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39. Por todo y por todos

Destiny - NEFFEX

Mis pies se movieron en dirección al lago, lista para unirme a mis amigos; sin embargo, en cuanto crucé el límite de los árboles, una explosión de luz blanca nació sobre el lago congelado y cubrió con su brillo todo el bosque por un segundo.

La fuerza del impacto me desestabilizó, pero de alguna manera conseguí permanecer de pie mientras comprendía la razón de aquella expulsión de energía divina.

En medio del caos blanco pude distinguir el cuerpo de Kirok salir volando desde donde se encontraba Hades, con trayectoria directa hacia...

No pude terminar de pensar, ni de procesar el impacto cuando sucedió, solamente fui consciente del golpe que me di contra el suelo cuando Kirok cayó sobre mí con la suficiente fuerza para que la colisión fuera capaz de agrietar el suelo escarchado que cubría el lugar.

Dimos varias vueltas en el césped, llenándonos de nieve, hasta que nuestros cuerpos chocaron con un par de árboles cercanos. Me removí, sin querer prestarle atención al dolor que comenzaba a agotar mi energía y resistencia, en busca de Kirok para comprobar que estuviera bien.

—Kirok —lo llamé, pero él no respondió. Se encontraba recostado boca abajo, y pequeñas gotas de sangre lo rodeaban como salpicaduras de pintura, al igual que en su vestido rustico—. ¡Kirok, responde!

Entonces, movió sus brazos e intentó abrir los ojos. Lo ayudé a enderezarse, pero aun así no tenía fuerza para mantenerse de pie. Gimió varias veces en el proceso, debido al dolor de sus múltiples heridas. Diferentes tamaños de cortes y muchos hematomas adornaban su piel, que junto con la suciedad y la nieve lo hacía lucir como un vagabundo malherido.

—¿Cómo te sientes? —La pregunta sonaba estúpida si tomaba en cuenta el terrible aspecto que arrasaba su imagen, pero debía asegurarme de su lucidez mental.

Sus ojos rojos buscaron los míos, y aunque lucían con la misma picardía de siempre, era imposible ocultar el dolor que lo recorría. Luchó contra Hades, cuerpo a cuerpo, no me imaginaba lo doloroso que era ni lo difícil de soportar.

—Luz, créeme que no quieres enterarte del infierno que siento —contestó, con voz apagada y cansada.

Lo recosté en un árbol cercano, pues no era capaz de mantenerse sentado por su cuenta, y al hacerlo me manché la mano con su sangre. Lo miré con horror por la gravead de sus heridas, pero él le restó importancia a su condición cuando soltó una gran carcajada que debió dolerle hasta los pulmones.

—Estaré bien —aseguró—, hace falta mucho más para acabar conmigo que unos cuantos golpes.

Intentó moverse, pero sus intentos resultaron torpes y sin coordinación.

—Lo sé, y puedes ser todo lo resistente y poderoso que quieras, pero sé que incluso tú tienes un límite. Y al parecer lo has alcanzado. —Lo empujé con suavidad al árbol para que no se moviera—. Quédate aquí y descansa, ya no necesito que me des tiempo, ya no queda tiempo que dar.

Lo miré a los ojos, suplicando que entendiera mis palabras, y él en respuesta se limitó a observarme atentamente. Asintió sin agregar nada más, así que me aferré a que estaría bien en base a lo que era y su capacidad para soportar el dolor. Y, si lo pensaba bien, tenerlo lejos de Hades cuando el portal se abriera era lo que necesitaba.

—Antes debo hacer una cosa.

No alcancé a hablar cuando puso sus manos sobre el césped, arqueó su espalda y tensó todos los músculos de su rostro. Sus ojos se encendieron en un rojo sobrenatural y un aura negra lo rodeó como humo danzante.

Me alejé por instinto. Y la tierra se estremeció. Los arboles se movieron y el suelo bajo nosotros se movió como un pequeño terremoto. Parte del hielo que cubría el lago se resquebrajó, y vapores blancos salían del agua, podía verlo incluso a la distancia.

Cuando el sismo pasó me concentré de nuevo en Kirok. Él soltó un gran suspiro y tosió, luego se recostó en el árbol y cerró los ojos un momento.

—Derribé el muro, Luz, ahora puedes abrir esa puerta. —Hizo una pequeña pausa—. Ten mucho cuidado.

Asentí, a modo de afirmación y gratitud.

Una gran explosión de colores a mi espalda me obligó a darme la vuelta, hacia el lago, apartando la atención que tenía sobre Kirok, y al hacerlo contemplé cómo mis amigos atacaban a Hades con sus respectivas armas, los cuatro al mismo tiempo.

Vi luces de diferentes colores, destellos alrededor de Hades, provocados por la magia de mis compañeros; sin embargo, aquellos veloces y cortos pero letales conjuros, no bastaron ni siquiera para hacerlo retroceder, lo único que conseguían con sus movimientos era impedir que se me... acercara...

En ese momento lo noté, ellos estaban exhaustos, más que eso, estaban al límite de su poder, pero aun así luchaban para darme tiempo de seguir con el plan original. Como lo acordamos antes, solo después de la primera fase pasaríamos a la segunda.

Al verlos así, luchando juntos y casi conectados, entendí los esfuerzos de Astra al entrenarnos, sus intentos de unirnos para que trabajáramos en equipo. Y aunque estábamos mejor que al comienzo, la diferencia entre los Dioses Guardianes originales y nosotros, respecto a la sincronía, seguía siendo abismal.

Me dirigí hacia el lago tan rápido como pude, con mi espada en mano, lista para dar comienzo a la estrategia que teníamos planeada: abrir un portal hacia el Inframundo. Pero en cuanto estuve lo suficientemente cerca, un rayo violeta, como un meteorito, impactó unos metros delante de mí.

Mi corazón me dio un vuelco, casi me atraganté con mi propia respiración.

La tierra mezclada con nieve revoloteó en el aire antes de que entendiera de qué se trataba, y cuando lo hice mi reacción inmediata fue correr hacia Sara, quien había sido aventada desde lo alto con una fuerza descomunal hacia el suelo.

Para cuando llegué a su encuentro, Daymon ya estaba con ella, arrodillado a su lado para ayudarla a levantarse. Sus golpes lucían graves, pero gracias a la rápida reacción del pelirrojo, quien usaba su energía divina para sanarla, tenía la energía suficiente para incorporarse.

Escuché la flecha antes de verla; cuando levanté la vista solo fui capaz de captar las chispas resultantes del impacto de la flecha de Andrew contra una esfera negra proveniente de Hades.

El chico de ambarino cabello apareció frente a nosotros, adoptando postura protectora mientras Sara volvía en sí; y Logan no tardó en alcanzarnos unos pasos detrás. Noté cómo Daymon sostenía a Sara, con cuidado y gentileza, al tiempo que los golpes de su cuerpo desaparecían parcialmente.

Hades se burló, al parecer de la situación de Sara, de nuevo esa risa perversa y sínica inundó el ambiente. Luego, dejó de reír de golpe y posó sus oscuros ojos en mí. Ante su mirada me sentí diminuta, vulnerable, y es que la forma en la que me observaba era tan amenazante que conseguía helarme la sangre. Sentí que mi corazón dejó de bombear sangre, señal clara de la nueva oleada de pánico que me consumía.

—Bien, ya me cansé de sus juegos estúpidos —dijo en tono gélido, pero había algo en sus ojos que por muy diminuto que fuera, estaba ahí: la imperceptible muestra de desconfianza e inseguridad que tenía cuando Cody habló. Ese hilo de incertidumbre, que daba a entender que su único plan se fue a la basura y estaba actuando sin la seguridad de éxito, era nuestra única esperanza—. Obtendré la Luz de la Esperanza, pequeña guerrera, y no hay nada que puedas hacer al respecto.

Apreté la empuñadura de mi espada, lista para dar comienzo al conjuro que abriría la puerta al Inframundo, y consiente hasta la última célula de mi cuerpo de la cantidad de emociones que se arremolinaban en mi interior. Ira. Miedo. Frustración. Dolor. Era como permanecer conectada a una máquina que solo me otorgaba adrenalina.

Sin embargo, la acción de Hades a continuación nos complicó las cosas.

Él levantó los brazos en T, como si alabara a alguien sobre su cuerpo, cerró los ojos despacio mientras alzaba su cabeza hacia el cielo, y movió los labios pronunciando con rapidez palabras que mi inexperiencia no entendía...

Entonces, el ambiente se tiñó de vino tinto, y la oscuridad cubrió el lago como una sombrilla que nos protegía de la luz de la luna. La dirección del viento cambió de repente, y el aire se impregnó del olor a azufre que caracterizaba a los demonios de Hades.

Levanté la mirada por reflejo, lamentándolo en el acto. El cielo estaba cubierto de demonios voladores, a eso se debía la oscuridad, y sobre las montañas se encontraban entre simuladores, gusanos y mayores, corriendo a gran velocidad hacia nosotros, como si esa fuera la respuesta a su amo.

Abrí los ojos de par en par, con el pánico que me acostumbré a sentir subiendo por la garganta como lava, y ahogué un agudo grito de terror mientras intentaba aferrarme a mi Arma Divina.

Nos vi a todos, siendo consumidos por miles de millones de demonios, muriendo en ese lugar tan apartado de nuestras familias, solos contra todo un ejército de demonios... y un viento gélido recorrió mi cuerpo provocando que mis piernas temblaran y mi piel perdiera todo color.

Nunca en mi vida, jamás, había sentido tanto frio como en ese momento. Ese era el preámbulo de la muerte, una muerte segura en garras del infierno, así debía sentirse la gente justo antes de morir.

—Es hora de decir adiós, pequeña guerrera. —De nuevo pude observar la seguridad y suficiencia en el rostro de Hades.

Ya todo había terminado, con esa cantidad de demonios, y con nuestra energía divina al límite, no sobreviviríamos a ellos. Si acaso aún estábamos de pie, no lo soportaríamos. O era Hades, o los demonios, nunca los dos. Él lo sabía, y le causaba satisfacción. Habíamos viajado por tantos lugares durante esos meses, vivido experiencias tan extrañas y mágicas... y ahora, ahí terminaría nuestra misión.

Vi a Sara cubrir su boca en medio de una exclamación, mientras Daymon la tomaba con fuerza de la mano; y noté la expresión sombría en los ojos de Logan, tanto como en los de Andrew... Hasta que recordé que teníamos una carta más que jugar.

«Pase lo que pase, todo estará bien». Me dije a mi misma en un intento desesperado por recobrar el valor albergado en alguna parte de mi interior, y tomé todo el aire que mis pulmones me permitieron para gritar una sola palabra:

—¡Evan! —grité tan fuerte que mi garganta dolió.

Mis ojos dejaron el cielo y buscaron rápidamente en el bosque; observé las copas de los árboles moverse a lo lejos como reacción a la cercanía de los demonios, y muy por delante de ellos se acercaban mis amigos, recorriendo los pocos metros que nos separaban.

Evan iba delante de Cailye, sujetándola de la mano para obligarla a correr más rápido mientras su tridente adquiría un nuevo brillo. El rostro de la pequeña chica estaba tan pálido que parecía un fantasma, y de no sentir malestar por la herida de seguro estaría tan aterrada que no podría moverse.

Observé cómo Evan apresuraba el paso, y con él la fuerza que ejercía al sujetar a Cailye. Ella hizo una mueca, pero se obligó a sacar fuerza de donde no tenía para correr más deprisa.

—¡La barrera! —le recordé en cuanto estuvieron lo suficientemente cerca de mí, a menos de cinco metros.

Me paré con firmeza, como si tratara de anclar mis pies al suelo, y levanté mi espada en alto mientras concentraba mi energía en un ataque para deshacerme de los demonios más cercanos a nosotros y conseguir más tiempo para ella.

El fuego respondió a mi llamado por medio de una gran llamarada que iluminó los árboles por donde pasó, arrasando a su paso, incluidos los monstruos de Hades. Vi por el rodillo de mi ojo las flechas azules de Andrew, ayudándome, y la energía divina de Logan acompañando la defensa.

No obstante, más allá de la primera oleada que destruimos, muchos más demonios se acercaban a nuestra ubicación.

Saboreé el sabor salado del sudor en mi boca y la gélida brisa golpear mi rostro mientras los ataques continuaban. Me di cuenta de que tanto Sara como Daymon hacían lo mismo desde otra dirección. Pero aquella barricada no duraría mucho.

Me percaté, de soslayo, en la postura relajada de Hades unos metros sobre el lago, observándonos con suficiencia y exquisitez nuevamente, seguro de que esta vez todo resultaría como lo planeó. Pero, por tercera ocasión, él no calculó lo que seríamos capaces de hacer.

El tridente de Evan se ancló en la tierra cubierta de escarcha, mientras que Cailye, con una de sus manos sosteniendo la parte afectada de su abdomen, y la otra realizando la acción, se quitó el collar-arma y lo enredó ágilmente al rededor del arma de Evan. Ambos sostuvieron el tridente, con firmeza, uno frente al otro, y se concentraron en lo que debían hacer.

Evan cerró los ojos con tranquilidad y confianza, al contrario de Cailye, quien permaneció con la vista fija en su compañero, escondiendo tras su mirada el pánico que sentía.

Una ráfaga de viento nació entre ellos, que poco a poco se fue esparciendo hasta que se convirtió en una hermosa cascada de colores entre azul y amarillo. La luz se extendió, y al llegar a una altura prudente comenzó a tomar forma de un gran domo, separándonos de los demonios, hasta que llegó al suelo de la misma forma, y cuando tocó tierra una oleada de luz blanca atravesó tanto el césped como el lago, bajando mucho más la temperatura.

Los demonios, al otro lado de la barrera, chocaban con el domo incapaces de romperlo. Mis dos amigos debían mantener la concentración si querían que la barrera soportara todos esos golpes y rasguños. Eso nos dejaba poco tiempo antes de que pudieran agotarse definitivamente, y con ellos nosotros. Sin esa barrera estábamos perdidos.

Por suerte, habían calculado las distancias lo suficiente como para dejar tanto a Cody como a Kirok dentro del domo, separados de cualquier peligro demoniaco. Al menos por el momento.

Solté el aire, aliviada de evitar una lucha suicida contra los demonios; pero al mismo tiempo temerosa de que la barrera se pudiera romper o incluso de que mis amigos colapsaran de cansancio por la carga energética que requería.

El sonido de los golpes de los demonios al otro lado me generaba pánico. Ver a tantos, tan cerca, separados por una delgada barrera, me hacían pensar que en cualquier momento quedaríamos enterrados bajo sus espeluznantes cuerpos. Aparté esa idea en mi cabeza, y evité pensar en las posibilidades y consecuencias negativas.

Me volví hacia el rey del Inframundo, después de mirar una última vez a Cailye y Evan, quienes de sus cuerpos emanaban un brillo blanco como el aura de los ángeles, y de sus manos sostenidas en el tridente salía la luz mezclada que alimentaba el domo.

Tragué saliva, llena de nervios, y apreté el mango de mi espada para darme fuerza, mientras le dirigía una mirada de seguridad a Hades.

Andrew llegó a mi lado, con una mirada que entre todos nosotros era la única capaz de estremecer a Hades, y se ubicó a un par de pasos lejos de mí, al igual que Sara y Daymon, quienes permanecieron atrás, mientras Logan tomó lugar a un metro de Andrew. Todos dándole la espalda a Evan y Cailye, en señal protectora. Era lógico pensar que intentara deshacer la barrera, pero no se lo íbamos a permitir, y él lo sabía tanto como nosotros.

Al vernos juntos Hades soltó una gran carcajada de mofa, pero de nuevo salió más forzada que antes.

—En serio no pensarán que pueden vencerme, ¿o sí? —Volvió a reír, como un loco que quiere aceptar una realidad—. Aunque no tenga a mis súbditos conmigo, no son rivales para mí, nunca lo serán. Es mejor que se rindan ahora que tienen oportunidad, antes de que su barrera se rompa y con ella sus insignificantes cuerpos.

El brillo oscuro y filoso en sus ojos desbordaban tanda maldad y perversión que por un momento quise retroceder. Sin embargo, me aferré al hilo de debilidad que mostraba para recobrar confianza y hablar. Es era nuestra esperanza, y no la dejaría ir tan fácil. Además, no estaba sola, contaba con el apoyo de mis amigos, de todos, y eso me reconfortaba y me daba fuera para continuar.

—Podemos. Y lo sabes —reté—. Por eso los llamaste, porque reconoces nuestro poder. Te da miedo perder ante nosotros, de nuevo. Por esa razón nos intentaste separar a lo largo de nuestra búsqueda; como dijiste, «divide y conquistarás», ¿verdad?

Por un par de segundos me fulminó con la mirada, luego volvió a su actitud confiada y perversa.

—Esta vez será diferente. En las ocasiones pasadas fuiste rescatada por tus amiguitos dioses o por el estúpido brazalete. Pero ahora, soy yo quien está frente a ti, no podrás liberarte tan fácil de mí, Diosa Guardián.

—Lo hicimos hace años, ¿qué te hace pensar que esta vez podrás escapar? Te sellamos una vez, lo volveremos a hacer.

Una risa, ronca y opaca, se escapó de su garganta; nos observó con condescendencia mientras hablaba.

—No entiendes nada, Atenea. No eres lo suficientemente astuta para identificar una estrategia cuando la ves; si esa vez hubiera querido derrotarlos, no habría hecho. Sin embargo, hay una persona que tiene otros planes para ti y tu grupo de imitación de dioses.

Su sonrisa se agrandó, mofándose.

»Aunque debo admitir, no me esperaba que fueras tan idiota como para no notarlo antes, y con antes me refiero a mi mentirilla sobre el Espejo de los Dioses. Incluso entonces eras una pobre tonta enamorada. Qué decepción, esperaba más batalla de tu parte, en cambio, preferiste morir con tu «verdadero amor», qué ridículo.

—¿Hablas de Pandora? —interrogué—. ¿Es ella quien tiene otros planes?

Sonrió, como si mi ignorancia y miedo le produjera satisfacción.

—A Pandora no le llegas ni a la sombra. Hay algo que tienes que le pertenece, y no se detendrá hasta que le devuelvas la Luz de la Esperanza, por lo que te recomiendo que me la entregues ahora que tienes oportunidad. —Su mirada se oscureció más—. Te aseguro que no querrás que ella venga a buscarla personalmente. Yo dejaré intacta tu alma, ella se llevará todo de ti.

Apreté los labios. No podía dejarme intimidar, no más de lo que ya estaba. Pero una parte de mi se preguntaba qué tan temible era esa mujer en comparación a Hades.

—No te la entregaré, ni a ti ni a ella —decreté—. Y aunque sea lo último que haga, te juro que la defenderé con mi vida.

Volvió a reír, pero tras esa risa tan aparentemente confiada y victoriosa, llena de perversión y maldad, era capaz de identificar la flaqueza de su acción, demostrando que creía más en mis palabras de lo que demostraba.

Tal vez no éramos como los Dioses Guardianes originales, o grandes súper héroes como en los comics; pero poseíamos esperanza, estábamos juntos, y eso era más de lo que podía pedir. Teníamos el deber de construir un futuro mejor, por nosotros y por aquellos a quienes amábamos. Y ser derrotados por Hades no era opción.

—No se los permitiré —sentenció.

Fruncí el ceño, luchando internamente contra todos los sentimientos negativos que ese demonio despertaba dentro de mí.

Él era el tipo que mató a tantas personas por conseguir su objetivo, que secuestró a Cody para hacerme daño, que lastimó a mi familia, e hirió a Cailye. Él fue el responsable de todo lo malo que nos estaba pasando: de los ataques de los demonios en el parque, en la Feria Estatal, y en el Time Square; él era el responsable de la invasión de demonios en Italia, él había matado a Astra... Sentía tanta ira que por un momento creí que explotaría si no la dejaba salir.

«Recuerda que nadie es completamente bueno o malo. Hay medios, pequeña Atenea, y verlos hace la diferencia entre la venganza y la justicia. Y nadie puede deshacerse por completo de su bondad, ni siquiera un dios.»

Escuché de nuevo la voz de la mujer extraña, la misma de antes, y por alguna razón entendí lo que me quiso decir. Dejarme llevar por mi odio hacia Hades solo complicaría las cosas.

Tomé aire, y miré a Cailye y a Evan sobre mi hombro. Noté que la rubia me devolvió la mirada y asintió, respondiendo a mi muda petición. La vi cerrar los ojos con fuerza, y un segundo más tarde tanto de ella como de su compañero salió una intensa luz dorada, como si de un faro se tratara, dirigiéndose hacia mí.

La energía a su alrededor aumentó hasta el punto de quemar y sentí en carne propia el cansancio que los dos sentían. Además de conjurar la barrera nos daban su apoyo para abrir el portal, para que todos lo pudiéramos conseguir. Pero podía sentir cómo esa energía divina le pertenecía más a Evan que a Cailye, su aporte era más pequeño.

Mi cuerpo se iluminó de dorado, como una especia de aura, y sentí el poder de mis dos amigos correr por mis venas como un subidón de azúcar; la fuerza y resistencia divina aumentaron, gracias a ellos, permitiéndome ser capaz de iniciar con la segunda fase del plan.

En cuanto los cuatro chicos a mi alrededor se percataron de la acción de Cailye y Evan, y notaron sus cuerpos al borde del colapso, se repartieron dos a cada lado mío, y extendieron sus Armas Divinas hacia el lago.

Noté la mirada de Andrew sobre mí, casi preocupada, como si se preguntara si estaba bien dejarme iniciar el ritual. La intensidad de sus ojos me ponía más nerviosa, como si colocara más presión sobre mí; pero sabía que no era eso lo que quería transmitir. Tan solo quería asegurarse de que estuviera bien... Sacudí mi cabeza, y alejé a un rincón lejano todo lo relacionado con Andrew y sus acciones. Debía, tenía que concentrarme.

—Elementos de la naturaleza —comencé, con todo el vigor que mi quebradiza voz me permitió—, háganse presentes ante nosotros...

La fuerte carcajada de Hades me interrumpió, sin embargo, lo ignoré por completo y continué concentrada en lo que decía. Sonaba como un loco, o al menos al borde de la locura; tan delirante fue su gesto que no supe interpretarlo.

Solté aire, y traté de controlar mis emociones para no alterar el conjuro. Me tranquilicé, confiando plenamente en ese hechizo y en mi capacidad de manejarlo. Anclé la punta de mi espada en el césped, varios centímetros bajo la nieve, y la sostuve con firmeza del mango; recta y segura la mantuve ahí, mentalizándome que a ninguna de las dos nos moverían de ahí. Ahora era como si fuera de piedra, igual que yo.

—Elementos de la naturaleza, háganse presentes ante nosotros —repetí otras tres veces.

De la punta de mi espada empezaron a salir chispas rosas, que pronto se convirtieron en una gran luz, clara y pura, que se expandió bajo nuestros pies, y a su paso los cuerpos de mis cuatro compañeros se iluminaron de diferentes colores.

»Elementos de la naturaleza: aire, agua, fuego, y tierra, háganse presentes ante estos cuatro portadores mortales, y bríndeles sus habilidades para abrir una puerta entre mundos. Ayúdenos, como lo prometieron hace eones de años, en la creación de todas las cosas. Se los pide Palas Atenea, diosa de la sabiduría, y líder de los Dioses Guardianes.

Al terminar, la luz bajo nuestros se intensificó, y una oleada de blancura recorrió el lago. Los cuerpos de mis amigos brillaron con más intensidad, hasta que uno por uno los elementos los aceptaron.

—Como la tierra: fuerte y sagrada —musitó Logan, y al hacerlo, la tierra bajo nuestros pies se agrietó. Su cuerpo se iluminó de verde brillante, al mismo tiempo que el hielo sobre el lago se terminaba de quebrar.

Los golpes y cortes de Logan relucían gracias al brillo de su cuerpo, pero de todos, él era el que menos daño parecía tener, o al menos eso parecía físicamente.

Hades permaneció con los ojos sobre nosotros, expectante. Esperé otra reacción de su parte, quizá algo de incertidumbre, pero en lugar de eso solo nos miró, interesado en lo que hacíamos, con los ojos entrecerrados, sombrío y oscuro, como un verdugo. Pero no intentó apartarse, no intentó huir ni atacarnos, tan solo esperó. ¿Por qué no se movía?

—Como el fuego: efervescente y feroz —dijo Daymon, lo que provocó que pequeñas llamas flotantes se encendieran a su alrededor, y luego hilos de fuego salieron de entre los árboles, recorriendo el lugar como lombrices.

Su cuerpo, igual que el de Logan, se iluminó, pero de color naranja, como una vela. Y en respuesta el hielo quebrado sobre el lago se evaporó, provocando humo. Su aspecto lucía demacrado, sin la viveza de siempre, pero al menos no se le veían heridas de gravedad.

Hice una mueca, puesto que me sentía cerca de mi limite, y si yo me sentía así, no me quería imaginar lo que sentían Evan y Cailye con tan enorme carga de magia, y los demás, que también requerían de excesiva energía divina para mantener a los elementos en sus cuerpos.

—Como el aire: pacífico y ubicuo —continuó Sara, y de ella, se expandió una ráfaga de aire que recorrió el lugar con suavidad y gracia, casi bailando.

Un hermoso color violeta, cristalino y relajante, cubrió su cuerpo como si se tratara de una joya. Y al igual que los otros, el elemento se manifestó, mediante un pequeño remolino que se llevó todo rastro de humo, y que como Daymon, recorrió el lago como una tierna caricia.

Su cabello se elevó como una bandera, con más estilo del que debería, y a pesar de los múltiples golpes y moretones, lucía hermosa, casi perfecta, igual que una diosa.

Me sostuve con más fuerza de la espada para mantener el equilibrio, puesto que mi cuerpo se estaba cansando. Abrir el portal resultaba más agotador de lo que pensaba.

—Como el agua: virtuosa y sublime. —Andrew fue el último. La luz que recorría su cuerpo era cian, y a mi lado generaba una sensación de tranquilidad y armonía, un efecto que era más propio de Andrew que del elemento.

Su ceño se encontraba fuertemente fruncido y alcanzaba a ver las gotas de sudor resbalar por su rostro. Además de eso, se veía casi intacto, exceptuado todas las cortadas y hematomas que cubrían su piel de forma parcial.

Ese era el elemento más poderoso, debido a que era el más abundante, y que el agua lo hubiera elegido significaba que su energía divina se encontraba en mayor sintonía con el agua. Cada elemento escogió a aquella persona con que más afín se sintiera, dependiendo de la personalidad de cada una.

El agua del lago comenzó a moverse, reaccionando ante su elemento, y formó un remolino feroz dentro del mismo. Poco a poco el agua se tornó más oscura, hasta que la rapidez del remolino alcanzó su máximo nivel de agresividad y el centro se vio completamente negro.

El viento sopló con fuerza debido al elemento, y del mismo modo pequeñas esferas de fuego danzaron por el aire, dejándose llevar por el ritmo de la brisa.

La expresión de Hades me confundió. Se veían molesto, fastidiado, irritado, pero no parecía estarlo con nosotros, sino con algo o alguien más allá. Su mirada se tornó mucho más oscura, al grado de que ojeras negras como los mapaches se formaran alrededor de sus ojos, y luego sus ojos cambiaron a un color rojo intenso, muy similar al de Kirok.

La furia que expresó su rostro me aterró y provocó que mi sangre se congelara del miedo. Abrió su boca a un tamaño descomunal, y emitió un rugido tan fuerte que me tuve que aferrar a mi espada para no salir volando. Venas negras se apoderaron de sus brazos y cuello, como telarañas, y sus uñas se alargaron varios centímetros. Ahora sí, en ese estado, se veía como un completo monstruo.

Se dirigió hacia mí de golpe, directo a tomarme entre sus garras como una presa... Pero entonces, un brillo rojo lo cubrió, creando un efecto paralizante en él. Su cuerpo dejó de moverse, quedó completamente de piedra, como una escultura, con sus manos extendidas al frente y la boca abierta en un gruido.

Sus ojos rabiosos se apartaron de mí y se fijaron más allá de nosotros. Seguí su mirada, solo para comprender que el responsable de su parálisis era Kirok.

Lo vi en donde lo había dejado, con su espada negra apuntando a Hades desde lo lejos, iluminada del mismo rojo que cubría el cuerpo del rey del Inframundo.

Kirok me miró por un segundo, y me dedicó una sonrisa a medias, dando a entender que él se encargaría de sujetarlo para que no se resistiera. Malherido y agotado, igual que todos nosotros, así se veía.

Quizá no era parte del equipo, pero como mi familia me estaba ayudando, nos ayudaba a todos. Se alejó de sus raíces, de su naturaleza, para comenzar de nuevo aun en contra de lo que toda su vida había conocido... Debía ser difícil para él apoyarnos, pero de igual forma lo hacía.

Volví la mirada hacia Hades, luego de agradecerle con la cabeza a Kirok por su aporte, y avancé un par de pasos hacia él...

Y justo en ese instante, el ruido de vidrio romperse atrajo mi atención. Levanté la cabeza, y al hacerlo encontré una pequeña fisura en el domo de Evan y Cailye, una pequeña grieta como preliminar antes de que toda ella se rompiera en miles de pedazos.

Sentí el pánico en mis venas y el miedo en mi pecho. Bajé la mirada, y la posé en el sínico de Hades que a pesar de la inmovilidad sonrió al escuchar el sonido del final.

Por un momento lo creí. Creí que todo saldría bien, que ese monstruo en realidad dudó de su éxito y que teníamos posibilidad. Pero eso no importaba, lo único que importaba era lo que lograra hacer con esos pocos segundos que resistiría el domo antes de romperse y dar paso a miles de demonios. Y eso si mis amigos lograban mantener todos los conjuros bajo control antes de que eso ocurriera.

Me aislé del exterior, alejé todo lo que podría salir mal de mi mente y solo me concentré en una única acción: usar el Filtro con Hades. Ese había sido mi plan desde que salimos de la casa de Tamara: absorber el poder maligno de Hades, aunque eso significara tenerlo que consumir por completo, así no tendría que sacrificar a ninguno de mis amigos para encerarlo, ese era mi sacrificio.

Era peligroso, estaba consciente de ello, pero era lo único que se me ocurría para que atravesara el portal sin problemas. Solo esperaba que eso no me matara, aún tenía muchas cosas que hacer antes de morir. Quería vivir, pero cualquier resultado era incierto. No sabía si iba a funcionar, solo confiaba en que fuera así.

Cerré los ojos y apreté la empuñadura de mi espada como si eso me sostuviera a la realidad. Sabía que no iba a ser fácil, que era más de lo que podía procesar, pero eso no me detendría.

Regulé mi respiración varias veces y bloqueé cualquier sonido e interrupción exterior. Me concentré en localizar el punto exacto de dónde provenía la maldad de Hades; me centré en él y en su esencia, lo que desprendía su aura.

Los sonidos de mi alrededor se volvieron apenas audibles, el viento soplaba con más suavidad, el olor a azufre fue reemplazado por el olor del agua del lago que salpicaba debido al remolino, y mi cuerpo se sentía más liviano, casi sin gravedad.

Primero pensé en la naturaleza: en el verde de las hojas de los árboles y el césped, en el azul del cielo y el blanco de las nubes; en los atardeceres anaranjados, las gotas de lluvia bajar por los vidrios de las casas y los autos; en el océano, cristalino y profundo; y en los animales silvestres que corrían por los bosques.

Pensé en la sonrisa de los niños, jugando con sus padres y disfrutando las pequeñas cosas de la vida; en la calidez de un hogar lleno de amor y respeto; en los gratos momentos con amigos, en risas y en llanto; en la felicidad de alcanzar un nuevo logro, y en la gratitud de una persona hacia otra. Luego pensé en la generosidad de las personas, en la satisfacción de hacer una buena acción, en la abnegación de una persona por ayudar a otra...

Sentí la oscuridad entrar en mí, visualicé los pensamientos perversos de Hades en mi mente, en todas las cosas horribles que había visto en su vida. En terribles tragedias, vidas perdidas, y dolor ajeno...

Fue espantoso; mi corazón se encogió y mi pecho dolió. La presión dentro de mí aumentó y se me hizo más difícil respirar. Mi cuerpo se volvió pesado, tanto que sofoqué un grito para no llamar la atención de mis amigos tan sumidos en sus propios hechizos que no notaban mis acciones. Los deseos de ver las lágrimas de dolor, la tristeza y el odio de la gente rondaron mi cabeza como torbellino. La maldad de Hades me estaba consumiendo.

Apreté los ojos con fuerza, al igual que mi espada, y me obligué a seguir pensando en todo lo bueno que había visto en mi vida para combatir la maldad creciente en mi interior, que consumía todo a su paso como una pequeña luz siendo absorbida por la inmensa oscuridad.

El recuerdo de los policías italianos se hizo presente, al igual que los esfuerzos de la gente por ayudar a los demás aun en medio del apocalipsis; también la alegre sonrisa de mi madre, los ojos calculadores de mi padre, y la manipuladora mirada de Cody. La amabilidad de la Sr. Pinwat, que ayudó a Sara y a Daymon; la hospitalidad de Tamara; la extraña amistad de Melanie; todas eran cosas que valía la pena rescatar de la humanidad.

Porque los humanos tenían defectos, pero también grandes virtudes, y los aspectos positivos vencían a los negativos.

Pensé en Andrew ahora, en mis sentimientos hacia él, en cómo me sentía cuando estaba cerca de él. La fuerza que me otorgaba y la debilidad que la acompañaba. Recordé su sonrisa en aquellos extraños momentos de ternura, y cuando acariciaba mi cabeza como perro; sus brazos a mi alrededor, y la suavidad de sus labios contra los míos...

Y luego vi un recuerdo que sabía que no era mío. Una mujer con el cabello corto, rosa, con un vestido en degradé entre negro y el rosa, lleno de flores. No vi su rostro por completo, solo su sonrisa. Sonreía con ternura mientras murmuraba algo, algo que no que no era para mí. Me extendió la mano, o a la persona dueña de ese recuerdo, y me sentí... Me sentí como si alguien hubiera abierto una puerta hacia mi hogar.

Retrocedí unos pasos, como si alguien me hubiera empujado, y abrí los ojos mientras luchaba contra el insoportable dolor que se extendía por mis extremidades y mi cabeza. Un tic-toc golpeaba mi frente, y mi corazón latía con más lentitud, tanto que creí que dejaría de latir; mis piernas se sentían delgadas como fideos, todo mi cuerpo era una bola de dolor y agotamiento, incluso me era complicado mantener los ojos abiertos.

Solo... solo quería dormir de lo exhausta que me encontraba.

Mis ojos buscaron a Hades y su aspecto fue tan reconfortante como sorpresivo a la vez. La piel del rostro se le pegaba a las mejillas, sus manos tenían los dedos secos, y sus ojos se veían vacíos como dos cuencas. Era como si le hubieran extraído la vida, estaba tan seco como una pasa.

Sin embargo, no estaba debilitado del todo, no cuando los demonios seguían intentando romper el domo sobre nuestras cabezas. Debía continuar, obligarlo a cruzar, y así regresaría al Inframundo junto con su ejército demoniaco.

Me tambaleé, con sueño y sin fuerzas para mantenerme de pie. Nunca me había sentido tan mareada, cansada, y adolorida en mi vida. Quería terminar con el dolor de mi cuerpo, que se sentía como miles de agujas en mi piel, taladrando hasta mis huesos. Las náuseas se apoderaron de mi estómago, y por mi frente caían grandes gotas de sudor, pero sudor helado. La gravedad aumentó en mi cuerpo, atrayéndome cada vez más al suelo.

Todavía no podía descansar, no hasta que lo derrotara definitivamente. Tomé fuerza de donde no creí que hubiera, olvidándome del inmenso dolor que me impedía mover, y me paré recta.

La espada en mi mano brilló. Fue una cálida y suave luz que de alguna forma me reconfortó. La entendía tanto como ella a mí; me estaba hablando, no solo eso, me apoyaba en mi siguiente movimiento. No lo decía con palabras, pero su brillo me lo transmitía. Me daba la fuerza que me hacía falta para moverme.

Me concentré en lo que debía hacer, en mi último paso, y en respuesta mi espada se iluminó por un brillo rosa fluorescente como si se tratara de llamas. Se veía encendida por el fuego rosa, un fuego divino y efervescente.

Mandé toda la fuerza que quedaba en mi cuerpo a mis piernas y salté tal alto como mi estado me lo permitió. Me dirigí a Hades, volando un par de metros por los aires hasta donde él, con la espada en alto para propinarle el golpe final.

En el trayecto, noté que el poder de los elementos de debilitaba poco a poco, y que el domo era atravesado por un par de enormes grietas. Mis amigos ya no resistían más; podía notar sus ceños fruncidos y sus cuerpos temblando debido a los elementos, además sus deseos por terminar el conjuro. Y en especial Evan, quien era el que usaba más poder de todos nosotros, pero también uno de los más resistentes.

En ese momento lo era todo o nada. Solo unos segundos, con eso era suficiente para mí, tan solo unos segundos más.

Con más decisión y seguridad, realicé un corte limpio sobre el pecho de Hades, en horizontal, y de la cortada emanó un brillo rosa fluorescente que luego cambió de color a dorado. La luz salió de la perforación, como un desbordante rio: a oleadas, una luz completamente dorada, pura y limpia, como se vería la luz divina.

—Por todo lo que has hecho y por todos a quienes has lastimado —musité—, yo te condeno al exilio.

El cuerpo de Hades cayó directo al lago, como un trapo, con sus ojos clavados sobre mí con bastante intensidad. Lo vi dirigirse al remolino del lago, justo antes de que la oscuridad profunda que había en el centro se desvaneciera, y durante ese milisegundo me pareció ver en sus ojos el rastro de una lagrima.

—Ten... cuidado con esa mujer —susurró, su voz se apagaba—. Yo... lo lamento.

No podía estar segura por la confusión del momento, pero vi en sus ojos el brillo cristalino de una lagrima contenida en sus ojos. Vi dolor, una profunda tristeza que no se apagaba con nada. Vi... vi un corazón roto. Luego se sumergió en el agua. Mi corazón se recogió, la corazonada de haber hecho algo malo me arrebató la gloria por apenas unos segundos.

Escuché el domo romperse en miles de pedazos, como el cristal, y el poder de los elementos se desvaneció dejando en su lugar el lago en su estado habitual, seguido de la reducción de mi espada en mi mano. No había rastro de Hades en el agua, nada que indicara su presencia. Y entonces, la gravedad y el dolor se apoderaron de mi cuerpo justo cuando una inmensa luz blanca, una explosión, recorrió el bosque completo.

Caí hacia el lago boca arriba, sin creer lo que mis ojos habían visto: Hades había regresado al Inframundo y los demonios se habían esfumado a nuestro alrededor. Lo único que había en ese lugar era el cristalino Lago de los Recuerdos y el bosque rodeándolo. La brisa acarició mi rostro y movió mi cabello en el trayecto, acompañado de una gran sensación de paz que me invitaba a cerrar los ojos y descansar.

Cuando entré al agua no me molesté en nadar o en aguantar la respiración, estaba demasiado cansada y adolorida para intentar moverme. Así que solo me dejé llevar por la corriente. El agua estaba fría, debido al hielo que antes la cubría, pero me sentí con mucha tranquilidad. Pasase lo que pasase conmigo, lo habíamos logrado. Habíamos salvado a la humanidad y eso era suficiente para mí al menos por ese momento.

El agua entraba en mi boca muy deprisa, pero mi cuerpo no reaccionó ante la estimulación. Me hundí más y más en el lago, dirigiéndome a la profunda oscuridad del fondo, con mis entrecerrados ojos contemplando la gran y brillante luna en el cielo, que por el agua se veía distorsionada.

Luego lo vi, la figura de Andrew apareció frente a mí como si se tratara de una ilusión, de un espejismo, y tal vez lo era. Ese no era el Andrew tranquilo y confiado que no le tenía miedo a nada que yo conocía, ese se veía preocupado y al filo de la desesperación, como si estuviera a punto de perder a su familia de nuevo ante sus ojos.

Nadaba hacia mí, pero se veía muy lejano e inalcanzable. Sin duda la leyenda del lago era cierta, pude ver el reflejo de mi verdadero amor en el agua antes de que mis ojos se cerraran a consecuencia del agua en mis pulmones. Porque, aunque él me hubiera rechazado tres veces, para mí era la única persona que podía sacar lo mejor y lo peor de mí al mismo tiempo, y ese lazo no lo rompería ni la muerte.

Cerré los ojos y, justo antes de perder conciencia, sentí su mano sobre mi muñeca. Una sensación caliente a contraste con el frio del lago me inundó. Por un segundo, pese a mis circunstancias, me sentí por completo a salvo.

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