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3.2. Miedo de sentir miedo

Rise (Katy Perry) Acustic cover - Boyce Avenue

El brillo producto de la magia de Cailye desapareció gradualmente, hasta que mis ojos se ajustaron a la luz del día que iluminaba los pasillos descubiertos del Olimpo, ubicado en Tesalia. Observé las aves, el verde del césped, el color de las flores del jardín, la delgada tela que adornaba algunas partes de las paredes, y el color crema casi dorado que pintaba la superficie del palacio en sí.

Mi olfato viajó hasta la multitud de olores que predominaban en el jardín de la entrada, uno de los lugares favoritos de Apolo y Atenea, y por un segundo incluso pude imaginarlos ahí, felices y enamorados, como si nada hubiera salido mal. El recuerdo no me pertenecía, era una réplica del viaje al pasado, pero no solo era una memoria, era más que eso, podía sentir en mi piel el sentimiento que ellos emanaban cuando estaban juntos en ese lugar.

No me agradaba ir al Olimpo, más que por mi condición se trataba de un problema de percepción. Mi sensibilidad estaba a tope con lo que le ocurrí a mi cuerpo, y ese lugar estaba cargado de todo tipo de emociones que aun perduraban en el ambiente. Casi podía visualizar los recuerdos que el lugar conservaba, como una penitencia o una maldición. Ese palacio, más que un lugar, se sentía como un testigo más de los acontecimientos que ocurrieron ahí. Y no solo me refería al romance prohibido de los dioses, sino de absolutamente todo lo que pasó en ese lugar.

Era un lugar ciertamente hermoso, rico en arte e historia, pero para mí seguía siendo algo más que un palacio. Y era difícil caminar por esos pasillos como si nada hubiera ocurrido.

Estaba tan distraída en las sensaciones que ese lugar me transmitía; como la melancolía de Atenea y el dolor de Apolo, tanto como la angustia de los Dioses Guardianes originales, como de la nube de desesperanza que cubrió el lugar el día de la muerte de los dioses; que no me percaté de la presencia de otras dos personas en la entrada.

Noté los ojos de Cailye y los de Cody sobre las dos figuras, y no me hizo falta confirmar de quién se trataba. La sombra en el suelo de una chica alta de cuerpo delgado, y de la de un chico de brazos gruesos con cabello peinado hacia arrida, eran inconfundibles.

—Ya se dañó la tarde —masculló Cailye entre dientes, fastidiada, y se apartó unos cuantos pasos de nosotros.

—Llegan tarde, ¿lo sabían? —comentó Sara, en tono medio de regaño medio de saludo. Se acercó a mí, sonriendo de lado y con sus ojos brillando, y me abrazó. Percibí el olor de su cabello sobre mi nariz, convirtiendo ese recuerdo olfatorio de ella en algo nostálgico de alguna manera—. Me alegra verte, te extrañé mucho. No es lo mismo hablar por teléfono que tener a alguien cara a cara. ¿Estás bien? Oí lo que pasó en el Chic Center, era tu lugar favorito de la ciudad. No estabas ahí cuando pasó, ¿verdad?

Tragué saliva, esperando que disimulara bien mi papel en ese asunto. Si Sara se llegaba a enterar... armaría tremendo escándalo.

—No, claro que no. Lo oí en las noticias, es una lástima. Pasó justo después de que nos marchamos, por suerte.

Mi mentira ni yo me la creía, pero debí sonar tan natural como pretendía ya que ella no hizo más énfasis en el tema. Noté la mirada de reojo de Cailye, pero no dijo nada al respecto, guardó silencio y solo observó. Sara soltó el aire, como si necesitara oír eso para poder respirar.

—A mí también me alegra verte, Ailyn, ha pasado tiempo desde que nos vimos —saludó Daymon a su lado, con su usual alegría y simpatía, desbordando energía, como si se tratara de la personificación del sol. Sonreía también, pero la sonrisa de él era diferente—, creo que desde la última misión, la de los minotauros, ¿la recuerdas? Todavía me duele la espalda.

Sonreí; no fue una sonrisa forzada o dolorosa, como lo era la mayoría de mis gestos desde hacía un mes; esa vez fue real. Me alegraba tenerlos cerca, aunque desconocieran lo que me ocurría era agradable tan solo disfrutar de su presencia; a pesar de que estar cerca de Daymon aumentaba mis posibilidades de ser descubierta, y de que Sara era buena descubriendo cuando mentía. Pero era imposible no sentirme así, porque ellos dos eran como hermanos para mí.

—Sí, han sido días muy largos de su ausencia. La última vez que nos reunimos todos al mismo tiempo fue en Aqueronte, después de eso creo que hemos estado algo ocupados. —Me enfoqué en Sara—. Melanie no ha dejado de insistir en lo de mudarse a tu casa; deberías adoptarla, ¿no crees? Ya es hora de que ambas se den esa oportunidad.

Hizo una mueca, pero no pude distinguir si aquel gesto significaba desagrado, incomodidad o molestia.

—Aun lo tengo en consideración. —Echó una mirada a Cody, cerca de mí, y frunció más el entrecejo—. ¿Qué hace tu hermano aquí? ¿Por qué lo trajiste?

Daymon, que hasta hacía poco permanecía observándome de forma extraña, se acercó a nosotras en un par de zancadas, con la velocidad de un dios, directo hacia Cody y pasando casi por encima de mí para alcanzarlo.

—¡¿Tú eres Cody, el hermano vidente de Ailyn?! —exclamó, como si la idea no estuviera ya implícita, con sus ojos amarillos brillando de euforia.

Mi hermano le echó una ojeada de pies a cabeza, con el ceño ligeramente fruncido, con aparente insignificancia. Por lo visto, a Cody no le agradó mucho mi amigo.

—No, soy su otro hermano, el no vidente —se mofó Cody, con cierta malicia.

Fruncí levemente en entrecejo, recordando que la actitud de Cody últimamente se había vuelto más cruel que de costumbre. Desde que fue secuestrado algo en él cambió, no como si fuera malo, sino que en ocasiones decía y hacía cosas un poco... desalmadas. Trataba de no pensar en eso, de alguna forma quería verlo como parte de su cambio de personalidad debido a la pubertad, más no como algo sobrenatural, de eso ya tenía suficiente.

Sin embargo, a pesar de lo grosero de su comentario, Daymon ignoró la descortesía de Cody y continuó admirándolo de pies a cabeza como si fuera una pieza coleccionable de edición limitada y de tamaño real.

Daymon podía ser muy simpático y sociable, pero eso era justamente lo que a Cody más le irritaba: la gente entrometida con energía de sobra, y medio tonta. Quizá por eso se burlaba tanto de Cailye y de mí.

—Ailyn... —me recordó Sara, ahora con los brazos cruzados.

—Quiso venir —expliqué, con calma para que no entrara en pánico. Los humanos en el Olimpo estaban prohibidos, aunque, técnicamente, Cody no era con exactitud un humano—. No causará problemas, lo prometo.

Sara hizo una mueca, mientras Daymon rodeaba a Cody queriéndolo examinar a detalle y éste solo contenía su disgusto, así que no supe si fue por la actitud de su novio o por mi respuesta.

—Es peligroso para él estar aquí, lo sabes. —Miró más allá de mí, donde Cailye jugaba con una especie de paloma sobre una de las fuentes de la entrada, y entrecerró un poco los ojos—. Aunque no me sorprende que la mocosa lo permitiera, era de esperar.

En ese momento las manos de Cailye se detuvieron y sus ojos se enfocaron en Sara. Desprendían el mismo brillo de siempre cada vez que intercambiaba palabra con mi amiga, y su mirada se tornó oscura de nuevo. A veces creía que Cailye sufría de trastorno de personalidad múltiple, o estaba poseída, porque una cosa era la tierna y dulce Cailye y otra era aquella chica yandere que tanto disfrutaba insultar a Sara.

—Lo siento, intrusa con complejo de reina, a diferencia de ti yo soy un poco más flexible. Quizá por eso nadie te pide permiso de nada, porque vives con un gran «NO» gravado en la frente.

—¿Qué dijiste, pequeña mocosa yandere? —Y ahí íbamos de nuevo—. Al menos yo tengo razón, no como tú, que con cada cosa que haces te metes en problemas y retrasas a todos con tu tendencia a llorar como bebé cada que ocurre algo importante.

Suspiré. Sus insultos cada vez perdían más fuerza y ofensa. Era como si en el fondo ya no tuvieran nada más que decir que enfadara a la otra, o no quisieran herirse de verdad. La verdad, a esas alturas, daban vergüenza ajena.

—¡Ah, claro, olvidaba que tú nunca sientes miedo porque pareces un maldito robot! —contraatacó la rubia, elevando el tono de su voz—. Me sorprende siquiera que Daymon te soporte, ¡eres demasiado aburrida!

Daymon, Cody, y yo, nos limitamos a observar su pobre intercambio de insultos, que más parecía la guerra de un par de niños de primaria, hasta que Cody se me acercó mientras ellas continuaban su... ¿charla?

—¿No tenían algo importante que hacer? —me recordó.

Lo miré a él, y luego a Daymon, que intentaba arrancarle una hebra de cabello a la melena castaña de mi hermano. El pelirrojo se había vuelto más extraño.

—Chicas, sé que no se toleran y todo el cuento, pero vamos tarde. Evan y los demás nos esperan, ¿lo recuerdan? —Ambas dejaron de gritarse y se volvieron hacia mí, de una forma que delataba que en verdad lo habían olvidado. Suspiré, de nuevo—. A veces creo que se odian tanto porque ven en la otra lo que no les agrada de ustedes mismas; tienen tanto en común que a veces es como ver a una persona insultar a un espejo.

Sus ojos se abrieron de par en par, y noté también la mirada de Daymon sobre mí segundos antes de soltar a carcajadas.

Las reacciones de las chicas fueron de incomodidad pura, como si hubiera dicho algo personal y vergonzoso; noté el rubor en sus rostros, y casi pude sentir el calor de sus mejillas.

—Démonos prisa —dijo Sara, con rubor en sus mejillas, y fue la primera en comenzar a caminar.

Cailye bajó la mirada, apenada, y emprendió caminata a paso más lento que el de mi amiga. Daymon, Cody y yo, luego de que a Daymon se le pasara la gracia, las seguimos en completo silencio, pero al pelirrojo todavía le causaba diversión mi comentario. Tal vez se reía porque acerté, o por el contrario, él sabía que no podía estar más equivocada. En todo caso no importaba, yo estaba segura de que en verdad ellas ya no eran las enemigas que conocí en Columbus.

Avanzamos por los pasillos iluminados únicamente por el intenso brillo del sol, en completo silencio. Las chicas caminaban adelante, cabizbajas, mientras Cody y yo las seguimos a cierta distancia, y Daymon atrás de todos con los brazos tras su cabeza, admirando como yo los preciosos detalles del Olimpo.

Nunca me cansaría de contemplar los candelabros con detalles de oro, los cuadros que narraban historias, las fuentes en varias esquinas que acompañaban generalmente alguna que otra planta de flores coloridas. Había cortinas en las puertas y en unas cuantas ventanas, pero más que todo se veían en los pasillos con vistas al jardín principal.

Habían hecho un buen trabajo reconstruyéndolo luego de lo de Hades, parecía que nunca hubiera ocurrido aquello ya que todo se veía igual que en los recuerdos de At, incluso con más brillo que antes. Ahora podía respirar más paz, a pesar de las circunstancias todo se veía en calma, como el océano en un día tranquilo. Escuché de una Gracia que expandieron el lugar, añadiendo habitaciones de dormitorios y otras salas funcionales que según entendí eran necesarias.

No obstante, poco lo podía asegurar ya que nunca había recorrido el Olimpo completo, aparte de mi condición era por tiempo, no sabía cuánto me llevaría recorrerlo en su totalidad. El palacio era gigantesco, casi del área del Palacio de Rumania*, lo que significaba que bien podría haber una explosión en un lado que no se escucharía en el otro.

Luego de abandonar el pasillo exterior, nos adentramos a las habitaciones internas, donde todo se daba. Cientos de cuartos, todos con usos, tamaños, y accesibilidad diferentes; como nunca había recorrido completamente el palacio solo conocía la sala de juntas, donde Evan pasaba la mayoría del tiempo monitoreando la actividad divina tanto en la Tierra como en Kamigami; la sala de las esculturas, donde se encontraban gran parte de las estatuas a imagen de los dioses; y la sala de la Corte Suprema, donde se reunían cada vez que venían a la Tierra.

Todo se veía ordenado, radiante, impropio, igual que un museo, de eso se encargaban las Gracias, seres de Kamigami que vivían en el Olimpo y ayudaban a los dioses como una especie de asistentes. Ellas, al igual que las Musas para Kamigami, le daban vida al palacio. No las conocía muy bien, siempre entraba y salía del lugar tan rápido que no hablaba mucho con ellas, solo lo necesario; pero Cailye por el contrario era muy amiga de la mayoría.

De igual forma, en cada esquina del Olimpo, al voltear en un pasillo o al entrar a una habitación, era inevitable encontrarse a un Soldado de Troya. Eran estatuas colocadas estratégicamente por todo el palacio, y eran algo así como los guardias de seguridad del Olimpo, y en ocasiones —por lo general cuando algo extraño sucedía— servían como cámaras de vigilancia; me causaba escalofríos pasar frente a uno, sentía que siempre me estaban observando. Era por eso por lo que me gustaba el salón de las estatuas, porque ahí no había ninguno, vaya ironía.

Las veces que visité el lugar me encontré con algunos de los dioses menores, como Fílira y Peán en su mayoría, pero éstos pasaban tan rápido por mi lado que era como si fuera menos que invisibles para ellos. Jamás hablé con otro dios aparte de Zeus y Hera, después de todo tenía bastante claro que al ser humana no me veían digna de atención, a pesar de ser también uno de ellos, más o menos. Y no me molestaba, de hecho era mejor así, menos relación con otros era menos probabilidad de ser descubierta.

Evan, por otro lado, se le daba más fácil relacionarse con ellos. Siempre fue agradable conversar con él, tenía cierta actitud que reflejaba confianza, por eso era él el que durante un mes manejó los asuntos divinos de los Dioses Guardianes. Tenía mejor manejo de la comunicación que yo.

La primera semana, cuando el Olimpo abrió de nuevo sus puertas luego de las reconstrucciones, se repartieron las tareas importantes de los Dioses Guardianes dentro de las actividades divinas correspondientes de los dioses. Ahora que regresaron debían seguir encargándose de sus obligaciones con la humanidad, más aún después del desastre que ocasionó Hades; Deméter ayudó en la tierra, para restaurar algunas áreas de cultivo, igual que Eolo purificó parte del oxígeno contaminado por consecuencia de Hades, entre otros dioses que hicieron lo propio.

Esa primera semana, debido a mi miedo y desconcierto por lo que me ocurría, no fui capaz de hablar para tomar uno de los trabajos, y tampoco era como si pudiera realizar alguno si estaba muy preocupada por mi estado. Evan fue el primero en ofrecerse para encargarse del monitoreo de criaturas, y eso sumado con la oferta de Zeus para que entrenara como Poseidón le quitaba mucho tiempo, por eso él repartía las misiones y vigilaba la actividad de las Amazonas.

Logan fue el siguiente en elegir un trabajo, pidió ser un investigador independiente, tal vez por eso le asignaron la grieta dimensional en el Mar Mediterráneo. No me extrañó que lo hiciera, le gustaba hacer todo solo, y eso lo mantenía bastante ocupado.

En cuanto a los demás, las chicas y yo pedimos encargarnos de las misiones, con ayuda ocasional de Andrew y Daymon, mientras ellos se encargaban de vigilar de cerca las criaturas que mantenían harmonía con los humanos, en parte para mantenerlos controlados, y en parte para reunir información de Pandora; sus personalidades eran perfectas para el trabajo, Andrew era amenazador, casi aterrador, y nadie podía con el carisma de Daymon. Casi como policía malo y policía bueno.

La espontaneidad de las misiones me daba el tiempo que necesitaba para encontrar una solución, puesto que a pesar de que en efecto no faltaba el ser que se salía de control, realmente eran muy escasos los casos.

Era consciente de que mi desapego con el Olimpo y mis obligaciones era sospechoso, pero no podía hacer otra cosa más que mantener un perfil bajo y poca actividad, argumentando que trataba de entrenar de forma individual para perfeccionar mi técnica y mi aporte como líder. Era mentira, claro, pero me funcionaba ya que nadie trató de confirmarlo en todo ese tiempo. Para la Corte Suprema mi falta de involucración con el Olimpo se debía a mis entrenos; les dije que aún no estaba a la altura de Atenea y ellos me creyeron puesto que esperaban que fuera igual que ella, o al menos en su mayoría, por lo que tanto Hestia como Hera apoyaron mi decisión.

—Ailyn, ¿puedo preguntarte algo? —inquirió Daymon, sacándome de las profundidades de mis pensamientos. Asentí, mientras me desconectaba de mis recuerdos, consciente de que el tono que usaba era tan bajo que mis amigas no lo escuchaban—. ¿Por qué trajiste a tu hermano?

Lo miré a los ojos, y descubrí que en ellos no relucía la chispa divertida de minutos atrás, por el contrario, lucía más serio que de costumbre.

Me encogí de hombros, restándole importancia.

—Pregúntale a él, fue Cody quien quiso venir. ¿Por qué quieres saberlo?

Sacudió su cabeza, y volvió a sonreír, no tan ampliamente como antes, pero de igual forma con cierta ligereza.

—Por nada, es solo que por lo que sé de él es como si tratara de encubrir algo.

Mi paso disminuyó, y fruncí levemente el ceño. Le eché una mirada rápida a Cody a mi lado, concentrado en la historia conservada en cuadros y figuras al lado del pasillo, muy distraído como para oír. Luego volví a mirar a mi amigo.

—¿Encubrir? ¿Encubrir qué?

—No lo sé, pero desde que llegó no he podido ver tu pasado, ni el de Sara ni Cailye, es como si anulara mi habilidad. Solo puedo ver el de él, y no completamente.

Me fue imposible digerir la explicación del pelirrojo, mucho menos analizarla, porque justo cuando él lo mencionó las chicas adelante de nosotros se detuvieron frente a una entrada ovoide de doble puerta y bastante alta. Esa era la puerta de la sala de juntas, habíamos llegado.

—Tu hermano no puede entrar —comentó Sara, mirándolo de reojo, con su típica seriedad.

—Lo sé —Me volví hacia él, quien permanecía con expresión seria y casi fría—. Cody...

—No causaré problemas, ni me toparé con ningún dios, lo recuerdo. —Me cortó—. Tampoco entraré a salas donde ni siquiera tú puedas entrar, y no dejaré que nadie me vea. —Medio sonrió, burlesco, como si le causara gracia mi preocupación—. Estaré bien, no soy un humano cualquiera.

Era precisamente eso lo que me preocupaba, que él era todo menos un humano normal.

—Correcto. Si ves un Guerrero de Troya pasa gateando; no creo que vigilen hoy, pero existe la posibilidad de que lo hagan. —Rodó los ojos, como si mi precaución fuera demasiado—. Y si ves un animal diferente a una paloma blanca, corre en dirección contraria.

Ahora sí se mostró confundido.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque a los dioses les gusta cambiar de forma, pero por alguna razón no pueden transformarse en palomas blancas. Como te dije antes, les gusta jugar con los humanos. Tan solo no te acerques si ves de pronto un león en medio del pasillo, o un perro paseando por el jardín, ¿bien?

Asintió, y sin añadir nada más lo vi alejarse de la entrada del salón, justo antes de que Sara abriera la puerta.

La luz que entraba a través de las grandes ventanas me deslumbró por un segundo, antes de que mis ojos se acostumbraran al brillo del lugar. Todo era tan deslumbrante y lleno de luz que casi parecía irreal, como salido de un cuento de hadas; los colores pastel y los efectos de la luz del sol jugaban con el ambiente, creando cierta armonía respirable.

Lo primero que me llamó la atención en la enorme sala llena de luz de sol fue el gran mapa que se encontraba justo al frente de la puerta, en horizontal un metro sobre el suelo, y luego noté los tres pares de ojos que cayeron sobre nosotros apenas pusimos un pie dentro del lugar.

