió, estuvo jugando todos los días a la galería de juegos de alguien que habían decidido repartir entre todos.

Reese simplemente dejó que el tiempo curara las heridas, lo cual, sé que la llevó a tener varios episodios de ansiedad prolongada, pero que terminó superando con éxito al tiempo y que, aunque aún vuelven de vez en cuando, ya no son tan recurrentes.

Alvis no estaba allí, así que no hablaré de él.

Naomi..., espera, ¿por qué no puedo recordar nada de lo que pasó con Naomi? Quizás sea verdad eso de que solo es imaginaria...

Y yo, bueno, ya sabéis la historia. Me recluí de la sociedad tras entrar en depresión, y no salí de mi cuarto en los siguientes años.

Cree un mundo en el que tenía amigos, en el que no estaba sola. Cree un mundo en el que era feliz. Y ahora, tengo que destruirlo. Porque si no lo hago, nunca lograré superarlo.

Pero primero, tengo que enfrentarme a mis miedos. Tengo que recordar qué fue lo que pasó.

—¡Las reglas son sencillas! —me dice Naomi. —Solo tú vas a pillar, ¡si me pillas cuatro veces, tú ganas!

—¿Ya está?

—Bueno, si no logras pillarme en el límite de tiempo establecido... —murmura. —Tendrás que quedarte aquí para siempre, conmigo, ¡con tu única amiga de verdad! —noto cómo su rostro se deforma durante un segundo.

—Hecho.

Y así, empieza el juego. Tengo un tiempo límite, pero no es eso lo que me preocupa. Sé que pillar a Naomi será fácil, nunca se le ha dado muy bien esconderse. Lo difícil será enfrentarme a todos y a cada uno de mis miedos en cuanto abra esa puerta.

Pero al final, en cuanto termino de contar, me quedo dando vueltas por la habitación. No por miedo, sino por duda.

Recordemos que, aunque esto sea un escondite, no significa que tenga que encontrar a Naomi. Significa que tengo que encontrarme a mí.

Trato de dirigirme al dibujo, pero este sigue viéndose borroso. Quizás para luego.

Miro debajo de la cama, aunque solo me llevo un susto al ver un montón de cucarachas correteando por ahí.

¿Un susto? Un sobresalto, más bien.

Miro en el armario, y tampoco parece haber nada. Por haber, no hay ni ropa, solo una figura alta que me observa. Cierro el armario. Da miedo.

Por un momento, se me quita la idea de que en mi cuarto pueda haber algo, pero entonces, un recuerdo se viene a mi mente.

—Eh, Naomi, ¿me pasas ese lápiz de allí? —le pregunto..., o más bien, una versión de mí, le pregunta a una de Naomi.

—¿Pero no es exactamente igual a los siete lápices que tienes sobre la mesa? —se burla la versión de Naomi.

—No —respondo yo, esta vez por inercia. Me acuerdo perfectamente de la conversación, así que la replico en mi cabeza. —El que quiero que me pases es para las sombras, mientras que este de aquí es para el contorno, ese es para el relleno, ese es un bolígrafo, ese ni siquiera es un lápiz, es un difuminador...

Dios, qué buenos recuerdos con Naomi. Reíamos todos los malditos días de nuestra vida. ¿Qué pudo pasar tan malo como para que todo se fuera a la mierda tan rápido?

Cuando ambas versiones desaparecen, me acerco a la mesa y agarro el lápiz para el sombreado.

Justo entonces, la voz de Naomi resuena en mi cabeza, casi llorando.

—¡¿Tantas ganas tienes de librarte de mí?! ¡¡P-Pensaba que éramos amigas, Kay...!!

Decido ignorarla. Ya la he pillado una vez.

Vuelvo a mirar el dibujo, y ahora está un poco más claro, aunque sigo sin verlo.

Parece haber una especie de borrón negro, no puedo diferenciar si hecho con bolígrafo o con tinta. Diría que tinta, porque tiene algo rojo.

Está bien, ya he acabado con este sitio. Toca avanzar.

De modo que me coloco delante de la puerta, la abro y paso sin pensar, para descubrir que ahora, me encuentro en casa de Reese y Shai.

Veo algo borroso, es como si mi mente no quisiera que siga, pero aun así, tengo que intentarlo.

A pesar de ver borroso, logro diferenciar un árbol de Navidad entre todas las cosas que hay en ese salón, así que me dirijo rápidamente allí y empiezo a buscar, aunque no encuentro nada.

Contra antes termine, mejor. Tengo una mala sensación de lo que pasará si me quedo en una habitación demasiado rato.

Así que sigo buscando, y entonces, me acuerdo de algo y voy corriendo a uno de los cajones.

Shai me lo contó; fue allí donde guardó el dibujo del ángel durante la mayor parte del tiempo, aunque al final, decidió pasarlo a su habitación con intención de colgarlo. Se le olvidó, y no lo culpo. No era un buen regalo, y de todas formas, yo ya no existía para él. No quería existir, ni para él, ni para nadie.

Encuentro el dibujo, algo arrugado pero lo encuentro, y entonces, vuelvo a escuchar la voz de Naomi gritarme.

—¡¡Deja de intentar librarte de mí!! ¡¡Solo quiero protegerte!!

—Sé cuidarme yo sola —no se lo digo a Naomi, porque sé que no está dispuesta a escucharme; me lo digo a mí misma, habiendo pillado por segunda vez a Naomi.

Avanzo a la siguiente habitación, y es aquí cuando todo empieza a ponerse tétrico de verdad.

No por la ambientación, que también. Lo primero era una habitación, y lo segundo el salón; ahora me encuentro en el baño.

Las cortinas de la bañera están completamente rasguñadas, el cristal del espejo roto, hay sangre por todos lados, los cajones están tirados en el suelo.

Pero lo que me provocaron ganas de vomitar, fue el cuerpo de Naomi tirado en el suelo, lleno de cortes en ambos brazos que se había autoinflingido ella misma.

Esa última información la sé solo porque me acuerdo de cuando ocurrió esto. Me acuerdo de entrar en el baño de Naomi, y en cuanto entré, verla en ese estado.

Había intentado suicidarse, y todavía no tengo claro por qué. Puede que yo le hubiera fallado en el pasado. Sí, tenía que ser eso. Seguro. Yo siempre tengo la culpa.

Pero, tratando de ignorar eso, trato de recordar más cosas que puedan ayudarme a encontrar a Naomi.

¿Qué pasó después de eso? Pues..., llamé a la ambulancia y se la llevaron al hospital. A los días, nos dieron la noticia de que sobrevivió, pero cuando fui a visitarla...

—¡¡Déjame en paz!! —me gritaba desde la camilla. —¡¡Todo hubiera salido bien si tú no te hubieras entrometido!!

Trataba de aguantar las lágrimas, porque estaba preocupada por ella, pero a la vez, me sentía culpable. No quería verla en ese estado, y me preocupaba que no quisiera ser mi amiga nunca más.

—Naomi, ¿no crees que te estás pasando? —le pregunta Reese. —Kay te salvó la vida porque te quiere más que a nadie, y tú la estás haciendo llorar.

Por su parte, Shai se limita a suspirar, aunque luego habla.

—Eso es lo único que te importa, ¿no, Naomi? Tú misma. Si te preocuparas por tus amigos, no habrías intentado quitarte la vida.

Vaya, viéndolo ahora, creo que todos teníamos nuestros motivos para hacer lo que hicimos esos días.

No puedes pedirle a una persona que quiere quitarse la vida que no lo haga. Tienes que ayudarla. Hay diferencias entre pedir y ayudar.

Pero, por otro lado, entiendo la impotencia de Reese y Shai ante la situación. Dime, ¿qué harías tú si te encontraras a tu mejor amiga así?

—Kay... —creo que en ese momento, Naomi trataba de disculparse. Sin embargo, fui completamente idiota y salí corriendo. —¡Kay, espera...!

—¡Oh, genial! ¡Mira lo que has conseguido, Naomi! —le protesta Shai, antes de que él y Reese corran hacia mí, dejando a Naomi sola.

—¡N-No quería...! —lloraba. —¡Yo solo quería que todos fueran felices...!

Una de sus lágrimas acaba con el recuerdo y me transporta de nuevo al baño, habiéndose transformado en una piedra de cristal, que en cuanto agarro, hace que vuelva a aparecer la voz de Naomi.

—¡¡Lo siento si te hice daño, pero por favor, quédate conmigo!! ¡¡Te prometo que todo será mejor!! ¡¡Te prometo que seré la amiga que nunca pude ser!! ¡¡Pero por favor, Kay...!! —prácticamente, me estaba rogando. Pero no podía parar ahora.

Solo me quedaba uno, así que, abro la última puerta.

Estoy en la habitación de Naomi. Lo sé porque, aunque es muy parecida a la mía, tiene algunas diferencias notorias, como las sábanas de la cama.

Noto que veo mucho más borroso, pero sin embargo, me acerco al dibujo que se encuentra encima de la mesa.

—Kay... —me susurra Naomi a mis espaldas. —Una vez lo agarres, no habrá vuelta atrás.

La miro por un momento, pero luego miro al dibujo.

—Lo siento —posteriormente, agarro el dibujo, para finalmente descubrir la verdad.

- Lo siento. Perdón por no haber podido ser la amiga que os merecíais. Perdón por haber tomado esta decisión tan drástica. Pero no podía seguir viviendo, no entre el acoso que recibía en el colegio y que ahora, ni siquiera Kay me quiere. Espero que lo comprendáis, y que sigáis adelante con vuestras vidas. Shai, Reese, y sobre todo tú, Kay. Cuidaros mucho. Os quiero a todos, y de nuevo, lo siento. -

- Con amor, Naomi. -

En cuanto termino de leer eso y noto las lágrimas acariciar mi mejilla, me giro a ver a Naomi.

Se encuentra colgada del techo, mirándome fijamente, aunque por lo que parece, completamente muerta.

Así que me acerco a ella, y simplemente susurro;

—He ganado.

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