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Capítulo 8: Novato


9964-15, 3457-25, 29230-9, 8448-12...

Los códigos que pendían de la entrada de cada una de las habitaciones de los panales no parecían seguir una secuencia lógica, lo que hacía más difícil su búsqueda.

Si se esforzaba sobremanera podía distinguir desde abajo los números hasta el piso dos. La vista no le daba para más. Caminó hasta dar una vuelta completa a las tres cuadras de panales que se extendían a lo largo del único camino que hasta ahora ofrecía Kancer, y aunque lo deseó con ganas, no encontró escrito el código 30222-1 en ninguna entrada. Era un hecho que su espacio estaba en las alturas.

Por alguna razón al verlo pasar la gente se le quedaba mirando y le regalaba una sonrisa ancha y sincera, como si fuera una especie de celebridad. Luca, acostumbrado a la monotonía de su solitaria existencia, no lograba relajarse con aquel extraño gesto de amabilidad y muy por el contrario sentía una presión terrible por encontrar rápido el código y encerrarse en su panal –si es que se le podía llamar encierro al hecho de esconderse en una habitación de tres paredes-.

Echó un vistazo rápido hacia arriba y luego miró a su alrededor. Pensó que la mejor manera de alejarse de la gente sonriente era continuar con la búsqueda de su espacio desde arriba de los panales hacia abajo. Justo al centro de las tres cuadras había una fila de ascensores puestos allí, seguramente, para aquellas personas que vivían en los pisos más altos o para aquellos que no podían caminar. Y claro, los ascensores resultaban útiles también para Luca, que desesperado deseaba dejar de ser el centro de las miradas.

Ingresó en uno de los ascensores y mientras la puerta se cerraba vio cómo un grupo considerable de personas se apelotonaban para sonreírle y mirarlo de pies a cabeza. No entendió nada. ¿Sería que les llamaba la atención su juventud? Por lo poco que había podido distinguir durante sus primeros minutos en Kancer, los habitantes eran bastante mayores. Su edad fluctuaba entre los cincuenta y setenta años. ¿Será que le sonreían para darle la bienvenida? Tendría sentido pensarlo si es que las sonrisas hubieran sido un gesto de saludo al pasar, pero esas bocas lo perseguían. Y esos ojos lo inspeccionaban, de arriba a abajo, con gusto.

-Calma –se dijo a sí mismo, para acallar todas las dudas que le gritaban adentro de la cabeza.

Cuando estuvo dentro del ascensor, fijó la mirada en el tablero y se dio cuenta que no era igual que los que conocía. En este tablero debía marcarse el piso al que se quería llegar, anotando uno por uno los números en una pantalla que se ubicaba a su derecha. Parecido a lo que se hace con el control remoto de la televisión.

"Debe ser por la cantidad de pisos de los panales", pensó Luca, "si los números fueran botones, las paredes estarían llenas de ellos".

Cuando estiró la mano para anotar la primera cifra de un número al azar que se le vino a la mente –el "303"- escuchó el ruido de una canica que cayó con fuerza a su izquierda y ahora daba unos pequeños rebotes. Se giró automáticamente hacia el lado desde donde provenía el sonido y buscó la supuesta canica por el suelo. Al recogerla se dio cuenta que, en efecto, era una bolita pero de metal y que estaba envuelta en un papel delgado. El papel tenía un mensaje:

Miró a su alrededor para tratar de encontrar la procedencia de la bolita. Pero ni en el techo, ni en el suelo, ni en las paredes halló nada sospechoso. Estaba totalmente solo en el ascensor.

Cuando giró hacia el tablero, el corazón se le llenó de sangre y comenzó a bombearle a toda prisa. ¡EL NÚMERO 259 ESTABA ANOTADO EN LA PANTALLA!

"¡¿Quién fue?!"

Se sintió perseguido y tuvo miedo. De ese miedo inicial que se le tiene a lo desconocido. Su respiración se agitó y apretó las manos.

"Alguien me está vigilando"

El ascensor dio un pequeño remesón y comenzó a elevarse a excesiva velocidad. En realidad, Luca no sintió nada. Era como si nunca hubiese salido del primer piso. Pero la pantalla avanzó del 15 al 26 en tres segundos y por el espacio que se hacía entre el cierre de las puertas era posible ver luces y sombras difuminadas. Estaba subiendo.

De pronto, la pantalla superior se detuvo en el 259. Las puertas se abrieron y Luca descendió, sin antes echar una última mirada hacia el techo y las paredes del ascensor. Todo lucía igual.

Nunca esperó que en Kancer fuera necesario hacerlo, pero lo fue: tuvo que caminar agachando la cabeza para esconderse de la gente. Le sirvió. En el piso 259 nadie le sonrió ni lo miró con extrañeza. En cambio fue él quien se fijó con detalle en la cara de la gente y puso oído a sus conversaciones. A su izquierda escuchó cómo dos hombres de aproximadamente sesenta años hablaban en alemán y se reían con ganas. Al avanzar un poco más, encontró a una mujer rubia y delgada de la mano de un hombre moreno, alto y macizo. No hablaban, pero se besaban las manos. Luca no entendió por qué a medida que avanzaba habían algunos códigos en las habitaciones que habían sido borrados con algún elemento punzante o pintados por encima. Otros mantenían los números y las letras intactos, pero dentro de los panales no había nadie. Y mientras más se internaba en el piso 259, más solo se sentía. En todo su recorrido por el pasillo encontró solamente a tres personas dentro de sus panales –debido a que las habitaciones no tenían puerta, era posible mirar hacia adentro-. Llegó a la suya y la contempló: un rectángulo de tres por dos en el que había un colchón tirado en un rincón y una ventana al fondo. A través de la ventana se podía ver –y escuchar- el Pacífico en todas sus dimensiones. Un espectáculo que de seguro hubiese disfrutado en otras circunstancias. Pero ahora tenía el estómago apretado. Por hambre y por susto (una de las peores combinaciones que se pueden formar en el cuerpo humano). Se sentó un rato sobre el colchón y tragó saliva. Volvió a mirar el Macchiato y el objetivo uno había desaparecido. Sólo le quedaba conseguir alimento y encontrar a Samanta Palacios.

¿Quién sería esa mujer?

No quiso moverse. No tenía ganas. Por un momento pensó en su familia. Era probable que Fred se echara toda la culpa apenas leyera la nota que dejó bajo la almohada. "Que lo dejó muy de lado por la universidad, que desde hace tiempo habían perdido la confianza, que sabía que era el único que podía llegar a conversar profundamente con su hermano". Colette iba a llorar. Seguro no atinaría a nada más. Quizás se le ocurriría llamar a la policía, pero le pediría a Facundo o a Frederic que marcaran el teléfono. Ella no iba a hacerlo. Colette iba a llorar. Y Facundo, ¿qué esperar de él? Luca no lo imaginó llorando, ni asustado ni pensando en contactarse con la policía. Luca lo imaginó furioso, lleno de rencor. Gritando frases como "por fin tomó una decisión por sí mismo", "¿no te dije en lo que iba a terminar", "esto es tu culpa, Colette, por no dejarme mandarlo al instituto militar", "buena falta que le hizo una corrección más severa", "es un malagradecido", "mejor que se haya ido".

Y para terminar...

"¡Déjalo que se haga hombre!"

Casi pudo escuchar esa frase que a Facundo le encantaba repetir.

"Que se haga hombre", recordaba y se llenaba de rencor.

"Bien, Facundo, aquí me verás hacerme un hombre" –dijo en voz alta y arrugó la nariz.

Sin previo aviso y rompiendo el recorrido mental que Luca había iniciado hacia su casa y su pasado, un hombre de barba cana y pelo largo apareció en la entrada de su espacio.

-Hola, ¿necesitas comida? Traigo dos láminas de queso blanco, seis castañas y un poco de agua con jengibre.

Luca se estancó.

-Chico, ¿vas a querer algo?

-Sí –respondió a secas, sin agregarle gestualidad a su rostro.

-Bien, ¿qué tienes?

-¿Cómo?

-¿Qué tienes tú para darme a cambio?

-Eh... nada.

El hombre largó una risa chillona.

-Vale. ¿Crees que es muy poco? Podría agregarle un pan de anis. Sabes lo difícil que es conseguirlo, así que te costará caro.

-No tengo dinero. Lo siento.

El hombre volvió a echar una risa chillona. Luca pensó en los típicos juguetes de plástico blando que se les entrega a los niños cuando todavía no le han salido los dientes, para que puedan morderlos. Ese mismo pito molesto salía de la voz del hombre.

-¿Me estás tomando el pelo, muchacho? –preguntó con una gran sonrisa.

Luca se puso más nervioso todavía. Irguió la espalda y se apretó con fuerza las manos.

-No, señor.

-Ya veo... -respondió el hombre poniéndose serio. ¿Eres novato?

-Eh... eso creo.

-¿Cuándo llegaste?

-Hoy día.

-Ya veo, muchacho. Ya veo. ¿Aún no has ido a conseguir comida?

-¿Adónde?

-Al provisionario. ¿Has ido?

-No. ¿Dónde queda?

-¿Y a qué te dedicabas afuera? –preguntó el hombre, esquivando su pregunta e ingresando a la habitación de Luca sin consultar.

-Estudiaba –mintió para no quedar tan mal.

-Ya veo... ¿y qué estudiabas?

El hombre tomó asiento junto a Luca en el colchón y comenzó a adoptar una actitud incisiva que lo incomodó de inmediato.

-Nada. O sea... en el colegio. Estudié en el colegio.

-¿De verdad? O sea que, ¿eres menor de edad?

El tipo estiró su mano y comenzó a acariciarle el rostro a Luca.

-No –replicó cortante y se puso de pie. El hombre lo siguió.

-¿Sabes lo peligroso que es para ti estar aquí solo?

-Tengo veintidós y me sé cuidar bien.

-¿Seguro? –preguntó sonriente y de su bolso blanco sacó lentamente un cuchillo que brilló con los destellos de la luz de luna que entraban por la ventana.

-Oye, viejo, ¿qué quieres? –preguntó Luca, nervioso, y de a poco retrocedió hasta chocar con la pared de la ventana.

-Quiero que me acompañes –le respondió el hombre acercándose a él- No sabes lo mucho que me darán por ti.

-¿A dónde quieres que te acompañe?

-Ya lo verás –dijo el hombre de la barba y le acarició una mejilla mientras rotaba el cuchillo despacio sobre el vientre de Luca Manns.

**********

¡GRACIAS POR ESPERARNOS TANTO TIEMPO!

Nos demoramos, pero como siempre, estamos de vuelta :)

Quiero darles una noticia que me tiene súper feliz y motivada, quizás ya lo saben  (de hecho algunos me escribieron para decirme): ¡KANCER ESTÁ EN LA LISTA CORTA DE LOS WATTYS! :')

Independiente de si ganamos o no, pensamos que haber llegado a la final significa mucho. Fue una motivación para continuar con este trabajo que tuvimos medio botado porque ambos, jota y yo, estuvimos muy ocupados este último tiempo. 

PARA CELEBRAR ESTA LINDA NOTICIA QUEREMOS REALIZAR UNA ESPECIE DE CONCURSO ENTRE LOS LECTORES DE LA NOVELA :) 

DAREMOS MÁS INFORMACIÓN EN UN NUEVO CAPÍTULO.

POR AHORA LES ADELANTO ALGO... ¿LES GUSTARÍA IR A KANCER? ¿LES GUSTARÍA CONOCER A LUCA? ¿PODER HABLAR CON ÉL? ¿PODER RECORRER LOS PASILLOS DE ESA SELVA DE CEMENTO? PUES, GRACIAS A ESTE CONCURSO TENDRÁN LA OPCIÓN DE HACERLO...

(Ahí se las dejo) ajalskjas

Los amamos mucho.

Gracias por tanto :) 


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