32. Acciones a tomar
Rise Up - J2 Ft. Keeley Bumford
—¿Te encuentras bien? —preguntó Kirok.
Levanté la cabeza cuando vi sus pies frente a los míos. No, no estaba bien, tenía el estómago revuelto y las manos además de sudarme me temblaban, no dejaba de sentir que un rayo me partiría en dos en cualquier segundo.
Asentí y me incorporé, tomando aire de nuevo, con la espalda recta y la cabeza en alto.
—Sí. Vamos, tengo otro asunto que atender.
Comencé a caminar. Me quería alejar de Zeus tanto como pudiera, mientras más mejor. Bajé las escaleras casi corriendo y atravesé varios pasillos y recodos a gran velocidad. Kirok trataba de seguirme el paso.
—Deberías descansar, los efectos de las algas no tardan en pasar y cuando lo hagan vas a caer dormida sin importar dónde te encuentres.
Fruncí el ceño y ejercí presión a través del vínculo. Noté que apretó su mano para disimular el dolor, pero no lo consiguió.
—Lo haré cuando arregle esto. No olvides lo que te dije, Kirok, aún estoy muy enojada contigo.
Agachó la cabeza con resignación.
—Sí, ama.
Lo observé por algunos segundos más. Cuando lo veía recordaba todo por lo que tuve que pasar para encontrar el espejo. Pensaba en todo lo que pude haberme ahorrado, en todo lo que pude evitar.
Y aun así, cuando lo veía, también veía un corazón roto y un alma que quería un abrazo. Entendía su deseo de ver otra vez a At, de verla como ella y poder tocarla aunque no le correspondiera. Todos esos años de espera y culpa debieron ser muy difíciles de sobrellevar.
Eso solo me creaba conflicto. Quería estar enojada con él, estaba tan furiosa que si me hablaba solo me daban ganas de golpearlo. Pero al mismo tiempo sentía que tenía que consolarlo y decirle que todo estaba bien.
Regresé mi atención al pasillo, evitando pensar en eso. Tenía cosas más urgentes en donde ocupar mi cabeza.
Cuando les dije a los demás que Zeus accedió a dejar el tema en nuestras manos y no intervenir, no podían creerlo.
—¿Así de fácil? —repitió Sara por tercera vez.
Estábamos sentados alrededor de la mesa de la sala de los Dioses Guardianes, ese que tenía un mapa de Kamigami en todo el centro y a veces, con la ayuda adecuada, aparecía el globo terráqueo en medio de la sala.
Lo bueno de la mesa era que era redonda, por lo que nadie estaba a la cabeza de la mesa, todos ocupábamos el mismo espacio. Porque no quería imaginarme ocupando la cabecera de una mesa rectangular como Zeus.
Los seis estábamos ahí, pero la silla que ocuparía Andrew a mi lado estaba vacía. Me pregunté si estaría en la habitación con nosotros o en alguna otra parte del Olimpo, observando. No tenía forma de saberlo.
Asentí hacia Sara. Se había cambiado de ropa y arreglado su aspecto, ahora vestía el uniforme igual que los demás y tenía el cabello recogido a un lado.
—Sí. A mí todavía me cuesta entenderlo, pero aceptó mis peticiones sin problema.
—Te quiere muerta, probablemente —comentó Logan, mirándome—. O no sé, tal vez te tiene miedo. Es Zeus, por Urano, no sedería tan fácil sin una buena razón.
Eso hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Tener a Zeus de enemigo no me atraía, de hecho sería un gran problema.
—Por la razón que sea lo importante es que lo hizo —terció Evan—. Nuestra prioridad ahora es llegar a un acuerdo con los humanos, terminarán destrozándose entre ellos antes de poder intervenir.
Logan se encogió de hombros.
—Sigo apoyando el plan de Zeus, no tengo inconveniente en el «borrón y cuenta nueva».
Sara frunció el ceño ante su postura en el tema, Evan tan solo dejó salir un suspiro. Por lo visto era algo que decía a menudo.
—¿Alguien más tiene una sugerencia que no involucre un genocidio mundial?
Por unos segundos hubo silencio, hasta que Daymon se rascó la barbilla y tomó la palabra.
—¿Y si les damos regalos? Como esos regalos que hacen los políticos durante su campaña antes de las elecciones. A muchos les funciona.
Lo observamos por un momento, hasta que Cailye lo apoyó.
—Me agrada la idea. —Se encogió de hombros—. No le hace daño a nadie un buen regalo.
Creí que al menos Logan haría un comentario al respecto, pero incluso él se guardó lo que fuera a decir.
Al final Evan tuvo que retomar el hilo de la situación.
—¿Alguien más? Mientras más ideas mejor, así habrá de dónde elegir.
—Nos ahorraríamos muchos problemas si hacemos lo que les dije desde el comienzo —dijo Sara. Se inclinó hacia la mesa y nos observó a todos antes de seguir—. Obligarlos a aceptarnos. Con mi habilidad y un poco de ayuda de Mnemósine sería pan comido.
Los ojos azules de Evan se fijaron en ella con cansancio.
—Ya te dije que no podemos hacer eso, no es correcto. Tomar el camino más corto nunca sale bien. No tienes idea de las consecuencias que algo así podría traer ni si podríamos lidiar con ellas.
Sara soltó un bufido.
—¿Qué idea? ¿Quién es Mnemósine? —quise saber. Me incliné hacia la mesa, como si eso me permitiera oír mejor.
—La titanide de la memoria —explicó Daymon—. Sara propone modificar los recuerdos de las personas, manipularlos con su habilidad y obligarlos a aceptarnos.
Eso me sorprendió. Le lancé una mirada a Sara y ella me la sostuvo.
—Eso no los lastimaría. Ni siquiera recordarán todo esto. Es mejor que el genocidio.
Logan se encogió ante eso y asintió ligeramente. Era la primera vez que los veía de acuerdo en algo.
—¿Y ustedes están de acuerdo? —cuestioné. La pregunta iba dirigida a Daymon y Cailye, ya que los demás parecían tener una posición definida al respecto.
El pelirrojo miró a Sara, le sostuvo la mira y ella a su vez hizo lo mismo, pero al final él negó con la cabeza.
—No. No creo que esa sea la salida.
—¿Y es mejor darles regalos? —rebatió mi amiga en un tono irritado.
Daymon no dijo nada al respecto, calló mientras le dedicaba una mirada triste.
