Capítulo 1: El peso de la nada
Para sobrevivir a los veintiuno en pleno occidente/capitalista es necesario hacer una de las siguientes actividades: estudiar alguna carrera científica o trabajar de tiempo completo en una empresa que sepa explotar a las personas. Luca Manns no realizaba ninguna de dichas labores, lo que implicaba, básicamente, poseer una vida de mierda. Hacía cuatro años había salido del colegio, y por desgracia, nunca entendió bien qué era eso a lo que todos llamaban "vocación". Él odiaba con el alma los números, las células y las letras. Nunca fue capaz de memorizar los elementos de la tabla periódica, ni se interesó por calcular la energía cinética. Mientras veía cómo sus compañeros de colegio alardeaban de aquellos insignificantes logros que se pueden alcanzar a los veintiún años, se cuestionaba diariamente qué había de malo en él. Algo suyo no encajaba en la sociedad. Y a veces, en la más profunda soledad, se sentía vacío. Vacío de intereses. Vacío de inquietud. Vacío de sí mismo.
Su vida se había transformado en una viciosa rueda del hámster de la cual no podía escapar. Todavía se movía, era cierto, pero sin avanzar. ¿Quién era él? ¿Qué cosas le gustaban? ¿A qué le temía? ¿Por qué querría luchar? Eran las preguntas que intentaba responderse por las noches, sin lograrlo jamás.
Desde que guardó para siempre el uniforme escolar, sus días consistían en pasar encerrado en su habitación, durmiendo en el día y echando humo en la noche, atrapado en el popular juego online "XXnation".
Cada vez que encendía la computadora, el corazón se le agitaba. Aunque al resto pudiese parecerle una ridiculez, lo cierto era que allí, en ese encuentro virtual con personas de todo el mundo, radicaba el único rayo de sol que le calentaba a ratos el corazón. Del grupo de veinte jugadores -a estas alturas también considerados amigos-, Luca era el más avanzado. Durante seis semanas consecutivas guardaba el podio del primer lugar. Y no por nada su victoria era considerada una tremenda hazaña:"XXnation" era un juego en extremo complicado. Se requería mucha habilidad para coordinar los dedos, recordar los comandos y predecir la ubicación de cada objetivo a destruir. Por ello, cada vez que la palabra WINNER aparecía extendida en la pantalla, Luca recordaba lo placentero de saber que se es bueno para algo. Pero contrario a la fiesta que se armaba en su habitación tras una nueva victoria, era lo que ocurría en casa, donde su existencia no tenía ningún valor.
A las ocho y media de la tarde llegaban sus padres del trabajo. Lo que le daba tan sólo media hora para realizar aquella serie de labores domésticas que le habían sido encomendadas en la mañana, como castigo por su flojera. Así que luego de que sonara la alarma, y con la rapidez de un rabitojo, alzó el vuelo hacia el patio, para destender la ropa que a estas alturas ya casi se había vuelto polvo.
Luego, corrió a estirar las sábanas de su cama, para hacerles creer a todos que dormiría cómodo esa noche. "Todo se trata de apariencias", se quejaba indignado. "Maldita sociedad superficial".
Finalmente, le tocaba limpiar el baño del segundo piso. Así que cuando faltaban diez minutos para que llegaran sus padres, vertió una gigantesca cantidad de detergente sobre un trapo amarillo y refregó con fuerza el piso, sin dejar de sentir el peso de la humillación.
-Viejo maldito –dijo en voz alta, imaginando la despectiva mirada que solía regalarle Facundo cada vez que lo veía pasar.
Y en su cabeza, otra vez funcionando la pesada máquina de la queja: ¿Por qué sus viejos tenían que encargarse a diario de hacerlo sentir esa maldita presión? ¿Por qué no simplemente lo dejaban en paz? ¿Y por qué, después de todo, continuaba sin saber cómo demonios controlar su propia existencia?
El sonido del auto alertó a Yoshi, que como condenado comenzó a ladrar.
–Ya lo sé, ya lo sé. Vente, compañero –le dijo a su perro, mientras lo tomaba en brazos y arrancaba a esconderse en su pieza.
El hombre de cincuenta y cuatro años ingresó, y sin siquiera soltar su maletín, recorrió cada rincón de casa, buscando la típica falla que solía cometer su hijo menor. Y como es de esperarse, no tardó mucho en encontrarla.
Los humos se le subieron a la cabeza, y sin pensarlo demasiado, caminó hacia la pieza de Luca.
–¡Es que acaso no puedes hacer nada bien! –gritó Facundo, enfurecido, haciendo chocar con fuerza la puerta de madera contra la pared–. ¡Hasta cuándo tendré que soportar tu ineptitud! ¡Mírate! ¡Tienes más de veinte años y no has hecho nada con tu vida!
Yoshi no paraba de ladrarle al hombre de lentes y metro noventa.
–¡Silencio! –gritaba Facundo al perro–. Vas a buscar pronto qué hacer, ¿entendiste? No pienso seguir manteniendo a un vago. ¡O haces algo pronto o te vas a la calle! –replicó con fuerza, sin antes despedirse soltando un tremendo portazo.
Luca inhaló el odio de su padre que había quedado suspendido en el aire y volvió a sentir deseos de escapar. Pero como cada vez que ello ocurría, imaginaba la tanda que le llegaría de vuelta si osaba poner un pie fuera de casa, y se arrepentía. Sin más que hacer, encendió la pantalla del computador y se dispuso a continuar chateando con sus amigos. Pero al hacerlo, se topó con un sorpresivo comentario que le voló en mil pedazos la cabeza.
¿País perdido en el tiempo y espacio? ¿Una contraseña para acceder a la información? Luca sintió una vez más el poder de la adrenalina que tanto añoraba. Recordó esa vez que solo, en plena madrugada, había cumplido uno de sus sueños al encaramarse a la rejilla de la vieja casa abandonada que permanecía en la esquina de su barrio. A pesar de que no encontró nada más valioso que la vieja rueda de un triciclo, valoraba el hecho de haber podido recorrer a su antojo los pasillos envueltos en polvo, sintiendo el desesperante trajín que se le armaba en el estómago por hacer algo que no debería. Así que de inmediato lo supo. Tenía que saltar nuevamente la rejilla y seguir investigando sobre este extraño lugar llamado Kancer. Tenía que volver a echarle carbón a su cuerpo. Sentirse vivo.
En toda su vida, jamás había escuchado hablar sobre el condenado país. Ni en la televisión, ni en la radio, ni en las redes sociales. Sin embargo, tan pronto notó el símbolo de la K encerrada en un círculo, estuvo seguro de haberlo visto antes tatuado en la muñeca de alguien.
Pero ese alguien, ¿quién podría ser?
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¡Al fin nos volvemos a encontrar, gente linda!
Espero les haya gustado este primer capítulo ❤. Como verán, nos tardamos mucho en poder realizarlo, por lo que no es seguro cada cuánto subiremos. Trataremos de que sea cada semana.
Díganos sus impresiones, estaremos felices de leerlas :D
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¡LOS AMO!
Cat.
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