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26. El sonido de un corazón roto


Hold On - Chord Overstreet

Me dolía todo el cuerpo, cada musculo cada centímetro. La cabeza, los brazos, las piernas, todo.

No era capaz de levantarme aunque lo quisiera, cosa que no quería. Deseaba permanecer sentada así, al pie de un árbol seco cerca de un rio cubierto por escarcha, con las piernas recogidas y descansando mi cabeza en el tronco.

Mi cuerpo no tenía heridas, solo el dolor producto del cansancio. Pero eso era lo de menos; me podría estar desangrando y seguiría sin importarme gran cosa.

Las marcas de mi cuerpo estaban ahí, de un color lila irritante; procuraba no fijarme en ellas. Con mi ropa de invierno alcanzaba a cubrirlas, excepto las de las manos y el rostro, esas seguían ahí. Me debía ver descuidada en ese momento, como un cadáver o un bicho extraño.

Me hacía falta sentir el sello de Hera, sentir protección, alguna garantía; me hacía falta sentirme humana otra vez.

No sabía cómo había llegado hasta el pie de la montaña ni cómo Kirok logró evitar a Pandora. No sabía nada. Pero tampoco mostraba mucho interés en saberlo.

Cuando desperté estaba justo ahí, acostada sobre el césped húmedo y con la nariz congelada por el frio. Nadie dijo nada, ninguno de los tres presentes me preguntó nada, ni siquiera unas palabras de alivio o un ¿cómo te sientes? Nada. Todo se sentía solo... frio, igual que el ambiente.

Y lo prefería así. El silencio me permitía pensar, descansar, asimilar mi nueva realidad. Andrew se había ido, ellos sabían tan bien como yo que era imposible que sobreviviera a eso, y que incluso antes de caer sus ojos habían perdido el brillo de la vida. Y a pesar de saberlo a veces deseaba que existiera una mínima posibilidad de que todo fuera diferente, de que él pudiera estar vivo en alguna parte y poder encontrarlo...

Pero no podía sentirlo. Su magia se había ido, él se había ido. Tenía que aceptar que eso no cambiaría.

Kirok permanecía unos metros alejado de mí, acostado en el césped más cercano al rio boca arriba, con los brazos soportando su nuca y los ojos cerrados. Parecía dormido, agotado de verdad, pero hasta entonces no quería hacer contacto visual conmigo desde que abrí los ojos.

Se movía muy poco y si acaso lo veía respirar cada cierto tiempo, no podía estar dormido, las algas se lo impedían. Casi podría jurar que se sentía igual de descompuesto que yo. Noté que llevaba un par de guantes negros de pana que antes no tenía, pero el detalle no me fue relevante en ese momento.

Gracias a los dioses Niké estaba bien. Tenía una gran venda rodeando su pecho y estaba igual de callada que Kirok, pero aparte de eso no parecía tener problemas con moverse o permanecer despierta. Se encontraba recostada al mismo árbol que yo pero del otro lado, con una mirada ida y los labios en una fina línea.

Lucía molesta y decaída. No la culpaba.

No sabía lo que pasó luego de ver el rostro de Pandora a través del viento y las centellas, pero ahora estábamos bien. Excepto por...

Cailye.

No había rastros de ella por ninguna parte.

No tenía voz ni fuerza para preguntar lo que pasó con ella, pero si estuviera muerta Niké no dejaría de llorar y muy seguramente de pelear con los árboles. Así que supuse que estaba viva, en alguna parte, lejos de nosotros. Estaba preocupada por ella, pero justo en ese momento no quería pensar en nada, no quería saber nada.

El silencio era mi consuelo. Agradecía que ninguno de los tres dijera nada, porque por ese instante solo quería llorar y acurrucarme en mi lugar hasta que la tristeza fuera al menos soportable. Hasta que me hiciera a la idea de vivir sin él, de seguir adelante a sabiendas de que él no estaría a mi lado.

Sentía las mejillas húmedas y frías, casi congeladas, gracias a las lágrimas silenciosas que se deslizaban por ellas sin poder evitarlas. Salían y salían, yo no las llamaba, solo fluían.

En ese preciso momento, ahí entre Niké, Kirok y At, la usencia de Andrew se sentía de verdad, se sentía real. Me dolía tanto la garganta que hablar era una tarea imposible, quería cerrar los ojos con fuerza hasta que el dolor se fuera o hasta que ya no pudiera llorar.

Pero hasta un par de horas después seguía igual. Pasadas tres horas no mostré signos de cambiar, ni cuatro ni cinco. Solo seis horas después de lo sucedido sentí que podía por lo menos intentar hablar.

No tenía intercomunicador, Kirok no me lo quitó, lo rompió intentando evitar que se activara la alarma. Y sin los hermanos ahí no tenía forma de comunicarme con mis amigos en la Tierra. Ellos, en especial Sara, debían estar preocupados y más todavía si ninguno les contestaba.

Ya no contaba con el sello de Hera, la Luz de la Esperanza estaba expuesta y el Filtro podría volver a hacer de las suyas en cualquier momento. Trataba de controlar mis sentimientos por eso, pero aun así las lágrimas y el nudo no se iban. No quería tener un nuevo ataque y perjudicar todavía más a mi familiar ni a mi amiga. Tal vez por eso Niké estaba tan cerca, por si volvía a ocurrir darme un buen golpe que me pusiera a dormir para que se me pasara.

Me daba igual.

Lo único que quería de verdad era sentir el cuerpo de Andrew cerca del mío, oír su voz cuando me dijera que debía avanzar. Pero eso no pasaría. Y me quedaría en ese árbol hasta que encontrara la fuerza suficiente para pararme y poder caminar.

Acaricié la carta de Andrew con mis dedos, sintiendo la textura con relieve del papel y el sello del sol que la protegía. Llevaba un rato bastante largo dudando entre abrirla o guardarla con las demás; en ese momento no sabía qué era lo que quería o si lo soportaría.

No estaba segura de querer volver a leerlas o si quisiera conservarlas, no tenía cabeza para pensarlo mejor. Solo tenía ojos para ese simple pedazo de papel resguardado por la magia del sol.

Tras varios minutos de dudas y jugar con la carta, por fin decidí que debía abrirla. Hasta hacía algunas horas era lo que más deseaba, ahora la situación era diferente. Leer lo que tanto le avergonzaba a Andrew era una forma de sentirlo cerca, tal vez lo hiciera más llevadero.

Pasé mi mano sobre el sello, usando un poco de mi magia para que el sello la recociera. El sello brilló y luego lo hizo el papel, tras unos segundos el sello despareció y el pliegue que mantenía protegida la carta se levantó.

Mi corazón dio un vuelco, estuve cerca de cerrar el sobre y no saber nada más del tema, pero no quería dejar nada para después, no quería arrepentirme de no haberla leído cuando tuve la oportunidad.

Deslicé el papel por el sobre y cuando lo tuve en mis manos desdoblé la hoja que usó Andrew para su última carta. Era del mismo tipo de papel de Apolo, preciosamente decorado en los bordes y esquinas, con una letra impecable. Se notaba que fue hecha con mucha paciencia y concentración.

Tragué saliva, esperando pasar el nudo para poder leer, pero no sirvió. Aun con el nudo en mi garganta decidí leer:

~~

«Para Ailyn.

Todas las cartas que he escrito hasta ahora hablan de ti, de cómo yo te veo y de cómo me siento contigo. Todo lo que digo siempre tiene que ver contigo.

Pero para responderte, para ser sincero contigo, primero tengo que hablar de mí. Esta carta no es sobre ti, es sobre mí. Lo que quiero, lo que siento, lo que soy.

Siempre me ha interesado todo, desde que era pequeño perseguía a mi madre para preguntarle sobre todo. Por qué las aves salían de huevos y otros animales no, o por qué la luna y el sol se turnaban para salir, o por qué si pisaba un insecto éste no volvía a moverse. Conforme crecí mis dudas crecieron conmigo; cuando tenía seis años le pregunté a mi padre por qué existían los policías o por qué los padres de mis amigos se separaban.

Toda mi vida he recibido respuesta, cuando tenía una duda había algo que la explicaba. Entendí que todo tiene un por qué, el mundo está lleno de lógica y el orden está aunque no se pueda ver a simple vista.

Crecí creyendo que si pensaba suficiente las cosas tarde o temprano las entendería, que no había nada que careciera de un por qué.

Luego pasaron los años, descubrí que la mejor forma de entender era callando, que si guardaba silencio y prestaba atención a mi entorno todo se ordenaría solo en mi cabeza, como un rompecabezas. Toda pieza caía en su lugar si lograba entenderla.

Presté tanta atención a lo que hacían las demás personas que olvidé cómo entenderme a mí mismo. Y es extraño, porque entiendo los sentimientos de los demás, puedo saber cómo se sienten, pero cuando trato de pensar en cómo me siento yo simplemente no lo sé. Mi madre decía que no sabía expresarme, mi padre que era introvertido; yo siempre pensé que había una pieza de mí que me hacía falta.

Conocí a alguien hace tiempo, esa persona me hizo entenderme un poco más a mí mismo. Lo que me gusta y lo que no, lo que me enfada y lo que me pone feliz.

Encontré orden, un poco de explicación a mí mismo. Y luego te conocí. Y todo eso solo se vino abajo.

Debía encontrar tu explicación, pero pensé tanto en eso que pasé por alto muchos detalles. Debí saber que Pandora estaba detrás de todo, debí imaginarme lo que hiciste para sellar a Hades, debí prever tantas situaciones que no hice porque estaba pensando en ti.

Dijiste que me querías, eso me confundió todavía más. ¿Por qué? Pensé entonces; no hice nada para que te enamoraras de mí. Cuando lo hiciste me planteé la idea de verte de otra forma, desde otra perspectiva. Y eso me hizo perder la cabeza. No podía entenderte, tratar de entender lo que sentía por ti era el doble de complicado.

Y lo lamento. Aun no soy capaz de poner en palabras lo que siento por ti, prometo hacerlo pronto. Me siento culpable siempre que quieres hablar de eso porque nunca tengo nada que decirte. Pero sí sé que quiero estar a tu lado mientras lo descubro.

Quiero hacer planes contigo, quiero soñar en un futuro juntos. Quiero cerrar los ojos e imaginarnos paseando solo los dos, imaginarnos jugando juegos de mesa, o mejor dicho, enseñándote a jugar juegos de mesa sobre inteligencia y estrategia.

Quiero que estés a mi lado y me sonrías, quiero estar a tu lado y poder llorar. Quiero abrazar tu tristeza mientras tú abrazas mi alegría. Quiero poder decir con toda seguridad lo que siento por ti, sin ninguna duda, sin ningún obstáculo.

Sé que puede haber mil cosas que piense, cientos de cosas que no entienda y que me encuentre en proceso de comprender. Pero al menos estoy seguro de algo.

Tú eres mi debilidad y mi fortaleza, Ailyn, aquí y en la Tierra. Y quiero también ser la tuya, quiero encontrar un hogar en ti. Sé cómo suena luego de todo lo que dije, pero espero que al menos puedas confiar en el yo que escribe esta carta para ti.

Quiero conocerte mejor, quiero despejarme de cualquier duda y darte la respuesta que te mereces, corresponderte como es debido. Ahora no puedo, no como estoy ahora, aun debo arreglar muchas cosas, por eso necesito tiempo para ganarme el derecho de estar a tu lado sin arrepentimientos.

Te quiero, princesa, aun no sé de qué forma pero lo hago. Sé que puede que no lo notes, nunca te lo digo, pero puedes confiar en lo que te escribo. Si dudas de mis acciones y te confunden nuestras conversaciones, no olvides esta carta.

Honesto contigo y conmigo mismo.

Al menos aquí puedo ser ambas cosas.»

~~

Cuando terminé de leer la carta creí que gritaría, que me pondría a llorar tan alto que todo el valle y la cordillera escucharían mi lamento, mi desesperación y mi tristeza. Porque así me sentía.

Pero no fue así. No oí nada. No dije nada.

Sentía que explotaría en cualquier segundo, que simplemente dejaría de existir. Que el Filtro se activaría o que enloquecería de un segundo para otro. Creí que rompería la carta. Pensé que algo me pasaría, que algo se me rompería.

Pero no me pasó nada. No quedaba qué romper.

Seguí llorando, sin control alguno, esa fue mi única reacción a pesar de que por dentro solo quería... ni siquiera sabía qué quería. No era justo, no ahora, no podían solo quitarnos el futuro así de fácil.

¿Qué se suponía que hiciera, cómo me sintiera, luego de eso? Quería romper algo, echarle la culpa a alguien y molerlo a golpes. Quería encontrar a Pandora y pasarle factura, hacerle lo mismo, que lamentara habérmelo arrebatado. Ahora más que nunca la veía como mi enemiga, como la razón de todas mis desgracias.

Quería regresar el tiempo, pero dudaba que Kronos me lo permitiera.

Quería seguir adelante... pero no sabía cómo.

En ese momento alguien se sentó a mi lado. No tuve que girar mi cabeza para saber que se trataba de Niké, su cuerpo voluptuoso al lado del árbol en el que me recostaba me lo dijo todo.

Se inclinó sobre mí para ojear el papel que aun sostenía en mis manos, llenas de gotas húmedas por las lágrimas. Guardé la carta en el sobre cuando lo noté; me sentí invadida ante su gesto.

—Son hermosas, siempre me he sentido atraída hacia ellas. Puedo quitártelas si quieres. Las lágrimas —dijo ella en tono suave—. No sé si lo sepas pero yo no puedo llorar, supongo que hace parte de mi falta de empatía. Pero si tú quieres puedo impedir que llores. No reprime el sentimiento que ocasiona las lágrimas, solo impide que salgan. Y tampoco es para siempre, el efecto dura poco. At lo hacía a menudo en un comienzo, en especial cuando había guerras humanas. Facilitaba el trabajo.

No la miré. Continué viendo el césped seco o la tierra o la escarcha, lo que fuera que me diera un punto fijo en el cual perderme.

En vista de mi silencio ella continuó.