—Yo... apoyo a Daymon —secundó Cailye, levantando la mano como si pidiera permiso para hablar—. No hay diferencia entre el genocidio y borrarles la memoria. Ambos son «borrón y cuenta nueva».
Asentí.
—Tampoco me parece adecuado. Encontraremos otra manera, algo que no los perjudique en ningún sentido.
El sonido de una silla cruzó por la sala, de esa forma Logan llamó nuestra atención. Se inclinó en la silla y se cruzó de brazos.
—En ese caso será una mañana muy larga.
Ese fue el comienzo de un interminable debate.
Alguno proponía una idea pero siempre había algo malo en ella, siempre alguien lo señalaba. Nada era suficiente, nada era ideal. Nos turnábamos para hablar, sí, pero con el número de ideas desechadas la frustración y la tensión entre nosotros aumentó. A ese paso terminaríamos peleando entre nosotros antes de llegar a un acuerdo.
En dado momento Cailye propuso un reality show sobre nosotros para que las personas nos conocerán mejor, pero Sara se encargó de señalar todas las fallas de ese plan; para cuando terminó a Cailye no le quedaron deseos de proponer nada más. Daymon también señaló algo parecido, pero ahora con entrevistas; esta vez fue Evan quien le recordó que eso no funcionaba.
De igual forma Evan propuso un regalo significativo, algo grande y útil, propuso promesas para los humanos, ayudarlos con temas muy triviales. Pero Logan señaló lo obvio: ese no era nuestro trabajo, no teníamos tiempo para disfrazarnos de policías y tampoco había garantía de que lo vieran con buenos ojos.
Yo guardé silencio. No tenía nada que aportar y ninguna de las ideas me terminaba de convencer. Opté por imitar a Andrew; observé y escuché mientras pensaba.
En ese momento me gustaría saber lo que pensaba al respecto, él sin duda tendría una buena idea que usar.
No dejaba de pensar en los humanos. Lo estaban tomando mal porque las cosas comenzaron mal. Todo fue tan repentino para ellos como para nosotros, un día todo estaba como siempre y al siguiente convivían con dioses. Entendía muy bien el sentimiento de sacarte de una realidad estable y tirarte de lleno en una que no comprendías, preguntando siempre ¿por qué a mí?
No tuvieron tiempo para prepararse. Por eso reaccionaban así: porque no entendían lo que sucedía. A pesar de que mis amigos los habían puesto al tanto, para ellos debía sentirse como si de la noche a la mañana alguien tomara el control de su realidad sin ellos poder protestar o impedirlo.
Me recordaba mucho a cuando la marca apareció en mi cuello. Estaba igual que ellos, todo era nuevo, diferente y aterrador. Y no tenía opción.
Lo que sabía sobre lo que mis amigos les dijeron era muy general. Los humanos sabían que éramos las reencarnaciones de los dioses y que aparecimos porque nos necesitaban, que nuestro deber era protegerlos, junto con algunos detalles por el estilo. No se adentraron mucho en las verdaderas circunstancias, los humanos sabían poco, ese aspecto llamó mi atención.
Pasaron los minutos, el tiempo voló. Hablamos por un rato largo, para cuando llegó la hora del almuerzo unas Gracias nos llevaron la comida a la sala. Ese fue el pequeño descanso que necesitábamos. Las ideas se nos agotaron, el humor comenzaba a ahogarse entre nosotros.
Las horas que pasamos sentados en esa mesa secaron nuestras ideas y picaron nuestra paciencia. Tanto así que comimos en silencio. Tardamos más de lo necesario en comer, pero presentí que fue a propósito para hacer tiempo antes de volver a discutir.
Por otro lado, yo estaba feliz de comer algo que no fueran esos frutos de ambrosia. Tiempo sin probar proteína de verdad, sin comer algo caliente recién hecho. Temí volverme vegetariana hasta que probé la carne y fue una explosión de sabores.
Tanto Cailye como yo comimos como si no hubiera un mañana, los demás observaron nuestra reacción sin decir nada al respecto, solo Evan nos advirtió que comiéramos más despacio.
—¿Y cuándo tienes pensado dejar de brillar? Es molesto, más que el sol.
Levanté la cabeza de mi plato para mirar a Logan. Él me observaba con desdén.
Mastiqué y tragué antes de hablar.
—Cuando aprenda a hacerlo. No creas que lo hago para fastidiar tus preciosos ojos verdes. Aun no sé controlar la Luz de la Esperanza y no puedo ver su brillo, así que no me presiones...
¡Eso era!
Me levanté de un golpe, asustando a Cailye en el proceso y llamando la atención de los demás. Le di un golpe a la mesa y sostuve el tenedor en alto.
—Brillante —mascullé—. Logan, eso es.
Me miró como bicho raro, frunciendo su entrecejo, sin entender de qué hablaba ahora.
—Ailyn, ¿ocurre algo? —preguntó Evan.
—Necesitamos una conferencia de prensa, mientras más personas nos observen mejor.
—Te daría puntos por la originalidad, pero ya hemos hechos suficientes conferencias de prensa y entrevistas. —Logan le dio un sorbo al agua antes de continuar—. No funcionan de nada.
Me tomé de un trago el vino que estaba a un lado de mi plato y me metí en la boca un último pedazo de carne bañada en salsa. Estaba lista para salir corriendo en cualquier segundo.
—Esta vez será diferente. —Garabateé sobre una nota una lista improvisada—. Necesito que consigan estas cosas y preparen un foro en el pueblo de Tamara, al pie de la montaña, lo más cercano que puedan estar del Olimpo.
—Espera, espera. —Logan también se puso de pie—. Debes decirnos qué quieres hacer, no llevamos horas discutiendo sobre lo que haremos para que te golpee un rayo de inspiración y hagas lo que se te venga en gana. Debemos aprobarlo entre todos.
Mi mirada buscó a Evan y Sara, pidiendo apoyo. No tenía tiempo para explicar cada detalle, si no me iba en ese momento perdería el valor.
Mi amigo soltó una exhalación.
—Logan tiene razón. Lo que sea que estés pensando debes decírnoslo, Ailyn, de eso se trata todo esto.
Dejé salir el aire y casi me atraganté con un pedacito de comida que me quedaba en la boca.
—De acuerdo —me resigné.
—Bien, ahora explícanos para qué quieres una conferencia de prensa. ¿Qué les vas a decir?
Pasé mi mirada de uno en uno, sin saber muy bien cómo darme a entender. Tomé aire.
—La verdad.
Luego de pensar en frio mi idea, no entendí por qué mis amigos la aceptaron. Bueno, todos menos Logan; ganó el voto de mayoría.
Tal vez porque si bien no resolvía todos nuestros problemas, nos daría tiempo para pensar en algo más efectivo. Y porque era un plan técnicamente inofensivo. Solo se trataba de una charla, y ellos creyeron que podría ser positivo que la gente nos viera tanto a Cailye como a mí.
Respecto a lo que ellos consideraron que era apropiado o no mencionar, seleccionamos los puntos con cuidado. Hablaría con la verdad, pero debía evitar temas que pudieran desatar el pánico masivo, todavía más. Como el tema de Pandora. Si restaba ese punto la historia era menos interesante y un tanto pobre, pero a lo mejor daba resultado.
Caminé de un lado a otro en esa improvisada sala de espera, las bambalinas del escenario que los chicos prepararon para la conferencia de prensa.
Nos encontrábamos al pie de la montaña, en la aldea de Tamara justo en la plaza. Un toldo negro cubría esa parte del escenario, acompañado con un pequeño hechizo para que la privacidad fuera completa.
Debido a la penumbra natural de la aldea, la magia de Logan, todas las pantallas e ilusiones que imitaban aparatos tecnológicos, era lo único que nos iluminaba.
Afuera se oían las voces de todas esas personas, susurraban entre ellas sin hacer mucho alboroto. La mayoría eran voceros seleccionados, otros eran personas independientes que cubrían la noticia, había algunos representantes gubernamentales y uno que otro invitado que estaba ahí solo por escuchar. Entre mil y cinco mil personas más o menos, no llevaba la cuenta.
Cubrían toda la plaza, cada espacio y las casas cercanas; otras cubrían el comunicado desde el aire; y otras lo hacían desde los palcos especiales que organizamos. No cabía un alma más en ese lugar. No sabía cómo promocionó Logan la noticia, pero dio muy buenos resultados en poco tiempo.
Estaba a pocos pasos de hacerle una zanja al suelo, como era la costumbre. Y aunque Sara trató varias veces de decirme que no podía empeorar la situación, yo creía otra cosa. Las cosas siempre podían empeorar.
—Ailyn, te quiero, pero me estás poniendo más nerviosa con tus pasos.
Sara estaba cerca de mí, observando por un hilo despejado de la cortina a la multitud. Sus ojos se encendían de un tenue violeta, pero en cuanto parpadeó el brillo cesó. Por un segundo temí que estuviera usando su habilidad con toda esa gente, pero descarté esa posibilidad de inmediato.
—Lo siento. Nunca había hablado en frente de tanta gente, y pensar que muchos más me oirán me pone nerviosa.
Mi amiga me miró y su mirada se suavizó un poco, abrió la boca pero otra persona le ganó.
—Sin presiones, no es como si pudieras hacer que nos odien más —comentó Logan con sarcasmo.
Él estaba en un rincón tras bastidores, organizando todo para que la transmisión fuera un éxito. Cailye estaba a su lado, le ofreció un barquillo de dulce y él lo tomó con la boca, sin mover sus manos o despejar sus ojos de las ilusiones frente a él.
Sara rodó los ojos.
—Tú encárgate de lo que haces. De nada servirá lo que diga si nadie puede oírlo.
Logan soltó una risa seca y su pecho se infló de orgullo.
—Me he encargado de todas nuestras transmisiones. Sé lo que hago.
—Será por eso que siempre fracasan. —Daymon, quien iba pasando por ahí justo en ese momento, no pudo contener su risa y estalló en una carcajada ante el comentario de Sara—. ¿Y tú no deberías estar supervisando la seguridad?
Daymon se tragó su gracia antes de mirar a Sara. Logan solo soltó un bufido y no dijo nada ante su reacción o al comentario de mi amiga.
—Ya está listo. Hay guerreros de Troya en cada punto clave y la gente ya terminó de llegar. También invoqué una barrera sobre toda la plaza, solo por si acaso. —Me miró—. ¿Estás lista?
Asentí automáticamente, haciendo alarde de una confianza que no tenía. Por dentro me derretía. Trataba de mantener una buena postura y me repetía una y otra vez que hablar ante todas esas personas no podía ser peor que enfrentar a Zeus, a un montón de Amazonas asesinas, a Pirra, a las Gorgonas, a Caribdis, a un ejército de Furias y a Pandora.
Sí, no podía ser peor. En Kamigami me enfrenté a monstruos peores y seguía con vida, dar un discurso no me mataría.
—¿Estás segura de esto? —Sara se me acercó y me habló con un tono más bajo—. No hay garantía de que funcione. Es cierto que muchos preguntaban por ustedes y querían verte y oírte, pero hablar con la brutal transparencia no me parece acertado y menos ahora. Temo que sea contraproducente que los humanos sepan más.
Le ofrecí una sonrisa. Me parecía ver el rostro de At mientras recordaba sus palabras.
—Las mentiras causan problemas innecesarios, la verdad tarde o temprano sale a la luz. Se enterarán de la situación real en algún momento, de porqué aparecimos ahora y lo que está en juego. Creo que si resolvemos sus dudas, si demostramos transparencia, confiarán en nosotros.
—O nos echarán la culpa de todo, como lo han hecho hasta ahora. —Logan ni siquiera nos miraba cuando contestó a nuestra conversación. Cailye lo miró mal y él soltó un suspiro; ahora sí nos prestó atención—. Oigan, aun no es tarde para el «borrón y cuenta nueva». Te tomas muchas molestias, Atenea, la situación no es tan complicada. Tratas demasiado de ganarte su amor, quieres que todo el mundo se lleve bien y juntos demos saltitos en un campo de flores. Pero es algo que jamás conseguirás.
—Logan... —llamó Sara en un tono arrastrado.
Él frunció el ceño.
—No. Escúchenme, siempre que no lo hacen las cosas empeoran. —Me miró a los ojos—. Dime, ¿a cuántas personas crees que este discurso de súper heroína empática harán cambiar de opinión? Porque te aseguro que no suficientes. Seguirán temiéndonos, seguirán dudando de nosotros, seguirán rechazándonos.
—Eso no lo sabemos —suspiró Sara, masajeándose la cien.
Pero Logan no dejó de mirarme.
—El punto es que dejen de intentar luchar contra nosotros, el resto vendrá solo. Existe gente que se niega a creer incluso en lo que ve, no puedes cambiar eso. Somos dioses, no presidentes, ni reyes, ni héroes; no tenemos por qué comportarnos como tal solo por un grupo de idiotas. Necesitan disciplina, no palmaditas en la cabeza.
—Sugieres miedo —concluí—. Eso nunca funciona.
Soltó un suspiro, como si por mucho que lo explicara yo no pudiera entender el punto.
—No. El miedo no funciona a largo plazo, eso es obvio. Pero sí una advertencia, límites. Anda, diles la verdad o lo que sea, pero si ellos no son conscientes de nosotros esto seguirá repitiéndose hasta que Zeus amanezca con el pie equivocado. Tanto los quieres proteger, bien, pero también diles lo que sucederá si no dejan de comportarse como idiotas y le siguen tocando las pelotas a Zeus.
—Zeus no...
—Mira, si en serio crees que Zeus respetará todo lo que salga de tu boca, no es mi problema. Solo digo esto para que cuando las cosas se vayan a la mierda, haya constancia de que alguien les advirtió que podría salir mal.
Sara se quedó callada, su silencio apoyó lo que dijo Logan. Él me sostuvo la mirada por unos segundos más y luego regresó a su trabajo.
En ese momento el gran discurso emotivo que tenía preparado se cayó a pedazos. Pensaba hablar desde mi experiencia, intentar sonar empática, sonar como ellos, como humana. Pero ahora ya no estaba tan segura.
—No puede pasar, es la última vez que lo diremos.
Eso me sacó de mis pensamientos.
Esa era la voz de los guerreros de Troya que vigilaban la entrada a los bastidores. Alargué mi cuello para observar la escena y, más allá de la puerta, se encontraban los dos guardias reteniendo a una persona que trataba de pasarlos.
—No lo entienden, ¡es mi hija! Pedazos de momia, o me dejan entrar o los regreso a su sarcófago.
Una corriente eléctrica atravesó mi corazón. Reconocí su voz de inmediato.
—¿Papá?
Me adelanté hasta la entrada y lo vi. Era él, era mi padre. Se quedó inmóvil en cuanto me vio, de la misma forma que yo. No pude decirles a los guerreros de Troya que lo dejaran pasar, mi voz no me salió. Se vía más viejo que la última vez que nos vimos; tenía una barba de semanas, sus gafas estaban rotas en uno de los lentes, su ropa era más grande que él, ni siquiera era suya, se notaba que era prestada.
Los guardias bajaron las lanzas, pero aunque no lo hubieran hecho de igual forma él habría pasado. Sus ojos cafés me buscaron con tanta desesperación que penas sí los vi antes de que me abrazara.
Sentí sus brazos contra mi cuerpo, apretándome con tanta fuerza que lo hacía real. Reaccioné más por el estímulo que por él, le devolví el abrazo por mecánica. Se sentía tan irreal, como si no pudiera ser posible. Temblaba mientras me sujetaba con más fuerza, casi rompiéndose en mis brazos.
—Ailyn... —masculló sin aliento, como si no pudiera creerlo—. Ailyn...
Evan entró segundos después, venía de la misma dirección que papá. Me sonrió en cuanto nos vio.
—Cuando supo que regresaste no hubo poder que lo detuviera de verte. Ha estado en el pueblo casi desde que te fuiste, Tamara lo ayudó mucho.
Le agradecí con la mirada, incapaz de decir nada, con los ojos vidriosos y la garganta embotellada. Pasaron varios segundos de completo silencio, ninguno parecía tener fuerza suficiente para hablar; se sentía que si pensaba en siquiera decir algo se esfumaría en mis brazos como un chiste oscuro.
—Pa... Papá —lo llamé, pero él me abrazó con más fuerza.
—El mundo se volvió loco —soltó en medio de un quejido—. Todo se puso de cabeza. Y tú... Tú no estabas con nosotros. Pasaron tantas cosas... Tenía tanto miedo.
Podía sentirlo, casi verlo. Estaba muerto del susto. Pero no sabía si por toda la situación o porque yo era parte de la causa de esa situación. Tal vez por ambas. Después de todo, él siempre fue hombre de ciencia.
—Papá, está bien. Yo sé... Sé que ha sido difícil...
Me apretó con una fuerza tan repentina que me dolió.
—¿Difícil? —Escuché una risita seca—. No sabes nada. No sabes...
Intenté separarme un poco de su agarre, él pareció entenderlo y aflojó la presión. Me miró a los ojos, suplicante, triste, aliviado.
No sabía qué decir... No sabía por dónde empezar.
—Lo siento, lamento irme de la forma en que lo hice. Lamento no poder mantener las promesas que les hice. Es solo que todo es tan... diferente. Pero lo que más lamento es no poder regresar al antes de todo esto.
Ubicó su mano en mi mejilla, mirándome con ternura. No me imaginaba el choque que fue para él. Para empezar, ¿cómo terminó en Gracia? Suspiré. Había tantas cosas que no sabía.
—No te preocupes, Ailyn. —Sonrió. Su gesto me dejó todavía más confundida. Él era una persona muy racional, metódica, encontraba lógica en todo. Toda esa locura griega debió ser demasiado para él. Lo fue para mí, ahora para él debió serlo más—. ¿Cómo estás tú? Estaba tan preocupado, vine a buscarte pero nunca pude llegar a la sima de la montaña. ¿Estás herida? ¿Te hiciste daño? ¿Cómo te fue por allá? Cuando oí el rumor de que perdieron contacto contigo no sabía qué hacer. Tu madre... ni siquiera sabe...
Soltó un largo suspiro, agotado tanto física como mentalmente. Se recostó sobre mí, creí que se desmayaría del cansancio. Sus ojeras eran oscuras y profundas, sus arrugas ganadas parecían pesar demasiado.
Tenía tantas cosas que quería decirle, tanto que quería preguntarle. Quería saber sobre mamá y sobre Cody, quería verlos y abrazarlos. Quería comer una buena comida con ellos, que papá se recuperara de ese estado de abandono en el que se encontraba.
Quería...
Pero no era el momento.
—Todo está listo. —La voz de Logan me tomó por sorpresa.
Evan asintió a su aviso y les hizo una señal a los demás para salir. Daymon y Logan fueron los primeros en salir, Evan fue el último.
—No te tardes, ¿de acuerdo? —me dijo él antes de atravesar la cortina.
Me esperarían en el escenario. Los cinco accedieron a acompañarme mientras hablaba, estarían a mi lado al menos apoyándome sin decir nada. Eso me tranquilizaba un poco.
—Papá, sé que tenemos que hablar y que estabas muy preocupado por mí. La forma en la que me fui no fue la mejor. Pero ahora yo... —No sabía cómo decirle que tenía cosas más urgentes que hacer sin que sonara a que lo dejaba a él en último lugar.
Me miró a los ojos una vez más, no me sonrió ni nada, sus ojos no parecían contentos con mis palabras. Pero aun así me abrazó.
Fue de esos abrazos de oso que recibes solo de tus padres, esos abrazos que decían «todo va a estar bien». Se sintió cálido, amoroso, demasiado bien.
Ahí descubrí que tenía una debilidad por los abrazos, siempre me desarmaban, más que eso, me desnudaban.
Quería quedarme en sus brazos por más tiempo, arrullarme en ellos mientras mamá me cantaba una canción de cuna. Pero se sentía tan imposible que lo que fuera que quisiera murió antes de nacer.
—Lo sé. Afuera hay... un verdadero alboroto. Es tan extraño oír a la gente hablar de ti como si fueras una santa, pero es más difícil oír lo que dicen cuando creen que eres un monstruo. Ninguno te conoce, la mayoría te tiene miedo. Pero, Ailyn —Rompió el abrazo y me acarició de nuevo la mejilla, recorriendo con sus ojos cada parte de mi rostro—, el miedo hace que la gente haga cosas estúpidas. Y no es su culpa temer a lo desconocido. Es matemática, tesoro, simple estadística.
Asentí, entendiendo su punto. Eso de nuevo me ponía en una posición difícil.
Me di la vuelta y me alejé de él antes que los deseos de regresar a su protección se apoderaran de mi cuerpo. Caminé hacia la salida a la tarima con el corazón en una carrera ecuestre sin fin; tenía nauseas, en cualquier momento vomitaría de la presión en mi estómago.
Pero antes de salir me di de frente con una pared invisible. Sentí el impacto contra un obstáculo, pero no había nada ahí.
Luego sentí la presión sobre mi cabeza, y solo eso hizo falta para que entendiera, unos segundos tarde, que ese obstáculo invisible era Andrew. Y su mano, cálida y reconfortante, se encontraba sobre mi cabeza.
—No son ninfas. —Oí que murmuró sobre mi oreja, robándome un escalofrío; habló tan bajo que casi ni yo pude oírlo—. No son Amazonas. Tampoco son dioses que buscan un trato. Son humanos, trátalos como tal. Es la primera vez que hablarás como Atenea, la primera impresión es importante. Oblígalos a no olvidarte.
El tacto se alejó de mi cabeza. No supe qué tan lejos o cerca de mí se encontraba, aunque eso no importaba.
Tomé aire, corregí mi postura, levanté el mentón. Traté de mantener bajo control el pánico que sentía, mantenerme serena. Recordé a At, igual que una princesa, esperando verme más como una diosa que sabía lo que hacía, que como una niña que ni siquiera sabía en dónde estaba parada.
Me sentí abrumada y atacada desde que puse un pie en el escenario. La cantidad de ojos que se posaron en mí me hicieron sentir expuesta y desnuda, las luces mágicas producidas por las ilusiones de Logan y las cámaras de los presentes no ayudaban a la situación. El cielo seguía gris, con tantas nubes de lluvia que esperar un rayo de sol era imposible; los relámpagos seguían, como si Zeus nos espiara través de su luz.
Nunca me sentí tan pequeña. Ni siquiera frente a las ninfas, ni siquiera entre dioses más importantes que yo. Justo en ese momento, frente a miles de personas, fui realmente consiente de mí misma y de mi rol.
Nadie dijo nada, hubo un silencio que solo los flashes de las cámaras rompieron. Una ola de susurros invadió la multitud, se sintió fría. No podía creer que lo que comenzó como un secreto ahora era tema mundial.
Recorrí la multitud con el corazón encogido y las manos frías. Había gente de todas partes, de diferentes culturas, de todo el mundo. Mis ojos no alcanzaban a ver en dónde terminaba la multitud ni siquiera con ayuda de la magia, empezaba a creer que no eran miles sino millones de presentes.
Mis amigos se encontraban a mis lados, todos con el uniforme de los Dioses Guardianes con leves cambios en su diseño, todos rectos y resplandeciendo fuerza e importancia, tranquilos. Los cinco lucían como dioses de verdad, inalcanzables para los humanos, diferentes a los dioses del Olimpo.
Abrí la boca luego de respirar hondo, pero nada salió.
Ahí me di cuenta de que estaba cansada. Cansada de dar discursos, cansada de intentar conseguir empatía de los demás, cansada de demostrar que valía la pena creer en nosotros y recibir por respuesta ira y rencor.
«Necesitan disciplina, no palmaditas en la cabeza.»
«No es su culpa temer a lo desconocido.»
La capa que me cubría ondeó por una fuerte ventisca, como si quisiera hablarme. Eso me hizo verlo, entenderlo.
Suspiré, percibiendo en el aire el olor de la naturaleza a nuestra espalda, y me quité esa estúpida capa que portaba el emblema en oro de los Dioses Guardianes. Tan inútil que solo era un estorbo.
Llené mis pulmones de aire una vez más, dejando caer la capa al suelo, con miles de ojos sobre mis acciones.
Sonreí sin gracia.
—Esto es ridículo —susurré para mí misma, entendiendo tantas cosas al mismo tiempo que mi cabeza dolió.
Miré el cielo, ahora un poco más tranquila. Luego regresé mi mirada a la multitud y avancé hacia ella. Los más cercanos retrocedieron por impulso, empujando a los demás en el proceso. Para cuando llegué al borde me senté como si de un muro se tratara. Había casi cuatro metros hasta el piso, marcando no solo una diferencia sino también un límite. Eso también me causó gracia.
—Me encantaría presentarme, pero me temo que la mayoría aquí sabe cosas de mí que yo misma aun no conozco. Pero para quien no, hola, es un placer, mi nombre es Ailyn.
Ofrecí la mejor sonrisa que pude, me relajé para que se viera genuina. Y pedí a los dioses que todo eso no se malentendiera en un juego sádico de supremacía. Lo último que buscaba era que el mensaje se malinterpretara.
—Hasta hace algunos meses era una estudiante de preparatoria como cualquier otra, del tipo que te encuentras en la calle y ni siquiera volteas a ver. Desconozco todos los rumores que circulan sobre mí, aunque me encantaría oírlos algún día. —Completo silencio. Todos tenían miedo de hablar, parecía que todos los presentes fueran sacrificios de sus propias naciones, eso pareció cuando miraba a alguno a los ojos—. Sí, soy humana, nací como humana, contrario a muchas cosas que se dicen. Soy la reencarnación de una diosa del Olimpo, Atenea fue mi predecesora, ahora yo ocupo el lugar que ella dejó; y para ser sincera aun no sé si es una bendición o una desgracia. Por eso los entiendo.
Más silencio. Sonreí un poco más y comencé a mecer mis piernas en el aire, como una niña. Ya no estaba nerviosa, ahora solo me sentía triste; sentía una punzada en mi corazón, como una vieja herida que aun dolía.
»Cuando me enteré de todo esto estaba aterrada, porque no, no nací siendo consiente de este mundo. Me pasó igual que a ustedes —Miré hacia las ilusiones de Logan que transmitían en vivo y hacia las cámaras televisivas—, todos ustedes. Un día todo es normal y luego... ya no lo es. Tuve mucho miedo y tomé malas decisiones por ese miedo, por eso sé cómo se sienten. Entiendo lo que significa que todo tu mundo cambie en cuestión de horas, lo que es replantearte toda tu vida y tu realidad, que te obliguen a eso.
Me quedé callada por un momento, perdida en mis pensamientos y observando a toda esa gente. Preparé todo un discurso de superación y esperanza, pero mientras lo repasaba supe que era completamente inútil.
—¿Saben qué aprendí durante el tiempo que llevo de esta forma? —Por supuesto, nadie respondió—. Me di cuenta de mi propia debilidad. Los humanos son débiles, nuestros cuerpos se rompen con mucha facilidad. Solo hace falta un mal golpe o una herida y la vida se nos escapa. Ustedes lo saben, necesitan a los dioses, necesitan que alguien los proteja, nos necesitan. De la misma forma que nosotros los necesitamos a ustedes.
En ese momento alguien tiró una piedra.
La vi desde que salió de la multitud, incluso vi quién la tiró. Tenía una muy buena puntería, me golpeó en el entrecejo con fuerza. La cortada que me dejó se sanó al instante, apenas sí la sentí. Había recibido heridas más graves que una pedrada.
—¡Son asesinos! —gritó el hombre que lanzó la piedra, delatándose—. ¿Nos necesitan? ¡Nos están matando! No les importan nuestras vidas, somos insignificantes para ustedes.
Eso avivó a todos los demás. Las voces se levantaron, llenas de enojo, de miedo y de pánico. Levanté una mano hacia mis amigos atrás, supuse que de esa forma era que todas sus conferencias terminaban mal.
—¡Por su culpa esos monstruos han aparecido! —gritó otra persona lo suficientemente cerca para oírla con claridad—. Trajeron la desgracia a nuestras vidas, la muerte y la guerra. Estábamos bien antes de ustedes, ahora ni siquiera podemos dormir a salvo. ¿Nos protegen? ¡Alguien debería protegernos de ustedes!
Los prefería callados. Ahora entendía a Logan, toda esa gente no tenía idea...
Levanté mi mano y en respuesta el viento sopló con fuerza, la suficiente para tragarse todos los comentarios y darme un segundo para hablar.
—No negaré sus acusaciones. Es verdad que con nuestra llegada también llegaron criaturas que amenazan su seguridad. Aceptaremos la responsabilidad, pueden lanzarnos más piedras si eso los hace sentir mejor.
No esperé que nadie lo hiciera por supuesto. No lo dije con intención de amenazarlos, pero entendí que se lo tomarían así sin importar qué dijera.
—¡Han venido a acabar con nuestras vidas! Nos matarán a todos.
Y de nuevo los gritos. Así no llegaríamos a ninguna parte.
No todos se unieron al alboroto de insultos y reclamos, la mayoría conservó su lugar, ya fuera por miedo o por duda muchos se limitaron a escuchar. Y otro porcentaje tiraba preguntas al aire, los reporteros en especial, soltaron preguntas cerca de mí con la esperanza de obtener respuesta. Me preguntaron acerca de nosotros, de nuestras vidas, incluso una mujer preguntó si ahora que teníamos poder nos vengaríamos de quien nos trató mal.
En especial tenían interés por saber cómo afectaría todo eso a la política mundial que se desmoronada. Muchas fueron preguntas que de verdad tenían valor, preguntas para las que yo no tenía respuesta. El mundo estaba tan roto que se colapsaba, la gente que no nos odiaba quería saber qué haríamos por él.
Fingí no oír las preguntas importantes. No teníamos aun un plan tan elaborado y no quería prometer algo que no sabía si era posible.
Los dejé gritar, por algunos minutos dejé que dijeran lo que querían, que se sintieran escuchados. Que se desahogaran. Los observé todo el tiempo, paciente. Entendía su ira, negarla era como pretender que una vela no podría causar un incendio.
Pero también escuché a los que guardaban silencio. Mucha gente en verdad solo quería entender por qué. Solo deseaban una explicación, querían seguridad, querían seguir con sus vidas.
—Zeus no tolerará más su comportamiento. —Ahora les hablé a las cámaras, para que todas esas personas sentadas tras la protección de sus televisores, supieran que les hablaba a ellos. Los civiles solo pecaban de escandalosos, quienes mandaron los misiles querían más que paz—. Él propone una «limpieza», algo que ninguno de nosotros apoyamos.
Bueno, salvo Logan, pero mejor que pensaran que todos nos oponíamos.
El silencio cayó de golpe, vi que querían salir huyendo, otros escucharon con atención, en especial los periodistas que alargaron más sus micrófonos.
—No es una amenaza, es una advertencia. Queremos ayudarlos, protegerlos, más por lo que pueden darnos es porque nosotros somos humanos todavía, nacimos en este mundo y solo por eso lo amamos. Pero deben entender algo: pueden contar con todo el armamento militar que se les ocurra, probar todo lo que quieran, pero jamás podrán combatir a un dios, mucho menos a Zeus, ni obtener de nosotros beneficios adicionales con intenciones personales. De seguir así solo conseguirán su propia extinción y ni siquiera nosotros podremos protegerlos.
»No estoy hablándoles aquí, en este momento, para probar inocencia o demostrar ser merecedora de su amor. Les queremos pedir paciencia y tiempo. Les aseguro que no queremos perjudicarlos de ninguna manera, su protección es nuestra prioridad, pero necesitamos colaboración. No somos seres celestiales ni temibles, para ser honesta con ustedes, muchos no nos consideran dioses. Sé que tienen miedo, y haré lo necesario para que no lo hagan. Pero deben respetarnos, porque si bien nosotros no los lastimaremos, hay deidades que no piensan igual. Aunque les duela, todos ustedes son frágiles, solo hace falta el chasquido de los dedos de un dios para que dejen de existir.
Sí, definitivamente no había forma de pedirles limites sin que sonara como una amenaza.
»Responderé las preguntas que tengan, sabrán todo lo que quieran de nosotros. No tenemos nada que ocultares.
Y solo bastó eso para que de nuevo se desataran los gritos. Volaron preguntas por todas partes, la mayoría por parte de los periodistas, otras por los representantes de diferentes países, y algunas más pocas por parte de quienes estaban ahí de forma independiente.
Respondí lo que pude, las preguntas más profundas sobre el futuro y lo que haríamos traté de evitarlas, cuando no podía solo mencioné que aun estábamos en discusión al respecto.
Fueron varios minutos seguidos así. Terminé contándoles cómo fue que todo comenzó y parte de las razones que llevaron a nuestra aparición. Conocieron mejor nuestra condición y de lo que éramos capaces. Sin embargo, me cuidé de revelar información precisa sobre Pandora o la Corte Suprema o cualquiera de las cosas que vi en Kamigami. Les hablé de mí y de mis amigos, lo suficiente para que nuestra historia sonara más aceptable y pudiera conectar con más personas.
«Somos dioses, no presidentes, ni reyes, ni héroes.»
Las palabras de Logan resonaban en mi cabeza. Me giré para verlos, los cinco seguían en el mismo lugar, observando a la multitud. Sabía que si decía algo más de lo que acordamos alguno saltaría para impedirlo, pero todos seguían inamovibles.
¿Estaba haciendo lo correcto? Suspiré.
En ese momento alguien pasó entre la multitud de gente hasta adelante, a pocos metros de mí. Se movió entre las personas a empujones, hasta que consiguió salir de la muchedumbre y cayó frente a mí.
Un niño de no más de ocho años, de grandes ojos grises. ¿Un niño? No se suponía que permitieran la presencia de menores de edad. Algunas personas se giraron para ayudarlo a levantarse, otras siguieron con sus preguntas. Yo lo miré, aun no se levantaba del suelo, se lastimó la rodilla y estaba a punto de hacer una pataleta por eso.
Me moví con la intención de ayudarlo, de impedir que la gente pudiera pisotearlo por accidente, pero algo me detuvo.
Sentí el impacto antes de oír el disparo. Los gritos llegaron antes que el dolor. Cuando me di cuenta mi cuerpo se desequilibró y se cayó del escenario.
Hice una mueca mientras caía, el hombro me dolía y la sangre se esparcía por el uniforme como tinta. Alguien me atrapó antes de llegar al suelo. Evan me tomó en sus brazos evitando que me lastimara por la caída, pero su misma fuerza me provocó dolor.
Los gritos se levantaron al unísono, cuando me fijé Sara se encontraba frente a la multitud con los ojos encendidos en violeta. Una onda lila se extendió por la plaza y por los palcos, por cada edificio cercano, casi por toda Grecia. Todo el mundo se quedó quieto, como si fueran incapaces de moverse, pero sus ojos se movían frenéticamente en busca de auxilio.
Daymon levantó un domo a nuestro alrededor, tan naranja como su cabello, semitransparente.
Una corriente eléctrica me recorrió el hombro, espasmos se apoderaron de mi brazo. Ahora entendía el alboroto por las heridas de bala, eran una pesadilla. No dolían tanto como los puñales de las Furias, pero tampoco las desmeritaba.
—La quitaré, ¿bien? Dolerá un momento —advirtió Evan.
Sentí sus dedos sobre mi hombro, pero éstos apenas rozaron mi piel, él movió la bala con magia. Un brillo azul bailó sobre mi hombro mientras la bala se movía en el interior, apreté los dientes ante el dolor; la bala no quería salir.
Luego de unos intentos consiguió sacarla, yo solté el grito y moví con brusquedad mi cuerpo como si pudiera respirar de nuevo.
Respiré rápido varias veces mientras la herida se cerraba sola. No tenía sentido, ese traje era protector, una simple bala no podría traspasarlo.
—Magia de Amazonas —comentó Logan.
Evan le pasó la bala y él la estudió por todas partes, frunció el ceño y la apretó con fuerza; la bala se hizo ceniza verde.
—¿Magia de Amazonas? ¿Cómo es que...?
—Tienes suerte —me cortó él. Observó la multitud detenida—. Fallaron. Apuntaban a tu corazón.
La herida ya había sanado, ahora solo quedaba un pequeño roto en la tela y una mancha de sangre escandalosa.
—Fue de corto alcance, quien lo hizo está cerca. —Evan estudió a la multitud, con un semblante serio casi tanto como Sara.
Me levanté del suelo, moviendo mi hombro para recuperar la movilidad. Caminé hacia la gente, la mayoría estaba en posición de huida, intentaron correr lejos de nosotros cuando se oyó el disparo. El niño seguía en el suelo.
No solo me dolía saber que alguien atentó contra mí, me dolía saber que usaron magia de Amazona para eso, y sobre todo que usaron a un niño como distracción. Bajé la guardia, debí saberlo. Más que molestarme me entristecía.
—La piedra de antes, lo hicieron para saber si tenías protección —continuó Logan con su faceta de investigador. Se dirigió hacia una dirección en específico, fuera de la barrera de Daymon; lo seguí de cerca—. Debió provenir de aquí.
En esa área todos corrían hacia afuera, excepto por una persona. Un hombre mayor, quien lanzó la piedra antes, estaba en dirección contraria a los demás. Su cuerpo apuntaba al escenario, pero estaba tirado en el suelo boca abajo como si alguien lo hubiera empujado.
Sentí que alguien tocó mi hombro antes herido, una caricia apenas perceptible e invisible. Solo eso me bastó para saber por qué, alguien con tan buena puntería, falló su tiro más importante.
El hombre movía los ojos como loco, de lado a lado, y gemía con más fuerza que todos los demás. Una macha de humedad se esparció por su pantalón, en su entrepierna, goteando en el piso. Incluso lloraba.
Parecía que fuera a morirse del miedo en cualquier segundo en cuando me paré frente a él.
—Sara, déjalos, no hace falta que los retengas. Dudo que tenga cómplices o alguien más quiera seguir sus pasos.
Ella me miró como si me dijera «Por supuesto que no pienso arriesgarme». Pero en cuanto repetí mi petición ella accedió a regañadientes.
