Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16.2. Velada a la luz de las ninfas


My love - Sia

El tema de Sara todavía me daba vueltas en la cabeza cuando regresé al campamento. Había mucha luz, en su mayoría provenientes del fuego mágico que flotaba y de la gran hoguera en el centro de todo. Y el ambiente estaba realmente animado, contrastando muy bien con mi estado de ánimo.

Se oía música dulce, de instrumentos de viento, y las ramas y plantas cercanas se balanceaban al ritmo de la melodía. Muchas ninfas estaban bailando alrededor de la hoguera, una danza en grupo de vueltas y saltos que a la vista era muy bonita, coordinada, mientras otras estaban sentadas sobre los troncos charlando, otras comiendo, y otras estaban sobre Cailye cerca del fuego.

La rubia tenía todo un grupo de admiradoras a su alrededor, junto con los pegasos. Eran más de veinte, todas preguntándole cosas y riendo, muy animadas, igual que Cailye al parecer. Sonreía mientras hablaba y acariciaba a los pegasos; ella tenía una increíble facilidad para hacer amigos.

Las ninfas gritaban con euforia, emocionadas, formando un cálido y acogedor ambiente de festejo. Todas riendo, disfrutando de la música y del fuego, con varias plantas moviéndose como un bosque encantado.

Me acerqué a la choza de antes para mirar si la reunión había concluido, y en efecto en aquel lugar solo estaban Diana y Andrew, ambos con un mapa extendido a lo largo de la mesa, un mapa de Kamigami, terminando de hablar. Me quedé a las afueras de la choza justo cuando ambos repararon en mi presencia.

Diana me sonrió; se veía de muy buen humor, y se giró una vez más hacia Andrew.

—Partiremos al amanecer, pueden permanecer aquí si lo desean —dijo ella.

Andrew negó una sola vez con la cabeza.

—Nos iremos antes de eso.

Diana se mostró por un segundo consternada por la respuesta de Andrew, pero en seguida se compuso y tras asentir dijo:

—Bien, nos veremos al rato.

Se alejó de la mesa y pasó por mi lado, asintiendo a forma de saludo, aun con una extraña sonrisa en el rostro, y se alejó hacia una multitud de ninfas que parecían esperar su llegada.

Me seguía pareciendo peculiar, había algo en ella que me resultaba curioso, pero aún no sabía qué era.

No me moví de mi lugar, me quedé a las afueras de la choza, observando a las ninfas en su fiesta. Andrew se paró a mi lado unos segundos después.

—Aceptaron todos los términos —me informó—. Seguirán nuestras órdenes siempre y cuando se discutan las tácticas con antelación, debemos consultar con su líder cada estrategia y considerar su voz y voto. Y pidió específicamente estar presente cuando enfrentemos en persona a Pandora.

Entrecerró los ojos mientras miraba lo mismo que yo. Algo estaba pensando, sin duda. Y lo confirmé cuando cruzó sus brazos sobre el pecho.

»Se moverán a los bosques del otro lado de las montañas en la mañana, y estarán en contacto con Evan todo el tiempo. Formarán un grupo para contactar con otros grupos de ninfas, esperando reclutarlas. Les quedó dando vueltas en la cabeza lo que les dijiste, creo que de no ser por eso no habrían aceptado. Están entusiasmadas, hay que aprovechar eso.

Me quedé callada.

—Es por eso que están celebrando —continuó—. Les entusiasma la idea de hacer algo con lo que han entrenado, y en verdad odian a Pandora. Sin embargo, aún hay ninfas que no lo aprueban, tres de las ninfas mayores se opusieron. Debemos cuidarnos de ellas. No hay mucho más que decir al respecto, pero si quieres oír la reunión Evan la grabó.

Más silencio. No le respondí.

Él debió notarlo, ya que me miró de reojo y frunció el entrecejo un poco.

—¿Cómo fue la charla con Sara? Escuchamos los gritos hace un rato, Evan tuvo que aislarse del sonido para continuar con la reunión.

Aquello consiguió que lo mirara por el rabillo del ojo, con una expresión seca.

—Lo sabías —le dije por fin—, todo este tiempo.

No cambió su postura, se tomó el tema con mucha calma.

—No todo, detalles generales. Sabía que algo le ocurría, no sabía con exactitud qué. No te lo dije porque...

—Lo entiendo —le corté con su misma serenidad, para su sorpresa. Me miró con más atención, girando un poco su cuello—. Pero no lo vuelvas a hacer. Deja de asumir que no podré manejar una situación, aunque sea cierto no lo hagas. Y sin importar qué tan horrible sea lo que ocurra, no me ocultes cosas como estas.

Su atención sobre mí no cambió, su postura no se inmutó, tan solo me miró con la misma fijeza. No dijo nada más, no rebatió, y al cabo de unos segundos tan solo asintió.

Nos quedamos en silencio un buen rato, mirando a las ninfas bailar, charlar y comer, hasta que una de las ninfas mayores se nos acercó. Asintió la cabeza en mi dirección y cuando habló lo hizo hacia Andrew.

—Joven Apolo, nos gustaría conversar unos detalles con usted, si no le importa claro.

Andrew se enderezó.

—Por supuesto.

Me miró una vez más antes de darse vuelta y seguir a la ninfa hacia un grupo de ninfas mayores que los observaban. Agradecí que no me llamaran a mí, pues en ese momento lo último que quería era hablar sobre planes de guerra.

Me acerqué a la hoguera, abrazada por la luz de las altas llamas y su calidez. Contemplé un momento la danza del fuego al ritmo de las ninfas, permitiéndome llenar de aquella paz. Respiré hondo varias veces, infundiéndome de la frescura y el aroma del ambiente.

Estaba tan distraída intentando mantener mi cabeza lejos de los problemas de Sara, que cuando alguien me tomó del brazo pegué un pequeño brinco del susto.

Miré a la ninfa que me sostenía, quien sonreía con gran entusiasmo y emoción. Tenía el cabello azul en tres coletas recogido, y ojos verdes inusuales. Recordaba haberla visto en alguna parte del campamento cuando llegamos.

—Dese prisa, pronto comenzará —anunció, y sin esperar respuesta me condujo al espacio que las ninfas usaban para bailar.

Una tonada melodiosa y agitada estaba llegando a su fin, y con ella el grupo de ninfas que la bailaban formando un circulo se abrieron, dando por terminada la coreografía en perfecta sincronía que ejecutaban como si de un ritual se tratara.

—Espera, ¿comenzará qué?

Soltó mi brazo en medio de una sonrisa, y me empujó hacia la pista, donde nuevas ninfas formaron un circulo diferente de al menos dieciséis ninfas. Por un segundo todas me miraron, algunas con hostilidad y otras con indiferencia.

Tragué saliva y empecé a trazar una forma de salir del círculo, pero entonces todos los ojos cayeron sobre la persona que se ubicó a mi lado. Me giré, sorprendida por las reacciones encimadas de algunas ninfas, y me topé de lleno con Andrew.

Otra ninfa lo acercó más al círculo, a mi lado, y para mi sorpresa él se veía igual de confundido que yo.

Abrí mi boca para preguntarle qué pretendían las ninfas que hiciéramos, pero otra persona fue arrojada a mi lado contra su voluntad. Pero, al contrario de nosotros, Cailye lucía feliz, emocionada, con un brillo en su rostro ante la situación.

La miré boquiabierta, y entonces, justo cuando la melodía volvió a sonar, llenando el ambiente de festividad y calidez, una nueva voz habló.

—Es una tradición —Cerca de nosotros, la líder de ese grupo, Diana, cerró el circulo de baile. Nos observó con su expresión curiosa, divertida—. Los invitados deben participar en al menos una pieza de baile junto con la líder. Es una muestra de respeto de las oréades.

—P-Pero —tartamudeé, consiente de mis dos pies izquierdos— no sabemos cómo es su coreografía.

Ella mantuvo su sonrisa, acomodando sus brazos a su espalda igual que las demás ninfas y de paso Cailye.

—Solo dejen que la tierra los guíe.

Y dicho eso, el baile comenzó.

Primero danzaron hacia el centro, y por extensión los seguimos, aunque yo en realidad no sabía lo que hacía. Imité los movimientos de las otras ninfas con unos segundos de retraso, mientras Andrew lo hacía mucho mejor que yo, al igual que su hermana. Ambos parecían estar recordando una vieja coreografía.

Los miré con más detalle mientras intentaba seguir con el ritmo, y fue entonces cuando el grupo de veinte se dividió en cinco. Giré como los demás lo hacían, completamente perdida y con pies atrofiados. Y como siempre, fue Andrew quien me detuvo.

Sentí su mano sobre mi muñeca. Al principio estaba desconcertada, pero luego al dar una mirada a los demás me di cuenta que era parte de la danza, pues el grupo volvió a dividirse pero ahora en cuatro.

Él me miró a los ojos, y debió notar lo perdida que estaba, porque apretó más mi muñeca, ganando mi completa atención.

—Relájate —susurró.

Asentí, tratando de hundirme en la música y dejando que mi cuerpo se moviera como lo dijo Diana, pero simplemente no podía.

Dimos vueltas y algunos pasos simples, igual a aquellos bailes del siglo XIX que involucraban a un gran número de personas. La melodía iba y venía, subía de intensidad y velocidad y volvía a disminuir, y con ella la danza.

De repente la cantidad de integrantes cambió, formando parejas. Andrew levantó su brazo en L, a lo que yo lo imité de forma que nuestras palmas quedaran juntas y dimos vueltas sobre el mismo punto.

Estaba a punto de abandonar la coreografía cuando él sonrió. Y eso fue todo lo que necesité. Una sonrisa de Andrew era suficiente para mí, aquello borraba cualquier pensamiento previo que tuviera; eran tan escasas que cada una era como una gema preciosa.

Dejé de preocuparme por hacer bien los pasos, solo me concentré en ese gesto suyo tan pequeño y casi imperceptible, en sus ojos sobre los míos, en su tacto en mi piel...

Pronto la música llegó a cada oído de los participantes, tomando más fuerza, como si de magia se tratara. El viento sopló con suavidad, el ambiente comenzó a oler a flores. Y entendí a lo que Diana se refería con dejar que la tierra me guiara.

Los sonidos y los movimientos se volvieron uno, y aunque la danza por instantes nos alejaban para seguir con la coreografía, nuestros ojos nunca se desconectaron. En todo momento mantuve mi atención en su sutil sonrisa, y él no retiró la mirada de mis ojos en ningún segundo.

Comencé a disfrutar la danza, aquella alocada coreografía que no conocía y aun así me las arreglé para seguir, hasta que la música aumentó igual que los pasos y de pronto, cuando más lo disfrutaba, la canción terminó.

Me quedé frente a él mientras las demás ninfas se dispersaban para que un nuevo grupo tomara su lugar en la pista, clavada de esa forma en que la que ambos caíamos, como si una burbuja nos rodeara, y algunos segundos más tarde, cuando caí en cuenta de la situación real, dejé de sonreír como tonta y me aparté de él.

Rompí el momento antes de que nos volvieran a involucrar en otra pieza, y lo miré a la cara cuando dije:

—Demasiado cerca —imitando el tono que él usó en el templo de Apolo.

Andrew también dejó de sonreír, y parpadeó un par de veces como si regresara a la realidad. No dijo nada, tan solo asintió y se alejó. Hice lo mismo unos segundos más tarde, escapando de la multitud de ninfas que querían bailar.

Regresé a la realidad yo también, y noté, con cierta curiosidad, que durante los minutos que duró el baile dejé de pensar en Sara, en lo preocupada que estaba por ella y la impotencia que sentía. Por unos minutos solo tuve eso: la música, la danza, y la sonrisa de Andrew. Y quería que fuera así siempre. Pero no podía, no podía vivir un sueño si mis amigos vivían una pesadilla.

Sacudí mi cabeza, intentando despejarme y bajar esos sentimientos que me abrumaban. El rostro lleno de lágrimas de Sara y la sonrisa de Andrew competían en mi cabeza por un lugar en mis pensamientos, queriendo explotar.

Tomé asiendo luego de un rato, sobre un tronco dispuesto para eso, rechazando las comidas que cada tanto las ninfas me ofrecían. Todas ellas eran ensaladas y muchos frutos de ambrosia, y se veían muy apetitosos, pero no tenía deseos de comer nada.

Estaba elevada en mis pensamientos, todos sobre mi amiga y el chico que me gustaba, cuando alguien me hizo sombra.

Levanté la cabeza, encontrándome tanto a Diana como a Megan, la ninfa de cabello rosa de antes, con la cabeza gacha y postura tímida. Diana me regaló una se esas sonrisas raras de ella, irradiando confianza en sí misma.

—Megan quería preguntarte algo, pero es muy tímida y le daba miedo acercarse —explicó Diana, a lo que Megan mordisqueaba su labio.

Diana tomó asiento a mi lado como si nada, mientras Megan seguía ahí parada, jugando con sus manos. La miró, incitándola a hablar, pero Megan tan solo se quedó ahí parada mirando el suelo.

—Bien —Diana se encogió de hombros mientras tomaba un fruto de ambrosia y lo llevaba a su boca—, supongo que cuando quiera hablar lo dirá.

Y masticó, con una expresión relajada al igual que su cuerpo. Ella me parecía tan extraña.

—Tienes una forma extraña de hacer las cosas —solté, ganándome su atención—. No sé si sabes lo que haces o no, es confuso.

En respuesta tan solo sonrió con gracia, cruzando sus cortas piernas. Su apariencia no la hacía lucir imponente u ostentosa de gran poder, por el contrario, se veía como la más indefensa de todo el campamento.

—Llevas siendo líder poco tiempo, ¿verdad? —repuso ella, con total libertad—. Se nota por la forma en la que abandonaste la reunión. Tus prioridades son... cambiantes. Yo diría que aquí la confusa eres tú.

Fruncí el ceño, sin entender a lo que se refería.

—¿Qué quieres decir con eso? Tú también eres líder desde hace poco tiempo, tengo entendido.

Se le escapó un pequeño bufido, y al hablar movió el fruto como si fuera una pelota.

—Sí, pero yo fui criada para serlo. Llevo toda mi vida aprendiendo a ser una líder, tengo toda una vida de experiencia de ventaja. Tú, por el contrario, aprendes sobre la marcha, ¿me equivoco?

No supe cómo responder, por lo que solo asentí una sola vez. Sonrió de lado, con cierto aire de grandeza.

—Es cuestión de practica y análisis —dijo con simpleza—. Liderar se basa en conocimiento y capacidad de procesamiento, así sabes qué hacer y qué decisión tomar. Es básico, no es tan difícil.

Solté una risita ante su forma de verlo.

—Sí, supongo que para alguien que se ha preparado toda su vida resulta sencillo.

—No dije que fuera sencillo, solo dije que no es tan difícil —corrigió—. Es mucha responsabilidad si me lo preguntas, tienes a muchas personas que ponen en tus manos su bienestar e incluso sus vidas. La presión puede ser horrible, he visto lideresas derrumbarse por eso ante mis ojos, por eso no cualquiera puede ser líder, debes tener un espíritu fuerte, un corazón impetuoso y una cabeza fría.

—¿Y tú los tienes? —pregunté, incrédula, pues su tamaño y tierna apariencia no coincidía con sus palabras.

Enarcó una ceja, luciendo sus pecas y una mirada astuta.

—Que no te engañe mi apariencia, Atenea, es el peor error que todos siempre cometen, pero también es una ventaja a la hora de ser líder. Me subestiman mucho, aunque no me quejo, adoro que lo hagan.

Me guiñó un ojo, y cuando lo hizo me solté a reír y pronto reímos juntas. Encontrar a una persona que tenía su propia visión de un líder era refrescante. Ella no era el tipo de líder que esperé encontrar, ella sonreía, era divertida, espontanea, y aunque seguía siendo misteriosa había algo en ella que me decía que podía confiar en ella.

—Los demás Dioses Guardianes deben tenerte mucha confianza, a los tres de hecho —comentó al rato—. Enviarlos a ustedes tres en un viaje tan largo y con la diplomacia como objetivo es algo grande, demasiado para tres dioses que están aprendiendo a ser dioses.

La sonrisa se me borró de golpe.

—Sí... supongo que es así —Aunque no tenía nada que ver con eso.

Me miró de reojo, observando más que nada el baile de sus compañeras.

—Es un mundo grande, con muchos habitantes, cientos de comunidades. Y en teoría siguen siendo humanos, sus cuerpos son muy frágiles, deben tener mucho valor para hacer algo así en su condición.

—Sí, bueno, era algo que había que hacer —Eso de hecho era verdad.

—Poseidón, el chico de antes, se expresa muy bien para ser un humano nuevo en los temas divinos —comentó entonces, y sentí que de alguna forma quería llegar a ese punto—. ¿Siempre ha sido así?

A pesar de que lucía normal y lo dijo como lo más casual, intuí que había algo respecto a Evan que quería saber.

—Así es. Tiene habilidad para hablar en público, se gana a los demás muy fácil.

Sonrió, con brillo sagaz en su mirada.

—Sí, las ninfas mayores quedaron encantadas con él. Debido a su presencia tu ausencia pasó desapercibida —Me miró de frente—. Espero conocerlo en persona pronto, es alguien muy interesante.

Por más que intentara no podía ver a través de su expresión, de su sonrisa, de sus palabras... Sacudí la cabeza, intentando alejar esos pensamientos de mi cabeza. Ella no tendría por qué tener algo oculto, le estaba poniendo más misterio del necesario; Diana era aparentemente una buena líder, y ahora una aliada valiosa, buscarle tres patas al gato era una ofensa.

Nos quedamos en silencio un rato, observando otra nueva pieza de baile comenzar, esta vez con otras ninfas diferentes a las anteriores. A lo lejos Cailye seguía hablando animadamente con un grupo de ninfas, mientras los pegasos estaban acostados a su lado. Andrew ya no tenía a ninguna ninfa mayor encima, pero sí tenía un grupo de fans que permanecían muy cerca mientras él comía.

En ese momento alguien me empujó, o mejor dicho, chocó con mi espalda. Me giré y encontré a una mujer tirada justo a mis espaldas. Tenía una capa negra cubriendo gran parte de su cuerpo, y en cuanto levantó la cabeza, aturdida, dejó al descubierto su pálida piel y su corto cabello negro.

Yo la conocía...

—Lo siento mucho —dijo mientras se sentaba en el suelo, masajeando su cabeza. Sus ojos eran negros completamente—. No veía por dónde iba.

Entrecerré los ojos, intentando ubicarla...

—Oh, eres la del Hogar de Hestia —exclamé, ganando la atención de Diana y Megan—. Nos chocamos esa vez, ¿lo recuerdas? Ibas con esa capa también.

Pareció consternada un momento, perdida, hasta que sonrió con vergüenza.

—Lo recuerdo. Lo lamento mucho, iba con prisa ese día.

Sonreí de vuelta.

—No te preocupes.

Diana enarcó las cejas, mirando con atención a la recién llegada.

—¿Y tú quién e...? —empezó a decir ella, pero se detuvo antes de terminar. Por un breve instante sentí como si alguien hubiera gritado muy fuerte cerca de mi oído, como una onda de sonido aturdidora, pero tan pronto como llegó se fue—. Ah, sí, eres Peny, siempre lo olvido.

Peny sonrió a modo de saludo hacia Diana y luego hacia Megan.

—En verdad lo lamento, siempre soy muy torpe. No quería interrumpir.

—No interrumpes —le dije—. Solo estábamos admirando la danza. Ven, siéntate.

Ella lo hizo, se sentó a mi lado y las cuatro observamos la conclusión del último baile de la noche. Sin embargo, un grupo de ninfas estaban muy ocupadas acosando a Andrew como para prestarles atención a sus compañeras. Sonreían a su lado, charlaban animadamente, aunque dudaba mucho que Andrew realmente escuchara lo que le decían.

—Lo que que-quería preguntarle era... —dijo Megan al fin, ganándose la atención de las tres. Su rostro se encendió en un rojo vibrante, y apretó sus manos como si le costara trabajo siquiera hablar—. Era... Yo quería saber si... si...

—Ya dilo, Megan, por favor —instó Diana.

Megan tomó aire y lo soltó:

—Quería saber si el joven Apolo está comprometido.

Diana escupió el fruto que comía, y de haber tenido algo en la boca de seguro yo habría reaccionado igual. Me quedé de piedra, estupefacta, sin saber cómo rayos responder a eso. Mi mandíbula se descolgó y mi rostro era la perfecta demostración de lo desubicada que me sentía.

Pero Megan esperaba una respuesta. Su rostro hecho tomate, sus manos sudorosas, sus ojos que no sabían a dónde mirar estaban esperando una respuesta.

Abrí la boca para intentar contestar a esa pregunta, pero Diana me ganó la palabra. Tosió antes de hablar, como si se hubiera ahogado con pedazos de su comida.

—Megan, cariño, en serio necesitas aprender a leer el ambiente —contestó.

La ninfa de rosado cabello se mostró confundida, apenada, bastante perdida.

—Pero...

—Lo está —continuó Diana—. Apolo y Atenea están en una relación. Lo que acabas de preguntar fue descortés.

Me sonrojé yo también. No esperaba que ese detalle fuera tan evidente, mucho menos cuando Andrew era tan seco con todo el mundo.

Por la expresión de Megan supe que aquello nunca, jamás, se le pasó por la cabeza. Como si fuera posible se sonrojó todavía más, y casi pude ver cómo salía humo de sus orejas de la vergüenza.

—Como lo siento —se apresuró a decir—. Yo... Nadie... En verdad lo lamento mucho, fue un mal entendido por mi parte. En verdad lo siento.

La pobre ninfa estaba por desparecer de la vergüenza. Podía imaginar lo que estaba pensando, algo como «trágame tierra» o algo así. Y por su reacción y el comportamiento de otras tantas ninfas supe que la cosa no era que lo nuestro fuera evidente, sino que Diana era buena observadora. No todos lo notaron excepto Megan, solo Diana lo hizo.

—Está bien —le dije en un intento por menguar su vergüenza; estaba cerca de arrodillarse para pedirme perdón—. No es como si tuvieras que saberlo, no pasa nada.

—Pe-pero todas creen que él... —abrió los ojos de golpe, mirando en dirección a las ninfas que rodeaban a Andrew—. Tengo que decirles, no pueden seguir intentando...

Solté una risita, algo que la tomó por sorpresa.

—Está bien, puedes dejarlas. Dudo que a él le importe, ni siquiera les está prestando atención.

—Aun así usted...

—Yo estoy bien. Sí es un poco molesto, pero no es la gran cosa. Todo el tiempo pasa, sé que él es alguien que no puedes ignorar, y sé que él ignora a todo el mundo. Confío en él, no hará nada que me lastime.

Megan abrió la boca para seguir, pero Diana negó con la cabeza y con eso fue suficiente para que se calmara y dejara el tema así. Se veía que todavía le incomodaba, pero se quedó callada de nuevo.

—Eso es muy honesto de tu parte —comentó Peny, en tono serio—. No todos estarían tranquilos en una situación así, ni siquiera la Atenea que conocí. Es admirable.

Sonreí con timidez.

—No tanto, no es gran cosa como dije. Supongo que solo es confianza.

—¿Lo conoces desde hace tanto tiempo? —repuso entonces, en tono inocente, pero noté cómo Diana fruncía el ceño ante el camino que estaba tomando el tema—. Es decir, ¿cómo puedes estar tan segura?

—En realidad lo sigo conociendo —respondí con naturalidad—. Y estoy segura porque lo quiero, confío en él, con eso es suficiente.

Peny me miró con más atención, y con la oscuridad del bosque sus ojos y su cabello resultaban algo siniestros.

—¿Cómo puedes confiar en que no te lastimará o te engañará? ¿Cómo puedes estar segura que él te eligió a ti y que siempre te elegirá a ti? ¿Cómo puede ser indudable lo que siente por ti? Creo que siempre existirá la pregunta: ¿de verdad me quiere a mí? Es decir, no eres la única mujer del mundo, y sin duda no serás la única mujer en su vida. ¿No te da miedo que lo que siente por si ahora pueda cambiar?

Traté de no sentirme atacada, pero ante sus palabras fue imposible no sentirme incomoda. Tragué saliva, retomando mi calma o al menos intentándolo.

Busqué la forma de responder a eso sin caer en mis propios pensamientos, sin caer en mis propias dudas y miedos, porque todo lo que dijo en algún momento lo había pensado y lo volvería a pensar, pero eso no necesariamente era malo. Tomé aire, con el sentimiento cálido en mi pecho, y contesté de la mejor manera que pude.

Miré el cielo, o eso intenté, pues las copas de los arboles ocultaban toda la luz de luna e impedían la visión de las estrellas. Pero eso me calmó, me ayudó a encontrar mi respuesta.

—Creo que para cada persona existe alguien que tendrá el poder para causarte un dolor y sufrimiento infinitos, alguien que será capaz de hacerte preferir la muerte, que te hará llorar y gritar, desear jamás haberla conocido. Pero que en igual medida te llenará de felicidad, de euforia, momentos de éxtasis donde con hasta la cosa más sencilla serás capaz de sonreír. Se trata de la única persona que el poder suficiente sobre ti para llenarte de dolor y alegría en medidas iguales, el único que podrá potenciar tus sentimientos al máximo. Una persona que compensará lo que a ti te falta. Esa persona para mí es Andrew.

Una sonrisa curva se deslizó por el rostro de Peny, algo que por un segundo me causó escalofrío, pero rápidamente recuperó su postura inocente.

—¿Y estás dispuesta a arriesgarte por él? ¿En verdad te expondrías a sentir algo así de doloroso por él? ¿Tanto significa para ti?

Le eché otra mirada, mientras las ninfas a su alrededor intentaban sacarle conversación. Y ahí, mirándolo mientras comía con su usual ceño fruncido y cabeza en otro lugar, de repente sus ojos se encontraron con los míos. Las ninfas que iban y venían obstruyeron la visión, pero sin duda nuestras miradas se encontraron por una fracción de segundo.

—Sí, lo estoy —contesté entonces.

Diana continuó con un ojo sobre Peny, como si pensara que iba a decir alguna otra cosa o a profundizar todavía más en el tema, pero la ninfa de cabello negro se quedó en silencio, disfrutando la noche como las demás.

—Y apropósito, hace un rato vi al demonio que viaja con ustedes —comentó Peny luego de varios minutos—. Escuché mucho sobre lo que pasó el día que los portales se abrieron. Él era familiar de Hades, ¿verdad?

Diana la observó con más atención, como si intentara encontrar algo raro en su ropa o en ella, mientras Megan apenas sí prestaba atención a lo que decía.

Peny seguía sonriendo con inocencia, curiosa al parecer por muchas cosas. Asentí sin dar más detalles, pero su curiosidad no terminó ahí, siguió hablando.

—Oí que la primera mujer manipuló a Hades, que lo usó como cebo, ¿es cierto? He oído muchas cosas, algunas más locas que otras, ya no sé qué es verdad y qué inventado para hacer la historia más atractiva.

La miré con fijeza unos segundos. No me gustaba dar detalles de más sobre esa noche, o sobre nosotros, mucho menos sobre Kirok. Respecto a él siempre me sentía a la defensiva, como una mamá con su polluelo.

—Es verdad.

La ninfa abrió sus ojos con interés, y se acercó más a mí llegando a invadir mi espacio personal. Sus negros ojos brillaron.

—Wow, en serio eres muy confiada, veo que confías en todos. Qué buen corazón tienes.

—¿De qué hablas? —fruncí el entrecejo.

Ella ladeó la cabeza, con ojos inocentes y curiosos.

—Pues a eso. Nunca había conocido a nadie así. Es increíble que confíes ciegamente en él cuando primero fue familiar de Hades. Es decir, si Pandora manipuló a Hades y él no se enteró, ¿por qué a su familiar no? ¿Cómo puedes estar segura de que ella no lo manipuló también a él?

—Kirok nunca...

—Mejor dicho, ¿sabes por qué se volvió tu familiar en primer lugar? He oído que fue él quien te lo pidió primero y tú lo aceptaste, ¿estás segura de que no oculta nada? Cambiar de amo no es como cambiar de ropa, y mucho menos al bando contrario. ¿Qué tanto lo conoces? ¿Qué tanto confías en él?

No supe exactamente cómo la miré, porque su expresión no cambió, permanecía mirándome a la espera de una respuesta. ¿En dónde escuchó tantos detalles?

Tomé aire en lugar de responderle y me levanté.

—Si me disculpan.

—¿Dije algo malo? —quiso saber Peny—. Lo lamento, no era mi intención incomodarte.

—Está bien —tan solo dije antes de darme vuelta y caminar.

Caminé lejos del campamento, pero no tanto, lo suficiente para dejar atrás la hoguera pero donde aún alcanzaba a escuchar la música de los instrumentos de las ninfas. La luz del fuego todavía me alcanzaba cuando decidí parar, recostarme en un árbol y dejarme caer.

No me agradaba cuando alguien insinuaba que Kirok tenía malas intenciones, me podía de mal humor oír hablar mal de él. Nadie vio las lágrimas que yo vi, nadie vio el dolor que cargaba, el peso a sus espaldas, su desesperación por arreglar las cosas... Todo eso no podía ser falso.

Me estaba entrando sueño cuando oí voces cerca. Me levanté en silencio, y agudicé mis oídos para escuchar mejor; las voces que oí las reconocí de inmediato.

Tras mi árbol, en un espacio más o menos abierto, los vi a los dos, a Kirok y a At, discutían, podía verlo, pero tenía que oír mejor. Usé magia para escuchar desde la distancia, cuidando mi cuerpo entre las sombras del árbol para no ser vista. Si me acercaba más advertirían mi presencia, debía mantener las distancias.

—No puedes seguir huyendo de mí —le dijo Kirok, en tono firme, mirándola a los ojos.

No sabía cuánto habían hablado antes de que yo llegara o de qué, pero aquello parecía la conclusión de una conversación.

At le sostuvo la mirada, desafiante pero serena.

«—No tenemos nada más de qué hablar, Dark, te lo he repetido muchas veces desde que atravesamos el portal.»

Kirok frunció el ceño. Se acercó más a At pero ella ni siquiera se movió.

—No puedes seguir evitándome, pretendiendo que no existo todo el tiempo. At, no puedes ignorarme por siempre.

«—Reconozco tu existencia, demonio. Eres la deidad que comparte un vínculo familiar con la persona que heredará mi puesto, quien ahora posee la Luz de la Esperanza.»

Él inclinó la cabeza, incrédulo.

—¿Y por qué lo dices como si esa fuera la razón por la que me uní a ella? ¿Acaso sigues pensando que soy un monstruo, un traidor, después de todo lo que te dije?

At soltó un bufido de burla.

«—Dark, eres un traidor, siempre lo has sido; la diferencia es que ahora lo sé.»

—¡No me uní a Luz por su poder! —exclamó, como una rabieta—. Lo hice por...

«—No se lo has dicho —lo cortó—. Sobre todo esto, sobre ti, la verdad. Se supone que un familiar no le guarda secretos a su amo.»

Él la miró con atención.

—Y tú tampoco se lo has mencionado, ni lo mío ni lo tuyo. Tú le guardas más secretos que yo —contraatacó, a lo que ella se mostró algo ofendida—. ¿Lo ves? No somos tan diferentes, lo sabes pero aun no quieres reconocer que sigue ahí, sea lo que sea que crees que eres ahora no te puedes deshacer de eso.

Una mirada amenazante reflejó en los ojos de la diosa.

«—¿Y quién tiene la responsabilidad? —rebatió ella, ¿molesta?—. Todo esto, absolutamente todo comenzó contigo. No te quieras poner el traje de héroe épico, Dark, que no te queda la capa. Tú eres lo que eres, punto. Hiciste lo que hiciste, no hay vuelta atrás. Tomaste tus decisiones, y yo tomé las mías.»

—¡Pero debes escucharme al menos una vez! —Más que alterado Kirok se veía desesperado—. He tratado tan solo de acercarme a ti, de hablar contigo, pero no me dejas. Esta es la primera vez en miles de años que hablamos a solas, y sigues sin querer escucharme no importa las veces que te lo explique. Yo tan solo no quería... Quería que te quedaras a mi lado, pero tú solo me diste la espalda y te fuiste con él...

«—Es justamente eso —lo interrumpió, con el mismo semblante de ira contenida—. Eres egoísta, Dark, siempre lo has sido. Querías que solo estuviera a tu lado, que te viera solo a ti, pensabas solo en lo que tú deseabas.»

Se sacudió, movió la cabeza de un lado a otro y sonrió sin gracia alguna. Desde mi posición alcancé a ver el brillo sobrenatural de sus ojos.

—Lo sé. Soy la criatura más egoísta que existe. Y no me importa. Porque lo único que quería era estar junto a ti, y si eso me hace un monstruo que solo piensa en sí mismo pues que así sea.

At lo miró de forma nostálgica, extraña, algo incluso compasiva. ¿Qué le ocurría a At?

«—Lo has sido todo este tiempo, incluso ahora. Eres malvado, Dark, y eso nunca cambiará. La relación que teníamos era perfecta, pero tus celos hacia Apolo nublaron tu juicio. Es por eso que no puedo perdonarte no importa cuánto me supliques, cuánto me expliques, cuánto te excuses, porque aunque lamentes lo que pasó, aunque te arrepientas por cada una de tus acciones no te voy a conceder mi perdón, y tendrás que vivir con eso.»

—At...

«—Arruinaste dos de las mejores cosas que me ocurrieron en mis largos milenios de vida, y aunque pagues con tu vida, ni él ni yo regresaremos, ni la relación que tú y yo teníamos volverá a ser la de antes, y el problema en el que nos metiste no se borrará. Así que no vuelvas a pedirme disculpas, porque cada vez que lo haces solo te odio más.»

Se movió con toda la intención de marcharse de ahí, pero justo cuando lo hizo Kirok tomó su muñeca, deteniéndole el paso.

Contuve la respiración en un movimiento brusco, observando cómo Kirok podía tocar a At e influir sobre su cuerpo. Vi una tenue luz roja en la mano de mi familiar, y la fuerza que ejercía sobre ella reflejada en la piel de la diosa, como si fuera de carne y hueso.

Pero hice un sonido demasiado fuerte, porque entonces ambos pares de ojos fueron a caer en mi dirección, viendo justo hacia mí.

Me moví, no me quedé ni un segundo más a esperar que terminaran de identificarme. Corrí de vuelta al campamento como si hubiera sido testigo de un asesinato, y así me sentía. Más allá de lo que dijeron, y de lo que aparentemente ambos ocultaban, me sorprendió más que Kirok fuera capaz de tocarla.

Si lo pensaba, él nunca lo intentó, o al menos no frente a nosotros. Guardaba las distancias como si intentara ocultar el hecho de poder hacerlo. Y tenía sentido, después de todo él tenía el poder de Hades, el señor de los muertos; y At era como un fantasma. Era lógico, pero ¿por qué ocultarlo?

Y At... ¿qué le ocurría? ¿Acaso ella estaba recuperando sus sentimientos? No, imposible, me lo diría si fuera así. ¿Y qué pasaría entonces?

Sacudí mi cabeza, alejando pensamientos incensarios de mi cabeza. Y fue entonces cuando me choqué con alguien.

No iba rápido, ya no, pues había llegado al campamento. Y me tropecé con Diana. Ella estaba parada cerca de la choza de antes y aunque no la tumbé sí alcanzó a tambalearse.

—Lo siento, ¿estás bien? —pregunté, regresando a la realidad.

Ella me miró de pies a cabeza, examinándome. Asintió.

—¿Huyes de algo? Parece que vas con afán.

—¿Qué? —Miré sobre mi hombro, por pura inercia—. No, claro que no.

La hoguera seguía viva, y aunque ya no bailaban la mayoría de las ninfas charlaban animadamente y seguían con su fiesta. No había señales de los demás, ni siquiera de Niké quien vigilaba los alrededores.

—¿Buscas a tus compañeros? —inquirió Diana—. Se fueron a dormir, como se irán en la noche dijeron que deben descansar algo antes de continuar.

Parpadeé varias veces, sin idea de en dónde estaba mi cabeza.

Debía dormir, por supuesto. Descansar de un día tan ajetreado. Y quizás así vaciar mi cabeza. Lo de Sara me tenía preocupada, y la conversación entre Kirok y At no podía mantenerme tranquila.

—Oh, claro, gracias, nos vemos después.

Me di la vuelta, pero ella volvió a hablarme.

—Descansa, Atenea.

Me frené y giré mi cabeza hacia ella. Sonreía como antes, con un aire misterioso e inteligente. Seguía sin poder interpretarla, sin entenderla. Vi sus múltiples pecas, los tatuajes de su cuerpo y su baja estatura.

Inhalé, intentando digerir mis pensamientos. Había sido una noche larga, y apenas estaba empezando la noche selene en Kamigami.

—Llámame Ailyn, por favor. Me siento más cómoda de esa forma.

Una sonrisa curva tomó lugar en su rostro, y me miró de una forma que me causó escalofrío.

—Descansa, Ailyn.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro