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20. Helios y Selene


Youngblood - 5 Seconds of summer

Caminé de un lado a otro en el pasillo adyacente al cuarto donde Andrew se encontraba. A pesar de que la herida ya había sanado, Clare le recomendó que descansara un rato. Y de paso nos dijo que los hipocampos estaban en buenas manos y pronto tendríamos buenas noticias.

Buenas noticias.

Ya no sabía qué era una buena noticia.

Di vueltas de un lado a otro, vigilando la puerta de la habitación como un perro guardián. Impaciente, ansiosa.

Una vez llegamos al templo y tuve tiempo para calmarme y respirar caí en cuanta de lo que le dije a Andrew. Y me sentía fatal. Por supuesto, el que me arrepintiera de haber discutido con él no borraba el hecho de que lo que dije fue verdad.

Y tal vez esa era la peor parte: tanto lo que él dijo en las cuevas como lo que yo le dije en el fondo del mar, era verdad. Una horrible verdad que siempre estuvo ahí.

No sabía qué decirle cuando lo viera, ni con qué cara mirarlo. Y llevaba todo ese tiempo pensando en algo coherente qué decirle. En ese momento la tensión entre nosotros se podría cortar con una tijera, y se sentía horrible estar así de nuevo.

¿Qué me estaba pasando? Estaba celosa de At, siempre me sentí incomoda en ese tema, pero explotar de la forma que lo hice... No era algo que me esperaba. Apreciaba a At, era la única persona que tenía para que me instruyera a falta de Astra, y yo sabía que no era tan mala como lo creí en un principio. La llegué a querer, y aun así...

¡Ahg! No tenía caso pensar en nada de eso.

Quería entrar y solucionar todo con él, el problema era que aún no sabía qué decirle.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que cuando mi palma vibró no solo pegué el brinco, sino que casi desenfundé mi espada. Me tomó un segundo caer en cuanta de que se trataba de una llamada de mi intercomunicador.

Respiré aliviada, notando que recientemente estaba más sensible que de costumbre, y alejé la mano del mango de mi espada justo antes de contestar.

La imagen que apareció frente a mí dejó al descubierto el rostro de Daymon, el hermoso y tallado rostro de mi amigo pelirrojo, ofreciéndome una radiante sonrisa como solo él podía hacerlo. Sonreí también al verlo tan alegre, hasta que noté que su cabello estaba cubierto de harina al igual que gran parte de su cuello y hombros.

—¿Qué fue lo que te pasó? ¿Por qué estás lleno de harina? —quise saber.

Él amplió más su expresión, dejando un ángulo lo suficientemente amplio para notar que en realidad todo su cuerpo estaba lleno de harina y que se encontraba en la cocina de mi casa, que por cierto también parecía haber presenciado un ataque terrorista de harina. Y además las ventanas parecían brillar de un color anaranjado vibrante, como producto de la magia divina de Daymon.

—Es... una historia muy interesante —dijo, despreocupado—. Algún día te la contaré.

—¿Y por qué estás en mi casa? ¿Dónde está Sara? ¿Por qué no está contigo? ¿Y esa luz en las ventanas?

Pero no alcanzó a contestar, porque de inmediato una nueva persona se sumó a la llamada. Sus ojos claros y cabello oscuro practicante se estrellaron contra la muñeca de Daymon, y al verla, ver ese rostro tan familiar, me hizo desear regresar a casa a como diera lugar. Verlos siempre era duro, y mis problemas me mantenían lejos de pensar en ellos. Solo cuando los veía era consciente de lo separados que estábamos y de cuánta falta me hacían.

—Hola, mamá —saludé, conteniendo el nudo que se implantó en mi garganta.

—Ailyn —suspiró—. No sabes lo mucho que me alivia poder verte al fin. ¿Por qué no nos has llamado? ¿Cómo está todo por allá? ¿Cómo te sientes?

Me mordí la lengua, consciente de nuevo de todo lo que les ocultaba a mis padres y reafirmando mi decisión de que era mejor que no supieran demasiado. Ni siquiera mis amigos en la Tierra estaban al tanto de absolutamente todo.

Sonreí como pude.

—De maravilla. Me siento muy bien, las cosas funcionan como esperábamos y estoy segura de que regresaremos sin contratiempos en algunos días.

Ella inclinó su cabeza, y me dedicó una mirada dolida y ojos preocupados. Hubo un pequeño momento de silencio, y supe por la expresión de Daymon que quería salir huyendo de un momento incómodo.

—Cariño, sé que hay cosas que no nos puedes decir, pero no es necesario que mientas.

Mi sonrisa se borró.

—Mamá, yo solo... —Sacudí la cabeza—. Han pasado muchas cosas últimamente, apenas sí tengo tiempo de comer y dormir, y siento que en cualquier momento una roca me va a caer encima y me va a aplastar. Yo me siento tan... —Suspiré, consciente de que iba muy rápido y ni yo entendía lo que decía—. Olvídalo. Lamento no hablar con ustedes, pero la verdad es que casi ni hemos hablado con Sara y los demás. No es un paseo, mamá, no es buena idea detenerse a conversar en medio de la nada.

Vi todo lo que quería preguntar, todo lo que quería decirme, y sabía que podría tirarme horas y horas hablando con ella y respondiendo a sus preguntas con la honestidad que pedía. Sabía que podría volver a enfermar, sabía que a Cody no le agradaba que hablara con ellos sobre todo eso estando lejos, y sabía que no tenía deseos de que supieran lo que pasaba.

Cerró la boca y tomó aire antes de volver a hablar.

—Ailyn, no puedo decirte que entiendo tu posición —dijo—. En complicado ponerme en tus zapatos esta vez. Pero aunque no pueda hacer nada por ti, necesito que más allá de nuestra preocupación y necesidad de saber de ti, tú debes estar bien. Y, cariño, no luces bien. Antes de irte aun conservabas tu mirada de siempre, pero ahora parece que hubieras envejecido el triple de tu edad.

Parpadeé varias veces.

—Mamá... No sé a qué te refieres...

—No sé por todo lo que has pasado, y aunque me gustaría saberlo y poder ayudarte, se siente como si nadie pudiera hacerlo. Algo te está... absorbiendo, cariño. Algo te está... cambiando. Te ves tan diferente que me cuesta reconocerte.

Eso dolió. Y aunque sabía que no era su intención lastimarme, eso no evitó que el golpe fuera menor.

—¿Dónde está papá? —Intenté cambiar de tema.

Su mirada y postura cambiaron, e incluso noté cierta tensión en sus expresiones.

—Él...

En ese instante alguien tomó el brazo de Daymon con brusquedad. El mencionado exclamó, sorprendido, pero nada pudo hacer ante el jalón de mi hermano menor.

