
Noche 3; Todo ha ido bien
La verdad es que sigo prefiriendo mil veces más el mundo de los sueños al mundo real. Quiero decir, es perfecto. Nadie te puede hacer daño, nadie se burla de ti, puedes ser lo que tú quieras..., y tengo a Naomi.
Aunque últimamente... bueno, ya habéis visto lo que ha estado pasando. Sueños muy raros. Juro que nunca habían sido así.
Recuerdo con nostalgia algunos de mis mejores mundos, como uno lleno de flores de muchos colores en el que me pasé todo el día jugando al escondite con Naomi.
Ahora, me encuentro de nuevo frente a la cama de mi dormitorio, a solo unos minutos de empezar a dormir y transportarme de nuevo a aquel mundo en el que tantas cosas extrañas suceden.
Miro un momento hacia la ventana. No tiene esa característica luz roja que observo cada vez que me echo a dormir. Simplemente, da lugar al exterior. Todavía no me creo que haya conseguido salir.
Mañana voy a ir a ver a mi madre... y no sé si estoy preparada. Quiero decir, vale que es mi madre, pero nunca me ha tratado como una hija. Tampoco la culpo, el día que papá murió la afectó muchísimo, y el hecho de que yo empezara a recluirme...
Gracioso, ¿cierto? O irónico, llámalo como quieras, pero incluso encerrada en mi cuarto para dejar de ser una molestia, hago daño a la gente a la que amo. Y mamá sufrió las consecuencias de mi egoísmo. Lo dicho, irónico.
¿Cómo se llamaba...? Ah, sí, amnesia disociativa. Eso es lo que tiene mi madre. Un tipo de trastorno disociativo que involucra una incapacidad para recordar información personal importante que en forma típica no se olvidaría. Por ejemplo, personas. Yo estoy entre ellas.
Pero por otro lado, es lo mejor. Si mamá no me recuerda, no puedo ser una carga para ella. Ojalá todo el mundo sufriera amnesia y dejara de recordarme. Ojalá todos se limitaran a odiarme, todo sería mejor para ellos.
Pero bueno, supongo que tengo que conformarme con odiarme a mí misma. Con odiar todo de lo que estoy hecho. Con odiar lo que soy. Con odiar todo lo que he causado. Todo ese dolor que he causado.
Ya basta de ponerse depresivos, quiero echarme a dormir y volver a mi..., oh, ya ha empezado.
Me habré desmayado o algo, porque ahora me encuentro en casa de Shai y Reese, en la misma habitación en la que desperté, que por la nota del dibujo, imagino que era la de Shai.
Y como siempre, aquella luz roja que acompaña a la ventana, y una persona observándome, parada justo en frente de la cama.
No le veo el rostro, parece estar censurado, pero por otro lado, sé que me observa. No sé qué quiere, tampoco qué va a hacer. Pero no para de susurrar algo una y otra vez. Algo que no logro comprender.
A ver, sí que logro entender algunas palabras sueltas. 'Sálvame', 'Kay', 'Naomi', 'árbol'.
Definitivamente no entiendo nada, y puede que ni siquiera esas sean las palabras que está diciendo. Escucho como una especie de interferencia.
Por un momento, una macabra sonrisa de color rojo sangre se dibuja en su rostro. Me oberva, es aterrador. Y entonces, por fin logro entender la frase que dice.
—Sálvame Kay, Naomi está debajo del árbol.
De repente, todas las luces se apagan y, cuando se vuelven a encender, me encuentro en una especie de hospital.
Hay un montón de camillas, todas conectadas al típico dispositivo que marca sus pulsaciones. Un clásico.
Cuando digo un montón, es que solo hay eso. Y muchísima gente tumbada en ellas. Así que voy revisando una por una.
Las luces están apagadas, qué sorpresa. Y todos parecen estar respirando, así que no hay nada de lo que preocuparse.
Hasta que de repente, escucho un grito a mi espalda, y cuando me giro, veo que un gran charco de sangre se ha formado justo debajo de una de esas personas que está tumbada en una camilla.
Y cuando me acerco, me doy cuenta de que, efectivamente, ha muerto.
Todo esto me suena de algo, pero decido ignorarlo y, en su lugar, me dirijo a la única puerta que hay en todo el hospital y la cruzo, solo para encontrarme de nuevo en la habitación, pero ahora, en el otro lado.
Ahora hay un charco de sangre en la cama en la que yo estaba tumbada, y parece que también un cuerpo, pero no logro verlo. Porque Naomi está observando a la cama fijamente, y me quedo mirándola hasta que se gira.
Aunque por un momento, es como si todo su cuerpo hubiera parpadeado. Como si no se tratara de Naomi, sino de una impostora.
—¡Hola, Kay! —sonríe alegre. —¿Ocurre algo? Je, je, ¡parece que hayas visto un fantasma!
—¿Qué hay en esa cama? —como ya dije, no me gusta la gente que se enrolla, así que voy directa al grano.
—No es nada importante, cariño —no se le quita esa sonrisa de la cara, lo odio.
—Naomi, algo muy raro está pasando, no trates de ocultármelo.
—¡Mira, Kay, he hecho un dibujo! —camina hacia la mesa y agarra un papel que yo pensaba que estaba en blanco, cuando en realidad no era así, y lo pone delante de ella, sonriendo de una manera un tanto tétrica, pero por lo que parece ser, también emocinada.
Así que miro de reojo el dibujo.
- ¿Me quieres? -
Por un momento siento cómo se paraliza el tiempo, claro está, hasta que vuelvo mi mirada hacia Naomi.
Aunque me cuesta decir que siga siendo Naomi, pues su rostro ha quedado completamente desfigurado, roto, ensangrentado, con una sonrisa cosida y envuelto en un terrorífico rojo color sangre.
Sus ojos expresan dolor, o lo que queda de ellos, porque más que ojos, parecen cuencas vacías impregnadas de un extraño líquido negro que gotea y golpea las suelas de sus zapatos.
—¿Por qué estás tratando de olvidarme, Kay? ¿Ya no somos amigas? —doy unos pasos atrás, aterrorizada, no solo por sus palabras, sino también por el tono robótico y deformado.
No, no lloro. No porque no quiera. Porque no puedo. Hay algo dentro de mí que me lo impide. Estoy paralizada, no puedo pensar, no puedo sentir, ni siquiera soy capaz de andar.
Naomi da un paso hacia mí y levanta una mano que es dirigida hacia mi mejilla, dándole suaves caricias y elevando el dedo hasta que se acerca a mi ojo.
—¿Acaso ya no somos amigas?
De repente, me encuentro en el salón de la casa. Pero de la mía. De mi casa. Ni idea de qué ha pasado, ¿fue solo mi imaginación? Bueno, está claro que sí, así funcionan los sueños. Aunque me pregunto si seguiré soñando, o en cambio ya ha pasado.
Miro a mi alrededor, y en cuanto veo un árbol de Navidad y varios niños a su alrededor, me doy cuenta de que este sueño va a ser el más duro de todos.
—Este tuyo, Reese —dice la voz de Naomi. Lo cierto es que no logro verles las caras, no logro diferenciarlas. Es como si mi mente estuviera haciendo un gran esfuerzo para no recordar esto. Entonces, una de las niñas le entrega un regalo envuelto bastante grande a la otra chica.
Puedo ver cómo durante un buen rato, los cuatro están intercambiando regalos. Lo recuerdo. Esta fue la navidad de antes de que yo me recluyera de la sociedad. Fue mi última Navidad.
Entonces, uno de los chicos se acerca a la más pequeña de todas. La única que puedo distinguir su rostro. Soy yo, pero de pequeña.
—Este es mi regalo para ti, Kay —sonríe amablemente, provocándome un enorme dolor en el pecho. Echo de menos pasar las Navidades con mis amigos. Con Reese, con Shai, con Naomi... y conmigo misma, porque ya no sé quién soy.
La chica, es decir, yo, abre el regalo, y en él, hay un cuadernillo de dibujos personalizado, lleno de pegatinas de varios animes y videojuegos que adoraba cuando era pequeña, y que no solo estaban en la portada, sino que se encontraban a lo largo de todas las páginas.
Un sentimiento de nostalgia increíble me invade al recordar cómo mis tres amigos me miraban impacientes, esperando una reacción, mientras yo ojeaba el diseño personalizado de todas y cada una de las páginas.