La sala era, al igual que todas las habitaciones del Olimpo, de techo muy alto, con más espacio del necesario, y paredes pintadas de dorado, que junto a las cortinas blancas que cubrían las ventanas y ondeaban por el viento entrante, le daban al lugar un efecto relajante, a pesar de la tormenta que se desató cuando mis ojos se cruzaron con los de Andrew.

Su mirada se volvió pesada, y su ceño se frunció al grado que pensé que su rostro se partiría. Estaba segura de que de no ser porque los demás estaban ahí, y que desconocían la situación, se dirigía a mí hecho una furia, con todos los deseos de gritarme.

Tragué saliva, y traté de desviar mi mirada hacia Evan o Logan, o hacia el gran mapa holográfico que se alzaba en medio del salón, o hacia las palomas blancas que aleteaban cerca del techo, incluso quise mirar las decoraciones naturales o artificiales del lugar. Pero era imposible. Con ese tipo de miradas aterraba quitarle el ojo de encima, porque sentía que si lo hacía sería aplastada por su pesadez o atravesada por una flecha.

Me di cuenta de que no me movía cuando Sara sacudió mi hombro, con su mirada de preocupación de madre. No me quería imaginar mi expresión en ese momento, solo sentía el frio en mi rostro y la rigidez de mi piel.

—¿Ailyn? —llamó Evan, acercándose a la puerta. Conseguí clavar mi atención en sus bellos ojos azules—. ¿Ocurre algo?

Su expresión delató confusión, mientras los demás excepto Andrew nos observaban a la espera de mi respuesta.

—Lamento llegar tarde, es mi culpa. —Fue lo único que se me ocurrió.

El chico de ojos azules sonrió, con alivio y calma. Y empezó a dirigirse de nuevo al mapa, al mismo tiempo que Sara y Daymon lo siguieron, adentrándose al centro del salón.

—No te preocupes por eso —dijo Evan una vez llegó a su destino—. Aún no hemos empezado.

Cailye pasó por mi lado, empujándome hacia adentro de la sala. La seguí, con una expresión más rígida que la piedra, y cuando pasé por el lado de Andrew fui capaz de sentir el frio de la muerte en mi espalda. Era como si cargara un pecado demasiado grande para soportarlo, y su mirada aumentara su peso.

Sentí, no solo la mirada penetrante de Andrew que quería clavarme una estaca, sino también la dudosa mirada de Logan sobre mí, como si él fuera el único que captara la situación.

—¿Ocurrió algo entre ustedes? —me preguntó Sara en cuanto llegué a su lado, en voz baja, refiriéndose a Andrew—. Ayer te oías entusiasmada por su cita, ¿acaso salió mal?

Observé su mirada preocupada, y me mordí la lengua. De hecho, nada salió bien.

—No pasó nada —afirmé, rogando que no notara mi inseguridad—. Lo que le molesta no se debe a mí.

Al parecer, Logan estaba escuchando mi conversación con Sara, ya que de inmediato enarcó una ceja, con obviedad. Hasta él, el que menos nos conocía, sabía que aquello era imposible. Todo lo que le molestaba a Andrew siempre tenía que ver conmigo.

—A lo que me refiero es a que no sé qué le ocurre, ni por qué me mira así —le aclaré a Sara antes de que preguntara.

Me di cuenta de que quería decir algo más, y alargar un tema del que no quería hablar, pero por suerte justo en ese momento Evan llamó nuestra atención.

—Sé que es repentino y se supone que en este caso primero se debe informar a la Corte Suprema. —Contempló el mapa frente a él, pensativo, algo que me extrañó debido a que muy pocas veces se veía preocupado—. Pero quise consultarlo con ustedes antes de enviar un informe.

Cuando entré no me había detenido a detallar el mapa en el centro de la sala, pues mi atención estaba puesta sobre cierta persona, pero cuando me acerqué más al centro y me di un momento para observar las altas montañas, el rio violeta, los templos, los inmensos y casi interminables bosques, y la poca normalidad biológica y botánica del relieve, supe de inmediato de dónde era el mapa. Lo había visto en un par de ocasiones, cuando los demás rastreaban a Pandora, pero nunca lo vi con tanto realismo como ahora.

Ese era el mapa de Kamigami, el mundo de los dioses, o al menos una parte de él. Constaba de tres continentes, dos de ellos pequeños, llamados Gea Hijas, una en el norte y otra en el sur; y el más grande de ellos era Gea Madre, que abarcaba más de la mitad de ese mundo.

Era un mundo grande, bastante, y había partes inhóspitas donde pocos dioses se aventuraban, como la Isla Negra, o bosques tan profundos que ni las ninfas se atrevían a pasar.

—¿La encontraste? —preguntó Sara, con expresión seria y atenta a las señales holográficas del mapa, igual que cuando hablaba de ese tipo de temas con Evan o Andrew.

Evan la miró por un segundo, y suspiró. Se veía cansado hasta cierto punto, ¿estaría durmiendo bien? Parecía que no del todo. ¿Qué tan agobiantes resultaban los entrenamientos con Zeus?

—Algo así. —Extendió sus manos sobre el mapa, y usando movimientos suaves expandió una zona rocosa con riscos altos en alguna parte del este de Kamigami, rodeado de acantilados lo suficientemente altos como para morir en un accidente. Las nubes ocultaban gran parte de la cima de los riscos, pero aun así eran visibles algunos relieves de estos—. Le seguí el rastro en base a los puntos donde la han visto, hasta llegar a estos riscos. Es el hogar de las Aves de Estínfalo.

—¿Se esconde ahí? —preguntó Andrew, con su atención ahora sobre el mapa. Miró a Evan a la espera de la respuesta.

El chico de ojos azules negó lentamente con la cabeza.

—No, pero estuvo ahí por un tiempo. Creo que busca a alguien o algo. —Revirtió el zoom, y cuando el mapa volvió a su tamaño normal se marcaron pequeños puntos rojos a lo largo de la Cordillera de Maya—. Según los ciclopes la vieron varias veces por la cordillera, y cerca de los templos de Hefesto y de Artemisa.

—¿Qué tienes en mente? —quiso saber Daymon, igual de atento a los puntos rojos que Evan.

—No estoy seguro. Nunca hemos tenido información muy concreta de ella, y el tener una pista así es...

—Crees que está armando algo, ¿verdad? —completó Andrew, con esa mirada suya se suspicacia y análisis—. La Cordillera de Maya, consigue minerales además de la diversidad de fauna y flora, y el templo de Hefesto es un buen taller.

—¿Y el templo de Artemisa? —inquirí— ¿Qué puede obtener ahí?

Andrew me miró, y al hacerlo consideré que quizá no debí abrir mi boca, pero en lugar de mirarme mal o hacer algún comentario extraño, tan solo respondió:

—No lo sé. También señala el bosque de laureles, y puntos vagos en la meseta. Para lo que sabemos podría ser cualquier cosa. Hacer suposiciones con solo esto es demasiado vago.

—Lo sé —continuó Evan, pensativo—. Las Amazonas no revelan mucha información, y no pude encontrar a la mujer que los ayudó en Salem. Además, muchas de las criaturas que mis informantes encuentran parecen aterrados por ella. Todo el mundo está demasiado asustado para colaborar.

—La noticia se esparció bastante rápido entre la Tierra y Kamigami —mencionó Sara, con el ceño fruncido y los brazos cruzados—. A estas alturas dudo que haya alguien que no lo sepa.

Observé con fijeza el mapa holográfico, y no pude evitar pensar que ese mundo estaba lleno de criaturas que en su mayoría desconocía, y todas ellas sabían lo que ocurría. La noticia de la reaparición de los Dioses Guardianes y de su búsqueda de Pandora ya le debió haber dado la vuelta a las tres dimensiones. Era verdad, para entonces la noticia de una mujer poderosa que estaba en guerra con los dioses ya estaría en cada rincón de las dimensiones. Y, supuse, no debía ser fácil elegir a cuál de los dos le temían menos.

—Y con razón —agregó el chico de ambarino cabello, con su ceño fruncido. Sin embargo, en vista de las circunstancias, ya no sabía si aquel gesto se debía a la situación o a mí—. Controla la caja y con ella todos los males que existen. De por sí ya era famosa antes de lo que ocurrió, ahora es imposible que haya alguien que la desconozca.

—¿A dónde quieres llegar? —quiso saber Daymon, observándolo con curiosidad.

—A que es poderosa, puede que incluso más que Hades, y hasta el momento no ha hecho nada contra nosotros directamente, eso significa que tiene confianza en sí misma, sabe lo que hace. —Y eso era todavía más peligroso, todos ahí captamos su mensaje—. Además, es muy posible que tenga aliados tanto en Kamigami como aquí.

Lo miré, tratando de entender lo que implicaba.

—¿Estás diciendo que Pandora tiene informantes en la Tierra? Digo, aparte de las Amazonas.

No me miró cuando respondió.

—Así es, puede que incluso tenga aliados dentro del Olimpo.

Por un momento reinó el silencio. ¿En verdad había alguien de Pandora cerca de nosotros? Lo veía poco probable. Todos sabían que ella era peligrosa, e impredecible en muchos aspectos, nadie en su sano juicio arriesgaría tanto para ayudarla, mucho menos un dios.

—De algo podemos estar seguros —habló Evan, tomando de nuevo el control del tema—, algo planea, y debemos descubrir de qué se trata antes de que sea demasiado tarde.

—¿Y cómo lo planeas? —Esa fue la primera vez que Logan habló. Se hallaba lejos del mapa, casi aislado de los demás, pero aun así estaba tan conectado a lo que decíamos como Cailye.

Evan le echó una ojeada rápida, y aun con semblante serio, igual que un empresario, continuó:

—Es por eso por lo que los cité con urgencia. La información que tenemos sobre Pandora es casi nula, no podemos seguir buscando a un fantasma; debemos cambiar nuestra posición respecto a lo que sabemos de ella. Buscar nuevas alternativas para reunir información.

»El portal del lado de Kamigami, de acuerdo a la información disponible, alcanzará un estado seguro para atravesarlo en tres días, y permanecerá así por una semana. —Expandió el mapa, ahora acercándose a una zona rocosa rodeada de antiguas edificaciones—. El ciclo lunar, al igual que el clima y condiciones atmosféricas, nos ayudarán a cruzar sin peligro.

Por un segundo no estaba segura de haber oído bien. Abrí la boca para preguntar, pero Cailye, en medio de una exclamación, se me adelantó.

—¡¿Qué?! —La rubia se acercó más al centro de la sala, y buscó los ojos azules de Evan, casi suplicando—. ¿Planeas ir a Kamigami? No... no puedes hacerlo. Es demasiado arriesgado, y escalofriante.

Evan la miró con ternura, y puso la mano en su hombro, intentando infundirle tranquilidad a la rubia, mientras que ella solo parecía rogarle en silencio.

Se veía asustada y lo entendía. Ir a Kamigami era, viera por donde lo viera, una mala idea. No solo se trataba de los portales, sino de los seres que vivían ahí. Más de la mitad de los habitantes tenían una buena razón para odiarnos, y eso sin contar uno que otro dios desquiciado que nos veía como juguetes para perro solo por ser, en esencia, humanos.

—Sigo sin entender lo de los portales —mascullé mientras Evan calmaba a Cailye. Sara, a mi lado, me oyó—. Es decir, todo el tiempo los dioses lo usan, y eso sin mencionar que la Corte Suprema lo hace con mayor frecuencia.

Mi amiga no le apartó los ojos de encima a Evan y a Cailye mientras me respondía.

—Recuerda que seguimos siendo humanos, atravesar el portal es peligroso para nosotros al no poseer todo el poder de nuestros antecesores. Y, además, sabes lo que hay del otro lado.

Entonces, de repente, Logan habló:

—Creo que es una buena idea. —Al decirlo, seis pares de ojos cayeron sobre él de repente, a la espera de su explicación. Rodó los ojos, impaciente, y señaló el portal holográfico sobre el mapa—. No sabemos mucho acerca de Pandora, y dudo que hallemos las respuestas aquí. Si lo piensan, él tiene razón. Si los datos son correctos, en tres días la luna estará...

—Será luna nueva —lo cortó Andrew, siguiéndole el hilo. Ambos se miraron, conectando por un milisegundo.

—Sí —continuó el chico de ojos verdes, apartando la mirada de Andrew—. Si aquí no hay luna significa que en Kamigami habrá luna llena, y de ser así muchas de las criaturas que permanecen cerca del portal se ocultarán de su luz. Es la época menos peligrosa del ciclo lunar para atravesar el portal.

—Y hará frio —añadió Sara, pensativa—. A la mayoría no les agrada, dependen mucho del calor.

Eso significaba que...

—Es peligroso —dijo Daymon, que al igual que la mayoría, tenía los ojos puestos sobre el mapa—, pero creo que podría funcionar.

Noté cómo el rostro de Cailye palidecía, al mismo tiempo que abría sus ojos como platos. En vista de que ella no pudo hablar, lo hice yo.

—Es una locura. —Eso sonaba extraño viniendo de mí—. Sé que siempre soy yo la que propone este tipo de planes, pero esto va más allá de todo lo que he hecho. —O al menos casi—. No sabemos lo que nos encontremos al entrar, ni si lo conseguiremos, mucho menos si regresemos con vida. Emprender un viaje a Kamigami es... suicida.

—Ailyn tiene razón —apoyó Andrew para mi sorpresa, pero yo sabía muy bien por qué lo decía—. Ir a Kamigami no se compara con atravesar el océano Atlántico, es más que viajar entre países. Arriesgarnos a ir a Kamigami es demasiado.

Si ya era malo que yo fuera al Olimpo, ir a Kamigami era... ni siquiera yo podía considerar semejante estupidez. Y, además, dos semanas era mi límite; no podría ir a Kamigami aunque lo quisiera si no encontraba una cura.

Tener una bomba de tiempo en mi cuerpo me hizo darme cuenta de lo peligroso que era hacer cierto tipo de cosas, y entrar a un mundo potencialmente negativo para mí era firmar mi sentencia de muerte. Entendía la situación, pero en esa circunstancia ayudaba más manteniéndome al margen. Un viaje a Kamigami era una locura, viera por donde lo viera.

—Conozco el riesgo —prosiguió Evan—, pero es lo único que tenemos. Necesitamos reunir información, y formar alianzas.

—¿De qué hablas? —preguntó Sara.

El chico de ojos azules, mientras dejaba salir un suspiro, movió sus manos sobre el mapa, y esto a su vez provocó que aparecieran cientos de puntos dorados contrastando con los rojos, a lo largo de todo Kamigami.

—Hablo de que Pandora no es como Hades, es más poderosa que eso. —Y así se ganó nuevamente la atención de todos los presentes—. Si fuera fácil de controlar, Zeus lo hubiera hecho desde el comienzo. No tenemos cómo medir su fuerza, así que asumiremos que es más fuerte que Zeus, y por eso mismo necesitamos ayuda.

Era cierto. No conocíamos el alcance de Pandora, ni qué tan poderosa era. A duras penas conseguimos derrotar a Hades, y a un costo bastante alto, ¿cómo lo haríamos con Pandora nosotros solos? Esa situación era más grande que los Dioses Guardianes, no éramos tan fuertes.

—¿Y qué propones? ¿Quieres reclutar a más dioses? —inquirió Daymon, pero algo me dijo que ya tenía la respuesta. Su sonrisa era picara, de esas que saben la respuesta mucho antes de preguntar.

Evan medio sonrió.

—No solo dioses. —Movió sus manos hacia arriba, y acto seguido aparecieron letras doradas flotando en el aire; formaron palabras... Mejor dicho, nombres, y recorrieron la estancia con un patrón circular—. Criaturas de todo tipo, con potencial para ayudarnos. Desde dioses hasta ninfas, y desde la Corte Suprema hasta los titanes. Mientras más mejor.

Todos nos quedamos mirando las frases flotando a nuestro alrededor mientras giraban por toda la sala, admirando la cantidad de nombres que resaltaban en el aire. Alcancé a leer «Niké» y «Harmonía» entre otros tantos que vi. Algunos los reconocía, otros solo eran nombres sin rostro, pero de algo estaba segura, era suficientes para formar nuestro propio ejército.

Las letras desaparecieron, convirtiéndose en polvo dorado justo antes de caer al suelo como si fueran partículas diminutas.

—Así que propones que viajemos a Kamigami en una misión de reconocimiento —concretó Andrew, interesado de repente por el tema. No obstante, me echó una ojeada antes de añadir—: ¿Es necesario que todos vayamos?

Sonó extraño, todos lo percibimos, y es que lo dijo sin el menor disimulo. Era evidente que algo le ocurría, solo esperaba que nadie lo relacionara conmigo.

Mi amigo se dispuso a explicarse, pero entonces Daymon se le adelantó.

—De hecho, creo que eso no es posible —contradijo—. Tenemos más problemas además de Pandora.

Andrew y yo intercambiamos una rápida mirada, él a la expectativa de lo que diría Daymon, y yo a punto de entrar en pánico por esa misma razón. ¿Se habrá dado cuenta? Esperaba que no.

—¿Cuáles? —quiso saber Evan.

Por un segundo consideré lo que haría si en verdad él sabía lo que me ocurría. Pensé en lanzar un hechizo, en salir corriendo, y en reírme como loca llena de histeria. Ninguna era indicada, pero estaba cerca de hacer la última.

—Los humanos —respondió con simpleza, a lo que Andrew tragó saliva y yo dejé salir el aire que se atascó en mis pulmones del susto—. Últimamente están más cerca de nosotros de lo que esperamos, incluso nombraron a la apertura de portales con un nombre referente a los dioses. Es cuestión de tiempo para que todo se sepa.

En cuanto regularicé mis signos vitales, analicé lo que dijo. Recordé lo que pasó en la biblioteca, y lo que había visto en los noticieros nacionales e internacionales; recordé que yo también pensé lo mismo cuando iba en el bus rumbo al centro comercial.

—Es verdad —aporté, ganándome la atención de todos; algunos me miraban con extrañeza, mientras otros solo con expectativa—. La gente está empezando a considerar la posibilidad de que detrás de lo que ocurrió estén metidos los dioses griegos. Y si las personas empiezan a reunir pruebas, es cuestión de tiempo para que los investigadores y el mismo gobierno lo empiecen a considerar.

Los demás parecieron considerarlo por un momento, hasta que Cailye respondió la pregunta de Andrew.

—No podemos ir a una misión y dejar a los humanos a su suerte —habló en voz baja, cabizbaja—. Si nos vamos podrían atacarlos, el portal seguirá abierto y como han pasado las criaturas hasta ahora lo harán más.

—Y dudo que la Corte Suprema nos deje marchar a todos —aportó Sara.

Eso también había que considéralo. Abandonar la Tierra era dejar desprotegidos a los humanos, algo que resultaría contraproducente porque... ¡Eso era!

—¡Hay que dejar que nos descubran! —exclamé tan alto que la idea hizo eco en el salón un par de veces y quizá se oyó en los pasillos cercanos.

Escuché el sonido del viento mientras todos me observan como si me hubiera vuelto loca, algo que no me había dado cuenta de que extrañaba, completamente enmudecidos.

—¿Qué? ¿De qué idiotez estás hablando ahora? —Logan hizo una mueca, desaprobándome.

Sacudí la cabeza varias veces, negando su afirmación. Tal vez lo que estaba pensando me ayudaría incluso con mi problema.

—No es una idiotez —rebatí, muy entusiasmada con los posibles resultados como para ofenderme por un comentario de Logan—. ¿Alguien sabe de dónde viene nuestro poder? La habilidad de usar magia, nuestras Armas Divinas, todo lo que hemos hecho hasta ahora...

En el rostro de Daymon se curvó una sonrisa tan grande que supe de inmediato que sabía en qué estaba pensando.

—¡Viene de los humanos! —completó por mí, y solo le faltó aplaudir para remarcar su aprobación a mi plan.

Asentí repetidas veces, igual de alegre que él. Era una buena idea, quizá la mejor que se me ocurrió en todo ese tiempo, no podía fallar...

—Espera un segundo. —Logan interrumpió mis pensamientos. La incredulidad en su rostro delató su desaprobación—. ¿Estás diciendo que debemos dejar que el mundo entero se entere de nosotros y de lo que hemos hecho? ¿Acaso soy el único que piensa que es una terrible idea?

—No... espera un momento. —Evan en verdad lo estaba considerando, igual que Sara, ambos se veían pensativos. Hasta que, por fin, el chico de ojos azules se decidió—. Es... De hecho, no suena tan mal.

—¿Qué? —volvió a preguntar Logan.

—Si los humanos saben quiénes somos... No, es más, si creen en nosotros no solo contaremos con su apoyo...

—¡Sino que seremos más fuertes! —Terminé su idea.

Logan se acercó a nosotros, con las manos al frente en señal de alto.

—Esperen, esperen. ¿En verdad lo están considerando? Es imposible convencer a tantas personas de que lo que hacemos es correcto. Y ni hablar de los conflictos políticos en los que nos vamos a involucrar. Nacerán grupos anti-dioses más rápido de lo que tardemos en darnos a conocer. El propósito de los Dioses Guardianes se perderá en cuento el mundo nos conozca.

Permanecimos con los ojos sobre él, mientras que él se dedicaba a observarme a mí en específico.

—El mundo no es como lo era cuando los Dioses Guardianes lo protegían —agregó Andrew, concordando con Logan para mi sorpresa. ¿Cómo es que ambos estaban de acuerdo en algo?—. Lo que puede ocurrir una vez que el mundo de entere es impredecible. No creo que sea un buen momento para revelarnos ante la sociedad, si ocurre algo no podremos lidiar con ambos problemas.

—Pero no sabes qué puede ocurrir —repliqué.

Entrecerró los ojos, como un mensaje silencioso dirigido a mí. Sabía que lo decía por mi condición, porque un revuelo social a nuestro alrededor en ese momento podría terminar terriblemente mal debido a mi condición. Pero la recompensa era más grande que el riesgo.

—Eso también es cierto —apoyó Sara, luego de un rato en silencio—. Si sale mal tendríamos un problema igual de grande con el que lidiar. Pienso que, aunque es buena idea, no es el momento correcto para hacerlo.

El tema parecía dividirnos, Logan, Andrew y Sara no estaban de acuerdo con el plan, mientras que Daymon y yo pensábamos que por lo que ganaríamos valía la pena correr el riesgo.

—Nos estamos fortaleciendo —solté, en un intento porque avalaran mi idea. Era arriesgado, más con mi condición, pero si hacerlo nos daba más poder para vencer a Pandora era suficiente para mí—. ¿No lo han notado? Puedo trasportarme con más facilidad que antes, y realizar conjuros simples por más tiempo sin usar mi espada.

Al ver que tenía su atención, continué.

»Ustedes también deben notar el cambio. Nos hemos hecho más poderosos desde Aqueronte porque la gente comenzó a creer en nosotros, y nos ha funcionado. Son pocas personas, pero con esas pocas ha sido suficiente para incrementar en algo nuestros poderes. Imagínese de lo que seriamos capaces si todo el mundo cree en nosotros. Igual que antes. Los Dioses Guardianes eran poderosos por la cantidad de personas que tenían fe en ellos. Debemos hacer que esa fe regrese.

Logan bufó, y sin dejar de mirarme añadió:

—Dudo que todo el mundo nos tenga fe. No es tan sencillo como decirle a alguien lo que eres y esperar a que crea en ti solo por ser un dios. No nos ven como héroes.

Le sostuve la mirada, y a su vez él a mí.

—Es por eso que necesitamos hacer méritos. —Me enfoqué en todos a la vez—. No nos ven como héroes, no nos conocen, pero eso puede cambiar. Tarde o temprano darán con nosotros, debemos anticiparnos. Si empezamos a actuar como los héroes que ellos quisieran tener, nos darán su fe. Debemos convertirnos en lo que ellos admiraban miles de años atrás; la era de oro de los dioses puede regresar.

Silencio. Total silencio y miradas escépticas.

—No es porque quiera que todo el mundo se entere de lo que soy —confesé—, o porque quiera pasar de ser una estudiante de preparatoria a un ser poderoso y divino ante la sociedad, pero es lo mejor que podemos hacer. Necesitamos que crean en nosotros porque eso nos hará fuertes, y necesitamos fortaleza para enfrentar a alguien como Pandora. Necesitamos ayuda, formar alianzas, entonces formemos una con los humanos; a cambio de su seguridad nos darán su fe. Es un comienzo, el primer paso, y lo saben tanto como yo.

Nadie dijo nada por varios segundos, algunos parecían pensarlo, pero Daymon y yo teníamos claro lo que nos convenía más.

—Y si... ¿y si lo hacemos de a poco? —propuso Cailye—. Podríamos hacer que la gente crea en nosotros, pero si lo hacemos muy deprisa puede que se nos salga de las manos. Sin embargo, si lo hacemos poco a poco, será mejor recibido.

No solo a mí me sorprendió el aporte de Cailye, al parecer hasta a Logan se le hizo extraño que algo así viniera de ella.

En vista de que ninguno quería hablar, decidí apoyar la idea de Cailye.

—Me parece genial, de esa forma podremos resolver ambos problemas al mismo tiempo. Nos encargaremos tanto de buscar aliados como de reforzar nuestros poderes devolviéndoles la fe a los humanos. Pueden ignorarlo todo lo que quieran, pero es inevitable que nos descubran, y es mejor que lo hagan bajo nuestros términos. No podemos dejar que ese problema crezca hasta que ya no podamos controlarlo, porque es y será un problema hagamos lo que hagamos.

Y de paso me evitaba el tener que ir a Kamigami. Miré a Andrew, queriendo darle a entender que debía apoyarme en eso para que no sospecharan de mí y poderme librar del viaje. Existía la posibilidad de impedir que fuera a Kamigami, y esa era la misión en la Tierra.

Me miró a los ojos, por un par de segundos, hasta que suspiró con cansancio.

—Bien, si debemos hacer las dos cosas prefiero que vayamos por pasos pequeños.

Sara y Evan lo miraron entre confusión y duda, y luego intercambiaron una mirada entre ellos.

—¿En verdad lo apruebas? —le preguntó mi amiga, a lo que él asintió, y luego miró a Daymon y a Logan—. ¿Y ustedes qué dicen?

—¿Importa lo que diga? —cuestionó Logan, con una ceja levantada—. Seis de siete, ¿verdad? Aunque me niegue lo haremos, porque siempre la apoyan sin importar qué tan ridículo sea el plan.

—La idea es ponernos de acuerdo —rebatió Evan—, somos un equipo, todos debemos aprobarlo.

