Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El Karma de Katsuki

No estoy morida, no tengo coronavirus y no hay historias ni abandonadas ni canceladas

¡¡¡  NO   ENTREN   EN   PANICO !!!


Solo las dejo en hiatus por falta de insiracion y tiempo, no se desesperen que tendran continuacion tarde o temprano :v


Sin mas, a lo que vinieron a esta sensual historia! :D

Enjoy!

________________________________________________________________________________




El Karma es una perra....

...Katsuki ahora lo sabía... y lo está sufriendo.

¿Como había llegado a esto?

Conocía la respuesta, se la había estado repitiendo una y otra vez desde que comprendió la magnitud de sus acciones.

Lo Primero había sido la situación de la herencia, su abuela lo había desheredado para darle la mayoría de su capital, tanto a su madre, como a su hijo y....

.

.

.

a Izuku.




Aquellas fueron pequeñeces comparado con lo que paso después.

Ochaco había cambiado totalmente de actitud. Katsuki había reducido considerablemente los gastos, pues, sin su puesto en el despacho de Yagi, era más que obvio que ahora debiese cuidar mejor su gasto, había perdido una considerable entrada económica en su bolsillo y, por lo tanto, no podría costearse algunos gustillos por el momento.

Pero Ochaco no lo vio así, ella lo hizo ver como que era el fin del mundo, como que era algo inaceptable que ella, la esposa de un importante abogado, ahora venido a menos, se viera limitada en sus caprichosos gastos.

Ochaco procedía de una familia con una limitada situación económica, ella se había esforzado enormemente para romper ese círculo de mediocridad, según ella, y salir de la pobreza en la que había nacido.

Su trabajo como modelo le había abierto muchas puertas dentro de la alta sociedad, en donde con su belleza, no sería tan complicado encontrar algún magnate, servidor público o algún personaje importante que pudiese darle los lujo que ella merecía.

Fue ahí donde conoció a Katsuki y a su insignificante esposo Izuku, no le tomo mucho tiempo hacerse un lugar en el corazón del rubio y poco a poco sacar al peliverde y ponerlo en su contra.

La antipatía del rubio ayudo bastante y la arrogancia de la que vivía rodeado habían ayudado a poner el clavo final en el que el matrimonio Bakugou-Midoriya se vería sepultado.

Y en menos de lo que canta un gallo, ya tenía al rubio abogado pidiéndole matrimonio y llevándolo a la casa en donde habían vivido el peliverde y su bastardo.

Katsuki respiro profundo, su teléfono sonado, rompiendo el silencio que rodeaba aquella pequeña habitación. El no necesitaba contestar para saber quién era, lo sabía perfectamente y termino por confirmarlo cuando su contestadora se puso en marcha.


"Hablas al departamento de Katsuki Bakugou, ya sabes que hacer"


Se puso de pie y se encamino al baño, escuchando de fondo una furiosa voz chillona, a veces se preguntaba como antes no había visto lo molesta que era esa mujer.

—¡Mas te vale que comiences a contestar mis llamadas, Katsuki!—. Ochaco había gritado tan fuerte, que estaba seguro que los vidrios de su ventana habían vibrado. —Habíamos quedado en algo, más te vale contestarme o terminaras arreglándotelas con mi abogado—. Y después de eso colgó.

Katsuki se terminó de lavar la cara y al verse al espejo pudo notar como los años se le habían venido encima.



10 años



10 largos años desde aquel juicio que lo condeno a una serie de eventos totalmente desafortunados.







Habían pasado demasiadas cosas en ese tiempo. La primera, era la obvia perdida de su puesto en el despacho de Toshinori. La siguiente fue la serie de fracasos en masa de sus casos, ante aquella situación el rubio no se sentía con la suficiente fuerza de voluntad como para seguir perteneciendo a la firma, su orgullo estaba por los suelos, así que decidió renunciar.

La siguiente fueron los desprecios e insultos de Ochaco, las humillaciones, que en tiempos remotos no había tolerado, ahora no podía hacer más que aceptarlos con mandíbula apretada y puños apretados.

Tiempo después, su terapeuta le había dicho que aquello era como un castigo autoimpuesto de manera inconsciente.

Después de aquello comenzaron los problemas económicos. Ochaco había estado tan frustrada y furiosa con el tope a sus gastos, que en lugar de hacerle caso a Katsuki y entrar en etapa de austeridad, la castaña había comenzado a gastar la poca fortuna que le quedaba al rubio en cientos de cosas inútiles que solo servían para castigar a Katsuki por semejante acción.

Ochaco no había aceptado ninguna clase de reproche ni limitación alguna.... hasta que llegaron las facturas del banco.

Katsuki se vio obligado a vender la enorme casa que tenían para así poder pagar las tarjetas sobregiradas de la castaña, apenas y pudo completar para conseguir una pequeña casa en su antiguo barrio.

