3 Ping pong
Últimamente pienso, trágame tierra y escúpeme en una isla paradisiaca, lejos, lo más lejos posible de esta rubia insoportable y la tentativa de homicidio que me da cuando la tengo cerca.
—¿Dónde está Alexa? —esa asquerosa voz, yo la conozco.
—En ese baño —toca la puerta.
—¿Me dejas cagar? —le digo a mi jefa limpiándome el culo.
—Llevas un rato... —salgo y le paso por al lado para lavarme las manos— iugh de verdad estabas...
—No, me traje caca en bolsa de mi casa, para cuando entraras al baño a buscarme. Solo la cargo en caso de emergencia.
—¿Cómo puedes hacer un lugar que no sea tu casa?
—No guardo plata y voy a guardarme las ganas hasta llegar a mi departamento, como no —me sacudo las manos en su cara— ¿qué quieres?
Me golpea las manos para evitar que me siga sacudiendo el agua en su cara y me río.
—Te necesito adelante, está llegando gente —la observo levantando un ceja ¿acaso soy la única empleada que tiene? miro hacia arriba, cierro los ojos y le pido a Dios— ¿qué haces?
—Le pido a Dios —sigo murmurando rápido.
—No sabías que eras creyente.
—No lo soy. Lo empecé a poner en practica recientemente —la miro—. ¿Tú crees en Dios? —ella levanta una ceja—, deberías tal vez lo conozcas pronto.
Salgo del baño dejándola ahí parada con la palabra en la boca. Vuelvo a mi puesto de trabajo y ella pasa para subir a la oficina y mirar todo desde arriba. Me irrita de una manera que nunca antes alguien me había irritado.
—La jefa quiere que le lleves una botella de whisky y hielo.
—No soy moza —le digo a mi compañera—. Espera —ella se vuelve—, toma llévaselo.
Ella sube y baja con la botella y la hielera.
—Me dijo que te lo pidió a ti, así que, que subas y se lo lleves tú. Se notaba enojada.
Tomo la bendita botella y la hielera, antes de llegar tomo varios hielos, me los llevo a la boca y luego los escupo dentro de la hielera de nuevo, para termino de subir las escaleras y golpear la puerta, me da el ok pulsando un botón ya que la puerta tiene cierre eléctrico.
—Cuando mande a pedirte algo, vienes y me lo traes.
—No soy moza. Me fuiste a buscar cuando cagaba porque el bar explotaba de clientes, era tanta la cantidad de gente que entró de repente, que mis compañeros estaban colapsados. Por eso no pudiste esperar que fuera al baño y me fuiste a buscar...
—Bueno al parecer hablas varios idiomas y uno es el sarcasmo.
—Me gustaría hablar el tuyo, para entenderte —me mira tensa y seria— ¿puedo irme o se te ofrece algo más? ¿Quieres que también te sirva en un vaso?
—Me estresas —dice suspirando y se sirve el vaso con whisky sin el hielo, entonces frunzo el ceño.
—Tú me irritas, creo que estamos a mano ¿no?
—Te diriges hacía a mí con demasiada confianza, Alexa, eso no me gusta —exhalo de manera pesada y la miro fijamente.
—¿Te parezco de verdad demasiado confianzuda, Katerina? —me acerco a ella que está sentada detrás de su escritorio, volteando la silla, para agacharme y verla directo a los ojos— ¿Tendría que haber más confianza entre nosotras para que te hable así? No te pareció un problema eso cuando estás —tomo un de sus manos— se quedaron con mi virginidad ¿o si?
—Te dije que ese tema no lo volveríamos a tocar. Aparte lo haces sonar como si te hubiera tocado en contra de tu voluntad y no fue así...
Me enderezo y me llevo las manos a la cabeza frustrada, pero no porque ella me está irritando demasiado ahora, sino porque a pesar de que me irrita, quiero besarla. Se ve tan jodidamente sexy con lo que trae puesto y encima su cabello tan largo, le queda tan bien, que parece un león con su melena dorada. Soy tan gay justo ahora mismo.
—Como sea, tengo que volver a trabajar, mi jefa es bastante nefasta —ella abre la boca incrédula.
Me acerco a la puerta y la cierro antes de que me diga algo, amo dejarla con la palabra en la boca, creo que podría considerarse mi nuevo deporte favorito. Al menos por el resto de la noche no me molesta, pero si siento su presencia maligna ver todo desde la oficina, varias veces me rasco la cabeza haciéndole la seña del dedo medio.
—Hola.
—Hola ¿Qué te sirvo? —La mujer me mira y se muerde el labio inferior.
—¿No te acuerdas de mí? —la observo intrigada y mi mente intenta tratar de ver donde la he visto antes— Yo me acuerdo de ti, si no te acuerdas podría hacer que te acuerdes.
—No, gracias. Pero dime que tomas y te lo preparo.
—Lo único que me interesa que me prepares es el ultimo orgasmo que me diste ¿puedes hacer eso por mí, cariño? Tengo el auto afuera.
Ya la recuerdo, es la que tiene el fetiche de coger en la vía pública. Me llevo la mano a la frente exasperada, no va a parar hasta que acepte, así fue de insistente aquella vez que se lo hice cuándo se estacionó en pleno día cerca de la cafetería dónde me iba a invitar el desayuno, y la noche anterior también en el auto, cerca de un restaurante concurrido. Tiene un morbo con que la pillen temiendo sexo, me dijo que le gusta sentir esa adrenalina de saber que pueden atraparla. Tremenda loca.
—No —miro a mi compañero—. Walt atiende a la señorita.
—No, quiero hablar con el encargado, o el dueño de este bar de mierda —se pone a gritar cuando la rechazo.
—Andy, acompaña a la señora afuera —Katerina la toma del brazo y me la aparta ¿en qué momento bajó?—. No, es una palabra completa.
—¿Quién te crees que eres?
—La dueña —entonces lejos de calmarse, la loca se enfurece todavía más.
—Voy a hacer que te cierren este sucucho de mierda, te van a poner una multa tan grande por...
—Vinia Lester —la mujer se queda callada—, casada con el concejal que se está postulando para gobernador —el color abandona su rostro—. Me pregunto que dirá la prensa o tu marido, cuando sepan que acosas a mi empleada para que te de el sexo más rico y gay que tendrás en tu vida —ella se queda callada y Katerina le susurra algo al oído, abre los ojos grandes toma su cartera y se va—. Sigue trabajando.
—Así que "el sexo más rico y gay que tendrás en tu vida" —sonrío petulante.
—Si sigues hablando, te daré el pase directo para que tu fe se reafirme conociendo a tu creador —me sonríe de manera siniestra y un escalofrío me baja por la espalda.
Me mira pasando entre la multitud y se retira subiendo las escaleras sin dejar de verme.
—Que sexy —dice una de las mujeres sentadas en la barra— ¿quién es?
—Mi jefa —respondo tajante— y está casada, con un hombre.
—Lo sabía, siempre tienen algún defecto...
Sigue hablando, pero no la escucho, me quedé perdida en su movimiento de cadera, en lo largo que tiene el cabello y que llega debajo de la cintura tocando su trasero que de paso, es bastante lindo, y en el poder de sus palabras al sacar a esa imbécil de del bar, sin siquiera hacer un escandalo. Me pregunto que le dijo en el oído para que esa mujer se marchara furiosa y me diera una mirada todavía peor.
Pero el impasse con Rapunzel no dura mucho, el sábado vuelve a ser la misma perra que me recibió tan descortesmente en la reunión, y nuestras interacciones están llenas de mi respuestas sarcásticas a algunas preguntas estúpidas que hace, como:
—¿Estás aquí adentro? —pregunta mientras estoy contando en el depósito.
—No, soy una proyección astral, mi cuerpo sigue en mi casa.
—Disculpa, pero hay que pedir vodka de esta marca —señalo la hoja—, ya no queda y...
—¿No hay ni una botella para hoy?
—En realidad sí, tenemos cinco lotes, solo que los tiene el proveedor y se los tienes que comprar.
—¿Vas a abrir eso? —me pregunta cuando estoy por abrir la caja de servilletas para reponer.
—En realidad mi cuerpo traspasa la materia y pensaba meter la mano en la caja sin tener que abrirla.
Sé que soy irritante, pero mis compañeros ya aprendieron a pensar bien ante de hacer preguntas idiotas, y espero que ella aprenda también.
—¿Vas a tomarte ese vaso de agua? —le pregunto.
—En realidad no, lo dejé ahí para ofrecerlo al fantasma que limpia cuando cerramos.
—¿Saco las bolsas de basura?
—Si quieres déjalas adentro, y los basureros entran y las sacan ellos —me responde, haciendo que me muerda la lengua.
—¿Vas a...?
—¿Qué?
—Nada.
—Estabas por hacer una pregunta idiota y te diste cuenta —se ríe—. Sigue respondiendome como lo vienes haciendo, las dos podemos hablar el idioma del sarcasmo.
Ella se va luego de recaudar y guardar el dinero y mi compañero me mira con una sonrisa.
—Es la primera persona que escucho devolverte el sarcasmo con tanta agilidad. Tienes una digna oponente ahora.
—Solo no olvides que aún es tu jefa y puede echarte cuando quiera —dice Andy—. Ya vamonos que quiero ir a dormir.
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