—No sé cómo te sientes, pero puedo hacerme una idea —comentó con aire algo nostálgico—. Cuando me enteré de la muerte de Atenea vagué sin rumbo por mucho, mucho tiempo. Fue la peor experiencia que he tenido y espero jamás volver a pasar por algo así. Me perdí a mi misma, no veía necesario comer y tampoco me importaba si me lastimaba.

Infló su pecho.

»El tiempo lo empeoró todo. Con el pasar de las semanas y los meses en verdad sentí su ausencia. Cada cosa que veía me recordaba su muerte, todo era un recordatorio de que ya no estaba. No vería jamás su sonrisa ni su mirada asesina, me dije entonces, tampoco pelearía a su lado. No podría protegerla más. La había perdido para siempre.

Se quedó callada. Y en vista de su repentino silencio me animé a mirarla. Ella no me observaba a mí, miraba más allá, como si quisiera ver a At. Pero ella no estaba a la vista, no sabía en dónde se había metido ahora.

Abrí la boca esperando que el nudo me dejara hablar.

—¿Y qué pasó luego?

—Luego.... Luego pasaron los años, las décadas y los siglos. Es algo de lo que nunca me recuperé, solo comencé a vivir consiente de que ella no regresaría. No te acostumbras a su perdida, aprendes a vivir con ella. El recuerdo era doloroso pero era lo único que me quedaba, y eso algunos días era suficiente para despertar. No desaparece el espacio que deja, no lo conseguí llenar con nada; pero me sentí como antes cuando la volví a ver —Me miró ahora sí, directo a los ojos—. Y ahora la veo en ti. Supongo que encuentras formas de seguir adelante.

Le sostuve la mirada, con el rostro mojado y congelado, con la nariz llena de mocos y con mucho cansancio.

Para ser alguien que carecía de empatía entendía mejor los sentimientos de los demás que muchas personas que conocía. Nunca había visto ese lado amable de ella, me agradaba.

—Lo siento —le dije en tono un poco más firme, pero el dolor en la garganta no se iba—. Te ataqué y te dejé una herida grave, pude haberte matado. Y aun así estás sentada a mi lado hablándome sobre perdidas. No entiendo por qué sigues aquí luego de lo que te hice, tú solo tratabas de proteger a Cailye.

Si se preguntó cómo era que yo sabía eso, no lo demostró ni un poco. En su lugar solo hizo una mueca y miró hacia otra parte.

—Soy yo la que debe disculparse. En medio de todo lo que pasaba y mi herida, Artemis se fue y no supe hacia dónde. Dejé que se fuera cuando esa mujer todavía andaba cerca, es posible que esté muerta a estas alturas.

Algo en mi pecho brincó, fue más que un susto, fue un pequeño infarto. Cailye no podía estar muerta, si le ocurría algo a esa chica ya no tendría alma para seguir caminando. No podía perderla a ella también.

—No... Ella está viva, en alguna parte. Lo sé.

Arrugó una ceja y me miró con incredulidad.

—Puedo intentar rastrearla, si eso quieres, pero no la viste como estaba. Si sigue viva dudo que lo siga estando por mucho tiempo, es cuestión de que se le atraviese la oportunidad.

Desvié la mirada. No quería pensar en ese escenario.

—Tú ves a Atenea en mí, yo veo a Andrew en ella —le dije sin mirarla—. Ella no es solo mi amiga y mi compañera, también es la hermana de Andrew. No puedo dejarla sola ni dejar que haga alguna locura.

—Entonces...

«—¿Entonces qué piensas hacer?»

At, la siempre oportuna At, apareció de la nada justo frente a nosotras. Niké pegó un salto que la puso de pie; a ella también la sorprendió.

Me quedé mirando fijamente a la fantasmal At. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada seria con labios fruncidos. Igual que siempre. No había compasión, no había tristeza, solo un par de ojos y una boca.

Se suponía que eso era lo normal, que ella al ser una parte de mi alma no podría mostrar emociones. Pero para ese punto, luego de haberla visto enojada y con una sonrisa, ya no sabía qué tan cierta era esa afirmación.

«—Puedes llorar todo lo que quieras, sentir tristeza y pasar tu pena. Puedes lidiar con su ausencia como lo desees. Pero no puedes hacerlo ahora, tendrás que esperar a regresar a la Tierra, luego de arreglar tu problema. Por eso necesito saber qué vas a hacer ahora.»

No dije nada, le sostuve la mirada sin siquiera parpadear. Ya ni siquiera sabía si estaba llorando o no, no era capaz de sentir mi cara de lo congelada.

«—¿No quieres saber siquiera cómo es que sigues viva?»

Me quedé callada. Lo cierto era que poco me importaba en ese momento. No tenía ánimo para hablar o discutir con At.

—No tiene cabeza para eso ahora, At —intervino Kirok, para mi sorpresa, desde el otro lado del rio. No se giró, no se movió, mucho menos nos miró. Seguía en la misma posición de antes—. Dale un poco más de tiempo.

«—¿Tiempo? —repitió ella, indignada pero conservando su postura y su volumen de voz—. Eso es precisamente lo que no tiene. Del plazo que le dio Zeus solo queda un día helio, y es justo el tiempo que tardarán hasta Némesis. Así que necesito que elijas, Ailyn. Necesito saber qué vas a hacer.»

—¿Elegir?

Ella asintió.

«—Como yo lo veo tienes tres opciones: seguir adelante e ir por el Espejo de los Dioses el tiempo que te queda, ir en busca de Pandora para liberar los sentimientos que estás acumulando que terminarán en un ataque, o quedarte ahí y morir de hipotermia o inanición. Tú elijes, pero necesito que elijas ahora.»

—At... —gruñó Kirok en todo de advertencia, pero la diosa lo ignoró como siempre—. Tranquilízate un poco, ella no es como tú...

«—Eso no me interesa. Si no es capaz de tomar una decisión acertada con el corazón roto no habrá valido de nada lo que hiciste para traerla de vuelta.»

—¡At!

Ella frunció el ceño, ajena al reclamo de mi familiar. Y aun así él no se movió, solo observaba desde la distancia.

Sin duda esa ya no era la At que carecía de sentimientos. Pero no tenía cabeza para pensar en eso en ese momento.

Le sostuve la mirada. Ella hablaba en serio. No sabía lo que haría si le llegaba a dar una respuesta que no aprobara. Pero su reacción me tenía sin cuidado.

Además, tuve bastantes horas para pensar. No solo sobre Andrew, sino sobre la yo que era sin él. No podría salvarme más, no podría atarme a la realidad ni susurrarme un consejo. Estaba yo. Solo yo. Sin él. Tenía que adaptarme y sobrevivir sola.

Me puse de pie. Me tambaleé cuando lo hice, pues mis piernas aun no tenían tanta energía, o tal vez era mi cabeza. No lo sabía. Solo me incorporé con algo de dificultad. Niké hizo el amago de ayudarme, pero At negó con la cabeza y la diosa alada desistió.

Apreté la carta de Andrew con fuerza, no me importaba que se arrugara, necesitaba aferrarme a ella con todo lo que me quedaba.

Miré a At a los ojos cuando hablé:

—Iré a buscar a Cailye. Es mi prioridad. Cuando la encuentre iremos a Némesis y regresaremos a casa.

Su expresión no cambió, ¿acaso se esperaba mi respuesta?

