38
Carolina ya estaba un poco más canchera con el tema de convivir con los jugadores de la selección y sus respectivas familias, aunque eso no le quitaba lo nerviosa y la poca vergüenza que le quedaba con algunos.
Seguía siendo muy chocante pasar tiempo con aquellos que admiraba o jamás había visto en persona.
Los gritos de los nenes jugando y las risas de los mayores que estaban en una ronda tomando mates se apoderaron de todo lo que Carolina podía escuchar, de cierta forma eso la hacía sentir como si estuviera en casa.
Eran como una familia enorme y ruidosa, y Carolina ya tenía su propia familia enorme y ruidosa, pero esto parecía ser el doble o triple. De todas formas le gustaba.
¿Los iré a extrañar cuando no esté más con Cristian?
Se asustó de su propio pensamiento intrusivo y frunció las cejas, no sabía de donde había salido aquello y no quería comerse la cabeza una vez más y menos en ese lugar.
El apretón que Cristian le dio en la pierna cuando la vio desconcentrada la ayudó a escaparse de sus propios pensamientos, Caro se giró a verlo y una pequeña sonrisa adornaba el rostro del cordobés.
―¿Qué pensás tanto? ―le dijo él inclinándose un poco hacia ella.
Caro sonrío con los labios cerrados. ―Que te importa.
Respondió poniendo un dedo en la frente de él y empujándolo cuando lo vio acercarse de más, no iba a darle un beso con toda esa gente a su alrededor.
―Dale, mala ―insistió Romero volviendo a acercarse.
―Noo, acá no ―Carolina negó tapándose la boca con una mano.
Desde afuera se veían como una joven pareja de enamorados que estaban jugando entre ellos, y así lo sería si no fuese por los pensamientos de Carolina que pronto la obligarían a tomar una decisión.
―Buenas tardes ―una voz los interrumpió, enseguida se sentaron bien y dejaron de boludear. ―Carolina ¿cierto?
Podía jurar que en ese momento la chica tenía la mandíbula en el suelo al ver al hombre y más al darse cuenta de que le estaba hablando a ella. No pudo hacer mucho para disimular su asombro cuando una sonrisa divertida apareció en el rostro del director técnico.
Scaloni se le estaba cagando de risa en la cara.
―Sí, sí, hola, yo soy Carolina.
―¿Puedo? ―preguntó el hombre señalando la silla junto a la pareja.
Carolina no dudo en asentir enseguida y Cuti ya tenía cara de pocos amigos.
―Así que vos sos la famosa Carolina ―Scaloni le dijo mirándola fijamente. ―No sabes cómo habla éste de vos.
Carolina rompió el contacto visual para mirar a Cristian con una sonrisa, quien se estaba mordiendo el labio y haciéndole montoncito a Lionel.
―Cosas buenas me imagino ―agregó ella mirando a ambos hombres.
―Obvio ―le siguió Scaloni.
Una tarde llena de risas y conversaciones casuales sobre cualquier tema los esperaba y para el final del día a Carolina hasta le dolía la panza de tanto reírse. Así como Scaloni la intimidaba con su seriedad, jamás esperó que fuera un tipo tan gracioso y relajado.
Jugaron al ping pong, al UNO, Carolina estuvo un rato con los chiquitos jugando a la escondida y a la nochecita algunos empezaron a jugar al truco.
Carolina jamás había cazado como se jugaba a eso, por más de que su papá y Agustina siempre trataron de enseñarle, al final todos en la casa terminaban perdiendo la paciencia y la chica prefería mirar aunque no entendía nada.
Así que esa noche, se unió a un grupito de mujeres que estaban charlando y continuando la ronda de mates. Cami Mayan, Barbie Occhiuzzi, Caro Calvagni, Jorgelina Cardoso y más.
La noche comenzó a caer y después de una deliciosa cena, poco a poco cada familia comenzó a retirarse para descansar ya que al día siguiente los jugadores comenzarían a entrenar.
Carolina y Cristian seguían hablando con Licha, Julián, Paulo y Nahuel. Hasta que el celular de ella vibró sobre la mesa y se trataba de Fabián avisándole que estaba llegando.
―¿Me acompañas hasta la puerta? Fabi ya está en camino ―susurró Caro a Cuti para no interrumpir la charla de los demás.
―Sí, hermosa ―Cristian le dio un beso en la frente y ambos se pusieron de pie.
Carolina se despidió rápidamente de todos, sabiendo que no volvería a verlos al menos hasta dentro de una semana en aquel importante partido. Martínez le dio un abrazo que casi le saca el aire de los pulmones.
Romero rodó los ojos ante el abrazo a su pareja. ―Caro tu hermano está haciendo seña de luces.
La chica rápidamente se separó y dejó un beso en el cachete de Licha antes de volver a saludar a los restantes en voz alta y finalmente marcharse tomando la mano del cordobés.
―Camina rápido que no le gusta esperar a Fabián ―dijo ella yendo a paso apresurado y estresada por lo lento que caminaba Cristian.
―Era mentira ―la chica se detuvo abruptamente. ―¿Qué? Ni a mí me abrazas así.
Carolina le dio un golpe en el hombro al darse cuenta de lo que estaba diciendo, internamente sonriendo por lo tonto que se ponía Cuti cuando estaba celoso.
―A vos no te abrazo así porque Licha es mi amigo.
―¿Y yo no soy tu amigo? ―preguntó el cordobés con una sonrisa divertida que solo incrementó cuando vio a Carolina rodar los ojos.
―Vos sos un boludo.