—Pero eso no significa que no lo haremos si dices que no —contraatacó Andrew, con los ojos puestos sobre el chico, ignorando el reproche en el rostro de Evan—. Es arriesgado, todos lo sabemos, pero no tenemos mucho de donde elegir. Ambos planes tienen su riesgo; y, hasta cierto punto, ella tiene razón.

»Si viajamos a Kamigami averiguaremos más sobre Pandora y formaremos alianzas, pero al mismo tiempo nos expondremos a peligros mayores a una Hidra suelta. Y al tratar de devolverles la fe a los humanos, además de que es bastante difícil hacer que alguien crea en lo que sea, nos arriesgamos a conseguir todo lo contrario y terminar con un problema social más grande que nosotros. Nos arriesgaremos hagamos lo que hagamos, el cómo lo haremos es lo que definirá cómo saldrán las cosas.

Logan se limitó a mirarlo, con la misma fijeza que me observaba a mí. Resopló y se quedó en silencio por un largo rato. Nadie pudo haber resumido la situación mejor que Andrew. Era peligroso, hiciéramos lo que hiciéramos era casi una apuesta, pero no teníamos nada mejor ni nada más seguro.

—¿Y cómo lo haremos? —cuestionó Daymon, con una mano sobre la barbilla, pensativo—. ¿Repartiremos propaganda o algo así durante unos días hasta que el portal sea seguro? No podemos hacer ambas cosas a la vez, o nos vamos a Kamigami o nos quedamos a convencer a los humanos de que somos buenos. Como dije antes, es imposible.

—Debemos ir a Kamigami en menos de una semana, o no tendremos otra oportunidad hasta dentro de tres mes —advirtió Evan, pensativo.

Lo medité por un momento, igual que mis amigos. Era cierto, no había forma de que viajáramos a Kamigami y al mismo tiempo ayudar a los humanos a creer en nosotros. Era una cosa o era otra, a eso se refería Daymon al comienzo.

Escuché el bufido de Logan antes de notar su movimiento por la periferia.

—De hecho, sí podemos. No es necesario que todos vayamos a Kamigami.

—Nos dividiremos —completó Daymon a la idea de Logan, ganándose una mirada de interés por parte del chico de ojos verdes.

Eso... eso podía ser una mala idea. Sin embargo, no la comenté por el simple hecho de que si me quedaba en la Tierra bajo el pretexto de ayudar con la misión desde aquí ellos nunca se enterarían de lo que me pasaba. Nunca ocurría nada bueno cuando el grupo se separaba.

—Me parece bien —apoyó Andrew, mirándome—. Debemos decidir quién irá a Kamigami y quien se quedará.

—¡Yo me quedo! —anunció Cailye con determinación.

—Yo no tengo inconveniente en ir —dijo Sara, y miró a Daymon en busca de una respuesta.

—Y yo tampoco —contestó el pelirrojo, con una sonrisa divertida—. Siempre he querido conocer el templo de Ares, es una buena oportunidad para hacerlo.

Estuve cerca de abrir mi boca y comunicar que al igual que Cailye me gustaría quedarme, pero la expresión de Evan me cayó. Mi amigo negó con la cabeza lentamente, casi con pesar.

—No es tan fácil.

—Es cierto —lo apoyó Andrew, con el ceño fruncido, preocupado—. No es ir por ir, ni quedarse por quedarse. Debemos evaluar quién es mejor en cada misión.

—Así es —continuó Evan, mirando a la rubia—. Cailye, tu habilidad con los animales y como diosa de la luna nos ayuda más en Kamigami. —Observó la expresión triste de la chica, y me pareció notar que lamentaba tener que decirlo. Se volteó hacia Sara, a quien también se dirigió—. Y tus influencias sociales nos pueden servir para hacer correr la voz.

Sara asintió, medio decepcionada medio incomoda.

Entendí la preocupación de Andrew ante el tema. No era tan sencillo como decidir quien quería estar en qué lugar, debíamos analizar si nuestras habilidades eran más necesarias en Kamigami o en la Tierra. Y Andrew lo sabía, sabía que yo, particularmente Atenea al representar la cabeza de los Dioses Guardianes, era muchísimo más necesaria en Kamigami que en la Tierra. Y, aun así, si lo hacíamos bien, tal vez conseguiríamos convencer a los demás de que no me necesitaban en el viaje, pero sí aquí.

—¿Y cómo lo haremos? —cuestionó Logan— ¿Sacaremos papelitos de una caja o algo parecido? ¿Quién decidirá quién va? ¿Ella? —Me señaló—. ¿O él? —Señaló a Evan.

Evan y yo intercambiamos una mirada por inercia. Era cierto que técnicamente yo era la líder, pero ese último mes Evan se había estado encargado de todos los asuntos relacionados con nosotros. Respondía por nosotros ante la Corte Suprema y ante los demás dioses, y era quien nos asignaba las misiones en base a nuestras habilidades. Mientras que yo me la pasé «entrenando», o eso era lo que los demás creían, porque en realidad solo me escondí todo ese tiempo.

—Lo haremos entre todos. —Daymon me salvó, tanto a mí como a Andrew. Me volví hacia el pelirrojo, y lo encontré sonriendo como siempre; adoraba la forma que le bajaba los humos al equipo—. Solo debemos analizar por qué creemos que ayudaremos más en un lugar que en otro. Aunque me gustaría mucho ir, creo que puedo hacer lo mismo aquí. Conozco a muchas criaturas que viven en la Tierra que nos pueden apoyar.

—Bien, ¿alguien más tiene razones? —preguntó Evan, pero al no obtener respuesta tan solo suspiró.

Andrew y yo intercambiamos una rápida mirada.

—¿Y si lo pensamos mejor? —propuse—. Necesitamos tiempo para saber en dónde serviremos de ayuda.

Evan pareció meditarlo, mientras Andrew y yo nos mirábamos de reojo a la espera de una respuesta por parte de todos.

—Pienso igual —añadió Cailye, dudosa—, necesito pensarlo mejor.

El chicho de ojos azules la miró, y luego notó la duda en el rostro de Sara y de Logan, incluso en el mío, y accedió:

—Bien, le enviaré el informe a la Corte Suprema, deben saber que atravesaremos el portal. ¿Qué les parece volvernos a reunir en un par de días para decidirnos? Necesitamos tiempo para prepararnos una vez lo hayamos aclarado. Hay que alistar lo que necesitaremos en Kamigami y planear una estrategia para empezar a gestionar la fe de las personas.

Asentí, al igual que mis amigos. No solo yo necesitaba tiempo para pensar en cómo tomar la decisión a pesar de mi problema; ese era un viaje peligroso, mucho más si no íbamos completos, era una decisión difícil para todos.

El mapa en el centro de la habitación desapareció en medio de múltiples partículas de brillo, por orden de Evan, dando por terminada la reunión.

~°~

*Palacio de Rumania: El palacio más grande del mundo, con un área total de 340.000 m².

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