«—No tienes tiempo para ir a buscarla, el Filtro puede fallar en cualquier momento, no sabes en dónde está ni cuánto te tomará encontrarla. Encontrar el espejo debería ser tu prioridad.»

Ni me inmuté ante su negativa.

—Mientras no me exceda el Filtro no se activará, cuento con que no me tarde mucho en hallarla, y Niké puede seguirle el rastro. Y el espejo es una prioridad, pero no podré llegar sin ella. No sabemos qué sorpresa guarde Némesis, y si considero que todo en este mundo son monstruos y bestias, ella es mi mejor opción. No solo lo hago porque es mi amiga y me niego a dejarla en su estado a su suerte, lo hago porque estoy segura que sin ella no podré llegar al espejo.

«—El plazo...»

—Me importa un demonio el plazo impuesto por Zeus —Aquello consiguió incluso captar la atención de Kirok, quien me observó mientras se sentaba cerca del rio—. No me importa lo que tenga en mente hacer si no lo cumplo, y si se atreve que lo intente a ver quién pierde más. No me importa, ya no. Iré por Cailye y luego por el espejo, tampoco me interesa tener tu aprobación. En este momento me trae sin cuidado lo que cualquiera de los dioses, incluyéndote, puedan pensar.

Ella no dijo nada, solo me miró. Y aunque la situación se parecía a la de Kirok en el Inframundo, a diferencia de él, sabía que Cailye no quería ser encontrada y que mientras más tiempo pasara más peligro corría.

Además se lo debía a Andrew. No podía dejar que algo le pasara a su hermana. Tenía que cuidarla por él.

At tomó aire luego de mirarme a los ojos con una fijeza penetrante.

«—Espero entonces que sepas lo que haces —Se me acercó varios pasos hasta quedar frente a mí con solo centímetros separándonos—. Sé muy bien cómo te sientes, Ailyn, pero dejarte llevar por tu odio y tristeza solo hará que escojas caminos y hagas cosas que lamentarás en el futuro. Elige, pero elige bien; no por un impulso, no por el dolor. Esa es la mejor forma de apreciar las cosas que él te enseñó y valorar los sacrificios que tus amigos hacen por tu bienestar.»

Me quedé inmóvil en mi lugar mientras ella seguía su camino hacia mi espalda, apretando con más fuerza la carta de Andrew y con los ojos nublados por las lágrimas.

Tiré mi cabeza atrás, enfocándome en las nubes tormentosas sobre nosotros.

Así seguiría adelante, así haría que elegir un mundo sin él valiera de algo.

Nos quedamos sin comida cuando comenzó a llover. No hacía tanto frio como antes, pero aun así, al caminar sujetos a los pies de la cordillera, el agua era fría y había mucha bruma como producto de la temperatura.

El cielo gris y la lluvia parecían salidos de una película barata, pero no me fijé mucho en eso. No me molesté en cubrirme del agua; y como yo no lo hice Kirok y Niké siguieron mi ejemplo, ninguno parecía tener inconveniente con el gran detalle.

Caminaba siguiendo a Niké con la mirada clavada en el suelo y los brazos abrazándome, moverme era algo mecánico.

Había dejado de llorar, o eso pensaba, ahora que llovía no estaba segura. Y llevábamos tantas horas caminando que a pesar de sentir hambre no quería comer nada.

Cailye nos llevaba al menos ocho horas de ventaja, para esas alturas podría estar en peligro mientras nosotros seguíamos sus huellas. El imaginar que algo le sucediera me hacía doler el pecho; no podía dejar que algo así pasara, no podría perdonármelo y Andrew tampoco. Tenía que cuidarla por él.

Él.

Pensar en eso constantemente no ayudaba con el apetito.

Lo que más anhelaba era tenerlo de vuelta, quería gritar a todo ese mundo que me lo devolviera, desear con todo mi ser tenerlo de vuelta. Era lo que más quería, por momentos incluso más que el Espejo de los Dioses.

Pero el reconocer la imposibilidad de mi deseo me reprimía. ¿Qué sentido tenía? Si después de todo, por mucho que lo deseara con todos mis poderes, con cada parte de mi alma, él no volvería.

Tenía que hacerme a la idea de vivir en un mundo sin él, pero cada vez que consideraba la idea, siempre que me proyectaba en ese futuro, no sabía qué hacer, me sentía perdida y asustada.

A veces creía que era imposible y que debí elegirlo cuando tuve la oportunidad. Ver a Kirok, caminando a mi espalda a un par de metros de distancia, era un recordatorio de las razones que tenía para no hacerlo. No podía abandonarlo a él ni a mis amigos ni a mi familia, por mucho que deseara estar a su lado no podía dejar a tanta gente solo por él.

—Necesitas comer.

La voz de Kirok me sacó de mis pensamientos. No me giré cuando le contesté.

—No tengo hambre. Y no debemos parar a buscar comida, cada minuto de diferencia entre nosotros cuenta.

—Luz, necesitas comer —Esta vez lo dijo en un tono más suave y comprensivo, pero con más intención. No era una petición, era una súplica.

—No quiero comer, aunque me traigas comida no la comeré. No me moriré si me salto una comida.

—Te has saltado tres comidas —corrigió—. Para cuando la encontremos no tendrás energía para hablarle. Llevamos caminando por más de catorce horas y en ese tiempo no hemos parado y tú no has comido.

—Comeré cuando la encontremos.

Se me acercó de la nada, tomando mi brazo para pararme el paso pero aun así seguí caminando.

—No puedes ir tras él —dijo con voz firme e irritante—. No te dejaré ir tras él. Y él tampoco querría que lo hicieras. Así que no actúes como si prefirieras la muerte, porque estás viva y pienso mantenerte así mientras sea tu familiar.

Casi me ahogué con el nudo en mi garganta. Me zafé de un solo movimiento y lo encaré. No supe qué vio en mis ojos, tal vez fuer ira, quizás tristeza, no lo sabía. Pero noté cómo retrocedió un paso ante mi mirada y casi reconocí el dolor en sus ojos.

—Ni se te ocurra decirme lo que él querría, de todos eras el que menos lo conocías. Y no, no te estoy culpando ni te reprocho nada. Sé que me salvaste, sé que te preocupas por mí y solo quieres mi bienestar. Puedes ser mi familiar, Kirok, pero no te metas en esto. Yo decidiré cuándo comer, así que no te preocupes, no pienso ir tras Andrew.

La lluvia empapaba su cara, podía ver las gotas caer de la punta de su cabello sobre su frente y escurrirse por sus mejillas, cerca de sus ojos rojos que me observaban con pesar. Su pecho subía y bajaba con un ritmo irregular y parecía que quería contestarme a eso, pero cerró la boca y no dijo nada.

Me di la vuelta otra vez, dispuesta a seguir con mi camino y lidiando con mis sentimientos, pero él me detuvo de nuevo, ahora sujetándome del hombro para que mi atención volviera hacia él.

Cuando me di la vuelta, a punto de pedirle que me dejara tranquila, todo lo que pensé decirle se esfumó en cuanto noté lo que sostenía en las manos, lo que me ofrecía.

Di un paso hacia atrás por inercia, con los ojos vidriosos y las manos temblando, sin poder despejar la mirada de la daga de Astra que Kirok me ofrecía.

