15 Contractura
Esta semana había pensado mucho en mi hermano, en nuestros recuerdos de la infancia, en lo unidos que éramos, pero desde que ellas me hicieron la propuesta y aceptaron las condiciones desde hace tres días pensé mucho más en él. Como desearía que estuviera aquí a mi lado para que las conociera, pero no está ni estará. Aunque yo siempre me acuerdo de él, aunque evidentemente él de mí, no.
—¿Alex te gusta? Lo gané de aquella maquinita —me entregó un colibrí pequeño que uso, aún ahora, de llavero—. Vamos Alex —me tomó de la mano y corrimos juntos— vamos a los autos chocones.
—El que choque al otro 3 veces gana.
—Yo quiero el rojo, Alex.
Me toco con la lengua el diente frontal roto y me quedo pensando en ese día, sonrío cuándo recuerdo como enojada le di un puñetazo y le partí el diente a Tyler, entonces quedamos los dos iguales. Nos rompimos los dientes permanentes, y nuestros padres no ganaban lo suficiente para arreglarlos, tampoco nos molestó mucho estar iguales hasta en eso, era algo más en la que nos parecíamos.
—Cuéntame de Tyler —Parpadeo sacudiendo levemente la cabeza. Cristine me saca de mi bucle nostálgico.
—¿Qué hay con él? —fijo mi mirada en ella.
—¿Cuándo empezó con las adicciones y por qué?
Yo había reflexionado sobre la terapia y nuestras sesiones, sino le daba algo a Cristine, ella no recomendaría que yo estuviera apta para el alta, así que negarme a abrirme sería más contraproducente, entonces que decidí aflojar y beneficiarme un poco al menos. Me tomo unos minutos en responder.
—Primero fue el cigarrillo, yerba y alcohol, pastillas y alcohol, luego todo junto y supongo que cuándo todo no le dio el efecto que él quería probó con algo más fuerte ¿Alguna vez oíste hablar de que los gemelos están conectados o de lo que siente uno, lo siente el otro? —ella asiente— bueno es real, cuando éramos chicos era así, sentíamos lo que le pasaba al otro, cuándo crecimos esa conexión se fue perdiendo, pero no totalmente, yo... podía sentir a veces cuándo él estaba mal —contengo el aire para largarlo despacio—. Tyler siempre fue el que sentía más de los dos, hasta que encontró gente con cosas que le aliviaban el sentir, a los 15 años ya había probado de todo.
—¿Cómo era cuando consumía?
—Cruel, egoísta, mentiroso, manipulador y ladrón, pero el problema era cuando la dosis perdía su efecto, algunas veces fue violento. La droga saca tu lado más oscuro a flote, hacía todo lo necesario para tener para la próxima dosis —toco mi dedo medio, dónde iba un anillo que me regaló nuestra abuela—. Vendió cosas importantes para mí, joyas de mamá, le robó y vendió herramienta a papá. Yo amo a mi hermano Cristine, pero cuándo consumía, lo odiaba. No era él, era otra cosa.
Ella anota en la libreta y yo me limito a recordar en silencio, fue una época negra y dolorosa para todos, huyó varías veces de los centros dónde mis padres lo dejaban, dejó la escuela y cómo última opción, ellos optaron por encerrarlo con llave en casa en su habitación, mientras se desintoxicaba. Si verlo drogado era difícil, verlo desintoxicarse fue peor, mil veces peor. Verlo vomitar, febril y transpirar, lloraba la mayor parte del día y casi no comía. Él entró en ese mundo siendo uno y salió siendo otro, delgado, frágil, débil y aún más roto. Las grietas de lo que se había metido en el cuerpo, se podían ver casi que a simple vista, casi que a tras luz notabas las rayaduras y las huellas de su adicción.
—¿Cuántas recaídas tuvo?
—Cinco, fueron cinco veces —bajo la mirada a mis manos— Y luego de desintoxicarse cada vez, me prometía y juraba que no volvería a hacerlo, y luego entonces lo hacía. Cada vez que me prometió no hacerlo, quise creerle.
—Las adicciones son difíciles de llevar, tanto para la persona como para su entorno que lo ve sufrir y no puede sacarlo —asiento midiendo mi labio inferior.
—Lo sé, fueron los años más duros y creí que esta vez lo lograría, de verdad lo creí, él había empezado el gimnasio, estaba en forma y no consumía. Pero entonces a su banda le ofrecieron la gira por Ámsterdam y sabía que lo perdería, yo sabía que esto iba a pasar —mi alarma suena y me levanto—. Espero que estés bien Cristine, cuídate.
—Suena como una despedida.
—Esta es nuestra última sesión juntas —Suspira.
—Alex, ya veremos.
—No me digas así, solo así me llamaba mi hermano, es Alexa o Ale. Por favor ¿Cuánto más me harás venir? Ya hablamos de prácticamente todo, y no he tenido crisis de nada. Estoy bien, no es necesario que siga viniendo y lo sabes. Solo pon que estoy apta para el alta, aparte el estado no seguirá pagando más sesiones aunque las necesite.
Salgo dejándola parada y como siempre sin despedirme. Cruzo la calle y me veo en el reflejo de la vidriera de una tienda el diente partido, mientras corro a tomar el autobús llamo al dentista para una cita, es hora de arreglarme este diente roto.
La jornada laboral pasa sin mucho movimiento, estoy tan contracturada que en los 10 minutos de mi descanso me siento afuera en el tacho y mirando al suelo, masajeo con mis manos mi cuello y hombros, hasta que siento unas manos ajenas darme un masaje, miro sobre mi hombro y ahí está Bailey.
—Gracias.
—Estás muy contracturada.
—Lo sé, días ajetreados. Tenemos que volver o Andy vendrá a buscarnos.
Me levanto muy cerca de ella, quedando ambas frente a frente con ella de espaldas a la puerta.
—¿Sabes que me relajaría?
—¿Un té de tilo? —dice haciéndose la inocente.
—Puede ser, pero —le hablo sobre la boca— mejor me vendrían tus besos.
La beso entre sonrisas y un beso casto se transforma en uno urgido, hasta que golpean la puerta y al abrir ahí esta parada seria Katerina.
—¿Qué hacen las dos acá? —le muestro el pack en mis manos—. Bien, sal entonces y luego vuelve.
Salgo y al pasar la beso en la mejilla sacándole una sonrisa. Yo acepté esto que tenemos, acepté el tenerlas cerca y ser parte de ellas, me transmiten seguridad, confianza y paz, algo que no había sentido en mucho tiempo. Últimamente me encuentro a mi misma sonriendo sin un motivo en particular que motive esto, bueno en realidad con dos motivos, ellas me hacen sonreír sabiendo que todo es más liviano para mí con ellas cerca.
Ahora que lo pienso mejor, algunas veces escuche a Bailey teniendo sexo, pero jamás vi salir a alguien de su departamento y menos aún hubiera sospechado que ese alguien con quien tenía relaciones era Katerina, ellas saben fingir muy bien que no se conocen y sirve para no desdibujar el área profesional y de trabajo, aunque últimamente a las tres nos cuesta mantener las manos y bocas quietas cercas las unas de las otras.
En cuanto vi a Bailey entrar en la barra y guiñarme un ojo, me acerco antes de irme y le prendo mejor el cuello de la camiseta que muestra un chupetón en el cuello justo en el borde de esta, ese se lo dejó Kate. Bailey me dice que me esperan en le deposito, entro a en cuanto mi cuerpo está completo adentro la luz se apaga y escucho la traba en la puerta a mi espalda.
—Espero que no seas claustrofóbica —dice su voz.
La siento venir con fuerza contra mi cuerpo por la espalda, sus manos toman mi cadera pegándome a ella y a su cintura, sus labios van a mi cuello y jadeo con fuerza al sentirla tan cerca de mí y tan desesperada por probarme, volteo y sus labios me atrapan primero, la oscuridad nos da pie para una lucha de poder, dónde ninguna de las dos se rinde. Nos separamos agitadas.
—Tengo que... —intento respirar—, tengo que volver, ya me demoré mucho.
—Lo sé.
Ante de dejarme ir me pega de nuevo a ella y me besa con más delicadeza, diría que hasta con amor y ternura, baja su mano y aprieta mi trasero acercándome a ella, luego los besos bajan a mi cuello, yo jadeo y cierro los ojos con fuerza, tratando de respirar, tragar y no morir en el proceso.
—Kate, Kate debemos parar.
—No quiero.
—Lo sé, pero debemos, no es el lugar ni el momento.
—Pararé si me aseguras que podremos probarte de nuevo y está vez haremos que sea memorable y que te acuerdes muy bien.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste —sigue bajando los besos y coloca una pierna suya entre las mías—, desde que estuve contigo tengo una urgencia y necesidad de ti que no me deja pensar, dormir o reaccionar cada vez que te tengo cerca, y el hecho que no recuerdes nuestra primera vez, tu primera vez —me besa con urgencia sin dejarme respirar un momento—, me molesta un poco. Pero la próxima vez, nos aseguraremos que eso cambie. Di que nos darás otra oportunidad más para mostrarte. Por favor... —me suplica entre besos.
—Sí, está bien, pero cuando me sienta lista.
—Cuando estes lista. Nosotras esperaremos por ti.
Salgo con una calentura aún mayor entre mis piernas y en todo el cuerpo, Bailey me ofrece un vaso de agua con hielo, roza mi mano y me sonríe, luego se acerca a susurrarme al oído.
—El tiempo que te tome, esperaremos.
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