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7. A través del portal

Knees - Bebe Rexha

El tiempo pasó rápido mientras asistía a Cailye en la cocina. Era buena, toda una profesional respecto a la culinaria, algo en verdad envidiable. Preparó un extraño plato con carne de res, usando costillas, y como segunda carne usó pechuga de pollo. Además, cocinó una sopa cremosa con olor a hierbas, quedándole tiempo para hornear algo de pan. Y, por si fuera poco, realizó algunos postres a base de leche y gelatina, con divertidos colores.

Durante todo el trabajo intenté hablar con ella como lo hacía antes, bromear y reír como niñas igual que cuando comíamos galletas a altas horas de la noche; pero todos mis intentos eran en vano. Seguía el hilo de la conversación, me respondía y comentaba, pero faltaba esa chispa propia de la rubia que volvía todo más alegre.

En algún momento toqué el tema de esa noche, de forma discreta, queriendo averiguar con exactitud qué le afectó de esa misión, y si podía arreglarlo. No obstante, ella lo notó rápidamente y me cortó el tema sin darme oportunidad de nada. Dijo que no quería hablar de eso, y yo lo dejé ser, porque hacerla pasar un mal momento era lo último que quería.

Hablamos de trivialidades mientras le pasaba los ingredientes que necesitaba, y entre pregunta y conversa mencionó que ya tenía las cosas listas para mañana, que su abogado no sabía nada acerca del viaje, y esperaba volver antes de que lo notara. Además de eso, le pidió a Daymon que cuidara de sus mascotas, ya que Andrew nunca lo haría y el pelirrojo se llevaba muy bien con Tom.

Para cuando faltó quince minutos para las ocho terminó de agregarle los últimos detalles a la cena, cerrando así la preparación exitosa de dos platos y postre para cada persona. Era increíble cuando se lo proponía.

La vi quitarse el delantal, como una niña pequeña que terminaba de jugar a la cocina, con la cara y el cabello llenos de harina y las uñas llenas de masa. Me miró, y me regaló una sonrisa.

—Recuerda sacar los vasos de la nevera justo cuando los vayas a servir, si los sacas antes se derretirán. —Se me acercó, y me entregó el delantal, sin ser consciente de lo sucia que se encontraba su cabeza—. Y si les queda pan no los guardes hasta que no se enfríen, de lo contrario sudarán y se dañarán más pronto.

Asentí, agradecida.

—Muchas gracias, Cailye, en verdad, me acabas de sacar de un gran problema. —Intenté sonreír, pero me salió una mueca extraña—. La comida quedó espectacular, sé que les gustará mucho, en especial a mamá.

Cerró los ojos mientras sonreía, en signo de orgullo, y pude ver en ese instante su chispa, aunque fuera pequeña y casi imperceptible. Su rostro se iluminó, igual que antes.

—Eso espero —Comenzó a caminar hacia la puerta principal, conmigo pisándole los talones—. Me divierto cocinando, es un pasatiempo que disfruto. Y fue muy grato cocinar para tu familia. Tus padres han hecho mucho por mí, me tratan como alguien más de la familia.

Reí con nerviosismo. Sí, era miembro de la familia, pero ella se metió a la fuerza a la casa. Literalmente mis padres se vieron obligados a aceptarla debido al tiempo que pasaba aquí. Aunque, en realidad, a mamá le agradaba mucho su compañía, igual que a mí.

—Y hablando de eso, ¿dónde aprendiste a cocinar tan bien? Es inusual en alguien de tu edad. Y ahora que lo pienso, tu hermano también cocina muy bien.

Por un segundo pude ver la tristeza pasar por sus oscuros ojos. Agachó la cabeza, pero rápidamente tomó aire y me regaló una cálida sonrisa para acompañar su respuesta.

—Nuestros tíos casi nunca estaban en casa, y cuando sí, luego de un tiempo, dejaron de cocinar para nosotros. Aprendimos de práctica y error.

La sonrisa desapareció de mi rostro, y quise golpearme en cuanto la oí. Me quedé en silencio hasta que volvió a hablar.

—No se lo digas a mi hermano, pero aquí entre nosotras, yo cocino mejor que él. —Cuando la vi estaba sonriendo, como si nada, mientras abría la puerta principal. Le devolví la sonrisa, junto con un «seguro» de mi parte. Sin embargo, justo cuando iba a salir, se detuvo y volvió a mirarme, o mejor dicho, miró en dirección a mi abdomen—. ¿Cómo están tus heridas?

Su tono de voz me sorprendió. Era extraño oírla tan apagada y ronca.

—Desapareciendo. La mayoría ni siquiera dejarán cicatriz.

—La mayoría... —murmuró, pensativa. Y se elevó, su mente se quedó en blanco un momento.

—¿Ocurre algo? —indagué, preocupada.

Ella movió su cabeza de lado a lado, intentando volver en sí, y cuando lo hizo evitó el contacto visual conmigo.

—No, estoy bien. Nos vemos mañana, Ailyn, suerte con tus padres.

Y salió. Escuché sus pasos bajando las escaleras, prácticamente huyendo. Me quedé ahí parada, pasmada, sin entender el porqué de su comportamiento tan extraño.

—No tardarán en llegar —Escuché una voz, proveniente del interior de la casa, y supe de inmediato de quién se trataba.

Cerré la puerta, pero no me volteé a encarar a Cody, me quedé con la mano sobre la perilla y apoyé la frente en la madera de la puerta. Sentí la presencia de mi hermano a poca distancia de mi espalda, y me percaté de su mirada sobre mi nuca.

Hubo un momento de silencio y quietud, en el que supe que Cody no se había movido de su lugar, igual que yo.

—Necesito oírlo de ti, Cody. Necesito saber que sin importar lo que pase, sin importar las decisiones que tome, todo estará bien. En serio... —Tomé aire— En serio necesito saber que al final todo va a estar bien.

Silencio, algunos segundos sin respuesta, hasta que pareció compadecerse de mi alma.

—La cena saldrá bien.

Apreté la perilla de la puerta, con el corazón latiendo rápido debido a la incertidumbre, y me mordí la lengua mientras mis labios se torcían en una mueca.

—Sabes que no hablo de la cena.

Lo oí suspirar, y percibí cómo tomó asiento en el sofá, mientras buscaba el control remoto del televisor.

—Ya no puedo ayudarte. Empiezo a pensar que desperté el interés de las Moiras, será mejor que no intervenga más.

—Lo sé, me ayudaste ¿verdad? Siempre me empujaste a todo esto. Eres un jugador de ajedrez muy tenaz.

—No es ajedrez, el futuro tiene más reglas y trampas que eso —contestó, con poco interés, mientras pasaba los canales de la televisión en busca quizá de algún noticiero—. Aunque de todas formas me considero un buen jugador.

—Entonces dale una pista a un jugador en desventaja —rebatí—. Una última vez, por favor, tan solo quiero algo a lo que aferrarme. No quiero equivocarme más, ya no tengo más vidas.

Lo oí suspirar, cansado.

—Pasará lo que tenga que pasar, Ailyn, es todo. —Volví a sentir su mirada sobre mí—. No te aferres a un solo futuro probable de entre muchos, aférrate a algo tangible. La esperanza es buena en estas ocasiones.

Sonreí, pero a pesar de que entendía sus palabras, no me hacían sentir más tranquila. Necesitaba algo más seguro que eso, pero tal vez aquello que buscaba no existía, después de todo, así funcionaba la esperanza, ¿o no?

Mis manos sudaban y mi corazón latía a mil por minuto, a la espera de la llegada de mis padres. Cody había llamado a papá, y dijo que pasaría al hospital a recoger a mamá cuanto antes apenas escuchó que yo estaba en casa, por lo que no debían tardar demasiado.

Ya había encendido unas velas y preparado la mesa con los platos, y además, como para entrar en ambiente, usé magia para general pequeñas luces flotantes alrededor del comedor, como pequeñas luciérnagas amarillas.

Caminé de un lado a otro, nerviosa y ansiosa, esperando el momento en el que sintiera sus presencias cerca del apartamento.

—Ya cálmate, le vas a hacer una zanja al suelo —comentó mi hermano, sentado en la mesa y leyendo el periódico de ese día a pesar de ser de noche—. Recuerda que hay un apartamento habitado debajo de nosotros.

Me quedé quieta, pero mis pies me pedían movimiento, por lo que no pude evitar retomar mi caminata desesperada.

—Ni siquiera sé por dónde empezar. —Lo observé, concentrado en su lectura sin siquiera mirarme—. Quizá deba decirles primero lo de tu habilidad, tal vez eso aplane el terreno para lo demás.

—Si lo haces lo negaré, no tienes cómo comprobarlo —debatió mientras pasaba la página del periódico—. Empieza por el comienzo, ellos ya tienen algo de información, ponlos al tanto de lo demás. Te recomiendo que lo hagas después de la cena.

Esperé, esperé y esperé, hasta que de pronto lo sentí, sentí sus presencias en las escaleras. No sabría cómo explicarlo, tan solo podía percibir sus esencias cuando entraban en mi radar de detección, algo simple pero complicado a la vez.

Me detuve, con la garganta seca y la voz ida, al tiempo que observaba la puerta justo cuando se abría. Contuve la respiración en cuanto los ojos ámbar de mamá se conectaron con los míos.

Sabía lo que iba a hacer con solo mirarla. Corrió hacia mí, tan rápido como pudo, y me abrazó. Me rodeó con sus brazos con bastante fuerza, inúndame de un cálido y a la vez amargo sentimiento. Correspondí su gesto, con la misma fuerza que ella, y sentí sobre mi hombro cómo comenzaba a llorar al tiempo que su oscuro cabello me cosquilleaba en la nariz.

Papá nos alcanzó en seguida, imitando las acciones de mamá, y así quedamos los tres, abrazados en un gran saludo familiar. Noté la mirada de Cody sobre nosotros, como un testigo o espectador, con una leve sonrisa en sus labios.

—¿Dónde estuviste? ¿Ocurrió algo malo? —preguntó mamá con la voz débil—. Te fuiste sin decir nada... y no regresas hasta ahora... ¿qué te pasó, Ailyn?

Se separó de mí, permitiéndome mirarla a sus claros ojos ámbar, tan parecidos a los míos, llenos de preocupación y miedo. Pasé la mirada hacia papá, y él no se veía muy diferente, aunque sí más molesto; tenía el ceño fruncido.

—Yo... sé que tienen muchas preguntas, sé que quieren saber lo que pasa conmigo, quieren que los deje entrar... —Le eché una mirada a Cody, a lo que él asintió—. Lo haré, les contaré todo lo que quieran saber, pero antes de eso, debemos cenar.

Señalé la mesa ya lista para servir la cena.

Mi madre me miró aterrada, asustada en verdad, con los ojos bien abiertos y observándome como un bicho raro. Me tocó la frente con su palma en busca de fiebre.

—Ailyn, tú... ¿te encuentras bien? —inquirió, preocupada—. Tú... ¿preparaste la cena?

¿Qué?

—¿Te desapareces por dos días y ahora regresas y cocinas? —le siguió papá, acercándose a la mesa para curiosear los platillos, como si fueran alucinaciones—. ¿Tan malo es lo que te ocurre?

Escuché la risita retenida de Cody a mi espalda, burlándose. Lo ignoré por completo y me concentré en la figura de mis padres frente a mí.

—No lo hice yo, le pedí a Cailye que me ayudara —expliqué—. Quiero dejarlos entrar, pero quiero que esta noche sea especial porque... —Hice una pausa, moviendo los dedos de mis manos como una mala manía— porque mañana me iré por un tiempo.

Al soltar la bomba los brazos de mamá se cayeron a ambos lados de su cuerpo, y sus ojos se abrieron tanto que por un momento no fui capaz de percibir el brillo en ellos. Noté el entrecejo de papá fruncirse, y expresó una mueca como nunca vi en él. Un viento frio entró al apartamento, helando el corazón de todos los presentes.

—¿Q-Qué? —soltó mi madre en un suspiro.

Entonces mi padre se acercó, enojado, y me tomó del brazo mientras me miraba a los ojos. Pude ver en su mirada toda la frustración que estaba sintiendo en ese momento.

—No te vas a ir, Ailyn, no te dejaremos.

Mi mirada debió estar llena de pesar, porque en cuanto lo miré me soltó del brazo de inmediato, como si hubiera recibido una carga eléctrica. Me observó como si me desconociera, como si fuera una extraña para él, al menos por unos segundos.

—Es por eso que necesitamos hablar —continué, con el mejor tono que pude para inspirar tranquilidad—. Necesitan saber lo que me ocurre, por qué debo irme, y lo que pasará si no lo hago. Pero, antes, por favor cenemos, se los debo.

Mi papá me miró como si me hubiera vuelto loca, y quizá era así. No debí empezar por decirles que me iría, pero ya lo había hecho, ahora solo quedaba continuar.

—L-Lo haremos —titubeó mamá, apareciendo al lado de papá. Lo tomó del brazo para tranquilizarlo, y en respuesta papá tan solo soltó aire sin apartar su mirada de mí. Mamá, en cambio, hacía un esfuerzo por comprender—. Te lo dije una vez, cariño, confío en ti.

Sin darme cuenta yo también solté aire, y con un gesto los invité a tomar asiento. Mamá tuvo que halar a papá hasta la mesa, pues él seguía igual de molesto y reacio a seguirme la corriente, mientras Cody los alcanzaba en completo silencio.

Por un largo, largo rato, todo fue silencio. Serví la cena que preparó mi amiga, y exceptuando un par de comentarios por parte de mi madre alagando la comida, nadie dijo nada.

No obstante, entrada más en la cena, Cody comenzó a platicar sobre sus entrenos de voleibol a puerta cerrada debido al invierno, y entre anécdota y risas de mi madre el ambiente se volvió menos pesado. Y a pesar de eso papá no cambiaba su semblante serio; sus ojos poco se fijaban en Cody mientras hablaba, y en todo momento fue mamá quien le hacía preguntas ocasionales para integrarlo a la conversación, pero las respuestas de papá siempre eran simples gestos.

Para cuando pasaron dos horas y serví el postre, mamá estaba de buen humor, o eso era lo que parecía, y a papá se le pasó un poco el ceño fruncido; y aunque el tema principal no se había esfumado, ambos lograron pasar unos minutos sin preocuparse por su problemática hija divina. O eso quería pensar.

—Ailyn... queremos entenderte —comentó mi madre, con sigilo, como si no supiera por dónde empezar, mientras se comía la gelatina de Cailye y le lanzaba una mirada furtiva a papá—. Por favor, no te guardes nada.

Asentí, y dejé a medio terminar mi postre, preparándome mentalmente para soltarlo todo.

—Lo sé. —Los miré a ambos, los dos igual de expectantes, y mamá tomándole la mano a papá mientras éste fruncía más el entrecejo—. Puede sonar un poco extraño al comienzo, pero creo que ya están acostumbrados a lo extraño, o al menos un poco, pero les pido que mantengan una mente abierta. Es un tema complicado de explicar.

Intercambiaron una mirada de preocupación.

—Cariño, usas magia, creaste esas luces con tus poderes mágicos, sales todo el tiempo a misiones, eres la reencarnación de una diosa... a estas alturas pocas cosas nos sorprenderán.

Las palabras de mamá sonaron tranquilizadoras, pero más que sorprenderlos me preocupaba aterrorizarlos.

—Bien. —Tomé aire, y comencé.

Empecé por contarles lo que sucedió el día que los portales se abrieran, desde la adopción de Kirok como mi familiar y la perdida de Astra, hasta la derrota de Hades y lo que sucedió después, saltándome el gran detalle del secuestro de Cody. Ellos escucharon la primera parte con atención, sin hacer preguntas, y con rostros atentos y preocupados. Noté la forma en la que mamá apretó la mano de papá, y los hombros tensos de él que lo hacían lucir como una estatua.

—¿Por qué no nos lo habías dicho antes? —indagó mi madre, consternada y molesta—. Lo que pasaste ese día, el ataque a la casa, ¿por qué hasta ahora? ¿Sabes lo que nosotros pasamos desde que tú te fuiste? ¡Ni siquiera llamaste a saludar o ver cómo estábamos! Pudimos haberte apoyado, no tendrías que haber pasado por eso tú sola. También existimos, ¿lo sabes? Santo cielo, Ailyn, si nos hubieras avisado...

—No habría cambiado nada —la corté, con cierta amargura en mis palabras—. Los amo, pero ustedes son humanos, no podrían haberme ayudado en algo como eso. Solo hubiera conseguido preocuparlos, como están ahora, y aun no llego a la peor parte.

Mi padre abrió los ojos como platos.

—¿Acaso hay algo peor que haber enfrentado a un demonio y casi perder la vida en el intento?

Por desgracia sí, ese solo era uno de los puntos a tratar.

Les hablé de Pandora a continuación. Les dije lo poco que sabíamos de ella, de sus conexiones con Hades y de su objetivo: la Luz de la Esperanza. Les expliqué lo que era, su importancia, y parte de su historia. Y, para ahorrarme algunas preguntas, les expliqué lo que pasaría si ella la conseguía, y por qué no podríamos encargarnos de eso nosotros solos. Añadí que necesitábamos formar alianzas contra ella con los demás seres que habitaban en Kamigami —explicando lo que sabía de ese mundo y que era a donde iría—, y que además necesitábamos que las personas volvieran a creer en nosotros para fortalecer nuestro poder divino.

Tal vez recargué mucha información en una sola vez, porque cuando les mencioné lo último el rostro desfigurado de mi madre, y la confusión de mi padre, solo me desubicaron más. No debí contarles absolutamente todo.

—Eso no tiene ciencia, lo que dices no tiene lógica, hija —comentó papá, mientras mamá salía de su trance—. Lo siento, pero no logro ver el lado científico de tu explicación. Parece un cuento inventado.

—Papá, la magia no tiene lógica, créeme que si intentas encontrarla solo te volverás loco.

Mi padre, como digno profesor y científico en potencia, no tragaba entero lo que los demás decían, siempre le buscaba el lado lógico a las cosas. Era de esperar que quisiera encontrarle la ciencia y el mecanismo exacto a la magia divina.

—¿Es por eso que te vas a ir? ¿Para formar alianzas? —quiso saber mi madre, una vez su cerebro procesó la información que le di. Me miró desesperada, buscando una salida para mí—. Podrías quedarte aquí, ¿no? Digo, también necesitan que los demás crean en ustedes, podrías hacerlo aquí, ¿verdad?

La miré con tristeza, algo que ella debió notar debido a que sus ojos comenzaron a temblar. Nos acercábamos a la parte que en verdad no quería decirles.

Les solté lo peor, tomé mucho aire y casi que lo escupí. Les confesé lo que ocurría con mi cuerpo. Les expliqué lo del Filtro en relación a mi cuerpo y a la Luz de la Esperanza, lo que hice ese día para derrotar a Hades, y lo que pasaría si me quedaba así. Les di la misma solución que tenía, la razón detrás de mi viaje, pero eso no evitó sus peores reacciones.

Las manos de mamá cubrieron su rostro con fuerza, mientras dejaba salir un sollozo sonoro y profundo. De alguna forma sentí que ella presentía mi problema, incluso mucho antes de volverse problema, y comprobar lo que sea que estuviera pensando debió ser duro.

Papá no se movió, fue como si se hubiera quedado de piedra. Ni siquiera alcanzaba a notar su respiración.

Le lancé una mirada a Cody, buscando apoyo, pero él solo movió la cabeza de lado a lado y observó a nuestros padres. Entendí lo que decía, debía dejar que lo asimilaran solos.

—Nunca debí... dejarte ir —musitó mamá entre llanto y llanto.

Me mordí la lengua. Llorar en ese momento no era buena opción. Debían verme confiada, sin preocupaciones de lo que pasaría, si me desmoronaba frente a ellos ¿cómo evitaría preocuparlos?

Sentí la mano de mi hermano bajo la mesa, algo que en verdad me reconfortó. A pesar de que él no era del tipo afectuoso, que me mostrara su apoyo para no caer resultaba grato.

—No, mamá, esa no habría sido la solución. De no haber ido es posible que mis amigos estuvieran muertos, y quizás nosotros también...

—Pero tú estarías bien. —No era capaz de mirarme a los ojos, y su cuerpo temblaba como el de un chihuahua—. Esto es mi culpa...

Y se soltó a llorar con más fuerza. Mamá podría ser una mujer muy fuerte en su trabajo, más que sus colegas, pero en casa, cuando se trataba de sus hijos, se convertía en una pequeña oveja asustada.

—No lo es, ustedes son quienes menos tienen la culpa. Fue un accidente, y ahora debo solucionarlo, por ustedes, por ellos, y por mí. No solo mi vida corre peligro, si Pandora toma la Luz de la Esperanza no habrá futuro para nadie. ¿Lo entienden?

Mientras mamá cerraba los ojos para intentar calmarse y hablar con normalidad, el alma le regresó al cuerpo de mi padre. De repente posó sus ojos sobre mí, con una determinación que me aterró.

—Iré contigo, viajaré a no sé dónde contigo.

¡¿Pero qué mierda le ocurría a todo el mundo que de repente todos querían acompañarme?!

Había tantas cosas malas en ese comentario de papá, que no supe qué decirle primero. Imposible, por todos los lados imposible.

Se levantó de la mesa de golpe, con esa determinación y valor que desconocía de él. Sus ojos ardían, oscuros en fuego, mientras como piedra decretaba sus palabras como verdaderas. En serio quería hacerlo. En verdad estaba dispuesto a hacerlo.

Abrí la boca, dispuesta a explicarle punto por punto por qué eso era problemático, pero Cody, que había permanecido en silencio hasta entonces, me ganó la palabra.

—Solo serás un estorbo para ella si la acompañas —soltó, de una forma que hasta a mí me molestó. Papá lo miró, furioso, mientras mamá se quedó pasmada al oír la forma en la que se refirió a nuestro padre, no obstante, él se veía tranquilo e indiferente como siempre—. Le darás más problemas que soluciones, tan solo eres un simple humano.

Por dos segundos exactos ni siquiera oí nuestras respiraciones, hasta que papá estalló. Se acercó a mi hermano, con los ojos furiosos y el mentón tenso, y ubicó su dedo índice frente a la nariz de Cody.

—Vuelve a hablarme así y te despides de tu entrenamiento de voleibol, de tus excursiones, de tus revistas científicas, y de tu cuaderno.

A pesar de ser una amenaza, y de sonar con el enojo suficiente para intimidar a cualquiera, Cody ni se inmutó al regaño de mi padre. ¿En qué momento cambió de actitud? Ese no era el mismo Cody que siempre había conocido, algo raro le sucedía.

—Es la verdad, papá —continuó Cody, observando a los ojos oscuros de nuestro padre con total tranquilidad—. ¿Sabes usar magia? ¿O defenderte de una mantícora? ¿Qué harías en ese mundo sin una forma de pelear? Solo pondrías en peligro la vida de Ailyn al tenerte cerca y preocuparse por ti. Lo siento, papá, pero es la verdad, no serías de utilidad.

Me quedé helada por un momento. Todo era cierto, pero la forma de expresarlo no era la mejor. Noté los ojos tristes de papá, y la cara larga de mamá. Ella lo entendió mejor que mi padre, ya que él tan solo negó con la cabeza en desaprobación.

—No permitiré que vayas sola a un lugar tan peligroso, Ailyn —decreto—. Sigo siendo tu padre, mi deber es protegerte.

Mi hermano no respondió, quizá entendió que debía ser yo quien lo persuadiera de acompañarme.

—Lo sé, y siempre lo harás —dije, en tono suave y dulce para apaciguar su furia—. Pero en esta ocasión es mi trabajo protegerlos, y aunque quisiera no hay mucho que puedan hacer en un mundo como ese, porque nunca han visto algo como eso.

—Pero, Ailyn, no puedes solo pretender que te dejemos ir así como estás a un lugar como ese. Te perdimos una vez, hija, no queremos volver a sentirnos así...

Dejó la idea en el aire en cuanto notó el rostro dolido de mi madre. Lo sabía, era consciente de lo que sufrieron cuando prácticamente me desaparecí, y no quería que pasaran por lo mismo otra vez, pero era necesario irme.

Estiré mi mano para tomar la de papá, y al hacerlo seguí con la de mamá. Ambos me miraron, dolidos. Mi padre no quería aceptarlo, y lo entendía, era difícil asimilar que una hija corría más peligro del humanamente posible, pero era algo que no podíamos cambiar.

—Sé que es difícil, que es algo que se nos escapa de nuestro control y entendimiento, y sé que puede ser muy frustrante aceptarlo. —Recordé las palabras de Evan en ese momento—. Y soy consciente de que tomará más tiempo recibir esta nueva vida; para mí no fue fácil, y para ustedes debe serlo menos, es por eso por lo que estoy abierta a preguntas. Les daré todas las respuestas que quieran. Sin embargo, deben saber que, aunque conozcan la situación, no pueden cambiarla.

Ellos me escucharon, cabizbajos, asimilando lo que significaba.

»Es extraño incluso hasta hoy, y de haberlo podido impedir sé que lo hubieran hecho. Y les agradezco que se preocupen tanto por mí. No es precisamente el tipo de vida que querían para mí, pero es lo que tengo, es lo que me tocó. Sé que suena aterrador, pero no soy una niña indefensa como creen. Puedo usar magia, defenderme; puedo luchar, y si no lo hago yo no lo hará nadie más. El poder que tengo, la responsabilidad de tenerlo, es solo mío, y es mi obligación hacer lo correcto y cumplir mi trabajo, o de lo contrario miles de vidas lo pagarían, incluyendo las suyas. Solo yo puedo proteger la Luz de la Esperanza, y aunque me gustaría quedarme aquí e ignorar ese mundo, no puedo hacerlo, porque ahora también es mi mundo, y el de ustedes.

Hubo silencio. Al parecer tanto mamá como papá se quedaron sin palabras, ya que se quedaron ahí, mirándose el uno al otro. A veces creía que tenían un lenguaje secreto para comunicarse sin usar palabras.

La expectación era evidente en mi rostro, no sabía qué pensar ni qué más decir. Aún quedaban algunos detalles que me gustaría que supieran, pero sin saber cómo se lo tomaban ellos no podría continuar cargándolos de información, de preocupación.

Al fin, papá se movió, hizo un gesto son su cabeza en forma desaprobatoria y soltó mi mano sin siquiera volver a mirarme. Mamá lo tomó de la camiseta, pero aun así no impidió que comenzara a moverse rumbo a su habitación. Ni siquiera terminó de comerse el postre, tan solo abandonó el lugar, la conversación, sin más.

Bajé la cabeza, vencida. Sabía que las cosas podían salir mal, pero aun así guardé la esperanza de que no tan mal. Al menos mamá podía comprenderlo mejor, ella siempre entendía la situación más rápido.

Sentí la mano de mamá apretando la mía para llamar mi atención. Levanté la cabeza, y observé sus mejillas húmedas y su nariz rosada, junto con sus ojos llorosos, me miraba con dulzura, con tristeza, con dolor. Y cuando habló su voz salió apagada, ronca.

—Mañana hablarás con él antes de irte, ¿podrás? —preguntó, dudosa—. No quiero que se quede con las ideas que tiene.

Intenté sonreír.

—Lo haré, tenlo por seguro. Pero tú... Aún hay cosas que debo decirles...

Asintió varias veces, con los ojos cerrados con fuerza, como si quisiera evitar volver a llorar.

—Lo sé, cariño. —Inclinó la cabeza a un lado, y frunció los labios mientras me miraba con una mezcla de ternura y temor—. Lavaremos los platos juntas, ¿te parece? Escucharé lo que tengas que decir, y más tarde hablaré con tu padre al respecto.

La observé un segundo, con fijeza, preocupada.

—No lo tomaron bien, no debí decirles nada al respecto.

—Hiciste bien, cariño. —Su mano libre me levantó el mentón con delicadeza, y luego me acarició la mejilla—. Necesitábamos saber lo que te ocurría, y agradecemos tu confianza en nosotros. Es solo que todo esto es muy... inusual. Son cosas que ni en sueños pensamos que podrían llegar a ocurrir, no es como si viniera en un manual o en algún libro sobre paternidad. Es solo cuestión de costumbre.

—Pero papá...

—Ya se le pasará, me encargaré de eso. Tú no te preocupes, entenderá que aunque queramos no podemos detenerte. —Alejó sus manos de mí, pero seguía mirándome con esa tristeza pasiva que escondían sus ojos y las ojeras bajo ellos—. ¿Será posible que te podamos despedir en el portal? Es lo más lejos que podemos llegar ¿verdad?

Una débil sonrisa se me escapó de mis labios.

—Lo siento, mamá, pero no se permiten humanos en el Olimpo. Nos despediremos aquí, igual que siempre.

Frunció los labios, y asintió despacio, resignada.

Poco más hablamos hasta que terminamos el postre, y al hacerlo Cody se despidió de ambas para irse a dormir, dejándonos solas. En cuanto comenzamos a lavar los platos ella empezó con sus preguntas. Hizo todo tipo de preguntas, desde las más básicas como el uso de magia, hasta las más complejas como lo que haríamos para ganarnos el corazón de las personas. Respondí lo que pude, sin omitir información. Era un libro abierto, y aun así, cuando hacía alguna pregunta cuya respuesta involucrara a Cody tuve que responder con otro comentario o solo decir que fue casualidad.

Ninguno sabía acerca del rapto de Cody, cuando despertaron ese día mi hermano estaba en su cama, como si nada hubiera pasado. Y esperaba que aquello nunca saliera a la luz, no soportaría ver sus rostros si se llegasen a enterar del peligro de muerte que corrió su pequeño hijo de diez años que nada pintaba en un mundo de dioses.

Le conté muchas de las cosas que ocurrieron en la primera misión, incluida información sobre mis amigos, y también lo que pasó esos días que falté. Ella escuchó con atención, por momentos con tanta tristeza que tuvimos que detenerlos para que pudiera recuperarse y continuar, y evitó involucrar su opinión en muchos de los temas, quizá por falta de criterio al respecto o por miedo a empeorar la situación.

Y así se hizo tarde, cuando el sueño nos venció y solo pudimos dejar el tema para ir a dormir. Cuando la despedí la sentí mal, triste y casi perdida en un limbo, pero ella me aseguró que mañana estaría bien, igual que papá, que no debía preocuparme por ellos y que tenía otras cosas en las que pensar.

Me fui a dormir con un sabor amargo en la boca. No sabía cómo sería la vida de mi familia después de eso, y me preocupaba dejarlos justo cuando en verdad se estaban adentrando a mi mundo. Lo único que me tranquilizaba era saber que se quedarían con Cody, y no existía persona en el mundo en la que confiara más que en mi hermano respecto a nuestros padres, porque que él los cuidara era incluso mejor que el hacerlo yo misma.

Ellos estarían bien, después de todo era mis padres. Aunque fuera difícil, saldrían de ese pozo mental lleno de incertidumbre, porque sabían que era lo mejor para la familia.

A pesar de acostarme en mi cama con la intención de dormir, esa noche no pude descansar; me removí toda la noche, y en algunos momentos me levantaba a dar vueltas por la habitación o a contemplar el cielo estrellado ausente de luna. Me sentía inquieta, y cada vez que cerraba los ojos me aterraba por alguna razón. Era como si tuviera miedo de dormir.

Estaba despierta cuando amaneció. Un frio sol se alzó en el cielo de invierno, anunciando el comienzo de una nueva aventura. Salí de mi cama, cansada, y tomé la ropa que usaría. Me dirigí al baño, y en el camino oí las voces de mis padres conversando en su habitación. No los interrumpí, seguí con mi objetivo sin prestarles atención. Ya tendría tiempo de hablar con ellos más tarde, ahora debían seguir hablando al respecto.

Tomé una ducha rápida, contemplando las marcas lila que se extendían por mi cuerpo; en ese estado era más fácil bañarme, porque siempre que me duchaba notar las marcas violetas me perturbaba.

Sabía que a los alrededores del portal de Kamigami hacía frio, así que un suéter rosa, un pantalón negro con una pequeña falda añadida, y un par de zapatillas deportivas fue mi primera opción. Por supuesto llevaba más ropa en mi mochila, variantes para cualquier clima al que nos enfrentáramos.

Cuando ya estaba lista saqué mi equipaje, y luego de sacar la daga de Astra y guardar algunas frutas usé un conjuro sencillo para reducir el tamaño de mi mochila, dejándola como un pequeño juguete más pequeño que mi mano. Me coloqué un cinturón, y a él le adherí mi equipaje para que no estorbara. Lo mismo hice con mi saco de dormir. Añadí la daga en un estuche especial, dejando ésta en su tamaño normal. Con todo pequeño y sujeto a mi cintura era más fácil correr.

Miré una última vez mi habitación, nostálgica, y salí hacia la cocina para comer algo antes de irme. Cody estaba sentado en el comedor cuando llegué, leyendo el periódico de ese día, algo que se me hizo extraño debido a que él siempre lo leía de noche. Me miró mientras me sentaba a su lado con atención.

—¿Te encuentras bien? Luces como si no hubieras dormido en toda la noche —mencionó en tono casual.

—No lo hice, no he dormido nada —respondí, a sabiendas de que su mirada no era normal, y que debía de estar pensando algo importante.

—Sí, lo sé. —Me miró a los ojos—. No tengas miedo, Ailyn, si nuestros padres te ven así se quedarán preocupados.

Solté un profundo suspiro.

—¿Cómo esperas que me vea entonces? —cuestioné—. Sé que no debo preocuparlos más, mamá anoche se veían realmente agobiada, se fue a dormir llorando, y papá no ha querido hablar desde entonces. No quiero dejarlos mal, pero ¿qué se supone que haga?

No me respondió, y tampoco dio tiempo para responder, ya que un segundo más tarde mamá salió del pasillo y entró a la cocina. Tenía unas muy grandes ojeras visibles y sus labios formaban una pequeña mueca, pero a pesar de su cara de cansada y de su seguro dolor de cabeza, nos regaló una sonrisa de saludo.

—Buenos días, niños, ¿durmieron bien? —preguntó, pero ni Cody ni yo le respondimos—. Prepararé el desayuno enseguida.

Asentí, y me ofrecí a ayudarle a prepararlo. Ella aceptó gustosa, y así fue como ambas nos metimos a la cocina a hacer algo que nunca habíamos hecho juntas: cocinar. Ella había tratado de enseñarme en el pasado, pero aquellas clases nunca terminaban bien. Simplemente no estaba en mí.

Preparamos wafles con miel y chocolate, con tocino y huevo incluidos. Y fue adrede, ese era el plato favorito de papá para desayunar, algo que me dio la impresión de que seguía molesto.

—Papá... ¿dijo algo respecto a la situación? —inquirí.

Mamá frunció los labios, preocupada, y me miró con cierta tristeza.

—Así es. Hablé con él, le dije todo lo que hablamos ayer, pero él se niega a dejarte ir. —Me observó a los ojos—. Conoce lo que está en juego, cariño, pero aun así prefiere tenerte aquí, así como estás, a que vayas a ese mundo. No le importa lo que suceda con el mundo, solo le importas tú. Henry... él quiere que te quedes, no dejará que te vayas.

Bajé la cabeza, y me concentré en la comida que tenía frente a mí.

Lo entendía, en verdad que sí, pero ya no podía ser egoísta. Yo también quería quedarme, obedecer a papá, pero no podía darme ese lujo. No podía permitir que por mi seguridad el mundo lo pagara.

—¿Dónde está? ¿Por qué no ha salido? Tal vez lo convenza si hablo con él a solas.

Mamá negó con la cabeza.

—No lo hará, cariño, sabes lo terco que es. —Se metió un bocado de comida a la boca—. Además, lo dejé atado a la cama con sus corbatas, no saldrá de ahí al menos en un rato.

Se me cayó el tenedor de la mano al oír eso. La miré, con los ojos abiertos, estupefacta. Cody le lanzó una mirada parecida, pero la diferencia fue que él reprimió una risa para evitar atragantarse con la comida.

—¿Que hiciste qué, mamá? —repetí incrédula.

Me tomó de la mano con cariño, como si no hubiera oído su propia confesión. Su acción me recordó un poco a lo que le hice a Astra en una ocasión.

—Ailyn, te entiendo, ¿bien? Sé que debes ir, y aunque me duela y me aterre no te voy a detener porque sé que es lo mejor, también para ti. —Me regaló una sonrisa tranquilizadora—. Y tu papá lo entenderá también, igual que lo entendió la primera vez, solo necesita tiempo. Pero tú no tienes tiempo. Debes irte, y estoy segura de que si él pudiera sellaría todas las entradas y sería capaz de atarte para que no salgas.

—Pero ¿atarlo? Es demasiado. Ni siquiera está pidiendo ayuda.

Se apartó de mí y continuó con su desayuno.

—Eso es porque le puse una corbata en la boca —confesó, y se encogió de hombros con cierta inocencia—. Cuando te vayas le pediré disculpas, se le pasará pronto una vez que se dé cuenta de que hay cosas que no puede controlar.

Como a mamá, pensé para mis adentros. En cierto sentido me parecía un poco a ella.

Terminamos de desayunar a los pocos minutos, justo a tiempo para bajar donde Cailye para irnos juntas al Olimpo, después de todo yo no tenía cómo trasportarme.

Toqué la puerta de la habitación de mis padres, luego de pedirle a mamá y al enano que esperaran en la sala. Entré tras tres toques, y en efecto se encontraba atado de brazos y piernas a la cama, como si estuviera poseído, y además en su boca se encontraba una de sus corbatas, fuertemente amarrada.

Se movió con brusquedad en cuanto me vio, intentando con todas sus fuerzas desatarse. Sus ojos oscuros se abrieron como platos, con una gota de locura y desesperación; las venas de su cuello y de sus brazos se marcaban debido al forcejeo, y sus muñecas se hallaban rojas por esa misma razón. Sudaba, y su pulso estaba acelerado, pero más que su apariencia en serio podía ver el dolor tras su mirada.

—Lo siento, mamá me dijo que no te desatara. —Me acerqué a la cama, mientras su mirada me seguía con desesperación. Se moría por hablar conmigo, por poder moverse con libertad—. Da miedo, ¿verdad? A pesar de todo lo que he visto últimamente, ella sigue encabezando la lista de cosas aterradoras. Creo que Cody no volverá a dormir tranquilo ahora que sabemos de lo que mamá es capaz.

Alzó la cabeza, y tratando de decir algo movía la boca, pero solo salían gruñidos de su parte.

—Sé que quieres hablar, y puedo adivinar lo que me quieres decir, pero antes de eso solo escúchame, ¿bien? Seré breve, lo prometo.

Sus ojos temblaron de impotencia, y su respiración se volvió cada vez más irregular. No me agradaba verlo así, era triste y lamentable, pero sabía que mamá lo hizo por mí. Y, aun así, no dejaba de inquietarme él cómo lo estaba pasando.

Tomé aire, y comencé:

—Entiendo cómo te sientes, y respeto tu opinión, después de todo eres mi papá. Pero aun así hay cosas que no quieres ver. Conoces el panorama, y sé que aunque no lo digas entiendes muy bien la situación y sabes que lo que estoy por hacer es lo mejor. Eres científico y un gran profesor, tu capacidad de entendimiento supera la mía, y por eso te da tanto miedo.

Hice una pausa al contemplar cómo cerraba los ojos con fuerza, confirmando mis suposiciones respecto a su pensar.

»Porque conoces los riesgos y no quieres que yo los tome. Pero no puedes protegerme de todo. Lo siento, pero es la verdad. Es algo que debo hacer, y aunque quisiera ni siquiera tú puedes detenerme. —Me incliné sobre él, y deposité en su frente un pequeño beso, mientras él seguía intentando modular—. Te agradezco tus intentos, pero no hay más que puedas hacer al respecto. Cuídalos bien, te prometo que volveré en una sola pieza, sana y salva, porque ustedes me esperan.

Le solté la corbata de su boca, y de inmediato habló:

—Por favor, Ailyn, quédate —pidió con la voz temblorosa—. Antes te lo ordené, ahora te suplico que no vayas. Tengo un mal presentimiento, hija, no quiero que nada malo te pase. Por lo que más quieras, tan solo no vayas.

Sonreí, con toda la dulzura y tranquilidad que pude sin soltarme a llorar. Sus ojos vidriosos no ayudaban.

—Te amo, papá.

Me di media vuelta, mientras escuchaba sus gritos y el sonido de la cama al moverse producto de sus continuos movimientos.

—¡Ailyn! ¡Ailyn! ¡Ailyn, por favor!

Salí de la habitación, y cerré la puerta sin mirar su interior de nuevo.

Atravesé la casa hacia la salida, donde mi madre y Cody me esperaban. Mamá tenía la cabeza gacha, con los labios curvados hacia abajo, y apretando los hombros de mi hermano con fuerza.

—Espero que se recupere pronto. Por favor, mamá, en cuanto me vaya ve a desatarlo, me duele dejarlo así. —Ella asintió, sin verme a los ojos. Me volví hacia Cody entonces—. No podré comunicarme con ustedes mientras esté allá, así que si tienes algo que decirme es el momento indicado.

Me miró, pero no hizo ningún gesto en particular.

Entonces, mamá se me lanzó encima, rodeando mi cuerpo con un gran abrazo de esos que solo las mamás podían dar. Sentí sus sentimientos en mi cuerpo gracias a su gran apretón, algo reconfortante. Le devolví el abrazo, con toda la energía que podía.

—Prométeme que volverás a salvo, cariño. Júrame que volverás con nosotros, sana, y que nada volverá a separarte de tu familia —murmuró en mi oído con la voz débil.

—Lo prometo, mamá, puedes estar segura de que volveré sana a sus brazos. Porque sé que mi familia me espera.

—Te amo, cariño.

—Y yo a ti, mamá. —Le di un último gran apretón antes de soltarla.

Limpió sus mejillas una vez se separó de mí, y me sonrió con confianza. Me gravé sus ojos ámbar vidriosos, y su cabello castaño, su piel tersa y sus manos de enfermera; para tener ese momento exacto en mi memoria. Hice lo mismo con el rostro de papá, su barba de varios días y su cabello revoltoso, igual que una mirada desesperada por tenerme con ellos.

Fijé mis ojos en Cody, y él los suyos en mí. A pesar del rumbo que había tomado nuestra relación, él seguía siendo mi hermano pequeño, y eso ningún poder o videncia lo cambiaría. Extendí mis brazos hacia él; al comenzó creí que no lo aceptaría, pero luego tan solo relajó su cuerpo y se me acercó. Lo rodeé con los brazos, mientras él rodeaba mi cintura. Su cabeza llegaba casi a mi pecho, prueba de su rápido crecimiento; dentro de poco superaría mi estatura.

—Confío en ti, Cody. Los dejo en tus manos otra vez. Sé que estarán bien contigo.

Sentí la fuerza de su abrazo, algo inusual gracias a lo poco que le agradan las muestras de afecto.

—No te preocupes por ellos. Enfócate en lo que debes hacer. —Se apartó de mí, y noté entonces un muy pequeño rubor en sus mejillas. Miró hacia otro lado cuando añadió—: Y-Yo también te quiero, hermana.

Un nudo se atascó en mi garganta, y tuve que poner mucha fuerza de voluntad para no lanzarme sobre él y abrazarlo con toda la fuerza que tenía. Escucharlo decir eso era todo un acontecimiento; debía marcar ese día en el calendario.

Sonreí, con auténtica alegría, y asentí. Su comentario me llenó de vigor, de energía, me ayudó más de lo que podía imaginar.

Salí del apartamento, y me despedí con la mano de ambos al tiempo que ellos me imitaban. No obstante, justo cuando me dispuse a bajar las escaleras, escuché la voz de Cody de nuevo.

—Ailyn, sé fuerte.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, junto con una punzada de miedo tétrico que anunciaba un mal presagio. Lo miré sobre mi hombro, pero lo único que vi en él fue una sombra oscura que cubría sus ojos, producto del efecto de la luz sobre su cabello.

Por un momento mi corazón se paró y mi mente se quedó en blanco. No quería pensar en sus palabras, ya no. Tragué saliva con fuerza, y obligué a mi cuerpo a descender por las escaleras.

No había llegado al piso intermedio entre el apartamento de los Knight y el mío cuando la sombra de un ave captó mi atención. No tenía que ser adivina para saber que se trataba de cierta lechuza entrometida. No detuve mi ritmo, y aun así sentí sus garras sobre mi hombro cuando aterrizó sobre mí.

«—No creerás que te desharás de mí, ¿o sí? —Ni siquiera la volteé a mirar mientras seguía caminando.»

—Eso es imposible, me queda claro, At. Eres como una enfermedad crónica. De todas formas, sabía que te vería en algún momento, dijiste que irías conmigo después de todo. —Le eché una rápida mirada de reojo—. ¿Dónde te quedaste anoche? Fue raro no verte en mi habitación.

Noté que desvió la mirada y frunció el entrecejo.

«—Fui a perseguir una rata. —Al ver mi expresión de confusión añadió—: No te preocupes, no es nada, solo debía asegurarme de algo.»

Lo dejé pasar, pues a pesar de querer saber más del tema, At nunca me diría nada que no quisiera que supiera.

Toqué la puerta del apartamento de Cailye en cuanto llegué, y no tardó mucho en salir. Sus coletas las tenía igual de recogidas, y vestía un enterizo azul marino de manga larga y pierna corta que se ajustaba a la perfección a su cuerpo. Bueno para moverse, pensé en cuanto vi que tenía unas botas aptas para correr. Y, al igual que yo, una pequeña maleta y otras cosas encogidas colgaban de un cinturón que adornaba el conjunto.

Sus ojos oscuros en lugar de mirarme a mí se posaron en el ave en mi hombro. El desconcierto fue evidente en sus ojos; quería una explicación. Y la comprendía. Primero llevó a Cody al Olimpo aun con la prohibición de humanos, y ahora me veía frente a su puerta con mi mascota.

—Larga historia —Suspiré—, te lo explicaré después. Por ahora vámonos, se nos hace tarde.

Se lo pensó un momento, hasta que se encogió de hombros.

—Bien, vamos, pero no sé qué digan cuando te vean llegar con una lechuza. Y, por cierto, ¿qué tipo de mascota es esa? —inclinó la cabeza, recordando—. He mejorado comunicándome con los animales, pero con tu ave no logro una conexión. ¿Será que estoy haciendo algo mal?

En verdad se veía confundida, intentando armar un rompecabezas extraño. Una risita nerviosa se escapó de mis labios, e intenté controlarme para que no oliera nada.

—No haces nada mal, luego lo probarás. —Le eché una mirada al interior—. ¿Y Andrew? ¿No irá con nosotras?

Cailye, que había estado mirando mucho a At y recibiendo una mirada asesina sin saberlo, me miró con atención, haciendo memoria.

—No, se fue temprano, dijo que nos vería ahí.

¿A dónde habrá ido? ¿Seguiría con la idea de acompañarnos?

Cailye cerró la puerta con llave, y sacó de entre su ropa el collar-arma con forma de arco. Lo extendió en medio de un brillo amarillo, y lo sostuvo en sus manos.

—Por cierto, ¿cómo te fue con tus padres? ¿Resultó bien la cena?

Una sonrisa torcida y lamentable se apoderó de mi rostro, y Cailye debió notar algo en mi olor porque de inmediato compartió mi pesar.

—Pudo haber salido mejor —me limité a decir.

Mis pies sintieron la firmeza del suelo en cuanto la luz amarilla de la magia de Cailye despejaba mi visión. Deslumbré las altas paredes del palacio, el brillo del sol que entraba a oleadas por las ventanas descubiertas, y el olor a flores que indicaba la cercanía con el jardín. Eso era lo más lejos que podíamos teletransportarnos en el Olimpo, por cuestiones de seguridad.

Caminé con Cailye a través del pasillo, en silencio; nuestros pies hacían eco en el palacio, mientras una que otra mariposa se cruzaba frente a nosotras. Me sorprendió la cantidad de Guerreros de Troya que se hallaban en cada esquina, y también me percaté de que muchas Gracias rondaban los pasillos, en parejas, como si de patrullas se tratara. Sin duda alguna, la seguridad aumentó desde mi incidente, y aún más si contaba la intromisión de Kirok al palacio justo bajo las narices de Zeus.

Al menos a ninguna Gracia le llamó la atención mi mascota, de hecho, fue como si aquello fuera de lo más normal en ese lugar. ¿Acaso no podían sentir la naturaleza de mi mascota? ¿Pero cómo? ¿No se suponía que At no tenía magia?

Noté que At permaneció con la vista al frente, sin inmutarse ante la edificación que antes fue su hogar. No parecía importarle estar de vuelta, tan solo permanecía en mi hombro como si fuera una decoración, y con una expresión más seria de lo que podía verse una lechuza. Eso sin contar que era de día y ese era un animal nocturno.

Dejé salir un suspiro en cuanto abandonamos los pasillos exteriores para adentrarnos al corazón del Olimpo, donde poco a poco la luz del sol disminuía de intensidad. Todo era más oscuro conforme nos acercábamos al salón del portal, pero al mismo tiempo una nueva luz se apoderaba de ambiente.

Blanca, muy blanca, con pequeños atisbos de azul; esa era la combinación de luces mágicas que desprendía el portal, era la muestra física de su poder.

Percibí el leve temblor corporal de mi amiga cuando nos encontrábamos a unos metros del salón. Estiré mi mano, y la posé sobre su hombro.

—No te preocupes, estamos juntos, no pasará nada malo.

Sus ojos se encontraron con los míos, preocupados y nerviosos.

—Lo sé, pero es imposible no sentir...

—¿Miedo? —aventuré, a lo que ella asintió—. Yo también lo tengo, pero me consuela que no estaré sola. Si estamos juntos nada malo puede pasar.

Sonrió, con cierto alivio, y respiró hondo para tranquilizarse. Al menos había alguien tan nerviosa como yo.

El gran brillo de la luz del portal me cegó por un segundo en cuanto ingresamos a una sala de techo alto, sin ninguna ventana ni nada más aparte del imponente arco de unos treinta metros que se elevaba en medio del lugar. Un arco de piedras cristalinas como el diamante formaban el portal de acceso al mundo de los dioses, y de él salía una luz blanca con ondulaciones azules, como si aquella luz mágica tuviera vida.

Ahí, ya esperando, se encontraban los demás Dioses Guardianes. Evan y Logan se encontraban revisando el mapa que encontró Kirok, mientras al otro lado Sara y Daymon conversaban hasta que nos vieron llegar. Todos posaron sus miradas en nosotras, o, específicamente, en la criatura que tenía en mi hombro.

Sonreí, o mejor dicho, se me salió una mueca de los nervios.

Kirok se encontraba en un rincón de la sala, en las sombras, oculto. Si no hubiera sido por el brillo siniestro y sobrenatural de sus ojos rojos no lo habría percibido. Kirok podía esconder muy bien su presencia, por lo que saber si estaba cerca era complicado. Su esencia era como la de un fantasma. Sonrió de lado, y se enderezó para reunirse con nosotros.

Incluso, entre los presentes, un rostro familiar se hizo notable. Mi cuerpo se tensó en el momento en el que reconocí a la diosa de la justicia cerca de Evan y Logan, con sus ojos sobre el mapa que analizaban. Al verme ni se inmutó, pero en cuanto vio a At fue imposible no notar su rostro de sorpresa.

El único que no estaba ahí era Andrew. ¿Dónde se había metido?

—Qué bueno que llegan —comentó Evan, a unos pasos de nosotras—, estábamos evaluando la mejor ruta que deben tomar para llegar a Némesis en el menor tiempo posible.

—Lo malo es que es imposible llegar sin atravesar antes algunos terrenos peligrosos —completó Logan, con una mirada fría sobre mí y mi lechuza—. No será fácil llegar.

Cailye se encogió en su lugar, con las manos apretadas en puños.

—Lo sabemos, vamos preparadas para todo —afirmé.

Evan asintió, con rostro serio.

—¿Por qué trajiste a tu mascota? —preguntó Sara, con el ceño fruncido, a unos pasos de nosotras—. No pensarás llevarla, ¿verdad?

Al igual que nosotras, Sara lucía lista para lo que fuera que nos encontráramos, su traje era ligero, con pantalón largo y blusa de tiras, e incluso me sorprendió notar la coleta que lucía en la cabeza. Esa era la primera vez que la veía con el cabello recogido.

Noté la atención de Temis a su pregunta.

—No causará problemas, lo prometo; además, puede que nos sea útil. Quiero que esté conmigo, como lo estuvo en el Lago de los Recuerdos. Me da seguridad saber que está cerca; no estará en peligro, se sabe cuidar bien sola.

A pesar de mi pobre respuesta, Sara siguió mirándome con cara de desaprobación. Al mismo tiempo, me percaté de la batalla de miradas entre At y Temis. La diosa la miraba con fijeza, igual que At, pero mientras el ave permanecía quieta e inmutable, Temis lucía una mirada curiosa y una sonrisa ladeada acompañaba su gesto.

En cuanto Sara abrió la boca para objetar, Temis le ganó la palabra.

—Estoy aquí como representante de la Corte Suprema —aclaró, ganándose la atención de todos—, significa que estoy a cargo del debido ingreso a Kamigami. Debo asegurarme de que las cosas se hagan bien, pequeña Atenea, pero no por eso dejo de ser la diosa de la justicia. —Su sonrisa se amplió, con cierta suficiencia—. Podéis llevarla con vosotros, no me opongo a ello.

Tanto Sara como yo, e incluso Evan, nos quedamos con la boca abierta por la sorpresa. Observamos a Temis, como si no estuviéramos seguros de haber escuchado bien, pero ella asintió en aprobación comprobando su autorización.

At asintió en respuesta, como agradecimiento, aunque las únicas que nos percatamos de ello fueron Temis y yo. Sin duda alguna ella se enteró de la verdadera identidad de mi lechuza, pero la pregunta era ¿por qué lo aceptó?

—Lamento meterme en sus asuntos, pero ya debemos irnos —dijo Kirok, haciendo presencia entre nosotros—. Cuanto antes crucemos el portal menos tiempo gastaremos.

Sara le lanzó una mirada cargada de desconfianza, mientras Cailye se escondía detrás de mí. ¿Así cómo lograríamos trabajar? Mi familiar me miró a los ojos, haciéndome pegar un pequeño brinco de la impresión; en esa sala oscura donde la única fuente de luz era la magia del portal, sus brillantes ojos rojos daban escalofrío.

Solté un suspiro. Aun no empezaba el viaje y ya estaba agotada.

—Aun no podemos irnos, no hasta que llegue Andrew —aclaré—. Él tiene mi collar-arma, no puedo irme sin él.

Kirok levantó una ceja, pero no dijo nada más.

No era solo por mi Arma Divina, no quería irme sin despedirme de él. Quería verlo una última vez, abrazarlo, y decirle adiós como correspondía. No quería irme con la carga de no habernos despedido.

—No hará falta que esperen, ya estoy aquí.

Una voz familiar llegó desde la entrada, ganándose la atención de todos. Me giré yo también, con el corazón acelerado. En efecto, se trataba de Andrew, parado bajo la entrada de la sala. Tenía puesta una chaqueta negra con una camiseta azul índigo debajo; un jean oscuro y unas zapatillas acompañaban su atuendo. Sin embargo, lo que me llamó la atención de él fue que tenía un cinturón similar al de Cailye y al mío, pero en lugar de rodear su cintura rodeaba su pecho en diagonal.

Sonreía con confianza, y se adentró a la sala hasta donde nosotros. Me miró a los ojos en cuanto se acercó, y estiró su mano hacia mí.

—Toma. —Me entregó el collar-arma como si nada. Asintió al agradecimiento que nunca le dije, y se volvió hacia Temis entonces—. Iré con ellas, tomaré el lugar de Afrodita, como lo acordamos primero.

No fui la única en quedarse de piedra, tanto Evan como Cailye dejaron ver la sorpresa en sus rostros. Daymon tan solo sonrió, una sonrisa grande y vistosa llena de energía, mientras Logan... me pareció ver el atisbo de una sonrisa en sus labios.

At emprendió vuelo en cuanto se percató de la mirada de Kirok sobre ella, escondiéndose en lo alto de la sala, ajena a todo el alboroto que se formó.

—¿Qué? —exclamó Sara, obviamente ofendida.

—Sara, sé que quieres acompañarla —le dijo Andrew a mi mejor amiga, sin una gota de arrepentimiento—, pero seré yo quien lo haga. Es la mejor opción.

—No es algo que decides y ya —intervine, acercándome a él—. Ya lo hablamos, la Corte Suprema dice que no.

—Y yo digo que sí. —Su expresión se enserió—. Veamos qué voluntad prevalece.

Tal vez debí amarrarlo, igual que mamá con papá, eso me habría ahorrado más problemas.

Y de nuevo vi a Temis sonreír. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al notar su expresión divertida. Sin duda ella era diferente a los demás dioses de la Corte Suprema.

—Vosotros no dejáis de sorprender —comentó, con cierta gracia—. Sois un grupo muy animado, reconozco eso.

—¿Entonces no intentará detenerme? —inquirió Andrew, con descaro.

Lo halé de la chaqueta, para llamarle la atención por ser tan descortés con una deidad como ella, pero él me ignoró por completo. Temis lo miró a los ojos, y en respuesta los de ella brillaron con un color bronce antinatural. Esa diosa en verdad era extraña.

Hubo un momento de silencio, o mejor dicho, de tensión, en el que tan solo esperamos la respuesta de Temis. La observé con atención, intentando descifrar el secreto detrás de su magia. Su atuendo dividido en dos mitades de opuesto color, y su piel bronce al igual que su cabello tenían un mensaje oculto, lo sabía, pero no lograba descubrirlo.

—Puedo detenerte, pero no quiero hacerlo, joven Apolo —contestó al fin, dejándonos aún más fríos que antes—. Si unirte a ellos, a cambio de Afrodita, es lo que todos queréis, no me opondré a vuestra decisión.

Eso... aunque sonara genial también lucía turbio. Demasiado bueno para ser verdad.

—Creí que apoyabas las leyes y que serías la primera en oponerse a que Apolo nos acompañe —mencioné, ganándome una mirada pesada por parte del chico de cabello ámbar—. Va contra las reglas.

Temis negó con la cabeza.

—Las leyes no son símbolo de justicia, y la justicia no se rige por las leyes. El significado de justicia es complicado, Dioses Guardianes, y demasiado subjetivo, ni siquiera los humanos han logrado descifrarlo completamente aún. Me guio por mi propio equilibrio, es por eso que no me opongo. Ya hablaré con los otros dioses en su momento.

Mi mandíbula casi tocó el suelo ante las libertades que se tomaba la diosa de la justicia; no pareciera temerle al poder de Zeus, o a sus castigos. Sin duda alguna todos los dioses estaban locos, cada uno a su manera.

Sentí la mano de Andrew sobre la mía, y al mirarlo me encontré con una sonrisa de su parte, una sonrisa de tranquilidad y alivio. Mi pecho se desinfló, igual que el suyo.

—Te dije que lo haría —murmuró.

—¿Y qué habrías hecho si te decía que no? —cuestioné.

—Por eso tardé en llegar, estaba consiguiendo algo.

Lo miré con cara preocupada.

—Andrew, ¿qué hiciste?

Sonrió con algo de picardía.

—Te lo diré después.

Sentí la mirada de Sara sobre nosotros, igual que la de todos los presentes. Me separé un poco de Andrew, y me aclaré la garganta. Sara soltó un suspiro, y sonrió con pesar.

—En verdad quería ir contigo, estar ahí para ti —confesó. Tomó aire, y miró a Andrew—. Pero estoy tranquila si Andrew te acompaña, es lo más cercano a seguridad que tendrás allá. —Noté la mirada de reojo que le lanzó a Kirok, tanto como Andrew—. Cuídala el doble por mí. Cuento contigo, ¿verdad?

Andrew la miró con seriedad, y asintió con toda la firmeza que pudo. Si bien no eran los mejores amigos, la relación de Andrew y Sara era cómplice, como si ambos pensaran las mismas cosas al mismo tiempo.

—Los tres, acérquense, tengo algo para ustedes. —El repentino llamado de Logan nos sorprendió a todos. Estaba parado cerca del portal, en un lugar muy iluminado, con sus verdes ojos sobre nosotros. Tanto los hermanos como yo obedecimos—. En Kamigami no hay forma de comunicarse con la Tierra, pero creé una forma de conseguirlo.

Sus ojos nos observaron con una dureza absorbente, como si no hubiera nada detrás de aquellos verdes ojos. Casqueó los dedos, con los ojos cerrados y los labios fruncidos, y en respuesta una especie de accesorio apareció en nuestras manos derechas. Se trataba de una joya brillante ovalada, unida a la parte dorsal de nuestras manos mediante el dedo meñique, el índice, y la muñeca, en forma de X.

—¿Qué son? —quiso saber Cailye. Su joya era amarilla, mientras que la de Andrew era azul y la mía rosa—. Son bonitos.

—Intercomunicadores. —Levantó su mano derecha, donde relucía una joya igual pero de color jade—. Así podrán comunicarse con nosotros y nosotros con ustedes. Estaremos al tanto de su proceso tanto como ustedes del nuestro.

Un brillo mágico recorrió el lugar, una luz verde, la magia de Logan, envolviendo las manos de los demás, al instante tanto a Sara como Daymon y Evan les otorgó una joya igual. Cada uno era de un color diferente, pero todos brillaban como pequeñas estrellas.

—¿De dónde los sacaste? —pregunté, curiosa.

Me miró con dureza al responder.

—Los construí yo mismo. Y antes de que alguien pregunte, sí, sí funcionan.

—¡Se ven geniales! —alagó Daymon, contemplando su intercomunicador color naranja, y tocándolo por todas partes con su mano buena—. ¿Cómo funciona?

—No, espera, no lo presiones tanto o lo averiarás.

Logan corrió hacia donde estaba Daymon, antes de que dañara su creación, y detrás de él Sara se le unió para detener al pelirrojo, mientras Daymon seguía sin hacer caso.

Cailye rio a carcajadas, en cambio Andrew tan solo negó con la cabeza. Temis, observando de lejos con una mirada pacifica, dejó que todo ese escándalo se diera sin meter un dedo en la situación. En cierto sentido era escalofriante.

Entonces, sentí que alguien me haló del brazo. Me giré, y vi cómo Evan me apartaba del grupo, llevándome al otro lado del salón, donde no pudieran oírnos. Sentí la mirada de Kirok en ese momento, consciente de lo que ocurría, pero sin meterse en el asunto.

—¿Estás bien, Evan? ¿Pasa algo?

Me soltó, y movió sus labios con duda, se veía ansioso, preocupado; sus ojos azules se veían inquietos.

—No estoy muy seguro de dejarte sola con los Knight —masculló.

Lo miré con extrañeza.

—¿Qué? ¿Por qué? He estado a solas con Andrew muchas veces, igual que con Cailye.

Él negó lentamente con la cabeza.

—Pero esto es diferente. Estarás sola con ellos durante varios días, semanas incluso, en un mundo lleno de monstruos...

—Evan, ¿qué te preocupa? —lo detuve.

—Si los elegiste debes tenerles paciencia, y mucha comprensión. Ellos son... son difíciles de tratar en ocasiones.

Fruncí el ceño. Ahí había algo raro.

—¿A dónde quieres llegar?

—Lo que Andrew te dijo, sobre sus padres y cómo murieron, ¿lo recuerdas? —preguntó, a lo que yo asentí. Aquello era imposible de olvidar—. Eso fue muy difícil, es un trauma demasiado grande para una persona, mucho más para un niño. Vieron a sus padres morir frente a sus ojos, consumidos por las llamas, ¿sabes lo que eso causa en la mente de un niño? Ailyn, los destroza, destruye su inocencia y su infancia. Es una cicatriz muy profunda para sanar.

—¿Qué insinúas? Ya me estás asustando.

Él suspiró, frustrado.

—Ailyn, hay detalles que Andrew no te contó, cosas que es mejor no tocar. Fue doloroso para él narrarte lo que pasó, de haberte contado más detalles no podría ni siquiera verte a la cara.

—Evan...

—Ellos asintieron a terapia, fueron a ver a un psicólogo luego de instalarse con sus tíos. Andrew fue solo un mes, no hubo poder sobre la tierra que lo obligara a continuar, pero Cailye asistió todo un año. —Hizo una pausa—. Pero hay cosas que los psicólogos a veces no ven, cosas que se les escapan.

—¿Dices que ellos están...?

Bajó la cabeza, tomó aire y continuó hablando.

—Claro que no. Andrew está bien, técnicamente hablando; es crudo y honesto, lo conoces, es sereno y controla lo que deja ver a los demás muy bien; pero hay cosas que todavía suceden en su cabeza que no ha revelado a nadie, guarda mucho de él, es cerrado y no se deja ayudar; es difícil alcanzarlo. Y en cuanto a Cailye... ella es inestable emocionalmente, es explosiva.

Abrí los ojos más de lo usual, y traté se entender a dónde quería llegar.

—Creí que solo era extrovertida... ¿dices que es...?

—No. Solo se deja llevar muy fácil por un sentimiento en específico. Puede tomar malas decisiones en un mal momento, y hacer cosas que luego lamentará. Su cerebro solo procesa una emoción al mismo tiempo, y como sabrás, es cerrada en su razonamiento.

Me tomó un segundo asimilar lo que intentaba decirme.

—¿Crees que pasará algo si van a Kamigami? —inquirí.

Él volvió a negar con la cabeza; sus ojos se veían más azules en la oscuridad y su rostro reflejaba cierta incertidumbre.

—Espero que no. Solo quería que supieras que no eres la única a la que ir ahí se le hace difícil. Ese lugar puede remover sentimientos, y pueden ocurrir tantas cosas que les haga daño que debes ser muy cuidadosa. —Miró hacia donde los hermanos se encontraban—. Y Cailye ha estado actuando extraño desde la noche de la misión en el Amazonas; si ocurre algo, si ves que ella hace algo raro, avísame ¿puedes? Me preocupan, nunca me he separado de ellos desde que se mudaron a Ohio.

Lo entendía, también me preocupaba el caso de los Knight. Eran niños, y bajo la circunstancia que fuera ver morir a sus padres era algo que dejaba huella hasta en un dios. Sabía que aún era duro para ellos, y que tratar de lidiar con eso día a día tenía sus inconvenientes... Pero estaríamos bien, porque ellos sabían que a pesar de haber tenido una infancia dura todavía tenían una familia.

Le sonreí con tranquilidad una vez llegué a esa conclusión, y posé mi mano en su hombro.

—Sé cómo te sientes, Evan, creo que Sara se siente igual. —Hice una pausa para mirarlo a los ojos—. No te preocupes, los cuidaré a ambos. Estaremos en contacto, no será como si te separaras de ellos, es más bien como cuando estaban en Cleveland y tú te mudaste a Ohio.

—No se parece en nada —alegó, sin cambiar su expresión.

Era extraño ver a Evan preocupado, él siempre conservaba la calma hasta en los peores momentos. Sin duda tanto Andrew como Cailye eran de las pocas personas que lograban alterar eso en él, se podía notar el impacto que ambos tenían en su vida.

—Evan, cálmate, todo estará bien. Confía en mí.

Se quedó en silencio unos segundos, dudoso, con su atención fija en mí.

—Lo hago, sé que estarán bien contigo. Pero, aun así, mantenme al tanto, ¿bien? No estaré tranquilo de lo contrario.

Bufé mientras sonreía. Levanté mi mano derecha frente a él, enseñándole el intercomunicador de Logan.

—Te mantendré al tanto de todo, lo prometo.

Él sonrió, con más calma, y asintió de acuerdo.

—¡Lo siento! —La disculpa de Daymon captó nuestra atención.

Nos volvimos hacia los demás, descubriendo así que Daymon había roto la joya que usaba el intercomunicador que Logan le dio. El pelirrojo se veía apenado, incomodo, mientras el chico de ojos verdes permanecía con los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el pecho, visiblemente molesto.

Cailye soltó una fuerte risa, mientras Sara trataba de hacer sentir mejor a Daymon.

—Fue un accidente, ¿lo puedes arreglar? —le preguntó Sara a Logan.

Él no respondió, tan solo tomó el intercomunicador roto de Daymon, con el ceño fruncido, y comenzó a examinarlo en un lugar aparte.

Sonreí también, pues la escena era algo graciosa a pesar de la molestia que sentía Logan.

Sentí la presencia de mi familiar justo a mi lado entonces. Volteé la cabeza, encontrándome con sus ojos rojos de repente. Estaba serio, y las puntas de su cabello le hacían sombra al brillo sobrenatural de sus ojos.

—¿Conseguiste lo que fuiste a buscar a Salem? —inquirí, antes de que dijera cualquier otra cosa.

Una sonrisa pícara se expandió por su rostro, y me miró con aire de triunfo.

—Por supuesto que sí. Tengo lo que necesitamos, suficiente para que todos regresemos. No nos tendremos que preocupar por cómo volver. —Entrecerró los ojos, adoptando un tono más suave de voz—. Y ya le avisé a Temis, lo aprueba por cierto. No habrá problema con eso.

Asentí en agradecimiento. Entonces, su semblante pícaro se desvaneció en cuanto observó al ave que permanecía en la parte más alta y lejana de nosotros, siendo remplazado por un Kirok más serio y casi apagado.

—Luz, en serio, debemos irnos ya —apresuró, con afán en su voz—. Entiendo que lo quieras aplazar, pero el tiempo que tenemos es poco. Ya es hora.

La sonrisa se borró de mi rostro entonces. Kirok tenía razón, era hora de irnos.

Andrew debió notar u oír nuestra conversación, porque enseguida soltó un pequeño suspiro y anunció:

—Es hora, ya nos vamos.

Y con eso Sara dejó de reprender a Daymon, Cailye dejó de reír, y Logan olvidó el problema con el intercomunicador.

—Bien, la ruta que tomarán será la siguiente —comunicó Evan en voz alta, mostrando el mapa en alto—. Primero atravesarán el Bosque de la Lira, luego el Valle de Gea hasta el Bosque de Laureles. Deben atravesar la Cordillera de Maya y una vez lo hagan cruzarán el Mar Neptuno hasta la Gea Hija Sur. El camino que seguirán será la ruta de riscos del Páramo Boreas, el Nevado de Quione, y el Bosque de las Ilusiones. Cuando lo hayan hecho solo tendrán que atravesar esa parte de la Cordillera de Maya hasta el Laberinto de Minotauro, ahí es donde Némesis se resguarda.

Solo imaginarme el trayecto me causaba dolor de pies. ¡Y todo eso a pie! ¿Sí sería suficiente el tiempo que Zeus nos dio?

El mapa voló hacia las manos de Andrew, quien lo guardó enseguida.

—Tengan cuidado con el camino —agregó Logan—. No solo hay criaturas salvajes o deidades que querrán cortarles la cabeza, hay muchas grietas dimensionales abiertas por ahí y la naturaleza en ese mundo no es confiable. Deben mantener alerta en todo momento, o harán que los maten.

Tragué saliva, intimidada por su tono y la frivolidad con la que decía todo eso.

—La lista que revisamos antes, la de las deidades con posibilidades de unirse a nosotros, se las enviaré con más detalles luego de la reunión con la Corte Suprema —añadió Evan—. Por si en su camino se encuentran con alguna de ellas.

—Pero no es su prioridad —aportó Logan otra vez, con mirada seria de comandante, tanto que por un momento vi a Astra en lugar de a Logan—. No tienen tiempo de buscarlas a todas, ni medios para hacerlo. Solo si se las encuentran. Irán a lo que tengan que hacer, o no podrán hacer ninguna de las dos cosas. Deben encontrar a Némesis, si se desvían de su ruta no tendremos oportunidad alguna, y si no consiguen llegar a ella no valdrá de nada la lucha. Así que más les vale completar sin contratiempos esta misión.

Evan sonrió con calidez, como si el tono y las palabras de Logan fueran de lo más natural, mientras los demás lo mirábamos con sorpresa.

—Lo que él dijo —se resignó Evan.

Me acerqué al portal, donde los hermanos me esperaban, con Kirok pisándome los talones.

No pasé desapercibidas las miradas de Evan y de Sara sobre mi familiar, y algunas miradas hacia la lechuza que descendió del techo para posarse en mi hombro.

At le lanzó una mirada de advertencia a Kirok, a lo que él tan solo agachó la cabeza como si nada hubiera pasado. A pesar de ignorar su gesto, la mueca en sus labios y lo evidentemente ausente que se encontraba delataban su estado de ánimo. ¿Qué le ocurría ahora? Entendía muy poco a mi familiar.

Sara se me acercó primero, y a pesar de At en mi hombro me abrazó. Sentí el calor de su cuerpo en ese gesto tan simple, y a la vez me transmitió el desasosiego y el miedo que sentía.

—Cuídate mucho, Ailyn, y regresa bien. —Se apartó de mí, a centímetros de mi rostro, y apoyó su frente en la mía. Cerró los ojos, y aspiró—. Prométeme que volverás intacta, por favor. No sé qué haría sin ti, necesito que vuelvas.

Dejé caer mis hombros, y entrecerré los ojos mientras fruncía los labios. La tomé de las manos, a lo que ella abrió los ojos. Sus negros irires titilaban de la ansiedad.

—Lo prometo, después de todo, seremos amigas por siempre, ¿verdad? —Sus ojos se pusieron vidriosos—. Regresaré contigo, pase lo que pase. Mis padres no son la única familia que me espera.

Una sonrisa torcida se formó en sus labios, y luego de asentir le alejó de mí para darle paso a Daymon. Se acercó con sus brillantes dientes al descubierto, como si en realidad no fuera una despedida, y me tomó con tanta fuerza y brusquedad que At tuvo que alzar vuelo de mi hombro.

«—Qué hombre tan bruto —comentó At—. Bueno, ahora está más soportable que antes de todas formas.»

Hice caso omiso a su comentario, y me concentré en que los brazos de Daymon no destruyeran mis órganos internos. A pesar de que su brazo derecho estaba herido y mayormente inmovilizado, el izquierdo compensaba la fuerza de ambos. Una pequeña incapacidad no era obstáculo de su fuerza innata.

—Day...mon, despacio que me aprietas —logré formular.

El pelirrojo en seguida me soltó, regalándome una de sus hermosas y amplias sonrisas mientras rascaba su nuca con algo de timidez. Sus amarillos y vivaces ojos se posaron en mí, con su típica alegría.

—Perdón, perdón, no era mi intención, solo quería despedirte con la fuerza suficiente para que no te pase nada malo en Kamigami y puedas volver con nosotros.

¿Eso tenía sentido?

Sonreí también, y me acerqué de nuevo para devolverle el abrazo, esta vez con más cuidado. Mientras lo hacía me percaté de que Evan se estaba despidiendo de Andrew, diciéndole un montón de cosas en voz baja y casi que en el oído; y Sara se despedía de Cailye, aunque lo de ellas no parecía una despedida en realidad, parecía una pelea.

—Cuida de Sara, sabes cómo es a veces —le pedí—. No te alejes de su lado; aunque no lo parezca necesita alguien a quien aferrarse.

Sentí su sonrisa a pesar de no verla.

—Puedes contar con eso.

Me quedé un segundo así, abrazándolo, recordando que había cosas de su vida que no conocíamos.

—Daymon, cuídate tú también. —Aquello fue dirigido a su tatuaje, y él lo sabía. Fuera lo que fuera que significara, lo tenía por algo, y ese algo me preocupaba—. Cuando quieras hablar estaré dispuesta a escucharte.

Su pecho se desinfló, y sentí cómo apoyaba su mentón en mi cabeza, justo antes de regalarme un tierno beso de hermano mayor en mi frente.

—Lo sé, cuando quiera hablar te lo diré.

Y así se apartó de mí, ofreciéndome una última mirada más dulce de lo normal. Entonces, Cailye saltó sobre él de la nada, como una niña viendo a su padre después de mucho tiempo; tanto fue así que de la fuerza lo tiró al suelo, sin siquiera considerar el estado del pobre chico.

Sonreí, al mismo tiempo que Evan se me acercaba y Andrew hablaba con Sara con el mismo secretismo que Evan hacía un momento. Noté que Evan no quería acercarse mucho, era prudente, pero aun así lucía tranquilo y seguro, como si nada. Me adelanté unos pasos, y rodeé su cintura con mis brazos. Después de todo, aun éramos amigos.

Lo tomó por sorpresa un momento, pero luego correspondió mi gesto con total naturalidad.

—Recuerda lo que te pedí —dijo antes de separarme de él. Sus ojos azules buscaron los míos—. Cuento contigo.

Asentí.

—Prometo cuidarlos por ti, pero tú debes prometerme otra cosa.

Arrugó su nariz y su entrecejo en confusión.

—¿Qué es?

—Mis padres. Me preocupa un poco dejarlos así; les dije lo que ocurría, pero no se lo tomaron muy bien —expliqué—. Cody se encargará de ellos, pero quiero que vayas algunos días para que pueda hablar con Cody por medio de tu intercomunicador. Se lo pediría a Sara, pero a mi madre no le agrada mucho, y eres bueno con las personas, no pasará nada si hablan contigo. Eres decente, confío en tu educación, algo que no puedo decir de Daymon.

Soltó una risita.

—¿Quieres que sea tu mediador? Bien, lo haré. Vi a tu hermano un par de veces antes de que supieras que era vidente, se parece mucho a Andrew, nos llevaremos bien.

Un momento...

—¿Qué? ¿Qué quieres decir con que lo viste un par de veces antes de enterarme que era vidente? —Fruncí el ceño y entrecerré los ojos.

Al parecer cayó en cuenta de lo que acababa de decir, ya que sonrió con inocencia ante mi pregunta.

—Lo hablaremos en otro momento, te aseguro que no es nada malo, pero ahora no tienes tiempo para esas nimiedades.

Iba a abrir la boca para objetar, pero entonces alguien tocó mi espalda. Evan miró a esa persona, y tan solo aprovechó mi atención interrumpida para huir hacia donde Cailye se encontraba riendo con Daymon.

Me giré por completo en cuanto mi amigo consiguió escapar, y me topé con la sorpresa de que se trataba de Logan. Sus verdes y álgidos ojos me observaron con fijeza. Y se quedó ahí por unos segundos, sin hacer nada, tan solo mirándome. El momento fue incomodo, no sabía hacia donde enfocar mis ojos, hasta que se me ocurrió la brillante idea de acercarme un poco a él, con el objetivo de despedirme como con los demás.

—No te me acerques —me frenó el «niño erudito» de Astra—. No pienses cosas extrañas.

Una sonrisa torcida se me escapó. Me aclaré la garganta y le respondí.

—Lo siento. —Lo miré con atención—. Aún no he tenido oportunidad de agradecerte lo que hiciste por mí antes del juicio. Me ayudaste a tranquilizarme, y por lo que sé no le dijiste nada a la Corte Suprema de mí. Gracias, Logan.

Entrecerró los ojos y elevó una ceja, aún con su expresión seria.

—El intercomunicador que tienes es diferente a los demás. —Fue directo al grano—. Está programado con un sistema de detección y análisis de energía divina. Si vuelves a perder el control como esa noche se liberará una carga de veneno de Basilisco, llegará a tu cerebro en menos de treinta segundos gracias a un acelerante, y cuando ocurra...

—Me matará —finalicé, con una mezcla extraña de sentimientos en mi interior y la boca amarga. Lo miré a los ojos, a lo que él asintió—. Es un poco drástico, ¿no crees? El veneno de Basilisco es doloroso, y a esa velocidad no solo atacará mi cerebro.

Su indiferencia seguía ahí. Se dio media vuelta, y sobre su hombro, pero en voz baja añadió:

—Me pediste que te matara si ponías en peligro la vida de los demás, eso hago.

No le dije nada más, tan solo dejé que se marchara, dejándome el aliento de la muerte en la nuca. Estaba bien, él tenía razón, yo se lo pedí, era lo mejor, ¿cierto?

Temis se acercó a nosotros, al mismo tiempo que At volvía a posarse sobre mi hombro. Cailye y Andrew se acercaron en cuanto la vieron, y los demás permanecieron a nuestro alrededor.

—Dioses Guardianes, es hora —comunicó la diosa de la justicia, a lo que nosotros asentimos.

Nos acercamos a la luz del portal, e incluso a un par de metros su magia resultaba fría y absorbente. Nos paramos justo al frente, con Andrew a mi derecha y Cailye a mi izquierda; Kirok se encontraba detrás de mí, como sombra, y At permanecía quieta en mi hombro.

—Cuando crucéis este portal, os encontrareis en un mundo difícil, conflictivo y peligroso. Requeriréis de toda vuestra pericia y sabiduría, deberéis reunir todo vuestro valor, y mirar siempre adelante. —Temis sonaba alentadora, algo que me recordó a Astra—. Tenéis dos misiones: cautivar los corazones de las diferentes divinidades y criaturas de ese mundo y convertirlos en aliados, pero sin dejar de lado vuestro objetivo principal; hallar a Némesis es su meta, no os desviéis de ella.

Asentimos los cuatro a la vez, y miramos con fijeza el portal, la luz blanca que desprendía, y cómo no se alcanzaba a ver nada más allá de su inmensa blancura.

Temis sonrió, y su cuerpo se iluminó de sus colores correspondientes, una mitad blanca y la otra negra, al tiempo que sus ojos brillaron de bronce.

—Id con bien, y regresaos a salvo. Que la luz de Urano guie vuestros caminos.

Sentí la mano de Andrew sujetando la mía; me giré hacia él, y me encontré con una reconfortante sonrisa de su parte. Entonces, Cailye tomó mi mano izquierda, y al dedicarle una mirada descubrí que ella tenía la misma expresión que su hermano.

Apreté ambas manos, sonreí igual que ellos, y tomé aire, justo cuando nuestros pies se adentraron a la inmensa luz que emanaba el portal. Mi piel sintió el cosquilleo de la magia del portal, y el olor a hojas secas llegó a mi nariz de pronto. Me dio frio, y mi corazón latía con una incertidumbre espantosa, pero tener a Andrew y a Cailye a mi lado, con At y Kirok, fue reconfortante. Eso amortiguaba el miedo que crecía en mi garganta al pensar en lo que hallaríamos al otro lado del portal.

Entre miradas de aliento y sonrisas de apoyo nuestros amigos nos ofrecieron una última despedida, antes de que nuestros cuerpos fueran absorbidos por la inmensa blancura y los perdiéramos de vista.

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