Carolina le dio la espalda y comenzó a caminar en dirección a la salida tras ver a Cristian abriendo la boca ofendido por su respuesta, con una sonrisa en su rostro oyó los pasos veloces del jugador y como éste la abrazaba por la espalda y continuaban caminando incómodamente de esa forma.
―Nos vas a hacer caer, Cristian.
―Y si vos no dejas de caminar, déjame darte amor que no nos vamos a ver en días.
Ella colocó sus manos sobre las de él que descansaban firmemente sobre su estómago impidiéndole escapar.
―Son como mucho 6 días, bobo.
―¡Un montonazo!
Carolina rio y se volteó para verlo a los ojos, teniendo que inclinar su cabeza un poco hacia atrás para realizar dicha acción. Ahora las manos de Cristian estaban en su espalda baja y ella rodeó su cuello con sus brazos teniendo que ponerse de puntitas.
―Sos un tonto.
―Tu tonto.
Carolina sonrío y Romero aprovecho el momento para robarle un beso rápido, sabía que ella odiaba que hiciera eso, pero le había dado un solo beso en todo el día.
―Te amo ¿Sabes?
El corazón de Carolina comenzó a latir sin control, estaba pasando lo que temía, la situación que tanto había tratado de alejar la había alcanzado. No tuvo más respuesta que quedarse en silencio por unos segundos que parecieron eternos antes de tragar saliva y finalmente lograr articular algo que saliera de sus labios.
―Sí, lo sé, ya me lo dijiste.
Trato de distraerlo dándole un beso. Aún no le daba una respuesta a aquellas palabras tan profundas que él continuaba diciendo aunque ella no le dijera "yo también" o algo que indicara que sentía lo mismo.
Y era porque sí, Carolina tenía sus dudas y prefería no ofrecerle algo que probablemente no estaba a la venta. Porque al final del día, Carolina no se veía yéndose de Qatar como "la novia del Cuti Romero".
¿Amaba a Cristian?
Sin embargo, sus movimientos con intenciones de distracción se vieron obstruidos por las manos de Cristian tomándola de la cintura con fuerza para que permaneciera en su lugar y a cierta distancia.
―Sí, yo ya te lo dije ―dijo seriamente, recalcando que fue él quien dijo aquellas palabras primero.
Cualquier señal de felicidad de esfumó del rostro de ambos y sin darse cuenta terminaron sacando sus manos del cuerpo del otro, una guerra de miradas se instaló entre ambos que ahora se encontraban parados a centímetros de distancia.
―¿Me lo estás reclamando o...?
―Más o menos, recordándotelo capaz ―exclamó Cristian pasándose una mano por la cara. ―Capaz no te diste cuenta de que te lo dije tres veces y siempre me evitaste, o capaz que yo quiero hacerme creer eso en lugar de afrontar la realidad.
―¿Qué realidad?
―Que vos no me amas, Caro.
―No digas eso ―Carolina respondió en cuanto aquellas palabras salieron de la boca de él.
Se negaba a creer eso, se negaba a aceptarlo.
―Entonces vos decime que me amas, como yo lo hago ―un largo silencio los abarcó, Carolina abrió su boca y la volvió a cerrar. ―¿Ves?
―¡Cristian! ―la chica lo tomó del antebrazo cuando él volteó para irse. ―No voy a mentirte con eso, si no me sale decírtelo no puedo hacer nada. Solo dame tiempo.
―¿Tiempo? ¿Necesitas tiempo para saber si me amas o no? ―de repente Cristian frunció el ceño, se veía herido y ofendido y su tono de voz no era nada amigable como el de hace rato. ―Quedamos en que lo íbamos a intentar y que íbamos a estar bien.
Carolina no sabía que responder, se sentía como una mierda por no poder decir aquellas palabras que él tanto quería oír de ella, pero se negaba a engañarlo con un sentimiento que poco a poco desaparecía.
―No estoy segura...
Su voz salió en un susurro.
―¿Qué? ―Romero se acercó a ella, queriendo creer que oyó mal.
―Que no estoy segura si quiero que lo volvamos a intentar, que no estoy segura de que vayamos a estar bien ―confesó por primera vez en voz alta.
―¿Por qué decis eso, Caro? No lo digas, no después de todo lo que pasamos para estar acá.
Carolina negó, no queriendo escuchar más de lo que decía porque simplemente la estaba hiriendo y en cierta parte, manipulándola por una fantasía de relación que jamás iba a existir.
―Yo quiero ser feliz con vos, Cris, créeme eso. Pero no entiendo que me pasa, solo sé que está relación que queremos intentar que sea perfecta nunca va a funcionar, no somos perfectos. Somos unos enfermos fingiendo no darnos cuenta de la enfermedad que nos está matando, porque ahora en este lugar queremos creer que siempre va a ser así, pero los dos sabemos cómo era cuando estábamos en casa y cada uno tenía su vida. No funcionó antes y no va a funcionar ahora que vivimos en diferentes continentes.
Porque por más que Cristian y Carolina fueran una pareja que públicamente podían estar bien y demostrarse su cariño, sabían que los celos y las peleas por mínimas cosas en algún momento iban a llegar y nadie quería estar cerca de esa bomba de tiempo.
Las palabras de Romero fueron interrumpidas cuando una luz cegadora los alumbró a ambos seguido de un bocinazo, Carolina lo miró unos segundos a los ojos esperando que él la entendiera. Y dejando a Cristian con la palabra en la boca, la chica se volteó y corrió al auto para marcharse.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro