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KATANA WITHOUT A EDGE

"He estado considerando esto durante bastante tiempo.Y he sobre pensando todos sus puntos buenos y también los malos. Y el que he elegido no solo es honorable, sino que está aprendiendo muy rápido y ya es un luchador habilidoso.

Por eso he elegido a Leonardo para que sea el líder.

Leonardo, aceptarás tu rol de deber como líder para tus hermanos. Te otorgo mi confianza que los cuidarás para que no salgan heridos. Te otorgo esta responsabilidad porque confío completamente en ti, hijo mío".

Leo enterró su dolorida cabeza en el frágil refugio de sus manos, se tapó los ojos con las palmas y se contuvo las lágrimas. La culpa lo abrasó, lo atravesó, pero no hizo absolutamente nada para contener la oleada de miedo. Estaba temblando y enfermo. Atrapado e indefenso, y no sabía qué diablos hacer.

Había herido a Splinter. Su padre, su Sensei que lo había criado, lo amaba, lo protegía. Su padre, que fácilmente podría haber infligido lesiones graves y permanentes si Splinter hubiera optado por tomar represalias. Leo tragó saliva ante el pensamiento. Su padre consideraba que golpear a los niños como castigo era terriblemente cruel.

Leo gimió, llorando. Una súplica, una demanda, un sollozo ... La aplastante sensación de pérdida y fracaso tejió cada uno de los nudos estranguladores sobre su estómago. La repugnante acción seguía desfilando a través de sus pensamientos

Leonardo se abrazó sus piernas mientras temblaba sentado en la esquina de su habitación recordando las palabras de su padre cuando lo nombró líder. Su hombro derecho, rasgado, magullado, con raspones y un corte limpio y profundo por producto de una Kanata, goteaba sangre que rozó sus brazos, sangre roja que empezó a esparcirse. Apretaba con fuerzas sus labios, sintiendo como el pavor y angustia consumía su joven mente. La sangre en sus dientes y lengua, tan asquerosa. El amargo sabor salado de las lágrimas que se mezclaban con la sangre. La simple idea de fracasar lo invadió: Él es el líder. No podía permitirse fracasar y que su familia saliera herida.

Cualquier cosa que llega a pasar es su culpa. Cómo siempre.

Leo no era el mayor de los cuartos, pero siempre recibió el castigo severo de su padre por los platos rotos de sus hermanos, sin embargo, sinceramente él los aceptaba por sus hermanos para que no se metieran en problemas, asumiendo la responsabilidad de los actos de sus hermanos. Siempre fue tratado como el mayor de su clan por esa razón. La responsabilidad lo envolvía siempre. La responsabilidad de ser el 'hermano mayor' lo atrapó sin cesar a su llamado. Nunca lo fue biológicamente el mayor, de hecho incluso era menor que Mikey. Leo era el menor de los 4 hermanos. Pero fue obligado a convertirse en el hermano mayor para su familia. Absorbió la responsabilidad de serlo, y sacrificó parte sí mismo para brindarles a sus hermanos.

Su infancia fue sacrificada. Al igual que su inocencia. Todo se perdió temprano. Y nunca la quiso de vuelta. lo que está perdido, queda perdido. El sacrificio es voluntario, y Leo lo hizo. Un bien común para todos los demás.

Su padre lo desconocía. De hecho el Maestro Splinter desconocía muchas cosas de las tortugas que aprendió criandolos sobre la marcha.

Las crías de tortugas no se diferencian tan notoriamente en sus edades. Son de un tamaño similar dependiendo cuando salieron del cascarón. Leo fue el último. Él lo sabe. Lo sintió. Lo recordó. Y lo confirmó cuando meditó y aprendió sobre su vida antes de la mutación. Por Dios, incluso Donnie lo sabe por sus exámenes médicos.

Incluso cuando lo parece, Leo es bajo de estatura. Era tan bajo como Mikey, incluso más bajo. No se desarrolló como Donnie. Donatello siempre fue el mejor en el cerebro y compresión. No tenía la masa corporal de Raph, no era tan fuerte como Raphael. Él era débil físicamente, así que esa flaqueza fue drásticamente disuelta. Su Sensei nunca lo notó, solo vió la audacia y el fácil aprendizaje de Leo, tomándolo como el mayor. Lo entrenó, lo forzó, lo llevó a sus límites hasta su cansancio. Hasta sentir fatiga y dolor angustiante, tragándose sus propias lágrimas de sufrimiento, aprendiendo la carga de ser el mayor. El futuro líder del Clan Hamato.

