Noche 2; Todo ha ido bien
Y de nuevo, me hallo en mi cuarto. No entiendo qué ha pasado, ni por qué, ni cómo. Nada. Solo sé que estoy en mi habitación.
Sí, ese lugar que solo he dejado una vez en tantos años.
Ese lugar que tanto amo, y que a la vez tanto odio. Bueno, no más que a mí misma.
Lo cierto es que me resultó demasiado extraño salir de mi cuarto durante el día. Solo salgo por la noche como mucho, pues es cuando Alvis no está en casa. De todas formas, no hago mucho.
Solo observo las sombras que pasan por delante de mí, y las que se asoman por la ventana, mientras ignoro los fuertes llantos y golpes que surgen detrás de la puerta que conduce al exterior y la voz de Naomi que no para de gritar mi nombre con furia.
Solo abrí la puerta una vez, y recuerdo perfectamente lo que me encontré.
Una chica de mi misma edad, parecida a Naomi pero no igual, con un profundo corte en el cuello.
Cerré la puerta al instante.
A veces, siento cómo alguien me observa. Es normal cuando no paras de ver a personas que no existen pasar delante de tu cara. Es normal cuando tu mejor amiga te está llamando de detrás de la puerta todas las noches. A las cuatro de la mañana.
Duermo muy poco, y cuando lo hago, solo es para volver a mi mundo.
Y es en el que parece que me encuentro ahora, pues la ventana de mi cuarto proyecta una terrorífica luz roja que alumbra toda la habitación. Aunque se nota que es de noche, por la oscuridad, y por el silencio. Normalmente escucho a niños jugando en la calle por el día. No les tengo envidia. Yo juego con mis propios amigos.
Y le dirijo la mirada a uno de ellos en ese momento; el cuchillo que tenía guardado en mi bolsillo. Hay una voz en mi cabeza que no para de repetirme algo, pero ese 'algo' no logro distinguirlo. Parece otro idioma. Quizás es lo que tiene haber estado tantos días y noches encerrada en mi cuarto.
No es mi culpa. Nada de esto lo es. No puede serlo. O quizás...
Algo llama mi atención, y es que la luz roja, si bien alumbra todo el cuarto, sobre todo alumbra un papel rasgado que se encuentra en el suelo.
Ya tengo experiencia con esto. Sé que es un dibujo que marca perfectamente mi estilo. Nunca he entendido por qué se manifiestan en mis sueños, y a veces, como he contado antes, en alucinaciones en la vida real.
Me levanto de la cama y me acerco al dibujo, aunque mis piernas tiemblan y no sé por qué. Se encuentra en frente de la puerta, lo cual me da algo de miedo. Mejor dicho, un mal presentimiento.
Agarro la hoja de papel y le hecho un rápido vistazo.

- Kay, ¿me recuerdas? ¿Recuerdas nuestra promesa? Kay, soy yo, Naomi. Escúchame, por favor. -
- Kay, ¿sabes lo que es el dolor? -
- Kay. Kay. Kay. Kay. Kay. -
Qué. Puto. Miedo.
Son las únicas tres palabras en las que puedo pensar justo antes de sobresaltarme al escuchar el portazo que un monstruo exactamente igual al del dibujo da al entrar de lleno en la habitación.
Noto mi corazón pasar de cero a mil, mientras observo su mirada, la cual está completamente puesta en mí.
Una mirada vacía, sin sentimientos, sin nada. No puedo evitar encontrarle cierto parecido conmigo misma.
—Kay... —susurra la inquietante figura, que por alguna razón, me recuerda en cierto modo a Alvis. ¿Por qué? Ni siquiera se parecen. —Sígueme, voy a llevarte a un lugar muy especial...
Su voz es igual de inquietante que su rostro, completamente deforme y sin ningún tipo de sentido.
Cada vez tengo más claro que este es mi mundo, pero, ¿por qué?
Solo vengo aquí cuando duermo, no cuando me desmayo. ¿Y por qué me he desmayado en primer lugar? Hago un esfuerzo en recordar, pero mi mente bloquea mis recuerdos. No logro saber qué fue lo que vi justo antes de caer de bruces contra el suelo y despertarme en mi cuarto.
Observo cómo la figura empieza a caminar hacia fuera de la habitación, provocándome un gran debate interno sobre si seguirlo es una buena idea.
Mis mundos nunca han sido tan siniestros, excepto el anterior y este. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué ahora? Mis mundos eran los únicos lugares en los que me sentía bien, ¿qué sentido tiene la vida si ahora se han vuelto tan tétricos?
Quizás simplemente mi vida nunca tuvo sentido.
Observo momentáneamente el cuchillo que sostengo en mi mano, y al final, me decanto por perseguir a aquella sombra que tanto me recuerda a la única persona que he visto en tanto tiempo.
Y en cuanto salgo del cuarto, observo que no hay casa.
Más bien, solo hay unas escaleras hacia abajo que parecen infinitas, y en los alrededores, muchas más escaleras infinitas que van desde arriba hasta abajo y desde abajo hasta arriba.
—El infinito es un concepto que la mente humana no es capaz de siquiera imaginar —como si me hubiera leído la mente. —Más bien y mejor dicho; el infinito es un espacio finito con infinitas posibilidades, que a su vez tienen finitos resultados.
No entiendo nada de lo que ha dicho, pero empieza a bajar por las escaleras de caracol 'finitas', por lo que decido seguirlo.
Quiero respuestas a lo que está pasando. Y las voy a encontrar. Solo espero no morir en el intento.
Según vamos bajando, observo todo lo que se encuentra a mi alrededor. Parece una especie de fábrica. Claro, sin contar las escaleras infinitas o que los 'trabajadores' más bien parecen fantasmas.
Supongo que es lo que tiene el mundo de los sueños, ¿no? Que nada tiene sentido.
Y al seguir observando, topo la vista con numerosos carteles, en los cuales puedo ver los nombres de los lugares a los que llevan las escaleras.
Supongo que por eso todo tiene ese tono de fábrica; es solo uno de los lugares a los que llevan las escaleras, pero claro, no es al que estamos yendo.
'Tóxico'. Vaya nombre para una fábrica. Bueno, eso es lo que leo en uno de los carteles, así que por intuición pienso que es el nombre.
Aunque los nombres en estos mundos nunca suelen tener mucho sentido. Recuerdo perfectamente que algunos de los lugares a los que he viajado tenían nombres de sentimientos. Nunca bonitos.
Excepto una vez, que se llamaba 'alegría'. Fue mucho tiempo desde esa vez.
Y recuerdo que ese lugar era el más aburrido. Como siempre, solo se encontraba Naomi. Pero simplemente era mi casa. No cambiaba nada.
Y cuando me doy cuenta, casi me tropiezo y me caigo, ya que no quedan más escalones y no me había dado cuenta. ¿Demasiada expectación en el fondo, quizás?
Observo (sí, otra vez) a mi alrededor, tratando de darme cuenta de en qué lugar me encuentro ahora.
Es más simple de lo que me esperaba, literalmente solo es un camino invisible. Con razón no me había dado cuenta de dónde estaba el fondo.
La figura se detiene de espaldas contra mí, y por un momento, creo poder ver a Alvis en su rostro. O en su nuca. O no sé. Simplemente, es una sensación.
Una sensación que no se desvanece incluso cuando se gira hacia mí, mirándome fijamente con esos ojos vacíos, llenos de... alguna sensación. O sentimiento.
O miedo. Que es por lo que yo apostaría.
Los escalones que se encuentran detrás de mí empiezan a desvanecerse por completo, haciendo que me lleve un pequeño susto.
—Kay —me llama. —Has olvidado algo muy importante. Y yo estoy aquí para ayudarte a encontrarlo. O más bien, a recordarlo.
Me quedo confusa por un momento, como es natural. ¿Qué puede ser tan importante y a la vez tan poco como para haberme olvidado pero estar soñando con ello? Entonces caigo en la cuenta de algo.
Que no lo recuerdo. No recuerdo el motivo por el que me recluí de toda la sociedad hace tanto tiempo.
Sí recuerdo todo lo anterior, y todo lo posterior, pero no el momento exacto.
Y cada vez que trato de acordarme, me encuentro con una gran barrera mental que no me deja pensar con claridad. Es más, me dan dolores de cabeza solo de intentarlo.
¿Se refiere a eso? Estoy haciendo mi mayor esfuerzo mental por acordarme de algo, incluso si eso significa morir de dolor aquí mismo.
¿Por qué motivos puede una persona recluirse de toda la sociedad?
¿Una separación? No, estoy segura que eso no. Nunca he sido muy sentimental. De hecho, nunca me ha gustado nadie, no más que por la presión social y porque está bien visto el tener una pareja, y que si no la tienes, te miran raro. De todas formas, a mí me miran raro siempre. Porque soy rara.
¿Mi madre? Venga ya, ¿fui capaz de superar la muerte de mi padre cuando era prácticamente un feto con patas, y no que mi madre no se acuerde de mí? Bueno, vale, tendría sus explicaciones, pero... aunque sea mi madre, mi vínculo con ella nunca ha sido tan grande. No es que no confiara en ella, es simplemente que nunca ha sabido cuidar bien de mí, y por eso la veo más como una conocida que como mi madre. Aunque la sigo queriendo.
¿La muerte de alguien? Pero si solo murió mi padre...
El dolor de cabeza se intensifica al pensar en esto último. Vale, me estoy acercando.
—Kay, no tienes porqué recordarlo ahora —me susurra. —Sin embargo, debes hacer tu mayor esfuerzo en conseguir que tu ansiedad deje de ocultarlo para que sigas pensando que eres feliz. Debes romper la barrera.
¿Ansiedad? ¿Feliz? No cuadra. Al menos, no en mi mente. Entonces, sigue hablando.
—Y cuando consigas derrotar a la ansiedad y encontrarte contigo misma, deberás tomar una decisión; dejar este mundo y vivir en la triste realidad, o buscar una falsa realidad en tu imaginación.
Lo segundo suena tentador. ¿Pero a qué se refiere?
Entonces, formulo mi pregunta, con la esperanza de saber de qué habla y a qué se refiere.
—¿Cómo salgo de aquí? —nunca había presenciado un mundo de sueño así, y menos al desmayarme. Sé que no será tan fácil salir de aquí como siempre. Por eso pregunto.
—Siempre hay una salida, aunque no siempre es tan evidente.
Parece una frase demasiado sencilla, hasta que caigo en la cuenta de que en mi bolsillo sigo teniendo a mi mejor amigo.
Y es entonces cuando comprendo cuál es la salida.
Así que, sin pensármelo dos veces, agarro el cuchillo y me lo clavo en el estómago con todas mis fuerzas, haciendo que caiga al suelo del dolor.
Eso es lo curioso. Que no siento ese dolor del que hablo. Pero aún así, sé que existe. Sé que está ahí.
Espero haber hecho lo correcto.
Justo entonces, despierto en una habitación.
No es la mía.
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