9.1. Pedir perdón
Bird Set Free - Sia
Dejé que la corriente del rio hiciera su trabajo, que el agua cubriera cada una de mis heridas y los golpes que aún no habían sanado. Me hundí más en el rio, disfrutando de la tranquilidad del ambiente mientras la hubiera, e intentando hallar los soles a pesar de toda la niebla y las nubes que lo impedían.
El agua lila acarició mi piel, curando mis heridas en el proceso. Ya me sentía mejor, y dentro de unos minutos más en el agua podría moverme como antes, como si nada hubiera pasado. Pronto mi piel olvidaría la golpiza de Medusa, aunque mi memoria siempre la recordara. Me daba escalofrío solo pensar en eso, e incluso el dolor fantasma de algunos golpes recorría mi piel como un macabro recordatorio de que sí pasó, de que sí fue real.
Me estremecí en mi lugar, sentada dentro del agua muy cerca de la orilla; quería olvidar el dolor que sentí, pero a pesar de sanar éste seguía ahí.
—¿Estás bien? —La voz de Cailye a mi lado me sacó de mis pensamientos.
La miré, con su cabello rubio mojado sobre sus hombros y parte de su pecho y espalda, y sus grandes ojos observándome, expectantes. Su rubio cabello resaltaba en el agua lila, y su piel se veía hermosa a pesar de la poca luz. No pude evitar pensar que así se vería Artemisa cuando estaba en el bosque.
Asentí con una sonrisa para tranquilizarla.
—Lo estoy, solo pienso en lo que pasó. Supongo que no tuve tiempo de imaginarme lo que nos esperaba al llegar. Las cosas van más rápido de lo que pensaba, y cuando estábamos con ellas yo... —Bajé la cabeza—. Yo no supe qué decir para convencerlas. La verdad es que no sé cómo persuadir a alguna criatura de unirse a lo que más odia.
Cailye imitó mi gesto. Movió sus manos, jugando con el agua que corría entre nosotras. El agua salpicaba pequeñas gotas brillantes, como si de alguna forma estuvieran felices.
—No te culpo, nadie lo hace, yo tampoco sé qué habría hecho en tu lugar. Imagino que no debe ser fácil, de lo contrario ya habría ocurrido antes. Pero no te preocupes, hay muchas deidades en este mundo, no todas pueden ser tan... terroríficas.
Lo último lo dijo con cierta duda. La vi temblar, y me sentí culpable. Ella no quería venir, le tenía pánico a ese mundo, y yo la obligué. Sabía que nunca me lo echaría en cara, y aunque lo hiciera la situación no cambiaría. Solo podía aceptarlo, pero fui yo quien la obligó a aceptarlo.
En ese momento recordé lo que le prometí a Evan, y me pregunté cómo sería su reacción al enterarse lo que ocurrió horas atrás con los hermanos. A Andrew lo controló una criatura oscura que bien pudo haberlo matado, y Cailye estuvo cerca de ser envenenada. Suspiré, cansada; sin duda era pésima cuidándolos.
Miré sobre mi hombro a los demás, unos metros lejos del rio, pero del lado del Bosque de la Lira, donde el césped era verde y la niebla apenas sí se notaba. Kirok estaba sentado en el suelo, con varias ramas delante y fuego mágico en sus manos; lo vi encender una pequeña fogata, concentrado en la danza de las llamas, sumido en sus pensamientos. Verlo de esa forma todavía resultaba extraño, su comportamiento lo era.
Andrew estaba mucho más lejos de la fogata, pero cerca al rio siguiendo la corriente. Desde ahí podía observarnos a todos, tanto a Kirok como a su hermana y a mí. Y, aun así, dudaba que por voluntad propia nos echara una ojeada mientras permanecíamos en el rio; se veía demasiado ocupado como para pensar en algo más lejos de lo que tenía frente a él. Un mapa, el mapa de Kamigami con la ruta hacia Némesis permanecía flotando a la altura de sus ojos, cubriendo parte de su cuerpo. No estaba segura de lo que hacía, pero desde que las Gorgonas se fueron y el ambiente se tranquilizó no había dejado de analizar ese mapa.
«—No tarda en llegar, dudo que haya ido muy lejos.»
Me giré, solo para toparme con el cuerpo traslucido de At. Estaba de pie en la orilla del rio, con los brazos cruzados y una mirada seria, observándonos tanto a Cailye como a mí.
Hablaba de Niké, la diosa alada que nos sorprendió con su presencia. Poco después de aparecer, sin dejar que le hiciéramos ninguna pregunta, salió volando, argumentando que tenía hambre y que iría por algunos frutos de Ambrosia ya que todos los cercanos al rio se echaron a perder con la aparición de las Gorgonas; aseguró regresar con comida para nosotros, y nos pidió que la esperáramos. Pero eso fue dos horas atrás, no quería saber hasta dónde fue por comida.
A Andrew no le agradó la idea, y At alegó que eso retrasaría todo, pero ninguno pudo detenerla porque tan rápido como llegó desapareció. Insistí en esperar, pues Niké era, según entendí, una gran amiga de Atenea, y estaba dispuesta a ayudarnos con lo que fuera.
Fruncí el ceño, disgustada.
—Es tu culpa —mencioné, refiriéndome a At. No lo dije en mal tono, ni enfadada, solo lo solté como un hecho innegable del que ya ni valía la pena culpar a nadie—. Lo de Medusa, es tu culpa. —Nuestros ojos se encontraron—. Casi me mata por venganza. Todos los golpes que me dio... estaban tan cargados de rencor... At, sé que ya no importa, pero en serio, no debiste darle la espalda. ¡Era una de tus sacerdotisas! Eras la persona en la que más confiaba, y le hiciste eso... En su lugar no sé si habría actuado diferente.
Me sostuvo la mirada, dura, desafiante, con cierta amargura. Me percaté de que Cailye se alejó un poco de nosotras, como si no quisiera verse involucrada, y la entendía. At podía ser aterradora, y además gozaba torturándome.
«—¿Y eso qué importancia tiene? —dijo, en tono desinteresado—. No es mi única sacerdotisa que perdió su camino, y tampoco será la única vez que alguien te golpee de esa forma. Es por eso por lo que debes volverte más fuerte, si lo haces nadie se atreverá a tocarte. Medusa te hizo eso porque al igual que todo Kamigami sabe que ahora Atenea es débil, y tú se lo demostraste.»
Mi rostro de deformó y una mueca se dibujó en mis labios. Dejé salir un bufido, incrédula.
—¿Te estás oyendo? Por todos los dioses, At, sé que eres un cuerpo sin sentimientos y todo eso, pero eso no te da derecho a seguir pensando igual. Medusa sufrió mucho por lo que le hizo Poseidón, y mucho más con lo que le hiciste tú. —Enfoqué mis ojos—. Y, además, no tengo por qué pagar con sangre lo que Atenea hizo, sea o no parte de mí. Lo que me hizo Medusa, lo que tú le hiciste a ella, no es mi responsabilidad.
Ella no se movió, mantuvo su fijeza sobre mí.
«—Es por eso que Metis dejó venir al dios del sol, y por eso mismo me permitió acompañarte. —Hizo una pausa, y continuó cuando vio que no entendía su punto—. Lo harás, Ailyn, porque ahora son tus decisiones también. Ahora cargas no solo con tus elecciones, sino también con las mías, igual que los demás Dioses Guardianes. Pagarás lo que haya que pagar, harás lo que se tenga que hacer, no puedes quejarte por lo injusto que resulta para ti, porque ahora también cargas el peso de Atenea, no solo el tuyo.»
—Eso es... cruel...
«—Puede que lo sea, para tus amigos, para todos los Dioses Guardianes, pero es la verdad. Deben fortalecerse, no solo en poder sino en corazón y mente. Como están ahora son solo blancos, ni siquiera los tomarán en serio cuando hablen. Si un enemigo más poderoso que las Gorgonas, que Niké, aparece es seguro que morirán. Deben deshacerse de esa debilidad, cueste lo que cueste, es su obligación ahora. No importa lo que tengan que sacrificar, deben seguir adelante y aceptar la situación como llegue. Y cuando lo hagas, cuando te fortalezcas, entenderás todas las decisiones que tomé, incluida la de Medusa.»
Debilidad... Cuando ella hablaba de debilidad no me agradaba. Seguramente se refería a nuestra humanidad, o a nuestro nivel de energía divina, o incluso a nuestros propios sentimientos.
Se dio media vuelta, dispuesta a marcharse de la orilla del rio.
—Medusa tiene razón, eres un monstruo —balbuceé.
«—La próxima vez que quieras dialogar con un Ser de Oscuridad, o con cualquier criatura, piensa bien si eso es lo conveniente. Debes aprender a filtrar tus opciones, no todos a quienes veas estarán dispuestos a unirse a la guerra por un dios. Analiza con cuidado a quien deseas como aliado, o de lo contrario te equivocarás, y creo que ya has tenido suficiente con tus errores.»
La vi alejarse del rio sin mirar atrás, con la cabeza en alto y la misma mirada dura que conocía de ella. Me quedé en mi lugar los siguientes cinco minutos, analizando sus palabras y tratando de comprender a lo que se refería. Y, por más que lo intentaba, no pude comprender los pensamientos que la llevaron a hacerle eso a Medusa.
Entonces, la poderosa presencia de un Ser de Luz se hizo presente. Alcanzaba a percibir la energía divina de Niké aunque se encontrara todavía lejos de nosotros, y supe que ya era hora de salir del rio.
Vi a Cailye salir del agua sin decir ni una palabra, y ya afuera tomó su maletín miniatura y corrió hacia algunos árboles cercanos para vestirse.
Suspiré, y luego de echarle una rápida mirada a un Andrew sumido en sus pensamientos decidí hacer lo mismo. Me incorporé, dejando que las gotas de agua que quedaban en mi cuerpo regresaran al rio, y una vez en la orilla tomé el cinturón que cargaba tanto con mis pertenencias como mi espada. Dejé la ropa que me había quitado cerca de unas rocas, pues solo quedaban pedazos rasgados de mi suéter y pantalón, y me dirigí hacia un lugar apartado para vestirme.
Devolví a mi mochila a su tamaño normal mientras buscaba lo que necesitaba, y tras secar mi cuerpo me vestí con un short negro y una sudadera verde sobre una blusa lisa; tuve que usar otras zapatillas puesto que las que tenía también recibieron daños por parte de Medusa. Y por último recogí mi cabello en una coleta alta.
Mi piel lucía libre de cualquier cicatriz, y podía moverme sin dolor alguno. El agua del rio sin duda nos cayó de maravilla, esperaba encontrarnos con más ríos en el camino.
Cuando regresé mi maleta a su versión miniatura y acomodé el cinturón a mi cuerpo me reuní con los demás. El fuego ya estaba vivo, y de cierta forma parecía que Kirok controlaba las llamas por la forma en que mi familiar observaba la fogata y ésta se movía de forma antinatural.
Me senté en el suelo, consiente de la presencia cada vez más cercana de Niké. Cailye se sentó a mi lado, pero no me miró ni dijo nada, solo se quedó ahí con la cabeza gacha.
«—Ya llegó.»
At se encontraba un poco más lejos de la luz del fuego, detrás de Kirok, mientras el mencionado no se movía, al igual que la rubia él se concentró solo en el fuego frente a sus ojos.
Justo cuando Andrew se nos unió el aleteo de sus alas se hizo presente. El viento se movió con violencia, acompañando el descenso de la diosa alada. Sus gigantescas alas agitaron las copas de los árboles, demostrando su poderosa presencia, mientras Niké se nos acercaba con un saco en sus manos.
Su rostro lucía alegre, y su cabello al igual que sus ojos brillaba en la penumbra de la poca niebla que había. Dejó ver una gran sonrisa, que por alguna razón me recordó a Daymon, y aterrizó sin gota de gracia frente a nosotros.
—Oh, vaya, lamento la tardanza, la Cordillera de Maya estaba muy lejos —se disculpó, y con un movimiento sus alas desaparecieron de su espalda. Así lucía más pequeña; sus alas eran demasiado imponentes—. Traje todos los frutos de Ambrosia que pude, no sabía cuales preferían.
La miramos, sin saber qué decir. No sabía cómo tratar a esa diosa. Ella se sentía diferente a los dioses de la Corte Suprema, su presencia, su energía, lo que reflejaba era más cálido que la frialdad de los dioses que había conocido hasta entonces. Con ella sí se podía respirar, no resultaba opresora de ninguna manera.
Me incorporé y recibí su regalo. Le ofrecí una sonrisa, sin poder quitar mi atención de sus tan amarillos ojos. Tenía cierto parecido con Daymon, pero el aspecto de Niké era realmente sobrenatural; su cabello en serio brillaba como si estuviera encendido, parecido a llamas flotantes.
—Gracias, con lo que pasó muchos de los frutos de Ambrosia se echaron a perder.
Tomó mis manos, con cierta ternura, y sus ojos reflejaron un cariño perpetuo. Por el rodillo del ojo observé a At, y noté que una sombra ocultaba la expresión de sus ojos.
—Todavía no puedo creer que estés aquí —susurró—. Ha pasado tanto tiempo, te ves tan diferente... Ahora que regresaste volverás a ocupar tu palacio, las demás criaturas volverán a estar a tus pies. Tu reinado regresará. Y dejarán de manchar tu nombre con falsos rumores. Todos creen que traicionaste a los dioses y que ellos te castigaron, pero sé que no es verdad, nunca harías algo que fuera en contra de tus convicciones.
Me solté de su agarre, y en respuesta recibí una mirada confundida de parte de la diosa. Le lancé una mirada furtiva a At, pero ella estaba muy ocupaba observando con detenimiento a Niké, con sus ojos negros sin dejar ver sus pensamientos.
—Niké, lo que oíste... —Le pedí ayuda a At con la mirada, a lo que ella asintió— Lo que oíste es verdad. Es por eso por lo que me ves diferente, no soy la Atenea que tú conociste.
Su sonrisa se esfumó gradualmente, hasta completar una expresión gris y desanimada. Mantuvo sus ojos sobre mí, examinando cada centímetro de mi rostro, como si tratara de encontrar el defecto, la falla.
Le extendí mi mano derecha, y esperé su respuesta a mi gesto.
—Mi nombre es Ailyn, lamento si te desilusiona, debiste haber querido mucho a Atenea; soy quien controla su poder ahora.
Niké miró mi mano, dudosa, y aun así no la tomó. Se quedó pensando unos segundos, con la mirada perdida en algún punto del césped. Retiré mi mano en cuanto noté que ella no la aceptaría, y miré a At en busca de ayuda. Los demás permanecieron en silencio, escuchando, con el único sonido de la madera quemándose en el ambiente.
—Ya veo, así que es verdad que falleciste y reencarnaste, ahora entiendo por qué no te vi en tanto tiempo. —Sonrió débilmente. Un momento, ¿a ella no le pareció extraño no ver a Atenea durante tres mil años? ¿Qué clase de diosa era Niké? Levantó la cabeza y se enfocó en mis ojos—. Ahora que estás aquí supongo que asumirás las responsabilidades que Atenea dejó, ¿verdad? Hay muchas cosas que arreglar en Kamigami, cuando ella se fue todo el mundo comenzó a hacer de las Gea Hijas lo que quiso.
At seguía en su lugar, sin opinar o siquiera ayudarme con Niké.
—De hecho, es por eso que estamos aquí —expliqué—. Necesitamos tu ayuda. Estamos en una misión especial, y de ser posible nos gustaría que nos acompañaras.
Sentí la mirada interrogativa de Andrew en mi nuca, pero actué como si lo hubiera pasado por alto. La idea era solo formar tratos con los habitantes del mundo de los dioses, no que nos acompañaran hasta Némesis. Pero la fuerza y el energía divina que desprendía Niké podrían ser útiles en algún momento.
—¿Acompañarlos? ¿A dónde? —quiso saber.
Tomé aire y me preparé para contarle la situación. Le dije lo que pasó con los Dioses Guardianes originales, lo que pasó con Hades y el objetivo de Pandora; la puse al tanto de mi estado y de la misión que debíamos llevar a cabo, todo mientras los demás solo escuchaban mi breve pero conciso resumen de lo que había pasado en poco más cuatro meses.
Hubo silencio cuando terminé, uno bastante largo, en el que la diosa permaneció con sus ojos sobre mí sin ninguna expresión delatora o siquiera moverse, fue como si se hubiera quedado petrificada. En ese tiempo Cailye se las apañó para tomar el saco de frutos y comenzar a comer; le ofreció uno a su hermano, a lo que él aceptó y la probó al igual que su hermana.
El sonido de las mordidas de los Knight acompañó el sonido del fuego, creando un ambiente incómodo. La expresión de Niké no cambiaba, incluso llegué a creer que no diría nada más y en cualquier momento emprendería vuelo lejos de ahí.
—Idiota —soltó de repente.
Cailye se atragantó con su comida, mientras At tan solo dejó salir un suspiro. Mi rostro debió de verse tan confundido como creía, pero a pesar de eso la expresión de Niké no cambiaba.
—¿Qué? —exclamé.
—Eres una verdadera idiota —completó, con sus ojos dorados bien abiertos fijos sobre mi rostro y su dedo índice apuntándome—. Eres tan idiota que no te puedo creer si me dices que eres la reencarnación de Atenea.
—P-Pero es la verdad —Bufé—. Niké, entiendo que pueda sonar extraño...
—Imposible —Me corrigió, pero la ignoré y seguí hablando.
—... pero no te estamos mintiendo. Es por eso que tu ayuda nos vendría bien. Me salvaste de Medusa, sin ti habría muerto. Eras muy unida a Atenea, y si ella confiaba tanto en ti como para encargarte sus obligaciones entonces yo también lo haré.
Silencio. La diosa no habló ni se movió por unos segundos más. Parecía que estaba analizando lo que acababa de decir, pero por la expresión en su rostro no estaba muy segura de que quisiera colaborar.
Noté el movimiento de Kirok cerca de mí, lo vi levantarse de su lugar y girar su cuerpo hacia la diosa. Su actitud relajada y sus movimientos fluidos transmitieron cierta tranquilidad al tenso ambiente que se quería formar entre nosotros. Sus ojos se posaron sobre la diosa alada, y una sonrisa divertida apareció en su rostro.
—Deberías considerarlo, Niké, puedes divertirte un tiempo, y además dudo que tengas algo más interesante que hacer. Todo lo que pasa ahora en Kamigami está relacionado con Pandora, es el único tema que oirás por aquí, ¿no te interesaría estar en medio de ese desenlace? Sé que sientes curiosidad, sé que deseas revivir tus victorias. Desde que el portal se cerró y los dioses dejaron de interactuar con los humanos ya no hay formas de demostrar tu poder. Todo este tiempo has estado aburrida, ¿o no? Esta es tu oportunidad de recordarle a todos por qué eras la mano derecha de Atenea.
Niké sonrió con diversión, pero su sonrisa tenía tintes macabros que me recordaban a la sonrisa de Cailye en algunas ocasiones.
—Suena prometedor, no te lo niego, pero no es suficiente.
La diosa enarcó una ceja, esperando por más. Kirok mostró sus dientes en una sonrisa, y sus ojos rojos brillaron de forma sobrenatural, reluciendo en el ambiente brumoso.
—Te agradará acompañarnos, con el tiempo verás que vale la pena pelear a su lado. De hecho, fue por eso que le eras leal a Atenea, puedes serle leal a mi nueva ama también. No estarás traicionando a nadie.
A pesar de los intentos de mi familiar, el rostro de Niké permanecía con un rastro de duda. No la culpaba, asistió durante mucho tiempo a Atenea, y a comparación yo debía verme como un mal chiste. Si no quería acompañarnos lo entendería.
At se acercó por fin a nosotros, con una mirada neutra y fija sobre Niké.
«—Déjala que me vea —pidió de repente.»
—¿Qué? —exclamé, ganándome una mirada extraña por parte de la diosa alada.
«—Solo hazlo. —Me miró por el rabillo de su ojo, y un segundo después volvió su atención a Niké—. Confía en mí.»
Observé los ojos dorados de la diosa frente a mí, y noté la mirada de los otros tres presentes sobre mí a la espera de mi decisión. Solté un suspiro, y una vez me resigné a la orden de At estiré mi mano con la palma hacia afuera.
El brillo de mi magia se hizo presente en ese momento, obedeciendo mis deseos y dirigiéndose hacia la diosa como una corriente de aire. El brillo rosa recorrió a Niké, como una suave ventisca colorida, y después desapareció por completo.
Los ojos de Niké se abrieron como platos mientras yo bajaba mi mano, fijos ahora sobre la figura traslucida de At. La observé mientras se paralizaba de pies a cabeza, con una mirada nostálgica en sus ojos, casi como si estuviera a punto de llorar, pero aun así no salió ninguna lágrima de sus ojos.
—At...
Se acercó a At, al comienzo con un par de pasos dudosos y luego arrancó a correr hacia su encuentro como la escena de una película. Extendió sus brazos para recibirla, mientras At permanecía inmutable en su sitio... Y justo cuando saltó sobre At su cuerpo la atravesó. Niké se dirigió al suelo, como si de un clavado se tratara, confirmando que la At que todos veíamos solo era una figura traslucida que carecía de un cuerpo real.
«—Serás idiota... —masculló At, dirigiéndose a Niké al tiempo que se incorporaba del suelo—. Cómo se nota que no has cambiado, Niké.»
—At... —balbuceó Niké, conmovida; una persona normal ya estaría llorando—. ¡At!
A pesar de que Niké gritaba su nombre con gran emoción, At se limitó a observar desde su lugar, sin ningún gesto, tan solo viéndola... hasta que una media sonrisa apareció en sus labios. Tuve que parpadear varias veces para asegurarme de no estar alucinando, y aun después su medio sonrisa seguía ahí. Y lo más sorprendente es que no parecía falsa; esa fue la primera vez que presencié una sonrisa de At, una de verdad.
«—¿Y bien? ¿Ahora sí es suficiente para ti? ¿O acaso necesitas más razones para acompañarla?»
Niké movió su cabeza de lado a lado, con energía, sin quitarle los ojos de encima a At.
—¡Lo haré! No tienes ni siquiera que pedirlo, At, sabes que te seguiría al Inframundo si hace falta. —Su mirada se dulcificó—. Mientras pueda estar contigo lo demás no importa. Te extrañé tanto...
At ubicó su mano sobre la mejilla de Niké, pero dudaba que la diosa pudiera percatarse de su tacto; tan solo realizó el gesto con total naturalidad, y Niké de igual forma no hizo ningún comentario al respecto, se dejó llevar como si en verdad pudiera sentirlo.
Bajé la cabeza, al mismo tiempo que Andrew se paraba a mi lado. Lo vi por el rabillo del ojo, junto a mí, observando la misma escena que su hermana y mi familiar, observando cómo sucedía un tierno reencuentro entre Niké y At.
—Andrew —lo llamé, en voz baja, casi que en un susurro. Hablé tan bajo que solo él gracias a sus súper oídos pudo oírme—. ¿Todos serán así? Las criaturas que estén dispuestas a ayudarnos, que tuvieron un buen lazo con los dioses, ¿aceptarán hacerlo solo si la Atenea que recuerdan se los pide en persona? Sin At, si ella no se hubiera mostrado frente a Niké, ella no habría aceptado, ¿verdad? —Giré mi cuello para encontrarme con la mirada de Andrew sobre mí, seria y analítica—. Nosotros... yo... ¿seremos capaces de conseguir algo por nosotros sin su intervención?
Aquella pregunta era mucho más larga de lo que expresé, pero sabía que él igual captaría la idea que trataba de exponer, la verdad innegable de la que todos éramos conscientes pero que solo ahora podía sentirla verdadera.
Las palabras de At resonaron en mi cabeza una y otra vez, captando el mensaje en seguida. «No los tomarán en serio». Entonces, ¿qué podíamos hacer para que lo hicieran?
Andrew posó su mano en mi cabeza, con sus ojos fijos en los míos.
—Es lo más seguro. Si nos presentamos ante ellos como los dioses que conocieron es muy probable que no nos tomen en serio o que intenten algo como lo que esa Gorgona te hizo. —Deslizó la comisura de su labio hacia arriba, dejando ver una sonrisa sutil—. Pero, Ailyn, hay más formas de conectar con los demás que con un nombre y un estatus, solo hay que encontrarlas.
Me quedé mirándolo, sorprendida. ¿Desde cuándo era tan... optimista? Su respuesta era algo que sin duda no me esperaba, pero por alguna razón fue como si dijera exactamente lo que quería oír. Necesitaba escuchar un poco de esperanza después del fracaso de las Gorgonas.
—¡Pero si son casi iguales! —La escandalosa voz de Niké me devolvió la atención sobre ella, y cuando me fijé se encontraba frente a mí, a centímetros de mi rostro, observándome con sumo detalle—. Parecen hermanas, excepto por los ojos, lo demás es lo mismo.
Sonreí con nerviosismo. La verdad era que lo único que teníamos en común era el cabello. Nuestros rasgos eran diferentes, nuestra personalidad era diferente, nuestra forma de pensar era diferente. ¿Cómo podía decir que nos parecíamos cuando éramos inconfundibles?
Niké tomó mis manos de repente y me miró con calidez.
—Además, estar a tu lado se siente igual que estar al lado de At. —Su comentario consiguió ruborizarme un poco—. Estaré a tu lado, Ailyn, como lo estuve con Atenea. Ese fue mi juramento.
Sonreí, y asentí a forma de agradecimiento. Niké podía verse aun tanto intimidante, pero parecía ser una buena persona.
—Gracias, en serio te lo agradezco. —Hice una pausa al recordar algo importante—. Oh, sí, lo olvidaba. Ya sé que conoces a Kirok...
—Bastante —mencionó lanzándole una mirada furtiva a mi familiar, a lo que él sonrió con picardía. La ignoré y continué hablando.
—La chica que se está terminando los frutos de Ambrosia se llama Cailye, posee el poder de Arte...
No alcancé a terminar, porque justo cuando lo mencioné Niké se alejó de mí y se acercó a Cailye en cuestión de segundos. Estaba lejos de mi amiga, pero con un único y rápido movimiento ya se encontraba a centímetros del rostro de la rubia.
Cailye dejó caer la fruta de su boca, y sus ojos se abrieron de repente ante la cercanía de la diosa. La rubia no se movió, por el contrario, su rostro perdió el color y se veía bastante asustada. Tragó saliva, nerviosa, y no le apartó los ojos de encima a Niké mientras ésta seguía observándola.
Pasaron cerca de diez segundos, donde ambas permanecieron quietas, hasta que de repente Niké se lanzó contra Cailye y la abrazó con bastante esmero. Abrazó su cabeza y la movió de lado a lado como si de una muñeca de trapo se tratara; mi amiga la dejó, consternada de que Niké la zarandeara a su gusto.
—¡Es tan linda! —exclamó Niké con euforia, abrazando con más fuerza a Cailye—. ¿Cómo es que no la vi antes? Es tan tierna, se ve como una muñeca. Creo que es más linda que las mismas Musas.
La diosa apartó unos centímetros a Cailye, permitiéndole respirar y tratar de procesar la situación. Noté la mirada de Niké sobre la rubia, una mirada que dejaba ver un atisbo de locura, pero que mayormente relucía por su brillo de emoción.
—¿Puedo quedármela? —preguntó entonces—. Prometo tratarla bien y darle de comer, ¿puedo? Por favor...
Me quedé de piedra, sin entender del todo el giro de la situación y cómo tratarla. Entonces, Andrew se retiró de mi lado, y como si hubiera usado magia apareció de repente al lado de Niké. Tomó su mano con cierto rechazo, y la obligó a alejar todo tacto de Cailye. Mi amiga aprovechó el momento para alejarse de la diosa como pudo, con una expresión de horror en su rostro, mientras a su espalda la diosa alada y Andrew hicieron contacto visual.
Un escalofrío recorrió mi espalda al percatarme de la amenaza implícita en los ojos de Andrew, y de la respuesta de Niké. Ella no se dejó intimidar, por el contrario, adoptó una postura firme y miró a los ojos de Andrew con el mismo desafío que él. La diosa sonrió, esa misma sonrisa de psicópata que mostró antes con Medusa.
—Eso no será posible, ni ahora ni nunca —sentenció Andrew, en tono grueso y amenazador.
Niké sonrió con más ganas.
—A ti te reconozco bien, nunca olvidaría esa mirada, dios del sol. Ha pasado mucho tiempo, pero veo que a pesar de todo conservas tu ímpetu. Cuando quieras retomamos el encuentro que dejamos pendiente.
Andrew soltó la mano de Niké con fuerza, sin dejar de mirarla de forma intimidante.
—No sé de qué hablas.
La sonrisa de Niké dejó ver sus dientes.
—Por supuesto. —Acercó su rostro al de Andrew, invadiendo su espacio personal con cierta burla—. Ya lo sabrás.
Tragué saliva, nerviosa de lo que ambos podrían llegar a hacer. A pesar de que Andrew no mostraba interés en un enfrentamiento tampoco era como si lo fuera a rechazar. Los ojos de Niké y su postura insinuaban defensa, como si estuviera lista para cualquier movimiento por parte de Andrew.
Andrew fue el primero en apartarse. Retrocedió, sin bajar la guardia y con los ojos fijos sobre la diosa, mientras Niké permanecía con una sonrisa triunfante en sus labios, mostrando sus dientes blancos.
—Será mejor descansar un poco, ya debe ser tarde en la Tierra y creo que este es un buen sitio para dormir algo. —Los miré a todos, en busca de aprobación, tratando de alivianar en algo la tensión en el ambiente no solo por parte de Andrew—. Ha sido un día largo, tenemos hambre y estamos cansados.
«—Ailyn tiene razón, deben dormir al menos unas horas —me apoyó At, hablándole a todos los presentes—. Los frutos que trajo Niké serán suficientes por ahora, encontraremos más adelante, por ahora coman y duerman sin problema, yo haré guardia mientras descansan.»
Por un momento consideré preguntarle si era que ella no estaba cansada, pero entonces recordé que At no dormía ni comía, o al menos nunca la vi hacer ninguna de las dos cosas. En ocasiones cerraba los ojos, pero eso no era exactamente dormir.
Asentí igual que Andrew. Cailye se acercó al saco de frutos que antes se encontraba devorando, y nos dio tanto a su hermano como a mí nuestra parte. En vista de que no tenía intenciones de ofrecerle ni a mi familiar ni a la diosa fui yo quien le pasó a Kirok su fruto, mientras Niké rechazó el ofrecimiento.
Comimos en silencio, con un ambiente extraño instalado en el lugar. No había exactamente tensión, pero estaba lejos de ser ligero. Conocía muy bien la desconfianza que los Knight le tenían tanto a Kirok como a Niké, eso sin mencionar a At; además de que Andrew parecía listo para pelear contra cualquiera de los dos primeros.
Solté un suspiro mientras mordía el fruto de Ambrosia. El sabor era dulce, algo más normal de lo que esperaba, y junto con el agua lila del rio se sentía como una fruta cualquiera, a pesar de que su apariencia era inusualmente azul. La que Andrew tenía en sus manos era violeta, y la de Cailye era naranja; me pregunté si todas sabían igual.
—Debemos encontrar las Algas Hipnos. —masculló Kirok de la nada, sentado cerca del fuego con el fruto en sus manos y la mirada pérdida—. Eso nos ahorrará tiempo.
Con eso se ganó la atención de todos los presentes, excepto de Niké, ya que ella estaba demasiado entretenida jugando con una de las coletas de Cailye. At se quedó mirándolo, con ojos fríos, mientras él levantaba la cabeza.
—¿De qué hablas? —quise saber, consiente de la incógnita en los rostro de los hermanos.
La mirada de Kirok se cruzó con la mía en ese instante.
—Las Algas Hipnos reemplazan la necesidad de dormir, tanto para dioses como para humanos —explicó. Una media sonrisa se apoderó de sus labios, y enarcó una ceja con confianza. Era increíble cómo podía cambiar su comportamiento de un momento a otro—. Eso nos ayudará si tenemos en cuenta que el tiempo de Zeus no es del todo justo.
Andrew entrecerró los ojos, desconfiado.
Estaba a punto de preguntar más al respecto, entusiasmada por la idea y curiosa por cómo funcionaba exactamente, pero At me ganó la palabra.
«—No se hagan ideas apresuradas, esas algas se encuentran en lo profundo del Océano Hydros, buscarlas de por sí nos quitaría varios días, y no hay garantía de hallarlas. Si usamos bien el tiempo que tenemos no nos harán falta.»
A pesar de no hacer contacto visual con ella, noté el pequeño espasmo que recorrió el cuerpo de Kirok cuando At habló.
—Era solo una sugerencia —alegó mi familiar en tono bajo.
«—Pues no hace falta que sugieras nada —refutó At—. Estás aquí como su familiar y originalmente su guía, pero ahora que estoy aquí no es necesario que opines sobre las decisiones respecto al viaje, ¿entiendes eso?»
Kirok apretó las manos en puños, frustrado, pero no dijo nada más al respecto. Me pareció increíble que existiera alguien capaz de callarlo, puesto que Kirok siempre hacía lo que quería y decía todo sin tapujos, pero al parecer la autoridad de At lograba doblegarlo.
Resultaba un tanto interesante conocer una nueva faceta de Kirok que antes no se dejaba ver, pero a la vez confuso. La verdad era que yo conocía muy poco a mi familiar, cualquier cosa de él que viera por primera vez, aunque fuera propio de su personalidad, me parecería nuevo.
—No me parece una mala idea —opiné—. Lo hablaremos de nuevo cuando lleguemos a la Cordillera de Maya que limita con el Mar Neptuno. De todas formar tenemos que pensar en cómo cruzar el mar hacia la otra Gea Hija.
«—Ailyn...»
—Solo estoy diciendo que podríamos reconsiderarlo más adelante. —Me enfoqué en At—. Entiendo que quieras planear cada paso, pero sabes que puede ocurrir cualquier inconveniente en el camino. Tener en cuenta lo de las algas no nos retrasará.
At me miró con atención, pero no dijo nada más respecto al tema, igual que los demás. Cailye estaba muy ocupada comiendo y Niké estaba demasiado entretenida jugando con el cabello de la rubia aprovechando la concentración de mi amiga en su actividad. Por el contrario, Andrew ya había terminado con su parte y se encontraba recostado en un árbol cercano, de brazos cruzados y con expresión seria acompañada de su ceño fruncido; estaba pensado, perdido en sus pensamientos.
Tras varios minutos de silencio, cuando incluso Cailye terminó de comer, aquellos que poseíamos cuerpos tangibles nos dispusimos a dormir. Tanto los hermanos como yo organizamos nuestras tiendas, cerca de la fogata de Kirok; mientras Niké tan solo se acomodó en una rama alta de un gran árbol, con sus gigantescas alas doradas cubriendo su cuerpo como una manta. La diosa era rara, debía reconocerlo.
Cuando le pregunté a Kirok cómo dormiría él tan solo respondió que lo haría al pie de la fogata. Señaló que mientras tuviera una fuente de calor cerca podría dormir en cualquier lugar, y que además estaba acostumbrado a dormir así desde que se separó de Hades. No lo acosé con más preguntas, tan solo me fijé que estuviera bien antes de entrar a mi tienda.
Noté que At se hallaba a unos metros de distancia de nosotros, observando el alrededor con los ojos de una lechuza; ella también permanecería afuera mientras descansábamos. Aun no me parecía correcto que los dos estuvieran cerca, pero no había nada que hacer al respecto, y de igual forma dudaba que At lo dejara siquiera observarla.
Sentí el tacto de alguien sobre mi brazo justo antes de entrar a mi tienda, algo que me hizo pegar un pequeño brinco; me giré, y comprobé que la persona que me había detenido era Andrew. Lo miré a sus ojos oscuros, mientras la poca brisa movía las puntas de su cabello con cierta gracia; su expresión lucía dura, preocupada, sabía que había algo que le molestaba, algo además de mi familiar, de At y de Niké.
—¿Te sientes bien? —preguntó casi en un susurro—. Tus heridas, ¿se sanaron por completo?
Asentí con la cabeza y sonreí. Observé con atención su rostro, sin poder evitar que mi mirada se desviara hacia su cuello, y ahí la vi. Esperé que no dejara marca, que se curara como las demás heridas, pero una herida producto de una Arma Divina no era fácil de curar. Noté la cicatriz que recorría su cuello a su clavícula, delgada y casi invisible, pero ahí estada.
Soltó un suspiro sin dejar de mirarme a los ojos, aliviado.
—Lo siento —mascullé, ganándome una mirada confundida de su parte. Señalé su cuello con mi mano libre, a lo que él entendió el mensaje y agachó un poco la cabeza—. Te solté todo un discurso sobre querer ayudarte, pero lo único que hago es seguir dándote problemas. Esa cicatriz es mi culpa, lo lamento.
Me miró con fijeza, con cierta compasión en sus ojos y expresión seria, pero no dijo nada por varios segundos. Entrecerró sus ojos entonces, y con un rápido movimiento atrajo mi cuerpo al suyo. Sentí el tacto de su cuerpo contra el mío mientras sus brazos recorrían mi espalda, y en respuesta un hueco en la boca de mi estómago se hizo presente. Oí el latido de su corazón contra mi oído, y sentí su calor corporal a pesar de su camisa.
Me permití respirar con alivio; estar cerca de él era mejor que estar en una planta de purificación del aire. Podía respirar sin problema, sentirme menos tensa; él me permitía relajarme y desconectar mi cerebro de todas las preocupaciones que me aquejaban.
—No te disculpes, no fue tu culpa. —Hizo una pausa. Su cálido aliento rozó la punta de mi oreja, erizando los vellos de mi cuerpo ante el repentino tacto—. Algo como eso no volverá a suceder, te lo aseguro, me encargaré de que no vuelvas a pasar por algo así.
¿A qué se refería? ¿No quería que tuviéramos que pelear entre nosotros? ¿O no quería que volvieran a golpearme al punto de muerte? Fuera cual fuera, estaba bien para mí.
Asentí contra su cuerpo, sin añadir nada más.
—Si te sientes mal o no puedes dormir avísame, estaré en la tienda a tu lado.
Y con eso dicho se alejó de mí, terminó el abrazo y me miró a los ojos una última vez antes de darme la espalda para dirigirse a su tienda de acampar.
—Andrew, yo también quiero protegerte —expresé a su espalda—. Si tú puedes protegerme, yo también puedo protegerte. No permitiré que seas el único herido; estoy contigo como tú lo estás conmigo.
A pesar de que se detuvo, no me dirigió la mirada. Frenó unos segundos, y tras un corto silencio entró a su tienda sin decir nada. Pero lo entendió, sabía que él había captado el mensaje.
Solté el aire, y tras esperar unos segundos me adentré en mi tienda de acampar, con el corazón acelerado. Acomodé mi saco de dormir y dejé mi espada a un lado, junto con las cosas en miniatura que colgaban del cinturón. Me aseguré de arroparme bien antes de cerrar los ojos, y por supuesto comprobé que mi espada estuviera al alcance por si ocurría algo.
Estaba cansada, demasiado, no solo por lo que pasó con las Gorgonas. La noche previa al viaje no pude dormir, por lo que había acumulado el agotamiento y el estrés del juicio y de la charla con mis padres. Esperaba que en esa ocasión pudiera dormir, en serio quería cerrar mis ojos y descansar, es especial porque no sabía qué tanto podría dormir en el futuro.
Me quedé dormida con rapidez, pues mi cuerpo pedía a gritos un descanso, y tan solo me dejé llevar por el sueño.
«Era capaz de sentir el frio recorrer mi piel y de oír los gritos de innumerables voces tan cercanas que las vibraciones recorrían mi cuerpo como una cuerda.
Me hallaba con los ojos cerrados, pero aun así podía percibir la tensión, el miedo del ambiente, y el amargo sabor de mi boca. El aire olía a humo, humo de incendio, combinado con el olor metálico característico de la sangre; además del olor a madera quemada y del sonido de ésta al ser consumida por el fuego. Sabía que más allá de mis parpados había un verdadero caos.
Abrí los ojos con cierto temor, sin querer comprobar lo que había a mi alrededor, y cuando lo hice en lo primero que me fijé fue en mis manos. Rojo, estaban teñidas de rojo sangre, pegajosas y frías; parecían salidas de una película de terror. Sentí esa misma sensación en otras áreas de mi piel y en especial en mi rostro; se sentía como si estuviera bañada en sangre. Pero yo no estaba herida, esa sangre no era mía.
Un sentimiento amargo de puro arrepentimiento me llenó, y los deseos de llorar se hicieron tan grandes que mi cuerpo comenzó a temblar. Sentía frio, pero además de un frio corporal se sentía como el abrazo de un fantasma, de la misma muerte. El tipo de frio que se siente cuando sabes que ha pasado algo malo pero no quieres confirmarlo. Tenía la sensación de haber hecho algo realmente malo.
Bajo mis pies la tierra se encontraba dañada, quebrada y con signos de desastre; por el rabillo de mis ojos pude distinguir el naranja del fuego, y sentí un poco su calor a pesar de no hallarme cerca del suelo. Sabía que mi cuerpo estaba suspendido en el aire, como si estuviera volando, algo que confirmé cuando me fijé un poco más en mi entorno y en la sensación ausente de firmeza bajo mis pies.
Un bosque se alzaba bajo mis pies, y la copa de los árboles más altos se movían a mi lado con el ritmo del viento impregnado de sangre. Los sonidos agonizantes de cientos de voces no cesaban, por el contrario, aumentaban conforme los segundos transcurridos.
Una figura apareció frente a mí entonces. Su cabello rubio ondeaba en el aire con una fuerza salvaje producto del viento, y su aspecto se veía desgarrado y sucio. Su ropa, la que todavía tenía a pesar de los cortes, estaba sucia de tierra y sangre, y su piel expuesta se encontraba cubierta de golpes y rasguños, con varias manchas de sangre ya secas.
Nuestros ojos se cruzaron, por una milésima de segundo pude observar la mirada de pánico que surcaba sus ojos oscuros iguales a los de su hermano, junto con las lágrimas que recorrían sus mejillas mezclándose con la mugre y la sangre.
Observé con atención el dolor en su mirada, sin prestarle atención a lo que sus manos hacían. Sostenía su arco frente a ella, con una flecha mágica apuntándome. Noté el temblor de sus manos y la forma en la que apretó su mandíbula, justo antes de murmurar una sola palabra entre dientes:
—Perdóname.
Y soltó una flecha mágica que se dirigió directo hacia mí.»
Abrí los ojos de golpe, agitada y consternada. Mi visión era borrosa y tenía mucho calor, sentía las gotas de sudor correr por mi piel y mi ropa estaba mojada de sudor. Respiré con pronunciadas exhalaciones, en busca de tranquilidad.
Me moví de un lado a otro, inquieta y con una sensación asfixiante encima. Salí del saco de dormir y me senté sobre él, con las rodillas recogidas, y enterré mi cabeza entre ellas. Busqué calma, claridad para pensar, pero mi corazón no ayudaba mucho; mis sistemas estaban alterados, como si cada célula de mi cuerpo tuviera miedo.
Respiré una y otra vez, mientras sudaba a mares, y me quedé en esa posición un largo, largo rato. No estaba segura de lo que ese sueño significaba, mis sueños no mostraban lo que en verdad importaba, siempre me lanzaban mensajes escondidos. Pero ese... ese fue muy diferente a los sueños premonitorios que tuve con anterioridad.
Ese sueño no me dejó la inquietante necesidad de comprender lo que significaba y tratar de encajarlo con los sucesos reales para captar el mensaje, aquel sueño solo fue... triste. Mientras lo vivía y aun despierta, todo fue como una pesadilla dolorosa que suponía un hecho. Se sintió tan real, tan vívido, como un recuerdo.
No me volví a dormir después de eso, no quería y no era capaz de hacerlo, como un grave caso de insomnio. Los minutos pasaron hasta llevarse consigo lo que yo sentí como unas tres horas. No salí de la tienda en todo ese tiempo, y tampoco me moví mucho adentro por temor a alertar a los demás sobre mi estado.
Los movimientos afuera de mi tienda fueron los que me invitaron a salir. Revisé el estado de mi ropa, fijándome en que no estuviera rota o tuviera algo extraño, y reacomodé mi cabello en una coleta alta que dejaba a la vista la marca de los Dioses Guardianes. Tomé mi espada y el cinturón que cargaba mis pertenencias, y luego de acomodar ambas cosas y guardar mi saco de dormir salí de la tienda de acampar.
Afuera se encontraba Kirok, apagando las pocas cenizas que quedaban con sus manos, y a unos metros At permanecía en la misma posición que tenía cuando nos fuimos a dormir; ella estaba muy ocupada observando a su alrededor como para reparar en mi presencia, y mi familiar se veía tan sumido en su tarea que poca atención me prestó.
El ambiente seguía igual a unas horas atrás, el mismo verde y la poca bruma seguían ahí, al igual que el rio lila que fluía a algunos metros de nosotros. Aproveché la oportunidad para recoger más agua en varias botellas que Cailye había llevado, tratando de distraer mi mente y no pensar en todo lo que se arremolinaba en mi cabeza.
Suspiré mientras el agua acariciaba mis manos, y observé con una fijeza perdida el color lila transparente que teñía el rio. Me percaté de la tenue luz de día que cubría el lugar, sin asomo de los soles, y me pregunté mentalmente cómo se verían una vez saliéramos del bosque al Valle de Gea, un terreno que según tenía entendido era mucho más caluroso y con pocos arboles alrededor.
Estaba tan distraída que no me di cuenta del momento en el que una persona había llegado a mi lado. Vi su mano en el rio, llenado su frasco igual que yo, eso delató su presencia. El sonido del agua correr era la única música del ambiente, creando una atmosfera pacífica.
Hubo un largo momento de silencio mientras yo llenaba las botellas y él tan solo permanecía ahí. Hasta que fue Andrew quien rompió el silencio.
—¿Dormiste bien? —quiso saber.
Giré mi cuello hacia él, descubriendo que no me estaba mirando, sus ojos estaban fijos en el rio. Iba vestido con ropa ligera que le permitiera moverse bien, tanto la playera como el jogger eran de color verde hoja, perfecto para pasar desapercibido en el bosque, igual que sus botas de combate a juego. Su cabello lucía sin el menor cuidado, se notaba que tan solo pasó su mano para peinarlo.
Sonreí con ironía, sin saber qué responderle.
—¿Y tú? —rebatí—. No tuvimos mucho tiempo para dormir, creo que fueron alrededor de cinco horas.
Me echó una mirada de reojo, seria, parecía dudoso. Asintió, y pasó su mirada al cuerpo trasparente de At ahora cerca de las tiendas, gritándole a Niké que bajara del árbol. La diosa no parecía tener intención de desacomodarse, por el contrario, se acurrucó más entre sus enormes alas doradas.
—No tendremos mucho tiempo para dormir después —comentó, sin insistir en su primera pregunta—. No es solo por el tiempo, cerrar los ojos en el lugar equivocado puede ser peligroso. Estamos bien aquí por el rio, mientras más lejos del agua estemos más probabilidad existe de un ataque.
Nos quedamos ahí unos minutos más, dándole tiempo a Niké para que se decidiera a bajarse del árbol y a Cailye para que se despertara por su cuenta. Durante ese tiempo vi a Kirok alejarse para buscar frutos de Ambrosia, y a At regañar a Niké para que se bajara.
—Sé que no confías en ellos —mencioné al cabo de unos minutos, ganándome la atención de Andrew—. Kirok, At, Niké. Para ti son extraños, y más que eso sospechosos. Sé que piensas que ocultan sus intenciones... pero aun así, solo te pido que cedas un poco. No tienes que llevarte bien con ellos, solo déjalos ayudar, su presencia puede ser útil.
Lo último que necesitaba era preocuparme por una pelea cada vez que giraba mi cabeza. Andrew sospechaba de todo lo que se movía, algo que, a pesar de ser útil en ocasiones, resultaba agotador. Nunca bajaba su guardia, e incluso llegó a sospechar de Logan y Daymon en su momento, y lo entendía. Él era así. Y aunque a veces su intuición era correcta, no dejaba de rayar con la paranoia.
Quería, al menos lo que durara ese viaje, tener la seguridad de que no iba a terminar peleando contra Kirok o Niké en pleno camino. Suficiente teníamos ya con lo que habitaba ese mundo, sumarle una disputa interna estaba de más.
Necesitaba que ese equipo funcionara.
—Tu familiar —dijo tras lanzarme una mirada suspicaz—. Tu familiar oculta algo. No estoy diciendo que sea algo malo, solo digo que no te ha dicho algo importante.
—Andrew... Por favor, solo te estoy pidiendo una oportunidad. —«Deja de pensar que todo el mundo oculta algo» pensé en decirle, pero la conversación con Daymon llegó a mi mente entonces y me fue imposible decir algo tan falso como esa afirmación—. Necesitamos toda la ayuda posible, ¿recuerdas?
Frunció el ceño, pero asintió de acuerdo sin refutar mi petición.
—Solo ten cuidado, no solo con ellos, hablo de a quienes quieras reclutar. Sé que Atenea ya te lo dijo, pero quiero que lo escuches también de mí: no todos estarán dispuestos a cooperar con nosotros. —Hizo una pausa, recorriendo mi cuerpo con su mirada, una mirada triste—. Las Gorgonas son solo un ejemplo. Te estoy pidiendo que tengas cuidado, solo eso.
Asentí, al tiempo que Andrew se incorporaba para dirigirse a donde las tiendas se encontraban. Cuando llegó se paró frente a su tienda, y haciendo uso de su magia la encogió mientras ésta se doblaba automáticamente.
Unos segundos más tarde hice lo mismo con las botellas de agua lila que había llenado. Las encogí y las guardé en mi maletín diminuto. Me incorporé entonces, y me acerqué al lugar donde descansamos justo cuando Andrew entraba a la tienda de Cailye para levantarla. Oí los ruidos quejosos de la rubia y un par de regaños por parte de Andrew, hasta que el chico de ambarino cabello ganó la disputa y consiguió sacar a su hermana prácticamente a rastras de su cómoda cama.
El aspecto de la rubia se veía desaliñado, su ropa estaba arrugada y su cabello enredado; tenía rastros de saliva seca en su cara, y lagañas en sus ojos que delataban su sueño profundo. Su mirada medio dormida escaneó el lugar, pero no parecía realmente registrar lo que sus ojos captaban.
Andrew la miró de arriba abajo, soltó un pequeño bufido y le habló con los brazos en la cintura.
—Ve a lavarte la cara, nos iremos dentro de poco.
Cailye bostezó y estiró su cuerpo como un gato, e incluso, por el gesto, creí verle orejas y cola de felino, solo faltaba que se limpiara el rostro con la lengua. Sonreí ante mi apreciación, sintiendo un pequeño viento de alivio al comprobar que había cosas que no cambiaban.
Una sombra apareció sobre nosotros entonces, primero grande y luego más pequeña, que parecía dirigirse de arriba de nuestras cabezas. Levanté mi cabeza justo cuando la responsable de la sombra apareció sobre nosotros. Me topé con una larga y casi tenebrosa sonrisa, perteneciente a la diosa que volaba en nuestra dirección como una bala.
Andrew movió a Cailye de su lugar, unos pasos a la derecha, en el momento indicado para que Niké, debido a la velocidad y la fuerza de sus alas, en lugar de caer sobre Cailye aterrizara de cabeza en la tierra. El polvo de la tierra se elevó debido al peso de la diosa, y hubo un fuerte estruendo gracias al impacto, lo suficientemente sonoro para despertar del todo a la rubia, que al igual que yo nos fijamos en la diosa que ahora reposaba de cabeza anclada a la tierra, sin signo alguno de dolor.
Tragué saliva con los ojos bien abiertos, y noté el temblor corporal de Cailye, mientras Niké recuperaba una posición normal para incorporarse. Se levantó a una velocidad normal, como si nada, aun cuando tenía un largo hilo de un líquido entre dorado y rojo que comenzaba en la frente y terminaba en su cuello. Tenía varios golpes en el rostro, además de la mugre de la tierra y una que otra hoja verde pegada a la piel; y a pesar de eso actuaba como si nada.
—Yo la acompañaré —ofreció la diosa, acompañando el gesto de una sonrisa que tanto a Cailye como a mí nos quitó el aliento.
Debido al golpe tan fuerte y sin ninguna protección, a la blanca dentadura de Niké le hacían falta tres dientes, dos de ellos incisivos y el otro un canino, algo que quedó en evidencia cuando sonrió. Sus ojos dorados se centraron el Cailye, con una chispa tenebrosa de diversión.
Mi amiga tembló, y con los ojos bien abiertos se escondió tras el cuerpo de su hermano, quien permanecía observando a Niké con el ceño fruncido.
«—Mejor ve a ayudar a Dark con los frutos —terció At, apareciendo entre nosotros de repente, con una expresión inescrutable y elegante postura—. Sabes que si tocan el suelo no servirán más, y no tiene suficientes manos.»
Niké posó su atención en la figura espiritual de At, y sin siquiera rebatirlo asintió. Sacudió sus alas doradas y luego de extenderlas como una gran ave emprendió vuelo, moviendo de nuevo las partículas de tierra en el aire. Tosí, igual que mi amiga, mientras la tierra se aplacaba nuevamente.
Los tres miramos a At al mismo tiempo, pero cuando ella habló lo hizo refiriéndose solo a Andrew.
«—No te preocupes, Niké no sería capaz de dañar algo que le parece lindo. Nunca lastimaría a tu hermana, si eso te preocupa. —Miró entonces a Cailye—. Y, diosa de la luna, no le tengas miedo, a decir verdad, ella se siente muy sola, más desde que me fui. Solo está emocionada contigo.»
Cailye la miró con fijeza, mientras salía detrás de su hermano. Asintió, titubeante, a lo que At también lo hizo pero con más seguridad.
A los pocos minutos Kirok y Niké llegaron con varios frutos de Ambrosia en los brazos, eso mientras Cailye se lavaba la cara y se arreglaba el cabello. Nos tomamos un tiempo para comer y beber agua, todo en completo silencio excepto por los sonidos que hacía Niké con sus alas antes de guardarlas. El ambiente seguía cargado, pero aún era pronto para pedir algo mejor.
Cuando terminamos de comer At señaló que era hora de seguir caminando, y dijo que debíamos seguir un camino derecho en el Bosque de la Lira si no queríamos encontrarnos con las Arpías.
—En este bosque viven las Musas, ¿correcto? —preguntó Andrew a At.
Ella asintió.
«—Sí, de hecho, si seguimos por aquí las encontraremos pronto. Ellas no son peligrosas, si quieren hablar con ellas los guiaré a su hogar. De todas formas, debemos pasar cerca. —Hizo una pausa, recordando un dato importante— Y, por cierto, tengan cuidado donde pisan. Este bosque es... particular. Lo sabrán cuando lo vean, pero desde ya les digo que estos árboles son un poco cobardes; serán una buena alarma si algo se acerca.»
Consideré preguntar al respecto, pero me guardé mis preguntas para otro momento.
Andrew asintió en aprobación, justo cuando At anunció el retorno del camino y todos comenzamos a movernos. Avanzamos hacia el espeso bosque, lleno de árboles de diferente hoja. Algunos la tenían filiforme, otros ovalada, e incluso espatulada. No me detuve a pensar en la razón. Ese mundo tenía sus reglas, así que sus razones tenían para que esos árboles fueran así. Las hojas eran muy verdes, y la madera casi negra, y también su altura era inusual. Así fue como nos adentramos al Bosque de la Lira.
El silencio se instauró entre el grupo, otra vez, pero ahora una suave melodía proveniente de la diosa alada acompañaba la atmosfera. At caminaba al frente, con Niké pisándole los talones mientras tarareaba una canción y guiaba el camino gracias al brillo encendido de su cabellera.
Caminé al lado de los hermanos, atenta a mi paisaje. Los árboles eran tan altos que filtraban la luz del sol, y eso impedía que pudiéramos contemplar la figura de ambos soles a pesar de percibir la luz y el calor. La niebla había desaparecido por completo, dejando en su lugar la humedad característica de bosque frondoso, al igual que el calor que eso representaba. El terreno era irregular, muchas rocas, cambios de nivel, y gigantescas raíces entorpecían la caminata. Las ramas bajas nos obstaculizaban la visión, y todo se veía igual viera por donde viera, dando pie para perderse si nos llegábamos a separar de At. El lugar se asemejaba mucho al Amazonas, excepto por algo importante: los animales.
Desde que llegamos no había oído el canto de un ave, o siquiera percatarme de sus nidos. No había plumas en el suelo, y los troncos de los árboles se veían intactos a las garras de cualquier mamífero que imaginara. Ni siquiera había mosquitos o cualquier otro insecto. Nada además de los altos e interminables árboles. Parecía un bosque abandonado, igual de tétrico y amenazante.
Reduje mi velocidad lo suficiente para despegarme del lado de los hermanos y acercarme a mi familiar, quien era el último del grupo. Andrew notó mi gesto, pero no dijo nada al respecto, mientras Cailye ni se dio cuenta de mi ausencia a su derecha.
Examiné el rostro de Kirok, una expresión ausente lo ocupaba. Iba mirando el suelo, por lo que no se percató de mí hasta que lo toqué en el brazo para atraer su atención. Reaccionó, y tan pronto como posó sus ojos rojos sobre mí sonrió; me regaló su típica sonrisa pícara, y sus hombros se relajaron igual que el resto de sus músculos.
—¿Ocurre algo, Luz? —inquirió, mirándome con la misma intensidad de siempre, y con una postura confiada y segura.
—Eso debería preguntártelo yo a ti —replanteé—. Has estado actuando extraño desde que llegamos. ¿Te encuentras bien? ¿Hay algo que te preocupa?
Por un momento percibí la sobra que atravesó su rostro, y noté cómo sus ojos rojos se encendieron más de lo usual brevemente. Por un segundo se mostró consternado, pero recuperó su postura atrevida enseguida.
Posó su brazo en mi hombro, un movimiento lento, y acercó mi cuerpo al suyo. Por alguna razón su tacto siempre resultaba caliente, como si su piel estuviera envuelta en llamas; me pregunté si eso se debía a su conexión con el Inframundo.
Sus ojos interceptaron los míos, y observarlos a esa distancia resultaba hipnótico, como si drenara mi voluntad de alguna forma. Curvó la comisura de su labio hacia arriba, de forma seductora, formando una medio sonrisa. Se acercó a mi oído, despacio.
—Me alegra que te preocupes por mí, Luz, pero te prometo que no me sucede nada. —Se alejó de mi oído, con la misma velocidad de antes, y dejó su rostro a algunos centímetros del mío—. Si me ocurre algo te lo haré saber.
Arrugué mi frente, y me alejé un poco de su cuerpo, sin cortar el contacto visual.
—Es por At, ¿no es así? —Y de nuevo lo vi, la sombra y el aumento del brillo rojo de sus ojos. Retiró su brazo como si se le cayera, a lo que aproveché para alejarme un poco más de su cuerpo—. No te preocupes, entiendo si no quieres hablar al respecto. Solo quería confirmarlo. —Entrecerré los ojos—. Si hay algo al respecto que quieras decirme, te escucharé.
Su sonrisa se esfumó. Su mandíbula se tensó. Y tan solo me miró. Así pasaron varios segundos, hasta que una pequeña y sincera sonrisa apareció de repente. Tomó mi mano izquierda y la volteó con la palma arriba; acarició la parte donde permanecía la sombra de la cicatriz de la herida que hice para sellar nuestro contrato, y entonces su pequeña sonrisa se hizo más grande.
Negó con la cabeza varias veces.
—No lo hay. Por favor no vuelvas a preguntar. Esa es la respuesta definitiva.
Cuando levantó la cabeza sus ojos rojos ya no estaban encendidos, permanecían en su tono normal. Soltó mi mano, y la sonrisa cálida que había en sus labios se transformó de nuevo en su característica sonrisa pícara, y su ceja se alzó, creando una expresión seductora.
Me quedé callada y desvié mi atención al suelo, pendiente de no tropezarme con algo mientras caminaba, y asentí. Quería confiar en mi familiar, y si él no quería hablar respecto a ese tema lo respetaría, de todas formas, había cosas de su pasado que Kirok no sabía que yo estaba enterada, y prefería mantenerlo así.
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