20
Más tarde, pasada la medianoche, Carolina había ido al lugar que Cristian le pidió.
Le pareció extraño que la citara allí tan seriamente "te tengo que decir algo" esa parte del mensaje la había dejado picando con curiosidad.
Afortunadamente el tiempo pasaba rápido cuando disfrutas lo que haces, que en este caso, Carolina se había quedado con la hinchada argentina dando vueltas por Qatar.
Hasta que Agustina, que sorprendentemente quiso quedarse a su lado, comenzó a quejarse sobre sus pies adoloridos. Volvieron en taxi al hotel, y lo primero que vio Carolina en su celular fue el mensaje de Cristian que estaba esperándola.
Así que ahí estaba, en el ascensor aún con la camiseta argentina, transpirada y con pintura (ya corrida) de color celeste y blanco. Trato de lucir más presentable haciéndose una cola, agradeció llevar una liguita para el pelo a todos lados en su muñeca, junto a la pulsera roja de Cristian.
La terraza seguía siendo el lugar más oscuro del hotel, Carolina se preguntaba si les faltaba presupuesto para iluminar el lugar. Vio a Romero apoyado en la baranda de vidrio, mirando a la ciudad.
Llevaba ropa casual, un buzo negro, con pantalones cortos y medias con ojotas. Parecía un viejito con frío.
―¡Boo!
Carolina lo agarró de la cintura desde atrás, haciendo que este diera un salto del susto.
―La puta que te parió ―le dijo Cristian con una mano en el pecho. ―mira si me caía para abajo, tarada.
―No seas exagerado.
Ambos se sonrieron, ese día la felicidad brotaba por todos lados para ambos.
―Ganamos ―dijo Romero con una sonrisa enorme.
―Sí, felicidades ―Caro sonrío.
―Dah, re floja tu felicitación, dame un abrazo por lo menos.
Carolina rodó los ojos. ―Mucha confianza vos.
―Solo acepto lo que me das.
No respondió, rodeó con sus brazos al más alto y se pegó a su pecho disfrutando de la calidez. Cristian sonrió e igualmente la abrazó apoyando su mentón sobre la cabeza de Carolina, rogaba que ella no oyera lo rápido que latía su corazón.
Romero entre toda esa felicidad en su interior, cargaba con una pizca de duda, había algo que lo estaba haciendo sentir nervioso casi incómodo. Por supuesto sabía que era.
―¿Suficiente?
Preguntó Carolina separándose apenas de él, sus brazos aún lo rodeaban, Cristian miró hacia abajo. Los ojos cafés de Caro brillaban bajo la luna, aquel brillo que solo él veía en ellos.
―Sí, fea ―respondió soltándola.
Mentira, si fuera por él seguiría sosteniéndola contra su pecho toda la noche.
Cristian jamás se había sentido de esa forma con otra chica, las chicas de su pueblo si se tiraban sobre él (solo cuando notaron el futuro prometedor que tenía) pero él quería enfocarse en ese futuro.
Y una vez que lo tuvo todo, casi todo, ahí fue cuando conoció a Carolina. Aquella chica usando lentes de sol a las siete de la mañana, con sus botas en manos porque le dolían los pies, y con sus amigos corriendo detrás de ella para que dejara de tomar, fue la chica que le robó el corazón.
Agradeció mentalmente a Lisandro y Leandro por convencerlo en salir ese día. Agradeció por el pedo que tenía ese domingo a las siete de la mañana, ya que sin un poco de alcohol en sangre no creía haberse animado a acercarse a Caro o siquiera seguirle el hilo de lo que ella decía.
―Mono ¿'tas bien? ―Carolina le pasó la mano por la cara.
―Eh, sí, ¿Qué pasó?
―Nada, te estaba hablando, ¿adónde te fuiste?
―A ningún lado, culiada.
Carolina levantó sus cejas, no creía lo que decía, estaba más rarito de lo normal.
―¿Qué me decías? ―preguntó Cristian para distraerla, y él juntar valor.
―Nada, te preguntaba por el partido, quería que me cuentes como lo viviste vos.
―Vos veo que lo viviste más que bien ―la señaló con la cabeza riendo. ―tenés un poco de pintura en la cara.
Carolina trató de limpiarse un poco, pensó que con la oscuridad no lo iba a notar.
―¿Listo?
―A ver, vení, nena.
Cristian le sostuvo la cara con una mano, con su dedo pulgar trato de limpiarle los restos de pintura del cachete con suavidad.
Carolina lo miró, se veía más que concentrado en tratar de limpiarle el rostro, tenía el ceño fruncido como cada vez que trataba de concentrarse en algo. Una sonrisa quiso escapar de sus labios, hasta que Cristian la miró a los ojos y apartó la mirada con rapidez.
―Te reviento el granito de paso ―rompió el tenso silencio ganándose un empujón de Carolina.
―No seas tonto, dale contame.
―¿Qué querés que te cuente? ―Cristian se hizo el confundido, le sudaban las manos.
―¿Para qué querías verme?
Romero abrió la boca para responder, ahora se había quedado sin chistes para provocarla. Carolina levantó una ceja en su dirección.
Él soltó un suspiro, dándose por vencido, era ahora o nunca. Prefería arriesgarse que morir como cobarde, era lo que se había repetido todo el día.
La verdad era que, la adrenalina y emoción del reciente partido le habían dado la confianza y valor para pedirle una nueva oportunidad a Carolina.
Quería intentarlo otra vez, solo si ella estaba dispuesta, quería que viera que no era un mal tipo como lo tenía registrado desde la última vez que se vieron.
Quería que ambos volvieran a ser el Cuti Romero y la Carolina Sosa que se habían conocido a fines de año en ese after y no podían decir dos palabras con coherencia, pero de igual forma al día siguiente con toda la resaca comenzaron a hablar.
―Me pasan cosas con vos Carolina ―soltó de una vez por todas, dándole la espalda y concentrándose en la vista frente a ellos.
Caro se quedó callada, la había tomado por sorpresa y la sonrisa burlona en su cara desapareció. Si había notado como Cristian la miraba, pero creyó que quizás solo era por los viejos recuerdos.
―Mira no tenés que decirme nada ahora, o nunca más si querés, pero yo quería sacarme este peso de encima y no podía irme a dormir otra noche con la pregunta en mi cabeza.
Carolina se puso frente a él, quería que le hablé a la cara y no dándole la espalda. Esperaba que continuara.
―¿Qué pregunta?
―¿Puedo pedirte otra oportunidad para que volvamos a empezar? Empezar de nuevo y olvidarnos de los malos ratos.
Carolina abrió sus ojos demás.
¿Otra oportunidad? ¿Olvidarnos de los malos ratos?
Esa última pregunta fue lo que le hizo ruido, lo de la oportunidad podía llegar a considerarlo. Pero jamás iba a olvidar "los malos ratos" que solo ella había pasado en su relación.
Y una vez más tomando el papel del karma, sonrío. Creía que hacia lo correcto, aunque su corazón le gritaba que no.
Esa noche se dio cuenta de que ella también quería hacerle a Cristian pasar los mismos malos ratos, total después podía pedirle otra oportunidad como él estaba haciendo ¿o no?
Era el plan de Agustina y ella desde el principio, lastimarlo no físicamente. Carolina no se había percatado aún de que todas las respuestas positivas que le había dado y todos los momentos con Cristian, la habían guiado hasta esa noche y esa pregunta tan importante.
Carolina era chica, estaba a nada de cumplir veintidós años, y en ese momento su decisión le pareció la mejor para la Carolina de veinte-veintiún años que tanto había sufrido por un hombre.
―¿Me las mandé o no? ―Cristian interrumpió sus pensamientos.
―No ―dijo ella mirándolo a los ojos ―sí, sí quiero.
Ahora fue el turno de Cristian de abrir los ojos demás, no creía lo que oía.
―Pará ¿Estás segura?
Carolina río.
―Sí, bobo, no preguntes tantas veces.
Romero sonrío con alegría, tal y como aquella noche en la que los dos terminaron dados vueltas por el fernet, su corazón latía a toda velocidad.
Porque Cristian Romero estaba seguro de que ella era la mujer de su vida, quería a Carolina para siempre a su lado.
―¿Te puedo dar otro abrazo? ―preguntó el cordobés, le temblaba la voz de la felicidad.
―Obvio, bobo.
Y una vez más se fundieron en un abrazo. Carolina inhaló y exhaló profundo y Cristian besó su cabeza. Estuvieron de esa forma por casi dos minutos.
―Cristian tengo olor a chivo.
―Que me importa, yo también.
―Mentira, vos tenés olor rico, estoy pegada a tu ropa.
Romero la dejó ir.
―Siempre fuiste re anti al contacto físico.
Caro se encogió de hombros.
―Yo ya tengo que irme, ¿te parece si nos vemos mañana?
―No creo que pueda, empezamos a entrenar y nos vamos del hotel.
―¿Adónde?
―Ni idea que es, pero un tipo predio, así tenemos más tiempo para entrenar, no nos distraemos tanto, etc, etc ―Carolina soltó una risita. ―palabras de Scaloni.
La chica asintió, entendía.
―Pero te prometo que voy a sacar tiempo de donde no tengo para verte, morocha ―Cristian se acercó a ella.
―Muy cerca ―susurró Carolina, poniendo su dedo en su pecho.
―¿Puedo darte un beso?
Y ahí el corazón de Carolina dio un vuelco, y los nervios se la comieron viva. Sin embargo, algo dentro de ella le decía que dijera que sí, solo era un besito.
―Sí.
―Te pusiste toda roja ―la señaló Cristian riendo.
―Sos re pavo ―le dio otro golpe.
―Un pavo feliz, un pavo al que le diste otra oportunidad ―fue diciendo mientras se acercaba lentamente a su rostro.
―Cállate y bésame de una vez ―Carolina lo tomó del buzo con fuerza.
―Sí, señora.
Sin rechistar, unieron sus labios. Cuti quería quedarse en ese momento para siempre.
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