La Katana fue lo que vió el Maestro Splinter en él.

Siempre que su Katana brillaba y reflejaba con la luz, podía ver el reflejo exterior del Hamato Leonardo que todos veían: Intrépido. Perfecto. Puntal. Moralista. Honor. Temerario. Imparable. Protector. Líder. El mayor.

Y cuando esa Katana se quiebra y es despedazada se muestra la verdad en ese brillo tenue, desubicado con un reflejo tembloroso y cortante. Una herramienta rota. Al igual que él: Frágil. Inútil. Estorboso. Cojo. Agrietado. Sin uso. Desechable. Roto. Inseguro. Miedoso. Débil. Él menor.

Por eso los Sables Katanas fueron sus armas.

"¡Kame, levántate! ¡No demuestres debilidad!"

La dura voz de su padre resonó su mente recordando la confirmación y el comienzo del diluvio. La decepción, ira, severidad, inconformidad y sobre todo dolor en la voz de su padre lo estremeció.

No quería ser perfecto.

Incluso cuando sus Katanas danzaban, cortaban, apuñalaban, golpeaban, atravesaban, desgarraban, desmembraban. Eran inútiles.

El suave filo era detenido con el bastón, o la pata callosa de su padre con un solo dedo como si fuera un insignificante papel. Cómo si sus intentos y fuerzas no fueran lo suficientemente.

Siempre fracasa en el intento.

Leo nunca atacaba con intención de matar. Ni cuando se enfrentaba a los Dragones Púrpuras, Kraangs, Mutantes, los Soldados del Pie o cualquier mierda que se le atravesara.

Nunca lo hizo.

Y mucho menos con su propio padre que quiera que atacara con esa intención maliciosa, impura, sin honor. Quería que fuera esa bestia fiera que acaba con un ejército, un guerrero imparable, una sombra silenciosa y asesina que cortaba cuellos sin dudar o sin ser visto.

Leo no podía simplemente.

Leo retrocedía, su fuerza se desvanecía, sus manos lo traicionaban, y sus reflejos lo rechazaron. La mirada fría y dura siempre se perdía, incluso con la fachada. Esa confianza se esfumaba en un chasquido. Esa convicción, determinación, esa Tortugas temeraria, ese guerrero que empuñaba las Katanas cedía siempre. Inconscientemente o completamente consciente. Intencional o no, siempre lo hizo.

Y siempre pasaba. Nunca lo cumplió. Siempre le falló a su padre. Y a todos.

Leonardo a una edad temprana descubrió que cada uno de sus hermanos necesitaban a un hermano mayor, incluso Raphael quién era el mayor. El joven Hamato siempre los observo. Siempre vio lo necesitados que estaban. Siempre se dio cuenta de ello. Ellos no necesitaban a un hermano menor.

Le dolía, pero era un precio a pagar. No le importaban los insultos. No le importaron las miradas frías durante el entrenamiento o el comportamiento pasivo-agresivo posterior.Pensaron que los estaba haciendo quedar mal. Pensaron que lo estaba haciendo porque quería hacerlos quedar mal.

Ellos estaban equivocados. No quería lastimarlos de ninguna manera. Solo quería protegerlos, la única forma de hacerlo era siendo esa persona que no era. No podía permitirse fallarles, nunca. El costo fue demasiado alto.

Necesitaba serlo para ellos.

Si eso significaba que no les agradaba por eso, lo aceptaría con mucho gusto. No le importó el tratamiento. Solo quería que estuvieran a salvo.

No importaba las veces que lo dejaban atrás. No importó cuando lo humillaron. No importó cuando le espetaron. No importó cuando lo lastimaron verbal o físicamente (en el caso de Ralph). No importó ni siquiera cuando nunca lo respetaron. Ni siquiera cuando a veces lo trataban como si no fuera su hermano. No el mayor, sino un hermano a secas. Ni siquiera cuando estaban molestos y los escuchaba decir en voz baja, cuando creía que no estaba poniendo atención que lo odian.

En el fondo podía pensar que es cierto. Lo odian. Lo odian por no ser quien es. Ser algo que parece ser que no quieren tener pero que necesitan. Sabía que no lo decían en serio, pero las palabras se quedaban en su mente. Y como piedras siempre lo golpeaban con fuerza.

Las miradas de sus hermanos, y cada una de sus acciones.

Ver la ingenuidad en los ojos celestes de Mikey. Cómo brillaban como estrellas llenas de esperanzas, fantasías infantiles de una forma adorable. La personalidad tan enérgica. Sin embargo, una mente triste, con miedo que se acurrucaba pidiendo ayuda en las noches. Sintiéndose solo y desesperado o herido. Necesitando la seguridad y apoyo de alguien más que no sea su padre.

Leo lo aceptó. Sacrificó su infancia por Michelangelo. Mikey la necesitaba más que él. Necesitaba ser el hermano menor y ser protegido, no él. Tan inocente e infantil.

Lo aceptó. Aceptó que sacrificó su infancia para dársela a alguien más

El golpe de Raph en su mejilla cuando explotó en rabia, y se aventó contra él en su estado cegado y cargado de ira. Como un volcán en erupción que ardía y esparcía su lava sin reparos. El sabor salado de su sangre, y la hematoma resultante. Mareo, dolor de cabeza, espasmos. Conmoción cerebral. La intensidad del golpe dado cargado de sentimientos al ser derribado, no una, sino varias veces. Hasta que algo más sereno y tranquilo como el agua evitaba el seseo de la lava evitando que siga causando estragos. Con la cabeza en alto y mirada firme, Raph se daba cuenta y retrocedía ante él. Pero cuando la lava se erosiona con el agua, quedan huellas. Al igual que con él, quedaron heridas después del choque.

Por eso Raphael necesitaba un hermano mayor. Necesitaba a alguien que lo mantuviera a raya y poder sacar su lado racional. Evitando que su lado exaltado y emocional entrará en escena y pudiera llegar a algo crítico.

Lo aceptó. Aceptó el dolor físico.

Las palabras convictas de Donnie referentes a él, intentado de una forma sutil, o tal vez sin querer de siempre ver los problemas en sus planes o estrategias. Esa pizca de satisfacción, llegando a ser venenosa intencional o no, lo escuchaba en el fondo.

Las inseguridades de Don siempre fueron una montaña rusa.

La forma en que Donatello lo trata, ignora, y la forma en que deja que Raphael la pisoteara. Nunca se trató de Leo. Sinó de Donnie. Se trató de los miedos e inseguridades de Don. En algún momento del camino lógico comenzó a compararse con los demás y se encontró quedándose corto. Entonces, comenzo a buscar formas de ... incluso el campo de juego. Cuando vió a Leo herido y necesitabas su ayuda, entonces significaba que también era mortal. Y cuando Raphael decía esas cosas horribles, era más fácil ver que ... que tenía también fallas, como él también las tenía.

Lo aceptó por su hermano. Ese dolor lo aceptó. Dolor emocional.

Leo sabía eso. Sabía que Donatello tenía razón.

Incluso con la mano más diestra con una espada. Falla.

Solo había sido un error. Un error, un pulso, un reflejo, dolor, miedo, inseguridades, y sólo Dios sabía qué más.

Leo lo recordaba mucho. Las palabras de Splinter aún flotaban en el aire, algo sobre paciencia y fortaleza.

Leo solo recordó el gruñido, la horrible sensación del último fragmento de control quebrado. Su katana cortando el aire en su agitación, y luego, el repugnante gemido de Splinter, mientras ahuecaba su oreja ensangrentada y miraba a Leo con angustia silenciosa.

Los ojos desconcertados y heridos de Splinter, mientras su pata buscaba su oreja ensangrentada.

El deslizamiento de la rabia, el temblor, el enfermizo, el darse cuenta de que Leo no supo por un tortuoso momento si podía detenerse.

Ningún consuelo, ningún intento de ayudar a Leo a luchar con esta repentina paralización. Ningún suave roce que pudiera calmar la tormenta que estaba arrasando en sus entrañas.

Leonardo miraba mudo la sangre que goteaba por su Katana, como si nunca la hubiera visto antes. Parecía desconcertado y perdido como un niño cuando finalmente parpadeó y se quebró.

Leo recordó la Katana rasgando su piel con sus dedos flojos. La angustia, el sentimiento de frustración ardiente, la repentina oleada de asfixiante arrepentimiento y conmoción, mientras caía de rodillas suplicando y sollozando.

La Katana lo atravesó como un castigo inmediato por su delize, por su error. El filo de la Katana despedazó su piel, raspando, cortando en un abrir y cerrar de ojos. Con el dolor silencioso y agonizante, se deslizó y la hoja del arma sacó el líquido que se esparció por su hombro, escurría por su plastrón y caparazón. Sus tres dedos manchados de color rojos retrocedeiron, se entumecieron.

La Katana cayó al suelo, quebrando su hoja al impacto brusco y descuidado. Cayendo en el mero filo de la hoja, se agrietó y empezó a hacerse añicos, despedazando el metal ensangrentado de su propia sangre y la de su padre, que empezó a escurrir por el piso del Dojo.

La Katana era el arma más noble. Una arma que se usa con honor.

Y ahora ese mismo honor con el que fue criado siendo ensuciado. Acribillando el suelo, a su padre ya él mismo.

El honor está sucio.

"Mi hijo ..." Un susurro angustiado perteneció a su padre.

"Padre ..." Una súplica agonizante y desconcertada, mientras Leo retrocedía, mientra instintivamente llevaba su brazo sano al punto de la herida con un siseo.

Splinter se estremeció, los ojos se entrecerraron y parpadearon hacia los dedos ensangrentados de Leo.

Tal rabia los pone en peligro a todos, ¿Y si en su ira hubiera golpeado a uno de tus hermanos? La ira lo había consumido. Y no es seguro para él ni para sus hermanos.

Las palabras chamuscadas, la incredulidad lo adormeció afortunadamente. Las manos de Leo casi temblaban demasiado comprendiendo de inmediato.

¿Eso era lo que su padre quería enseñarle?

Splinter solo miró en silencio.

En ese momento descubrió que sus pensamientos sobre la intención asesina que quería su padre eran falsos. Era una prueba que él fracaso total y catastrófico.

"Lo siento mucho, padre." Las palabras se rompieron. Temblando, retrocedió. Y dándole a Splinter una última mirada torturada, lentamente miró con miedo lo que quedaba de su arma en el suelo del Dojo machado de impureza. Huyó mientras sus piernas aún lo mantenían erguido.

Huyó y se escabulló a su cuarto, con la mente llena de sentimientos alocados y de incertidumbre. El dolor reinaba en su ser, golpeando con fuerza su mente. Dolor, angustia, arrepentimiento, culpa, horror, miedo, temor, muerte. Por horas, ignorando los llamados preocupados de su padre y hermanos.

Leo alzó su rostro para ver al frente su ahora única Katana colgadas en su estate personal. El reflejo propio del portador se podía apreciar en ella; la mirada aturdida, angustiada, adolorida, lastimada, herida, demacrada del joven Hamato, el líquido que aún descendía por sus lagrimales, la sangre que rozaba sus labios verdes. Sin embargo, la vista empañada de lágrimas evitó a la joven tortuga ver lo demás cuando se soltaron de un portazo. Intentó detener las lágrimas, limpiándose con uno de sus tres dedos, tallando con cuidado sus párpados. Cuando su vista se aclaró, Leonardo miró la inscripción en su Katana. Sus ojos se abrieron lentamente de dolor y la duda volvió a implantarse. Más fuerte y potente, con los anteriores sentimientos.

'Lame-O-Nardo'.

¿Era realmente la opinión de sus hermanos sobre él?

Cuanto más pensaba en ello más creía que era cierto.

Nunca fue un buen hermano. Nunca fue un buen líder. Nunca fue un buen hijo. Era un fracaso que ensució su honor y el de su familia.

Las órdenes de un buen líder no serían cuestionadas de forma regular. Pero esa es la forma de vida de Raph.

Un buen líder sería tomado en serio. Pero Mikey nunca lo hace.

Sus seguidores confiarían en un buen líder. Pero Donnie tiene dudas sobre sus decisiones. Solo lo está siguiendo para complacerlo.

Fue por su incompetencia.

Leonardo estaba profundamente decepcionado de sí mismo. En todo caso, era peor ahora que Splinter le había pedido que entrenara a sus hermanos. Y árida como el corte de su propia Katana en su piel, dolía demasiado aceptarlo. Dolor constante que punzaba su cabeza. Su padre le había confiado la seguridad de sus hermanos. Pero, ¿cómo se suponía que iba a guiarlos cuando él podría matarlos?

La culpa ácida abrasó sus pensamientos mientras continuaba con los sollozos impotentes. Había fallado a todos. Y en el proceso, se dio cuenta aturdido de que probablemente estaba más allá de cualquier pensamiento de piedad o perdón, incluso si les gritara la horrible verdad a todos.

La sangre seguía saliendo y la sentía temblorosa y enferma, por la pérdida de sangre. Lo habían cortado, pinchado y apuñalado antes, pero nunca por su propia Katana.

La sangre del brazo de Leo seguía goteando. Cayendo como un río, descendían cruzando sus deltoides, tríceps, bíceps, antebrazos y muñecas. La sangre siguió goteando hasta caer por sus dedos como una cascada.

Goteo.

Goteo, tras goteo.

Tiñendo su suelo de color rojo carmesí, y unos de sus libros en suelo, que decía:

El seppuku, harakiri, haraquiri o hara-kiri.

El seppuku formaba parte del bushidō, el código ético de los samuráis y algunos ninjas criados con honor. Se realizaba de forma voluntaria para morir con honor en lugar de caer en manos del enemigo y ser torturado, o bien como una forma de pena capital para aquellos que habían cometido serias ofensas o se habían deshonrado.

'P-Padre ... Lo siento, padre. T-Te fallé. T-Te lastimé de varias formas. Te he deshonrado. Y-Y eso no tiene perdón...'

El nudo se formó en su garganta y sus ojos ardían violentamente con lágrimas derramadas. Lo compendio. Armándose de valor contra sus propias emociones frágiles. El miedo era algo que había que dominar. El autocontrol era algo por lo que luchar y lograr. En ese momento, Leonardo sintió que el frágil control de la compostura se desvanecía. Parpadeando rápidamente para contener el bombardeo, se sobresaltó. Sintió que su estómago se congelaba y se hundía. Sus piernas se volvieron acuosas y débiles ...

Tan débil. Tan frágil. Tan inútil. Una gran falla. Una desgracia.

Eso es lo que ahora era.

Deshonroso.

Perder su inocencia, perder su infancia, perder su alma, perder su vida, eran ahora sacrificios casi insignificantes. Dios lo ayude, ahora estaba perdiendo a su familia.

Leonardo tomó su decisión. Dado que su presencia no estaba causando más que problemas a su familia, se iría permanentemente. Al menos entonces se limpiaría la mancha de su desgracia y su familia podría seguir adelante, libre por fin.

Fue entonces cuando se decidió por su plan actual.

Cuando Leo bajó cautelosamente, echó un último vistazo a los cuartos silenciosos de su familia. Todos parecían tan tranquilos, sin sospechar nada. Las lágrimas nunca pararon hasta que entró al Dojo.

Retrocedió por instinto al ver aún la Katana quebrada sucia y deshonrosa en el suelo. Con toda la sangre salpicada por la alfombra. La pieza física que representa a la perfección su fracaso. Jadeó, un gemido audible agonizante, tanto en su corazón como su hombro herido.

Leo se atragantó, sintiendo su respiración agitada. Sacudiendo su cabeza fiereza, tomó una bocaza de aire para intentar calmarse, sin mucho éxito. El miedo era más fuerte en este momento. Leonardo sintió que su cuerpo no le respondía a sus llamadas. Sintió que su estómago se retorcía y sus piernas cedían.

Cayendo de rodillas de golpe, sintió como se estremecía de dolor, como pasaba por todo su cuerpo en una ráfaga electrizante. Jadeando y ahogando un grito, sollozo en silencio, sacando más lágrimas. Cabizbajo sin dejar de ver toda la sangre deshonrosa, tomó valor, su mano derecha, herida, sangrante de su hombro del mismo lado, temblaba, vaciló cuando sus manos flojas rozaron su Katana de Lame-o-nardo. La sostuvo. Se estremeció ante el contacto y retrocedió, incluso más cuando su hombro pedía a gritos esparciendo más dolor por su extremidad derecha. Leo no estaba vacilando por el dolor, tenía miedo.

'Por tu padre. Por tus hermanos. Libralos de tu desgracia y deshonor.'

Llenándose de convicción, siseo, jadeó, sollozó e incluso ahogó un grito desgarrado entre su garganta expulsando un patético sonido. La tomó. Tembló su mano mientras la tenía, la desenvainó y poco a poco la sacó de las vainas de cuero. La Katana reflejo la luz de la luna, con Leo que vió su rostro en su Katana y supo que tenía que hacerlo.

Agitando un pequeño paño alrededor de la hoja de la espada, miró el suelo al frente de los restos de la Katana gemela rota y ensangrentada... Una pequeña parte de él todavía tenía dudas, como si estuviera cometiendo un error. Pero ya era demasiado tarde para echarse atrás.

Temblando, sostuvo la parte de su plaston superior y lo presionó con fuerza con dos dedos tensos de su mano izquierda. Tosiendo, Leo estudió la Katanta un momento antes de trazar suave y delicadamente al origen donde estaba su vientre. Rozando con el filo de su katana, notó de inmediato que no lo podría hacer de la forma tradicional.

Temblando y vacilando, subió con su mano el mango, apuntando con la hoja de la arma a su cuello. Una zona desprotegida de su coraza. De su caparazón. Siseando, el filo del arma blanca rozó zonas delicadas y tiernas con firmeza. El filo de la Katana vago desde la garganta, hasta encontrar donde se ubicaba su vena yugular interna.

Sintió el filo frío de la hoja en su verdosa piel y se estremeció. Leo estaba congelado en su lugar. Aturdido y conmocionado. La escena parecía desarrollarse del terrible evento que se estaba desarrollando. Desgarrando a su amada familia en pedazos. Herido y asustado mientras digería lo que iba a ser de él. Pero sobre todo, conmocionado, adolorido, y sobre todo angustiado de culpa. Splinter lo veía como su propia carne y sangre. No como algo que pudiera cambiar por algo mejor. Alguien más digno.

Leonardo apenas pudo vislumbrar el rostro de su padre, retorcido por el dolor y el pesar. Todos sus miedos más oscuros crecían y crecían hasta que fue completamente tragado por ellos. La desesperación lo devoró.

En este momento, sintió todo lo contrario. No. Se sentía perdido, pequeño y asustado. Le había fallado a todos de la manera más cruel posible. Luchando locamente, retorció por un segundo, pero su mano quedó firme en el lugar cuando gritó: "¡Padre, lo siento mucho!" antes de que la culpa lo comenzaran a caer sobre él; una y otra vez; cruelmente, con fuerza; silenciándolo.

La tensión pendía, espesa y empalagosa. La decisión se había tomado y finalizado.

Se rió oscuramente entre sollozos mientras se preguntaba qué dirían sus hermanos y padre.

Leo podía sentir el ardor en su piel desendiendo de sus ojos, un su bandada azul evitaba la mayor parte de las lágrimas se esparcieran. Aún seguía mojada después de horas y horas. Sollozó en silencio mientras se estremecía ante su inmidente destino.

Pero en ese momento algo dentro de él se rompió.

Estaba hecho. Se terminó.

A Leo ya no le importaba.

Presionó la hoja contra su piel y sintió el frío acero sacar sangre mientras la dolorosa cortadura cortaba el delicado y suave tejido de su garganta. El aplastamiento sofocante de la Katana que ahora era manchada en sangre perforando su garganta, su jadeo se volvió pesado a medida que sus acciones se volvían más vigorosas.

Sus lágrimas desaparecieron y una sensación de vacío llenó su pecho, se sintió completamente entumecido y se dio cuenta de que no le importaba que se hubieran enterado.

ya ni siquiera podía sentir dolor.

Se había roto y ahora estaba muerto por dentro.

No pasó mucho tiempo para que el mundo comenzara a ennegrecerse. Justo antes de que todo terminara, Leo habría jurado que escuchó el estridente y desgarrador sonido de su familia gritando su nombre.

Entonces no hubo nada.

FIN.

El seppuku es el ritual de suicidio japonés por desentrañamiento.

El seppuku formaba parte del bushidō, el código ético de los samuráis, y se realizaba de forma voluntaria para morir con honor en lugar de caer en manos del enemigo y ser torturado, o bien como una forma de pena capital para aquellos que habían cometido serias ofensas o se habían deshonrado.

Basado en la serie del 2012 de Nickelodeon. Temporada 2 capitulo 3 "Sigan al Líder", de la infame escena de inscripción Lame-o-nardo en la Katana.

Si ven la serie del 2012, o la mayoría de las adaptaciones, Leo ha tenido esa mentalidad. El honor, respeto por su padre y lo protector que era con sus hermanos era lo que más resaltaba. Leo al tener una mentalidad y honor de un Samurai (dicho por Miyamoto Usagi) a pesar de haber sido entrenado y criado para ser un ninja, esa sería su decisión al fracasar, herir y deshonrar a su familia.

Sin embargo Leo sufre mucho más de lo que aparenta a manos de sus hermanos. Especialmente en esta versión del 2012, e incluso esa parcialmente desconocida versión de Leo como el hermano más joven.

De hecho no es nada novedoso, en algunos Comics Elswords muchos personajes de la franquicia han llegado a cometer seppuku y Leo no fue la excepción.

Espero que les haya gustado. No se les olvide votar y comentar si les gustó o entretuvo. Hacer este tipo de escritura me puso medio incómodo, pero lo hice por lo que representa y quiere transmitir.

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