—No he podido encontrar un buen momento para entregártela y sé que lo más probable es que no quieras saber nada de ella, pero si estamos en problemas es mejor que la tengas cerca.

La miré con atención. El arma que usó Pandora contra Andrew estaba ahora frente a mí, completamente limpia y empapada por la lluvia; las gotas de agua se deslizaban por la hoja que me reflejaba, recordándome ese momento una y otra vez.

Pandora. La daga. Andrew. Sangre. Y luego nada.

Desvié la mirada hacia otra parte.

—Puedes conservarla por un tiempo si quieres, no creo que pueda cargarla ahora.

Sonaba tonto, lo sabía. Solo era un arma. Una que Pandora usó y que nada tenía que ver el arma en sí. O tal vez sí. Pandora me la quitó y la usó contra Andrew porque sabía lo especial que era para mí, porque sabía que era un tesoro.

Si se trataba de un chiste no le veía lo gracioso.

—Tengo mi Arma Divina —insistí en vista de que aún me la ofrecía—. Estaré bien. Y te tengo a...

Me callé en cuanto recordé que le dije a Andrew algo parecido una vez. Le dije que si estaba a mi lado todo estaría bien y que estaríamos juntos por siempre, que nada podría separarnos. Le dije que si algo me ocurría sabía que él iba a estar cerca para salvarme.

Él me dijo que no soltaría mi mano, que nunca se iría de mi lado.

Mentiroso. No estás a mi lado.

—Soy tu familiar, lo seré hasta el día que muera. Nunca olvidaré la oportunidad que me diste, solo con mi vida puedo pagarte. Y haré todo lo que esté a mi alcance para protegerte, lo sabes ¿verdad?

Asentí sin querer mirar la daga.

—Luz, sé... —Suspiró—. Sé por lo que estás pasando, lo lamento, no me gusta verte así y por mucho que lo deteste lo traería de vuelta si pudiera solo para verte feliz. Pero no puedo. Cuando los dioses mueren no van al Inframundo, van a la Isla de los Bienaventurados y mi jurisdicción no llega hasta allá. Lo siento, sé que como tu familiar debería poder hacer algo más...

Me acerqué a él, ignorando con toda intención la daga en sus manos. Acaricié su mejilla mojada, la lluvia lo tenía frio y más pálido de lo normal. Me observó a los ojos con auténtica tristeza.

Ahí lo supe, al ver esa mirada vulnerable y la ausencia de su sonrisa diabólica recordé que él había pasado por lo mismo.

Cuando Atenea murió debió mover cielo y tierra para traerla de vuelta, y debió sentirse muy impotente y miserable cuando supo que no podría hacerlo. Debía ser frustrante para él, dios de la muerte, no poder cruzar la línea de la vida por alguien a quien amaba.

Si algo me ocurría, ¿qué sería de Kirok? ¿Podría ser capaz de soportar una perdida así?

—Gracias —le solté—. Gracias por traerme de vuelta, por salvar mi vida. Sé que desconozco lo que hiciste, pero debió ser algo significativo una vez que At está tan a la defensiva. ¿Quieres hablar de eso?

La pregunta fue honesta. No quería que se sintiera obligado a contarme, quería respetar su deseo si éste era guardar silencio.

—Solo necesitas saber que pudiste volver, el cómo lo hiciste, lo que yo hice, prefiero guardármelo. No es por ocultarte nada, Luz, solo no quiero hablar de eso ahora.

Asentí, comprendiendo lo que decía. Lo acepté. Si para él estaba bien entonces para mí también.

Seguí con mi camino. No le recibí la daga, no le dije nada más, seguí avanzando tras una Niké que nos había dejado atrás por unos buenos metros de distancia.

Caminar me quitaba un poco el frio de estar mojada, la lluvia que aumentaba por momentos hacía suficiente ruido para no oír mi propio corazón roto latir.

Trataba de mantener mi mente en blanco, de no pensar en Andrew, pero cada árbol, cada piedra, cada gota de lluvia, me lo recordaban. No sabía cómo esas cosas tan normales podían traerme recuerdos de él, pero lo hacían. Y dolía hacerlo.

¿Qué podría quitarme esa sensación? ¿Cuánto tardaría en irse?

Si yo estaba mal Cailye debía estar cien veces peor. ¿Qué le diría cuando la encontrara?

«¿Lo siento?» «¿Él está en un mejor lugar?» «¿Sé fuerte?» Esas eran las cosas que decía la gente cuando no sabían qué más decir. No podía decirle ninguna.

Delante de mí At seguía a Niké. No sabía si siempre estuvo en esa posición de la fila o si acababa de aparecer, ella iba a alguna parte y venía a su antojo.

La vedad era que ella siempre desparecía y de un segundo a otro estaba a mi lado, que se desmayó en el Inframundo y que cada vez se veía más traslucida. Y eso me preocupaba, me aterraba la idea de perder a alguien más... tan pronto.

Me adelanté hacia ella y le seguí el ritmo a su lado. Tal vez hablar de algo que no involucrara a Andrew me quitaría un poco el dolor de mi pecho y el nudo de mi garganta. O no. No estaba segura, a lo mejor solo empeoraba todo.

—Puedo ver a través de ti —le dije—, te vuelves invisible, te desvaneces. ¿Hay algo que me quieras decir?

Ni siquiera se molestó en mirarme.

«—¿Qué supones?»

—Te vas, te estás yendo. No sé cómo o por qué pero cada día te ves más transparente y demuestras más sentimientos de los que deberías. ¿Por eso te desmayaste en el Inframundo? ¿Ocurrió algo?

Siguió sin mirarme.

—Puedes decirme ahora At, de lo que sea que se trate dudo que me duela más que... —Tragué saliva—. No puedo estar peor, te aseguro que no sería suficiente para afectar al Filtro.

Me miró de perfil ahora, conservando su velocidad. Incluso la lluvia la traspasaba. No se veía mojada, las gotas no le resbalaban como al resto de nosotros.

Resto de nosotros. Cierto. A veces olvidaba que At no era igual que nosotros, que era una parte de mi alma y que desconocía por completo las reglas que la ataban a este mundo. A pesar de saber de su trato con Kronos no conocía bien los términos ni cuánto tiempo le dio conmigo.

Me mordí la lengua. Andrew tenía razón, no era natural que estuviera a mi lado.

«—Algún día tendré que irme, no pertenezco a este mundo.»

La simpleza en sus palabras ni siquiera me dolió.

—¿Cuándo?

Se tardó un tiempo en contestar.

«—Meses. Aún tengo tiempo, Kronos fue generoso en ese aspecto. Lo suficiente para dejarte en una buena posición, para darte las armas que necesitas, para enseñarte más de lo que sé. El tiempo que hemos pasado juntas ha sido muy poco, aun tienes un largo camino que recorrer, cosas que aprender y mucho por crecer. Planeo acompañarte todo lo que pueda.»

—No quiero que te vayas —solté sin pensarlo.

Noté la forma en la que me miró. No había rechazo en su mirada ni pesar, solo... soledad.

«—Tienes que aprender a estar sola. Entiendo que es difícil para alguien que nunca lo ha estado; que alguien que no ha sufrido suficientes perdidas es muy sensible a ellas. Y sé que no estás sola, que es posible que nunca lo estés, pero aun así debes aprender a estarlo. Un día Kirok no estará cuidando tu espalda, Niké no podrá decirte qué camino seguir y tus amigos no podrán darte las respuestas que buscas.»

Miré hacia el cielo oscuro, lleno de nubes grises que no dejaban filtrar ningún rayo de sol. No hacía mucho debió amanecer, amanecer en el último día Helio del plazo de Zeus.

—¿Ese día seré igual que tú?

Estaba muy ocupada viendo cómo me caían las gotas de agua encima como para verla.

«—Nunca serás igual que yo, eso me queda claro. Pero, tal vez, ese es el porqué de todo esto.»

Agaché la cabeza en ese momento, lista para mirarla a los ojos, pero ella de nuevo se había ido de mi lado. Tal vez estaba más adelante o mucho más atrás, o quizás se fue a un lugar al que yo no podría llegar.

La lluvia aumentó entonces, algo que agradecí el silencio. La lluvia intensa junto con la niebla creaban una especie de barrera entre mi cabeza y la realidad, el fuerte sonido me callaba los pensamientos y además el frio y la humedad me hacían sentir por fuera como me sentía por dentro.

El tiempo pasó. Las horas se convirtieron en días terrestres y cuando nos dimos cuanta habían pasado dos días terrestres desde que Cailye se separó del grupo.

Al termino de esa noche selene que se alzaba sobre nuestras cabezas el plazo de Zeus habría terminado, y sabríamos lo que haría el dios de dioses si alguien lo desobedecía. Pero ese asunto ocupaba muy poco espacio en mi cabeza.

Niké dudaba de que ella siguiera viva después de tantas horas y solo seguía rastreando porque yo no le decía lo contrario, At estaba a punto de preguntarme si estaba segura de seguir adelante con esa búsqueda imposible, y Kirok muy sutilmente me sugirió que dejara las cosas como estaban y diera la vuelta para buscar el espejo.

Los ignoré a los tres. Cuando me hablaban pretendía no escucharlos. De todas formas ninguno podría detenerme, el que hablaran no cambiaba mi decisión.

El que siguiera caminando era toda la respuesta que necesitaban.

Y tampoco tenía ganas de pensar en eso. Mi cabeza estaba en otra parte, estaba con Andrew, donde fuera que eso quedara.

El frio y el hambre que sentía me traían sin cuidado, al igual que el punzante dolor en mis pies astillados. Tenía los zapatos rotos por las inclemencias del clima, llenos de agua y con laceraciones en la planta de pie, pero como se curaban no les presté atención.

—Luz, te harás más daño en los pies —dijo Kirok a mi espalda—. Cámbiate por lo menos los zapatos.

—Tardaría mucho sentándome para hacerlo, tiempo de ventaja que le daría a Cailye.

Escuché la forma en la que frenó en seco, pero aunque supe que aquella acción brusca era un reclamo no me giré para confirmarlo. Seguí mi camino, y a vista de eso él también volvió a caminar.

—Entiendo que quieras encontrarla, pero ¿te has puesto a pensar que tal vez no quiere que la encuentres? Se fue, se alejó del grupo y se alejó de ti, ¿qué crees que haga si te ve? Lo siento, Luz, pero estoy seguro que no correrá a tus brazos ni te dará las gracias.

Sentí una punzada en mi pecho e hice una mueca. Aun así no me detuve.

—Necesita ayuda, no puede estar sola. Tú mismo la viste, si la abandono hará una locura.

Se me adelantó, de repente apareció frente a mí. Tuvo que caminar de espaldas para poder mirarme a la cara; yo mantuve mi mirada en el suelo.

Negó con la cabeza.

—Tú no la abandonaste, ella decidió irse. Respeta esa decisión.

No dije nada.

—¿Y quién te ayudará a ti? —insistió—. Mira cómo estás, luces como un espectro y con los pies heridos pareces una pesadilla, rechazas todo lo que te doy de comer y ni siquiera me miras. Solo caminas, es todo lo que haces. ¿Y para qué? A mí no me engañas, Luz, no olvides que sé muy bien cómo te sientes. Sabes tan bien como yo que no lo haces para salvarla.

Me frené en seco, eso consiguió llamar la atención de las otras dos diosas presentes. Todos se quedaron callados, a la espera de mi respuesta que refutara su acusación. Pero no tenía caso discutir, no llegaríamos a ningún lado y terminaríamos peleando. Y estaba cansada, sin sueño pero agotada.

De todas formas Kirok tenía razón, no hacía eso por Cailye, lo hacía por mí. Porque aferrarme a Cailye era lo más cercano a aferrarme a Andrew que tenía. Y no me importaba el castigo que Zeus me pusiera, no me importaba el tiempo que tardara, solo podía pensar en sentirme un poco mejor, con la fuerza suficiente para seguir con la misión.

Me agaché, a sabiendas de que tres pares de ojos vigilaban mis movimientos. Removí las hojas mojadas, la tierra húmeda, en busca de eso que vi brillar en un momento fugaz.

El brillo me guio hasta ella, me detuve cuando la sentí sólida en mis manos. Llena de tierra, sucia y mojada, con las tiras rotas pero intacta. A diferencia de mi gema, la que antes llevaba en el dorso de mi mano, esta estaba completa. Me pregunté si funcionaría, pero por mucho que la examinara parecía una simple piedra preciosa. Le hacía falta la magia de Cailye para funcionar.

—El intercomunicador de Cailye —comuniqué, poniéndome de pie con cuidado. Me mareaba muy fácil si hacía movimientos demasiado bruscos, esperaba que se me pasara pronto o no podría pelear—. Pasó por aquí, debe estar cerca.

Levanté la cabeza hacia Niké, esperando que confirmara lo que acaba de decir, pero ella me observó con asombro y dejó de volar. Aterrizó frente a mí, observándome.

—Su magia desapareció.

Apreté la gema en mi mano, enojada y frustrada, me dolía mucho la garganta del nudo que tenía.

—No está muerta.

No apartó la vista.

—No dije que lo estuviera, y aunque sí lo creo de esa forma no es lo que trato de decir. Debió desactivar su magia, habrá notado que la seguimos. No puedo sentirla, no puedo rastrearla más. Ya no sé qué camino seguir.

Guardé la gema amarilla en mi bolsillo junto con los pedazos de la mía, cuando viera a Logan le pediría que las reparara.

No sabía hacia donde caminar ni qué sendero tomar, había muchos árboles y bruma, humedad y frio. Cerré los ojos con fuerza, tratando de recordar la sonrisa de Cailye, recordando qué era lo que hacía ahí parada en medio del bosque adentrada la noche selene.

Tomé aire y me dispuse a caminar, pero Kirok me tomó del brazo antes de continuar. Abrió la boca para hablar pero yo le gané.

—No te abandoné a ti cuando Perséfone te raptó, así que ni se te ocurra insistir con lo mismo. Ella pudo haber tomado esa decisión, pero no dejaré que la siga. Si Hera me hubiera dejado elegir la opción de Kronos me habría lamentado el resto de mi vida, no dejaré que le pase eso a Cailye.

Me solté de su agarre, consiente de la mirada en rojo de sus ojos. Era mi familiar, no podría sobrepasar el límite de mi palabra.

Pero en cuanto me solté de su agarre algo me golpeó.

Sentí el impulso de mi cuerpo hacia atrás, presa de una nueva fuerza misteriosa. Viajé por el aire hasta que mi cuerpo impactó contra un árbol cercano; caí en la tierra mojada ensuciándome todavía más la ropa y con un fino dolor en la espalda. El olor a tierra se sentía más que antes.

Su presencia no tardó en llegar. Un Ser de Oscuridad, pero era más que eso. Conocía esa esencia, aun la recordaba.

Levanté la mano para que ni Kirok ni Niké se movieran, y así lo hicieron, se quedaron en sus lugares como dos niños obedientes mientras At observaba desde lo lejos. Observar, ella siempre observaba, era todo lo que podía hacer.

En la oscuridad no pude distinguir bien la silueta de la nueva persona en el lugar, solo vi su vestido claro que resaltaba en la noche y una capa purpura con interior verde. Pero esa magia, esa presencia, la podía distinguir muy bien.

Me incorporé un poco, recostándome en el árbol. El dolor de la espalda ya se había ido.

La sorpresa y la confusión debieron reflejarse de algún modo en mi rostro, pero en esa penumbra dudaba que ella lo notara. Era increíble volverla a ver en un lugar así; sin duda las Moiras tenían su forma de hacer las cosas.

—Si decía yo que se me hacía familiar esa energía divina —dijo ella en tono de burla falsa; estaba enojada—. De todos los lugares de las tres dimensiones en el último que pensé encontrarte de nuevo este era el último. De los rincones más bajos de Gea Hija Norte, donde ni siquiera los dioses menores quieren adentrarse. Y hubiera estado mucho mejor si no te hubiera vuelto a ver.

La miré, no dije nada a pesar de que sí me sorprendía verla. Kirok me miro con interrogación pero pretendí no notarlo; ella lucía tan molesta que al menos escucharía la razón de su enfado y meter a mi familiar y a Niké estaba de más.

—¿Qué? ¿Ya no hablas? —Se acercó más, con el ceño fruncido y una mueca de desprecio—. ¿Acaso te olvidaste de mí? Es imperdonable que olvides el rostro de la persona a la que le arruinaste la vida.

Me incorporé, con ella a menos de dos metros de mí. Me observó todo el rato, con los ojos verdes iguales a los de una serpiente. Su cabello índigo estaba corto, casi a ras de la piel, reemplazando la cascada que presumía la última vez que la vi. En general lucía desmejorada, más vieja y con unas ojeras que arruinaban su bello rostro.

—No podría olvidar a la amazona que ayudó a salvar la vida de mis padres —La miré a los ojos sin ningún otro gesto—. Luces diferente, Odette, pero nunca podría olvidarte.

Soltó una carcajada algo exagerada. A pesar de lucir muy distinta, con su nuevo corte, las ojeras, y ese vestido holgado tan opuesto a su ropa ceñida, aún conservaba su postura impecable. Noté que intentó mover su cabello en un gesto coqueto, pero al recordar que ya no podía se detuvo a medio movimiento.

—Es su culpa, todo esto es su culpa. Ellas tenían razón, nunca debí ayudar a los dioses, solo traen desgracias.

Kirok por poco se lanzó sobre ella cuando la mujer extendió su mano al frente, hacia mí, pero At se ubicó frente a él frenando su impulso.

Las Amazonas no podían usar magia como las ninfas, ellas se valían de conjuros recetados, su conocimiento sobre herbaria era su única arma. Eso y el miedo que infringían, pues se valían de un extenso repertorio con todo tipo de conjuros, no solo naturales.

En realidad tenía en la mano izquierda una piedra brillante, de color verde intenso, que estaba a punto de lanzar sobre mí. Sus ojos verdes resaltaban en la oscuridad, pude ver la desesperación en ellos, su tristeza. Hacía una mueca pronunciada y su cuerpo estaba tenso, a la defensiva.

Pensé en quedarme en mi lugar y recibir el golpe, ser su drenaje de ira. Ella estaba muy enojada y creí que yo era el foco de ese sentimiento, lo mejor habría sido dejar que hiciera lo que creía mejor.

Pero no tenía tiempo para eso, no tenía cabeza para lidiar con sus sentimientos y definitivamente no tenía ganas de luchar contra ella.

Avancé un par de pasos antes de que consiguiera soltar la piedra brillante, moviéndome justo a tiempo hasta llegar a su lado. Sujeté su mano izquierda, la que guardaba lo que fuera eso, con toda la fuerza que pude para evitar que la soltara. Su capa purpura cayó al suelo, dejando a la vista su vestido verde limón que le llegaba hasta las rodillas.

Me miró con ojos furiosos. Era más alta que yo, sus piernas eran más largas, pero no parecía tener la coordinación y la rapidez que poseía cuando la conocí. Era más lenta, desequilibrada; incluso con la desventaja de altura podría hacerla caer si eso quisiera.

—¿Qué sucedió contigo? —pregunté con honesta preocupación.

Entrecerró los ojos y de un solo movimiento se deshizo de mi agarre. Creí que intentaría atacarme de nuevo, pero tan solo me dedicó una última mirada de furia. Al menos seguía igual de amargada que antes.

—Tú, los dos. ¿Quién crees que pagó el precio del elixir? Les dije que no llamaran la atención y provocaron todo un alboroto. No hubo una sola amazona que no notara su presencia, y al ser mis invitados respondí a su nombre.

Eso no habría pasado si ella nos hubiera acompañado.

Levantó su brazo derecho, solo que no lo tenía. Su brazo fue sustituido por una especie de arcilla verde mohosa, que no se doblaba, completamente tiesa y para nada funcional. Lo levantó para que pudiera ver bien que solo quedaba su hombro y parte de su brazo antes de que comenzara la arcilla. También con su otra mano señaló su cabello, o lo que quedaba de él.

—Me expulsaron de la comunidad, ya no formo parte de las Amazonas de Salem. Y esa mujer casi me mata de la misma forma que lo hizo con Louis, de no haber sido por ellas habría muerto. Aunque no le veo la diferencia. No soy combatiente, la magia que puedo usar es limitada, y me cortaron mi cabello, ¡mi cabello! Era mi más grande tesoro, jamás volverá a crecer.

Observé su brazo, lo que lo sustituía, y le eché un ojo a su cabellera que se reducía a eso. Increíble que lamentara más la pérdida de su cabello que de su brazo.

—Ninguna de esas cosas las hice yo. No te corté el brazo ni el cabello, ni te eché de tu hogar.

Zapateó con fuerza y apretó los dientes, llegué a creer que lloraría. Pero su odio fue palpable con solo una mirada. Conocía bien esa expresión, era la misma de Medusa.

—Fue por ayudarles. Fue mi castigo y también el de Louis. Si no los hubiera ayudado seguiría allá, aun conservaría mi brazo, sería útil. Pero ya no puedo usar magia como antes, perdí el poco contacto con mi naturaleza que me quedaba.