La relación con su madre no era la mejor en ese momento, puesto que, a pesar de vivir solo a unas casas, esta no le dirigía ni mirada ni saludo, dando a entender que seguía cayendo de su gracia y Ochaco no había mejorado para nada el ambiente, a pesar de que fue ella la única que se encargó de llevarlos a esa situación.

Tiempo después Ochaco dejo de reñirle, pasaba más tiempo fuera de casa, alegando que Momo la tenía trabajando a tiempo completo, aquello, más el hecho de que la castaña ya no renegase de las precarias situaciones económicas que tenían, lo llevo a no dudar de sus palabras.

Pero estaba equivocado. Así vivió, por los siguientes años.

Hasta que un día, uno en el que había recibido unas maravillosas noticias, parecía que después de tanta tormenta, el sol volvía a aparecer.

La fiscalía le informo que sus casos se habían multiplicado de unos meses para acá, aquello puso a Katsuki de cierta manera contento, pues entre más casos tuviera, más era el dinero que obtenía. Pareciese que las cosas comenzaban a mejorar.

Decidió darle las buenas nuevas a su esposa, aclarando ante todo que, aunque aún debían controlar los gastos diarios, él podría costearle uno o dos caprichos después de tanto tiempo.

El rubio fue a la agencia en donde Ochaco trabajaba, una recepcionista muy mona y educada le saludo con cortesía. —Bienvenido ¿En qué puedo ayudarle? —. Pregunto.

—Estoy buscado a Ochaco Bakugou—. Dijo el rubio con simpleza, la chica le miro extrañada, apenas había comenzado a trabajar ahí, así que no conocía a todos en la agencia, dio una sonrisa nerviosa.

—Um... lo siento, pero...—.

—¿Katsuki?—. Aquella voz femenina no dejo hablar a la recepcionista, Bakugou la miro reconociéndola al instante. Era Momo Yayorozou. —¿Qué haces aquí?—. Le pregunto extrañada.

—Vengo a buscar a Ochaco—. Contesto, la morena frunció el ceño, el rubio la noto molesta.

—Ella ya no trabaja aquí—. Contesto malhumorada, cosa que extrañaba bastante al rubio, pues la mujer no era de estar enfadada, aunque fueron más bien sus palabras, y no la manera de decirlas, lo que llamo su atención.

—¿Que? —. La morena acentuó su molesta mirada, se cruzó de brazos.

—Ella ya no trabaja aquí—. Repitió. —¿No lo sabias? —. El rubio negó bastante confundido, la morena sonrió con lastima. —Claro que no—. Dijo en voz baja, pero que fue escuchada por Katsuki, suspiro. —Considera mis palabras una advertencia—. Dijo mirando fijamente al rubio. —Ella no es lo que parece, es una arpía con disfraz de ángel—. Dijo molesta en demasía. —Que tu dejaras a Izuku, fue la mayor estupidez que pudiste hacer, en especial si lo hiciste por ella—. Y con eso dicho, le dio la espalda al rubio.

Katsuki no entendía nada, y no había manera de que la morena se lo explicara, pues ella se había marchado tal y como llego, se disculpó con la recepcionista y salió del lugar.

Tenía cosas que aclarar con su esposa.

Pero aquello no sería posible.

Se detuvo un momento a unas cuantas casas de la suya, justo al frente un lujoso automóvil negro se encontraba estacionado, el motor encendido indicaba que había alguien dentro, entonces vio a Ochaco salir con un par de maletas a cuestas y eso sí que lo confundió en demasía.

Apurado se acercó a la castaña totalmente shockeado. —¿Ochaco?—. Pregunto a solo unos pasos de ella, la mujer le miro sin expresión en su rostro por un momento, solo para después acercarse a la cajuela del auto y comenzar a meter en esta las maletas que llevaba. —Ochaco... ¿Que estás haciendo? —. Insistió, pero la castaña no le miro, simplemente suspiro y con voz cansada y fastidiada, se giró a mirarlo con el ceño fruncido.

—Algo que debí hacer hace ya rato—. Le dijo sin más ignorándole totalmente, Katsuki la siguió hasta un costado del auto, Ochaco abrió la puerta, pero Katsuki se la cerro casi de inmediato.

—¿Qué demonios estas diciendo? —. Pregunto ahora con molestia. —¿A dónde vas? —. Pregunto, pero la chica no contesto.

—No puedo más, Bakugou—. El uso de su apellido era sinónimo de que algo no iba a terminar bien en ese momento. —Estoy harta—.




Estoy harto




—N-no entiendo—. Aquello fue como un maldito déjà vu para el rubio, la castaña solo suspiro poniendo los brazos en jara, preparándose para explicarle al rubio que ella se iba, que ella no estaría dispuesta a soportar la situación en donde sus gastos son estrictamente limitados.

—¿Cariño? —. Pero toda la explicación que Ochaco pudo estar preparando en su mente murió en ese momento. Katsuki abrió los ojos con sorpresa de ver a ese sujeto ahí. El contrario no parecía para nada sorprendido, la realidad es que su rostro mostraba una mueca totalmente burlista. —El vuelo saldrá en dos horas—. Dijo el hombre peliceleste. —Estamos sobre tiempo—.

Aquello debía ser una jodida broma de muy mal gusto. Aquello debía ser solo una pesadilla, una pesadilla de la que por más que se pellizcase no lograba despertar. Aquel sujeto no debería estar ahí parado.

Shigakari Tomura, uno de los mejores abogados de la firma contraria a la suya AFO y asociados.

—Tomura—. Murmuro el rubio, el peliceleste amplio su sonrisa.

—Bakugou—. Dijo con un asentimiento a modo de saludo. —Es una verdadera sorpresa—. Continuo. —Ochaco dijo que no volverías hasta tarde—. El descaro en las palabras de Tomura era tal que Katsuki estaba a nada de golpearlo.

—Shigakari, cielo—. Y las palabras de la castaña descolocaron totalmente al rubio que le miro sorprendido. —Yo arreglo esto—. El peliceleste solo asintió y regreso a la comodidad de su auto.

—¿Qué mierda vas a arreglar? —. Ochaco podía percibir el aura furiosa. —¿Y qué mierda haces poniendo maletas en el auto de Shigakari Tomura?—. Pero a Ochaco poco le importaban los arranques de ira de aun esposo, la castaña tomo su bolso y de este saco un folder y se lo tendió al rubio.

Katsuki no necesitaba pensarlo mucho para saber que era aquello. La situación en si se lo decía. Ochaco lo estaba dejando. Y no solo eso, había arreglado, con ayuda de Shigakari seguramente, un buen acuerdo de divorcio para la castaña.

Estaba acabado, tanto económica como moralmente.

Ochaco lo había destruido.

Y de esa manera llego otra serie de eventos, más que desafortunados, eran tremendamente molestos.

Él y Ochaco habían llegado a un acuerdo, el pagaría la manutención que la castaña pedía, mes con mes, a cambio de que esta lo dejase tranquilo y que jamás se volvieran a cruzar.

Un acuerdo que Katsuki hacia hasta lo imposible por respetar... hasta que comenzaron las llamadas de Ochaco para hostigarlo, sin importar cuantas veces cambiase su número, la castaña lo tenía bien localizado

Se vio obligado a mudarse una vez más, puesto que la castaña quería la mitad de esa pequeña casa que con tanto esfuerzo había logrado mantener.

Su divorcio con Ochaco le había traído algunas cosas buenas, un ejemplo claro era hacer las paces con su madre, la cual, después de algunos golpes, reclamos y regaños, lo recibió con los brazos abiertos.

Y Katsuki lloro, lloro como nunca lo había hecho, admitió cosas que su madre, ni en sus más rebuscados sueños, pensó escuchar de la boca de su hijo. Katsuki estaba destrozado, esa mujer, la mujer de la cual le advirtió a su hijo, se lo había regresado en pedazos.

Su imponente, respetable y arrogante hijo, reducido a nada por una mujer que no valía la pena en absoluto.

—¿Por qué? —. Pregunto entre llanto el rubio. —¿Porque pasa esto? —. Buscando una respuesta a su pregunta, Mitsuki acaricio sus rebeldes cabellos rubios como cuando era pequeño, buscando darle algo de confort y tranquilidad.

Había un tifón de emociones dentro de su hijo, emociones con las que jamás había lidiado porque siempre había tenido alguien que lidiaba con ellas.

Izuku. Su otra mitad.

—El karma es una perra, Katsuki—. Le dijo, el rubio menor se apartó de ella un poco para verla a los ojos, pocas eran las veces que hablaba sin gritarle y cuando lo hacía era para darle un sabio concejo. —Pero también una gran maestra y en este momento te está dando una importante lección—. Le dijo, el moreno meditando sus palabras. —Aprende de ella y sigue adelante—.

Y Katsuki lo hizo.

Siguió adelante, concentrándose totalmente en su trabajo. Se topo un par de veces con Todoroki Shoto. De su boca se enteró del porqué de la molestia de Momo aquel día que fue en busca de Ochaco.

—Me acosté con ella—. Y también del porqué de la ruptura de compromiso de él con la morena. —Momo nos encontró en la habitación—. Un suspiro derrotado salió de los labios del heterocromático. —Luego entendí que todo estaba planeado—. Miro los ojos rojos de Katsuki. —Te hizo lo mismo a ti ¿No? con Izuku—.

Ochaco Uraraka era una manipuladora.

Y a Katsuki lo lleno una rabia contra ella, una rabia que desquitaba en los tribunales contra sus oponentes. No le tomo nada retomar su reputación de abogado estrella.

Actualmente su situacion habia mejorado conciderablemente, tanto laboral como mental, habia comenzado a ir a terapia para manejar su deadente y destruida autoestima, ademas de sobre llevar sus ataques de ira que en mas de una vez le costaron casos realmente importantes y ahora es cuando todo aquello comienza a rendir frutos.

—Declaramos al acusado inocente de todo cargo—. El juicio había terminado bien, el hombrecillo, uno de baja estatura y cabello negro, le agradeció enormemente, una sonrisa en su rostro, le hizo sentir nostalgia.

Era parecida a la sonrisa de Izuku.

—Has cambiado, joven Bakugou—. La voz madura de antiguo jefe lo saco de sus pensamientos. —¿Como has estado? —. Pregunto, el menor no sabía cómo contestar.

—Bien, supongo—. Contesto mientras recogía los papeles del escritorio. —El trabajo es un poco más simple en la fiscalía—. Se encogió de hombros quitándole importancia.

—No lo dudo—. Afirmo el mayor. —Sabes que aun cuentas con la vacante en la firma—. Le ofreció, como en las últimas veces que se habían encontrado, Katsuki cerro su portafolios.

—Esta vez lo pensare—. Y sin más, el rubio salió de ahí, dejando a Toshinori con una sonrisa tranquilizadora, Katsuki necesitaba construirse desde cero.

Y lo estaba logrando.

Ese día las cosas cambiarían totalmente. Al llegar a casa de su madre, noto que el buzón estaba lleno, así que tomo todos los sobres y les hecho una ojeada, muchos eran cuentas hasta que llego a ella...

Una postal.



Querida Mitsuki.

Espero que su resfriado no se haya agravado. Katsui, Izumi y Karou le mandan saludos. Esperemos que, para este verano, los proyectos se completen y podamos estar de regreso. Saludos cordiales. Izuku.



Trago saliva de manera pesada, aquello no lo podía creer, dio la vuelta a la postal y ahi les vio, con algunos años encima, con una sonrisa brillante.

Izuku, su Izuku, aquel peliverde del que se había enamorado en secundario.

Una presión se instaló en su pecho, Izuku no estaba solo en aquella fotografía, había tres personas más, uno más alto y maduro, apenas y podía reconocerlo. Era su primogénito, Katsui.

El rubio se encontraba dando una ligera sonrisa, sus ojos verdes no resplandecían como los de Izuku, pero aun asi eran tan parecidos. Los otros dos, bastante más jóvenes que el rubio, no los conocía, pero habría que ser demasiado idiota como para no notar las pecas en las mejillas de cada uno, marcas indudables que venían del peliverde mayor.

Las lágrimas habían comenzado a bajar de sus ojos, era obvio quieres eran el par de niños, no le tomo mucho corroborarlo al hacer los cálculos debidos.

Se había vuelto a perder la infancia de sus hijos.

Entro a la casa y se encerró en su habitación, mirando insistentemente la postal, recordando todos y cada uno de los momentos que ya había olvidado y que él mismo, con ayuda de Ochaco, se había encargado de sepultar, de ignorar y de despreciar.

Izuku siempre estuvo ahí, en las buenas y en las malas.

Cuando no tenía nada y lo alejo cuando él tuvo todo y se lo dio a una persona carente de valor, aquella que lo había dejado apenas las cosas se pusieron mal.

Cambio una verde esmeralda, por cobre barato.

Y se odio, se odio mucho más de lo que se odio cuando entendió que era un fracasado. se odio por ser tan idiota, se odio por lastimar a la persona que lo había amado tanto.

No importa que pase, yo siempre estaré contigo

—Pero yo te aleje, Izuku—. Se dice con tristeza. —Yo te aleje y ahora no estás conmigo—. Katsuki miro una vez más la foto. —Ni tú, ni ellos—.

Y este es su Karma, esta es la cuenta que debe saldar, este es su castigo. Perder todo lo más valioso que tenía y vivir en la misera que tenía porque...



¿De qué te sirve el dinero y los triunfos, si no tienes con quien compartirlos? 



__________________________________________________________________________


Hay que recordar que la estabilidad emocional de Katsuki es muy fragil, cuando sienta que ha fracasado en algo se va a derrumbar, es asi como lo quise expresar.

Alguien que lo ha tenido todo y que de pronto llegue otra persona a despreciarlo, es algo que no cabia en su cabeza ya que siempre se vio rodeado de personas adulandolo, Izuku incluido.

wueno, repitiendo mi mensaje anterior, no he abandonado ni cancelado ningun fanfic, la mayoria, si no es que todos, los tengo en hiatus, espero darles continuacion a la mas brevedad posible!

¡Gracias por leer! :D

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro