05
Inglés
Español
Los nueve integrantes de la familia Sosa se encontraban parados fuera del hotel dónde David había conseguido hospedaje, miraban la construcción con asombro por lo hermoso que era y además que se notaba a leguas que no era nada barato.
―¿Se gastaron la jubilación antes de tiempo?
Gabriel miraba todo asombrado cuando entraron al lugar, soltó un silbido por la belleza del lobby y lo enorme que era.
―Disfruten esto, porque es su herencia.
Carla miraba todo maravillada mientras dejaba atrás a sus cuatro hijos que se miraban a la cara con los abiertos demás por lo que ella dijo.
Carolina estaba pensando en cuanto habría costado todo eso considerando que eran casi diez personas. Y cayó en cuenta, su padre seguro que pidió pocas habitaciones e iba a tener que compartir, cruzaba los dedos para que no le toque con los insoportables de sus hermanos.
Hasta que un hombre vestido de traje, bastante peinado, y con guantes blancos se acercó a ellos hablando inglés. Además de un notable mostacho.
―Buenas tardes, señor ―David lo miró con el ceño fruncido. ―¿En qué puedo ayudarle?
―¡Caro! Vení acá que no entiendo que dice este bigotudo.
El hombre lo miró serio, claramente no entendía lo que acababa de decir. Carolina se acercó bufando, estaba entretenida mirando las pinturas en las paredes.
―Hablá con ella ―dijo David al hombre, quien ahora lo miró a él con el ceño fruncido. ―Hablá. Con. Ella.
Le dijo palabra por palabra mientras señalaba a Carolina y movía su mano tratando de imitar una boca hablando, milagrosamente el hombre le entendió y su hija quería morirse de la vergüenza.
―Tenemos reservación, a nombre de Sosa. David Sosa.
El hombre bien vestido asintió, comenzaron a buscarlos en el sistema y más temprano que tarde ya se encontraban yendo a sus tres habitaciones reservadas. El servicio se encargó de subir sus valijas y bolsos.
―Solo tengo una cosa para decirles. El piso superior a éste, tiene prohibida la entrada al público ya que se encuentra en uso por uno de los equipos próximos a participar del Mundial. Le agradecería que le dijera eso a su familia, señorita Sosa.
―Claro, entiendo, me aseguraré de hacerles saber. Muchas gracias por todo.
Ahora le picaba la curiosidad ¿Quién sería el equipo que estaría literalmente en el piso arriba de donde se encontraba ella? Unas inmensas ganas de subir le dieron, pero debía contenerse, las leyes en ese país eran demasiado estrictas y ya se lo habían hecho saber en el aeropuerto y en el papel sobre su cama.
Sí, ya tenía su habitación y lamentablemente compartía con Gabriel y Agustina. Sus papás tenían una para ellos y Fabián con su familia tenían otra.
―Mamá dice que se preparen y nos vamos a recorrer.
Les avisó Agustina a sus hermanos.
―Re emoción esa mujer, me duele el orto de las horas que pasamos sentados.
―Nadie te obliga a ir, nos harías un favor si te quedas durmiendo, Gabriel.
―Nunca estuve tan de acuerdo con Agustina.
Las hermanas rieron al mismo tiempo mientras el único varón les mostraba su dedo corazón y se iba de la habitación.
Sí, ellas se llevaban mal. Pero cuando se trataba de molestar a Gabriel, o cualquier otra persona, parecían compañeras de crimen.
Una hora más tarde, ya estaban listos. Carolina tenía sus anteojos, gorra y riñonera, claramente la camiseta de Argentina se la había puesto y estaba lista para recorrer las calles de Qatar.
―¿Ro y los nenes? ―preguntó Carla al ver a Fabián solo.
―Valen y Romi se durmieron, así que Romina se quedó con ellos. No quería que te deje plantada, mamucha.
Fabián abrazó a su madre y besó su frente, haciéndola reír. Fabián había sido el primer hijo, el primer amor de Carla, ahora tenía cuatro amores en total, eran su todo.
―¡Caro, Gavo, Agus! Vengan a ver esto.
Fabián los llamó emocionados para que vieran la primera atracción de su recorrido. Carolina corrió hasta donde estaba su hermano mayor, los otros la imitaron.
Carla y David los miraban con una sonrisa en el rostro, de alguna forma fue un momento nostálgico verlos a los cuatro juntos emocionados por la misma cosa y que no estuvieran discutiendo.
―¡Noo, re cheto!
―¡Comprémoslo!
―¡Está re bueno!
Y más exclamaciones soltaban los hermanos, aumentando la sonrisa en el rostro de sus padres.
―Foto, foto.
Carla apareció atrás de los cuatro con la cámara lista, capturando el primer recuerdo de muchos.
Milagrosamente Agustina y Carolina se abrazaron sin rechistar, Gabriel y Fabián las imitaron y sonrieron muy contentos para la foto de su mamá. Todos luciendo la camiseta de su país.
Dos, casi tres, horas más tarde volvieron al hotel porque casi se perdieron a la vuelta. Carolina venía hablando con Fabián de las cosas que quería hacer, éste le comentaba emocionado que el hotel tenía una pileta en la terraza y que la iban a estrenar lo más rápido posible.
―¿Yo estoy loco o ese es el colectivo de la selección?
Automáticamente todos miraron a la misma dirección en la que miraba Gabriel, casi les agarra un infarto a todos al ver el vehículo y darse cuenta que Gabriel no estaba loco y ese sí era el colectivo de la selección argentina.
―Mi amor, agárrame que la palmo acá nomás.
La mujer ni lo estaba escuchando a su marido, también demasiado sorprendida para reaccionar.
―¿En nuestro hotel? ―siguió Agustina igual de sorprendida.
No lo dudaron, corrieron a la entrada del hotel, encontrándose con cientos de paparazis y el lobby llenó de gente. David por poco tacleaba a los hombres con cámaras, abriendo paso para él y su familia.
Sus ojos fueron dichosos, ahí se encontraban ellos, los únicos jugadores que importaban para la Argentina. Con sus camperas color celeste, los pantalones negros, sus bolsos en mano. Sus prendas eran idénticas pero cada uno de ellos era distinto del otro.
Fue difícil entrar al lobby pero lo lograron, y hasta quisieron echarlos si no hubieran mostrado las llaves de sus habitaciones. Carolina seguía en shock con los ojos bien abiertos al igual que su boca, hasta que vio a la última persona del cuerpo técnico desaparecer por el ascensor.
―¿Cómo carajos terminamos en el mismo hotel que la selección, pa? ―dijo Fabián agarrándose la cabeza, estaba completamente loco de emoción y felicidad.
―Él me dijo ―Carolina habló atrayendo la atención de su familia. ―el bigotudo me dijo, que no podíamos ir al piso arriba del nuestro porque estaba prohibida la entrada, que había un equipo que jugaba en el mundial.
Gabriel dio un salto y pegó un grito de la emoción, Carla se tapó la boca con ambas manos por la sorpresa y Fabián puteaba de la felicidad sin creerlo.
―Pero, mi amor, ¿Cómo terminamos acá? Decime que cuando volvamos no vamos a tener que vender la casa.
―O entregar el asterisco ―agregó Gabriel.
David seguía en shock, acababa de ver a los jugadores de su país y ahora se enteraba que estaban bajo el mismo techo e iba a poder verlos en cualquier momento.
―Qué sé yo, tu tío nos reservó acá y cuando vi el precio estaba re bien. Me había dicho que el sobrino de un amigo del primo de su cuñado consiguió laburo acá en limpieza.
Todos se miraron entre ellos en silencio.
―¡Gracias tío Raúl! ―gritó Gabriel mirando al cielo.
―¡Silencio!
Gabriel se encogió de hombros, aunque no se arrepentía de su grito, cuando volviera a Argentina iba a besarle las patas al hermano de su papá.
Y Carolina, después de festejar, casi llorar y emocionarse a dos manos, se dio cuenta. Estaba en el mismo hotel que los veintiséis jugadores argentinos, bajo el mismo techo, podía cruzárselos yendo a desayunar o en el mismo ascensor.
Era cuestión de tiempo y suerte, o mala suerte, que se cruzara con él. El reencuentro de Carolina y Cristian estaba a la vuelta de la esquina, era cosa de esperar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro