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4 Has lo que yo digo...

—Creo que me duele el ciático —le digo a mi compañero que se me ríe en la cara.

—Tienes 22 años y el cuerpo de una anciana de 70.

—Entonces respeta a tus mayores, niñato insolente —me saca la lengua y me sonríe.

—Alexa a mi oficina —las risas se cortan con la intervención de Katerina, suspiro y la sigo. Me hace pasar para luego cerrar la puerta y sentarse en su lugar detrás del escritorio—. Seré breve sé que quieres irte, fue un día agotador —«sí, imagino que debe ser muy cansado para ti sentarte a ver desde acá arriba todo»—. No quiero volver a tener el tipo de escandalo que evité, porque una de las mujeres con las que te acuestas —¿a qué se debe la molestia que se te nota, Rapunzel?— se aparece en tu lugar de trabajo.

—¿Qué?

—Mantén tu vida privada y laboral en diferentes áreas. No quiero un escándalo en mi bar. Por cierto no tienes que agradecerme. Eso es todo.

Baja su vista a los papeles frente a ella y la conversación se ha terminado. Me levanto incrédula de lo que acaba de pasar. Como si yo le hubiera dicho a esa loca donde trabajo y la invité a acosarme.

Llego a mi departamento de mal humor y cierro de un portazo, menos mal que no tengo vecino, ya que el departamento frente al mío está vacío y no va a escucharme gritar sobre la almohada o llamarle a Katerina de todo, menos bonita.

El sábado por fin llega. Entro a mi horario de trabajo, y ahí esta ella impecable e impoluta, con ese pantalón de vestir negro y camisa plateada, con su hermoso y largo cabello rubio.

—Hola —la saludo seca—. Hola chicos buenas noches —les doy una sonrisa a mis compañeros y nos ponemos a conversar mientras terminamos de ultimar detalles para dejar todo listo.

La vida a veces me prefiere, no siempre, pero a veces me da la revancha exprés como ahora.

—Hola, emmm, disculpa —me dice una mujer que claramente se nota que es extranjera y le cuesta hablar el inglés—. Mi ando buscando Kata.

—¿Kata?

—Katalina. Déjame —busca en su teléfono y pone el traductor de Google, por lo que veo es italiana—. Ella es rubia, tiene el cabello largo, alta, una piel bonita, es muy seria siempre, y parece que siempre está irritada.

—Oh, si ¿De parte de quién?

—Su novia -—sonrío ampliamente, esta mujer no es su novia, reconozco una loca cuando la veo.

—Claro, ya la llamo.

Si fuera una caricatura, ahora estaría riendo como una completa desquiciada. Gracias Dios, gracias.

Katerina entra en el salón y se queda congelada con algo de pánico en su rostro, pero luego recupera el temple y vuelve a ser seria. Se acerca a la mujer y esta se abalanza a ella e intenta besarla, pero se la saca de encima y se la lleva al deposito.

«Mierda quería ver el show»

—Ale, hace falta Whisky —me dice mi compañero— ¿Vas tú o voy yo?

—Voy «claro que voy».

Al llegar a la puerta del depósito las escucho discutir en italiano, no tengo ni la más mínima idea de lo que se dicen, solo sé que Katerina se escucha de verdad enojada, escucharla así me hace pensar que conmigo ha sido demasiado dulce.

—Maia, no me importa si te has tomado un vuelo de 15 horas para verme. Tú y yo terminamos, vuelve a Italia —le dice tajante en inglés.

Abre la puerta y yo corro al pasillo para intentar parecer que casualmente recién llego y voy a buscar algo. Ella me mira seria y veo a la loca italiana salir detrás de ella con una botella en la mano y viendo como objetivo a Katerina, la tomo rápidamente trayéndola hacia mí y colocándola a mi espalda, logro esquivar el golpe que iba a recibir ella recibiéndolo yo y empujando a la italiana, que me maldice en su idioma e intenta llegar a ella a como de lugar.

—¡¿Estás loca?! —le grito a esta demente— Kate, ve por Andy —ella está congelada tomándome de los hombros—. ¡Katerina, reacciona!

Sale a buscar a su hermano mientras yo forcejeo con la lunática que quiso soltarse para ir a hacerle daño a la rubia intentando pasar por mi lado para llegar a ella. Ellos llegan y la sacan del bar a la fuerza, es toda una novela, hasta que la policía llega y se la lleva.

Miro a Katerina que preocupada presta declaración, mientras se lleva ambas manos a los brazos como abrazándose, me doy cuenta que la idiota tiene frío y no ha dicho nada, entro por mi chaqueta y me acerco colocándosela sobre los hombros, luego me meto rápido a seguir trabajando, ya que me tomaron declaración.

—Ale, te llama mi hermana a su oficina —me dice Andy luego de más de dos horas que la policía estuvo aquí, luego de que fueron a hacer la denuncia y prestaran declaración—. Y Ale —lo miro y veo alivio en su rostro—, gracias por defenderla y no dejarla sola.

—Es lo que cualquiera haría ¿No?

—¿Por mi hermana? —me regala una media sonrisa— No lo creo.

—Es un pelin insoportable, pero no iba a dejar que esa loca la lastimara.

Él asiente con una media sonrisa y se va. Subo a la oficina tocando la puerta y al entrar la veo sentada detrás de su escritorio con mi chaqueta aún puesta.

—Me mandaste a llamar —le digo apenas cierro la puerta.

—Sí, me gustaría que no comentaras nada de lo que viste en el depósito. Por cierto ¿Qué hacías por ahí?

Tenso la mandíbula, pensé que sería un poco más agradecida, pero todo lo que le importa es que no abra la boca y diga que la salve de la loca de su ex, aunque claramente todos vieron todo.

—Iba a buscar al conejo de pascua, lo vi meterse por el pasillo y se me antojaba un huevo —ella frunce el ceño—. Solo te recomiendo algo que alguien me dijo ayer, mantén tu vida privada y laboral en diferentes áreas —tensa su mandíbula—. Por cierto no tienes que agradecerme tu hermano ya lo hizo por ti —me doy la vuelta para retirarme y me devuelvo—. Necesito mi chaqueta —extiendo la mano—, la que llevas puesta, la necesito.

Se la saca y la deja encima del escritorio, la tomo y salgo dando un portazo.

«¿Tan difícil es decir gracias? Solo un gracias, simple y llano. Que imbécil es. Y con ella perdí mi virginidad, que imbécil fui».

-—Ale —me dice mi compañero.

-—Ahora no —me dirijo afuera y veo a Andy—. Me voy a tomar mis 15 minutos —salgo.

—Ale, Alexa ¿Qué pasó?

—Que tu hermana, es una imbécil —le escupo con rabia— y yo soy una estúpida al pensar que iba a decirme gracias por lo menos, pero no, ni siquiera existe esa palabra en su vocabulario. Solo dame 15 minutos, Anderson —trato de respirar mientras me afirmo en la pared. Ni siquiera sé porque me enoja o me pone tan mal que ella ni siquiera haya sido capaz de agradecerme o de asegurarse que yo también estoy bien—. Iré en un momento.

—Tu brazo.

—Estoy bien.

—Alexa, se pondrá morado ¿Tu atajaste el golpe que iba para ella?

—¿Quieres que te responda con sarcasmo? Porque está claro que eso es exactamente lo que hice.

Es el primer fin de semana con ella al mando, el segundo día trabajando bajo su cargo y ya estamos todos demasiado estresados e irritables, yo tengo un brazo morado y la paciencia que de por si en mí es escasa, abandonando mi cuerpo.

—Hablaré con ella.

—No, no le digas nada. No le importo Andy, ni siquiera... solo déjalo ¿Está bien? Mis quince comienzan a correr desde ahora ¿Me dejas sola?

Él vuelve a entrar frustrado y suspirando.

Vuelvo adentro y el resto de lo que queda del turno me dedico solo y exclusivamente a preparar y servir tragos, ni siquiera voy al baño, solo quiero que este bendito día termine para irme a descansar.

—Alexa —aparece ella frente a mí.

—Estoy trabajando.

—A ver tu brazo.

—¿Por qué? ¿Qué te dijo tu hermano?

—Nada ¿Qué tenía que decirme? —niego y sigo atendiendo— Alexa —no le presta atención y sigo atendiendo—. Háganse cargo —les dice a mis dos compañeros, toma una hielera, un trapo y me lleva de la mano arrastrándome al baño del personal.

—Déjame, solo deja que vaya a... ¡Ah! Está helado.

—¿Será porque es hielo?

Volteo el rostro para no verla. Ella envolvió los hielos en el trapo y con cuidado sostiene mi mano para colocar el hielo sobre mi brazo.

—Gracias —me dice.

—¿Por qué? —busco fastidiarla y volteo a verla fijamente, ella al verme relaja el ceño fruncido.

—Por defenderme y no dejar que Maia, me hiciera daño, no sé que hubiera pasado sino hubieras estado en el lugar y momento correcto.

—Gracias por lo de ayer entonces —le respondo y ella sonríe—. Si quise agradecerte, pero te pones difícil.

—Lo sé.

Con su pulgar acaricia mi mano y frunzo el ceño sacándola de entre medio de las suyas. Ella se da cuenta y se aparta un poco.

—Ponte hielo para que el moretón no se haga muy grande, lamento haberme dado cuenta tarde de que tu habías recibido ese golpe. Vuelve a trabajar en 20, tus compañeros pueden hacerse cargo. Si te duele mucho me avisas y vamos al médico, después de todo fue por defenderme a...

—Estaré bien, esto no es nada a los golpes que nos dábamos con mi hermano gemelo.

Ella asiente y sale, dejándome sola.

«¿A qué se debe el cambio repentino? Del amor al odio y viceversa ¿De verdad hay un solo paso?»

Llega la hora de la salida y no la veo más, creo que ella se marchó en algún momento o sigue arriba y no ha salido. Andy nos abre la puerta para salir y me despido de todos para tomar camino por fin a mi departamento.

—Hasta mañana —comenzamos a despedirnos.

—Hasta mañana, nos vemos.

Comienzo a caminar en dirección a mi departamento, saco un cigarrillo, y lo prendo, antes jamás hubiera fumado, ahora solo lo hago cuando estoy muy estresada, la nicotina me ayuda a relajarme, pero es cuando me coloco mi chaqueta que noto su perfume, es embriagador, suave, algo floral y dulce, pero no invasivo. Apago el cigarrillo y subo el cierre para hundirme en su perfume, paradójicamente me relaja mucho más el perfume de la persona que tanto me irrita, que la nicotina.

—Te odio Katerina Kovalenko —digo susurrando frustrada.

«No te odio, pero quisiera poder odiarte. Por qué me afectó tanto verla tan indefensa, por qué me asustó que aquella loca pudiera lastimarla, por qué maldita sea, no dejo de pensar en ella»

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