—Veo que sigues completa —dijo, alejado lo suficiente de mamá y acomodando a Daymon en una incómoda posición—. Me sorprende viniendo de ti.

Solté un bufido. No sabía si estaba aliviada o molesta de ver a Cody. Ese enano tenía la increíble habilidad de sacarme de mis cabales.

—Y me sorprende que no lo vieras. Se supone que eres todopoderoso, ¿o no, pequeño hermanito?

Me sostuvo esa mirada suya tan vieja, como si hubiera vivido muchas vidas y las recordara todas. Me tranquilizó saber que se veía bien, mucho mejor que yo, su apariencia seguía igual de pulcra que siempre; y como de costumbre, llevaba un periódico en manos.

—Muchas sorpresas en poco tiempo, ¿verdad? Te aconsejo que te vayas acostumbrando.

—A veces te odio.

Una ligera sonrisa se le escapó. Pero pronto recuperó su habitual seriedad, con algo más. Pesar, una tristeza pasiva, preocupación. Había visto esa mirada antes de irme, pero ahora lucía menos profunda, con esperanza.

—Ailyn, solo quería decirte que lo cambiaste. Cuando ayudaste a Deucalión cambiaste el futuro, cambiaste su futuro. Lo salvaste. Él estará bien. Pase lo que pase, él estará bien.

Lo miré confundida.

—¿A Deucalión? ¿Lo salvé a él? ¿Dices que cambié su futuro?

Pero mi hermano negó con la cabeza, sin apartar los ojos de mí.

—Un momento, ¿Deucalión? —preguntó Daymon, asombrado—. ¿Ése Deucalión? ¿Lo conocieron?

Pero tanto Cody como yo lo ignoramos.

—Todo estará bien, Ailyn. Así que no te preocupes demasiado —Y me regaló otra sonrisa espontanea, antes de soltar la muñeca de mi amigo y darse vuelta para seguir con su camino—. Mamá y papá también estarán bien, en algún momento, así que concéntrate en su misión.

Mamá me seguía observando desde su lugar, con una mirada triste y afligida, mientras Daymon acomodaba de nuevo su cuerpo para centrar la imagen en él. Estaba boquiabierto, confundido, y me lanzó una mirada que pedía al menos algo de contexto.

Se me hizo gracioso saber que no sabía lo que pasaba, pues yo no estaba bajo el mismo techo que él y por lo tanto no podía leerme, y Cody era inmune a esas habilidades.

—Siento que me perdí algo importante —mencionó. Sus ojos amarillos me observaron con atención, como si buscara algo que apenas consideró su existencia—. ¿Estás bien? ¿Quieres hablar de algo?

Lo miré también, y solo pude soltar un suspiro mientras me recostaba a la pared de la habitación donde Andrew se encontraba. A pesar de ser ese prácticamente un palacio, no pasó ninguna ninfa por ese pasillo desde que llegamos. Se sentía reservado solo para nosotros.

—Sí. ¿Qué sucedió con Sara? ¿Dónde está y por qué no estás con ella? Se suponía que ibas a ayudarla, y dudo que mágicamente los problemas con sus padres se hayan resuelto.

Desvió la mirada, e hizo ese gesto tan suyo de rascarse la nuca con cierta timidez e incomodidad. Sonrió como un tonto, y ya no supe qué esperar de todo ese tema.

—Sí... Sobre eso...

—¡Daymon!

Sonrió, una amplia sonrisa que me dedicaba para que me tranquilizara.

—Ya no es exactamente un problema, es más una circunstancia.

—Daymon —presioné.

—Mira, líder, no me malinterpretes, pero creo que lo mejor es que hablen de ese tema cuando regresen. Confórmate con saber que ella está bien y sus padres... de cierta forma ya no se oponen a lo que es.

—¿Pero cómo...?

—Gracias a su apoyo es que hemos avanzado con los planes dentro de muchas organizaciones —me interrumpió, y fue ahí cuando simplemente comenzó a hablar sin dejar que le preguntara—. Te sorprendería ver cómo las personas se tomaron lo de Aqueronte, hay teorías sacadas de la manga que son bastante curiosas. Y hay muchas personas que ya comenzaron a apoyarnos, o al menos nos reconocen.

Soltó una carcajada.

»La mayoría piensa que somos demonios. Pero hay también un gran número de fieles devotos si me lo preguntas. Aunque Logan piensa que todo el tema es una bomba de tiempo que nos va a explotar en la cara. Un día un grupo de personas fueron a exorcizar la casa de Evan, por suerte su padre no estaba, ¡¿te imaginas la cara que hubiera puesto?! ¡Me habría encantado verla!

—Daymon...

—Oh, ¡también fueron a tu preparatoria! Tuvimos que escoltar a la prima de Sara: Melanie, la conoces ¿verdad? La pobre estaba en shock total. Creo que fue la primera vez que oí que Sara se disculpaba con alguien por causarle problemas. El punto es que ahora está con Sara en su casa, y ni te cuento los conjuros que tiene la casa solo para protección humana. Y sin mencionar los ataques de criaturas divinas que desde que nos hicimos públicos han aumentado. Todos nos echan la culpa, pero yo realmente no entiendo el afán de inculpar a alguien de una situación incontrolable...

—¡Daymon! —grité tan alto como pude— ¡Por todos los dioses, ve más despacio! Solo entiendo la mitad de lo que dices. Empieza desde el comienzo o me va a explotar la cabeza. Y, por lo que más quieras, ¡dime qué es ese sonido afuera del apartamento!

Él, en respuesta, tan solo sonrió con diversión y rascó su nuca, acomodando la imagen para que no consiguiera ver el exterior del edificio.

—Bien, discúlpame, es solo que no sé por dónde comenzar.

—Por el principio.

Soltó una risita.

—¿Recuerdas el trabajo de Logan? —preguntó, a lo que yo asentí—. Pues salió muy bien. De esa forma conseguimos salir en la mayoría de los medios de comunicación, incluso somos tendencia en internet. Incluso estoy considerando mandar a imprimir algunas vallas publicitarias, tengo una idea genial para la formación en una fotografía de los siente. Créeme, la gente no habla de otra cosa. Creo que podría caer un meteorito y no le prestarían atención.

»Y la habilidad de Sara ha sido de gran ayuda, y ahora que sus padres también nos apoyan más gente está dispuesta a escucharnos. ¡Somos famosos! Dudo que haya alguien que no sepa ya de nosotros —Sonrió con orgullo, pero pronto esa sonrisa se desvaneció—. Pero hay un pequeño problema, o bueno, dos.

Tomé aire.

—¿Y son...?

—Conocen nuestra identidad, eso fue inevitable. Y por supuesto eso fue un gran escándalo. ¡Mis vecinos no podían creerlo! Mis padres incluso tuvieron que esconder a su gato. En fin, es por eso que tenemos conjuros alrededor de nuestras casas, pero eso no evita que algunos curiosos y otros escépticos se aglomeren en nuestros jardines. Tuvimos que trasladar la casa completa de Sara por eso.

»Somos algo así como «Los más buscados» del momento. Incluso hay un test en línea para saber si tuviste contacto con, y espera a oír cómo nos llaman, ¡Los Dioses del Apocalipsis! Muchos creen que somos demonios traviesos y que buscamos diversión; y otros creen que somos los que traerán el fin del mundo.

Por eso Melanie se vio involucrada, y probablemente también todas las personas con las que nosotros y nuestras familias tuvieron contacto. Los compañeros de trabajo de mamá, los colegas de papá, los amigos de Cody... ¡Oh, por todos los dioses! Eso los ponía en el ojo del huracán.

Era algo que sabíamos que iba a pasar, y una de las preocupaciones de Astra, pero ya no había vuelta atrás.

—¿Y la segunda?

Su expresión se tornó pensativa.

—La aparición de criaturas divinas ha aumento. Las deidades que están aquí nos ayudan, pero a veces suelen haber cinco o siete ataques al mismo tiempo en diferentes lugares del mundo. Logan tenía razón, hay un grupo de gente que está contra los dioses; ellos han usado eso como excusa contra nosotros. La gente nos culpa de sus ciudades destruidas y sus muertos.

—¿Y por qué ha aumentado? —pregunté, sin poder evitar recordar las palabras de Deucalion: «Tal vez ella no sea responsable de todo lo que pasa, pero por tu bien es mejor que pienses que sí.»

Todo lo que me decía me hacía pensar que ellos estaban teniendo sus dificultades, igual que nosotros. Y de pronto me pareció más fácil recorrer Kamigami que estar en la Tierra con la sociedad desmoronándose a mi alrededor.

Se encogió de hombros.

—Evan lo investiga, pero aún no tenemos una buena hipótesis. Logan es bueno desarmando cualquier sugerencia, siempre encuentra la falla lógica en las posibilidades.

Eso me recordaba un tema importante.

—¿Y dónde está Evan? He tratado de comunicarme con él, pero rechaza mis llamadas. ¿Pasó alguna otra cosa?

Sus ojos me miraron con fijeza por un segundo, de una forma caladora, pero pronto recuperó su brillante mirada.

—Está con Sara ahora mismo. Una misión de centauros en China. Se fueron ayer, ya debieron terminar. Llámalos, y si ninguno te contesta intenta con Logan, él los acompañó y seguro no rechaza tu llamada.

Asentí.

—Eso haré. Hablaremos luego, Daymon. Aún hay muchas cosas que debemos discutir. En cuanto sea seguro volveré a llamarte. Y por favor, vigila a mis padres, mantenlos a salvo.

Me miró con fijeza, y sin mencionar nada más acerca de mis padres o hacer algún comentario adicional que me explicara un poco más la situación, asintió de acuerdo conmigo.

—Cuídate, líder, y tranquilízate, las cosas entre ustedes siempre se arreglan de alguna forma —Y sin explicar un poco más el contexto, colgó.

Solté un bufido en cuanto lo hizo, sorprendida de la facilidad que tenía para interpretar aun con un mundo de diferencia.

No pensé demasiado en el tema, ni en lo que dijo sobre lo que ocurría en la Tierra, pues no tenía sentido preocuparme desde mi posición, suficiente tenía con mis dolores de cabeza como para aumentar el número de problemas a resolver. Por lo que de inmediato llamé a Sara repetidas veces. Por supuesto, no contestó. Y para cuando llamé por tercera vez a Evan me di cuenta de que ninguno tenía intenciones de contestarme.

Así que como siempre recurrí a mi última e infalible opción: Logan.

Él, por suerte, contestó al segundo intento.

Me topé con su rostro en primer plano, enojado, realmente fastidiado, que me observó como si lo hubiera interrumpido en el peor momento posible. Sus ojos verdes se clavaron en los míos, como jueces de la venganza.

—Esto es lo último que faltaba —exclamó con una mala actitud—. La mala suerte y la desgracia se casaron con ustedes, y ahora me persigue a mí. No había tenido tanta mala suerte en toda mi vida como ahora. Conocerlos a todos ustedes ha sido un grano enorme en el trasero.

Lo miré, pasmada, sintiéndome regañada sin justa causa.

—Hola, Logan, me da gusto verte también. ¿Ocurre algo...?

Su entrecejo se frunció más, y me miró con más irritación.

—¿Cómo es que siempre que quieres hablar con alguno de ellos me llamas a mí? —replicó— ¿Acaso no usan sus intercomunicadores? ¡Para eso se los di! Por Urano, no soy su intermediario ni su consejero, si tienen algo de qué hablar háganlo, ya dejen de involucrarme en sus asuntos. Y tú, Atenea, la próxima vez que me llames voy a rechazar tu llamada aunque tu vida dependa de lo contrario.

Parpadeé varias veces. Y él continuó alegando.

»Se supone que se usan para problemas serios. Si Afrodita no te quiere hablar y si Poseidón no tiene tiempo para ti ¡no es mi maldito problema! Por mí pueden irse todos al carajo, yo me largo.

Y colgó.

Me quedé en mi lugar, aturdida, sintiéndome como una niña pequeña a la que sus padres acababan de regañar.

Al cabo de unos cinco segundos el intercomunicador sonó, y al contestarlo apareció el rostro de mi mejor amiga, mirándome con ojos entornados y una extraña ansiedad en ellos.

—Lamento eso, Ailyn —dijo, a modo de saludo—. Ha sido un día realmente largo.

La observé mejor, y noté que tenía unas sombras oscuras bajo sus ojos y los hombros caídos. Estaba descuidando su postura y su apariencia, eso era algo que nunca había hecho. Sara se preocupaba mucho por su imagen, en todos los sentidos de la palabra, nunca dejaría que alguien la viera de esa forma.

A su lado, como fiel compañero, se encontraba Evan. Él lucía como siempre, y en cuanto me vio me ofreció una de sus sonrisas. Tan solo lo miré, analizando por dónde comenzar.

—Oí de Daymon que estaban en China, ¿ocurrió algo con los centauros? Logan lucía más irritable de lo normal.

Sara suspiró justo cuando el viento frio sopló. Tenían un paisaje blanco a su espalda, por lo que ambos iban vestidos para el frio, y a juzgar por lo poco que me dejó ver la pantalla se encontraban en una montaña.

—No, la misión resultó bien. Está molesto por otra cosa, no te preocupes, sabes que siempre es tan dramático y amargado. En cuanto hable con Daymon se le pasará.

Ella debió notar la pregunta en mis ojos, ya que una sonrisa débil se deslizó por sus labios junto con una mirada triste.

—Daymon me dijo que habías solucionado la situación con tus padres, ¿quieres decirme qué pasó? —la alenté, en tono suave y lo más comprensivo que pude, luchando contra mis instintos que me decían que debía interrogar a Evan ahora que tenía oportunidad—. Sabes que puedes decirme lo que sea.

Ella negó con la cabeza y tragó saliva, como si algo no la dejara hablar. Evan posó su mano en su hombro, dándole apoyo.

—Es... una larga historia. Y no quiero hablar de eso. Cuando regreses lo verás por ti misma.

Me dio miedo verificar sus palabras. Tenía un mal presentimiento al respecto.

Asentí, sin querer echarle leña al fuego. Ella levantó la cabeza y tomó aire.

—Mejor dime, ¿cómo están allá? —continuó— Lamento que no hayamos hablado antes, pero hemos estado realmente ocupados. Apenas sí tenemos tiempo de comer y dormir, pasan muchas cosas todo el tiempo.

Sonreí con gracia.

—Sí, entiendo muy bien lo que se siente —Ella me miró con extrañeza un segundo. Pero no le di tiempo de interrumpirme ya que seguí hablando—. Estamos bien, los cuatro, y Niké también —Miré a Evan con toda la intención, pero él no pareció inmutarse ante mi siguiente comentario—. Estamos en el Reino del Océano ahora, en el templo de Poseidón.

Mientras Sara arrugó la frente y me miró confundida, Evan tan solo me sostuvo la mirada. Seguía sin decir una palabra. Por un segundo, por una milésima, me pareció no reconocer sus ojos azules; por un instante me parecieron fríos y distantes. Pero enseguida recuperó la calidez de siempre, y me miró con la ternura que me dedicaba desde que nos conocimos.

—¿A qué te...? —comenzó Sara, pero Evan ganó la palabra.

—Es una ciudad marina, el Reino del Océano —le indicó a Sara, y la miró con calma—. Te lo contaré después.

Y con eso pareció bastarle a Sara, ya que no insistió en el tema. Evan se enfocó de nuevo en mí.

—Espero que los hayan tratado bien, y disculpa no avisarles antes, Ailyn. Es algo reciente, desde lo de los portales; estoy aprendiendo sobre la marcha con ellos, por suerte son muy comprensivos y pacientes. No me involucrado mucho con el reino, tengo más cosas que hacer. En verdad debía avisarles con tiempo, es solo que he tenido muchas cosas en la cabeza y se me olvidó mencionarlo. Aquí las cosas han estado... agitadas.

—Sí, me habría encantado no llevarme esa sorpresa, pero eso no significa que no te lo agradezca. No sé qué habríamos hecho sin tu ayuda, la de todos aquí.

Sonrió con amabilidad.

—¿Andrew está contigo? No responde mis llamadas. Siento que está enfadado conmigo.

Reprimí una sonrisa irónica, pues resultaba gracioso que su amigo del alma no le contestara. Pero más que divertido era extraño.

—Está descansando. Le diré que te llame. Y, Evan, me encantaría oír tu historia. Las personas aquí te adoran, quisiera saber más de su relación.

Él asintió, de acuerdo.

—Claro, cuando regresen te diré lo que quieras. Aunque e advierto que lo que sé tampoco es mucho. Imagina recibir de herencia todo un reino de la noche a la mañana, es mucho más que recibir una casa.

Sonreí ante el chiste igual que él, aunque si lo analizaba no tenía nada de chistoso. Tenía el presentimiento de que ahí ocurría algo más.

Sara lo miró y luego a mí. Sacudió la cabeza, como si no quisiera otra cosa en la que pensar, y tiró el tema lejos cuando habló.

—Ailyn, sé que no hablamos hace varios días y debes tener preguntas igual que yo, pero no es un buen momento para hablar.

La preocupación apareció en mi rostro.

—¿Ustedes están bien? Por lo que me dijo Daymon han tenido algunos inconvenientes.

Ambos intercambiaron una mirada fugaz.

—Sí, estamos bien. Es solo que algunas cosas no han salido como las planeamos y la Corte Suprema ha estado muy intensa últimamente. El Olimpo es un caos, un verdadero dolor de cabeza, y debemos regresar para ordenar algunos asuntos.

—Y ustedes deben darse prisa —recordó Evan—. Quedan pocos días helios para que se cumpla el plazo, y creo que deben regresar tan pronto como puedan. Nos haría bien un poco de ayuda extra.

Pasé mis ojos de uno al otro, en busca de alguna señal que me diera más información, pero además del cansancio en sus rostros y nieve, no había nada más.

Sonreí por toda respuesta.

—Claro, lo entiendo. Nosotros también debemos irnos, nos espera un largo viaje a Gea Hija Norte. Los llamaré cuando estemos en un lugar seguro. Cuídense, ¿bien?

Ambos sonrieron, una sonrisa algo más débil de lo usual.

—Igual ustedes.

La pantalla se volvió negra antes de lo que pensé. Fue como si en verdad tuvieran una prisa apremiante por regresar a sus actividades.

Solté un suspiro, preocupada, y me recosté en la pared para dejarme resbalar por ella.

Poco tiempo después los pasos de alguien me sacaron de mis pensamientos. Levanté la cabeza y me topé con el rostro de Cailye a unos cuantos pasos de mí. Me observó con un deje de confusión, hasta que su pequeña nariz olfateó el aire y pareció entender la situación. A veces olvidaba que ella podía hacer eso.

Hizo una pequeña mueca y luego suspiró.

—Los hipocampos están listos, venía a avisarles —comunicó, y acercándose un poco más continuó—. ¿Cómo está mi hermano? Oí lo que pasó, ¿conseguiste las algas?

Me levanté del suelo y clavé mis ojos en ella, pensando en qué decirle.

—Está bien, eso creo, no lo he visto desde que regresamos. Y sí, las conseguí; Niké se está encargando de ellas ahora. Cuando estén listas para tomarlas nos las dará.

Ella asintió sin añadir nada más, y con un solo movimiento se giró hacia la puerta de la habitación donde Andrew se encontraba y sin siquiera tocar la abrió. Esa era una muy mala manía de la chica: jamás entraba con aviso.

Sus ojos cayeron sobre Andrew, y de paso los míos también. Estaba recostado a la pared, observando por el gran ventanal con vista a la ciudad marina, de brazos cruzados y el ceño fruncido. Nos miró, y cuando lo hizo caí en cuenta de la presencia de At allí. Ella estaba en la otra esquina del ventanal, y por la forma en que ambos nos observaron supe que habíamos interrumpido una conversación.

Fruncí el ceño ante su secretismo, algo que los tres presentes notaron, y mientras Cailye se adentró en la habitación yo me quedé bajo el marco de la puerta, en completo silencio.

Cailye hizo el amago de querer cubrirse la nariz, pero lo final no lo hizo y tan solo miró a su hermano cuando habló.

—Todo está listo, podemos salir en cualquier momento —dijo la rubia, con una sonrisa en sus labios—. Las ninfas nos prepararon algo de comida para llevar, y se ofrecieron a acompañarnos todo lo que pudieran. Nos esperan para partir.

Andrew tan solo asintió, mientras At se dedicaba a ser fantasmal como siempre.

La habitación era espaciosa, demasiado para una sola persona, y además de lo que se esperaba encontrar en una habitación de huéspedes también contaba con varios ventanales con símbolos de Poseidón. Y el agua del exterior jugaba con los colores del ventanal, generando una atmosfera pacífica.

Fue entonces cuando alguien atravesó el pasillo corriendo y se detuvo a mi lado. Al comienzo no la distinguí, pero en cuanto noté su cabello supe que se trataba de Niké. No lucía agitada, por el contrario, su cuerpo no podía contener la euforia.

—¡Están listos! —exclamó, y a toda velocidad repartió unos pequeños frascos que contenían un líquido azul fluorescente, que se parecía mucho a las pociones de las Amazonas—. Solo necesitan un sorbo cada dos días, con eso será suficiente.

Iba a darle las gracias, abrí la boca para hacerlo, pero algo interrumpió mi participación.

Algo entró a la habitación como una bala, proveniente del gran ventanal que le daba luz a la habitación. Hubo un sonido abrupto, pero ningún trozo de vidrio cayó al piso.

Kirok aterrizó de pie justo entre Andrew y At como si ninguno de los dos estuviera ahí, y de igual forma ninguno se inmutó ante la entrada de mi familiar.

Rompió el vidrio, o lo que fuera eso, pero los pedazos se quedaron flotante del otro lado, suspendidos en el agua mientras varias voces clamaban afuera que Kirok tomara responsabilidad de sus actos. Sin embargo, a pesar de los gritos, Kirok ni siquiera los miró y en su lugar una sonrisa se deslizó por su rostro, una sonrisa y una mirada que me recordaron a una serpiente.

Caminó con completa tranquilidad a través de la habitación, como si hubiera entrado por la puerta y ninguna turba clamara su cabeza. Se sacudió, igual que un gato para quitarse el exceso de agua, y llegó a mi lado en unos pocos pasos a pesar de lo grande de la habitación.

—¿Qué hiciste ahora? —lo interrogué en medio de un suspiro. Consideraría la idea de ponerle un collar.

Su sonrisa se agrandó, sus ojos rojos resaltaron.

—No hice nada.

Lo miré, dudosa, obligándolo a hablar con solo mi mirada, pero él me sostuvo la mirada sin confesar sus crímenes.

En ese momento vi por el rabillo del ojo a una mujer acercándose a nosotros por el pasillo. Se trataba de Clare, quien llegó a la habitación casi tan rápido como Kirok. Pasó por mi lado con prisa y se ubicó en el centro de la habitación.

—Lo que sea que haya hecho, me disculpo —solté de repente, señalando a Kirok—. Aun no se acostumbra a muchas cosas.

El mencionado sonrió con picardía, mientras la ninfa nos miraba a ambos y solo negó con la cabeza, con una sonrisa amable en su rostro.

—No vengo por eso, Lady Atenea —Nos dio una rápida mirada a todos los presentes—. Vine a avisarles del Baile de Eos. Está por comenzar y el mejor para observarlo en el mar es en las altas habitaciones del templo.

Justo donde estábamos. Aquella habitación quedaba en una de las torres del templo, en los últimos pisos; esas habitaciones que estaban reservadas para dioses.

Sabía que el Baile de Eos era algo parecido a la aurora boreal que ocurría cada cierto tiempo y era una ocasión especial. Todos en Kamigami pausaban lo que estuvieron haciendo para contemplarlo, incluso si estaban en guerra respetaban esa tradición. Era una forma de honrar a Madre Gea y los Primordiales.

Unos segundos después el lila del agua se tornó más rosado, y pequeñas luces blancas empezaron a verse nadando en el agua e incluso flotando dentro de la habitación. Afuera todos se detuvieron y miraron hacia la superficie, como si estuviera ensayado.

Clare se adelantó hacia el ventanal roto, con una enrome sonrisa en su rostro mientras observaba cómo el color del agua cambiaba en respuesta al color del cielo.

—Comenzó. Es tan precioso —dijo la ninfa—. Es simplemente precioso.

Cailye atravesó la habitación, emocionada, y se ubicó al lado de Clare seguida por Niké. Ambas contemplaron el agua con la misma admiración de la oceánida.

Me adentré un poco a la habitación, siendo jalada por Kirok, pero antes de llegar al ventanal donde Andrew seguía recostado observando el evento, me zafé de su agarre y me quedé unos metros lejos de ellos. Kirok al verme se detuvo y me hizo compañía, quedándose a mi lado con los ojos fijos en el ventanal que había roto. Al menos alcazaba a ver lo suficiente y las luces flotantes y la luz seguían entrando independientemente de la distancia.

Todos estaban concentrados en el baile de colores frente a nosotros, en las pequeñas luces que volaban por ahí y en lo hermoso del escenario en general. Pero aunque yo también estaba embelesada en aquella magia, no podía evitar que mis ojos viajaran cada tanto hacia Andrew.

Lo observaba mientras contemplaba el espectáculo, y cuando intuía que notaba mi mirada sobre él la desviaba justo a tiempo. Y así sucedió algunas veces antes de que nuestras miradas se cruzaran.

Calculé mal el tiempo y nuestros ojos terminaron cruzándose en una larga e incómoda mirada. No aparté la mía y de igual forma él tampoco lo hacía. Se sintió como si tuviéramos una conversación en silencio, solo que esta vez ninguno de los dos decía nada.

—¿Qué es eso? —preguntó Cailye, logrando que los dos parpadeáramos en respuesta.

Ambos centramos de nuevo nuestra atención a la ventana, donde el espectáculo de luces seguía, pero un elemento nuevo estaba flotando justo delante nosotros. Dos luces de gran tamaño, una blanca y la otra dorada, se acercaron a nosotros como espíritus.

De repente nos encontrábamos al pie del ventanal, observando ambas fuentes de luz que parecían dos pequeños soles.

Quise preguntar también de qué se trataba, pero At, en nuestras cabezas como siempre, respondió a la pregunta que nunca hice.

«—Helios y Selene.»

No alcancé a mirarla o a pronunciar palabra siquiera en exclamación, porque de repente las dos luces brillaron de una forma sobrenatural a poco menos de un metro del límite con el agua.

La intensa luz nos segó por algunos segundos, como explosiones intentas, y aun cuando paró me tomó un momento recuperar la plena visión de la habitación luego de aquella oleada.

Dos personas se encontraban cerca de nosotros. Una mujer y un hombre. Ella vestía un largo vestido de cola que arrastraba por el suelo llena de adornos y encajes azules, de cuello cerrado y un par de tiras por mangas que colgaban en sus brazos, con un collar de tamaño considerable con forma de luna crecente en el pecho, y una corona llena de pequeñas lunas con todas sus etapas en las puntas que adornaba su cabeza. Su piel era plateada brillante, de ojos muy azules, y el cabello blanco como su vestido.

El hombre era todo lo opuesto. Su piel era morena, de cabello rubio encendido y ojos dorados. Solo llevaba la pieza de abajo, y el dorso desnudo con una serie de tatuajes que se asemejaban al sol. Un collar como el de la mujer lo adornaba pero con dije de sol, y múltiples brazaletes dorados como sus ojos se extendían por sus brazos.

Los miré, boquiabierta al igual que Clare, mientras los recién llegados Helios y Selene, personificaciones del sol y la luna, tan solo permanecían en su lugar, con los ojos fijos sobre los hermanos Knight.

Estaba segura que alguien, quien fuera, iba a romper el silencio, pero antes de que ocurriera ambas figuras avanzaron un par de pasos y se arrodillaron frente a mis amigos.

Los hermanos los miraron con fijeza, y de estar sintiendo algo no lo percibí. Cailye lucía consternada, confundida, mientras Andrew... No podía ni intentar adivinar lo que pasaba por su cabeza.

—Señor Apolo, Lady Artemis —dijo la mujer, en tono neutro con una melodiosa voz, con la cabeza gacha y una postura pulcra—. Es un placer volverlos a ver.

Ambas personificaciones estiraron sus manos derechas, a la espera de la respuesta de los hermanos. Los dos dudaron acerca de aceptar su saludo, hasta que Cailye fue la primera en estirar el brazo y un segundo más tarde Andrew la imitó.

Sin embargo, en el momento exacto en el que sus manos se encontraron, un nuevo brillo nació en el punto de unión de ambos saludos. De repente los ojos de las personificaciones brillaron, como dos luces que se acabaran de encender, y asimismo un brillo entre dorado y plateado inundó la estancia, proveniente de los hermanos y los recién llegados.

Hice el amago de acercarme a ellos en cuanto vi que mis amigos entraron en una especie de trance guiados por las personificaciones, pero Niké me bloqueó el camino con una de sus alas.

La miré, pero ella solo observaba el espectáculo de luces. Giré mi cabeza hacia At, y ella negó con la cabeza, indicando que me quedara en mi lugar y no interfiriera.

Contuve mis deseos de meterme, mientras el brillo que inundaba la estancia desaparecía gradualmente, de la misma forma que apareció tan solo se extinguió. Los ojos de las personificaciones volvieron a la normalidad, y en cuanto eso sucedió los hermanos soltaron sus manos en medio de un arrebato.

La rubia cayó sentada al suelo, aturdida, mientras Andrew dejaba que el peso lo venciera y se recostó en la pared contigua como si su cuerpo pesara demasiado. Ambos jadeaban, los dos se veían igual de sorprendidos y cansados, sin energía. Y fue entonces cuando las personificaciones del sol y la luna levantaron sus cabezas y se incorporaron, con una calma opuesta a la de los Knight.

—Nos disculpamos por eso, Señor Apolo, Lady Artemis —dijo Helios, en un tono similar al de Selene y los ojos solo para ambos dioses—. Debíamos estar seguros de su progreso y solo se puede lograr mediante el contacto directo.

—¿Nuestro progreso? —cuestionó Andrew, recuperando su equilibrio y observando con cara de pocos amigos a Helios.

Selene asintió.

—Es diferente ver a tocar, y verlos no era suficiente para conocer su dominio sobre nuestra luz —Posó sus ojos exclusivamente sobre Cailye—. Y debo decir, Lady Artemis, que tiene un potencial extraordinario, pero la domina el lado equivocado. Le recomiendo que busque su equilibrio lo más pronto posible, lo necesita.

Cailye tan solo la miró, estupefacta.

Andrew se acercó a ellos, interponiendo una especie de muro entre ellos y su hermana.

—¿Y eso era todo lo que necesitaban? —inquirió, desafiante. Por lo visto no le agradó mucho su visita.

Helios se mantuvo inmutable, pacifico, sereno, como una montaña. Y le sostuvo la mirada sin problema. Apuntó a su cabeza con el dedo cuando habló.

—Su equilibrio es diferente. Aquí hay orden —dijo él, y ahora señaló su corazón—, aquí hay caos. Le hace falta harmonía, y lamento decirle que no es algo que se consiga con un solo elemento. Necesita corazón y cabeza para encontrar paz, no solo uno.

Andrew frunció el ceño, molesto, he intuí que eso no era precisamente lo que esperaba oír luego de nuestra discusión, mucho menos viniendo de la personificación del sol.

—Si eso era todo que necesitaban decir, pueden irse. No se supone que dejen su lugar solo.

Los dos presentes lo observaron de la misma forma serena.

—Los hemos observado desde que los portales se abrieron —explicó el hombre—. Queríamos asegurarnos de que tendrían la resistencia y el equilibrio necesario para controlar nuestro poder. Entenderán que nos preocupaba los nuevos portadores, pues el poder del sol y la luna no son manejables por cualquier deidad. La luz puede ser tan abrazadora como la oscuridad, se necesita fortaleza más que talento para dominarla.

—¿Y bien? —continuó Andrew, un poco a la defensiva—. ¿Qué encontraron?

—Están bloqueados —soltó entonces Selene—, los dos a su manera. No podrán usar el poder de nuestra luz en su máximo resplandor hasta que lo resuelvan.

Andrew entrecerró los ojos, observándola con fijeza.

—¿Bloqueados? —preguntó Cailye.

La personificación de la luna asintió y continuó hablando.

—El poder que usan ahora no tiene la misma capacidad que el de los Dioses Guardianes originales, su luz no brilla con aquella intensidad. Es poderosa, en efecto, pero insuficiente. Si lo que buscan es igualar a una deidad primordial como Pandora deben ir más profundo, tomar más de aquello que podemos darles. Pero necesitan equilibrio para soportarlo, de lo contrario no podrán controlar sus propios deseos, y la magia obedece los deseos de los dioses.

La luz del espectáculo de Eos estaba menguando, los colores eran más tenues y el agua ya no relucía como al comienzo. Pronto el evento llegaría a su fin.

—El momento de terminar nuestra reunión ha llegado —comentó Helios—. El tiempo que podemos abandonar nuestro lugar es limitado.

—Esperamos que puedan hallar la luz que buscan, el camino que desean recorrer —añadió Selene—. Y en especial deseamos que encuentren equilibrio.

Ni Cailye ni Andrew dijeron nada más, cualquier pregunta que pudieran tener pareció responderse sola de una forma que no alcancé a entender. El silencio entre los cuatro ni siquiera parecía silencio de verdad.

Una luz nació a los pies de ambas personificaciones, preparándose para regresar a su lugar en el cielo. Pero antes de que aquel brillo aumentara de proporción, me tiré sobre las dos deidades con los brazos al frente, dispuesta a sujetarlos con el fin de que no se fueran. Ni Niké ni Kirok me alcanzaron, porque de un segundo a otro ya estaba frente a ellos.

No podía dejar que se fueran sin antes hablar, no sin que respondieran a algunas de mis preguntas. Si lo que dijo At era cierto, ellos era nuestra mejor oportunidad de saber más de Pandora.

Sin embargo, mi brusca interrupción pareció captar la atención de todos los presentes, pausando el momento por unos segundos. Las deidades repararon en mí por primera vez desde que aparecieron, de hecho parecieron caer en cuenta de la presencia de otras cuatro personas además de los hermanos.

Clavaron sus ojos inusuales sobre mí, a la espera. Me aclaré la garganta antes de hablar.

—Sabemos que ustedes observan todo lo que sucede en Kamigami —comencé, divagando—, por lo que queríamos preguntarles acerca de Pandora. ¿Sabes algo de ella?

No supe exactamente cómo me veían ellos, o a los demás, pero conservaron su postura y una mirada neutra mientras hablaron. Al detallar un poco más en su forma de expresarse parecía como si ambos fueran una sola persona; parecían saber exactamente lo que el otro estaba pensando. Una conexión diferente a la de mis padres, o a la de los hermanos Knight, era un lazo que no supe identificar.

—Pandora, ama de todas las desgracias y deidad primordial —Era increíble lo neutral de su tono. Selene asintió y continuó—. Regresó hace poco a Kamigami, se ausentó cuando los portales se abrieron por lo que no tenemos forma de saber lo que hizo durante su periodo en la Tierra.

Yo tenía más o menos una idea sobre eso. Tomó unas ligeras vacaciones en el Amazonas y atormentó a Cailye. Pero aun así eso dejaba varios días en los que su paradero fue desconocido.

—Sin embargo —agregó Helios—, por lo que hemos podido observar al parecer está buscando la forma de fabricar una llave. Sus visitas a los templos y exploración por la Cordillera de Maya se deben a los materiales. Por lo que hemos visto busca componentes extraños.

—¿Una llave? ¿Una llave para qué? —presioné.

Intercambiaron una mirada silenciosa y regresaron su atención a mí.

—No lo sabemos. Desaparece entre las sombras en muchos puntos diferentes, es posible que use su camuflaje para moverse libremente. Solo la vemos cuando ella se deja ver, es difícil seguirle el rastro.

—¿Tienen una idea de en dónde vive? ¿En dónde pueda estar? —quise saber, aunque la verdad era que no estaban ayudando demasiado.

Selene negó con la cabeza antes de hablar:

—Modifica su palacio muchas veces, saber en dónde está todo el tiempo no es fácil. Y además, es buena ocultándose. Sabe usar las fisuras de la forma correcta para pasar desapercibida —Hizo una pausa—. Frecuenta mayormente Gea Madre, no obstante, también la hemos visto cerca de las tribus salvajes y en el Hogar de Hestia.

»Se reúne con muchas deidades en los últimos siglos, su grupo de fieles seguidores ha aumentado, ya sea por afinidad o por temor. Y ahora, gracias a que toda la atención está sobre ella, lo aprovecha para aumentar ese número. No es difícil adivinar quienes se unieron a su lado por voluntad propia. Sabe muy bien cómo usar los sentimientos de los demás a su máxima capacidad, y también era de esperar que usara el rencor que muchas deidades sienten hacia los dioses para generar un levantamiento. La mayoría de los que pelean a su lado no lo hacen por la Luz de la Esperanza, lo hacen por venganza. Ella los ha convencido de que esa guerra entre ustedes se debe a la arrogancia de los dioses, y que estar de su lado es la única forma de acabar con el abuso de aquellos que nacieron bajo el sello divino hacia los que no.

Lo medité un segundo, tratando de encontrar algo en eso que no supiera ya. Lo único nuevo era lo de la llave y lo de los asentamientos salvajes, ¿para qué quería Pandora una llave? ¿Qué puerta abría? ¿Y qué tenían que ver las tribus salvajes?

Lo demás ya me lo esperaba. Las palabras de Odette en Salem todavía resonaban en mi cabeza: «Solo hace falta que alguien los una en su contra». Sabía que Pandora aprovecharía ese odio como arma contra nosotros, por eso mismo sabía que debíamos formar alianzas para disminuir esa brecha de cantidad.

Y aun así Pandora seguía siendo tan misteriosa como siempre. Debía tener una debilidad, cualquier cosa, que nos diera aunque fuera una pequeña ventaja. Tiempo, información, poder. Lo que fuera.

—¿Saben algo más? Cualquier dato puede ser importante.

No obtuve respuesta facial de su parte, si sabían o no, era todo un misterio.

—La soberana del Inframundo puede tener la información que buscan. Ambas compartían un lazo fuerte, si quieren encontrar la debilidad de la primera mujer es a ella a quien deben acudir. Para saber más de ella, cómo funciona su poder, o conocer sus motivos, no hay nadie que sepa más de ella que la diosa de la primavera.

Eso no servía mucho; Perséfone estaba en el Inframundo, y seguiría así al menos tres meses más. Para entonces podríamos estar muertos. Helios tomó la palabra de nuevo.

—Pandora puede presentarse como un adversario incomparable, indestructible y cuya sabiduría puede compararse con la de la mismísima Palas Atenea, pero fue humana alguna vez, y su poder primordial sigue creciendo —Me pareció ver el atisbo de un brillo en sus ojos—. Hay deidades mucho peores. La primera mujer no es invencible.

No pasé por alto el gesto de At, algo que captó mi atención debido a que algo en su frente pareció saltar, y su postura tampoco era la de siempre.

El brillo que comenzó a sus pies recorrió todo su cuerpo, como una serpiente, envolviéndolos en una luz divina mientras las pocas luces del baile de Eos que quedaban se desvanecían en el ambiente.

Aún tenía preguntas, aun quería saber más de lo que ellos sabían de Pandora, pues algo me decía que sabían más de lo que demostraban. Pero de un momento a otro tan solo se encendieron, y sus cuerpos se esfumaron poco a poco, de la misma forma en la que llegaron.