No era solo un cuadernillo de dibujos, estaba realmente completo, tenía hasta un calendario. No era solo un cuadernillo de dibujos, era mi cuadernillo de dibujos.
Sigo observando, con algunas lágrimas en los ojos, y que terminan de caer cuando veo a mi yo saltar y abrazar a lo que yo diría, es la representación de Shai.
Y en ese tiempo no lo noté, pero ahora que soy una tercera persona, veo al chico notoriamente nervioso.
Puede que antes mintiera. Creo que en algún momento sí me llegó a gustar alguien. Pero esos sentimientos ya han quedado atrás, y no solo esos. Todos. Ya no soy capaz de sentir nada, o mejor dicho, no soy capaz de canalizar mis propios sentimientos. No soy capaz de entenderme.
Me pregunto cómo habrían terminado las cosas si yo y Shai...
Sigo observando, porque sé qué es lo que viene ahora. Es el momento de que yo le entregue mi regalo a Shai, aunque puedo notar a mi figura algo nerviosa.
Sí, lo recuerdo. Sentía que mi regalo no estaba a la altura de lo que él me había hecho. Sentía que se iba a decepcionar, que me iba a odiar. Supongo que estos pensamientos los desarrollé desde una edad demasiado temprana, ¿no?
Y me asustaban aún más, porque a los demás sí les había hecho mejores regalos. A Reese habíamos decidido comprarle entre todos un violín. Realmente amaba la música.
A Naomi, le había comprado semillas. Sí, sé que parece una tontería, pero a ella siempre le han encantado las flores. Y las que yo le compré, eran unas muy especiales y difíciles de conseguir. Tuve suerte de tener varios contactos y poder encontrarlas fácilmente. Echo de menos tener amigos y familiares que me quieran. Echo de menos que alguien me quiera.
Observo cómo yo le entrega a Shai un papel. Es un dibujo, de un ángel. Es muy simple. No me gusta. No me gusta ninguno de mis dibujos, pero a él...
No logro verle el rostro, pero ni falta me hace. Todavía recuerdo la felicidad que a él le dio. No paraba de repetir que era el mejor regalo del día, y Naomi y Reese no le habían hecho malos regalos precisamente.
Recuerdo que estuvimos todo el día hablando y jugando los cuatro. Estuvimos jugando tanto, que cuando me cansé, me quedé dormida dentro de una de las cajas de regalo. Shai aprovechó para tomarme algunas fotos. Siempre decía que me veía 'mona'.
También me acuerdo que Reese hizo uso de sus habilidades culinarias y nos hizo a todos galletas Navideñas. Estaban riquísimas, y como nos quedamos con ganas de más, nos enseñó a hacerlas mientras preparaba la segunda tanda.
Naomi y yo jugábamos a los videojuegos que me habían regalado, entre ellos estaba el nuevo Mario Party que acababa de salir en ese entonces. Siempre he sido fan de esos videojuegos.
Al final, Reese y Shai se nos unieron. Fue muy divertido.
Mientras todos esos recuerdos se fusionaban unos con otros, me encontré con uno que no lograba entender. No lo recordaba, porque yo ya estaba dormida mientras ocurría.
—El próximo año será aún mejor, ya veréis —decía Reese, mientras reía al ver que su hermano no paraba de mirar a la caja en la que yo estaba dormida.
—Tengo una idea —menciona Naomi. —¿Por qué para el próximo año no hacemos un amigo invisible? ¡Así no nos gastaremos todos dinero en todos y será más especial para cada uno!
Sus palabras me dolieron, porque nunca hubo próximo año. No recuerdo el porqué, pero parece que mi mente me lo quería hacer ver, porque de repente, todo ese espacio se desvaneció, y solo pude ver a Naomi, tirada en el suelo, con varios cortes en los brazos, hechos en vertical y muy, muy profundos.
Está bajo un charco de sangre, es una escena desagradable. Pero no puedo evitar recordar cuándo pasó eso... aunque con dificultad.
Cada vez me estoy acercando más a la verdad. Hay algo que mi mente no quiere que yo sepa, pero yo sí quiero saberlo.
Entonces, una voz resuena en mi cabeza.
—Te necesitaba.
Y justo después, despierto en mi habitación.
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