—Habría pasado de todas formas en el futuro. No fue por ayudarnos, no trates de culparnos por las atrocidades de esa mujer. No somos el enemigo y lo sabes, ella fue quien te quitó tu naturaleza en primer lugar.

—Vivimos bajo su domino, ¿acaso crees que podemos actuar como nos plazca? Su influencia sobre nosotros es la misma que tienen los dioses sobre las ninfas, su palabra es ley y desobedecerla solo tiene una consecuencia: la muerte.

—Prefiero la muerte entonces —solté—. Al menos los dioses no te quitan la magia. Sé lo importante que es para las ninfas su conexión con la naturaleza, lo mucho que significan las marcas de Madre Gea. Es un regalo, es su vida. Pero Pandora se las quitó a todas ustedes y se las quitará a muchas más. Si he de vivir una vida sin alma prefiero la muerte, al menos así habrá paz.

—Para ti es fácil decirlo. Una persona que vivió sin magia, que apenas ahora puede sentirla, nunca entenderá lo que perderla luego de vivir siempre con ella representa.

Me agaché a su lado para recoger la capa. Era de terciopelo, le brindaba calor para ese frio infernal que gobernaba el continente. Tenía sentido que estuviera ahí, a ese lugar iban a parar las deidades que no encajaban en Gea Hija Sur.

La extendí ante ella y la miré con sinceridad, o eso creí, no tenía muchas ganas de hacer demasiados movimientos faciales por esos días.

—No hace falta que lo entienda para saber que está mal. Tal vez nunca sean libres, puede que siempre dependan de una deidad superior para existir, pero he visto las sonrisas en los rostros de las ninfas cuando usan su magia. Una sonrisa que a ustedes les quitaron. Redirige ese odio, Odette; no digo que veneres a los dioses, porque no son mejores que Pandora, pero los dioses no te convirtieron en amazona ni te arrancaron el brazo.

Frunció más el ceño. Me observó de pies a cabeza, arrugando la frente como si algo no encajara. Recibió la capa con su mano izquierda, con algo de recelo.

—¿Y Apolo? Creí que eran del tipo de dioses que van juntos a todas partes.

Me mordí la lengua y fruncí los labios. Desvié la mirada de inmediato intentando mantener a raya el nudo, pero las lágrimas me traicionarían en cualquier momento.

—Oh, ya veo. La guerra, cierto. Oí que el Olimpo le declaró la guerra al reino de Pandora. Adivino: gajes del oficio. Por lo que veo siguen siendo humanos, y los humanos son frágiles y se rompen. ¿Eso le sucedió? Y además —Me echó otra rápida mirada—, fue reciente.

Tomé aire, intenté recuperar el control sobre mi cuerpo para evitar un incidente. Evadir por completo el tema era lo mejor.

—Cuídate, Odette, te aseguro que debe haber una forma para vivir sin una parte de ti.

No la miré a los ojos de nuevo, solo pasé por su lado para seguir con mi camino. Pero me llamó.

—Niña, ¿qué haces aquí? No es un buen lugar para andar de luto, en la niebla se toman las peores decisiones.

La miré sobre mi hombro, ella me observaba fijamente con los ojos entrecerrados.

—Busco a una amiga.

Se me acercó sin dejar de observarme de arriba abajo, inclinó la cabeza como si así pudiera verme desde otro ángulo.

—Artemis, ¿de casualidad?

Abrí los ojos llenos de sorpresa y me giré por completo hacia ella.

—¿Sabes dónde está?

Se encogió de hombros y alzó el brazo de arcilla.

—Me puedo hacer una idea. Hay un grupo de personas que me salvaron del castigo de Pandora, gracias a ellas solo perdí el brazo. Su asentamiento temporal está cerca y si se encontraron con Artemis lo más probable es que la llevaran allá. Tienen una extraña fijación con la diosa de la luna.

—¿Es seguro? ¿Puedes comprobarlo?

Negó con la cabeza y bajó el brazo, ocultándolo entre la capa purpura.

—Solo yendo lo sabrás, pero por este bosque es lo único que encontrarás. Si Artemis no está con ellas entonces está muerta.

—¿Y quiénes son?

Sonrió con cierta arrogancia.

—Amazonas, ¿qué otra cosa si no? Se revelaron hace tiempo y viven escondiéndose de Pandora, ayudan a las amazonas que Pandora condena, como yo, y les ofrecen una comunidad y seguridad —dijo la última palabra como si fuera un mal chiste.

—¿Por qué no estás con ellas entonces? Suena bien.

Su frente brincó y frunció el ceño; su sonrisa se esfumó.

—Porque vivir huyendo no es diferente a lo que hacíamos antes, pero con ellas es más peligroso. Tener a Pandora como enemiga no es una forma de vida, es una forma de terminar con tu vida.

Tragué saliva. Esa era mi oportunidad, la última. Era mejor que nada, y si Cailye no estaba con ellas entonces seguiría buscando hasta encontrarla.

—¿Puedes llevarnos? Buscaré la forma de pagarte el favor.

Eso sonó bastante mal si consideraba que ella me adjudicaba sus desgracias.

Odette desvió la mirada hacia mis amigos, los escaneó a los dos de pies a cabeza con mala cara y frunció más el ceño.

—Un demonio, ¿eh? Y la diosa de la victoria. No les agradan los dioses, no más que a las demás amazonas. Solo a Artemis la veneran. No sé qué harán si te ven o a tu amiguita.

Me acerqué más a ella, invadiendo su espacio personal.

—Te lo suplico, Odette. Lamento hacerte esto otra vez, pero en verdad necesito encontrar a Artemis y eres la única pista que me queda. Aceptaré las consecuencias y no las lastimaremos, si ella no está seguiremos nuestro camino.

Sus ojos esmeraldas me miraron mal por invadir su espacio privado, por lo que retrocedió unos pasos sin quitarme los ojos de encima.

—Puedo llevarlos, Hipólita es una buena persona y al menos les dará el beneficio de la duda.

—¿Hipólita?

—Sí, la reina de las Amazonas. De las primeras en convertirse. Hija de la más antigua reina ninfa —Miró hacia el bosque, dudosa—. Pero lo que ocurra después será su responsabilidad. No volveré a pagar el precio de ayudarte.

Asentí, dolida.

—Siento lo que te sucedió. Procuraré que no vuelva a ocurrir.

Se agachó de golpe hacia mí, dejando sus ojos a centímetros de los míos. Sonrió con interés cuando se apartó.

—Estás más furiosa que yo, reconozco tu sed de venganza. Espero que uses eso a tu favor —Se dio vuelta—. Es por aquí.

Comenzó a caminar sin fijarse en si la estábamos siguiendo.

«—¿Qué harás si no está con ellas? —preguntó At desde algún punto a mi espalda—. Si no la encuentras en la próxima semana, o en el próximo mes, o en los siguientes años. ¿Dejarás a tus amigos en la Tierra, con el problema que tienen con los humanos, a su suerte? ¿Y tu familia? ¿Piensas no volverlos a ver? —Hizo una pausa—. Ailyn, ¿qué haces?»

Seguí a Odette a través del bosque. Niké volaba sobre nosotros y Kirok iba a mi lado en completo silencio.

—Aprendiendo a vivir sin una parte de mí.

La parte que murió junto con Andrew.

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