En cuanto todo el mundo recuperó su movilidad se abrió un espacio a nuestro alrededor. La gente se corrió, alejándose todo lo que pudieron de mi atacante. La mayoría guardó silencio, expectante, muchos acercaron sus cámaras; otra parte gritaba y exclamaba de terror.
Creían que lo iba a matar. El solo pensamiento me encogió el corazón. Andrew se había cuidado de no herirlo, solo de inmovilizarlo. ¿Cómo podría yo matar a un humano? Sacudí la cabeza. Era impensable.
Me incliné hacia el hombre, él seguía inmovilizado por la magia de Sara. La miré de reojo.
—Por favor —pedí.
Ella bufó y su magia lo movió. Lo puso de pie, restringiendo su movilidad. Solo dejó que moviera la cabeza.
El hombre me miró con autentico terror. Movió los labios para hablar pero las palabras no salieron, solo temblaban.
Estaba blanco como la niebla, temblaba del horror. Me observaba con enormes ojos grises, iguales a los del niño.
Yo me limité a mirarlo. Debía estar furiosa por intentar matarme, pero cuando lo veía solo podía ver a alguien muy asustado y lleno de odio.
Suspiré otra vez. Era un día realmente largo.
—Te acostumbras, ¿sabes? A que todo el mundo intente matarte —le dije—. He estado más cerca de la muerte que esto, te sorprenderías. Pero te entiendo, sé lo fácil que es odiar a alguien y lo difícil que es perdonar.
Observé hacia el pie del escenario. Cailye estaba con el niño, él quería cercarse pero mi amiga lo impedía. El niño estiraba sus brazos hacia nosotros, pero por alguna razón no decía nada.
Recordé a todas esas almas en el Inframundo, todos murieron a causa indirecta de nuestras acciones. Accidentes para nosotros, el peor día de sus vidas para ellos. Veía la misma ira de esas almas en los ojos de ese hombre.
—¿Qué lugar fue? ¿Cuándo? —intenté adivinar—. Quieres vengarte, ¿por qué? ¿A quién perdiste?
Comenzó a llorar. Agachó la cabeza y sollozó entre lágrimas, su nariz se congestionó por los fluidos, temblaba como un pez fuera del agua. Parecía que en verdad se ahogaba con su propia respiración.
Me preocupaba el hecho de que tuviera en su poder magia de Amazonas. ¿Cómo la obtuvo? ¿Acaso era algo que se pudiera conseguir tan fácil? ¿Y si más personas tenían cosas parecidas? La magia Amazona era peligrosa en manos humanas, no se suponía que pudieran usarla.
Lo vi llorar, oí los susurros de la gente. Se preguntaban en qué momento iba a matarlo o cuál sería su castigo. Otros decían que él tuvo el valor de hacer lo que muchos pensaban pero no se atrevían.
¿Cómo llegamos a ese punto? Todo era tan complicado que al mismo tiempo no lo era. Ahora entendía el desgaste mental que sufrieron mis amigos en esas semanas.
Estiré mi mano hacia él. Pegó un brinco y trató de evadir mi tacto, pero la magia inmovilizadora de Sara no lo dejaba ir para ninguna parte. Posé mi mano sobre su cabeza, creí que se desmayaría del susto, pero no fue así. Solo se quedó muy quieto.
—Lo lamento. No poder estar ahí es frustrante. Cuando quieres a alguien es normal querer protegerlo, pero a veces es imposible. A veces simplemente no estás ahí, no sostienes su mano con suficiente fuerza, no los alcanzas, o no tienes el poder necesario. —Me contuve para no llorar, no quería que toda esa gente me viera llorar como la llorona irremediable que era—. Y luego es demasiado tarde, se han ido.
Me acerqué más a él. Quería abrazar su dolor, hacerle saber que no estaba solo y que lo entendía, que estaba bien estar enojado y triste, llorar, que un día levantaría la cabeza y vendría el después.
Una luz blanca nació en mi mano al contacto con su cabeza, pequeña, como una lámpara, dudaba que alguien más pudiera notarla estando tan lejos. Apenas sí pude yo misma verla. Se sentía cálida, agradable...
Fue en ese momento que la vi.
El tiempo se detuvo por una fracción de segundo, oí el tintinar de una campana, tan bajo que no estuve segura de escuchar bien. Y ahí estaba, justo detrás de ese hombre.
Un ser nuevo y extraño, ajeno a todo... como un fantasma...
Era una niña, pequeña de alrededor de cinco años. Su piel era blanca, albina, de cabello liso y largo, blanco como las nubes y pestañas iguales, de cejas tan blancas que no podían distinguirse de su piel. Llevaba puesto un vestido tan inmaculado como su apariencia. Sus colores eran tan puros que de no haber estado tan nubado el ambiente no podría haberla visto tan clara.
Lo único colorido en ella era una corona de hojas que adornaba su cabeza, una tiara adornada con hojas de colores diferentes, uno por cada color del arcoíris. Resplandecía, un aura blanca rodeaba su cuerpo como si ella estuviera hecha de luz...
Sonrió, me sonrió, me miraba a mí sin vacilar. Estaba a varios metros de distancia pero aun así sabía que era en mí quien esos ojos platinos se fijaban.
Ahí supe quién era ella. Su nombre brotó de mi garganta como si alguien lo hubiera puesto ahí.
—Elpis...
Era Elpis... La personificación de la esperanza...
Por un momento, por un segundo, todo fue tan perfecto que creí que no podría contener mis lágrimas...
Pero en ese instante todo se rompió. Tan rápido como el momento se creó algo externo lo terminó.
El tiempo continuó moviéndose, ajeno a la presencia de Elpis. Y ella ya no estaba. Se fue como si nunca hubiera estado ahí, como si solo hubiera sido una alucinación.
El estruendo llegó. Algo grande, algo gigante, pisó con tanta fuerza que desató el caos entre la multitud, tan inmenso que un extenso pánico se esparció por tomo mi cuerpo.
Quise exclamar pero no pude, quise moverme pero cada nervio de mi cuerpo murió. No era mi miedo, era como si fuera de otra persona. Como si le perteneciera a... Atenea.
El cielo se oscureció por completo, los gritos inundaron el ambiente, pero el rugido de lo que fuera que llegó eclipsó todo lo demás.
Faltan 4 capítulos para el final. Sin embargo, esperaré a tenerlos listos para publicarlos, por lo que no estoy segura de cuándo lo haga. Pido paciencia, puede tomar varios días.
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