Posaron sus ojos sobre los hermanos por última vez. Los Knight se sobresaltaron al estar de nuevo bajo su escrutinio, y mientras Cailye parecía consternada Andrew estaba más a la defensiva.

—Recuerde que el sol siempre está en llamas pero nunca se quema —susurró Helios, mirando a Andrew a los ojos de una forma tan intensa que hasta yo sentí su mirada.

—No olvide que la luna tiene dos caras —Eso fue lo único que Selene le dijo a Cailye antes que la luz los cubriera a los dos.

El brillo en la habitación aumentó de la misma forma que lo hizo cuando las personificaciones se hicieron presentes. Y de pronto tan solo cesó. Selene y Helios se habían esfumado en medio de las luces, y de igual forma el espectáculo de Eos había llegado a su fin.

Odiaba cuando una deidad hacía eso. Ellos sabían más de lo que dijeron, estaba segura. Y el que siguieran sugiriendo a Perséfone me ponía de los nervios. Se suponía que ellos nos darían más información que esa.

Solté un suspiro que sonó a bufido, y quise golpear la pared de la frustración. Siempre que se trataba de Pandora dábamos vueltas sobre el mismo lugar.

Miré a At, reclamándole. Ella había dicho que ellos sabrían más, y la ayuda no fue mucha. Pero ella no me miró en ningún momento; estaba perdida en sus pensamientos, igual que los Knight.

Fue entonces cuando Clare llamó nuestra atención.

—Ciertamente eso es algo que no sucede seguido —comentó, asombrada—. Nunca había visto a las personificaciones del sol y la luna en persona, dudo que alguna ninfa lo haya hecho.

Kirok se encogió de hombros.

—Siguen siendo tan simpáticos como siempre —Sonrió de forma socarrona—. Ambos son increíblemente molestos.

Clare tomó aire, saliendo de su shock momentáneo.

—Los hipocampos están esperándolos —recordó—. Lo mejor será que partan ahora mismo.

Niké y yo asentimos, pues los hermanos estaban tan consumidos por sus pensamientos que poca atención nos prestaron. La diosa se acercó a Cailye y la levantó del suelo, prácticamente la arrastró hacia la salida ya que la rubia no parecía querer moverse.

Clare les siguió el paso, y luego, vacilante, Kirok también se fue.

«—No me mires así —dijo At una vez el número de personas en la habitación se redujo a tres—. Confórmate con saber lo de la llave, puede ser útil esa información. Y no te preocupes, en algún momento podrás hablar con Perséfone. Además, Helios tiene razón en algo —Me miró directamente—: Hay cosas peores que Pandora.»

Pasó por mi lado tan cerca que casi me atravesó, pero no me di cuenta en qué segundo tan solo se fue. Solté un suspiro, y justo cuando me dispuse a marcharme noté que Andrew seguía en el mismo lugar de antes, como una escultura que siempre estuvo ahí.

Contemplé lo que podría decirle. Mencionar a Helios me parecía mala idea, aunque para ser franca ya no sabía qué era buena idea tratar con él.

Al carajo.

—¿Encontraste lo que buscabas? —pregunté. Tardó unos segundos en reconocer mi presencia aun ahí, pues estaba realmente sumido en sus pensamientos, y en respuesta tan solo asintió—. ¿Y bien? ¿Puedo saber de qué se trata?

Ahora sí me miró, aunque lo hizo de perfil.

—No es de tu incumbencia.

La forma en que lo dijo se sintió gélida.

—Andrew...

Tomó aire, callándome, y continuó. Se frotó la cien como si le doliera la cabeza, pero mantuvo su expresión inescrutable.

—Me pediste que no te ocultara cosas que te involucraran, que no te ocultara información que no debes saber. Y, aunque no lo creas, no todo se trata de ti. Esto no te concierne, así que no insistas, no tiene nada que ver contigo.

Lo miré con fijeza.

—¿Estás seguro que no me afecta? ¿Completamente seguro de que el saberlo no cambiará nada? —lo reté.

No hizo ningún gesto.

—No. Pero no me corresponde a mí decírtelo. Así que si algún día llega el momento en que lo sepas, lo harás. Y estoy seguro de algo: nada cambiará porque no lo sepas.

—Es sobre Evan, ¿verdad? —concluí— Es por eso que no me dirás nada. ¿Tiene que ver con esto? —señalé a mi alrededor— ¿Con Poseidón?

Su cien brincó, a lo mejor sí le dolía la cabeza.

—Como te dije, no es de tu incumbencia. Debes respetar los secretos de los demás si en verdad los aprecias. Así que por una vez en tu vida, no te metas.

En ese momento recordé algo que habría oído de Cailye una vez: «Todos tenemos derecho a guardar secretos». Y era cierto. Yo también guardaba secretos, había cosas que me guardaba para mí misma, y por primera vez se me cruzó por la cabeza que no era justo pedirle a los demás que me revelaran sus secretos cuando yo me guardaba los míos.

La conversación con Andrew resonó en mi cabeza. Lo llamé hipócrita, él me llamó hipócrita. Y casi sonreí al entender que los dos teníamos razón: ambos éramos hipócritas. Entendí que era muy fácil opinar sobre la vida de los demás y aconsejar, pero era muy difícil seguir esas mismas palabras en tu propia vida.

Aspiré hondo y me di media vuelta, hacia la puerta.

—Bien.

Dejé ir el tema. Dejé tranquilo a Andrew. Ni siquiera podría imaginarme lo que había descubierto y eso cómo lo afectó, tenerme revoloteando a su alrededor era lo último que lo ayudaría. Así que hice lo que me pidió, para gracia de todos.

Caminé, decidida a no decir nada más y abandonar la habitación. Pero justo cuando crucé el umbral de la puerta Andrew volvió a hablar.

—Creo que nunca te lo he dicho —confesó, y el tono de voz que usó, más suave y cálido, debió decirme que era mejor que siguiera mi camino y comenzara a correr. Pero me detuve y lo escuché—. Pero desde que te vi por primera vez he pensado que tus ojos son hermosos. Pensé que debías saberlo.

Tragué saliva, me esforcé en no darme la vuelta, en no mirarlo. Y estuve muy cerca de hacerlo. No era solo el comentario, era el hecho de que lo dijera y no lo escribiera, se trataba de que justo en ese momento quiso decirlo. ¿Cómo se suponía que debía responder o actuar?

Ni siquiera sabía la razón de querer confesar algo aparentemente romántico cuando él era una roca.

Me confundía, tenía la capacidad de poner mi cabeza al revés. No podía solo... solo decir algo así después de todo lo que pasó. No era justo.

Seguí mi camino con toda la voluntad que encontré. No dije nada, no lo miré, nada. Igual a todas esas veces que le había dicho que lo quería y él solo había seguido su camino. Hice lo mismo, seguí mi camino.

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